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Mensajes del libro «Cultivar la siguiente generación para la vida de iglesia»
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LECCIÓN OCHO

COOPERAR CON DIOS PARA SU MOVER, COMO PADRES A QUIENES SE LES HAN ENCOMENDADO A SUS HIJOS PARA QUE LOS CULTIVEN Y FOMENTEN SU DESARROLLO EN EL SEÑOR

  Lectura bíblica: Mt. 6:33; Ef. 6:4

  1. El cumplimiento de la economía de Dios necesita de nuestra cooperación, y cooperar con Dios significa estar atado a Cristo y tener un solo vivir con Él por medio de una sola vida—Jn. 14:19b; 6:57; Gá. 2:20:
    1. Dios tiene en Su corazón llevar a cabo Su economía; la economía de Dios no es simplemente que seamos buenos, espirituales, piadosos o victoriosos; Él no desea ni un hombre bueno ni un hombre malo, sino un Dios-hombre—Ef. 1:9-11; 1 Jn. 3:2.
    2. En lugar de usurpar a Dios al orar por nuestra prosperidad, salud o familia sin tener en cuenta la economía de Dios, debemos orar, vivir y ser personas según el corazón de Dios y para Su economía—1 S. 4:3; Hag. 1:2-5; Ap. 4:11; Ef. 1:9-11.
    3. Todas las cosas necesarias a nuestra existencia humana deben estar bajo una limitación divina; todo lo que exceda nuestra necesidad se convierte en algo mundano, y nos impide cumplir la economía del propósito de Dios; en todas las cosas, la economía de Dios debe ser el factor decisivo—Mt. 24:38.
    4. El pueblo es bienaventurado cuando lleva a cabo la economía de Dios—1 S. 7:1-5:
      1. Nuestra prosperidad y bienestar están totalmente ligados al cumplimiento de la economía de Dios, y no debemos buscar nuestro bienestar independientemente de ella—Mt. 6:33.
      2. No debemos esperar prosperidad para nosotros; sino más bien, debemos esperar que a través de nosotros, el Señor hará tanto como sea posible para cumplir Su economía.
  2. La iglesia no podrá avanzar si los padres no están conscientes de que a ellos se les ha confiado esos niños; Dios nos ha encomendado en nuestras manos a un ser humano, con su cuerpo y su alma; no queremos ver que nuestros hijos tengan que ser rescatados del mundo—Gn. 48:9; Sal. 127:3; Is. 8:18:
    1. Estamos equivocados si no cuidamos de nuestros propios hijos; les ruego que no se olviden que es responsabilidad de los padres asegurarse de que sus hijos resulten personas de bien—Sal. 127:3.
    2. Los niños son personas todavía tiernas que están en vuestras manos y no pueden hacer mucho por sí mismas; si somos sueltos en nuestra vida personal, también lo seremos con ellos; tenemos que comprender que, por ser padres, debemos ejercer dominio propio y sacrificar nuestra libertad personal—cfr. Jn. 17:19.
    3. Después que la iglesia predica el evangelio y salva a la gente, tiene que enfrentarse a toda clase de problemas familiares que tales personas traen consigo; pero si los padres asumen su responsabilidad de criar apropiadamente a sus hijos, y si tales niños son criados en la iglesia, la iglesia será liberada de la mitad de sus tareas—2 Ti. 3:15; 1:5.
  3. Debemos criar a nuestros hijos en la disciplina y amonestación del Señor; debemos darles a entender lo que es un cristiano apropiado al instruirlos en la disciplina del Señor—Ef. 6:4:
    1. Los padres deben ayudar a sus hijos a tener las aspiraciones apropiadas; la manera como ustedes viven afectará las aspiraciones que tengan sus hijos; los padres tienen que aprender a canalizar las ambiciones de sus hijos en la dirección apropiada—cfr. 2 Co. 5:9.
    2. Muchos padres fomentan el orgullo de sus hijos y los alientan a ir en búsqueda de vanagloria por medio de abrumarlos con alabanzas delante de los demás; no es necesario herir su autoestima, pero sí tienen que hacerles notar su orgullo—Pr. 16:18; Fil. 2:3; 1 P. 5:5.
    3. Un cristiano necesita saber apreciar a los demás. Es fácil ser victoriosos, pero es difícil aceptar la derrota; cuando son derrotados, ustedes tienen que enseñarles a aceptar su derrota con gracia—Fil. 2:3-4.
    4. Debemos darles, desde su juventud, la oportunidad de tomar sus propias decisiones; no debemos tomar todas las decisiones por ellos hasta que tengan dieciocho o veinte años de edad; si lo hacemos, les será imposible tomar decisiones cuando sean adultos—cfr. Dt. 30:19; Jer. 21:8.
    5. Como cristianos, tenemos que enseñar a nuestros hijos a encargarse de sus propios asuntos; desde su juventud enséñeles cómo deben encargarse de sus propios asuntos—Pr. 22:6.
  4. La manera en que un niño crece depende de la atmósfera familiar; ellos tienen que ser criados con amor y tienen que experimentar amor en sus familias—1 Ts. 2:7-8:
    1. La mitad de la labor que desempeña la iglesia es una labor que podría ser desarrollada por buenos padres; pero hoy en día, tal carga recae sobre nuestros hombros debido a que hay muy pocos padres que son buenos padres—Sal. 127:3.
    2. En una familia tiene que prevalecer una atmósfera de amor y ternura; tiene que haber amor genuino—1 Ts. 2:7-8.
    3. Los padres tienen que aprender a ser amigos de sus hijos; jamás permitan que sus hijos se distancien de ustedes; nunca se convierta en un padre al cual es difícil acercarse; por favor recuerden que la amistad se funda en la comunicación; no es algo que se hereda por nacimiento—Mt. 19:14.
    4. Lo que más ayuda a los hijos es que sus padres les dediquen tiempo; cuanto más tiempo pasemos con ellos, mejor:
      1. A veces necesitamos tener conversaciones libres con ellos acerca de una gran variedad de temas.
      2. Debemos permitir que ellos participen en nuestras actividades diarias, y debemos participar también en sus actividades.

