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Mensajes del libro «Entrenamiento para jóvenes»
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CAPÍTULO CINCO

EL NÚCLEO DEL EVANGELIO DE DIOS: EL CRISTO QUE MORA EN NUESTRO SER

  Colosenses 1:24-29 es un pasaje profundo de la Palabra. En este capítulo debemos entrar en las profundidades de este pasaje de la Palabra.

PADECER POR LA PRODUCCIÓN Y EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

  En Colosenses 1:24 Pablo dice: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y de mi parte completo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo, que es la iglesia”. Aquí vemos que Pablo se gozaba en sus padecimientos, porque completaban lo que faltaba de las aflicciones de Cristo para la edificación de Su Cuerpo. El Señor Jesús padeció dos clases de sufrimientos: los que sufrió para lograr la redención y los que sufrió para producir y edificar el Cuerpo, la iglesia. Pocos cristianos se dan cuenta de que los sufrimientos del Señor pertenecen a estas dos categorías. Ninguno de nosotros puede tener parte alguna en las aflicciones que Él padeció por causa de la redención. Decir que podemos participar en tal padecimiento es hablar blasfemia. Sólo Él es el Redentor, y Sus sufrimientos por la redención fueron padecidos únicamente por Él. No estamos ni calificados ni tenemos la posición para participar en los padecimientos que el Señor cumplió para lograr la redención. En tipología, en el día de la expiación, sólo al sumo sacerdote, quien hacía expiación por el pueblo, le estaba permitido entrar en el Lugar Santísimo. El sumo sacerdote era una prefigura de Cristo como la única Persona apta y calificada para efectuar la redención.

  Aunque no podemos participar en los sufrimientos que Cristo padeció por la redención, si somos fieles a Él, podemos participar en los sufrimientos que padeció para producir y edificar Su Cuerpo. En esto Pablo fue un modelo para nosotros. Inmediatamente después de su conversión, él comenzó a ser partícipe de estos sufrimientos de Cristo, participando en los sufrimientos de Cristo por causa de Su Cuerpo.

  Este pensamiento está en contra del concepto teológico, según el cual nada que se relacione con Cristo puede tener alguna escasez. Según este concepto, todo cuanto Cristo es y hace, está perfectamente completo. Pero esta palabra dice que hace falta al menos una cosa relacionada con Cristo, a saber: los sufrimientos que Él padeció por causa de la producción y edificación de Su Cuerpo. Cristo sufrió en gran manera para producir Su Cuerpo. Debido a que Cristo mismo no completó Sus sufrimientos en este respecto, es necesario que Sus fieles completen lo que hace falta. Pablo no sufrió por la redención, sino por la producción y la edificación del Cuerpo de Cristo.

  El apóstol Pablo fue un modelo que los creyentes deben seguir (1 Ti. 1:16). Debemos considerar a Pablo como un modelo, no como alguien cuya condición era tan elevada que nadie puede ser como él es. Debido a que, por la misericordia del Señor, Pablo quedó como modelo para nosotros, cualquier cosa que él haya sido, también nosotros podemos serlo. Debemos creer en la misericordia del Señor. Si la misericordia del Señor hizo de Pablo un modelo, entonces Su misericordia puede llevar a cabo en nosotros lo mismo que hizo en Pablo. Por lo tanto, todos podemos llegar a la misma norma.

LA META DE NUESTRA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO

  ¿Cuál es la meta de nuestra predicación del evangelio? No es sencillamente salvar a los pecadores del infierno. Nuestra meta consiste en obtener el material para la edificación del Cuerpo de Cristo. Cuando estuve en el cristianismo, oí muchos mensajes que nos animaban a predicar el evangelio. Siempre se nos instaba a reflexionar sobre el amor, la compasión y la empatía que Dios siente por los pobres pecadores, y se nos dijo que debíamos tener el mismo sentir hacia ellos. En ocasiones, los predicadores decían: “Son miles los que se van al infierno todos los días. ¿Acaso no le conmueve esto?”. Algunas personas se sienten inspiradas ante tal predicación y, con lágrimas, responden al llamado del altar para llegar a ser predicadores y ministros del evangelio. La expresión ganar almas es muy común en el cristianismo actual. Pero ¿cuál es el propósito de ganar almas? Es muy extraño oír hablar de ganar almas con el fin de edificar el Cuerpo. En la predicación del evangelio, Pablo tenía como meta la edificación del Cuerpo.

