
Lectura bíblica: Ap. 1:4-5a; 4:5; 5:6; 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; Ro. 8:2; Jn. 20:22; Hch. 1:8; 2:2, 4, 17; Ap. 22:17a; 21:1—22:5
Ya vimos que en el Antiguo Testamento el Espíritu es revelado simplemente como el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová y el Espíritu de santidad. Sin embargo, al llegar al Nuevo Testamento la revelación acerca del Espíritu es muy complicada. Según la revelación neotestamentaria, el Espíritu ha pasado por varias etapas. Es claro que a lo largo de todo el Antiguo Testamento El era el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová y el Espíritu de santidad. Durante esos cuatro mil años de historia de la humanidad, el Espíritu de Dios nunca cambió. Pero decir que Dios el Espíritu nunca cambió sería un gran error. Esto se debe a que después de cuatro mil años de historia, el Dios Triuno mismo entró en un período en el cual pasó por muchos procesos. Estos procesos son la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Ahora El está llevando a cabo Su ministerio celestial, el cual concluirá en Su segunda venida.
Hebreos 1 dice que El no vendrá por segunda vez como el Unigénito de Dios, sino como el Primogénito de Dios (vs. 5-6). Como el Unigénito de Dios, El sólo posee la naturaleza divina. Pero la segunda vez que venga lo hará no solamente según Su condición divina sino según Su condición humana. Antes de encarnarse, Cristo, el Divino, ya era el Unigénito de Dios (Jn. 1:18; Ro. 8:3). Al encarnarse se vistió de un elemento, la carne humana, la cual no tiene nada en común con la divinidad. Luego pasó por la muerte y entró en la resurrección. En la resurrección, Su humanidad fue “hijificada”, fue hecha divina. La resurrección fue un nacimiento para Cristo (Hch. 13:33), y en ese nacimiento Cristo en Su humanidad nació como Primogénito de Dios (Ro. 8:29; 1:4). En la resurrección El puso Su naturaleza humana en la filiación divina. Ahora, como el Primogénito de Dios, El posee tanto la naturaleza humana como la divina.
Además, como Primogénito, El produjo muchos hijos con el mismo nacimiento y en el mismo día. En el día de Su resurrección, no sólo El sino también todos los escogidos de Dios fueron engendrados (1 P. 1:3). Puesto que El era el Primogénito, sin duda muchos otros le siguieron. Millares de personas nacieron con El aquel mismo día, el día de la resurrección. El fue el Primogénito, y nosotros somos los muchos hijos de Dios.
Además, en la resurrección El llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), lo cual constituyó la consumación de los procesos de Dios. Dado que el Dios Triuno pasó por tantos procesos, ¿cómo sería posible que el Espíritu de Dios siguiera igual, sin cambio alguno? En realidad, el Espíritu de Dios pasó por un gran cambio. El Espíritu llegó a ser el Espíritu Santo a fin de que Cristo viniese a la humanidad, es decir, para que fuese concebido (Mt. 1:18, 20). En ese momento el Espíritu de Dios entró en una nueva era con un nuevo título: el Espíritu Santo. En realidad, la traducción literal de el Espíritu Santo es “el Espíritu el Santo”. Esto significa que el Espíritu es el Santo. Solamente Dios es “el Santo”. En la era neotestamentaria lo primero que Dios hizo fue entrar en el hombre con el propósito de hacerlo Dios, no en la Deidad, sino en vida y naturaleza. El vino a ser Dios en el hombre para que el hombre llegase a ser Dios y así fuese santo. Ahora ya no sólo Dios es santo, sino que el hombre creado por Dios también puede ser santo (Ef. 1:4; 1 P. 1:15-16).
