
Efesios 1:10 dice: “Para la economía de la plenitud de los tiempos”, y 3:9 dice: “Y de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”. En el griego la palabra traducida “economía” no es difícil de entender, pero no es tan sencillo entender su uso en el Nuevo Testamento. El apóstol Pablo es el único que usa esta palabra del Nuevo Testamento con este significado. En Lucas 16 cuando el Señor Jesús habló acerca del mayordomo injusto, Él usó esta palabra, que en estos versículos se traduce “mayordomía” (vs. 2-4). Una forma de esta palabra se usa también en 1 Pedro 4:10 donde se traduce “mayordomos”. Sin embargo, en estos dos pasajes de las Escrituras esta palabra no es muy significativa. Por lo tanto, en el Nuevo Testamento Pablo es el único que usó este término desde la perspectiva de la economía neotestamentaria de Dios. Él la usó tres veces —dos veces en Efesios (1:10; 3:9) y una vez en 1 Timoteo (1:4)—, refiriéndose expresamente a la economía neotestamentaria de Dios.
Aunque Pablo se refería a la economía neotestamentaria de Dios en 1 Timoteo, ésta aún tenía que ver con la iglesia en Éfeso. En 1 Timoteo 1:3-4, Pablo le dijo a Timoteo: “Te exhorté [...] a que te quedases en Éfeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes [...] más bien que la economía de Dios que se funda en la fe”. Por lo tanto, podemos ver que las tres ocasiones en las que Pablo usa esta palabra directamente en relación con la economía neotestamentaria de Dios tenían que ver con la iglesia en Éfeso. Él la usó dos veces en Efesios, dirigiéndose directamente a la iglesia en Éfeso, y una vez en 1 Timoteo, hablando acerca de la iglesia en Éfeso. En otras palabras, el hablar de Dios en el Nuevo Testamento en cuanto a Su economía neotestamentaria fue totalmente dirigido a la iglesia en Éfeso. Esto es muy significativo.
En el griego la palabra economía se compone de dos vocablos. El primero de ellos, óikos, significa “casa” u “hogar”, y denota a una familia o a una morada; y el segundo, nómos, significa “ley”. Estos dos vocablos juntos significan “ley doméstica” y más claramente puede significar “administración familiar”. De ahí que la palabra economía significa “ley doméstica” o “administración familiar”. Puesto que se trata de una administración familiar, ello implica unos arreglos o un plan. Ya que la administración familiar sirve para hacer cumplir las reglas del hogar, naturalmente ésta involucra ciertos arreglos con un plan. Además, puesto que se trata de unos arreglos o un plan, debe también incluir la noción de propósito.
Cuando tenemos unos arreglos o un plan, tenemos también un propósito, y estos arreglos, este plan, junto con este propósito constituye una administración familiar. Los arreglos que se hacen en una administración familiar principalmente tienen como propósito distribuir algo. ¿Qué es lo que se distribuye? Las riquezas de la familia se distribuyen para que las usen los miembros de la familia. Esta palabra se usaba con respecto a las familias numerosas de la antigüedad, las cuales eran similares a las grandes familias chinas, que se componen de todo un clan que vive bajo un mismo techo. Cuando un clan familiar numeroso comparte la vivienda, ciertamente habrá leyes y normas familiares, y sin duda alguna la administración familiar hará ciertos arreglos. Estos arreglos principalmente tienen por finalidad distribuir las riquezas de la familia a los miembros para que vivan en virtud de ellas. Esta clase de distribución es una especie de “dispensar”. De la palabra dispensar proviene otra palabra, la palabra dispensación, la cual denota la dispensación o distribución de la economía. Sin embargo, cuando esta palabra se usa en la teología para explicar las doctrinas teológicas, generalmente se entiende como “era” o “período”.