Extractos de las publicaciones del ministerio:

  Dios tiene en Su corazón llevar a cabo Su economía. Él no desea que simplemente siempre le complazcamos y lo hagamos feliz, ni tampoco que seamos buenos, espirituales, piadosos o victoriosos. Él no desea ni un hombre bueno ni un hombre malo, sino un Dios-hombre. Él nos creó a Su imagen y quería que tomásemos Su vida, la cual estaba representada por el árbol de la vida. Debido a que caímos, Dios se hizo hombre para salvarnos, para redimirnos. Él sufrió por nosotros una muerte que lo incluyó todo, y resucitó para engendrarnos e impartirnos la vida y la naturaleza divinas, y hacernos así Dios en vida y naturaleza, mas no en la Deidad.

  La Biblia no es un libro que nos enseña a ser personas buenas o espirituales; mas bien, revela el deseo de Dios de que seamos un Cristo-hombre. Ser cristiano equivale a ser un Cristo-hombre, un hombre de Cristo.

  Nos debe impresionar el hecho de que el cumplimiento de la economía de Dios requiera nuestra cooperación. Cooperar con Dios significa ser ligados a Dios. Podemos asemejar esto a una carrera de tres pies, en la que los corredores deben corren en pares. En esta carrera se ata la pierna de un corredor a la de su compañero. Para que ellos puedan correr, deben cooperar uno con el otro sin moverse de manera independiente. Así es la vida cristiana apropiada. Ser cristiano es estar ligado a Cristo y tener un solo vivir con Él por medio de una sola vida.

  El nacimiento de Samuel requirió que Ana cooperara con Dios. El viejo sacerdocio se había vuelto añejo y estaba menguando, y Dios quería establecer un nuevo comienzo. Dios preparó secretamente las circunstancias que rodearon el nacimiento de Samuel. Por una parte, Él cerró la matriz de Ana, y por otra, le suscitó una rival (1 S. 1:5-7). Esto obligó a Ana a orar que el Señor le diera un hijo varón. En su oración, Ana hizo un voto a Dios, diciéndole: “Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza” (v. 11). Esta oración no la inició Ana, sino Dios. Dios escogió a Ana porque ella estaba dispuesta a cooperar con Él. Dios contestó su oración y abrió su matriz, y Ana concibió y dio a luz un hijo (v. 20). Luego, en conformidad con el voto que había hecho, ella ofreció a su hijo a Dios, y lo puso bajo la custodia de Elí. Esto muestra que Ana, la madre de Samuel, cooperó con Dios. Su ejemplo muestra la clase de personas que Dios busca hoy. (Estudio-vida de 1 y 2 Samuel, págs. 5, 6-7)

  * * *

  El Arca era un tipo de Cristo como la corporificación de Dios. Además, ésta representaba a Cristo como la presencia del Dios Triuno que está con Su pueblo para llevar a cabo Su economía y establecer Su reino en la tierra. Llevar consigo el Arca equivalía a llevar la presencia de Dios. Cuando los israelitas comenzaron a moverse con el Arca del monte Sinaí, Moisés oró a Dios, diciendo: “Levántate, oh Jehová, y sean dispersados Tus enemigos” (Nm. 10:35). El Arca tomó la delantera para avanzar. El mover del Arca era un cuadro del mover de Dios en la tierra.