Al comienzo del Nuevo Testamento vemos al Espíritu Santo, el cual todavía no era “el Espíritu”. Esto es revelado en Jn. 7:39, donde dice: “Aún no había el Espíritu” (gr.). Aún no había el Espíritu porque Jesús en Su humanidad no había sido aún glorificado. Debido a que Jesús en Su humanidad aún no había pasado por ningún cambio, el Espíritu Santo que produjo a Jesús mediante la concepción y el nacimiento seguía igual, sin cambio alguno. El Espíritu que habría de fluir de los creyentes como ríos de agua viva comenzó a existir cuando Jesús fue resucitado en Su gloria. Hoy en día esta verdad es un gran “faltante” entre los cristianos. Andrew Murray dijo que cuando “el Espíritu” llegó a existir, comenzó una “nueva era”, una nueva época. El tuvo la valentía de decir que la humanidad fue constituida en el Espíritu. Desde la resurrección de Cristo, todo lo que había sido constituido y forjado en Cristo fue consumado en el Espíritu. Hoy día el Espíritu de Dios es “el Espíritu” que fluye como ríos de agua viva de los que creen en Cristo.
En 1 Corintios 15:45 leemos: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Este es otro “faltante” entre los cristianos de hoy. El postrer Adán era Jesús en la carne. El vivió en la carne por treinta y tres años y medio. Luego, por medio de la resurrección, cambió y llegó a ser el Espíritu vivificante. La palabra griega traducida “fue hecho” es la misma palabra usada en Juan 1:14: “Aquel Verbo fue hecho carne”. Así que, el Espíritu cambió, de ser el Espíritu de Dios a ser el Espíritu que da vida, el Espíritu vivificante. El versículo 45 del capítulo 15 de 1 Corintios es un gran versículo de la Biblia. Actualmente algunos cristianos prestan mucha atención a Juan 1:14, pero no ven que el postrer Adán, quien era de carne, fue hecho algo más. En el primer paso El era el Verbo en el proceso de llegar a ser carne. En el segundo paso El era la carne en el proceso de llegar a ser el Espíritu vivificante. Es menester que veamos esto.
El tercer “faltante” entre los cristianos de hoy consiste en que no ven que el Espíritu vivificante es la consumación del Dios Triuno. Cuando la resurrección de Cristo fue acabada, El reveló a Sus discípulos este título divino: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Mt. 28:19). El pasó por la encarnación, el vivir humano y la muerte, y entró en la resurrección. En la resurrección, el Dios Triuno tuvo Su consumación cuando Jesús fue hecho el Espíritu vivificante. Por tanto, este título —el Padre, el Hijo y el Espíritu— no fue claramente revelado por completo sino hasta que la resurrección fue completada. La consumación de la Trinidad Divina es el Espíritu consumado.
Además, en la Biblia se puede ver claramente que el Espíritu vivificante fue compuesto. El es el Espíritu compuesto, y dentro de El no sólo se encuentra el elemento divino sino también el elemento humano. Por eso aprecio mucho el capítulo 5 del libro de Andrew Murray el Espíritu de Cristo. Andrew Murray tuvo la valentía de recalcar varias veces que ahora la naturaleza humana es un ingrediente del Espíritu. El aceite compuesto de Exodo 30 constituye un tipo maravilloso del Espíritu compuesto que unge. Según este tipo, la eficacia de la muerte de Cristo y el poder de la resurrección de Cristo son ingredientes del Espíritu compuesto. Hoy día el Espíritu es un ungüento. Un solo ingrediente no puede ser un ungüento. Un ungüento está constituido por varios elementos. Este es el cuarto “faltante” de hoy en día.
El quinto “faltante” es los siete Espíritus de los que se habla en el libro de Apocalipsis (1:4; 4:5; 5:6). Para estudiar la definición del Espíritu tenemos que estudiar a fondo los cinco “faltantes” abarcados en estos mensajes. El Espíritu vivificante es el Espíritu compuesto, y este Espíritu compuesto es los siete espíritus.
El libro de Apocalipsis revela que los siete Espíritus son el Espíritu siete veces intensificado para tratar con la degradación de la iglesia en la edad de tinieblas. A finales del primer siglo la iglesia ya se había degradado. Los apóstoles Pablo, Pedro y Juan enfrentaron esta degradación en sus epístolas, especialmente en 2 Timoteo, 2 Pedro y las tres epístolas de Juan. La degradación de la iglesia comenzó a finales del primer siglo y ha continuado hasta ahora.