  Si ustedes sólo predican el evangelio con el fin de ganar almas y rescatar a las personas del infierno, probablemente no sufrirán mucho. De hecho, puede ser que incluso sean muy bien recibidos en diversos lugares. Sin embargo, si toman la edificación del Cuerpo como la meta de la predicación del evangelio, deben prepararse para sufrir, en especial a manos de la religión. La religión no es compatible con la edificación del Cuerpo.

  Durante los tiempos del Señor Jesús y de los apóstoles, ¿no eran los judíos el pueblo de Dios? ¿No ofrecían ellos sacrificios a Dios cada día? ¿No tenían el templo, que fue edificado conforme a lo que Dios había revelado y ordenado? La respuesta a estas preguntas es sí. Pero de repente, vino Jesús. Él no estaba interesado en el templo como los judíos fanáticos lo estaban. Cuando Sus discípulos estaban admirando los edificios del templo, Él dijo: “No quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada” (Mt. 24:2). ¿Quién podía atreverse a decir esto? Si usted hubiera estado allí y hubiera dicho esas palabras, los judíos lo habrían matado. Fue por esta razón que ellos persiguieron al Señor Jesús. En el libro de Hechos, vemos que los que estaban en las sinagogas de los judíos acusaron al apóstol Pablo de ser una “plaga” (24:5). A donde Pablo iba, causaba problemas y división. Dondequiera que fuese, no había paz; él sufrió la oposición de parte de los religiosos, de parte del supuesto pueblo de Dios.

  Esto mismo sucede hoy en día. Si sólo predicamos el evangelio a fin de ganar almas, de salvarlas del infierno, seremos bien recibidos en todas partes. Algunos cristianos incluso han mentido sobre nosotros, poniéndonos en la misma categoría de quienes se encuentran en los cultos y en los movimientos blasfemos de maldad. En el cristianismo actual no hay conciencia ni norma de moralidad. En 2 Corintios 6:8 Pablo dice que él tenía buena fama y mala fama. Si, al servir al Señor, ustedes sólo reciben buena fama, yo cuestionaría su fidelidad hacia el Señor. Si uno le es fiel al Señor, el cristianismo actual le pondrá un mal nombre. Aparentemente, la religión es devota a Dios; de hecho, es totalmente contraria a Su economía. Nada es más insidioso y perjudicial para la economía de Dios que la religión. A la religión no le afecta que se ganen almas; al contrario, le es de gran ayuda. Sin embargo, siempre que uno hable sobre la edificación del Cuerpo, la religión es cortada en pedazos.

  Consideren lo que Pablo hizo cuando era Saulo de Tarso. En su religión él era un líder que laboraba y hacía todo lo posible por beneficiarse de ella. Sin embargo, fue atrapado por el Señor en el camino a Damasco. Después de su conversión, todo cuanto él hizo condujo a la demolición de esa religión. Pablo era muy osado. El Señor Jesús había anulado el día de Sábado, pero Pablo se atrevió a anular algo más importante que el judaísmo: la circuncisión. En la religión judía nada era tan vital como la circuncisión. Según el relato de Hechos, los judíos condenaron a Pablo porque enseñaba que las personas debían abandonar la práctica de la circuncisión. Si Pablo sólo se hubiera preocupado por ganar almas, no habría ofendido a nadie. Él no dijo: “Mantendré las puertas abiertas a muchos más. No debo decir una sola palabra sobre la circuncisión ni sobre el Sábado. No diré nada en contra de la religión judía. A fin de ganar almas, debo mantener una buena relación con los judíos”. Si él sólo hubiese estado interesado en ganar almas, podría haber practicado esto. Pero dado que estaba en pro de la edificación del Cuerpo, le era imposible actuar de esa manera. Por consiguiente, Pablo participó en los sufrimientos de Cristo con el propósito de producir y edificar el Cuerpo de Cristo.

UN MINISTRO SEGÚN LA MAYORDOMÍA DE DIOS

  Colosenses 1:25 dice: “De la cual fui hecho ministro, según la mayordomía de Dios que me fue dada para con vosotros, para completar la palabra de Dios”. Existe una diferencia entre predicador y ministro. Un predicador predica doctrina, mientras que Cristo es lo que ministra un ministro. Un ministro se parece a un mesero. En un restaurante el mesero no sólo entrega el menú a las personas, sino que también les sirve, esto es, les ministra los alimentos. En el griego la palabra traducida “ministro” es la misma que se usa para designar a uno que sirve. Un ministro es un servidor que nos ministra a Cristo.

