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Mensajes del libro «Dios-hombres, Los»
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Los Dios-hombres

PREFACIO

  Este libro lo componen los mensajes que dio el hermano Witness Lee en Anaheim, California, del 26 al 29 de mayo de 1995.

Grupo 2:

  Un Dios-hombre que conoce al Cristo excelente debe llevar una vida conformada a la muerte de Cristo por el poder de Su resurrección (Fil. 3:8, 10).

  Un Dios-hombre en el cual vive Cristo debe vivir a Cristo y magnificarle por la abundante suministración del Espíritu (Gá. 2:20; Fil. 1:19-21).

  Un Dios-hombre que ha sido librado por Cristo, el Señor Espíritu, debe ser transformado y conformado a la gloriosa imagen del Hijo primogénito de Dios (2 Co. 3:17-18 Rom. 8:29).

  Se reina por la gracia en vida en esta era, y se triunfa en Cristo para gloria en la era venidera.

  El tema de los mensajes contenidos en este libro se puede expresar con sólo dos palabras: los Dios-hombres. Los seis capítulos de este libro abarcan cuatro temas principales: primero, los Dios-hombres y el nuevo hombre; en segundo lugar, los Dios-hombres y el Cuerpo de Cristo; tercero, los Dios-hombres y los vencedores; y por último, los Dios-hombres y la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén es la conclusión de los sesenta y seis libros de la Biblia.

  Tal vez algunos pregunten: “¿En cuál libro, en cuál capítulo y en cuál versículo se encuentra la expresión Dios-hombres?” La respuesta es muy sencilla. Aunque no encontramos la expresión Dios Triuno en la Biblia, casi todos los que estudian la Biblia reconocen el hecho de que la Biblia entera revela al Dios Triuno. Según el mismo principio, aunque no encontramos la expresión Dios-hombres en la Biblia, el hecho, la realidad, de los Dios-hombres está allí. Al principio de la Biblia se habla del Dios-hombre. Este Dios-hombre hoy ha llegado a ser los Dios-hombres. El Dios-hombre es Jesucristo, quien es Dios hecho hombre por medio de la encarnación. Como tal, El es el Dios-hombre. Además, es el Dios-hombre ejemplar, el prototipo para que sean producidos muchos Dios-hombres (Ro. 1:3-4; 8:29), incluyendo a todos los queridos santos de toda la tierra. No importa nuestra nacionalidad, no importa si somos varones o mujeres, jóvenes o viejos, todos tenemos que creer que somos Dios-hombres. Todos somos Dios-hombres, y cada uno de nosotros es Dios-hombre.

I. LOS DIOS-HOMBRES

A. Nacidos de Dios para ser Sus hijos

  La primera característica de los Dios-hombres es que son nacidos de Dios para ser Sus muchos hijos (Jn. 1:12-13; He. 2:10). Originalmente, fuimos creados sencillamente como hombres. Después de ser creados, vinimos a ser pecadores caídos. No éramos hijos de Dios. Pero, alabemos al Señor, porque según Su economía eterna, cuatro mil años después de crear a Adán, Dios salió de la eternidad y entró en el tiempo, y se hizo hombre. Este hombre es Jesucristo. En los últimos dos mil años de la historia humana, Jesucristo como Dios-hombre ha afectado al mundo entero. Hoy sigue haciéndolo, pero no lo hace por Sí mismo, sino por los miles y los millones de Dios-hombres, quienes son la producción en serie de El, el prototipo.

  Aunque somos de diferentes razas y nacionalidades, por la misericordia de Dios todos hemos llegado a ser iguales: todos somos Dios-hombres. Un Dios-hombre es alguien que nació de Dios. En el cristianismo tienen la teología que afirma que nosotros los creyentes llegamos a ser hijos de Dios no por nacimiento sino por adopción. Según esta teología, no nacimos de Dios, sino que fuimos adoptados por El. Pero, según las Escrituras, nosotros los creyentes de Cristo nacimos de Dios para ser Sus hijos. Como hijos de Dios, sin duda somos Dios-hombres. Somos iguales a Aquel de quien nacimos. Sería imposible nacer de Dios y no ser Sus hijos. Puesto que somos los hijos de Dios, somos Dios-hombres.

