
Tratar con el mundo es muy importante en la experiencia inicial de nuestra vida cristiana; por ello debemos estudiarlo cuidadosamente. Primero, a la luz de la Escritura, vamos a considerar la diferencia entre el pecado y el mundo, cómo el mundo fue formado, su definición y su proceso de desarrollo. Finalmente, veremos cómo Dios nos libera del mundo. Un conocimiento preciso de estas verdades nos capacitará para que tengamos las experiencias precisas para tratar con el mundo.
Inmediatamente después de nuestra consagración, lo primero que debe ser tratado es el pecado y luego el mundo. Puesto que ambos son contaminantes para nuestras vidas y abominables para Dios, deben ser tratados y purgados. Sin embargo, la contaminación producida por cada uno de estos dos aspectos es diferente una de otra. La contaminación del pecado es salvaje, ruda y repugnante, mientras que la contaminación del mundo es culta y refinada, muchas veces de bella apariencia a la vista del hombre. La contaminación del pecado es como una salpicadura de barro o de tinta negra en una camisa blanca. Pero la contaminación del mundo es como un patrón de colores impreso en una camisa blanca. Desde el punto de vista humano, una camisa con manchas negras se considera sucia e indeseable, mientras que una camisa de colores no es sucia sino más bien deseable. Sin embargo, a la vista de Dios, ambas son indeseables. A El no le agrada ni la camisa manchada ni la de colores, sino una camisa puramente blanca. Al igual que una mancha de mugre no es blanco puro, los patrones coloridos también se apartan de la pureza del blanco. Igualmente, el mundo aparenta ser mejor que el pecado, pero cuando se les relaciona con la pureza, ambos son igualmente contaminantes y requieren trato.
Más aún, el daño que el pecado y el mundo causan al hombre se diferencian grandemente el uno del otro: el pecado contamina al hombre, mientras que el mundo lo contamina y también lo posee. Es mucho más serio que la vida de un hombre sea poseída por el mundo que él sea contaminado por el pecado. Si Satanás solamente usa el pecado para contaminar al hombre, sólo puede hacer que el hombre sea corrupto, pero si él usa el mundo para usurpar al hombre, puede ganar al hombre para sí mismo. Por ejemplo, un niño bajo la tutela de sus padres puede ser inocente y puro. Aunque alguien pueda contaminar y corromper su naturaleza pura enseñándole a mentir, a robar y a hacer cosas malas, todavía él se mantiene bajo la tutela de sus padres, y aún él les pertenece. Sin embargo, si el malvado va más allá dándole al niño ropas bonitas, él puede engañar al niño y ganárselo, haciendo que éste abandone a sus padres y se pierda. De igual manera, Satanás corrompe al hombre utilizando el pecado, pero él se gana al hombre empleando al mundo y, por ende, haciendo que se aparte de la presencia de Dios y se pierda.
Un estudio de Génesis aclara esta diferencia. Aunque Adán estaba corrompido por el pecado, él no había dejado la presencia de Dios. No fue sino hasta Génesis 4, cuando el hombre inventó la civilización y formó el sistema mundano, que no sólo se corrompió sino que fue usurpado y ganado por Satanás por medio del mundo. De ahí que el hombre ya no le pertenecía a Dios.
Aunque Abraham había fallado repetidas veces, en el asunto de afirmar que su esposa era su hermana, eso no era más que un pecado que lo contaminaba, pero no lo usurpaba. El aún podía ser uno que servía al Señor y que oraba por otros en tierra pagana (véase Gn. 12 y 20). Sin embargo, Demas, un colaborador de Pablo, fue privado de su utilidad delante de Dios porque amaba el mundo presente, y fue usurpado por él (2 Ti. 4:10). Esto prueba que el daño que el mundo le causa al hombre es mayor que el del pecado.
Generalmente, la gente sólo percibe el daño causado por el pecado, pero no el del mundo, porque el pecado está en contra de la moral mientras que el mundo no se opone a la moral, sino a Dios mismo. El hombre es destituido del concepto de Dios; sólo tiene un concepto moral dentro de sí. Por esta razón, tiene poco conocimiento en cuanto al pecado, el cual está contra la moral, y él está consciente de su contaminación. Pero con respecto al mundo, el cual está en oposición a Dios, él no tiene conocimiento alguno de éste, ni tampoco está consciente de su usurpación. Por ejemplo, un borracho —licencioso, desenfrenado y lujurioso que no teme a Dios ni al hombre— es considerado inmoral y es condenado por los hombres. Pero si alguien está diariamente ocupado con la poesía y la recitación, y pendiente de la literatura, estando completamente indiferente a las cosas de Dios y poco dispuesto a ser ganado por El, los hombres le alabarán, sin tener ninguna percepción de que él ha sido absorbido por la literatura. Esto se debe al hecho de que los hombres ni conocen a Dios ni tienen un concepto de Dios, y por lo tanto, son ignorantes de la usurpación de Satanás por el mundo.
Finalmente, el alcance del pecado difiere del alcance del mundo. El campo del mundo es mucho más amplio que el del pecado. El pecado se refiere a todos los asuntos que son inmorales y que están en oposición a la ley moral de Dios, mientras que el mundo incluye a todos los hombres, actividades y cosas que están fuera de Dios. No podemos decir que todo lo que está fuera de Dios es pecado. Sin embargo, podemos decir que todo lo que está fuera de Dios se puede convertir en el mundo. De las muchas cosas del mundo, el pecado es sólo una parte. El mundo incluye al pecado, pero el pecado no incluye al mundo. El pecado puede no ser necesariamente el mundo, pero en el mundo ciertamente está el pecado.
Una persona puede cometer pecado y no necesariamente estar poseído por el mundo. Sin embargo, todos los que están poseídos por el mundo, ciertamente están contaminados por el pecado. Por ejemplo, Adán pecó y cayó en pecado, pero no cayó dentro del mundo. Por eso, él era uno que sólo estaba corrompido por el pecado, pero no fue usurpado por el mundo. El mundo comenzó con Caín. Lamec, uno de los descendientes de Caín, era tanto polígamo como asesino. Era uno que había sido usurpado por el mundo y que también pecaba.
Similarmente, cuando Abraham vivía en una tienda en Canaán, no había caído en el mundo. En consecuencia, él no tenía necesidad de pecar. Pero cuando descendió a Egipto, cayó en el mundo, y tuvo que mentir y cometer pecado. Esto prueba que el pecado no es siempre el mundo, pero el mundo, ciertamente, incluye al pecado. Una vez que nosotros caemos en el mundo, no podemos evitar cometer pecado.
