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Mensajes del libro «Especialidad, la generalidad y el sentido práctico de la vida de la iglesia, La»
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La especialidad, la generalidad y el sentido práctico de la vida de la iglesia

PREFACIO

  Los capítulos de este libro constan básicamente de mensajes dados durante un tiempo de entrenamiento en el verano de 1971 en Los Angeles, California. Cubren la especialidad, la generalidad y el sentido práctico de la vida de iglesia. La especialidad de la vida de iglesia es la fe (Ap. 14:12; Gá. 1:23; 2 Ti. 4:7). que se compone de las creencias respecto a la Biblia, Dios, Cristo, la obra de Cristo, la salvación y la iglesia. Todo cristiano real comparte las mismas creencias respecto a esta fe común (Tit. 1:4), nuestra fe cristiana. Esta fe es única en su género y es la base de la unidad genuina de todos los creyentes. Cuando el Cuerpo de Cristo está dividido, pierde todo; pero ha sido dividido una y otra vez, principalmente debido al énfasis exagerado de ciertas creencias fuera de aquéllas que constituyen la fe. Las creencias fuera de aquéllas que constituyen la fe tienen mucha discordia y disputa. Aun puede ser que estas creencias se conviertan en vientos de enseñanza (Ef. 4:14), arrastrándonos lejos de la unidad de la fe (Ef. 4:13).

  Respecto a la fe debemos ser muy específicos y particulares (Jud. 3; 1 Ti. 6:12); sin embargo, respecto a las otras cosas debemos seguir el ejemplo de Pablo y ser generales, sin insistir nunca que otros crean como nosotros (Ro. 14:1-8). Poseer tal espíritu de generalidad es la generalidad de la vida de iglesia. Si somos especiales e insistimos en otra cosa que la fe común, la unidad seguramente será dañada, y ocurrirán las divisiones.

  La cosa principal, la primera cosa, en el sentido práctico de la vida de iglesia, es la vida y el crecimiento en vida. Para la experiencia y el disfrute de la vida necesitamos alimentarnos de Jesús (Jn. 6:35, 57). La mejor forma de comer y participar de El, quien es vida, es ejercitar nuestro espíritu invocando Su nombre y orar-leyendo Su Palabra. El sentido práctico de la vida de iglesia también incluye el ministrar la enseñanza saludable, la palabra saludable, el profetizar de todos los santos en las reuniones, el practicar el amor fraternal, el ejercitar la obediencia sin ninguna práctica de señorío humano, el ser un miembro que funciona y el practicar el sacerdocio universal. Además, incluye el impartir la vida a otros para producirlos como fruto, el cuidar de otros alimentándolos y nutriéndolos, y el extender el testimonio del Señor por medio de la migración.

  Aquéllos que estábamos en las reuniones cuando fueron liberados estos mensajes, nunca podemos olvidar su oportunidad e impacto. La visión de todos estos puntos se forjó profundamente dentro de nosotros. Mientras el Señor continúa extendiendo Su recobro por toda la tierra, este libro, creemos, llenará una necesidad vital y será de inmensa ayuda práctica para todas las iglesias locales. Estamos agradecidos que esta palabra pueda hacerse disponible para todos los hijos del Señor, en todo lugar en este tiempo. También, oramos para que El nos conceda tal realidad en todas las iglesias locales.

  Irving, Texas Benson Phillips Julio de 1983

Respecto a Cristo

  Cristo era el propio Dios en la eternidad (Jn. 1:1) y llegó a ser hombre en el tiempo (Jn. 1:14). Su deidad es completa y Su humanidad es perfecta. Por esto, El es tanto Dios como hombre (Jn. 20:28; Ro. 9:5; Jn. 19:5; 1 Ti. 2:5), poseyendo tanto la divinidad como la humanidad.

  Como hombre El fue ungido por Dios con el Espíritu (Mt. 3:16; Jn. 1:32-33; Lc. 4:18-19), para llevar a cabo el propósito eterno de Dios. Por esto, El es el Cristo, el Ungido (Mt. 16:16; Jn. 20:31).