B. Poseen la vida divina

  Como hijos de Dios y como Dios-hombres, poseemos la vida divina (Jn. 3:15, 36a). Muchos cristianos saben que tienen la vida eterna, pero no saben lo que es la vida eterna. Además, no saben lo que es la vida divina. No saben que como personas regeneradas poseen otra vida aparte de su propia vida humana. Todos debemos saber que además de nuestra vida natural, tenemos otra vida, la vida divina. La vida natural nos hace hombres naturales, y la vida divina nos hace hombres divinos. Todos podemos gloriarnos en el hecho de que somos personas divinas, porque nacimos de la vida divina. Por nacer de la vida divina y poseer la vida divina, sin duda somos personas divinas. Nacimos de la vida divina; por tanto, somos seres divinos. Es una lástima que las personas regeneradas en su mayoría no sepan que poseen, además de su propia vida, la vida de Dios. Nuestra propia vida es una vida humana; así que, todos somos seres humanos. Pero mediante la regeneración recibimos otra vida, la cual fue añadida a nuestra vida natural. Esta vida no es sólo santa y celestial, sino también divina. Por consiguiente, todos llegamos a ser personas divinas.

  Aunque somos hombres divinos, debemos preguntarnos si vivimos, actuamos y nos comportamos como hombres divinos. Algunos de nosotros tal vez creamos que no estemos calificados para ser personas humanas, mucho menos lo estamos para ser hombres divinos. Tal vez nos consideramos “tortugas” y no hombres, a causa de nuestro mal comportamiento. No obstante, por nacer de Dios y por poseer la vida divina, podemos decir que no sólo somos más elevados que las tortugas, sino que somos más elevados que los seres humanos más destacados. Quizás no pensemos que estemos calificados para decir esto, pero en realidad estamos calificados de sobra. En estos mensajes tengo la carga de impartirles una visión venida de los cielos. No se miren a ustedes mismos. No somos dignos de esto. Debemos apartar la vista y mirar a los cielos. En los cielos los ángeles se regocijan porque ven que todos los creyentes son seres divinos. Los ángeles sólo tienen la vida angélica; no son seres divinos. ¡Qué honor y qué gloria que nosotros los seres humanos podamos ser divinos!

  En nuestro reciente estudio de cristalización de la Epístola de Jacobo, dije que la perfección cristiana recalcada por Jacobo no es la perfección cristiana auténtica descrita en la revelación divina completa del Nuevo Testamento. Dije que la perfección recalcada por Jacobo es una imitación y que es el producto del cultivo del yo, efectuado al esforzarse la vida natural por desarrollar la “virtud brillante” en el hombre de la vieja creación. Está en contraste con la perfección cristiana auténtica, que es producida por los creyentes junto con el rico elemento de todo lo que es Cristo, por el suministro abundante del Espíritu consumado y todo-inclusivo, y mediante el poder de la resurrección de Cristo y la muerte que sufrió en la cruz. La Biblia, según la economía de Dios, les enseña a todos Sus escogidos, quienes creyeron en Cristo y fueron regenerados por el Espíritu y que llegaron a ser Dios-hombres, a ser personas divinas (Gá. 2:20; Fil. 1:19-21a).

C. Poseen la naturaleza divina

  Los Dios-hombres, los que nacieron de Dios, no sólo poseen la vida divina sino también la naturaleza divina. Gracias a Dios que en la Biblia, entre los sesenta y seis libros, tenemos un versículo, 2 Pedro 1:4, que dice que somos participantes de la naturaleza divina, la naturaleza de Dios. Debemos subrayar este versículo para que resalte cuando abramos la Biblia. No somos tortugas, pues no tenemos naturaleza de tortuga. Somos hombres, porque tenemos naturaleza humana. Pero también nacimos de Dios; somos hijos de Dios. Así que, tenemos la naturaleza de Dios. Puesto que tenemos la naturaleza de Dios, ¿no somos acaso Dios? Sí, somos Dios en cuanto a Su vida y Su naturaleza, pero no en cuanto a Su deidad.