  Lo que hicieron los ancianos de Israel en 1 Samuel 4, fue usurpar a Dios. Dios no tenía la intención de moverse en aquella ocasión. A los hijos de Israel no les preocupaba ni les interesaba la economía de Dios; y cuando sacaron el Arca indicaban que estaban usurpando a Dios para su propia seguridad, paz, descanso y provecho. Ellos usurparon a Dios, y lo obligaron a ir con ellos.

  Hoy muchos creyentes usurpan a Dios cuando oran por prosperidad, salud o por la familia sin considerar la economía de Dios. Cuando pedimos a Dios que nos sane, debemos estar plenamente involucrados con Su economía. Si usted está enfermo, no debe orar de manera que usurpe a Dios. Antes bien, debe decir desde lo más recóndito de su espíritu: “Señor, no estoy en la tierra por el bien de mi salud, de mi prosperidad, de mis hijos ni de mi trabajo. Estoy aquí para Tu economía. ¿Quieres que siga viviendo en la tierra para Tu economía? He visto Tu economía, y me doy cuenta de que Tú necesitas nazareos, y yo tengo el corazón de ser un nazareo por amor a Ti. Como uno que nació de Dios y que posee la vida y naturaleza divinas, te pido que me muestres lo que hay en Tu corazón para mí”. Si Dios quiere que usted siga viviendo en la tierra por causa de Su economía, será sanado, ya sea por medio de un médico o por otro medio. El punto aquí es que, en lugar de usurpar a Dios, debemos orar, vivir y ser personas según el corazón de Dios y para Su economía. (págs. 24-25)

  * * *

  A fin de vivir para Cristo necesitamos existir. Sin nuestra existencia humana, no podemos vivir a Cristo. Pero actualmente los que están en el mundo caído sólo cuidan de su existencia; no se preocupan por el propósito de su existencia. Existir es una cosa, pero existir para el propósito divino es otra cosa. Él propósito ordenado por Dios para nuestra existencia es vivir a Cristo, expresar a Dios, y tener el testimonio de Dios. Pero la gente de este mundo tiene solamente su existencia; no tiene ningún propósito. Finalmente, hacen de su propia existencia el propósito de su existencia. No conocen nada más que la existencia. Satanás aprovecha la existencia de los seres humanos o del vivir humano y usa esta existencia para usurpar a la gente para que hoy el mundo entero cuide solamente la existencia, y no el propósito de Dios en la existencia.

  Todas las cosas necesarias a nuestra existencia humana deben estar bajo una limitación divina. Todo lo que exceda nuestra necesidad se convierte en algo mundano, algo “egipcio”, algo de Faraón, y nos impide cumplir la economía del propósito de Dios. En todas las cosas, la economía de Dios debe ser el factor decisivo. Nuestro vivir no debe parecerse al de los “egipcios”, la gente mundana. Necesitamos un lugar para vivir, y debemos mantener nuestra casa limpia, pero si seguimos con nuestra limpieza cuando es tiempo de ir a la reunión, nuestra limpieza se hace “egipcia”, algo fuera de la economía del propósito de Dios. No estamos en la tierra para limpiar, sino para celebrarle una fiesta al Señor. Aun cuánto tiempo pasemos con nuestros hijos debe ser decidido por la economía de Dios. Otros cristianos pueden actuar como la gente del mundo, pero nosotros debemos ser un pueblo santo, un pueblo separado.

  Nuestro vivir y nuestra existencia dependen de la provisión de la fuente celestial, y no del suministro del mundo. Para esto necesitamos la visión y necesitamos el ejercicio de nuestra fe. Moisés fue un hombre de mucha fe para sacar a dos millones de personas de Egipto y llevarlas al desierto, donde no había ningún suministro terrenal para su existencia humana. (Estudio-vida de Éxodo, págs. 155-156)

  * * *

  El cuadro que nos muestran estos versículos [en 1 S. 7:1-5] es muy hermoso. Aquí vemos a un pueblo que vuelve a Dios, y a un hombre, Samuel, que es uno con Dios en la tierra. Podemos decir que Samuel era el Dios en funciones en la tierra. Por lo menos podemos afirmar que él era representante del Dios que está en el cielo para gobernar a Su pueblo en la tierra. Como tal persona Samuel comenzó a ministrar.