Cuando veamos las diferencias entre el pecado y el mundo, percibiremos que el alcance dañino del mundo es mayor, su efecto nocivo es más serio, y su oposición a Dios es más hostil que la del pecado. Puesto que el mundo está en oposición directa a Dios mismo, se ha convertido en enemigo de Dios. El pecado es contrario a la ley de Dios y a Su proceder, es decir, a Su justicia, mientras que el mundo es contrario a Dios mismo y a Su naturaleza divina, es decir, a Su santidad. El pecado se opone a la ley de Dios, y el mundo a Dios mismo. Por esta razón, la Biblia declara que la amistad con el mundo es enemistad con Dios (Stg. 4:4). Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él (1 Jn. 2:15). Cuando El llamaba a las personas a seguirle, el Señor ponía énfasis en el hecho de que el hombre debía abandonar casas, tierras, hermanos, hermanas, padres, esposas, hijos, etc. (Mt. 10:37; 19:29; Mr. 10:29; Lc. 18:29). Estos constituyen la vida humana y son varios términos por los cuales se conoce el mundo. Si un hombre desea seguir al Señor, debe abandonar estas cosas mundanas porque ellas podrían poseerle.
El pecado es el paso primitivo, superficial, e inicial de la caída. El mundo es el paso final, serio y último de la caída. Muchas personas dan énfasis sólo a la victoria sobre el pecado, pero la Biblia pone aún más énfasis en vencer al mundo (1 Jn. 5:4). Necesitamos mucho más vencer al mundo. Si deseamos crecer en vida y ser ganados por el Señor, debemos esforzarnos en tratar con el mundo que nos esclaviza.
Puesto que el mundo se opone a Dios y tiene un efecto tan dañino sobre el hombre, debemos considerar su origen y su proceso de desarrollo. Cuando el hombre fue creado el mundo no existía, pero se desarrolló gradualmente luego de la caída del hombre. En la creación del hombre sólo existía el universo, el cielo y la tierra, y todas las cosas; el mundo no existía. El mundo fue formado después de la caída, cuando el hombre se independizó de Dios y rechazó Su cuidado. Por lo tanto, al estudiar la formación del mundo, debemos considerar primero los requerimientos diarios de la existencia del hombre.
Cuatro requerimientos generales para la existencia del hombre son: vestido, comida, albergue y transporte. La Biblia, sin embargo, divide las necesidades del hombre en tres categorías principales: sustento, protección y placer. Para mantener su existencia, el hombre no sólo necesita varias provisiones tales como ropa, comida, etc., sino también medios defensivos para protegerse de ser dañado, y una forma de esparcimiento para su felicidad. Por eso, todas las necesidades de la existencia humana están incluidas en estas tres categorías que abarcan todo.
Antes de la caída, Dios era responsable de proveer para estas tres necesidades del hombre. Primero, antes de que el hombre fuera creado, Dios hizo provisión para todas las necesidades de la vida humana. Cuando Adán estaba en el huerto de Edén, se le proveyó con varias clases de frutas y vegetales, agua, aire, luz solar y un lugar donde albergarse.
Segundo, la protección o defensa era también responsabilidad de Dios en el principio. Hoy, el hombre necesita su propia protección y defensa, pero en el principio, Dios mismo era su defensa y protección. Cuando el hombre está bajo el cuidado de Dios, puede escapar de cualquier ataque o peligro.
Tercero, el placer era también responsabilidad de Dios. Algunas personas piensan que la diversión es pecaminosa, pero este concepto es erróneo. La felicidad es esencial para la vida humana y se encuentra en la diversión. “Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista, y bueno para comer” (Gn. 2:9). Todos los árboles del huerto de Edén no sólo producían fruto para comer, sino que también eran agradables y disfrutables a la vista, haciéndolo a uno feliz. Dios no sólo preparó este agradable ambiente; al mismo tiempo, El mismo era el gozo del hombre. Si el hombre tiene a Dios como su disfrute, entonces el gozo del hombre será realizado.
En el principio Dios hizo los arreglos pertinentes para estas tres grandes necesidades —sustento, defensa y esparcimiento— al igual que los padres hoy lo hacen para sus hijos. Los bienes, la protección y el gozo de una esposa dependen completamente de su esposo. En otras palabras, su esposo es su vida y su todo. Igualmente, Adán, en el huerto de Edén, no tenía necesidad de preocuparse, ni de planificar o preparar nada para sí mismo, pues Dios era responsable de todo. Puesto que Dios suplía todas las necesidades del hombre, entonces, en realidad, Dios era su vida y su todo.
¡Qué triste que el hombre cayó al cometer pecado y fue expulsado del huerto de Edén! Su relación con Dios se hizo anormal. Sin embargo, Dios preparó para la redención del hombre, una cubierta de pieles, permitiéndole permanecer en Su presencia. Hasta aquí, el hombre no había perdido a Dios. Sin embargo, durante la vida de Caín, el hombre cayó más bajo en el pecado. Caín le dijo a Dios: “He aquí me echas hoy de la tierra, y de tu presencia me esconderé” (Gn. 4:14). “Salió, pues, Caín de delante de Jehová” (v. 16). De este modo, el hombre abandonó la presencia de Dios completamente y perdió a Dios.
Al perder a Dios, el hombre, naturalmente, perdió el sustento, la protección y el placer de Dios. Cuando el hombre perdió el cuidado que Dios tenía por su subsistencia, primeramente experimentó temor, temió por la falta de sustento, defensa y felicidad. En otras palabras, temió a una vida de pobreza, de peligro y de aburrimiento. Por eso, para afrontar las necesidades de la vida y sobrevivir, el hombre usó su propia fuerza, e inventó los medios de sustento, defensa y diversión. Desde ese tiempo, el hombre creó una civilización sin Dios.
Génesis 4 nos revela esto claramente. Después de la caída de Caín, de sus descendientes se produjeron los originadores de la provisión inventada por el hombre mismo para estas tres grandes necesidades. Estos fueron los tres hijos de Lamec. Jabal fue el padre de los que habitan en tiendas y crían ganado. Las tiendas y el ganado tienen que ver con la provisión para la vida del hombre, y por tanto, pertenecen a la categoría de provisiones. Otro hijo, Jubal, fue padre de todos aquellos que tocaban el arpa y la flauta. Tocar el arpa y la flauta se relaciona con el placer; así que pertenecen a la categoría de diversión. El tercer hijo, Tubal-caín, fue el instructor de todo artífice de instrumentos en bronce y hierro. Estos instrumentos se hacían con el propósito de defenderse; así que, se refieren a la categoría de protección. Desde que se originaron estas tres importantes invenciones en ese tiempo, la humanidad no vio necesidad de Dios. El hombre encontró dentro de sí mismo la respuesta para las necesidades de sustento, defensa y diversión. Esta fue la civilización producida después de que la raza humana perdiera a Dios: una vida sin Dios creada por el hombre.