D. Poseen dos vidas, la humana y la divina, y viven como uno solo en vida

  Como Dios-hombres también tenemos dos vidas, la vida humana y la divina, y vivimos como uno solo en vida. Tal vez nos preguntemos cómo pueden dos vidas vivir como una sola. La respuesta es muy sencilla. En un injerto, la rama de un árbol es injertada en otro árbol. Los dos son unidos y viven como uno solo. Según el mismo principio, nosotros los creyentes fuimos injertados en Cristo (Ro. 11:17-19) y vivimos unidos orgánicamente con El. En esta unión la vida humana y la divina son unidas para vivir juntas como una sola vida mezclada y como un solo vivir.

E. Poseen dos naturalezas, humanidad y divinidad

  Los Dios-hombres no sólo poseen dos vidas, también poseen dos naturalezas, humanidad y divinidad. Esto es maravilloso. El cristianismo de hoy hace que la obra salvadora de Dios no pase de ser una religión. La religión no enseña a las personas cómo llegar a ser Dios-hombres recibiendo a Dios, sino que siempre desarrolla la capacidad natural del hombre para cultivar su yo. La educación hace lo mismo; sólo edifica al ser humano. Aparentemente la Biblia también hace esto, pero en realidad no. La Biblia no edifica al hombre natural, sino que edifica al Dios-hombre. Nacimos de Dios, y somos hijos de Dios. La Biblia nos edifica para hacernos Dios-hombres adecuados.

  La carga que tengo en el ministerio del Señor no es edificarle a usted para que sea un hombre agradable, un hombre bueno o un hombre gentil, sino edificarle para que sea un Dios-hombre. He dado miles de mensajes en cuanto a la manera de ser un Cristo-hombre, un Dios-hombre. En el recobro del Señor nuestra enseñanza no tiene como fin producir hombres buenos. Nuestra enseñanza, que concuerda absolutamente con la Biblia, tiene el fin de producir Dios-hombres.

  La Biblia, en su revelación completa, edifica un hombre corporativo. Este hombre corporativo será agrandado para ser la consumación, la Nueva Jerusalén. La enseñanza de la Biblia produce una sola entidad, la cual es la Nueva Jerusalén como el conjunto de todos los Dios-hombres.

  Necesitamos saber y ver que poseemos la vida de Dios y Su naturaleza. Es cierto que la vida divina está mezclada con nuestra vida humana. Por tanto, debemos aprender a no vivir por nuestra vida humana sino por la vida de Dios mezclada con nuestra vida humana, la cual nos hace divinos.

F. La vida humana (el viejo hombre) fue crucificada para que se pudiera llevar una vida divina con una vida humana resucitada (el nuevo hombre)

  Nuestra vida humana (el viejo hombre) fue crucificada para que pudiéramos llevar una vida divina con una vida humana resucitada (el nuevo hombre) (Gá. 2:20a; Ef. 4:22-24). Nuestro viejo hombre, el hombre natural, no debe ser desarrollado, sino que debe ser eliminado; debe ser crucificado. Ya fue crucificado junto con Cristo (Ro. 6:6). Cristo crucificó a todos Sus creyentes para que ellos llevaran una vida no por la vida crucificada, sino por la vida divina en una humanidad resucitada. Ahora la vida divina no vive en la humanidad natural, sino en la humanidad resucitada. Este es el nuevo hombre. Todos necesitamos recibir esta visión. Puesto que veo esto, aborrezco mi propia humildad. Aborrezco mi humildad mucho más que mi orgullo, porque tanto mi orgullo como mi humildad pertenecen al viejo hombre. Siempre debemos recordar que nuestro viejo hombre fue crucificado. Luego, en la regeneración nuestra humanidad natural resucitó. La regeneración es una resurrección (cfr. Hch. 13:33). Ser regenerado es ser resucitado con la vida divina. Por consiguiente, hoy debemos llevar una vida conformada a la muerte de Cristo (Fil. 3:10) para que la vida divina pueda vivir junto con nuestra humanidad resucitada.

