
Lectura bíblica: Jn. 7:38-39; 14:16-20, 26; 15:26; 16:7, 13-15; 20:22; 1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17; Hch. 16:6-7; Ro. 8:9-10; Fil. 1:19; 2 Ti. 4:22; Ap. 1:4; 5:6; 2:7; 22:17a
El Nuevo Testamento nos revela que Cristo dio dos pasos principales. El primer paso fue Su encarnación, y el segundo fue Su resurrección. Los cristianos de los siglos pasados le han dado mucha atención a la encarnación de Cristo, pero le han dado poca atención a Su resurrección. El Señor Jesús, quien era Dios, el Creador del universo, dio un gran paso llegando a ser un hombre. El Nuevo Testamento nos dice que Dios como el Verbo se hizo carne (Jn. 1:14). Esto significa que aunque Dios se unió a la humanidad caída, El no tuvo pecado. Dios dio el gran paso de llegar a ser un hombre, y este hombre era maravilloso. El no era un hombre común sino un Dios-hombre, quien vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, y pasó por el vivir humano. Al final de Su vida humana El fue a la cruz y murió una muerte todo-inclusiva para quitar todas las cosas negativas del universo, abriendo así el camino para dispensarse a Sí mismo en el pueblo que Dios escogió. Por medio de Su muerte, la vida divina que estaba en este Dios-hombre fue liberada. Esa vida divina liberada produjo muchos creyentes, produjo la iglesia, la cual es el Cuerpo de Cristo. El dio el paso de la encarnación para llegar a ser un hombre en la carne. Por medio de la muerte El dio el segundo paso, el de la resurrección, para llegar a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45b). Como el Dios-hombre resucitado, El llegó a ser el Espíritu que da vida (2 Co. 3:6, 17).
Necesitamos poner toda nuestra atención a dos versículos cruciales del Nuevo Testamento: Juan 1:14, que dice: “Aquel Verbo fue hecho carne”, y 1 Corintios 15:45b, que dice: “El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante (gr.)”. Muchos maestros en asuntos bíblicos le han dicho a la gente que el Verbo fue hecho carne, pero no muchos han enseñado que el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. En estos dos versículos se usa el mismo predicado: fue hecho. El Verbo fue hecho carne. El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante. Debemos ser impresionados con la palabra clara y exacta de la Biblia.
El Señor Jesús como Dios se hizo carne. El se hizo hombre y este hombre era el postrer Adán. Este postrer Adán, quien era Jesús en la carne, llegó a ser Espíritu vivificante. Antes de Su encarnación, el Señor Jesús era pura, mera, simple, total y completamente Dios. El era el Dios completo, el Dios entero, el Dios total, sin embargo, no era hombre. Antes de Su encarnación El no tenía la naturaleza humana, el elemento humano, ni la esencia humana. En cuanto a Su esencia, El sólo tenía el elemento divino y la naturaleza divina. Un día, hace cerca de dos mil años, El dio un paso maravilloso: Dios nació de una virgen en un pesebre para ser un hombre. Este pequeño niño que estaba en el pesebre era el Dios fuerte (Is. 9:6). El no era meramente Dios, sino un Dios-hombre. ¡Esta es la más grande maravilla del universo!
El nombre de este Dios-hombre es Jesús. Cada vez que digamos el nombre de Jesús, tenemos que recordar que Jesús era Dios hecho hombre y que El vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. El vivió en Nazaret, un pequeño pueblo despreciado por la gente. Vivió en una familia pobre y en el humilde hogar de un carpintero. Es maravilloso que el Creador del universo, de los cielos y de la tierra, haya vivido en el humilde hogar de un carpintero, no como huésped sino como hijo. El vivió allí como un carpintero (Mr. 6:3), así que, Dios en la forma de un hombre trabajó como carpintero. Exteriormente tenía la apariencia de hombre, pero interiormente El era Dios. Este es nuestro Señor Jesús. El Dios ilimitado, el Dios infinito, se limitó y se restringió a ser carpintero en un hogar pequeño. ¡Qué paciencia! ¡Qué sufrimiento! ¡Qué limitación! ¡Qué restricción!