  En este versículo Pablo dijo que él había sido hecho ministro “según la mayordomía de Dios”. Algunas versiones, al traducir esta palabra, dicen: “Según la dispensación de Dios”. Aunque es adecuado traducir esta palabra como “dispensación”, su significado ha sido arruinado, ya que comúnmente se entiende que denota cierta era. En su lugar usamos la palabra mayordomía, una traducción de la palabra según la morfología griega. Sin embargo, a la gente le resulta difícil entender qué es esta mayordomía. Dios tiene una mayordomía, que consiste en impartirse a Sí mismo en Cristo a los creyentes de modo que lleguen a ser los miembros de Cristo y sean edificados como Su Cuerpo universal a fin de que le expresen a Él. Pablo era uno que servía a los demás al ministrarles a Cristo, según la mayordomía de Dios.

PARA COMPLETAR LA PALABRA DE DIOS

  En el mismo versículo Pablo también habla de completar la palabra de Dios. Mi carga en este capítulo se centra principalmente en este punto. En lugar del verbo completar, algunas versiones usan la frase llevar a cabo, pero aquí no es ése su significado. Otra traducción dada al margen dice “predicar cumplidamente la palabra de Dios”. Al tener contacto con las personas, debemos predicar cumplidamente la palabra de manera gradual, continua y progresiva. Predicar cumplidamente la palabra de Dios, o predicar la palabra por completo, equivale a completar la palabra. Entre los cristianos de hoy, ciertamente existe la gran necesidad de completar la palabra. Recientemente, una revista declaró que en los Estados Unidos hay casi cincuenta millones de cristianos regenerados. ¿Cuántos de ellos conocen el propósito que Dios tenía al salvarlos? Creo que muy pocos. La palabra de Dios ha sido predicada en el cristianismo, pero no por completo. La predicación efectuada por el cristianismo actual no ha completado la palabra de Dios. Por lo tanto, existe la urgente necesidad de que se realice dicha compleción.

EL NÚCLEO DEL EVANGELIO DE DIOS

  ¿Cuál es el núcleo, el punto central y vital del evangelio de Dios? Si le hiciera esta pregunta a miles de cristianos, probablemente ninguno de ellos me contestaría acertadamente. Consideremos la semilla del almendro. Si la semilla no tiene núcleo, significa que no tiene el germen vital. El núcleo de una semilla es el germen de la vida de la semilla. ¿Cuál es el germen vital del evangelio que predicamos? Para responder a esta pregunta, debemos examinar los versículos 26 y 27.

  Estos versículos dicen: “El misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones, pero que ahora ha sido manifestado a Sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. Este misterio es la palabra de Dios que debe ser completada. Los cristianos predican la palabra de Dios, pero prácticamente ninguno le dice a las personas en qué consiste el misterio de Dios. La palabra de Dios, la cual se predica en Su evangelio, no es acerca de escaparse del infierno e irse al cielo; tampoco es acerca de la paz, el gozo o una vida feliz. En lo que se refiere al núcleo del evangelio, todo esto es superfluo. ¿Cuál es el núcleo de la palabra de Dios? Dicho núcleo ha sido desatendido y pasado por alto al grado que en el tiempo de Pablo hubo la necesidad de completar la palabra de Dios. Esto mismo sucede hoy. ¿Cuál es la palabra que debe ser completada? Es “el misterio que había estado oculto desde los siglos y desde las generaciones”. Este misterio está escondido, oculto. Si no estuviese oculto, ya no sería un misterio. El misterio escondido desde los siglos y desde las generaciones, es la palabra de Dios que ahora tiene que ser completada. Este misterio, que ha sido manifestado a los santos de Dios, es “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”. El núcleo del evangelio de Dios es Cristo en nosotros. El núcleo no es Cristo mismo; es Cristo en nosotros. Si Cristo no estuviese en nosotros, Él no sería el núcleo, porque Él aún estaría fuera de la cáscara. La cáscara no es el cielo; nosotros lo somos. Cuando Cristo entra en nuestro ser, Él llega a ser el núcleo. Aunque he oído predicar el evangelio durante años, nunca he oído a nadie dar un mensaje en el cual se afirma que cuando alguien cree en Jesucristo, Él no sólo salva a dicha persona, sino que entra en su espíritu y permanece en ella como su vida. No es así la mayor parte de la predicación que se realiza en el cristianismo actual. Por esta razón, es necesario que la palabra de Dios sea completada.