  El es el Hijo de Dios (Jn. 20:31), quien es la imagen de Dios (Col. 1:15), el resplandor de la gloria de Dios y la imagen precisa de Su substancia (He. 1:3), subsistiendo en la forma de Dios e igual con Dios (Fil. 2:6; Jn. 5:18); toda la plenitud de la Deidad habita en El corporalmente (Col. 2:9). Por esto, El es Dios mismo (He. 1:8).

  Como el Hijo de Dios El vino en la carne con (gr. pará, desde con) el Padre (Jn. 6:46) y en el nombre del Padre (Jn. 5:43); por esto, El es llamado el Padre (Is. 9:6). El era con Dios, y era Dios en la eternidad pasada (Jn. 1:1-2), no solamente coexistiendo, sino también siendo coinherente con el Padre todo el tiempo (Jn. 14:10a, 11a; 17:21). Aun mientras estuvo en la carne sobre la tierra, el Padre estaba con El (Jn. 16:32). Por esto, El y el Padre eran uno (Jn. 10:30), trabajando en el nombre del Padre y con el Padre (Jn. 10:25; 14:10b), haciendo la voluntad del Padre (Jn. 6:38; 5:30), hablando la palabra del Padre (Jn. 3:34a; 14:24), buscando la gloria del Padre (Jn. 7:18), y expresando al Padre (Jn. 14:7-9).

  Como el Dios eterno El es el Creador de todas las cosas (He. 1:10; Jn. 1:3; Col 1:16), y como hombre que vino en la carne (1 Jn. 4:2) con sangre y carne físicas (He. 2:14), El es una criatura, el Primogénito de toda la creación (Col. 1:15b). Por esto, El es ambos, el Creador y la criatura.

  Como el Enviador y el Dador del Espíritu (Jn. 15:26; 16:7; 3:34b), a quien el Padre envió en Su (el del Hijo) nombre (Jn. 14:26), el Hijo, siendo el último Adán en la carne, se hizo el Espíritu que da vida por medio de la muerte y la resurrección (1 Co. 15:45b; Jn. 14:16-20), quien recibió todo lo que es del Hijo (Jn. 16:14-15), para testificar respecto del Hijo y glorificar al Hijo (Jn. 15:26; 16:14), y quien es el aliento del Hijo (Jn. 20:22). Por esto, El también es el Espíritu (2 Co. 3:17) para permanecer de manera coexistente y coinherente con el Hijo y el Padre en los creyentes (Jn. 14:17, 23; Ro. 8:9-11), para ser el Dios Triuno que es el Espíritu (Jn. 4:24) mezclado con los creyentes como un espíritu (1 Co. 6:17) en el espíritu de ellos (Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22). Con el tiempo, El llegó a ser los siete Espíritus de Dios (Ap. 1:4; 4:5), quienes son los siete ojos del Hijo, el Cordero (Ap. 5:6).

  Como Dios que se hizo hombre, El es nuestro Salvador (Lc. 2:11; Jn. 4:42) por el nombre de Jesús: Jehová nuestro Salvador, nuestra Salvación (Mt. 1:21). Como el Cordero de Dios inmolado en la cruz y que derramó Su sangre física por nuestro pecado y pecados, El es nuestro Redentor (Jn. 1:29; 1 P. 2:24; He. 9:26, 28; 1 P. 1:18-19). Como el Cristo ascendido El es el Señor de todo (Hch. 2:36; 10:36), la Cabeza de todas las cosas (Ef. 1:22), la Cabeza de la iglesia (Col. 1:18), y el Señor de señores y el Rey de reyes (Ap. 19:16).

  En resurrección El es nuestra vida (Col. 3:4), el que vive en nosotros (Gá. 2:20), y el poder y la sabiduría de Dios para nosotros para ser nuestra justicia, santificación y redención (1 Co. 1:24, 30). Por esto, en El todos los atributos de Dios llegan a ser nuestras virtudes, y El es el contenido, el todo en todo, del nuevo hombre (Col. 3:11).

  Por esto, vemos que Cristo es todo: Dios, hombre, el Creador, la criatura, el Padre, el Hijo, el Espíritu, el Salvador, el Redentor, el Señor, la Cabeza de todo, la Cabeza de la iglesia, el Señor de señores y el Rey de reyes. Como tal El es nuestra vida, justicia, santificación, redención, y todo en todo. ¡Alabémosle!

