
Lectura bíblica: 1 Ts. 1:5-8; 2:1-20; 2 Ts. 3:7, 9; 1 P. 5:2-4
El primer capítulo de 1 Tesalonicenses abarca dos asuntos principales: la estructura de una vida santa para la vida de iglesia y el origen de una vida santa para la vida de iglesia. La estructura se compone de la obra de fe, del trabajo de amor y de la perseverancia en la esperanza, y lo que da origen a tal vida es la predicación del evangelio y el hecho de recibir la palabra predicada, lo cual da como resultado que las personas se vuelvan de los ídolos a Dios, sirvan al Dios vivo y verdadero, y esperen al Hijo. Ahora, en el capítulo 2, llegamos al tercer aspecto de una vida santa para la vida de iglesia: el aspecto de fomentar.
Aunque la palabra “fomentar” no se encuentra en 1 Tesalonicenses 2, el hecho sí lo podemos ver en este capítulo. Aquí Pablo compara a los apóstoles con una nodriza, una madre que amamanta, y con un padre que exhorta. Esto quiere decir que los apóstoles eran madres y padres para los nuevos creyentes. Ellos consideraban a los creyentes como niños que estaban bajo su tierno cuidado. Así como los padres cuidan de sus hijos y fomentan su crecimiento, del mismo modo los apóstoles cuidaban de los nuevos creyentes. Por lo tanto, en 1 Tesalonicenses 2 vemos como se fomenta una vida santa para la vida de iglesia. (Estudio-vida de 1 y 2 Tesalonicenses, pág. 96)
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Hemos recalcado el hecho de que 1 Tesalonicenses está dirigido a principiantes, a nuevos creyentes. Los que cuidan de los jóvenes o de los nuevos creyentes encontrarán en este libro tanto una dirección como un bosquejo que pueden seguir. Si siguen este bosquejo y esta dirección pondrán un buen fundamento en su obra con los nuevos creyentes. (págs. 131-132)
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No piensen que en el recobro del Señor damos más importancia a la obra que a la vida. No, debemos concentrarnos en la vida. La iglesia es una familia. La iglesia también puede compararse con una labranza, un huerto. Una familia es un lugar donde los niños crecen, y un huerto es un lugar donde crecen árboles que dan fruto. Lo que a Pablo le preocupaba en el capítulo 2 era el crecimiento de sus hijos. Él cuidaba de los creyentes jóvenes de tal modo que fomentara el crecimiento de ellos. También podríamos decir que aquí él estaba regando, nutriendo y cuidando con ternura a las plantitas para que crecieran en vida. Esta es la razón por la cual, en vez de darles a los creyentes muchas enseñanzas, les presentó un modelo de vida. Este modelo de un vivir apropiado era actualmente Pablo mismo. (págs. 108-109)
En 1:5 Pablo dice además: “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis qué clase de personas fuimos entre vosotros por amor de vosotros”. Los apóstoles no sólo predicaban el evangelio, sino que también lo vivían. Ministraban el evangelio no sólo en palabras, sino también con una vida que exhibía el poder de Dios, una vida en el Espíritu Santo y en la certidumbre de su fe. Ellos eran el modelo de las buenas noticias que divulgaban. (pág. 12)
En 1 Tesalonicenses 2:1 dice: “Vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra entrada entre vosotros no resultó vana”. El apóstol habla repetidas veces de la entrada de ellos entre los creyentes (1:5, 9). Esto muestra que la manera en que ellos vivían jugaba un papel muy importante en el modo en que el evangelio fue infundido en los recién convertidos. Lo importante no era solamente lo que los apóstoles decían, sino también lo que ellos mismos eran.
Los apóstoles vinieron a los tesalonicenses con el evangelio de tal manera que los tesalonicenses fueron convencidos. La entrada de los apóstoles no resultó vana. Ellos eran un modelo de cómo creer en el Señor y seguirle. Puesto que muchos llegaron a creer en el Señor Jesús por medio de los apóstoles, se estableció una iglesia en menos de un mes. Esto no sucedió principalmente como resultado de la predicación y la enseñanza, sino por la clase de entrada que tuvieron los apóstoles entre los tesalonicenses.