Cuando este Dios-hombre llegó a la edad de treinta años, dio principio a Su ministerio. El Espíritu descendió sobre El como paloma a fin de darle poder para Su ministerio. Luego, murió en la cruz y limpió de todo lo negativo al universo, para que El, como la incorporación del Dios Triuno, pudiera dispensarse a Sí mismo dentro de nosotros. El entró en resurrección, que era el segundo paso para que El llegara a ser algo. Como el postrer Adán, El llegó a ser Espíritu vivificante.
El punto crucial que la teología tradicional ha pasado por alto es este asunto de que Cristo llegó a ser Espíritu vivificante. Debemos ver por qué el Señor Jesús como el propio Dios necesitaba dar estos dos pasos. Primero, El necesitaba realizar la redención para limpiar el universo, esto es, para quitar todas las cosas negativas. Para esto, El necesitaba dar el primer paso, hacerse hombre. Si El no hubiera sido un hombre, no hubiera podido realizar la redención. De este modo, El llegó a ser un hombre típico con sangre y carne humanas (He. 2:14). Su muerte en la cruz realizó una redención todo-inclusiva que quitó todas las cosas negativas y limpió el universo para el dispensar divino. El hizo la obra maravillosa de quitar todas las cosas negativas, de quitar todos los estorbos, para que todo el universo quedara muy limpio y claro a fin de que Dios viniera a dispensarse a Sí mismo en Su pueblo escogido.
Lamento mucho que tantos judíos no crean que Dios se hizo un hombre cuyo nombre es Jesús. Ellos creen en Dios y respetan y toman en cuenta el Antiguo Testamento, pero no aceptan la enseñanza neotestamentaria de que el Dios de ellos se ha hecho hombre, y que Su nombre es Jesús. Cuando Jesús estaba con ellos e indicó que El era Dios, dijeron que estaba blasfemando (Mt. 9:3; Jn. 10:33). Ellos consideraban absurdo que un hombre de Nazaret pudiera ser Dios. No entendían que para que Dios los salvara, es decir, los redimiera, El necesitaba hacerse hombre. Ellos no tomaron en cuenta Isaías 7:14: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará Su nombre Emanuel”. Emanuel significa “Dios con nosotros” (Mt. 1:23). El Hijo nacido de una virgen es Dios con el hombre: Jesús.
Por el lado negativo, Jesús como el Dios-hombre limpió todo el universo para realizar una redención todo-inclusiva. Por el lado positivo, como el postrer Adán, El llegó a ser el Espíritu vivificante. En Su encarnación El tenía un cuerpo físico de carne y sangre, de huesos y piel. Después de haber sido resucitado, Su cuerpo fue transfigurado en otra forma. En 1 Corintios 15 nos dice que este es un cuerpo espiritual (v. 44). Filipenses 3:21 se refiere al “cuerpo de la gloria suya”. Este es el cuerpo resucitado de Cristo, saturado por el Espíritu y de la gloria de Dios (Lc. 24:26), cuerpo que trasciende sobre la corrupción y la muerte (Ro. 6:9). En 1 Corintios 15 Pablo nos dice que cuando una semilla es sembrada en la tierra, tiene una forma, pero que cuando muere y crece tiene otra forma (vs. 35-38). Una semilla sembrada en la tierra muere y vuelve a vivir; esto es resurrección. El cuerpo resucitado de la semilla tiene diferente forma y está en un nivel más alto. El cuerpo de Jesús, que fue crucificado en la cruz, era un cuerpo físico, pero Su cuerpo resucitado es un cuerpo espiritual. Después de Su resurrección, El todavía posee un cuerpo, un cuerpo espiritual.