¿Por qué en la teología el término dispensación se entiende como “era”? Porque la dispensación de cada período es, de hecho, el período mismo. Según la Biblia, la dispensación de la economía de Dios puede dividirse en cuatro grandes períodos. El primero de ellos es la dispensación de los patriarcas, el segundo es la dispensación de la ley, el tercero es la dispensación de la gracia y el cuarto es la dispensación de la justicia ejecutada en el reino. En otras palabras, la dispensación de Dios en el primer período está relacionada con los patriarcas y, por ende, puede ser llamada la dispensación de los patriarcas. Esta era, que va de Adán a Moisés, duró aproximadamente dos mil quinientos años. La dispensación que Dios llevó a cabo en el segundo período tenía que ver con la manera en que Dios se relacionó con los hombres por medio de la ley, y puede ser llamada la dispensación de la ley. Esta era, que va desde que Moisés decretó la ley hasta la encarnación de Cristo, duró aproximadamente mil quinientos años. La dispensación que Dios llevó a cabo en el tercer período está relacionada con la aplicación de la gracia de Cristo y, por ende, puede ser llamada la dispensación de la gracia. Esta era, que va desde la primera venida del Señor Jesús hasta Su segunda venida, debe durar unos dos mil años. La dispensación de Dios en el cuarto período está relacionada con la manera en que Dios ejecuta todas las cosas según Su justicia y, por tanto, puede ser llamada la dispensación de la justicia. Éste será el reino milenario, el cual se extenderá desde la segunda venida del Señor Jesús hasta el juicio en el gran trono blanco, y durará mil años.
En la vieja creación Dios tiene estas cuatro dispensaciones: lo que fue dispuesto con respecto a los patriarcas, la administración de la ley, el suministro que viene por la gracia y, por último, la manera en que Dios lo ejecuta todo según la justicia. Los patriarcas, la ley, la gracia y la justicia son las cuatro dispensaciones (arreglos) de Dios. Por consiguiente, estas cuatro dispensaciones (arreglos) espontáneamente forman cuatro eras: la era de los patriarcas, la era de la ley, la era de la gracia y la era del reino. Primero tuvimos la era de los patriarcas; después de la era de los patriarcas vino la era de la ley; después de la era de la ley vino la era de la gracia; y después de la era de la gracia tendremos la era de justicia, que es la era del reino. Estas eras en total durarán aproximadamente siete mil años.
Es difícil calcular el número de años desde que fueron creados los cielos y la tierra. Esto se debe a que antes que Adán fuera creado hubo otro mundo, el mundo preadamítico. Según los estudios de los geólogos, no se sabe cuántos millones de años duró ese mundo. De hecho, es muy difícil tener un cálculo preciso puesto que los cálculos de los astrónomos también varían. Por consiguiente, es difícil saber cuántos años duró el mundo antes de la creación de Adán.
En el relato de todo el libro de Génesis, sólo el versículo 1 del capítulo 1 se refiere al mundo preadamítico. Este versículo dice. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nadie sabe hace cuánto tiempo tuvo lugar este “principio”. El versículo 2a dice a continuación: “Pero la tierra se convirtió en desolación y vacío, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”. Esto indica que el mundo de aquel entonces estaba en caos y había sido destruido. Nadie sabe cuánto tiempo transcurrió después que la tierra quedó cubierta con tinieblas bajo las aguas profundas, antes que Dios viniera a realizar la obra de recreación, no una obra de creación. El versículo 2b dice: “Y el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas”. En ese momento el Espíritu de Dios se movía y se cernía sobre la faz de las aguas para empezar Su obra de recreación. Dios primeramente separó la luz de las tinieblas, luego separó las aguas que estaban debajo de la expansión de las aguas que estaban sobre la expansión (vs. 3-8). Esto aún no era una obra de creación, sino sólo de restauración. Después de esto, Dios juntó las aguas que estaban debajo de los cielos en un solo lugar, y formó los mares, e hizo que la tierra seca apareciera de debajo de las aguas (vs. 9-10). Esto tampoco fue una obra de creación, sino sólo una obra de restauración. Después que apareció la tierra seca, Dios hizo que en la tierra brotaran plantas. Esto, a diferencia de lo anterior, no fue una obra de restauración, sino de creación. Así que, Dios creó las plantas (vs. 11-13).
Entonces Dios empezó a restaurar los cielos e hizo que aparecieran el sol, la luna y las estrellas (vs. 14-19). Es difícil saber si ésta fue una obra de creación o de restauración, pues el versículo 16 dice: “E hizo Dios las dos grandes lumbreras, la lumbrera mayor para regir el día y la lumbrera menor para regir la noche”. Además de esto, Dios creó los peces, es decir, los seres vivientes que pueblan las aguas. Al mismo tiempo, creó la aves, es decir, los seres vivientes que pueblan los aires (vs. 20-23). Además, creó los seres vivientes que pueblan la tierra seca, que consistían principalmente de tres categorías: el ganado, las bestias y lo que se arrastra (vs. 24-25). De esta manera, los seres vivientes fueron generados en los mares, en la tierra y en el aire. Estos tres relatos nos muestran que la recreación que inició a partir de Génesis 1:2 incluía tanto una obra de restauración como una obra de creación.