El versículo 2 del capítulo 2 dice: “Pues habiendo antes padecido y sido ultrajados en Filipos, como sabéis, tuvimos denuedo en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios en medio de gran conflicto”. En la predicación del evangelio, los apóstoles experimentaron a Dios. Le disfrutaron como su denuedo en medio del conflicto que experimentaban por el evangelio. Ellos podían tener denuedo no en sí mismos, sino en Dios, aun después de haber sido ultrajados por los filipenses. Ni el sufrimiento ni la persecución pudieron derrotarlos porque permanecían en la unión orgánica con el Dios Triuno. Según el versículo 2, ellos anunciaron el evangelio de Dios en medio de gran conflicto. Esto indica que mientras predicaban, ellos luchaban, pues la persecución aún continuaba. Por consiguiente, ellos luchaban y anunciaban el evangelio a los tesalonicenses con el denuedo de Dios.
En el versículo 3 Pablo dice: “Porque nuestra exhortación no procede de engaño ni de impureza, ni es con astucia”. La palabra “engaño” se refiere a la meta, “impureza” se refiere al motivo y “astucia”, a los medios. Los tres pertenecen al diablo engañador e insidioso, y son llevados a cabo por él. La palabra “exhortación” incluye el hecho de hablar, predicar, enseñar e instruir. En la exhortación de Pablo no había engaño, impureza ni astucia. Los apóstoles no eran codiciosos ni tenían la intención de sacar provecho de nadie. Su visita a los tesalonicenses, en la que les llevaron el evangelio, fue completamente sincera y fiel.
El versículo 4 dice: “Sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, quien prueba nuestros corazones”. Dios confía una responsabilidad a alguien sólo después de que éste ha pasado la prueba y ha sido aprobado. Los apóstoles primeramente fueron puestos a prueba y aprobados por Dios, y luego Dios les confió el evangelio. Por lo tanto, el hablar de ellos, la predicación del evangelio, no provenía de ellos mismos con el fin de agradar a los hombres, sino de Dios, para agradarle a Él. Él probaba, examinaba y ponía a prueba el corazón de ellos todo el tiempo (Sal. 26:2; 139:23-24).
En el versículo 4, la palabra “aprobados” implica que primero ellos fueron puestos a prueba. Dios puso a prueba a los apóstoles antes de aprobarlos. Basándose en el hecho de que los había aprobado, Él les confió el evangelio. Dios hizo esto muy cuidadosamente, pues conoce nuestros corazones.
Conforme a nuestra manera de pensar, ya que Dios lo sabe todo, no es necesario que Él nos ponga a prueba. Es cierto que antes de que naciéramos, Él ya sabía qué clase de personas habríamos de ser. ¿Por qué entonces nos pone a prueba? Nos pone a prueba no tanto para Él, sino principalmente para nosotros. Dios nos conoce, pero nosotros no nos conocemos a nosotros mismos; y porque no nos conocemos adecuadamente, tal vez pensemos que somos rectos, sinceros y fieles. Sin embargo, cuando seamos puestos a prueba, veremos lo que realmente somos y descubriremos que nosotros mismos no somos sinceros, fieles ni fidedignos. Por lo tanto, al probarnos, Dios nos muestra lo que somos. Sólo después de que Dios nos haya probado de esta manera, seremos aprobados.
Quiero alentar a los jóvenes a que no pongan su confianza en sí mismos, pues aún no han sido puestos a prueba. No me cabe duda de que Dios usará a los jóvenes; sin embargo, Él sólo los usará cuando los haya probado. Dios no puede confiarnos nada sin que antes nos haya puesto a prueba y nos haya aprobado. Cualquier cosa que Dios nos confíe se basa en Su aprobación. Nosotros no podemos aprobarnos a nosotros mismos. Sólo cuando Dios nos haya probado, nos dará Su aprobación. Entonces nos confiará algo y comenzará a usarnos.
Fue de esta manera que Dios confió a los apóstoles el evangelio. Puesto que a los apóstoles se les había confiado el evangelio, ellos no hablaron para agradar a los hombres, sino para agradar a Dios, quien prueba nuestros corazones. Lo que hablaban se basaba en el hecho de que Dios les había confiado el evangelio. Puesto que se les había confiado el evangelio, ellos hablaron para agradar a Dios.
En el versículo 4 vemos que para que se nos pueda confiar algo, primero tenemos que ser aprobados. Luego, debemos hablar con el fin de agradar a Dios, Quien nos prueba. Esto indica que tenemos que pasar por la prueba, ser aprobados y después algo nos será confiado. Entonces tendremos algo que podremos predicar y enseñar.
El versículo 5 dice: “Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni de ningún pretexto de codicia; Dios es testigo”. La palabra griega traducida “pretexto” también significa fingimiento, encubrimiento. Aquí, valerse de algún pretexto de codicia significa adulterar la palabra de Dios con el fin de obtener algún lucro (2 Co. 2:17; 4:2). También significa fingir que somos piadosos buscando obtener ganancias (1 Ti. 6:5; Tit. 1:11; 2 P. 2:3).