Respecto a la obra de Cristo

  Cristo primero se hizo hombre en la encarnación (Jn. 1:14), y murió en la cruz por nuestra redención (1 P. 2:24; Ap. 5:9). Luego El se levantó de los muertos para nuestra regeneración (1 P. 1:3), ascendió a los cielos para ser el Señor de todo (Hch. 2:33, 36; 10:36), y volverá como el Novio para la iglesia (Jn. 3:29; Ap. 19:7), y el Rey de reyes de todas las naciones (Ap. 19:16). Estos son los principales aspectos de la obra de Cristo. Estos aspectos incluyen Su encarnación, Su crucifixión, Su resurrección, Su ascensión y Su regreso. Ningún cristiano genuino tiene ningún argumento sobre estos aspectos de la obra de Cristo.

Respecto a nuestra salvación

  Un pecador debe arrepentirse a Dios (Hch. 2:38; 26:20), y creer en Cristo (Jn. 3:16; Hch. 16:31) para el perdón de los pecados (Hch. 10:43), para la redención (Ro. 3:24), para la justificación (Hch. 13:39), y para la regeneración (Jn. 3:6), a fin de que tenga la vida eterna (Jn. 3:36) para ser hecho un hijo de Dios (Jn. 1:12) y un miembro de Cristo (1 Co. 12:27). Esta es nuestra salvación por Dios por medio de la fe (Ef. 2:4-9).

Respecto a la iglesia

  La iglesia, compuesta de todos los creyentes genuinos en Cristo, como el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23; Col. 1:24), es universalmente una (Ef. 4:4), y la iglesia local como la expresión del Cuerpo de Cristo es localmente una: una ciudad, una iglesia (Ap. 1:11).

LA ESPECIALIDAD DE LA VIDA DE IGLESIA

  Estos son los seis puntos principales de la fe cristiana correcta. Todos los cristianos reales no tienen disputa alguna acerca de estos puntos. Puede que algunos disientan con el punto de una ciudad, una iglesia, pero como cristianos adecuados tenemos que creer que la iglesia es localmente una así como universalmente una. Como el Cuerpo de Cristo, la iglesia es universalmente una; como la expresión del Cuerpo de Cristo, una iglesia local es localmente una. Esto no significa, sin embargo, que un creyente real en Cristo que no esté de acuerdo con una ciudad, una iglesia, no sea salvo. Todavía él o ella es salvo, pero hay algo que falta, no para la salvación, sino para la vida de iglesia adecuada.

  La fe es la especialidad de la vida de iglesia. Esto es algo muy específico, muy especial. Respecto a estos puntos de nuestra fe cristiana no debe haber argumento. Si vamos a pelear por algo, tenemos que pelear por esto. No es necesario que peleemos por otras cosas. Tenemos que pelear la buena batalla de tal fe (1 Ti. 6:12). Tenemos que contender por tal fe (Jud. 3). Tenemos que enseñar y predicar tal fe.

EL VIENTO DE DOCTRINA

  Cuando Pablo, que entonces era llamado Saulo, estaba persiguiendo a la iglesia, él intentaba destruir esta fe. Sin embargo, el Señor lo captó, y entonces él se convirtió en un predicador de la fe que una vez destruía (Gá. 1:23). Nuestro pelear debe ser por esta fe. Tenemos que diferenciar esta fe de otros tipos de doctrina. Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”, y luego en el versículo 14 está el viento de doctrina. En estos dos versículos hay la fe, y hay doctrina. El guardar del sabat y la circuncisión son doctrinas. La enseñanza de cubrirse la cabeza es un cierto tipo de doctrina. El lavamiento de los pies es otro tipo de doctrina. La aspersión o la inmersión también es otro tipo de doctrina. También está el comer y el beber de Cristo, el orar-leer, el hablar en lenguas y la curación divina, así como otros tipos de doctrinas y prácticas. No debemos pensar que ninguna de estas doctrinas o prácticas están incluidas en la especialidad de la vida de iglesia.