Lo más sobresaliente en la obra de recreación de Dios es que Él creó al hombre en el día sexto. En cuanto a la creación del hombre, la Biblia usa tres expresiones diferentes: creó, hizo y formó. El versículo 26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”. Aquí la palabra hagamos es la misma que se usa en tiempo pasado en los versículos 7 y 16. El versículo 27 dice: “Y creó Dios al hombre a Su imagen”. La palabra creó aquí es usada también en el versículo 21. El versículo 7 del capítulo 2 dice: “Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra”. La palabra empleada aquí es formó. La palabra hebrea traducida “creó” es bara. Crear significa producir algo de la nada. La palabra hebrea traducida “hizo” es asah. Hacer algo es trabajar con una sustancia que ya existe a fin de producir algo con ella. La palabra hebrea traducida “formó” es yatsar. Formar significa dar forma a algo al igual que el alfarero moldea un objeto en barro.
El hombre no sólo fue creado, sino que también fue hecho y formado por Dios. Esto se debe a que Dios usó el polvo de la tierra (2:7; 3:19), que ya existía, como material para hacer el cuerpo físico del hombre. Por lo tanto, Dios usó una sustancia existente para elaborar el producto final, el cuerpo físico del hombre, y también formó al hombre al igual que un alfarero moldea un vaso. Dios usó el polvo para formar al hombre y después sopló en él el aliento de vida. Este aliento de vida, que provino de Dios, llegó a ser el espíritu del hombre. Así, el hombre fue vivificado y llegó a ser un alma viviente con un espíritu. Por consiguiente, el hombre fue hecho y formado por Dios. Sin embargo, el espíritu del hombre fue creado por Dios porque provino del aliento de vida que provino de Dios.
Por lo tanto, la creación original de Dios (1:1), en particular la creación de los cielos y la tierra, ocurrió en una época mucho antes de Adán. No es posible determinar el número de años que duró esta era. Sin embargo, si contamos a partir de Adán hasta el reino milenario, debe ser un poco más —si no exactamente— de siete mil años.
Otra serie de años en la Biblia que merece nuestro estudio es las setenta semanas mencionadas en Daniel 9. Estas setenta semanas se dividen en siete semanas, sesenta y dos semanas, y una semana, que es la última semana (vs. 24-27). La primera parte, que consta de siete semanas, dura cuarenta y nueve años y empieza desde que el rey Artajerjes promulgó el decreto de reedificar la ciudad santa. Durante este período se efectuó la reedificación de la ciudad santa, Jerusalén, con calle y foso (v. 25). Luego la segunda parte, que consta de sesenta y dos semanas, dura cuatrocientos treinta y cuatro años y empieza inmediatamente después de las primeras siete semanas y termina con la crucifixión del Señor Jesús, es decir, en el año en que le fue quitada la vida al Ungido, al Mesías (v. 26a). Esto significa que cuatrocientos años después de las primeras siete semanas, el Señor Jesús nació. Treinta y tres años y medio más tarde, después del vivir humano del Señor y Su crucifixión, corresponde exactamente al último año de la segunda parte, que consta de las sesenta y dos semanas. Cuando juntamos estas dos partes (las siete semanas más la sesenta y dos semanas), tenemos un total de cuatrocientos ochenta y tres años. Esto es muy significativo.
La tercera parte, la última parte de las setenta semanas, es la última semana, la llamada “una semana” (v. 27). Esta semana corresponde a los últimos siete años de esta era, que se dividirán en dos mitades. Al comienzo de esta semana, el séptimo césar del Imperio romano restaurado (Ap. 17:10) hará un pacto firme con Israel. En la mitad de la semana, este gobernante, quien es el anticristo, quebrantará este pacto, lo cual dará inicio a la gran tribulación (15, Mt. 24:21; Dn. 7:25; 12:7; Ap. 12:6; 13:5), que concluirá con la segunda venida del Señor (Mt. 24:15-30; Dn. 9:27b). Sin embargo, entre esta última semana y las sesenta y nueve semanas previas se halla insertado un período de misterio. El Señor Jesús dijo que el día de Su venida no lo sabía ni Él mismo, como Aquel que era Dios hecho hombre. Él dijo: “Nadie sabe, ni aun [...] el Hijo, sino sólo el Padre” (Mt. 24:36). Por esta razón, nadie sabe si este período de misterios durará dos mil años o más.