Según 1 Tesalonicenses 2:5, los apóstoles nunca hablaron con palabras lisonjeras. Todos debemos evitar las palabras lisonjeras, y nunca hablar con halagos. En este versículo Pablo también dice que los apóstoles no usaron ningún pretexto de codicia. No tenían ningún motivo impuro que estuviera encubierto de alguna manera. Puesto que ellos no se valían de ningún pretexto o fingimiento, no comercializaban la palabra de Dios ni la adulteraban. Adulterar significa rebajar la calidad de una sustancia al añadirle otra de baja calidad, por ejemplo, añadirle cobre al oro, o agua al vino, y después venderla como si fuera pura. A lo largo de los siglos, muchos predicadores y maestros han adulterado la palabra de Dios de esta manera. Predicaban con algún pretexto, en procura de algún lucro personal.
El versículo 5 nos enseña que debemos evitar las palabras lisonjeras y no usar ningún pretexto de codicia. En nuestra obra cristiana no debemos permitir cosas sucias como éstas. Ningún siervo del Señor debiera usar palabras lisonjeras ni ninguna clase de pretexto de codicia. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos purifique de todas estas cosas. Espero que todos podamos decir que Dios es nuestro testigo de que no hablamos palabras lisonjeras ni usamos ningún pretexto de codicia.
En el versículo 6 Pablo añade: “Ni buscamos gloria de los hombres; ni de vosotros, ni de otros, aunque podíamos imponer nuestra autoridad como apóstoles de Cristo”. Buscar la gloria de los hombres es una verdadera tentación para todo obrero cristiano. Muchos han sido devorados y arruinados por este asunto.
Las palabras griegas traducidas “imponer nuestra autoridad” también significan “hacer valer nuestra autoridad”. Una traducción literal sería “ser carga”, es decir, “ser gravosos” (véase v. 9; 1 Co. 9:4-12). Hacer valer su autoridad, su posición o su derecho en la obra cristiana perjudica la obra. El Señor Jesús, cuando estuvo en la tierra, se despojó de Su dignidad (Jn. 13:4-5), y el apóstol prefirió no usar sus derechos (1 Co. 9:12).
Buscar gloria de los hombres no parece ser tan maligno como codiciar ganancias, pues es más sutil. La caída del arcángel se debió a que buscó gloria para sí. Él se convirtió en el adversario de Dios por ambicionar gloria. Aunque era un arcángel y gozaba de una alta posición, seguía procurando gloria. Ésa fue la causa de su caída. Según el Nuevo Testamento, cualquiera que busca gloria de los hombres es un seguidor de Satanás. Este deseo de obtener gloria es una trampa que Satanás pone para enredar a los obreros cristianos. Por lo tanto, es muy importante que todos los obreros cristianos aprendan a escapar del lazo de la ambición de gloria. Sin embargo, muy pocos se han librado de esta trampa.
La medida en que seamos útiles al Señor y el tiempo que Él pueda usarnos depende de si buscamos gloria de los hombres. Si buscamos gloria, habremos dejado de ser útiles en las manos del Señor. Buscar nuestra propia gloria siempre hace nula nuestra utilidad. Por lo tanto, espero que todos, especialmente los jóvenes, prestemos atención a la advertencia de que nunca debemos buscar gloria en la obra del Señor.
Primera Tesalonicenses 2:6 indica claramente que los apóstoles no impusieron su autoridad como apóstoles de Cristo. Ellos no asumieron ninguna posición o dignidad; antes bien, tuvieron que olvidarse de que eran apóstoles y tuvieron que servir al pueblo de Dios como esclavos. No debían recordarles a otros que ellos eran apóstoles de Cristo; antes bien, tenían que tener presente siempre que eran hermanos y que servían a los creyentes. Por ende, ellos no debían asumir ninguna posición o dignidad.
Es posible que los creyentes —y también los que no lo son— tengan como dignatarios a los que toman la delantera, a los ancianos o a los apóstoles. Sin embargo, en las iglesias locales no debe haber dignatarios. En lugar de ser dignatarios, debemos ser esclavos y servirnos los unos a los otros. No obstante, sé de algunos que no se consideraban ser alguien, cuando aún no tenían ninguna posición ni título, pero tan pronto como se les otorgó una posición, como por ejemplo en un grupo de servicio, empezaron a hacer valer su posición. Esto es vergonzoso. Debemos aprender de Pablo a nunca imponer nuestra autoridad ni a hacer valer nuestra posición.