G. Su finalidad es manifestar a Dios en la carne como el nuevo hombre

  Esto tiene como fin que Dios sea manifestado en la carne como el nuevo hombre (1 Ti. 3:16; Ef. 2:15). En 1 Timoteo 3:16 dice: “E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: El fue manifestado en la carne”. Según el contexto de este versículo, la piedad no sólo se refiere a la devoción sino también al vivir de Dios en la iglesia, es decir, a Dios como una vida expresada en la iglesia. La piedad significa que Dios llega a ser hombre y que el hombre llega a ser Dios. Este es un gran misterio en el universo. Dios llegó a ser hombre para que el hombre llegara a ser Dios a fin de producir un Dios-hombre corporativo que manifestara a Dios en la carne como el nuevo hombre.

H. Crecen con el fin de edificar el Cuerpo orgánico de Cristo para cumplir la economía eterna de Dios

  Este Dios-hombre corporativo crece con el fin de edificar el Cuerpo orgánico de Cristo para cumplir la economía eterna de Dios (Ef. 4:12-13, 15-16). Dios se puede manifestar por causa del Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo es simplemente la manifestación de Dios que cumple la economía eterna de Dios. No importa cuánto sea cultivado nuestro yo natural, ni cuánto sea desarrollada nuestra capacidad natural, nunca podríamos ser la manifestación de Dios, y nunca podríamos ser parte del Cuerpo de Cristo. Esto tiene que ser responsabilidad de los Dios-hombres. Los Dios-hombres nacieron de Dios para tener Su vida y naturaleza, a fin de llevar una vida mezclada en una naturaleza mezclada, para edificar el Cuerpo de Cristo como la manifestación de Dios. Esto es lo que revela la Biblia. El concepto natural que recibimos de la filosofía humana y de la religión no es la revelación de la Biblia. La Biblia no enseña esto. La Biblia enseña que el hombre debe nacer de Dios para ser un Dios-hombre, y este Dios-hombre debe desarrollarse, debe crecer. Entonces los Dios-hombres saben cómo edificarse para ser el Cuerpo de Cristo a fin de manifestar a Dios y cumplir Su economía.

II. EL NUEVO HOMBRE

  La Biblia nunca dice que hay muchos nuevos hombres. La Biblia nos revela que hay un solo y nuevo hombre (Ef. 2:15). Este nuevo hombre no es un individuo, sino un hombre corporativo, y este nuevo hombre corporativo es el conjunto de todos los Dios-hombres. Cuando juntamos a todos los Dios-hombres, tenemos un solo hombre. Este se llama “el nuevo hombre” (Ef. 4:24; Col. 3:10), y se refiere a la humanidad nueva. Adán era la humanidad vieja. Todos sus descendientes son uno con él y constituyen el viejo hombre. Hoy nosotros los creyentes de Cristo somos uno con Cristo y constituimos el nuevo hombre.

A. Creado por Cristo

  El nuevo hombre fue creado por Cristo (Ef. 2:15). Para entender cómo fue creado el nuevo hombre, necesitamos una definición detallada. Nacimos como viejo hombre. Un día oímos algo del Señor Jesús, creímos en El, y lo recibimos. El es la propia corporificación de Dios (Col. 2:9). Esto significa que cuando el Señor Jesús entró en nosotros, Dios entró en nosotros, o sea que Dios fue impartido en nosotros. Por un lado, el elemento divino fue introducido en nuestro ser, y por otro, Cristo anuló nuestra vieja naturaleza en la cruz. Por tanto, Cristo puso fin a nuestra vieja naturaleza y nos impartió a Dios, el nuevo elemento. Con esto, Cristo nos creó para que fuéramos el nuevo hombre. Nuestra persona natural, nuestro ser natural, tuvo que ser eliminada por la cruz, y Dios mismo tuvo que ser impartido en nosotros para que Cristo nos creara a nosotros los pecadores a fin de que fuéramos el nuevo hombre. Esto es lo que constituye el nuevo hombre.