  Samuel fue fiel a Dios, para hacer de acuerdo a lo que estaba en el corazón y la mente de Dios. Todo su ser y su persona, su vida y su obra, concordaban con Dios. El ser de Samuel y el corazón de Dios eran uno solo. Por esta razón no exageramos cuando decimos que Samuel, un hombre conforme a Dios, era Dios en funciones en la tierra. Lo que Dios pensaba era lo que Samuel consideraba. Él no tenía ninguna otra idea, consideración o pensamiento. Su vivir y su obra eran para llevar a cabo cualquier cosa que Dios tuviese en Su corazón. Por lo tanto, Samuel fue uno que cambió la era.

  En este sacerdocio sustitutivo, Samuel ungió a Saúl y a David para que fuesen reyes (10:1; 16:1, 13), tal como Dios había dispuesto que él continuamente andase delante de Su ungido (2:35b), para supervisar al rey y observar lo que el rey hacía. Esto indica que Samuel, el Dios en funciones en la tierra, era superior al rey. Samuel fue hecho apto a tal grado debido a que Dios lo perfeccionó durante muchos años exclusivamente para Su economía y para nada más.

  Cuando la economía de Dios se lleva a cabo entre Su pueblo, ellos son bendecidos. Esto significa que nuestra prosperidad, nuestro bienestar, están totalmente ligados al cumplimiento de la economía de Dios. No debemos buscar nuestro bienestar independientemente de la economía de Dios. Debido a que esto se ha descuidado e incluso se ha perdido, se necesita recuperarlo. Quiero decirles a los santos, especialmente a los jóvenes, que no debemos poner nuestro corazón en la prosperidad para nosotros mismos. Más bien, como santos que estamos en el recobro del Señor, debemos esperar que por medio de nosotros, el Señor hará cuanto sea posible para cumplir Su economía. Entonces seremos bendecidos. (Estudio-vida de 1 y 2 Samuel, págs. 31-34)

  * * *

  La iglesia no podrá avanzar si los padres no están conscientes de que a ellos se les ha confiado esos niños. No queremos ver que nuestros hijos tengan que ser rescatados del mundo. Supongamos que engendramos niños, los perdemos al mundo y, después tratamos de rescatarlos. Si permitimos que esto suceda, el evangelio jamás será predicado hasta lo último de la tierra. A nuestros hijos se les ha impartido muchas enseñanzas y hemos estado cuidándolos por muchos años; por lo menos estos niños tienen que ser conducidos al Señor. Estamos equivocados si no cuidamos de nuestros propios hijos. Les ruego que no se olviden que es responsabilidad de los padres asegurarse de que sus hijos resulten personas de bien.

  Permítanme decirles esta palabra. A lo largo de la historia de la iglesia, el fracaso más grave entre los cristianos ha sido el fracaso en la crianza de sus hijos, y esto es algo que a nadie le importa mucho. Los niños son personas todavía tiernas que están en vuestras manos y no pueden hacer mucho por sí mismas. Si usted es suelto en su vida personal, también lo será con sus hijos. Tiene que comprender que, por ser padre, deberá ejercer dominio propio y sacrificar su libertad personal. Dios le ha encomendado en sus manos a un cuerpo humano con su alma. Si usted no ejerce dominio propio ni renuncia a sus libertades, se verá en aprietos cuando tenga que responder a nuestro Dios en el futuro.

DEBEMOS CRIAR A NUESTROS HIJOS EN LA DISCIPLINA Y AMONESTACIÓN DEL SEÑOR

  Deben criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor (Ef. 6:4). La disciplina del Señor consiste en decirle a una persona cómo debe comportarse. Ustedes deben considerar que sus hijos son cristianos, no gentiles. La disciplina del Señor le indica a una persona cuál es el comportamiento que es propio de un cristiano. El Señor se ha propuesto hacer que todos nuestros hijos lleguen a ser cristianos. Él no desea que ninguno de ellos sea gentil o incrédulo. Usted debe hacer planes para que sus hijos no sólo lleguen a ser cristianos, sino buenos cristianos. Así pues, usted debe darles a entender lo que es un cristiano apropiado por medio de instruirlos en la disciplina del Señor. Al respecto, brevemente debemos tratar varios puntos.