Una hermana que está casada con un anciano no debe asumir dignidad como la esposa de un anciano. La esposa de un anciano no es la “primera dama” de la iglesia. Ella es simplemente una hermana más que sirve a la iglesia. Además, su esposo no es un dignatario, sino un esclavo. Como anciano que es, él ha sido designado para servir a la iglesia en calidad de esclavo. Todos debemos tener esta actitud.
Pablo, al declarar “aunque podíamos imponer nuestra autoridad como apóstoles de Cristo”, dio a entender que aun en los primeros días ya existía la tentación de asumir autoridad. La gente de la época de Pablo era igual que la gente actual. Al igual que hoy, en aquella época también existía la tentación de que cada uno quería hacer respetar su propia posición. Sin embargo, Pablo no impuso su autoridad o posición como apóstol con el fin de obtener algo para sí mismo. Pablo es un buen modelo para todos nosotros, como alguien que no exigió el respeto de los demás ni hizo valer su autoridad. Si todos seguimos su ejemplo, mataremos un germen mortífero que hay en el Cuerpo de Cristo, el germen de asumir cierta posición.
En el versículo 7 Pablo dice: “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”. La palabra griega traducida “nodriza”, trofós, en algunos casos significa madre, por ende, una madre que amamanta (véase Gá. 4:19). Cuidar con ternura incluye la alimentación. Por tanto, esta palabra no sólo incluye la noción de alimentar, sino también de brindar un cuidado tierno.
Pablo, aunque era hermano, se consideraba una madre que amamanta. Ciertamente, él no tuvo en cuenta su posición, dignidad y autoridad. Compararse con una madre que amamanta es muy distinto de hacer valer nuestra posición. ¿Qué posición tiene una madre que amamanta? ¿Qué rango, dignidad o autoridad le corresponde? Su única dignidad es la de alimentar y cuidar con ternura a sus propios hijos.
La expresión “cuidar con ternura” es preciosa y comunica un profundo afecto. Pablo se consideró alguien que cuidaba con ternura a los demás, y no meramente alguien que servía. Ciertamente él no ejercía control sobre los creyentes, ni tampoco se limitaba a servirlos; más bien, él los cuidaba con ternura. El cuidado que les brindaba era sumamente tierno.
En 1 Tesalonicenses 2:8 Pablo añade: “Tal es nuestro afecto por vosotros, que nos complacíamos en entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias almas; porque habéis llegado a sernos muy queridos”. La palabra griega traducida “nuestro afecto por vosotros” implica un afecto o anhelo muy profundo, semejante al que siente una nodriza hacia su hijo, a quien ella nutre y cuida con ternura. Era así como los apóstoles cuidaban de los nuevos creyentes.
Los apóstoles entregaron a los tesalonicenses no sólo el evangelio de Dios, sino también sus propias almas. Llevar una vida limpia y recta —como se describe en los versículos del 3 al 6 y en el versículo 10— amar a los recién convertidos, aun al punto de entregarles nuestras propias almas —como se describe en los versículos del 7 al 9 y en el versículo 1— son los requisitos previos para infundirles la salvación transmitida en el evangelio que predicamos.
Lo que dice Pablo en el versículo 8 acerca de entregar sus propias almas a los tesalonicenses puede compararse a lo que dijo en 2 Corintios 12 acerca de gastarse por los creyentes. Pablo no sólo estaba dispuesto a gastar de lo suyo, sino que también estaba dispuesto a gastarse a sí mismo, su propio ser. Los apóstoles estaban dispuestos a entregar a los creyentes lo que ellos eran. Esto puede compararse con la manera en que una nodriza se entrega a cuidar a su hijo.
En 1 Tesalonicenses 2:9 dice: “Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os proclamamos el evangelio de Dios”. Los apóstoles no querían ser gravosos a los tesalonicenses. Por esa razón, ellos trabajaron de noche y de día para poder proclamarles el evangelio de Dios.
En el versículo 10 Pablo añade: “Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes”. La palabra “santa” se refiere a la conducta hacia Dios; la palabra “justa”, a la conducta hacia el hombre, y la palabra “irreprensiblemente”, a la conducta ante todos: Dios, el hombre y Satanás. Para poder conducirse de esta manera, Pablo tuvo que ser muy estricto consigo mismo. El versículo 10 revela que los apóstoles eran personas que ejercían dominio propio.