B. Los judíos y los gentiles son sus materiales

  Según Efesios 2:15, Cristo usó a los judíos y a los gentiles como materiales al crear el nuevo hombre. Cristo creó al nuevo hombre impartiendo la naturaleza divina en la humanidad redimida de los creyentes judíos y gentiles.

C. En Cristo mismo como el elemento divino

  Efesios 2:15 dice: “...para crear en Sí mismo [Cristo] de los dos un solo y nuevo hombre”. El nuevo hombre fue creado en Cristo, el elemento divino. Cuando éramos el viejo hombre, teníamos el elemento humano pero no el divino. Puesto que Dios mismo se impartió en nosotros y se añadió a nosotros, ahora tenemos el elemento divino en nosotros. Por tener el elemento nuevo, hemos llegado a ser algo nuevo. Este en su totalidad es el nuevo hombre.

D. Por medio de Su muerte en la cruz

  El nuevo hombre fue creado por medio de la muerte de Cristo en la cruz. Millares de cristianos han leído Efesios 2:15; 4:24 y Colosenses 3:10, y han visto la expresión el nuevo hombre en la letra, pero no saben lo que es el nuevo hombre. No llegamos a ser el nuevo hombre simplemente al arrepentirnos y sentir pena por el pasado llegando así a ser nuevos. Esta es la enseñanza de Confucio; no es la enseñanza de la Biblia. En la creación del nuevo hombre, primero nuestro hombre natural fue crucificado por Cristo, luego al ser anulado el viejo hombre, Cristo impartió el elemento de Dios en nosotros. Así que, llegamos a ser una entidad diferente del viejo hombre, porque tenemos el elemento de Dios en nosotros.

  Efesios 2:15 nos dice que Cristo hizo esta obra creadora en la cruz. Normalmente pensamos que la obra que Cristo hizo en la cruz se relaciona sólo con asuntos negativos, a saber, aplicarnos la cruz, crucificarnos. Pero Efesios 2:15 nos dice que en la cruz Cristo hizo algo positivo, no con el fin de matarnos sino de generarnos. Esta idea divina se ve claramente en Efesios 2:15. La cruz de Cristo no sólo destruye y mata; también genera e introduce algo divino.

  El nuevo hombre fue creado por Cristo con dos clases de materiales. Primero tenemos el hombre creado y redimido; en segundo lugar, tenemos el elemento divino. En la cruz Cristo juntó estos dos materiales haciendo un nuevo hombre. Si el grano de trigo es sembrado en la tierra, por un lado el grano de trigo muere. Mientras muere, crece. La muerte del grano de trigo produce una nueva planta. Lo que antes era sólo un grano de trigo, con el tiempo llega a ser una nueva planta que produce muchos granos (Jn. 12:24). Al morir el grano de trigo, llega a su fin. A la vez, algo es generado y crece para ser una nueva planta. Este es un ejemplo de lo que se logró en la muerte de Cristo. Mientras Cristo estuvo en la cruz, estaba dando fin a algunas cosas, pero también estaba haciendo germinar a otras.