  ¿En qué tiempo debemos tener la mesa del Señor, en la mañana o en el anochecer? Esto es un tipo de doctrina. ¿Cuántas veces debemos tener la mesa del Señor, una vez a la semana o cada día? Esto también es un tipo de doctrina. ¿Debemos usar pan leudado o pan sin levadura? Esto es otro tipo de doctrina. Cuando uno ora, ¿debe cerrar sus ojos o debe alzar sus ojos hacia los cielos? Esto también es un tipo de doctrina. Todas éstas son doctrinas y tienen mucha disputa.

DIVIDIDOS POR DOCTRINAS

  Durante los cinco últimos siglos, desde el tiempo de Martín Lutero y la Reforma, los cristianos han sido divididos por todos los tipos de doctrina. Las divisiones han resultado casi totalmente del énfasis exagerado de las doctrinas. Por ejemplo, John Nelson Darby tomó la iniciativa para decir que todos los dones milagrosos y sobrenaturales están dispensacionalmente terminados pero el llamado pueblo pentecostal y el pueblo carismático de hoy creen que todavía están aquí. Aun entre éstos hay creencias diferentes. Algunos dicen que una persona puede ser regenerada, pero que nunca podría ser bautizada en el Espíritu Santo sin hablar en lenguas. Otros hasta dicen que uno no puede ser regenerado sin hablar en lenguas.

  Con el asunto de la curación divina, hay escuelas de opinión. Algunos, como George Müller, creen en la curación divina, no el la forma de los dones, sino en la forma de la gracia. En su autobiografía él nos dijo que cuando era joven era muy débil, pero vivió por noventa y tres años. El experimentó la curación del Señor por gracia, pero los carismáticos o los creyentes pentecostales dicen que la curación es por los dones.

  Sólo el asunto de en qué nombre bautizar a la gente tiene escuelas de opinión. Algunos dicen que debemos bautizar a la gente en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Otros dicen que en el nombre del Señor Jesucristo.

  Referente al rapto, hay diferentes escuelas de enseñanza, tal como el rapto pretribulación, el rapto postribulación, y el rapto parcial. Estas son doctrinas. Ninguna de ellas es un punto de la fe.

  Ha habido enseñanzas sobre enseñanzas, y todos los cristianos han sido divididos y todavía están siendo divididos por las diferentes doctrinas. Entre los Hermanos hoy día hay cientos de divisiones. Ellos empezaron en 1828 o 1829, y en 1919 conforme a un registro que leímos en aquel tiempo, la estadística mostró que dentro de aquellos noventa años los Hermanos se dividieron en ciento cincuenta divisiones, principalmente debido a muchas enseñanzas diferentes.

OCUPANDOSE SOLAMENTE DE LA FE

  Todos los cristianos son iguales en la fe, pero podemos ser muy, muy diferentes en las doctrinas. ¿Ustedes creen que todos seremos iguales en las doctrinas? ¿Cuando será aquel tiempo? Yo apenas puedo creer que dos de nosotros podríamos alguna vez ser absolutamente iguales en doctrina. ¿Entonces qué enfatizaremos? ¿Enfatizaremos las doctrinas? En tal caso, nos volveríamos divisivos y con el tiempo estaríamos divididos. No debemos enfatizar las doctrinas, sino solamente nuestra fe cristiana. Podemos enfatizar esto porque con la fe no hay argumento. En la fe no tenemos problemas. Todos somos iguales.

LA NECESIDAD DE CRECER

  Sin embargo, todos hemos sido infectados, influenciados, dañados, distraídos y hasta divididos por todos los tipos de doctrinas. Por lo tanto, necesitamos crecer, y mientras crecemos, llegaremos a la unidad de la fe (Ef. 4:13). Mientras más crecemos, menos enfatizamos las doctrinas. Todas las doctrinas son como juguetes. Mientras más infantiles somos, más nos gusta jugar con los juguetes de la doctrina. Un hombre maduro, especialmente un abuelo, no tiene interés en juguetes. Mientras más maduros somos, menos juguetes tenemos. Así todos necesitamos crecer, hasta que lleguemos a la unidad única de la fe.

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