El versículo 11 dice: “Así como también sabéis que hemos sido para cada uno de vosotros como un padre para sus hijos, exhortándoos y consolándoos y dando testimonio”. El apóstol fue enfático al recalcar lo que ellos eran o cómo se habían comportado (1:5), pues lo que ellos eran abrió el camino para conducir a los recién convertidos a la plena salvación de Dios.
En el versículo 11 del capítulo 2 Pablo se compara a un padre que exhorta a sus hijos. Los apóstoles, al cuidar con ternura a los creyentes como a sus propios hijos, se consideraron a sí mismos nodrizas, y, al exhortarles, se consideraron padres.
En el versículo 12 Pablo exhortó a los creyentes a andar como es digno de Dios. Si él mismo no hubiera andado como es digno de Dios, ¿cómo podría haber exhortado a otros a hacerlo? También en este aspecto, él fue un modelo que los creyentes podían imitar.
El versículo 12 indica que andar como es digno de Dios tiene que ver con entrar en Su reino y ser conducidos a Su gloria. El pensamiento aquí, en contraste con el de los versículos del 1 al 11, es bastante profundo. Aquí encontramos un asunto que los cristianos frecuentemente pasan por alto. A muy pocos creyentes se les enseña que deben llevar un andar cristiano que los capacite para entrar en el reino de Dios, un andar que los conduzca a la gloria de Dios. Muchos cristianos nunca han escuchado esta palabra. No obstante, esto forma parte de la enseñanza de Pablo a los creyentes jóvenes. (págs. 97-105)
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Quizás pensemos que Pablo debió haber impartido a los nuevos creyentes más doctrinas, enseñanzas e instrucciones. Pero en vez de ello vemos que él hizo énfasis en la llegada de los apóstoles, en la manera en que ellos predicaron y enseñaron la palabra, y en cómo los nuevos creyentes recibieron esta palabra. Pablo hizo resaltar la conducta de los apóstoles, su vivir y estilo de vida porque su deseo era nutrir a los creyentes, brindarles un cuidado tierno que fomentara su crecimiento. La intención de Pablo no era impartirles mucho conocimiento, y su carga no consistía en enseñarles tantas cosas. Es por eso que los veinte versículos del capítulo 2 tratan muy poco con las enseñanzas. Si bien en el versículo 12 él dice que Dios llamó a los creyentes a Su reino y gloria, no desarrolla estos temas ni los explica. En lugar de ello, Pablo menciona versículo por versículo la manera en que vivía y predicaba, y cómo él era un modelo para los creyentes.
Lo que vemos en el capítulo 2 de 1 Tesalonicenses es la manera de fomentar la vida cristiana joven. En este capítulo, Pablo nutre y cuida con ternura a los creyentes. Según lo que escribe, él se desempeña como una madre que amamanta y como un padre que exhorta. Por un lado, él es una madre que cuida con ternura y, por otro, es un padre que exhorta. Su principal interés no era enseñar, sino cultivar algo en los nuevos creyentes que fomentase el crecimiento de ellos.
En 1:6 Pablo dice a los tesalonicenses: “Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor”. Imitar es algo que está relacionado con el crecimiento. De hecho, en muchos casos imitar equivale a crecer. En una familia, los niños imitan a sus padres y a sus hermanos y hermanas mayores. Los pequeños no inventan nada; más bien, imitan a otros. Un buen ejemplo de esto es el uso del idioma. El niño aprende el idioma que hablan sus padres. Él habla el mismo idioma y con el mismo acento. Un niño aprende el idioma y el acento, imitándolo. Esto nos muestra que los niños crecen al imitar a sus padres. Por lo tanto, en una familia, imitar en realidad significa crecer. Los niños imitan a sus padres en muchas cosas, por ejemplo, en los ademanes, en la forma de hablar y aun en el carácter. Los padres son ejemplos, modelos, para sus hijos. Lo que son los padres, los hijos también lo serán.
Impartir muchas enseñanzas a los nuevos creyentes y a los jóvenes no es la manera correcta de cuidarlos. La manera de fomentar su crecimiento es presentarles un modelo. Al mostrarles un modelo, los refrescaremos, abasteceremos, nutriremos y cuidaremos con ternura. De esta manera fomentamos su crecimiento. Si sienten que su experiencia es algo deficiente, hábleles a los nuevos creyentes de algunos personajes de la Biblia, como por ejemplo, de personas como Enoc, Noé, Abraham y David, en el Antiguo Testamento, y a Pedro, Juan, Pablo y Timoteo, en el Nuevo Testamento. Podemos hablarles de las vidas de personajes bíblicos de tal modo que fomentemos el crecimiento de los nuevos creyentes.