Ahora proseguiremos a Daniel 2 para ver la gran imagen humana que vio Nabucodonosor en su sueño (vs. 1, 31-35). La cabeza de la imagen era de oro fino, el pecho y los brazos eran de plata, su vientre y sus muslos eran de bronce, las piernas eran de hierro y los pies eran en parte de hierro y en parte de barro cocido. Daniel dijo que la cabeza de oro se refería a Nabucodonosor (v. 38b). La historia demuestra que el Imperio babilónico con Nabucodonosor como rey fue ciertamente esa cabeza de oro. Después que Babilonia pasó, surgió una situación política de dos partes (7:5) y que era tipificada por el pecho y los brazos de plata. Su cumplimiento en la historia fue Medo-Persia; Medo (Media) era una nación, y Persia era otra nación. Estas dos naciones compartían el poder por igual (cfr. 5:31; 6:1) como los dos hombros de una persona. Después que Medo-Persia llegó a su fin, aparecieron el vientre y los muslos de bronce, que representan al imperio greco macedónico fundado por Alejandro. Daniel dijo que este reino gobernaría “sobre toda la tierra” (2:39). La historia nos dice que Alejandro ganó todas las batallas que peleó. Después de cruzar el mar Egeo, él conquistó Asia Menor y prosiguió a atacar la tierra de Palestina. En aquel tiempo los judíos fueron un poco indiferentes hacia él y no le suministraron provisiones, lo cual hizo que se airara en su corazón. Sin embargo, cuando Alejandro entró en Jerusalén después de llegar a la tierra de Judea, los sacerdotes judíos actuaron sabiamente. Todos ellos salieron y se pusieron en fila para darle la bienvenida, lo cual aplacó su ira. Además de esto, lo llevaron al templo y le leyeron el libro de Daniel. Al entender las palabras del libro que hablaban acerca de él, se sintió sumamente feliz y trató favorablemente a los judíos.
Sin embargo, la historia nos dice que Alejandro murió a la temprana edad de treinta y tres años y que su reino se dividió en cuatro secciones, las cuales fueron gobernadas por sus cuatro generales (11:3-4). Una vez que pasaron el vientre y los muslos, vino el Imperio romano, el cual es tipificado por las piernas de hierro. Más tarde, el Imperio romano se dividió en dos partes, la parte oriental y la parte occidental, representadas por las dos piernas de hierro. El Imperio romano duró un largo período hasta un poco antes del año 470 d. C., cuando llegó a su fin el Imperio romano occidental, y únicamente permaneció el Imperio romano oriental. La historia nos dice que después que el Imperio romano llegó a su fin, la democracia empezó a ganar terreno en los países europeos. Así, los monarcas gradualmente llegaron a ser líderes simbólicos, y la verdadera autoridad le fue entregada al pueblo. Esto está representado por los pies, que eran mitad de hierro y mitad de barro, porque el barro simboliza al pueblo.
Daniel 2 también menciona cuatro clases de metal: el oro, la plata, el bronce y el hierro, los cuales representan cuatro clases de autoridad y gloria. El oro es el más honorable; la plata es menos honorable que el oro; el bronce es menos honorable que la plata; y el hierro no tiene ningún honor, pero es sólido y fuerte. Esto significa que durante el período babilónico, la era de oro, los monarcas no eran meramente dictadores, sino que también eran honrados por el pueblo. Posteriormente, los monarcas recibieron menos honor durante los tiempos de Medo-Persia y Grecia. Luego, en los tiempos del Imperio romano recibieron aún menos honor porque había un senado que tenía una gran parte de la autoridad. Por ejemplo, Augusto no se puso a sí mismo en el poder, sino que fue el senado quien lo puso para que fuese el césar romano. Esto significa que aunque el Imperio romano era muy poderoso, no tenía mucho honor; de ahí que es representado por el hierro. Después del hierro, lo que siguió fue algo que en parte era de hierro y en parte de barro. Esto significa que lo que procedió era en parte democrático y en parte dictatorial, o en parte democrático y en parte monárquico (la monarquía constitucional). Hasta el día de hoy, países tales como la Gran Bretaña, Noruega, Dinamarca, los Países Bajos y Japón todavía conservan esta clase de sistema político. Ellos todavía tienen el establecimiento de la corona en alguna forma. Todos son en parte de hierro y en parte de barro, pues el hierro y el barro están mezclados. Esto se ve aún más claramente en los países comunistas. Ellos honran al pueblo en palabra, pero en realidad son completamente dictatoriales. Por lo tanto, son una mezcla de hierro y barro, es decir, son en parte de hierro y en parte de barro.