Durante los pasados diecinueve siglos, por un lado Dios ha estado llevando a cabo Su economía; por otro lado, Satanás ha estado produciendo un caos. Acerca de este tema, publicamos un libro titulado El caos satánico en la vieja creación y la economía divina para la nueva creación. El caos satánico y la economía divina van juntos. Al final, el caos satánico será exterminado en el lago de fuego, y la economía divina tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén. En el universo existe el día y también la noche. Cuando vemos la iglesia durante el día, debemos estar preparados para recibir la noche. Pero si estamos en la noche, no debemos desalentarnos. Pronto llegará el día. Por causa de la degradación en la edad de tinieblas, Dios ha intensificado siete veces Su Espíritu.
Cuando el Señor estuvo en la tierra por treinta y tres años y medio, El hizo todo mediante el Espíritu, pero el Espíritu todavía era uno solo. En el caso de los primeros apóstoles durante el Pentecostés, el Espíritu también era uno solo. Pero en la era de Apocalipsis el Espíritu ha sido intensificado siete veces. Este Espíritu intensificado tiene como fin que seamos vitalizados, que seamos vencedores en la degradación de la iglesia. A finales del siglo primero, no era fácil ser vencedor. Hoy día tampoco lo es para nosotros. En la edad de tinieblas necesitamos el Espíritu siete veces intensificado. Muchos cristianos aprecian lo narrado en los cuatro evangelios y en los Hechos en tiempos de Pedro, pero deberían apreciar más lo que tenemos ahora. Hoy día experimentamos al Espíritu siete veces intensificado. Para ser vencedores necesitamos este Espíritu.
El libro de Apocalipsis trata de los vencedores, y los vencedores son los mártires. En Apocalipsis 12 el hijo varón está compuesto de los mártires vencedores, contados a partir de Abel (v. 5). Luego todos los vencedores que están de pie sobre el mar de cristal serán martirizados por el Anticristo durante los tres años y medio de la gran tribulación (v. 2). Los vencedores de quienes se habla en Apocalipsis son mártires de Dios. Ellos vivieron como mártires por medio del Espíritu siete veces intensificado.
Durante la rebelión de los bóxers en China, muchos cristianos fueron martirizados en nombre del Señor. Un hermano joven que era negociante en Pekín, la antigua capital, me contó una historia de una joven que fue martirizada ahí. Un día los bóxers pasaban gritando por la calle. Todas las tiendas habían cerrado y el hermano observaba desde su tienda a través de un orificio de la puerta. Vio en medio de los bóxers a la joven, quien cantaba y alababa a Dios mientras era llevada para ser ejecutada. Al hermano le maravilló que esa muchacha tan joven no estuviera atemorizada en esa aterradora situación y decidió averiguar qué hacía ser tan valiente a esa muchacha. Debido a eso, fue salvado por el Señor y se volvió predicador. Más tarde vino a mi pueblo y me contó esta historia. ¿Por qué era tan fuerte esa joven? Sólo por medio del Espíritu siete veces intensificado ella podía ser tan fuerte. Para ser los mártires vencedores de hoy, necesitamos experimentar este Espíritu.
En Apocalipsis 1 el Espíritu siete veces intensificado es mencionado como segundo de la Trinidad Divina en vez de como tercero, lo cual indica que ha sido intensificado (vs. 4-5a).
Apocalipsis 4:5 dice que los siete Espíritus son los siete candeleros que arden delante del trono de Dios para llevar a cabo la administración divina que tiene por objeto consumar la economía divina. La administración actual de Dios no es débil. La administración actual de Dios en la tierra para efectuar Su economía es siete veces más poderosa. El Espíritu séptuple es los siete candeleros de fuego que arden delante del trono de Dios con el fin de dirigir la situación mundial para llevar a cabo la economía de Dios en el universo.