Si impartimos demasiadas enseñanzas a los nuevos creyentes y a los jóvenes, les haremos daño. Toda madre sabe que una de las cosas más importantes en la crianza de los hijos es darles una alimentación adecuada. El noventa por ciento de la crianza de los hijos depende de la alimentación, y el diez por ciento, de la enseñanza. Esto también debemos ponerlo en práctica al cuidar de los nuevos creyentes en la iglesia. El noventa por ciento de nuestro tiempo lo debemos emplear en alimentar, y el diez por ciento, en enseñar. La alimentación incluye el presentar modelos ya sea de la Biblia o de la historia de la iglesia. Leer biografías de los santos que vivieron en siglos pasados, es algo que nos nutre y fomenta nuestro crecimiento. Lo que deseamos resaltar aquí es que la mejor forma de alimentar a otros y fomentar su crecimiento, es presentarles un modelo adecuado. Si no les presentamos un modelo, no podremos fomentar el crecimiento de los nuevos creyentes. Es sólo cuando tenemos un modelo que podemos alimentar a otros.
En el libro de 1 Tesalonicenses Pablo no estaba predicándose a sí mismo; más bien, él estaba alimentando a sus hijos espirituales al mostrarles la manera en que él vivía a Cristo. En otras palabras Pablo usaba el ejemplo de su misma vida para alimentar a sus hijos espirituales. Ésta fue la razón por la cual enfatizó su entrada a los tesalonicenses, la manera en que les había predicado, la manera en que les había presentado la palabra de Dios y su manera de vivir.
En 2:13 Pablo dice: “Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual también actúa en vosotros los creyentes”. Este versículo indica que la fuente, el origen, de la predicación de los apóstoles era Dios y no ellos mismos. Los tesalonicenses recibieron su palabra no como palabra de hombres, sino como la palabra de Dios. Aquí vemos un principio rector: siempre que prediquemos o enseñemos, debemos dar a otros la impresión que lo que decimos no es la palabra de los hombres, sino que es verdaderamente la palabra de Dios.
En el versículo 13 Pablo dice que la palabra de Dios actúa en los creyentes. Ya que la palabra de Dios es viva y eficaz (He. 4:12), ella actúa en los que creen. Una vez que recibimos y aceptamos la palabra, ella actúa dentro de nosotros.
En 1 Tesalonicenses 2:14 Pablo dice: “Vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas que ellas padecieron de los judíos”. El apóstol enseñaba lo mismo en todas las iglesias (1 Co. 4:17; 7:17; 11:16), lo cual indica que todas las iglesias deben llevar el mismo testimonio de Jesús. Por lo tanto, todas las iglesias son candeleros de la misma clase (Ap. 1:9, 20).
La iglesia en Tesalónica imitaba a las iglesias en Judea. Ciertamente llegaban a los creyentes de Tesalónica informes de las iglesias de Judea. ¿Cómo habrían podido los tesalonicenses imitar a las iglesias de Judea si no hubiesen escuchado nada de ellas? Ellos tuvieron que haber recibido noticias de las iglesias y de los santos. Estos informes fomentaron el crecimiento de los creyentes tesalonicenses. Una vez más, vemos que nada fomenta más el crecimiento de una iglesia o de un santo como escuchar las experiencias verídicas de otros santos o de otras iglesias.
En 1 Tesalonicenses 2:15 se añade: “Los cuales mataron al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos expulsaron; y no agradan a Dios, y se oponen a todos los hombres”. Pablo fue sabio al escribir este versículo. Aquí él vacuna a los creyentes en contra de la futura venida de los judaizantes. Pablo infunde en los creyentes tesalonicenses una advertencia sana acerca de los judaizantes. Era como si Pablo les estuviese diciendo: “Hermanos, no debéis tener en alta estima las cosas judías. Los judíos no están del lado de Dios ni son uno con Dios. Ellos mataron al Señor Jesús, y a nosotros nos expulsaron. Tesalonicenses, debéis estar preparados, porque un día los judaizantes vendrán a vosotros para socavar lo que hemos hecho. No reciban sus palabras, porque ellos se oponen a nosotros. Se oponen a todos los hombres y no agradan a Dios”. Esta ciertamente fue una vacuna excelente.