Por esta razón, es difícil —de hecho, imposible— determinar cuánto durará este período que en parte es de hierro y en parte de barro. Pero no importa cuánto dure, la duración del período representado por los pies y la duración del período representado por las piernas viene siendo más o menos la misma. En este punto en la historia, nosotros debemos hallarnos en la parte superior de los pies de la gran imagen humana. La gran imagen humana que Nabucodonosor vio empieza con la cabeza de oro, es decir, con el Imperio babilónico, y concluye con los diez dedos de los pies, es decir, con las diez naciones que se unirán para formar el Imperio romano restaurado (Ap. 17:12-13). Conforme a la profecía de la Biblia, y conforme a la historia y a la situación mundial, aunque el Señor Jesús quizás no venga en los próximos años, el tiempo de Su venida no debe de estar muy lejos.
En cuanto a estas cuatro eras, es difícil determinar el número de años de la tercera era, la era de la gracia. La razón es que la duración del período entre las sesenta y dos semanas y la última semana es un misterio. El intervalo entre las sesenta y dos semanas y la última corresponde a la era de la gracia. Esta era dura desde las piernas, después de las rodillas, hasta los pies de la gran imagen humana. Este período de tiempo es difícil de calcular. En cuanto a la cabeza, el pecho y los brazos, el vientre y los muslos y las dos piernas de la gran imagen humana, la historia ya nos ha demostrado claramente que se refieren a los cuatro imperios: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Macedonia, y Roma. En particular, las dos piernas se refieren al Imperio romano. En la Biblia el hierro representa autoridad (12:5) y denota la dictadura o la autocracia. Después que llegó el fin del hierro, el barro ha ido surgiendo gradualmente. El barro representa la democracia y los derechos del pueblo, porque el hombre fue creado por Dios del polvo de la tierra. El que el pueblo tenga derechos está relacionado con el barro. Hasta el día de hoy, los presidentes de los Estados Unidos han sido grandes defensores de los derechos humanos. Esto significa que ellos han preferido tener una gran cantidad de barro. Sin embargo, los países comunistas prefieren tener una gran cantidad de hierro, por lo que son países con “cortinas de hierro”. Ésta es la mezcla que tiene una parte de hierro y otra de barro; no obstante, estos dos elementos “no se unirán el uno con el otro” (Dn. 2:43). No sólo es difícil calcular el número de años de este período, sino que además este período mismo es un misterio.
Las cuatro dispensaciones de la economía eterna de Dios —la dispensación de los patriarcas, la dispensación de la ley, la dispensación de la gracia y la dispensación de la justicia—, cuando se llevan a cabo de manera práctica, en realidad denotan cuatro períodos. Así pues, la palabra dispensación es muy difícil de entender según su significado literal, y es aún más difícil de entender cuando se usa en la teología. Por lo tanto, en la práctica lo mejor es usar la palabra era. Según esto, la dispensación de los patriarcas es la era de los patriarcas, la dispensación de la ley es la era de la ley, la dispensación de la gracia es la era de la gracia y la dispensación de la justicia es la era de la justicia, la era del reino.
Según los párrafos anteriores podemos entender que oikonomía es la administración familiar de Dios; o más resumidamente, es la administración de Dios. Efesios 1:10 dice: “Para la economía de la plenitud de los tiempos”; esto significa “para la administración, la administración familiar de Dios, de la plenitud de las edades”. La administración de Dios o Su administración familiar es algo que ha sido dispuesto en la casa de Dios. Con base en esto, vemos que es mejor traducir esta palabra como “economía”, que es la transliteración de la palabra griega oikonomía.