LA NECESIDAD DE QUE CRISTO SEA EL ESPÍRITU VIVIFICANTE

  Algunas amistades me han aconsejado, diciendo: “Hermano Lee, no diga que Cristo es el Espíritu vivificante. Si usted dice eso, muchos cristianos se ofenderán”. Hace doce años, antes de impartir una serie de mensajes que luego serían publicados en el libro La economía de Dios, un amigo me dio el siguiente consejo: “La Biblia dice que Cristo es el Espíritu vivificante. Lo que usted declara no es contrario a las Escrituras. Pero si usted declara que Cristo es el Espíritu vivificante, usted ofenderá a las personas”. A esto yo le respondí: “Hermano, puesto que dijo que tal declaración concuerda con las Escrituras, ¿puede, por favor, concederme la libertad de pronunciarla? Mi carga reside en este asunto. Si usted no me permite hablar sobre esto, me quedaré desempleado y sin tener nada que hacer. Estoy familiarizado con otras doctrinas de la Biblia, pero no tengo la carga de hablar sobre ellas. Mi única carga consiste en ministrar que Cristo es el Espíritu vivificante. Sé que el cristianismo se levantará en contra de esta verdad. Me sorprendería si no hubiese oposición alguna”. Mi amigo se ofendió. Unas semanas después, di los mensajes sobre la economía de Dios. Su consejo fue para mí un aliento, debido a que ello avivó mi espíritu y me mostró la necesidad de completar la palabra de Dios.

  Si Cristo no fuera el Espíritu vivificante, ¿cómo podría Él estar en nosotros? Recientemente, varios hermanos se reunieron con los líderes de un grupo que se nos oponía. Ellos nos condenan por decir que Cristo es el Espíritu vivificante. Los hermanos les preguntaron cómo es que Cristo podía estar en ellos, si Él no fuera el Espíritu vivificante. Negaron que Cristo estaba en ellos, pero dijeron que el Espíritu Santo, quien representa a Cristo, estaba en ellos. ¡Cuánta tergiversación! No hay un solo versículo en la Biblia que diga que el Espíritu Santo representa a Cristo en nosotros. Ellos nos acusan de mancillar la persona de Cristo. Según ellos, Cristo es sólo el Hijo, y el Hijo nunca puede ser el Espíritu. Sin embargo, cuando los hermanos les consultaron acerca de 2 Corintios 3:17 —donde dice que “El Señor es el Espíritu”—, no tuvieron nada que decir. No estamos contendiendo por una doctrina. Tengo la experiencia suficiente para respaldar lo que les estoy diciendo en este capítulo. Si mi Cristo no fuera el Espíritu vivificante, ¿cómo podría yo vivir por Él hoy? Los que nos critican dicen que Cristo es solamente una persona que está sentada en el trono en los cielos y que es el Espíritu Santo quien entra en nosotros como Su representante. ¿De dónde obtienen ellos esta enseñanza? ¡Y ellos nos condenan de herejes! ¿Quiénes son los heréticos, aquellos que, como nosotros, creen en la Biblia según las letras impresas y claras, o aquellos que tergiversan la palabra de Dios? En cierto sentido, siento compasión por nuestros críticos porque se hallan bajo la influencia de conceptos tradicionales. No estamos discutiendo en pro de una doctrina. Estamos en pro del Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.

  De este mismo grupo, algunos discutieron con nuestros hermanos, diciendo: “Lucas 24 dice que después que Cristo resucitó, Él vino a Sus discípulos con un cuerpo de huesos y carne, y Sus discípulos le tocaron. ¿Cómo puede decir Witness Lee que Cristo llegó a ser un Espíritu vivificante después que resucitó? ¿No cree él en Lucas 24?”. Ellos pensaron que habían ganado el caso. Pero tener un poco de conocimiento es muy peligroso. Yo creo más en Lucas 24 que ellos mismos. Publiqué un libro donde expuse que el Cristo resucitado posee un cuerpo físico, no un cuerpo físico natural, sino un cuerpo resucitado. Por consiguiente, según su explicación, el problema es de ellos. Cristo posee un cuerpo físico de huesos y carne, pero Él se presentó en una habitación cerrada donde estaban Sus discípulos. ¿Cómo entró Él allí? No intentemos entender la Biblia con nuestra mente tan limitada. ¿Cómo es posible que un Cristo de carne y huesos puede estar en nosotros? No podemos explicar esto.