Cuando la humanidad vive sin Dios, Satanás se disfraza inmediatamente y utiliza estas vías como medios para poseer al hombre. El hizo que el hombre empleara todo su esfuerzo en conseguir comida y vestido para su propio sustento, que inventara instrumentos para su propia defensa, y que diseñara varias formas de diversión para su propio entretenimiento. Cuando el hombre obtiene todo esto, tiende a disfrutarlo a lo sumo y se sumerge enteramente en ello. Toda la vida humana es completamente usurpada por estas necesidades, y el hombre descarta totalmente a Dios y Su voluntad. Este es el primer paso en la formación del mundo.
Al principio, estas diversas formas de ocupación que se relacionan con la vida del hombre parecían algo trivial, disperso y no sistematizado. Luego, Satanás las organizó en un mundo más concreto y sistematizado, enredando de este modo a la humanidad en una red más estrecha. Por ejemplo, tomemos el asunto del comer. Un hombre necesita comida para su subsistencia, pero cuando se afana laborando de modo que pueda ganar suficiente para alimentarse, ya está poseído. Más aún, Satanás ha sistematizado el comer en métodos de preparación, órdenes de platos y diferentes sazones para el gusto. El sentarse a la mesa también envuelve cierto orden y etiqueta. Siempre que el hombre toma alimento, está sujeto por estas reglas. Otros asuntos, tales como vestido, albergue, matrimonio, funerales, ocupaciones y diversiones han sido organizados por Satanás en varias maneras, órdenes y sistemas. Gradualmente, el hombre ha sido atado firmemente y poseído cabalmente por estos sistemas y no puede hallar el camino para escapar.
Por consiguiente, la formación del mundo consta de cinco pasos. Primero, el hombre perdió a Dios. Segundo, el hombre desarrolló temor y se desesperó con relación a sus necesidades. Tercero, él creó una vida sin Dios. Cuarto, Satanás se disfrazó y utilizó las necesidades del hombre. Quinto, Satanás organizó las provisiones para las necesidades del hombre en un sistema. Al completarse estos cinco pasos, el mundo quedó finalmente formado.
Después de haber visto el modo en que el mundo fue formado, es fácil definirlo. Originalmente, el hombre pertenecía a Dios, vivía por Dios y dependía completamente de El. Ahora, Satanás ha sistematizado el mundo para reemplazar a Dios en proveer para las necesidades del hombre. Una vez que el hombre abandonó a Dios y puso su confianza en el mundo, fue vencido por éste. Por consiguiente, el mundo consiste en todo aquello que reemplaza a Dios y en todo aquello que usurpa al hombre. Cuando las personas, actividades o cosas —buenas o malas, bonitas o feas— esclavizan al hombre, ellas contienen el mundo. Todo lo que hace que el hombre ponga a Dios al margen, esté separado de El, o independiente de El, es el mundo.
La palabra griega traducida “mundo” es kósmos, que significa sistema u organización. Satanás no sólo emplea las necesidades de la vida, tales como personas, actividades y cosas, para preocupar al hombre, sino que también los organiza en numerosos sistemas individuales para apretar el lazo con que se sujeta al hombre. Hoy día el mundo se asemeja a una universidad, en la cual hay muchos diferentes departamentos, tales como departamento de comida, de bebida, de ropa, de casamiento, de funerales, de literatura, de música, de dinero y de fama; más de los que podemos enumerar. El resultado del agregado es la universidad del mundo, que ocupa al hombre en varios cursos. Estos cursos, uno por uno, esclavizan y poseen al hombre, haciéndole abandonar y olvidar completamente a Dios y seguir con la corriente del mundo. El hombre cree que está controlando y disfrutando todo eso, pero realmente, sin darse cuenta del engaño de Satanás, ha caído en manos del maligno y está controlado y atrapado por él. Así que, el mundo denota la organización, el sistema y esquema del enemigo para usurpar el lugar de Dios en el hombre y para, a la larga, obtener una completa posesión de éste.
En cuanto a la definición del mundo, la Biblia nos da algunas explicaciones:
Primero, la diferencia entre “el mundo” y “las cosas que están en el mundo” (1 Jn. 2:15-17). “Si algún hombre ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (v. 15). El mundo y Dios están en oposición directa el uno al otro. El versículo 17 dice que las cosas que están en el mundo pasan, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Aquí, las cosas que están en el mundo, son contrarias a la voluntad de Dios. En el versículo 16, aquello que está incluido en las cosas de este mundo, está dividido en tres categorías: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la vanagloria de la vida. En conclusión, todo lo que no viene del Padre, todo lo que se origina fuera de Dios y todo lo que viene del mundo son cosas del mundo y están en contra de la voluntad de Dios.
Segundo, la diferencia entre el mundo y la corriente. “No seáis amoldados a este siglo; sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto” (Ro. 12:2). Aquí “este siglo” en el griego no es kósmos sino aión, refiriéndose a la corriente de este mundo.
¿Qué es el mundo y qué es el siglo? La combinación de todas las personas, actividades y cosas que están fuera de Dios es llamada “el mundo”. “El siglo” designa la parte del mundo con la cual tenemos contacto en el presente. La parte del mundo con la cual Caín tuvo contacto fue la época de Caín; la parte del mundo con la que Abraham tuvo contacto fue la época de Babel. La parte del mundo con la cual tenemos contacto hoy día es llamada la época del siglo veinte. El mundo abarca toda la organización usada por Satanás para usurpar al hombre, mientras que la época es una fracción de esta organización. Tenemos varias corrientes en este mundo organizado. Así que, en Efesios 2:2 el apóstol se refiere a “la corriente de este mundo”. (“La corriente de este mundo” en el original es “el presente siglo de este mundo”.) El mundo representa el todo, y la corriente, la parte. El hombre sólo puede tener contacto con la corriente, o sea la parte, pero no con el mundo, la totalidad. Usualmente decimos que el mundo nos posee. En realidad, sólo una parte de esta época nos posee, no el mundo como un todo, y aún en esta época tenemos contacto solamente con una fracción, al tener esposa, hijos, casa, cuenta bancaria, etc. Estos constituyen el mundo práctico el cual nos envuelve y nos posee. En otras palabras, esta época es equivalente a todas las cosas antes mencionadas, que están en este mundo.
La palabra griega que se traduce “corriente” es aión, que significa moderno. Por lo tanto, en Efesios 2:2 esta palabra es traducida “corriente”. Así que “corriente” significa “moderno”, “moda”, “estilo”, el mundo revelado a nosotros hoy día, o las cosas que están en el mundo. En Romanos 12:2, la corriente, no el mundo, está en contra de la voluntad de Dios; esto concuerda con 1 Juan 2:17.