Podría decirse que la historia cultural del mundo entero ha quedado escrita en la Biblia, porque todo fue creado, dispuesto y determinado por Dios. Por ejemplo, en los pies, que son “en parte de hierro y en parte de barro cocido”, podemos ver que hace mucho tiempo la Biblia hizo referencia a la democracia. Esto nos ayuda a entender el significado del término chino ching lun. Cuando describimos a alguien que está lleno de planes, intenciones y preparativos, decimos que tal persona “está llena de ching lun”. Lamentablemente, esta expresión no existe en español. Por esta razón, en la Versión Recobro usamos la palabra economía. En otras versiones se usa la palabra dispensación en lugar de economía. Por ejemplo, en algunas versiones la palabra dispensación aparece en Efesios 1:10 y en 3:9. Sin embargo, esta traducción no expresa claramente el significado original de la palabra, lo cual hace difícil que las personas la entiendan.
Después de un estudio meticuloso de la historia humana, la cultura y el lenguaje y su uso, se compiló el diccionario Webster del inglés. En este diccionario encontramos muchas definiciones de la palabra dispensación. Una de ellas dice que esta palabra se refiere a “una ordenación y administración divinas de los asuntos mundiales”, y otra dice que se refiere a “un período de historia en el que una revelación divina particular predominó en los asuntos de la humanidad”. Esto significa que a cada era o período le corresponde una administración, y que la era misma puede ser denominada conforme a la administración llevada a cabo en esa era. Por lo tanto, en la economía de Dios tenemos las dispensaciones, o arreglos, de la era de los patriarcas, de la era de la ley, de la era de la gracia y de la era de la justicia.
Ya vimos lo que es la economía de Dios, y también vimos las dispensaciones de Dios en Su economía en cuatro eras. Además, entendemos que la economía de Dios es la administración familiar de Dios. Ahora proseguiremos a ver el contenido de la economía de Dios. Efesios 1:9-11, Efesios 3:9-11 y 1 Timoteo 1:4 son pasajes que tratan acerca de la economía de Dios. No sólo debemos familiarizarnos con estos versículos y su contenido, de modo que conozcamos plenamente la verdad que contienen, sino que además debemos procurar estar constituidos de esta verdad al reflexionar continuamente sobre estos versículos y al ejercitarnos en ellos a fin de explicar y predicar a otros esta verdad.
Alguien que sirve al Señor debe tener una visión. La visión de la economía de Dios tiene un comienzo, un proceso y una conclusión. La visión de esta economía empezó con Adán, pasa al menos por siete mil años y concluirá con la Nueva Jerusalén, es decir, con la venida del cielo nuevo y la tierra nueva.
Debemos ver que la Nueva Jerusalén viene de forma inicial y que también vendrá de forma consumada, de forma plena. La venida inicial de la Nueva Jerusalén tendrá lugar en pequeña escala en el reino milenario y durará por mil años. En aquel tiempo no participarán todos los que han sido salvos, sino únicamente los vencedores, que incluye tanto a los vencedores del Antiguo Testamento como a los del Nuevo. Los vencedores son un grupo de entre el pueblo de Dios que ha sido perfeccionado, completado y madurado. Ellos son los únicos que habrán llenado los requisitos para poder participar en la Nueva Jerusalén en su etapa inicial. Aunque los santos en su mayoría han sido escogidos y salvados por Dios, ellos no han permitido que la gracia de Dios opere en ellos completamente. Por lo tanto, la mayoría de ellos no ha madurado. Ellos son tipificados por las cinco vírgenes insensatas (Mt. 25:1-13). Por lo tanto, ellos aún tendrán que comprar el aceite. Esto significa que aún necesitarán ser madurados.
Cuando el Señor regrese, todos los creyentes comparecerán ante Su tribunal para ser juzgados por Él (2 Co. 5:10). Los vencedores, quienes habrán madurado, entrarán en el reino para conformar la Nueva Jerusalén en su etapa inicial. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén no es una ciudad física, sino una entidad constituida de aquellos entre el pueblo de Dios que han madurado. Constituir es distinto de organizar. Nuestro cuerpo es producto de un proceso de constitución, no está organizado. Sin embargo, una mesa de madera ha sido organizada. Todo lo que está organizado es inorgánico o inerte, y puede ser desarmado y después armado. Las organizaciones gubernamentales y las mesas de madera son ejemplos de esto. Sin embargo, todo lo que es producto de un proceso de constitución es orgánico y está constituido de vida. No puede ser desarmado para después volver a armar. Nuestro cuerpo es un ejemplo de esto. De igual manera, la Nueva Jerusalén es una entidad constituida de los del pueblo de Dios que han sido escogidos y madurados, aquellos que han alcanzado la madurez en vida. Es una constitución en vida de aquellos entre el pueblo de Dios que han madurado. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén no es una ciudad física, sino una constitución orgánica.