En la noche de Su resurrección El volvió a Sus discípulos, quienes estaban temerosos de los judíos que los perseguían (Jn. 20:19). Los discípulos, quienes estaban bajo amenaza de muerte, tenían la puerta cerrada en el lugar en que se habían reunido. Repentinamente Jesús apareció en medio de ellos. El Señor entró teniendo un cuerpo resucitado (Lc. 24:37-40; 1 Co. 15:44) al cuarto donde estaban los discípulos. Lucas 24:37 nos dice que “espantados y atemorizados, pensaban que veían espíritu”. Pero el Señor Jesús les dijo: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los pies” (Lc. 24:39-40). El Señor tenía carne y huesos, pero, ¿cómo pudo haber entrado en un cuarto cerrado donde las puertas estaban cerradas? Una mentalidad limitada no puede comprenderlo, pero ¡es un hecho! Si el Señor fuera meramente físico, ¿cómo podía entrar sin que algo estuviera abierto? Si El no hubiera tenido la forma física, ¿cómo hubiera sido posible tocarlo? Todo lo que podemos decir es que éste es el Señor Jesús en Su cuerpo espiritual resucitado, el cual es un cuerpo de gloria.
La resurrección es un fenómeno maravilloso. Es asombroso que una semilla pueda ser sembrada en la tierra y que crezca hasta llegar a ser una flor hermosa. Después de la resurrección, el Señor Jesús todavía poseía un cuerpo, un cuerpo espiritual, sin embargo, ese cuerpo espiritual seguía siendo tangible. En el primer paso, la encarnación, El se hizo hombre para ser nuestro Redentor, nuestro Salvador; luego El dio el segundo paso, el paso de la resurrección, para hacerse Espíritu vivificante a fin de impartir la vida divina en usted y en mí. El se hizo hombre para morir por nosotros, y llegó a ser Espíritu vivificante para impartir vida en nosotros a fin de llevar a cabo el dispensar de Dios.
Algunos teólogos tradicionales enseñan que las tres personas de la Trinidad divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no deben ser confundidas y que deben ser mantenidas claramente separadas todo el tiempo. Pero la Biblia enseña que Jesús, el Hijo de Dios, llegó a ser el Espíritu. Cuando el Señor Jesús nació, El se hizo carne. Cuando fue resucitado, llegó a ser el Espíritu. Algunas personas han discutido conmigo diciendo que el Espíritu vivificante mencionado en 1 Corintios 15:45b no es el Espíritu Santo. Les señalé el modificador “vivificante”. Luego dije: “¿Creen ustedes que, aparte del Espíritu Santo, haya en el universo otro Espíritu que también dé vida?” En todo el universo hay un solo Espíritu que puede dar vida: el Espíritu Santo.
Debemos admitir que el hecho de que el Señor Jesús como el postrer Adán se hiciera el Espíritu Santo es bíblico y aun lógico, sin embargo, quizás nos parezca que no podemos entender completamente este asunto. No obstante, debemos darnos cuenta de que hay muchas cosas que no podemos comprender. Cada persona tiene dos corazones: un corazón físico y un corazón psicológico. Jeremías 17:9 nos dice que nuestro corazón es engañoso y perverso. Esto se refiere a nuestro corazón psicológico. Nuestro corazón físico puede ser visto por medio de radiografías, pero, ¿quién puede decir dónde está el corazón psicológico? Sabemos que tenemos tal corazón porque tenemos emociones, pensamientos, voluntad y conciencia. Experimentamos la acción del corazón todos los días, pero no podemos decir dónde se localiza este corazón. De la misma manera, cada hombre tiene un espíritu humano y un alma, pero, ¿puede alguien señalar dónde se encuentran estas partes en su ser? Todo lo que podemos hacer es adorar al Señor porque tenemos un espíritu, un alma y un corazón. Dónde están y cómo se relacionan uno con otro, no lo sabemos. En nuestro entendimiento finito estamos limitados, pero podemos recibir los hechos conforme a la santa Palabra. La santa Palabra nos dice muchas verdades con respecto al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Nosotros recibimos estos hechos y decimos amén a ellos. Este Espíritu vivificante debe de ser el Espíritu Santo. Es posible que no comprendamos esto, pero debemos decir amén al hecho y a la revelación bíblicos de que en la resurrección el Señor Jesús como el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante.