De esto podemos ver la relación que hay entre el mundo, la corriente y las cosas que están en el mundo. No podemos tener contacto con el mundo en su totalidad, sino sólo con una porción de él, llamada “la corriente” o “las cosas que están en el mundo”. Esto también es cierto con relación a Dios y Su voluntad. Puesto que Dios es muy grande no podemos tener contacto con El en Su totalidad, sino sólo con una porción de El. Esta porción con la que tenemos contacto es llamada la voluntad de Dios. Siempre que tenemos contacto con Dios, tocamos solamente la porción que emana de El mismo, la cual llamamos la voluntad de Dios. De este modo, podemos ver que el mundo está en oposición a Dios, y la corriente o las cosas que están en el mundo están en oposición a la voluntad de Dios.
El amor al mundo abarca mucho, pero el amor a las cosas que están en este mundo es un término más práctico. Y también, la obediencia a Dios abarca mucho, pero la obediencia a la voluntad de Dios es más práctica.
Hemos visto que el mundo se formó luego de la caída de Caín y de su separación de Dios. En aquel tiempo Caín vivía en la tierra de Nod y construyó una ciudad llamada Enoc. Esta fue la primera ciudad construida por el hombre; también fue el comienzo de una cultura y una vida sin Dios, inventada por el hombre. En la Biblia aparece una ciudad construida por el hombre, la cual era el centro y el símbolo de una vida sin Dios inventada por el hombre. Por eso, una ciudad simboliza al mundo. Estas ciudades sin Dios, mencionadas en la Biblia, revelan el desarrollo del mundo a través de todas las generaciones.
El mundo descrito en la Biblia consta de dos etapas principales o, podríamos decir, de dos mundos. El primer mundo comenzó con la ciudad de Enoc construida por Caín; el segundo mundo comenzó luego del diluvio con la ciudad de Babel. El primer mundo, comenzando con Caín, se desarrolló y prosperó gradualmente, hasta que alcanzó su cumbre durante el tiempo de Noé. La raza humana entonces había caído completamente en el mundo, y la corrupción allí ya no tenía remedio. Génesis 6:11-12 dice: “Y se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de violencia. Y miró Dios la tierra, y he aquí, estaba corrompida; porque toda carne había corrompido su camino sobre la tierra”. En cuanto a posición, la raza humana estaba completamente sumergida en el mundo; su condición era vil, pecaminosa y totalmente corrupta. Esta condición trajo el juicio de Dios. El diluvio no sólo juzgó los pecados cometidos por los hombres, sino que también puso fin al mundo pecaminoso. Sólo los ocho miembros de la familia de Noé fueron salvados, mientras que el resto del primer mundo fue destruido por el diluvio.
Después del diluvio, nuevamente la raza humana vino a ser absorbida gradualmente por el mundo. En Génesis 11 el hombre comenzó a rebelarse contra Dios en una forma colectiva abandonándole y abandonando Su nombre. Los hombres establecieron un nombre para ellos y construyeron la torre y la ciudad de Babel. Esta fue la segunda ciudad construida por el hombre. Esta ciudad fue aún más intensamente la declaración del hombre de que deseaba el yo y que confiaba más en sí mismo que en Dios. También representaba una vida sin Dios inventada por el hombre. Por consiguiente, la ciudad de Babel es el comienzo del segundo mundo.
Este segundo mundo, comenzando con la ciudad de Babel, gradualmente se desarrolló y se ramificó en tres líneas que vinieron a ser tres diferentes ciudades según se muestra en la Biblia; las ciudades de Babilonia, Egipto y Sodoma. El primer mundo era una mezcla todo inclusiva, pero el segundo, indudablemente se ramificó en tres líneas, donde cada una representaba un aspecto del mundo.
La primera línea estaba representada por la ciudad de Babilonia, la cual deriva su nombre de Babel. Esta ciudad estaba llena de ídolos y de dioses falsos. (De acuerdo con algunos relatos, la ciudad y la torre de Babel estaban llenas de nombres idólatras.) Por consiguiente, esta ciudad representa el aspecto idólatra del mundo.
Babilonia estaba en la tierra de Caldea, el hogar original de Abraham (Gn. 11:27-28). Abraham y sus antepasados adoraban ídolos (Jos. 24:2). A pesar de que Dios sacó a Abraham de la tierra y de sus ídolos, aún así, sus descendientes fueron posteriormente capturados y obligados a retornar a la tierra y a adorar ídolos (véase Dn. 3). Babilonia siempre destruye la adoración del hombre a Dios. Fueron los babilonios quienes destruyeron el templo de Dios y llevaron sus utensilios a Babilonia como botín. Ellos los pusieron en el templo de sus ídolos (2 R. 25:8-9, 13-15; 2 Cr. 36:7, 10, 18-19). Esto prueba que Babilonia en la Biblia es el mundo de los ídolos.
La segunda línea estaba representada por la ciudad de Egipto. Egipto, una tierra rica, era irrigada por el Nilo y producía alimento en abundancia (Gn. 42:1-2) con una variedad de gustos (Nm. 11:5). Por consiguiente, Egipto representa el aspecto de subsistencia y disfrute del mundo. La Biblia narra varias ocasiones en las que los hijos de Dios descendieron a Egipto para resolver su problema de subsistencia (Gn. 12:10; 42:3; 45:9-11, 18). Además, una vez que los hijos de Israel descendieron a Egipto a resolver su problema de subsistencia, inevitablemente cayeron bajo el poder de los egipcios, fueron forzados al trabajo duro y fueron esclavizados (Ex. 1:11-14). Por eso, Egipto también representa el aspecto del trabajo arduo y la esclavitud bajo el dominio del mundo. En conclusión, Egipto representa un mundo de subsistencia, poder, trabajo duro y esclavitud.
La tercera línea estaba representada por Sodoma. En todas las ocasiones que Sodoma es mencionada en la Biblia, siempre se hace referencia a sus pecados (Gn. 13:13; 18:20; 19:13). Por lo tanto, Sodoma representa el aspecto pecaminoso del mundo, o un mundo de pecados.
Estas tres ciudades representan los tres diferentes aspectos del segundo mundo. Ellas rodeaban la tierra de Canaán, la posición legal de los elegidos de Dios, y ponían lazo para absorber a los hijos de Israel. Siempre que los elegidos se descuidaban y sucumbían a las tentaciones, eran arrastrados al mundo pecaminoso de Sodoma y se contaminaban con su suciedad. Un ejemplo de esto es el descenso de Lot a Sodoma. Algunas veces, cuando fallaban en las pruebas por causa de las debilidades, descendían a Egipto y se les requería que se esforzaran para que pudieran mantener su subsistencia. Vinieron a ser esclavos de la subsistencia y fueron controlados por el mundo. Esta es la historia de Abraham y los israelitas cuando descendían a Egipto. Aunque parecía imposible que regresaran a Babilonia a adorar ídolos, con todo, cuando se debilitaron en extremo, fueron capturados y llevados de regreso a la ciudad de Babilonia, al mundo de idolatría, a alabar al diablo. Esto sucedió durante la decadencia de Israel.