  En la Biblia todas las verdades tienen dos lados. Nada, ni siquiera un pañuelo superfino, puede existir si no tiene dos lados. Robert Govett ha escrito un folleto titulado The Two-foldness of Divine Truth, el cual traducimos al chino hace más de veintiocho años. Desde la perspectiva de Lucas 24, el cual creemos plenamente, el Cristo resucitado posee un cuerpo físico de huesos y carne. Éste no es un cuerpo natural sino un cuerpo resucitado. Por otra parte, la Biblia también dice que Cristo hoy es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). ¿Cómo podemos conciliar estas dos cosas? No lo sé, ni lo intentaré. Yo no puedo conciliar esto, porque no soy Dios. Sencillamente creo en estos dos aspectos. Puede ser que quienes nos critican estén en lo correcto, pero lo están en un solo aspecto. Ellos no deben condenar a nadie, estando ellos mismos miopes y escasos de conocimiento. Más bien, deberían volver a leer su Biblia, sin eliminar ningún versículo ni añadir palabra alguna. Si le quitan una palabra, perderán la bendición, y si le añaden cualquier cosa, recibirán la maldición. Debemos sencillamente recibir la Palabra pura, sea que la entendamos o no.

  Hay muchas cosas en nuestra vida humana que no entendemos. Todos los días ingiero diversos alimentos, pero entiendo muy poco sobre ellos. Si me negara a comer cualquier alimento hasta que no tuviese un entendimiento acerca del mismo, ya me hubieran enterrado hace tiempo. Yo nací antes que pudiera saber algo. Hasta hoy, no sé cómo fue mi nacimiento. Nosotros ignoramos muchas cosas. ¿Sabe usted en qué parte del universo vive hoy? Permítanme decirles algo a quienes nos critican. Ustedes tienen un conocimiento muy limitado. Si piensan que lo saben todo sobre la Trinidad, son insensatos. No podemos entender adecuadamente la Trinidad, porque es íntegramente un misterio. No obstante, es un hecho innegable, como se revela en la Biblia, que Cristo está en mí. Pero ¿cómo puede Él estar en nosotros si posee un cuerpo físico de huesos y carne? Yo no lo sé. Pero sí creo que Él tiene un cuerpo físico. Él está ahora en los cielos con un cuerpo físico en resurrección, y Él vendrá con un cuerpo físico. Todo ojo le verá. Hay muchas cosas en la Biblia que sencillamente no podemos conciliar. Si Cristo ya está en nosotros, ¿qué necesidad tiene de venir? Deben olvidarse de la conciliación; tomen la Palabra pura y preocúpense por tener experiencias. Lucharemos en contra de cualquier doctrina que hable de un Cristo a quien no se puede experimentar. La Biblia revela a un Cristo que podemos experimentar continuamente. Éste es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.

SER UN HOMBRE PERFECTO EN CRISTO

  En Colosenses 1:28 y 29 Pablo, refiriéndose a Cristo, dice: “A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según la operación de Él, la cual actúa en mí con poder”. Pablo anhelaba presentar perfecto en Cristo a todo hombre. La palabra perfecto se relaciona con la frase en Cristo. Cuando un hombre es perfecto en Cristo, él está calificado para presentarse a Dios. Alcanzamos tal perfección cuando crecemos, y crecemos al tener más vida. En Juan 10:10 Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Tener vida implica que uno ha sido regenerado, y tener vida en abundancia significa que uno ha crecido hasta la madurez. De nuevo, abarcaremos el punto crucial acerca de que Cristo tiene que ser el Espíritu vivificante. Si Cristo no fuera el Espíritu de vida, ¿cómo podría Él ser nuestra vida y suministro de vida? Sería imposible. No estamos contendiendo por una doctrina; contendemos en pro de la realidad de Cristo. Esta realidad, la realidad de que Cristo está en nosotros, ha sido pasada por alto y desatendida durante siglos. Éste es uno de los asuntos principales del recobro actual del Señor.