En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor Jesucristo esté con tu espíritu”. Hoy en día el Señor Jesús ya no está en la cruz ni meramente en los cielos, sino que El está ahora mismo en usted y en mí, en nuestro espíritu. Si El no fuera el Espíritu, ¿cómo podría estar en nuestro espíritu? El Señor esté con tu espíritu. Hoy en día el Señor está con nuestro espíritu porque El es el Espíritu vivificante. El está en los cielos, y, al mismo tiempo, como el Espíritu omnipresente, está en nuestro espíritu para darnos vida y también paz. Esto es para llevar a cabo el dispensar del Dios Triuno en nuestro ser.
Ahora debemos ver cómo es que el Señor, como el postrer Adán, llegó a ser el Espíritu vivificante. Saber que el Señor llegó a ser Espíritu vivificante es relativamente fácil porque la Biblia nos lo dice directamente. Pero saber cómo El llegó a ser Espíritu vivificante no es fácil. En el Evangelio de Juan se nos dice que el Hijo vino con el Padre (8:29) y en el nombre del Padre (5:43). El era uno con el Padre (17:22). El Padre estaba en El y El estaba en el Padre (14:10-11). El no buscó Su propia voluntad sino la voluntad del Padre (6:38). El no hizo Su propia obra sino la obra del Padre (17:4). No habló Su propia palabra, sino la palabra del Padre (14:24). No buscó Su propia gloria sino la gloria del Padre (7:18). El Hijo vino en el nombre del Padre y vivió por el Padre, no por Sí mismo (6:57). El actuaba, se movía y obraba totalmente por el Padre. Cuando la gente veía al Hijo, veía al Padre (14:9). El Hijo y el Padre son uno (10:30). Esto se revela claramente en el Evangelio de Juan. La manera en que el Hijo llegó a ser el Espíritu vivificante también se revela en Juan. Primero, el Hijo vino con el Padre y en el nombre del Padre. En segundo lugar, el Hijo llegó a ser el Espíritu vivificante.
En Juan 7:38 el Señor Jesús dijo que de lo más profundo de todo aquel que creyera en El correrían ríos de agua viva. Luego el versículo 39 dice: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El; pues aún no había Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado” (gr.). El versículo 39 no dice “el Espíritu de Dios”, “el Espíritu de Jehová” ni “el Espíritu Santo”. Simplemente dice: “el Espíritu” (gr.). Durante la creación en Génesis 1, el Espíritu de Dios ya estaba allí (v. 2). Luego, después de la creación Dios vino a tener contacto con el hombre, de este modo, el Espíritu de Jehová es revelado (Jue. 3:10; 6:34). El Espíritu de Dios es para que Dios efectuara la creación, y el Espíritu de Jehová es para que Dios tuviera contacto con el hombre. Estos son los dos títulos principales dados al Espíritu en el Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento no se menciona el Espíritu Santo. En Salmos 51:11 e Isaías 63:10-11 el “Santo Espíritu” debería ser traducido “Espíritu de santidad”. El título divino “Espíritu Santo” empezó a ser usado para la iniciación del evangelio de Dios, la cual era preparar el camino para la venida del Salvador (Lc. 1:15) y preparar un cuerpo humano para El (Mt. 1:18, 20). Es cuando Jesús fue concebido y nació que el Espíritu Santo se menciona.
El Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová y el Espíritu Santo son simplemente un solo Espíritu. Pero en Juan 7 dice que todavía no había Espíritu. El Espíritu de Dios estaba presente desde el principio, el Espíritu de Jehová estaba presente cuando Dios tuvo contacto con el hombre, y el Espíritu Santo estaba presente en la concepción del Señor y en Su nacimiento. Pero, ¿por qué dice Juan 7 que “no había Espíritu”? Juan dice a continuación que aún no había Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado. Que Jesús fuera glorificado era la manera de que el postrer Adán fuera hecho Espíritu vivificante. El Señor Jesús como el postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante mediante ser glorificado.