Debemos ayudar a nuestros hijos a tener aspiraciones apropiadas

  Lo más importante para un niño son sus aspiraciones. Todo niño tiene alguna aspiración para su futuro. Si el gobierno permitiera que todos los niños imprimieran sus propias tarjetas de presentación, creo que habría muchos niños que imprimirían títulos como: “Presidente”, “Director” o “Reina”. Los padres deben fomentar en sus hijos las aspiraciones apropiadas. Si ustedes aman el mundo, sus hijos probablemente querrán ser presidentes, millonarios o famosos eruditos. La manera como ustedes vivan afectará las aspiraciones que tengan sus hijos. Los padres tienen que aprender a canalizar las ambiciones de sus hijos en la dirección apropiada. Ellos deben aspirar a amar al Señor. No deben aspirar a amar al mundo. Usted debe fomentar tal ambición en ellos mientras son jóvenes. Muéstreles lo honroso que es morir por el Señor y háganles comprender que es algo muy precioso ser un mártir por causa del Señor. Ustedes tienen que ser un ejemplo para ellos y tienen que compartir con ellos sus propias aspiraciones. Dígales lo que a usted le gustaría ser si tuviera la oportunidad. Dígales qué clase de cristiano usted desea ser. De este modo, estará canalizando sus ambiciones dándoles la dirección apropiada. Así, sus metas cambiarán y ellos sabrán lo que es noble y lo que es precioso.

No debemos fomentar el orgullo en nuestros hijos

  Nuestros hijos tienen otro problema: no sólo son ambiciosos y tienen muchas aspiraciones, sino que, además, se sienten orgullosos de sí mismos. Quizás ellos se jacten de su inteligencia, de sus propias habilidades o de su elocuencia. A los niños les es fácil encontrar motivos de jactancia y pueden llegar a pensar que son personas muy especiales. Los padres no deben desalentarlos, pero tampoco deben fomentar su orgullo. Muchos padres fomentan el orgullo de sus hijos y los alientan a ir en búsqueda de vanagloria por medio de abrumarlos con alabanzas delante de los demás. Mas nosotros debemos decirles: “Hay muchos otros niños en este mundo que son como tú”. No traten de fomentar su orgullo. Nosotros debemos iluminar a nuestros hijos según la disciplina y amonestación del Señor. Ellos deben ser capaces de desarrollar su intelecto, elocuencia y todas sus capacidades; pero usted debe decirles que hay muchos que son tan hábiles como ellos en este mundo. No destruyan su estima personal, pero tampoco les permitan convertirse en personas orgullosas. No es necesario herir su autoestima, pero sí tienen que hacerles notar su orgullo. Son muchos los jóvenes que, solamente al salir de su hogar, descubren que tienen que pasar diez o veinte años en el mundo para aprender a hacer las cosas apropiadamente. Para entonces ya es demasiado tarde. Son muchos los jóvenes que manifiestan su mal genio en el hogar y luego llegan a ser personas tan arrogantes que, una vez que son adultos, no pueden trabajar apropiadamente. No queremos que nuestros hijos se sientan desalentados, pero tampoco queremos que sean orgullosos o piensen que son algo.

Debemos enseñar a nuestros hijos a aceptar las derrotas y aprender a ser humildes

  Un cristiano necesita saber apreciar a los demás. Es fácil ser victoriosos, pero es difícil aceptar la derrota. Podemos encontrar campeones que son humildes, pero es difícil encontrar perdedores que no sean amargados. Esta no es una actitud cristiana. Aquellos que son buenos en una determinada actividad, deben aprender a ser humildes y a no jactarse. Asimismo, si uno sufre alguna derrota, debe aprender a aceptarla con propiedad. Los niños son muy competitivos; por naturaleza. Está bien que sean competitivos, a ellos les encanta ganar en los deportes, las carreras y concursos escolares. Usted tiene que dejar en claro que lo correcto es que ellos se esfuercen por ser estudiantes sobresalientes en la escuela, pero tienen que aprender a ser humildes. Aliéntenlos a ser humildes. Háganles comprender que hay muchos otros estudiantes que seguramente son mejores que ellos. Cuando son derrotados, ustedes tienen que enseñarles a aceptar su derrota con gracia. Los problemas en los que se mete un niño, generalmente están vinculados con estas actitudes. Después de un juego, el ganador se siente orgulloso, mientras que el perdedor se queja de que el árbitro no fue justo o que se equivocó porque el sol le daba en los ojos. Usted debe ayudarles a que cultiven un carácter humilde. Sus hijos deben saber sufrir las amonestaciones cristianas y deben aprender a desarrollar un carácter cristiano. Ellos deben saber ganar y, cuando les toque perder, también tienen que saber estimar a los demás. Saber perder constituye una virtud. Entre los chinos, esta virtud hace mucha falta. Entre nosotros los chinos, la mayoría suele atribuir a otros la culpa de su derrota, en lugar de aceptar con gracia tal derrota. Ustedes deben criar a sus hijos en la disciplina y la amonestación del Señor.