  En 1 Pedro 1:3 dice que Dios el Padre nos engendró mediante la resurrección de Cristo. Según esta perspectiva, morimos en la cruz y se nos hizo germinar en la resurrección de Cristo. Así que, tal vez parezca incorrecto decir que Cristo nos engendró en la cruz. Sin embargo, nunca debemos separar la resurrección de la cruz. La muerte de Cristo siempre está ligada a Su resurrección. Su muerte trae resurrección. En Juan 12:24 el Señor Jesús dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. El grano de trigo cae en la tierra y muere, pero esta muerte hace que el grano crezca y llegue a ser ciento granos. En la muerte del grano vemos dos asuntos: el grano de trigo muere, y una nueva vida es producida. Asimismo, cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador y vida, El siempre trae consigo Su muerte y Su resurrección.

  Además, la resurrección del Señor incluye Su muerte. El poder de la muerte está implícito e incluido en Su resurrección. Su resurrección no puede separarse de Su muerte. Cuando le recibimos para que sea nuestra vida, esta vida es resurrección (Jn. 11:25), y en esa vida también se encuentra el elemento de muerte. Por un lado, nos imparte vida, pero a la vez nos crucifica. Por tanto, ser creyentes como Dios-hombres no implica que desarrollamos algo de nuestra vida natural. Tenemos que entender que recibimos a Cristo como vida (Col. 3:4a), y esta vida está en resurrección. Además, en esa resurrección siempre se aplica la muerte.

  Todos sabemos por experiencia que cuanto más oramos al Señor, cuanto más contacto tenemos con El, cuanto más le permitimos impartirse en nosotros, por un lado, más vivos espiritualmente llegamos a ser, y por otro, más deseo tenemos de acabar con nuestro viejo yo. Después de orar adecuadamente, estamos más vivos y a la vez morimos. Tal experiencia produce el nuevo hombre. La Biblia nos dice en Efesios 2:15 que Cristo creó de los judíos y de los gentiles un solo y nuevo hombre. Por tanto, la crucifixión de Cristo fue una obra creadora.

E. Para ser el nuevo hombre con miras al Cuerpo de Cristo

  Un solo y nuevo hombre tiene como fin el Cuerpo de Cristo (Ef. 2:16). Para edificar el Cuerpo, los Dios-hombres como constituyentes del nuevo hombre tienen que ser producidos creciendo (Ef. 4:15). La producción espiritual no es como el desarrollo natural. Se refiere a producir a los Dios-hombres que crecen hasta llegar a la madurez, a fin de que ellos realicen la obra de edificar el Cuerpo de Cristo (vs. 12, 16).

F. Lo constituyen los creyentes, quienes son Cristo y en quienes está Cristo

  Los constituyentes del nuevo hombre son los creyentes, los Dios-hombres, quienes son Cristo y en quienes está Cristo (Col. 3:10-11). Según Colosenses 3:11, Cristo es todos los miembros del nuevo hombre y está en ellos. El lo es todo en el nuevo hombre. En realidad, Cristo es el nuevo hombre, Su Cuerpo (1 Co. 12:12). En el nuevo hombre El es la centralidad y la universalidad. El es lo que constituye el nuevo hombre, y El es el todo en todo en el nuevo hombre.

G. Ha de ser el Cristo corporativo

  Todos los Dios-hombres son el Cristo corporativo. El Cristo corporativo está en todos los constituyentes, los miembros, del nuevo hombre. Esto significa que el nuevo hombre, como el conjunto de los Dios-hombres, llega a ser el Cristo corporativo. ¿Qué clase de enseñanza nos convierte en Cristo e incluso en el Cristo corporativo? Sólo la enseñanza de la Biblia. La Biblia les enseña a los Dios-hombres constituir el nuevo hombre, y el nuevo hombre es el Cristo corporativo.

H. Mediante la acción de los creyentes de despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo hombre al ser renovados en el espíritu de su mente

  El nuevo hombre fue creado por Cristo, pero los creyentes deben participar de esta creación. Para producir este nuevo hombre, primero se necesitaba la obra creadora de Cristo en la cruz. Cristo ya logró esto. Además, todos los días debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo hombre al ser renovados en el espíritu de nuestra mente (Ef. 4:22-24).