Andrew Murray en su libro El Espíritu de Cristo habla de Juan 7:39. En ese libro, el tema del capítulo cinco es el Espíritu del Jesús glorificado. Andrew Murray señala que el Espíritu del Jesús glorificado es diferente del Espíritu de Dios, del Espíritu de Jehová, y aun diferente del Espíritu Santo. En la creación estaba el Espíritu de Dios, en el asunto de que Dios tuviera contacto con la gente estaba el Espíritu de Jehová, en la concepción y el nacimiento de Cristo estaba el Espíritu Santo, pero el Espíritu del Jesús glorificado no estaba sino hasta que Jesús fue glorificado. Desde que Dios creó hasta la resurrección de Cristo acontecieron principalmente cuatro grandes cosas en el universo: la creación, el contacto de Dios con el hombre, el nacimiento de Jesús y la resurrección de Jesús. Para la creación de Dios estaba el Espíritu de Dios, para que Dios tuviera contacto con el hombre estaba el Espíritu de Jehová, para el nacimiento de Jesús estaba el Espíritu Santo, y para la resurrección de Cristo estaba el Espíritu del Jesús glorificado.
En Juan 14:10-11 el Señor reveló que El era uno con el Padre: el Padre estaba en El y El estaba en el Padre. Cuando las personas lo veían a El, veían al Padre (v. 9). En Juan 14:16-20 el Señor además reveló que El y el Espíritu también son uno. Después de revelar que El y el Padre son uno, en el versículo 16 les dijo a los discípulos que El le rogaría al Padre y que el Padre les daría a los discípulos otro Consolador para que estuviera con ellos para siempre. Este Consolador es “el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque [El] mora con vosotros, y estará en vosotros” (v. 17, gr.). Conocemos al Espíritu de realidad porque mora en nosotros. Día tras día El habla dentro de nosotros, nos corrige y nos guía. En el versículo 18 el Señor dice: “No os dejaré huérfanos; [Yo] vendré a vosotros”. En el versículo 17 el mismo “El” quien es el Espíritu de realidad, en el versículo 18 se hace el mismo “Yo” quien es el Señor mismo. Esto significa que después de Su resurrección el Señor llegó a ser el Espíritu de realidad. En 1 Corintios 15:45b confirma esto.
La palabra “huérfanos” se refiere a los hijos de un padre. Esto muestra que Jesús dio por hecho que El era el Padre. Como el Hijo, ¿cómo podría decirles a los discípulos que no los dejaría huérfanos? Ya que El dijo esto, El debe de ser el Padre. ¿Es El el Hijo o el Padre? La mejor forma de contestar esta pregunta es decir que El es el Hijo en el nombre del Padre. Debido a que El es el Hijo en el nombre del Padre, El está calificado para decirles a los discípulos que no los dejará huérfanos. La promesa del Señor de que vendría a los discípulos se cumplió en el día de Su resurrección en Juan 20:19-22. Después de Su resurrección, el Señor volvió a Sus discípulos para estar con ellos para siempre, sin dejarlos huérfanos.
Juan 14:19 y 20 dicen: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mi, y yo en vosotros”. En el versículo 19 se implica la muerte y la resurrección del Señor. Que El haya dicho: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más”, implica Su muerte. El murió y fue sepultado, así que la gente del mundo no podía verlo. Que El haya dicho: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis”, implica Su resurrección. Después de Su resurrección el Señor vive en Sus discípulos y ellos viven por El (Gá. 2:20). En el día de resurrección, los discípulos sabrían que el Señor estaba en el Padre, que ellos estaban en El, y que El estaba en ellos.