PELEAR ES NECESARIO

  En Colosenses 1:29 Pablo dice que él trabajaba, “luchando según la operación de Él, la cual actúa en mí con poder”. Pablo estaba trabajando, luchando, peleando. Si sencillamente predicamos el evangelio a fin de ganar almas, no tenemos necesidad de pelear. Muchos me consideran un estúpido porque ofendo a las personas. Pero en los ojos del Señor, soy sabio. Si yo no ofendiera a nadie, entonces sería la persona más estúpida. Si Cristo ha de ser lo que ministramos a fin de que la palabra de Dios sea completada, tenemos que pelear. No podemos evitar esta pelea debido a que Satanás es muy insidioso. Él usa muchas cosas para mantener preocupada a la gente. Incluso la religión es un instrumento que Satanás usa para ocupar al hombre. Por lo tanto, debemos luchar contra los conceptos tradicionales de la religión del presente. Debemos decirle a la gente que Cristo no tiene solamente un aspecto objetivo, sino que nuestro Cristo es muy subjetivo para nosotros. El que se une a Cristo es un solo espíritu con Él (1 Co. 6:17). No sólo Él es el Espíritu vivificante, sino que somos un solo espíritu con Él. ¡Cuán subjetivo es esto! Éste es el punto crucial por el cual luchamos.

EL PUNTO CRUCIAL: EL CRISTO QUE MORA EN NUESTRO SER

  Durante los últimos catorce años que he vivido en este país, no les he encargado a las hermanas a que estén sujetas a sus esposos. Yo no imparto tal enseñanza. Hice esto hace varios años atrás, pero no tuve éxito. Las hermanas siempre me decían: “Hermano Lee, lo que me dijo que hiciera sólo me sirvió dos días. ¿Ahora qué debo hacer? Y les daba otra enseñanza acerca de lo mismo. Pero era como inyectarles una droga que sólo duraba por poco tiempo. Después de unos pocos días, las hermanas regresaban a buscar otra inyección. Finalmente, dejé de hacer eso. Le dije al Señor: “¿No dice Tu palabra que las esposas deben estar sujetas a sus esposos?”. Leí Efesios 5 ante el Señor, y le dije: “Señor, yo no prediqué las enseñanzas de Confucio. Enseñé lo que dice Tu palabra santa en Efesios 5. ¿No es ésta Tu palabra? Llevo años de estar predicando esto, y no he tenido éxito. ¿Qué es lo que sucede?”. El Señor me dijo: “Hijo insensato, ¿no has visto que Efesios 5:18 habla de ser llenos en el espíritu? Después de decir esto, habla de que la esposa debe estar sujeta a su esposo y de que el esposo debe amar a su esposa”. Si uno tiene un auto sin gasolina, probablemente necesite empujarlo. Pero si el auto tiene lleno el tanque de gasolina, entonces uno podrá conducirlo sin ningún esfuerzo. Nunca volveré a empujar a nadie; soy una persona que disfruta una cantidad ilimitada de gasolina. Cuando somos llenos con Cristo en nuestro espíritu, entonces poseemos algo con lo cual podemos someternos y amar. Ésta es la manera de completar la palabra de Dios.

  El punto crucial en este pasaje de Colosenses es el Cristo que mora en nuestro ser. Pablo fue hecho ministro según la economía de Dios a fin de completar la palabra de Dios, esto es, a fin de dejar a todos bien claro esta verdad crucial de que Cristo está en nosotros. Esto es completar la palabra.

  Hoy en día, cuando conocen a los cristianos, ustedes descubren que se necesita la compleción de la palabra de Dios. Los cristianos saben que Dios creó los cielos y la tierra, que Jesús nació de la virgen María, que fue crucificado por causa de nuestra redención y que después de tres días resucitó. Nosotros también creemos esto. Ellos también saben que la sangre de Jesús quita nuestros pecados. Sabemos esto y creemos esto, cuando menos tanto como ellos lo hacen. Sin embargo, entre los cristianos, a la gran mayoría le hace falta saber una cosa: el hecho de que Cristo está en nosotros en este preciso momento. Este Cristo no es tan sencillo. Si hemos de completar la palabra de Dios, debemos dar énfasis a esta verdad crucial: Cristo es el Espíritu vivificante.

EL ESPÍRITU COMPUESTO

  Este Espíritu vivificante es el Espíritu compuesto. Muchas personas nunca han oído esta expresión. Por lo tanto, ustedes deben ayudarles a estudiar la tipología para que puedan ver el ungüento santo, el cual era un compuesto de varias especias (Éx. 30:22-33). Este ungüento estaba compuesto de cuatro especias mezcladas con aceite de oliva. Anteriormente, el aceite era simplemente aceite, pero después que se le añadían las especias, el aceite llegaba a ser un compuesto. Una de las especias representa la muerte de Cristo y otra, la resurrección de Cristo. Si uno lee cuidadosamente, verá que todas las especias aluden a la naturaleza humana de Cristo. Esto implica que en el Espíritu compuesto se halla la humanidad de Jesús, así como Su crucifixión, resurrección y ascensión. Éste es el Espíritu todo-inclusivo que da vida y quien es Cristo mismo. Durante los últimos años, se han liberado muchos mensajes en este respecto.