Estos tres aspectos del mundo son los enemigos de Dios, que destruye a aquellos a quienes Dios ha ganado para Sí mismo. Los israelitas fueron un pueblo separado de la raza humana para ser Su posesión y para ser usados por El. Pero ellos nunca se liberaron de la corrupción de estos tres aspectos del mundo. O descendían al mundo de Egipto para buscar sustento (Is. 30:1-4; 31:1), o venían a ser como la gente de Sodoma (Is. 1:9; 3:9; Ez. 16:46, 49; Ap. 11:8), o aún peor, eran llevados al mundo idólatra de Babilonia y abandonaban su adoración y servicio a Dios (2 Cr. 36:14-21). Hoy, en igual forma estos tres mundos están destruyendo la iglesia, la cual el Señor escogió y llamó para Sí mismo. ¡Mire la iglesia hoy! ¿No está ella confiando en el poder del mundo de Egipto? ¿No tiene ella los pecados mundanos de Sodoma? ¿No ha sido ella capturada y llevada al mundo idólatra de Babilonia y de esta forma ha sido llena con los ídolos del mundo? Esto es especialmente cierto en la Iglesia Católica Romana de hoy.
Estas tres ciudades, que representan los diferentes aspectos de este segundo mundo, evolucionarán continuamente en forma paralela hasta que se conviertan en aquella gran ciudad de Babilonia mencionada en Apocalipsis 17 y 18. Esa ciudad —que será el centro y representante del mundo en aquel tiempo— ejercerá todo su esfuerzo para multiplicar su aversión hacia Dios y para perseguir a Sus hijos. Ella será el clímax del desarrollo del segundo mundo, y también será su conclusión. Será juzgada y destruida por fuego mediante la segunda venida del Señor. Este juicio de fuego y el juicio del diluvio tienen distinta apariencia. El juicio del diluvio puso fin al primer mundo, y el juicio por fuego pondrá fin al segundo mundo. Por esta razón el Señor comparó el día de Noé con el de Su venida (Mt. 24:37-39). La destrucción de la gran Babilonia traerá al mundo a su fin.
El desarrollo, así representado por los dos mundos, es un ejemplo del método de Satanás de utilizar el mundo para poseer y ganar al hombre para sí mismo, a fin de destruir y anular el propósito de Dios en el hombre. Primero, Satanás corrompió a Adán por medio del pecado, y gradualmente utilizó el mundo para usurpar a sus descendientes. Para el tiempo de Noé, todos los descendientes de Adán estaban sumergidos en el mundo. Satanás entonces había logrado con éxito su primer paso al poseer al hombre. Pero Dios juzgó y destruyó aquel mundo por el diluvio. Después de que los descendientes de Noé se multiplicaron grandemente, Satanás suscitó una rebelión en masa en contra de Dios, haciendo que aquella generación construyera la torre de Babel. Como consecuencia, el hombre fue sumergido más profundamente en el mundo y nuevamente fue poseído por Satanás.
Puesto que Satanás echó mano de los descendientes de Noé, Dios no podía cumplir Su propósito en ellos. Dios no tenía otra alternativa que abandonar esta raza creada y escoger a Abraham. Los descendientes de Abraham, que se multiplicaron como las estrellas del cielo y el polvo de la tierra, vinieron a ser la raza escogida por Dios para cumplir Su propósito, aquel propósito que había sido suspendido en Babel por la raza creada. Sin embargo, Satanás continuó trabajando incesantemente, utilizando el mundo para engañar y poseer al pueblo escogido por Dios, no dejando camino alguno para que Dios cumpliese Su propósito.
El Antiguo Testamento muestra que la caída de ellos dio como resultado que el pueblo de Dios cayera bajo el control del mundo. Por ejemplo, luego de Abraham haber sido dirigido por Dios a Canaán, él fue arrastrado por Egipto. Más tarde Israel, en su débil empeño por suplir su necesidad de subsistencia, cayó bajo el poder de Egipto. Con el tiempo, el reino de Israel sucumbió completamente al mundo de los ídolos al ser llevado cautivo a Babilonia. Finalmente, los elegidos de Dios serán integrados a la gran Babilonia, la cual representa el sistema mundial completo (Ap. 17 y 18). Esa será la caída final de la raza escogida por Dios, en donde ellos serán corrompidos y poseídos por Satanás hasta lo sumo.
La Biblia divide la historia de la raza humana en dos partes: desde Génesis 1 hasta 11:26, y desde Génesis 11:27 hasta el final de Apocalipsis. La primera parte comenzó con la creación del hombre y finalizó con la destrucción del primer mundo por el diluvio. El tema principal de esta porción es la raza creada de Adán. La segunda parte comenzó con el llamado de Abraham y concluirá con la destrucción por fuego del segundo mundo. El tema tratado en esta parte es la raza escogida de Abraham. A pesar de que luego del llamado de Abraham la raza creada continuó su desarrollo histórico, éste no fue asentado como el asunto principal de la Biblia. En ambas secciones la obra de Satanás se caracteriza por su uso del mundo para poseer al hombre. En la primera parte, Satanás utilizó el primer mundo para poseer la raza creada; luego, Satanás usó el segundo mundo para poseer la raza escogida. El segundo mundo maduró plenamente en Egipto, pues fue allí donde Satanás poseyó completamente la raza escogida, los israelitas.
En conclusión, Satanás empleó dos mundos para poseer dos razas, lo cual trae dos juicios de Dios. El primer juicio fue por agua y puso fin al primer mundo. El segundo juicio es por fuego y pondrá fin al segundo mundo. Por esto, la Biblia está dividida en dos secciones: la primera, desde la creación del hombre hasta la destrucción del primer mundo, y la segunda, desde el llamado del pueblo escogido hasta la destrucción del segundo mundo. Esta es la línea del desarrollo del mundo como se narra en la Biblia.
En el proceso del desarrollo del mundo, una gran mayoría de los que Dios ha preparado para Sí mismo han sido poseídos por Satanás. Sin embargo, un pequeño número de vencedores han permanecido en el terreno de Dios: la separación del mundo. Con la tienda y el altar, ellos llevan un testimonio directo en contra de la ciudad, la cual es símbolo y centro del mundo. La Biblia no sólo presenta la línea de la ciudad, que describe el desarrollo del mundo, sino también la línea de la tienda, que muestra el testimonio de los vencedores en contra del mundo. Esta es otra línea importante en la Biblia, que corre paralela con la línea del desarrollo del mundo.