  Son muchos los niños que dicen que sus profesores tienen favoritos cuando otros los superan en los exámenes. Si ellos no sacan buenas notas en un examen, dicen que su profesor no los quiere. Esto denota la necesidad de humildad. Los cristianos deben saber perder. Si otros son buenos en algo, tenemos que ser prontos en reconocerlo abiertamente. Además, tenemos que aprender a aceptar derrotas y aceptar que los otros fueron más inteligentes, que laboraron más o son mejores que nosotros. Es una virtud cristiana aceptar la derrota. Cuando ganamos, no debemos menospreciar al resto. Tal actitud es indigna de un cristiano. Cuando otros son mejores que nosotros, quizás salten más alto o sean más fuertes que nosotros, debemos apreciarlos. Mientras nuestros niños todavía viven con nosotros, debemos procurar adiestrarlos en reconocer los logros de los demás. Esta clase de adiestramiento les ayudará a conocerse a sí mismos cuando crezcan en su vida cristiana. Debemos conocernos a nosotros mismos y estimar a quienes son mejores que nosotros. Si nuestros hijos se comportan de esta manera, será fácil para ellos tener experiencias espirituales.

Debemos enseñar a nuestros hijos a tomar decisiones

  Espero que prestemos atención a este asunto. Son muchos los aspectos acerca de los cuales debemos instruir a nuestros hijos según la disciplina del Señor. Debemos darles, desde su juventud, la oportunidad de tomar sus propias decisiones. No debemos tomar todas las decisiones por ellos hasta que tengan dieciocho o veinte años de edad. Si lo hacemos, les será imposible tomar decisiones cuando sean adultos. Siempre debemos darles la oportunidad de que tomen sus propias decisiones. Debemos darles la oportunidad de elegir lo que quieren y lo que no quieren. Tenemos que hacerles ver si sus elecciones fueron las correctas o no. Denles a sus hijos la oportunidad de elegir y luego muéstrenles cuál es la elección correcta. A algunas niñas les gusta vestirse con vestimentas cortas; a unas les gusta un color mientras que las otras prefieren otro color. Permítanles que elijan por sí mismas.

  Algunas personas no les dan a sus niños la oportunidad de elegir por ellos mismos. Como resultado, cuando sus hijos alcanzan los veinte años de edad y se casan, no saben cómo ser cabeza de la familia. Puede ser que usted le diga que el esposo es la cabeza de la esposa, pero él no sabrá cómo ser el esposo. Usted no debería permitir que ellos esperen a casarse para descubrir que no saben ser la cabeza del hogar. Siempre que sea posible, denles a sus hijos suficientes oportunidades para tomar decisiones. Cuando ellos crezcan, ellos sabrán qué hacer. Ellos sabrán distinguir entre lo equivocado y lo correcto. Den a sus hijos la oportunidad de tomar decisiones desde su juventud. Diré algo a todos los que tienen hijos: “Denles la oportunidad de elegir”. De otro modo, muchos niños chinos serán perjudicados en su vida adulta. Tal perjuicio con frecuencia se manifiesta cuando los hijos tienen entre dieciocho y veinte años de edad. Ellos se comportan irresponsablemente cuando llegan a esta edad debido a que nunca se les permitió tomar decisiones por sí mismos. Debemos enseñar a nuestros niños según la disciplina del Señor. Debemos enseñarles a nuestros hijos a tomar decisiones, en vez de tomar todas las decisiones por ellos, y tenemos que dejarles saber si ellos han tomado la decisión correcta o no.

Debemos enseñar a nuestros hijos a hacerse cargo de sus propios asuntos

  También tenemos que enseñar a nuestros hijos a encargarse de sus propios asuntos. Tenemos que darles la oportunidad de cuidar de sus enseres personales, sus zapatos, calcetines y otros asuntos. Dé a sus hijos algunas pautas y luego deje que ellos mismos procuren encargarse de sus cosas. Desde su juventud, enséñeles cómo deben encargarse de sus propios asuntos. Algunos niños tuvieron un mal comienzo debido a que sus padres los amaban ciegamente y no supieron adiestrarlos. Por ser cristianos, tenemos que enseñar a nuestros hijos a hacerse cargo de sus propios asuntos apropiadamente.