  Nuestro espíritu está mezclado con el Espíritu divino (Ro. 8:16). Hoy nuestro espíritu no es un espíritu singular; es un espíritu mezclado. Este espíritu mezclado puede entrar en nuestra mente. Al amar al Señor, al orar a El y al leer la Biblia, nuestra mente es llena del espíritu mezclado. Esto cambia nuestra mente y la renueva. Nuestra mente renovada luego llega a ser una mente renovadora. Después de ser salvo empecé a amar al Señor, a orar a El y a leer Su Palabra año tras año. Esto introdujo en mi mente el espíritu mezclado, y este espíritu mezclado cambió mi mente, mi perspectiva y mi manera de pensar. La mente cambiada renueva todo nuestro ser. Esto completa la obra que Cristo hizo de crear el nuevo hombre.

  Cristo creó el nuevo hombre, pero esta obra no ha llegado a su consumación. El nos creó para que fuéramos el nuevo hombre, pero después de ser salvos, debemos participar de esta creación despojándonos del viejo hombre y vistiéndonos del nuevo al llenar nuestra mente del espíritu mezclado. Todas estas palabras pertenecen a un idioma celestial; no tienen nada que ver con la filosofía ni la lógica humana. Esta es la revelación divina de la Biblia. Todos necesitamos ver esto. Puesto que yo lo he visto, nadie me puede mover en cuanto a mi visión.

I. Ha de ser la nueva creación producida por Dios

  El nuevo hombre, creado por Cristo en la cruz y consumado al despojarnos nosotros del viejo hombre y al vestirnos del nuevo hombre siendo renovada nuestra mente por el espíritu mezclado, finalmente llega a ser la nueva creación producida por Dios. Los Dios-hombres constituyen el nuevo hombre, y el nuevo hombre llega a ser la nueva creación.

1. En Cristo, el elemento

  La nueva creación está en Cristo, el elemento (2 Co. 5:17). El propio Cristo es el elemento, el factor, de la nueva creación.

2. Como el logro único en la economía de Dios

  La nueva creación es el logro único en la economía de Dios (Gá. 6:15). El punto culminante de la economía de Dios es la nueva creación. La nueva creación con el tiempo llega a ser la Nueva Jerusalén como la máxima consumación de la obra divina producida por Dios (Ap. 21:2), la cual El logró a lo largo de cuatro eras de la humanidad en Cristo y mediante el Espíritu, como el Dios Triuno. Esta nueva creación es consumada, por Dios en Cristo y mediante el Espíritu que está en nuestro espíritu, para ser la Nueva Jerusalén. Esto exhibirá la sabiduría de Dios y avergonzará a Satanás, el enemigo de Dios, en el cosmos de Satanás (Ef. 3:10).

EL CONTENTO INTRINSECO DE LA ENSEÑANZA DE LA BIBLIA

  En este capítulo hemos abarcado tres asuntos principales: los Dios-hombres, el nuevo hombre y la nueva creación. Los Dios-hombres son los creyentes de Cristo, quienes nacieron de Dios para ser Sus hijos. Estos hijos poseen la vida divina de Dios y Su naturaleza divina. Viven por esta vida con esta naturaleza para así constituir el nuevo hombre.

  Según la Biblia el nuevo hombre fue creado por Cristo en la cruz y llega a su consumación por obra del Espíritu que está en nuestro espíritu. Cristo creó al nuevo hombre en Su muerte. En Su muerte puso fin al viejo hombre y caído, y redimió al hombre que Dios creó originalmente. Al mismo tiempo liberó la vida divina de Su interior y la impartió en la humanidad redimida. El nuevo hombre fue creado de este modo. Sin embargo, según la Biblia, el nuevo hombre todavía necesita ser consumado. El nuevo hombre llega a su consumación por obra del Espíritu, quien es la realidad de la resurrección de Cristo, la cual es la continuación de Su muerte. Este Espíritu obra en los creyentes despojándolos del viejo hombre, al cual Cristo mató en la cruz, y vistiéndolos del nuevo hombre, el cual Cristo produjo al impartirse como vida en la humanidad redimida. El Espíritu consuma lo que Cristo creó como nuevo hombre al renovar a los creyentes despojándolos del viejo hombre y vistiéndolos del nuevo hombre al renovar su mente, la cual es saturada por el Espíritu que está en su espíritu, el cual llega a ser el espíritu mezclado en su mente para renovar toda su persona. Hoy en el universo existe este hombre que, por un lado está constituido de los Dios-hombres y, por otro, es creado por Cristo mediante Su muerte y consumado por el Espíritu por medio de la renovación que ocurre en los creyentes.