En el primer mundo, Noé fue el primer hombre que vivió la vida de tienda en oposición directa a la vida mundana de ciudad. Cuando Dios juzgó el primer mundo, El libró a Noé. Luego que salió del arca, él construyó un altar para Dios (Gn. 8:20) y vivió en una tienda (Gn. 9:21), no en una ciudad. Esta tienda puede ser considerada como contraria a la ciudad de Enoc construida por Caín. El primer vencedor fue librado del mundo y vivió en una tienda como un testimonio contra la ciudad, el símbolo del mundo. Por consiguiente, él podía levantar un altar para alabar y servir a Dios.
En el segundo mundo ha habido muchos que han vivido en tiendas y han llevado un testimonio que se opone al mundo. Abraham fue el más sobresaliente de éstos. El fue llamado a salir del mundo, de la ciudad de Babel a la tierra de Canaán (Gn. 12). Allí levantó una tienda en oposición a la ciudad de Babel. Esta tienda no era sólo la prueba de que venció, sino que además era un testimonio en contra del mundo de aquel tiempo. Debido a que rehusó vivir en la ciudad mundana, la cual usurpaba al hombre, y escogió vivir una vida para Dios en una tienda, levantó un altar para alabar y servir a Dios. Su tienda se oponía a la ciudad de Babel, y el altar se oponía a la torre de Babel.
Cada vez que un vencedor falla, el testimonio de la tienda y el altar desaparece. Abraham se debilitó, y descendió a Egipto. Al llegar a Egipto, su tienda y su altar se desvanecieron; por lo tanto, su testimonio en contra del mundo y su servicio a Dios desaparecieron. Cuando salió de Egipto y regresó a Canaán, la tienda y el altar fueron recobrados, y de igual manera el testimonio y el servicio.
Lot, quien viajó a Canaán con Abraham, también vivió con él en una tienda. Más tarde abandonó a Abraham y con el tiempo pasó su tienda a Sodoma. Finalmente, vivió en Sodoma y perdió tanto su tienda como su testimonio.
Más tarde, todo Israel sucumbió al mundo de Egipto. Su ocupación diaria era hacer ladrillos y construir ciudades (Ex. 1:11-14). Por consiguiente, perdieron su testimonio y su servicio. Después de su liberación de Egipto y su llegada al desierto, guardaron la vida de tienda y el servicio del altar. Aún más, Dios moró con ellos en la tienda, el tabernáculo, como un testimonio en contra de la ciudad de Egipto.
Cuando los israelitas entraron a Canaán, Jerusalén vino a ser el centro de su habitación. Jerusalén era una miniatura de la tienda eterna de Dios, la Nueva Jerusalén. Jerusalén siempre está en oposición a Babilonia, y Babilonia está siempre en contra de Jerusalén. Cuando los israelitas tuvieron un fracaso total, Babilonia destruyó a Jerusalén (2 Cr. 36:6-7, 18-19). Pero luego, cuando hubo vencedores entre los israelitas, ellos fijaron sus rostros hacia Jerusalén (Dn. 6:10) y recobraron a Jerusalén (Neh. 2).
Al final del Nuevo Testamento la Gran Babilonia será destruida (Ap. 18:2), y por otro lado, la Nueva Jerusalén descenderá del cielo (Ap. 21:2-3). Esta Nueva Jerusalén es también llamada el “tabernáculo de Dios”, o la tienda. De este modo, al final todavía vemos la tienda, el símbolo de los vencedores, como un testimonio en contra de la ciudad, que representa el mundo.
Esta crónica bíblica conlleva el significado espiritual de la tienda en oposición a la ciudad. La ciudad es el símbolo y centro de toda la vida humana, inventada por el yo, y por lo tanto, representa el mundo. La tienda, levantada en el desierto, esto es, fuera del mundo, representa la vida de peregrinaje fuera del mundo. El hecho de que ellos vivieran en la tienda, significa que no estaban sumergidos en el mundo; más bien, llevaban una vida de peregrinos fuera del mundo. Cuando el hombre fracasó y perdió a Dios, sucumbió al mundo; cuando el hombre fue salvo por Dios, automáticamente dejó el mundo y vivió en una tienda como extranjero y peregrino, sirviendo sólo a Dios.
La Biblia revela que el altar siempre acompaña a la tienda. Si hay una tienda, allí hay un altar. Si no hay una tienda, no hay altar alguno. Después de que Noé salió del arca, erigió una tienda y construyó un altar. Cuando Abraham entró a Canaán, también levantó una tienda y construyó un altar. Pero durante su peregrinaje en Egipto, perdió la tienda, y como consecuencia el altar desapareció. De igual forma, los israelitas durante su esclavitud en Egipto no tenían altar, pero cuando salieron de Egipto y entraron en el desierto, vivieron en la tienda y restablecieron el altar. Cuando hay altar, entonces la consagración, el servicio y la adoración vienen con él, porque el altar es el lugar donde el hombre se consagra y es el medio para servir y adorar a Dios. Estos fueron los resultados naturales de la vida del hombre en la tienda. Siempre que el hombre sucumbió al mundo, perdió su consagración, servicio y adoración.
La vida de la tienda es la posición, no sólo el lugar donde el hombre sirve a Dios, sino también el lugar donde Dios se reúne con él. Este principio es evidente en la vida de Abraham y Lot. Dios se apareció a Abraham mientras estaba sentado a la puerta de la tienda. Esto daba testimonio de su posición victoriosa sobre el mundo, la cual le permitió obtener la manifestación de Dios (Gn. 18). Sin embargo, Dios mismo no se le apareció a Lot (Gn. 19); en lugar de eso, dos ángeles fueron enviados a Sodoma. Encontraron a Lot sentado a la puerta, lo cual prueba que él ya había sucumbido al mundo. A pesar de que los ángeles vinieron a rescatarle, Dios mismo no se le apareció. El no se puede aparecer a aquellos que el mundo ha reclamado. Una vez que el hombre cae en el mundo, es ganado por Satanás y ya no puede ver luz en la faz de Dios.
Ya que el mundo posee a los hijos de Dios y destruye el propósito de Dios, Dios salva al hombre en dos aspectos: lo salva del pecado y lo salva del mundo. La salvación del pecado nos rescata de nuestro estado caído, mientras que la salvación del mundo nos rescata de nuestra posición caída. Cuando predicamos el evangelio, prestamos mucha atención a la liberación del pecado, pero casi nunca hablamos de la liberación del mundo. Esto no es suficiente.