Esta vacuna que les aplicó también formaba parte de todo lo que Pablo hizo para fomentar el crecimiento de los santos. Así que la aplicación de vacunas se incluye en este tipo de cuidado. Los padres al cuidar de sus hijos, buscan la forma de protegerlos contra las enfermedades. Aun en nuestro jardín tratamos de proteger a las plantas de las enfermedades o de los insectos. De lo contrario, las enfermedades arruinarían las plantas, y los insectos las devorarían, especialmente las partes tiernas. Por lo tanto, a fin de proteger el jardín, tal vez tengamos que rociar las plantas con un insecticida. Puede decirse que en este versículo Pablo les estaba dando a los creyentes de Tesalónica un germicida divino. Él les advirtió que no se fiaran de los judíos ni les dieran ningún crédito. Al contrario, los tesalonicenses debían rechazarlos.
Pablo continúa esta advertencia en el versículo 16, donde dice de los judíos: “Al impedirnos hablar a los gentiles para que éstos se salven; así colman ellos siempre la medida de sus pecados, pero vino sobre ellos la ira hasta el extremo”. Pablo hace notar que los judíos no querían que los tesalonicenses escucharan la palabra de los apóstoles y así fueran salvos. Esta palabra es parte de la vacuna que Pablo les aplica.
En el versículo 17 Pablo dice además: “Pero nosotros, hermanos, privados de vosotros por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, tanto más procuramos con mucho deseo ver vuestro rostro”. Estas palabras dejan implícito que los apóstoles consideraban a los recién convertidos preciosos y queridos. Pablo expresó que el dolor que sentía al estar separado de ellos, era semejante a la pena que produce la pérdida de un ser querido. Era de esta manera que él los extrañaba. Este versículo también nos muestra cuánto los apóstoles anhelaban ver a los recién convertidos.
En el versículo 17 Pablo parecía decir: “Hermanos, hemos sido privados de vosotros. Deseábamos permanecer con vosotros, y los extrañamos en gran manera. Sin embargo hemos sido privados de vosotros de presencia, pero no de corazón. En nuestro corazón, seguimos estando con vosotros. Estamos muy ansiosos con mucho deseo de ver vuestros rostros”.
Las palabras de Pablo en los versículos del 15 al 17 son muy emotivas. Puesto que era una persona muy emotiva, él podía tocar los sentimientos de los demás. Cuando habló negativamente de los judíos, él se mostró muy emotivo. Asimismo, cuando habló positivamente de los apóstoles, también se mostró muy emotivo. El hecho de que él expresara sus profundos sentimientos hizo que los creyentes amaran a los apóstoles y cerraran la puerta a los judaizantes. Esto también está relacionado con la manera en que los padres cuidan a sus hijos, fomentando el crecimiento de ellos, protegiéndolos, y criándolos, a fin de que no sean afectados por cosas negativas.
Indudablemente Pablo sabía cómo fomentar a los santos. Él habló de sí mismo de modo que pudiera fomentarlos y también vacunarlos. Al fomentar a los tesalonicenses, Pablo les señaló que los judíos que se oponían y los perseguían, debían ser rechazados, pero que los judíos que venían a ellos en calidad de apóstoles eran preciosos.
En los versículos 19 y 20 Pablo indica que aquellos que colaboren con el Señor en fomentar el crecimiento de los nuevos creyentes y en ayudarles a andar como es digno de Dios, recibirán una recompensa. Esta recompensa serán los mismos creyentes a quienes hemos ayudado a crecer, y quienes vendrán a ser nuestra corona, gloria y gozo. ¡Qué gloria sería para cualquier obrero cristiano, que aquellos a quienes él cuidó hubieran madurado a la venida del Señor! ¡Esto ciertamente sería una corona y gloria para él! En cambio, cuán profunda sería la vergüenza si ninguno de los creyentes hubiese crecido y madurado.
Muchos de nosotros estamos cuidando de los creyentes jóvenes. El resultado de nuestra obra debe ser que estos creyentes lleguen a la madurez. Si maduran adecuadamente, ellos estarán en el reino y participarán de la gloria de Dios. Esta madurez entonces se convertirá en nuestra corona, gozo y gloria ante el Señor Jesús en Su venida. Sin embargo, supongamos que nos dedicamos al cuidado de nuevos creyentes, pero sin obtener ningún resultado. En tal caso, a la venida del Señor no veremos ningún fruto de nuestra labor. ¡Cuán vergonzoso sería esto! Cuando venga el Señor Jesús, el resultado de nuestra obra será manifiesto. Ese resultado será también nuestra recompensa, nuestra corona, nuestro gozo.