Juan 14:26 dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre...” El Padre envió al Espíritu en el nombre del Hijo. Esto tiene que ver con la Trinidad. El Hijo vino en el nombre del Padre, así que El era el Hijo en el nombre del Padre. Luego, el Espíritu fue enviado por el Padre en el nombre del Hijo, de modo que El es el Espíritu en el nombre del Hijo. El Hijo vino en el nombre del Padre, indicando esto que, en cuanto al nombre, El era el Padre, y que, en cuanto a la persona, El era el Hijo. Luego, el Espíritu fue enviado en el nombre del Hijo, indicando que en cuanto al nombre, El era el Hijo, y que, en cuanto a la persona, El era el Espíritu. En cuanto al nombre el Hijo era el Padre, y en cuanto al nombre el Espíritu era el Hijo. Este es el Dios Triuno, el Dios tres-uno. Ellos son tres y a la vez uno, y uno y a la vez tres. El Hijo vino como el Padre, y el Espíritu vino como el Hijo, de modo que los tres son uno. Podemos decir que el Hijo es el Padre (Is. 9:6), y que el Espíritu es el Hijo (2 Co. 3:17).
Algunos teólogos que se apegan a lo tradicional mantienen el concepto de que las tres personas de la Deidad no deben ser confundidas, sino que siempre se debe hacer una separación y distinción entre ellos. Pero nosotros hemos visto en la Santa Biblia que el Hijo está en el nombre del Padre, y que el Espíritu está en el nombre del Hijo. Esto muestra que, por un lado, hay distinción entre los tres, pero por otro, que ellos son uno. Si no fueran uno, ¿cómo podría el Hijo estar en el nombre del Padre? Si no fueran uno, ¿cómo podría el Espíritu estar en el nombre del Hijo? Debemos regresar a la palabra pura de la Biblia.
Juan 15:26 dice: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo enviaré de con el Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede de con el Padre, él dará testimonio acerca de mí” (gr.). Las palabras “de con” corresponden a la preposición griega pará. El Hijo envía al Espíritu con el Padre, y el Espíritu con el Padre sigue hacia los discípulos. Esto quiere decir que el Hijo y el Padre vienen con el Espíritu. Cuando el Espíritu viene, viene con el Padre, y el Hijo lo sigue. Cuando el Espíritu viene, los tres vienen. Esto es lo que el Señor Jesús enseña en la Biblia.
Juan 16:7 dice: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré”. En los versículos del 13 al 15 el Señor Jesús añadió: “Pero cuando venga el Espíritu de realidad, él os guiará a toda la realidad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber”. Todo lo que el Padre es y tiene está incorporado en el Hijo (Col. 2:9), y todo lo que el Hijo es y tiene es revelado como realidad a los creyentes por medio del Espíritu. Estos versículos nos muestran que lo que el Padre tiene viene a ser del Hijo, que lo que el Hijo tiene es recibido por el Espíritu, y que lo que el Espíritu recibe es revelado a nosotros. Todo lo que el Espíritu revela pertenece al Hijo, y todo lo que el Hijo tiene pertenece al Padre. Todo lo que el Hijo tiene del Padre es recibido por el Espíritu y revelado a nosotros. Esto significa que el Espíritu nos revela al Hijo con el Padre. Una vez más vemos que los tres de la Deidad son tres-uno, es decir, triuno.
Después de la plática que el Señor tuvo con los discípulos en Juan 14—16 y después de Su oración en Juan 17, El fue a Getsemaní y fue arrestado allí esa misma noche. Luego, fue juzgado y sentenciado a muerte. Fue crucificado y sepultado, y después de tres días, resucitó. En Su glorificación, es decir, en Su resurrección, Jesús como el postrer Adán llegó a ser el Espíritu vivificante. El Espíritu de Dios en la creación era el Espíritu de Jehová en Su contacto con el hombre, y el Espíritu de Jehová en el asunto de que Dios tuviera contacto con el hombre era el Espíritu Santo en la concepción y el nacimiento de Jesús. Ahora este Espíritu, en la resurrección de Jesús, llegó a ser el Espíritu vivificante.