Los siete Espíritus son los siete ojos del Cordero, el órgano observador de nuestro Redentor, para observar todas las iglesias en todas las naciones, a fin de poder edificar Su Cuerpo y consumar la edificación de la Nueva Jerusalén, cumpliendo así la economía eterna de Dios (Ap. 5:6; 21:1-3). Con el tiempo, el Espíritu vivificante, el Espíritu compuesto, llegó a ser el Espíritu siete veces intensificado, el cual es los siete ojos del Cordero. Esto pone en evidencia lo erróneo de la enseñanza tocante a que Cristo y el Espíritu son dos cosas distintas. Los siete Espíritus son los siete ojos de Cristo. ¿Es posible que nuestros ojos estén separados de nosotros? Nuestros ojos son parte nuestra. Los ojos son para observar y transmitir. Cuando vemos a otra persona, le observamos y le transmitimos algo de nosotros. Hoy día el Espíritu siete veces intensificado es los ojos de nuestro Salvador. Con Sus siete ojos El nos observa y nos trasmite todas Sus riquezas.
El Espíritu siete veces intensificado es el Espíritu que habla a todas las iglesias. Las epístolas que el Señor dirige a las siete iglesias están en Apocalipsis 2 y 3. Aunque al principio de cada epístola el Señor es el que habla (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14), al final de cada epístola dice que el que tiene oído debe oír lo que el Espíritu dice a las iglesias (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22).
Al principio del libro de Apocalipsis El es el Espíritu que habla. Luego, al final de Apocalipsis, El llega a ser el Espíritu consumado, la totalidad del Dios Triuno. Hoy día El habla a las iglesias, pero al final El y la iglesia hablan juntos, y la iglesia es Su esposa (Ap. 22:17a). El Dios Triuno procesado que se consumó para ser el Espíritu se casará con el hombre tripartito que fue redimido, regenerado, transformado y glorificado para ser Su esposa. El Dios Triuno y el hombre tripartito se casarán. La Nueva Jerusalén, la conclusión de la Biblia, constituye la vida matrimonial del Dios procesado que se ha casado con el hombre transformado. Ellos vivirán juntos como pareja por la eternidad, y su vida se exhibe totalmente en la Nueva Jerusalén.
El Espíritu esencial de Dios es el Espíritu de vida que fue soplado en los creyentes como la esencia divina de la vida divina (Ro. 8:2; Jn. 20:22). El Espíritu económico de Dios, el Espíritu de poder, fue derramado sobre los creyentes como la esencia divina del poder divino (Hch. 1:8; 2:2, 4, 17). El Espíritu consumado posee estos dos aspectos: el interior y esencial, y el exterior y económico. En el día de la resurrección, el Señor sopló el Espíritu esencial como vida en Sus discípulos. Luego, después de cincuenta días, en el día de Pentecostés, derramó el espíritu económico de poder sobre los discípulos. El Espíritu esencial es para que tengamos vida y vivamos interiormente. El Espíritu económico es para nuestro ministerio y obra exteriores. Ser económico significa ser para la economía de Dios, para la obra de Dios, para llevar a cabo Su plan.
El Señor Jesús también experimentó estos dos aspectos del Espíritu. El nació del Espíritu, fue lleno del Espíritu y fue constituido con el Espíritu. Sin embargo, cuando cumplió treinta años de edad y comenzó a hacer la obra de Dios de llevar a cabo la economía de Dios, el Espíritu Santo vino sobre El en forma de paloma (Mt. 3:16). Esto representa el aspecto económico del Espíritu de Cristo para llevar a cabo la economía de Dios.
Por último, el Espíritu es la consumación del Dios Triuno procesado. Esta es la consumación del Dios Triuno después de Su ascensión, es decir, después de haber sido totalmente procesado. Este Espíritu y la esposa hablan a una voz como pareja universal (Ap. 22:17a).
La conclusión de los sesenta y seis libros de la Biblia revela que el Dios Triuno procesado y consumado se casa con el pueblo tripartito redimido, regenerado y transformado, para obtener Su manifestación final y Su máxima expresión en gloria por la eternidad (Ap. 21:1—22:5). Quizá nos preguntemos cuál es la diferencia entre manifestación y expresión. Algo que esté oculto puede ser manifestado, descubierto o revelado. Dios estaba oculto como un misterio, pero cuando Jesús vino, El fue la manifestación de Dios. Esta manifestación tiene un resultado, y este resultado tiene como fin expresar a Dios. La Nueva Jerusalén será la manifestación corporativa del Dios Triuno. Entonces, por medio de esa manifestación, Dios será expresado corporativamente por la eternidad.