  Yo creo que si el Señor nos da la gracia, la mitad de los que se añadan a la iglesia provendrá de nuestras propias familias y la otra mitad del “mar” (o sea, el mundo). Si todos los que son añadidos proceden del mundo y ninguno es de entre nuestros propios hijos, no tendremos una iglesia fuerte. Si bien toda la generación de Pablo tuvo que ser rescatada del mundo, la siguiente generación estaba compuesta de personas, como Timoteo, que procedían de las mismas familias que conformaban la iglesia. No debemos esperar que siempre procedan del mundo los que nos son añadidos. Debemos esperar que la segunda generación, jóvenes como Timoteo, procederán de nuestras propias familias. El evangelio de Dios sí salva a los hombres que se encuentran en el mundo, pero también debemos atraer hombres como Timoteo. Para que la iglesia llegue a ser rica, tiene que haber abuelas como Loida y madres como Eunice que sepan criar, edificar y formar a sus hijos en la disciplina del Señor. Si no existe tal clase de personas, la iglesia jamás llegará a ser rica. Tenemos que darles a nuestros hijos la oportunidad de que se encarguen de sus propios asuntos desde su juventud. Debemos darles la oportunidad de aprender a arreglar sus cosas por sí mismos. Tengan frecuentes reuniones familiares y permitan que sus hijos tomen ciertas decisiones. Cuando quiera volver a acomodar sus muebles, involucre a sus hijos en tales decisiones. Si tiene que ordenar la alacena, involucre a sus hijos en dicha actividad. Enséñeles a manejar las cosas. Si tenemos hijas o hijos, tenemos que enseñarles a manejar las cosas. Entonces llegarán a ser buenos esposos y esposas en el futuro.

  ¿Cuál es nuestra situación hoy en día? Las niñas tienen que ser cuidadas por sus madres, pero muchas madres no las cuidan y la responsabilidad recae sobre la iglesia. Los niños deberían ser cuidados por sus padres, pero muchos padres no cuidan de sus niños y la responsabilidad recae sobre la iglesia. Como consecuencia de ello, a medida que las personas de este mundo son salvas y traídas a la iglesia, las tareas de la iglesia se duplican. Esto se debe a que hay padres que no viven apropiadamente como corresponde a padres cristianos. Después que la iglesia predica el evangelio y se preocupa por la salvación de las personas de este mundo, tiene que enfrentarse a toda clase de problemas familiares que tales personas traen consigo. Pero, si los padres asumen su responsabilidad de criar apropiadamente a sus hijos, y si tales niños son criados en la iglesia, la iglesia será liberada de la mitad de sus tareas. En Shanghái, con frecuencia me ha parecido que los colaboradores no debieran manejar muchos de los asuntos que tienen a su cargo; muchos de esos asuntos deberían ser responsabilidad de los padres. Los padres no instruyen apropiadamente a sus hijos, y estos son arrastrados hacia el mundo. Como resultado de ello, tenemos que rescatarlos del mundo y asumir la responsabilidad de instruirlos nosotros mismos. Esto genera excesivo trabajo para la iglesia.

LA ATMÓSFERA FAMILIAR DEBE SER UNA ATMÓSFERA DE AMOR

  La atmósfera familiar debe ser una atmósfera de amor. Algunas personas tienen anomalías psicológicas o se aíslan, debido a que no reciben amor en sus respectivos hogares.

  La manera en que un niño crece depende de la atmósfera familiar. Si un niño no es criado con amor, se convertirá en una persona obstinada, individualista y rebelde. Mucha gente no se puede llevar bien con otros en su vida como adultos debido a que cuando eran niños no experimentaron amor en sus familias. Solamente fueron testigos de disputas, discusiones y peleas en la familia. Los niños que crecen en tales familias se desarrollan anormalmente. Aquellos que proceden de tales familias anormales, ciertamente se desarrollan como personas solitarias, pues desarrollarán antagonismos personales hacia los demás. Debido a que ellos se sienten inferiores en lo profundo de su corazón, procuran mejorar la imagen que tienen de ellos mismos por medio de considerarse superiores a los demás. Todos aquellos que tienen un complejo de inferioridad tienen la tendencia a exaltarse a sí mismos. Este es el medio al que recurren para compensar por su propio sentimiento de inferioridad.