Ahora “el Espíritu”, el Espíritu vivificante, es una bebida todo-inclusiva. El Espíritu de Dios es simplemente como agua pura a la cual fueron añadidas muchas cosas para hacer una bebida todo-inclusiva. Si al agua pura se le agrega té, azúcar, miel, limón y leche, sigue siendo agua, pero ya no es sólo agua pura. Cuando usted bebe el agua, recibe té, azúcar, limón, miel y leche. Antes de la glorificación de Jesús, el Espíritu de Dios era meramente el Espíritu divino, pero en la glorificación de Jesús, es decir, en Su resurrección, muchas cosas cruciales fueron agregadas al Espíritu de Dios. La humanidad elevada y glorificada así como el vivir humano de Jesús fueron añadidos al Espíritu de Dios. Su muerte todo-inclusiva, la dulzura y la efectividad de Su muerte, Su resurrección, y el poder de Su resurrección fueron los nuevos elementos que se agregaron al Espíritu puro de Dios.
Antes de la resurrección de Jesús, solamente existía el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová, el Espíritu Santo. Sin duda alguna, el elemento divino estaba en el Espíritu de Dios, pero en tal Espíritu no había humanidad, vivir humano, ni nada de Su muerte todo-inclusiva ni de Su poderosa resurrección. Después de la resurrección de Jesús, después de que El fue glorificado, el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu del Jesús glorificado. Ahora en este Espíritu están la divinidad, el elemento divino de Dios, y también la humanidad, el elemento humano. Están el vivir humano, la muerte todo-inclusiva de Cristo, y la poderosa resurrección de Cristo. Todos estos elementos componen el Espíritu de Dios. Este es “el Espíritu”, el Espíritu todo-inclusivo, compuesto y vivificante. En 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu”. El Señor es el Hijo en el nombre del Padre. El es Jesús con el Padre quien ahora es el Espíritu. El Hijo con el Padre ahora es el Espíritu todo-inclusivo, compuesto y vivificante.
En Hechos 16:7 este Espíritu es llamado el Espíritu de Jesús. El Espíritu de Dios es Dios mismo, el Espíritu de Jehová es Jehová mismo, y el Espíritu de Jesús es Jesús mismo. En Romanos 8 el Espíritu de Cristo es Cristo mismo (vs. 9-10). Luego Filipenses 1:19 se refiere al Espíritu de Jesucristo. Este Espíritu es Jesucristo mismo.
Apocalipsis 2:7 nos dice que el Espíritu habla a las iglesias. Aquí, el Espíritu es otra vez el Espíritu todo-inclusivo, compuesto y vivificante. Apocalipsis 22:17a dice: “El Espíritu y la esposa dicen...” Este Espíritu compuesto finalmente llega a ser uno con la iglesia, con la esposa. Espero que todos recibamos una visión en cuanto al Espíritu: El es la composición del Dios Triuno, el hombre Jesús, Su vivir humano, Su muerte y Su resurrección. Todas las cosas positivas del universo están integradas en este único Espíritu, que es el Espíritu. Los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento tratan del Hijo con el Padre por el Espíritu, pero los siguientes veintitrés tratan de el Espíritu, quien es la composición del Dios Triuno, del hombre genuino, del vivir humano adecuado, de la muerte de Cristo y de la resurrección de Cristo. Este Espíritu ocupa veintidós de los veintisiete libros del Nuevo Testamento. En los cuatro Evangelios era el Hijo con el Padre por el Espíritu. Ahora es el Espíritu como el Hijo con el Padre, compuesto de la divinidad, la humanidad, el vivir humano, la muerte y la resurrección. El mismo Espíritu que está en usted hoy es tal Espíritu. Cuando tenemos este Espíritu compuesto, todo-inclusivo, vivificante y procesado, lo tenemos todo. Esto es para que en Su economía Dios se dispense a Sí mismo en nosotros.