En el Antiguo Testamento, la salvación de Dios se ve en dos tipos importantes: el arca de Noé y el éxodo de Egipto. Cada tipo muestra ambos aspectos de liberación del pecado y del mundo. Los ocho miembros de la familia de Noé fueron salvados por el arca y por el agua. El arca los libró del juicio de Dios, es decir, del diluvio; el agua los libró del mundo corrupto. De igual manera, Israel fue salvado por la Pascua y por el Mar Rojo. La Pascua denota la liberación del juicio de Dios, o sea, de la muerte; el Mar Rojo denota la liberación del poder gobernante del mundo.
Así mismo, la salvación perfecta que disfrutamos hoy también tiene dos aspectos: fe y bautismo. Por medio de la fe somos liberados del pecado por la sangre. Por medio del bautismo somos liberados del mundo por el agua. La familia de Noé fue salvada por medio del diluvio que destruyó el mundo y de este modo fue librada del mundo corrupto. Los israelitas fueron salvados por medio de las aguas del Mar Rojo, que ahogaron al ejército egipcio; de esta manera fueron librados del mundo egipcio que los gobernaba. El bautismo está representado por estos dos incidentes de pasar a través de las aguas de la muerte (1 P. 3:20-21; 1 Co. 10:1-2). El bautismo por inmersión nos libera del mundo. Por lo tanto, cuando un creyente es bautizado, ha pasado por el diluvio y por el Mar Rojo. Su ascensión de las aguas denota su separación del mundo y su nueva posición con relación a la vida de la tienda y el altar. Nosotros los que hemos sido escogidos y salvados debemos vivir continuamente la vida de tienda como testimonio de que hemos sido librados y separados del mundo. De esta forma seremos librados de ser poseídos por el mundo y seremos personas que viven completamente para Dios por medio del altar.
1. Santiago 4:4: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo se constituye enemigo de Dios”.
2. Romanos 12:2: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”.
3. 1 Juan 2:15-17: “No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.
El mundo, en nuestro diario vivir, consiste en personas, actividades y cosas que usurpan el lugar de Dios en nosotros. Por eso, estas cosas son el blanco de nuestros tratos.
¿Cómo sabemos cuáles son las cosas que nos usurpan y hasta qué grado? En primer lugar, necesitamos ver si estas cosas exceden las necesidades de nuestra vida. Podemos decir que cualquier cosa que vaya más allá de nuestras necesidades diarias toma el lugar de Dios y nos posee; así que, tal cosa tiene que ser tratada. Nuestra existencia depende de ciertas personas, actividades y cosas, tales como padres, esposos, esposas, familia, ropa, comida, vivienda, transporte, ocupación, etc. Estas son las cosas necesarias para nuestra existencia. Si estas cosas contribuyen a nuestro propósito de vivir para Dios, no son nuestro mundo. Pero si estas personas, actividades o cosas exceden a nuestras necesidades diarias, entonces, vienen a ser nuestro mundo. Por ejemplo: el vestido como necesidad no es mundano, pero si uno presta mucha atención al atavío y a los adornos, o si malgasta el dinero a fin de estar a la moda, entonces se ha excedido de la esfera de sus necesidades diarias. En consecuencia, estos excesos han venido a ser su mundo. Otro ejemplo: los anteojos para corregir deficiencias en la visión no son mundanos. Pero algunos usan anteojos para estar a la moda; esto, entonces, no es su necesidad, sino el mundo que ellos aman.
¿Cuál es la norma que regula nuestras necesidades diarias con relación a personas, actividades y cosas? En la Biblia no existe ninguna norma uniforme o específica que gobierne estos asuntos. Dios ha determinado que nazcamos en diferentes familias, que recibamos diferentes formaciones educativas, que tengamos diferentes profesiones y que tengamos contacto con diferentes estratos sociales. De esta manera Dios nos permite tener diversos conceptos y normas en relación con nuestro vivir. Por consiguiente, todas las necesidades de la vida varían con cada persona.
Por ejemplo: una persona puede vivir en una ciudad y otra en el campo. Ambos pueden ser salvos y tener a Cristo como su vida, pero ya que cada uno nació en una familia diferente, sus ocupaciones y ambientes difieren. Por consiguiente, sus normas de vida son distintas. El hermano que vive en la ciudad viste un traje formal, lo cual no va más allá de sus necesidades diarias; pero para el que vive en el campo, esta forma de vestir iría más allá de sus necesidades. A los ojos de los hermanos que son comerciantes en la ciudad, el traje sería muy modesto y simple, pero el mismo traje sería una extravagancia para los agricultores cristianos en el campo.
De la misma manera, un gerente y un conserje de una compañía, o un profesor y un jardinero de una universidad, pueden ser salvos y amar al Señor, pero sus conceptos en relación a sus necesidades no son los mismos. Debido al hecho de que sus vidas y ambientes difieren, su modo de opinar y de pensar también difieren. Por esta razón, la Biblia no da una norma uniforme ni una norma fija en cuanto a las necesidades de los creyentes. Aunque 1 Timoteo 2:9 prohíbe el adornarse con vestidos costosos, es un asunto de principio, no una regla detallada y rígida. Que algo sea verdaderamente costoso depende del ambiente de la gente.
Estas normas variadas del vivir son permitidas soberanamente. En la iglesia, Dios no requiere que diferentes clases de personas se comporten de la misma manera. Hace algún tiempo en China, un grupo de cristianos se fueron a extremos porque carecían de esta luz. Establecieron una reunión y formularon ciertos reglamentos. Decían que nadie podía asistir a las reuniones usando zapatos de cuero, sino zapatos chinos hechos de tela. Aún más, a los hombres se les requería rapar sus cabezas, y a las mujeres utilizar faldas; de otra manera no se les permitía asistir a las reuniones. Sabemos que esto no es lo que Dios desea de Sus hijos, porque éstos son extremos.
Por eso, la norma de lo necesario para nuestro vivir debe ser determinada por nosotros en oración y buscando conocer la mente de Dios. No podemos medir nuestra norma de acuerdo con la de otros ni demandar que ellos estén de acuerdo con nuestros puntos de vista y modo de pensar. Aún más, nuestros propios tratos delante de Dios también deben concordar con la norma de nuestro diario vivir delante Dios. No debemos ir más allá ni tampoco quedarnos cortos. Algunas personas tratan con lo necesario para su vivir, cosas que no los usurpan, como si éstas fueran mundanas y de este modo se van a extremos. Una vez, en el norte de China, conocí a un destacado predicador que amaba al Señor y testificaba de El. Sin embargo, trataba con el mundo de una manera extremada. Por ejemplo: sudaba mientras predicaba, pero rehusaba utilizar el pañuelo, pensando que el pañuelo era un objeto mundano. En lugar de eso, utilizaba la manga de su camisa para secar el sudor de su frente. Dormía en el piso porque no tenía paz para dormir sobre una cama. Al levantarse en la mañana, iba a la orilla del mar a bañarse, porque no tenía paz si se bañaba en la casa. Este tipo de trato realmente era extremado. Puesto que ni comía ni dormía adecuadamente, su cuerpo se fue debilitando y murió prematuramente cuando tenía alrededor de cincuenta años. En verdad, esto fue lamentable.