La Nueva Jerusalén es una constitución intrínseca particular y orgánica. Su escala es todavía bastante pequeña en el reino milenario porque estará constituida únicamente de los vencedores. Los santos, incluyendo a los del Antiguo Testamento, que murieron sin haber madurado son tipificados por las cinco vírgenes insensatas. El hecho de que todas ellas murieron se indica en el que ellas cabecearon y se durmieron (Mt. 25:5). En el reino milenario Dios echará a aquellos santos en las tinieblas de afuera para que sean castigados y disciplinados (8:12; 22:13; 25:30). Por lo tanto, en la era presente, la era de la gracia, Dios le suministra gracia al hombre. Sin embargo, en la era del reino milenario Dios se relacionará con el hombre según la justicia. En aquel tiempo ya no habrá gracia, sino únicamente la justicia. Dios tratará a Su pueblo de acuerdo con Su justicia. Esto debe compelernos a recibir la gracia y a madurar en esta era.
Todos aquellos de entre el pueblo de Dios que no hayan madurado, aquellos del Antiguo Testamento o del Nuevo Testamento, serán echados a las tinieblas de afuera durante el reino milenario para que sean disciplinados y lleguen a la madurez. Después que hayan madurado, vendrá el cielo nuevo y la tierra nueva, y serán incorporados a la Nueva Jerusalén del reino milenario y así será constituida una Nueva Jerusalén de una escala mucho mayor. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén venidera tiene dos etapas: la etapa inicial que es como una miniatura, y la etapa culminante, que será la consumación. La venida inicial sucederá en el reino milenario, y la venida plena y completa sucederá en el cielo nuevo y la tierra nueva. Éste es el contenido principal de la economía de Dios.
¿Cuál es el propósito de Dios al llevar a cabo Su economía? ¿Qué es lo que Él desea hacer? Dios en Su economía desea y tiene planeado impartirse en aquellos a quienes Él escogió, creó, llamó, redimió y regeneró. Por lo tanto, Dios primeramente nos escogió antes de la fundación del mundo y luego nos creó en el tiempo. Posteriormente, nos llamó y redimió. Después de redimirnos, se impartió en nuestro ser y nos regeneró. Así pues, llegamos a ser personas que no sólo han sido creadas por Dios, sino que también han nacido de Él. Una vez que recibimos a Dios, llegamos a ser personas que han nacido de Él. Poseemos Su vida y Su naturaleza y, por ende, llegamos a ser Sus hijos (Jn. 1:12-13).
Por consiguiente, la economía de Dios es la intención de Dios, Su plan y Su arreglo, que es también Su propósito y el placer y deleite de Su corazón. El deseo que Dios tiene en Su corazón y Su propósito es nada menos que impartirse en aquellos que escogió, creó, llamó, redimió y regeneró. Además, Él también los santificará, renovará, transformará y conformará. Finalmente, Él los glorificará, lo cual los introducirá en Su gloria.
¿Cómo se imparte Dios en nosotros? A fin de impartirse en nuestro ser, Dios tiene que ser triuno. El Dios Triuno se imparte mediante Su Trinidad Divina: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Efesios es un libro que trata acerca de la impartición divina. A partir del capítulo 1, Pablo empieza a hablar acerca de esta impartición: primero tenemos la elección del Padre, luego la redención del Hijo y después la aplicación del Espíritu. El Padre es la fuente, y todas las riquezas se hallan en Él. El Hijo es la corporificación del Padre, y todo lo que el Padre es, tiene y puede hacer se halla corporificado en el Hijo. Además, el Hijo se hace real a nosotros como Espíritu. Por lo tanto, el Hijo viene como Padre, y el Espíritu entra en nosotros como Hijo. De este modo, cuando recibimos al Espíritu, recibimos también al Hijo y al Padre. La Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es el medio por el cual Dios se imparte en nosotros.