  Este nuevo hombre necesita obrar, actuar y llevar algo a cabo. Para hacer esto, el nuevo hombre necesita un nuevo universo. Este nuevo universo es la nueva creación. El nuevo hombre es la persona que lleva a cabo algo en la nueva creación, la cual es el nuevo universo. En este nuevo universo, el cual es la nueva creación, el nuevo hombre como una persona corporativa, el Cristo agrandado y corporativo, produce el Cuerpo de Cristo, el cual es el beneplácito de Dios y el deseo de Su corazón. El Cuerpo de Cristo llega a su consumación en la Nueva Jerusalén, la meta final de Dios, para cumplir Su economía eterna.

  Durante los últimos diecinueve siglos millares de personas que aman la Biblia la han estudiado. Si alguien les preguntara qué enseña la Biblia, darían muchas respuestas distintas. Lo que yo les he presentado en este capítulo es la norma más elevada de lo que la Biblia enseña. La Biblia enseña sólo cinco asuntos: los Dios-hombres, el nuevo hombre, la nueva creación, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Los primeros tres —los Dios-hombres, el nuevo hombre y la nueva creación— son los factores que producen un objeto de dos aspectos, a saber, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Los Dios-hombres, el nuevo hombre y la nueva creación tienen como fin producir el Cuerpo de Cristo, el cual tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén como la meta final de Dios. Este es el entendimiento verdadero e intrínseco de lo que la Biblia enseña.

  Durante los últimos setenta y tres años, desde 1922 hasta ahora, el Señor en Su recobro nos ha usado para desarrollar el entendimiento intrínseco de Su Palabra. En estos setenta y tres años el ministerio del hermano Watchman Nee ocupó los primeros treinta años, desde 1922 hasta 1952, el año en que fue encarcelado. Durante ese período el hermano Nee puso un buen fundamento. Desde 1952 hasta ahora, un período de cuarenta y tres años, nosotros los colaboradores del hermano Nee hemos seguido desarrollando lo que él puso como fundamento. En los últimos dos años hemos alcanzado la máxima consumación de nuestro desarrollo. Este desarrollo tiene su consumación en los Dios-hombres, el nuevo hombre, la nueva creación, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. Esta es la conclusión de setenta y tres años de labor en este santo Libro. Creo que no hay nada más elevado que esto. En los últimos dos años he estado ocupado en esto día y noche. Para comunicar esta revelación elevada, se necesita publicar el estudio de cristalización de la santa Palabra.

  El contenido intrínseco de la enseñanza de la Biblia es los Dios-hombres, el nuevo hombre, la nueva creación, el Cuerpo de Cristo y la Nueva Jerusalén. En este capítulo hemos abarcado los primeros tres asuntos, o sea, los Dios-hombres, el nuevo hombre y la nueva creación. Debe quedar en nosotros una profunda impresión de que nosotros los creyentes somos los Dios-hombres nacidos de Dios que crecen para constituir el nuevo hombre. El nuevo hombre fue creado por Cristo mediante Su muerte y llega a su consumación por obra del Espíritu mediante Su obra renovadora. El nuevo hombre llega a ser una persona que actúa y lleva a cabo el propósito de Dios en un nuevo universo, es decir, en la nueva creación.

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