  Muchos de los elementos malignos de la sociedad, tales como los ladrones y los rebeldes, proceden de esta clase de familias carentes de amor. Su personalidad se deforma y al crecer, se vuelven en contra de su prójimo. Cuando llegan a la iglesia, traen consigo sus problemas. Me parece que la mitad de la labor que desempeña la iglesia es una labor que podría ser desarrollada por buenos padres. Pero hoy en día, tal carga recae sobre nuestros hombros debido a que hay muy pocos padres que son buenos padres. Los nuevos creyentes deben ver que ellos deben tratar a sus niños de la manera apropiada. En una familia tiene que prevalecer una atmósfera de amor y ternura. Tiene que haber amor genuino. Los niños criados en tales familias crecerán hasta llegar a ser personas normales.

  Los padres tienen que aprender a ser amigos de sus hijos. Jamás permitan que sus hijos se distancien de ustedes. Nunca se convierta en un padre al cual es difícil acercarse. Por favor recuerden que la amistad se funda en la comunicación; no es algo que se hereda por nacimiento. Así pues, usted tiene que aprender a acercarse a sus hijos. Cuando les brinde alguna ayuda, hágalo gustosamente, de tal manera que cuando ellos enfrenten problemas se sientan libres para contárselo y cuando se sientan débiles, busquen su consejo. Ellos no deberán tener que acudir a otras personas cuando se sientan débiles. Ellos deben poder compartir con usted tanto sus éxitos como sus fracasos. Usted debe convertirse en su buen amigo, en aquella persona asequible y solícita a la que ellos pueden acudir en busca de ayuda. Ellos deben acudir a usted cuando se sientan débiles y pueden tener comunión con usted cuando tienen éxito. Tenemos que ser sus amigos. Cuando ellos se sienten débiles, pueden acudir a nosotros en busca de ayuda. No debiéramos ser para ellos como un juez que juzga desde lo alto de su trono, sino que debiéramos serles de ayuda. Debemos estar cerca de ellos siempre que necesiten nuestra ayuda y debemos ser capaces de sentarnos a conversar con ellos acerca de sus problemas. Ellos deben sentirse libres de buscar nuestro consejo como quien acude a un amigo. En una familia, los padres deben ganar la confianza de sus hijos hasta el grado de llegar a ser sus amigos. Si los padres logran esto, habrán hecho lo correcto.

  Ustedes tienen que aprender esta lección desde que sus niños son tiernos. El grado en el cual sus hijos se sentirán cercanos a usted y queridos por usted estará determinado por cómo los trate durante sus primeros veinte años de vida. Si no se sienten cercanos a usted durante los primeros veinte años de sus vidas, no se acercarán a usted cuando tengan treinta o cuarenta años, sino que se alejarán más y más de usted. A muchos hijos no les gusta estar cerca de sus padres. Ellos no son amigos de sus padres y no existe una relación dulce entre ellos. Si al tener problemas acuden a sus padres, lo hacen como un reo presentándose delante de su juez. Ustedes tienen que laborar hasta que sus hijos los busquen a ustedes en primer lugar siempre que enfrenten algún problema. Ellos tienen que sentirse cómodos al depositar su confianza en ustedes. Si ustedes pueden lograr esto, encontrarán muy pocos problemas en su vida familiar. De hecho, todos los problemas serán resueltos. (Mensajes para edificar a los creyentes nuevos, t. 2, págs. 585, 601-606, 610-612)

  * * *

  Pregunta: ¿Cómo puede un anciano que es padre cuidar de su familia y al mismo tiempo estar siempre disponible para ayudar a los santos?

  Respuesta: Es muy difícil ser uno que vigila. Lo que más ayuda a los hijos es que sus padres les dediquen tiempo. Sentarse con ellos, observar lo que hacen e instruirlos es la mejor manera de alentarlos y evitar que estén ociosos. A veces necesitamos tener conversaciones libres con ellos acerca de una gran variedad de temas. Si lo hacemos, ellos estarán contentos. A todos los niños les gusta aprender. Las necesidades que tenemos con nuestros hijos son infinitas. Así que cuanto más tiempo pasemos con ellos, mejor. Debemos permitir que ellos participen en nuestras actividades diarias, y debemos participar también en sus actividades. Sin embargo, un anciano también necesita estar disponible para ayudar a los santos. A fin de atender ambas necesidades, debemos aprender a tener comunión con el Señor y ser guiados por Él. Lo que les he compartido acerca del ancianato son principios. Pero necesitamos ser guiados por el Señor con respecto a las diferentes situaciones en particular. (Principios básicos en cuanto al ancianato, págs. 64-65)

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