LA MEZCLA DE DIOS Y EL HOMBRE

  Según la tipología, la ofrenda de harina contenía aceite mezclado con flor de harina (Lv. 2:5). Aun la versión King James usa la palabra mezclado en Levítico 2. Muchos nos han criticado por emplear la palabra mezclar, diciendo: “¿Cómo es posible que Dios pierda Su naturaleza y se mezcle con otra?”. No tiene sentido discutir de esta manera. Cuando el aceite se mezcla con la harina fina, éste no pierde su naturaleza. Cuando se sumerge el té en el agua para hacer una taza de té, ni el té ni el agua pierden su naturaleza. Es absurdo afirmar tal cosa. Aunque los dos se mezclan, siguen siendo dos elementos diferentes.

  No obstante, algunos cristianos se ofenden cuando hablamos de completar la palabra de Dios. Dado que les falta la compleción, pasan por alto muchas cosas. En vez de tener toda la semilla con la cáscara y el núcleo, apenas tienen una parte de la cáscara. Nos condenan de herejes, por el hecho de que tenemos el núcleo y la cáscara. Si usted está en contra de lo que estoy diciendo, entonces probablemente usted no obtenga la bendición. Puedo testificar que he venido aquí con mucha bendición. No he sufrido ninguna pérdida, pero usted quizá si lo haga. En todos los mensajes que he dado los últimos años, no he hecho otra cosa que hablar de la compleción de la palabra de Dios. Muchos pueden decir que nunca antes habían oído estas cosas. La razón de ello es que había una gran escasez. Ahora, agradecemos al Señor que en Su recobro estamos viendo la compleción de la palabra de Dios.

NECESITAMOS REVELACIÓN Y APRENDIZAJE

  No podemos completar la palabra de Dios de forma plena en un corto tiempo. Aunque he dado cientos de mensajes durante los últimos doce años, la palabra de Dios todavía no ha sido completada. No esperen hacer una obra rápida. Más bien, prediquen el evangelio con el fin de completar la palabra de Dios. Completar quiere decir abarca todos y cada uno de los puntos. Si sólo hablo del núcleo y no de la cáscara, dicho punto quedaría incompleto. Debemos hacer una exposición completa desde todo ángulo y en todo aspecto, punto y elemento. Sólo entonces será completada la palabra de Dios. Al contactar a las personas, no esperen que ellas serán salvas de la noche a la mañana. Incluso después que ellas sean salvas, requerirán compleción. No se decepcionen al oír esto. Todos ustedes necesitan mucho aprendizaje. Hay muchísimos asuntos que tienen que saber, como: Dios, Cristo, el Espíritu Santo, el diablo, el pecado, la redención, la eficacia de la sangre prevaleciente de Cristo, la justicia objetiva y la justicia subjetiva, la santidad objetiva, la santificación subjetiva, la redención de su cuerpo, la manera en que Cristo mora en su espíritu y la diferencia entre el espíritu y el alma. Sin exagerar, puedo afirmar que hay muchos, muchísimos asuntos que ustedes deben conocer.

  Cuando contacten a las personas, no les prediquen; en vez de ello, deben alcanzarlas al internarse en la situación de ellas, o en las circunstancias y en la condición en que ellas se encuentran. Si tienen contacto con una persona de esta manera, se darán cuenta de cuál es la palabra que ella está en condición de recibir. Si ella no está lista para oír de la redención, no hagan mención de la misma. Si le hablaran de la redención, ella no recibirá esa palabra. Deben ser como un médico que dispensa diferentes clases de medicinas. Cuando un “paciente” acude a ustedes, deben ejercer discernimiento para saber cuál es la medicina apropiada para su condición. Después de varios días, tal vez sea necesario cambiar el medicamento. Debemos aprender y practicar esto, porque, a la larga, será de provecho.