Este mismo principio lo vemos en 1 Pedro 5:4. Allí Pedro dice que los ancianos serán recompensados con una corona de gloria. Sin embargo, esta recompensa dependerá del resultado de su labor como ancianos. Si como resultado de la labor los santos maduran, esa madurez será una corona de gloria para los ancianos. Ésa entonces será la recompensa que recibirán.
En el capítulo 2 de 1 Tesalonicenses encontramos sanas palabras para todos nosotros. En este capítulo aprendemos cómo servir a los creyentes jóvenes y a los nuevos recién convertidos a fin de que ellos reciban el cuidado tierno que fomenta su crecimiento y madurez y así haya un fruto positivo de nuestra labor a la venida del Señor. Este fruto será entonces nuestra corona y gloria, es decir la recompensa que recibiremos por nuestra labor hoy. (págs. 107-108, 109-114, 116-117)
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En los versículos del 1 al 12 vemos el cuidado de una madre que amamanta y de un padre que exhorta, y en los versículos del 13 al 20 vemos la recompensa dada a aquellos que fomentan a los creyentes de esta manera. Ya que los apóstoles brindaron tal cuidado a los nuevos creyentes, al final ellos recibirán una recompensa de parte del Señor. (pág. 96)
En los versículos 19 y 20 Pablo concluye, diciendo: “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que nos gloriemos delante de nuestro Señor Jesús, en Su venida? ¿No lo sois vosotros? Pues vosotros sois nuestra gloria y gozo”. La palabra griega traducida “venida” en el versículo 19 es parusía, una palabra que significa presencia. La venida del Señor es Su presencia. Bajo esta luz fueron escritas estas dos primeras epístolas. Cada capítulo de la primera epístola termina hablando del regreso del Señor.
El versículo 20 indica que puesto que los apóstoles eran para los creyentes, nodrizas y padres que exhortan (vs. 7, 11), los creyentes, como hijos de los apóstoles, eran su gloria y gozo. Sin ellos, los apóstoles no tenían esperanza, gloria ni corona de qué gloriarse.
Aquí Pablo parecía decir: “Vosotros sois nuestra esperanza, nuestro gozo y nuestra corona de que podemos gloriarnos. Hermanos, estamos aquí exclusivamente por causa de vosotros; no buscamos aquí ninguna otra cosa. Aparte de vosotros, nosotros no tenemos nada. Vosotros sois nuestra esperanza, tanto como lo es el regreso del Señor para vosotros. Si el Señor regresa y vosotros no estuvierais, no tendríamos gozo ni gloria. ¡Vosotros sois necesarios! Vosotros sois nuestra esperanza, nuestro gozo, nuestra corona y nuestra gloria delante del Señor Jesús, en Su venida”. Una vez más Pablo se mostró muy emotivo al cuidar de sus hijos. Él ciertamente era un padre que exhortaba a sus hijos. Como tal, él parecía decirles: “Hijos, estamos aquí únicamente por causa de vosotros. Sin vosotros, nuestra existencia sería vana. Aún más, de no ser por vosotros, ni siquiera querríamos vivir”. Cuando los padres hablan de esta manera a sus hijos les conmueven profundamente el corazón.
¿No se sentiría usted profundamente conmovido si sus padres le escribieran palabras como éstas? ¿No se sentiría conmovido si le dijeran que sin usted, la vida no tendría sentido, y que usted es la única razón por la cual viven? Estoy seguro de que si escuchara o leyera palabras como éstas, derramaría lágrimas. Hablar a los hijos de esta manera los cuida tiernamente y los ayuda a crecer.
Pablo era un buen padre y, sabía cómo conmover el corazón de sus hijos. Si usted es capaz de conmover el corazón de los demás, tendrá éxito en fomentar su crecimiento. La mejor manera de fomentar a otros es conmover profundamente su corazón. (págs. 114-115)
El versículo 4 en 1 Pedro 5 dice: “Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona inmarcesible de gloria”. En los tiempos del apóstol, a quienes ganaban en los juegos de atletismo se les otorgaba coronas (1 Co. 9:25; 2 Ti. 4:8). Éstas eran coronas corruptibles, cuya gloria se marchitaba. La corona que el Señor otorgará a los ancianos fieles será una recompensa por su leal servicio. La gloria de esta corona nunca se marchitará. Será una porción de la gloria que disfrutarán los vencedores cuando el reino de Dios y de Cristo sea manifestado (2 P. 1:11). (Estudio-vida de 1 Pedro, págs. 321-322)