Es por medio de la Trinidad Divina que Dios puede impartirse en todos aquellos que escogió, creó, llamó, redimió y regeneró. Por lo tanto, si queremos entender la economía de Dios, debemos conocer la Trinidad Divina en relación con la impartición divina. No podemos conocer la impartición divina sin conocer la Trinidad Divina. Es por eso que al final de 2 Corintios Pablo llegó a la siguiente conclusión, diciendo: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros” (13:14). Éste es Dios mismo que se imparte en nuestro ser mediante Su Trinidad Divina.
La Trinidad Divina lleva a cabo Su impartición divina mediante el Espíritu divino. Hoy todos debemos ser llenos de este Espíritu. Cuando somos llenos de este Espíritu, somos llenos del Dios Triuno. Tenemos un buen cuadro de esto en el Antiguo Testamento: la totalidad de tres generaciones de hombres: Abraham, Isaac y Jacob. De hecho, ésta es la mejor ilustración en cuanto a este asunto. En Éxodo 3:15 Dios dijo: “Jehová [...] el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob [...] Éste es Mi nombre”. Esto significa que Dios es Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Como Dios el Padre, Él es la fuente, Aquel que planea, escoge, decide y ordena. Como Dios el Hijo, Él es el curso, Aquel que lleva a cabo el plan del Padre. Todo lo que necesitamos, Él lo ha logrado para nosotros. Debemos tomar medidas con respecto al pecado, el mundo, la carne, el yo corrupto, Satanás y todos nuestros problemas delante de Dios; no obstante, Él ya puso fin a todo esto por nosotros. Dios el Hijo fue a la cruz teniendo siete estatus: el Cordero, un hombre en la carne, el postrer Adán, el Primogénito de toda creación, la serpiente de bronce, el Pacificador y el grano de trigo. De este modo, Él efectuó una muerte todo-inclusiva y acabó con todos nuestros problemas. Luego, con las riquezas de todo lo que es y tiene, Él se hizo real a nosotros como Espíritu y ha entrado en nosotros para que participemos de toda la plenitud del Dios Triuno.
El coro de Himnos, #287 dice: “¡El Triuno Dios inagotable es!”. Este himno claramente explica cómo el Dios Triuno ha llegado a ser nuestra bendita porción y cómo Él se imparte en nosotros. En Efesios 3:8 el apóstol Pablo dijo: “A mí [...] me fue dada esta gracia de anunciar a los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo”. Aquí la palabra anunciar no sólo significa “predicar”, sino también “transmitir”. Esto significa que Pablo recibió una comisión de parte de Dios de transfundir las inescrutables riquezas de Cristo a los gentiles para que todos ellos tengan al Dios Triuno en su interior. De este modo, ellos podrían ser hechos miembros de Cristo y, en conjunto, el Cuerpo de Cristo (v. 6). La revelación de Efesios en cuanto al Cuerpo de Cristo y los miembros de Cristo es muy completa y detallada.
Las riquezas del Señor son ilimitadas. Él es una persona “sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida” (He. 7:3). Él es ilimitado e inconmensurable, y jamás podremos agotar nuestras palabras al hablar de Él. Puesto que Él es un Dios tan rico, Su economía es igualmente inescrutable. Él desea impartirse en aquellos que escogió, creó, llamó, redimió y regeneró, y lo hace mediante Su Trinidad Divina. La Trinidad Divina es simplemente Dios mismo. Dios mismo llegó a ser el medio por el cual se efectúa esta impartición. Hoy el Dios Triuno ya ha alcanzado Su consumación como Espíritu vivificante para impartirse en nuestro ser (1 Co. 15:45). Debemos contactarlo a Él diariamente y ejercitar nuestro espíritu constantemente para contactar a este Espíritu, participar de Él y tener comunión con Él. De este modo, todas las riquezas de la Trinidad Divina se transfundirán continuamente en nosotros para constituirnos el Cuerpo de Cristo. Entonces en el reino milenario seremos constituidos la Nueva Jerusalén en su etapa inicial, y finalmente en el cielo nuevo y la tierra nueva seremos constituidos la Nueva Jerusalén en su etapa de consumación por la eternidad. De este modo se cumplirá la economía de Dios.