  Tampoco deben seguir el camino del supuesto pueblo de Jesús. Apenas hace pocos años miles de personas fueron bautizadas en el mar, pero ¿dónde están ellas hoy? El Señor desea obtener un testimonio viviente. Siempre y cuando Él obtenga algunas personas como Su testimonio viviente, no importa si el número de ellas es grande o pequeño. Tenemos que ganar aquellas personas que están disponibles para el recobro del Señor de manera práctica. Si vemos que el deseo del Señor es obtener un testimonio viviente, entonces no tendremos la expectativa de que las personas se salven muy rápido. Más bien, preferiremos laborar en ellas, esto es, completar en ellas la palabra de Dios.

  Después de cierto tiempo, ustedes verán que la persona en la cual han estado laborando está lista para recibir cierto asunto en particular. Luego, deberán ayudarle en relación con ese mismo asunto. Para ello, tienen que contar con cierto aprendizaje, cierta revelación, acerca de Dios, Cristo, la cruz, la redención, la vida divina, el nacimiento nuevo, y muchas otras cosas más. No deben pensar que hay demasiadas cosas que aprender. Frecuentemente, al contactar a las personas, uno se dará cuenta de que le hace falta conocimiento en determinado asunto. Hace algunos años atrás, preparamos un himnario que contenía mil ochenta himnos. Pese a que éste es un número considerable, cuando nos hallamos en cierta situación nos damos cuenta de que no contamos con un himno apropiado para aplicarlo a dicha situación. Pero si tenemos cánticos en abundancia, entonces, no importa cuál sea la situación, tendremos un himno apropiado para tal situación. De igual manera, si nuestra revelación y aprendizaje en el Señor son abundantes, seremos aptos para ayudar a las personas en cualquier clase de situación.

PRODUCIR HIJOS ESPIRITUALES Y CUIDAR DE ELLOS

  La gente no puede asimilar todo de una sola vez. Los que adquieren una educación universitaria pasan al menos dieciséis años estudiando, es decir, invierten seis años en la escuela primaria, tres años en la escuela intermedia, tres años en escuela secundaria y cuatro años en la universidad. Si ustedes desean obtener una maestría o un doctorado, deben invertir aún más tiempo. Según el modelo que vemos en Pablo, no solamente debemos ayudarles a las personas a ser salvas, a ser perdonadas de sus pecados y a ser regeneradas, sino que también debemos ayudarles a crecer. Una madre no sólo da a luz un hijo, sino que cuida de él por dieciocho años cuando menos. No se aferren al concepto de que mientras la persona sea salva, todo estará bien. Eso es semejante a una madre que desatiende a su hijo tan pronto nace. Si ustedes hacen esto, ustedes son crueles y carecen de bondad. Debemos amar a nuestros bebés y cuidar de ellos.

  Pablo dice: “Aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio” (1 Co. 4:15). Él también habla de Timoteo como su “verdadero hijo en la fe” (1 Ti. 1:2). Todos debemos adoptar este mismo concepto. Los que se han convertido y son hijos nuestros, deben ser preciosos para nosotros. Si, comenzando el día de hoy, todos quedamos impresionados con el hecho de que es así como el Señor extiende el alcance de Su recobro y si lo ponemos en práctica, dentro de un año tendremos un hijo en la fe. Es un deseo muy humano que las parejas casadas anhelen tener hijos, pero a los ojos de Dios esto no es tan crucial como tener hijos en la fe. Nuestros hijos en la carne sólo sirven para crucificarnos. Yo crucifiqué a mi madre una y otra vez, y he sido crucificado por mis hijos muchas veces. Alabamos al Señor porque hay otra clase de hijo: un verdadero hijo en la fe. Es adorable e invaluable tener un hijo en la fe. Espero que en unos pocos meses muchos de nosotros “estén encintas” y que al final del año hayan dado a luz un hijo. Si el Señor demora Su venida, uno puede dar a luz un hijo en la fe anualmente. Luego, algunos de ellos podrían llegar a ser ancianos en las iglesias o ministros de la Palabra en el recobro del Señor. ¡Esto sería maravilloso!

  Todos debemos poner esto en práctica. En términos humanos, necesitamos mucho aprendizaje y, en términos espirituales, necesitamos muchísima revelación. Entonces podremos ayudar a las personas y alimentarlas. Si uno posee este aprendizaje y revelación, sabrá cuál es el tiempo indicado para impartirle el suministro a la persona en la cual estamos laborando. Espero que muchos de ustedes practicarán esto, no sólo por sí solos, sino en grupos que se reúnen para orar, tener comunión y aprender juntos. Creo que el Señor nos proveerá la gracia necesaria. Entonces en Su recobro tendremos el fundamento sólido para obtener el incremento adecuado.

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