Necesitamos entender que Dios todavía requiere que vivamos como seres humanos normales sobre esta tierra. Por esta razón tenemos ciertas necesidades en nuestro vivir. Cuando Adán estuvo en el huerto de Edén, Dios le mostró árboles que eran agradables a la vista. De esto podemos concluir que hasta la belleza y la felicidad son necesarias para el vivir humano. Si nuestra apariencia es descuidada o nuestro hogar desarreglado, esto no es prueba de que seamos espirituales. La pregunta es si esto lo posee a usted. Si esto tiene cabida en usted y lo usurpa de manera que usted no es capaz de abandonarlo, sin duda éste es su mundo y tiene que tratar con él como corresponde.
Aunque cualquier cosa que exceda nuestras necesidades constituye el mundo, esto no quiere decir que las cosas necesarias para nuestro vivir no puedan llegar a ser el mundo. Si cierta necesidad en nuestro vivir nos ata y nos impide hacer la voluntad de Dios o ser completamente ganados por Dios, entonces hemos sido usurpados por ella. Esto, entonces, viene a ser el mundo y se requiere que sea tratado. Por ejemplo: la comida y el vestido son necesarios para nuestro vivir, pero si nos usurpan y reemplazan a Dios, se convierten en el mundo.
En realidad, cuando un creyente sigue al Señor, rara vez es usurpado y envuelto con cosas que van más allá de sus necesidades básicas. Por el contrario, usualmente es usurpado y se enreda en cosas que son necesarias para vivir. Por eso, cuando el Señor estaba en la tierra y llamó a personas para que lo siguieran, no le pidió al hombre que abandonara aquello que excedía lo necesario para su sustento diario sino que daba énfasis a que debían abandonar los afanes por las cosas de su vida diaria, tales como padres, esposas, hijos, tierras, casas, etc. Si estas cosas necesarias usurpan al hombre, ellas se apoderan del lugar que ocupa el Señor en el hombre. Por supuesto, el Señor Jesús no nos pidió que abandonáramos nuestra responsabilidad, sino que Su deseo era que renunciáramos a estar preocupados con las personas, actividades y cosas. Por esta razón, en las epístolas, el Señor nos enseña nuevamente a través de los apóstoles, que debemos honrar a nuestros padres, tratar con nuestras esposas apropiadamente, y cuidar de nuestras relaciones, etc.
Sin duda, el énfasis en cuanto a tratar con el mundo es el trato con la usurpación de personas, actividades y cosas. Mientras estas cosas nos usurpen, ya sean cosas necesarias para nuestro vivir diario o cosas en exceso, de todos modos constituyen el mundo y deben ser el objeto de nuestro trato. Las cosas que necesitamos a diario pueden o no usurparnos, pero cualquier cosa que exceda nuestras necesidades diarias inevitablemente nos usurpa.
En conclusión, las cosas que tenemos que enfrentar al tratar con el mundo no son cierto tipo específico de personas, actividades y cosas. Lo que tenemos que hacer es asegurarnos si éstas nos usurpan y toman el lugar de Dios en nosotros o no. Es posible que las mismas cosas que necesitamos en cuanto a personas, actividades y cosas puedan usurpar a una persona mientras que a otra no, y que puedan tomar el lugar de Dios en una persona y en otra no. Por lo tanto, desde el punto de vista humano es difícil determinar qué es y qué no es el mundo. No hay un límite ni una norma establecida.
Ahora vamos a ver desde el punto de vista de Dios cuáles son las cosas que hay que tratar en relación con el mundo. Desde el punto de vista divino, hay cierta regla de medida en cuanto al mundo. Esta regla es Dios mismo. Así como medimos el pecado por la ley de Dios, así medimos el mundo por Dios mismo. La norma para tratar con el mundo está basada en Dios. Si Dios está ausente, no podemos percibir qué es el mundo. Dios y el mundo siempre están en oposición el uno al otro. Dondequiera que está el mundo, allí no está Dios; donde está Dios, allí no está el mundo.
Por consiguiente, tomando a Dios como la norma, podemos definir el mundo como aquellas personas, actividades, y cosas incompatibles con Dios, que reemplazan a Dios en nosotros, que impiden que la voluntad de Dios sea hecha a través de nosotros o que impiden el control total de Dios sobre nosotros. Todas estas cosas que nos usurpan son clasificadas como “profanas”. Por lo tanto, tratar con el mundo es tratar con estos objetos “profanos”.
“Profano” es lo opuesto a “santo”. Santidad significa ser apartado y ser diferente de todo lo demás. En todo el universo sólo Dios mismo está apartado y es diferente de todo lo demás; por lo tanto, sólo El es santo. De la misma manera, si una persona, actividad o cosa es separada y traída hacia Dios y es apartada para Dios, la Biblia también la llama santa, siendo apartada para santidad. Por ejemplo, el Señor Jesús en Mateo 23:17 y 19 nos muestra que si el oro era usado para el templo, o si era usado como una ofrenda para ponerse en el altar quedaba santificado. Todo el oro que hay en este mundo es para uso humano y es común; sin embargo, si una porción es separada y colocada en el templo para el uso de Dios, es santificada. También, si un buey o una oveja están en un rebaño son para uso humano y son comunes. Sin embargo, al ser escogidos y colocados sobre el altar se convierten en una ofrenda para Dios, siendo apartados para santidad. Esto es un asunto exclusivamente de si ellos son apartados para Dios y le pertenecen. Antes de ser apartados son comunes; después de ser apartados, vienen a ser santos. Sencillamente, ¡santidad significa todo lo que pertenece a Dios y todo lo que es de Dios, hacia Dios y para Dios! Todo lo demás es profano y común. Estos objetos profanos tienen que ser tratados cuando tratamos con el mundo.
En realidad, ¿qué le pertenece a Dios? ¿Qué significa ser de Dios, qué es ser separado hacia Dios, y qué es ser para Dios? Dios mismo y todo lo que está en El le pertenece. Cuando Dios y todo lo que está en El entra en nosotros, somos de El directamente, lo que a su vez causa que todas las cosas que nos pertenecen sean de El indirectamente.
A pesar de que la esposa e hijos de un creyente no sean salvos, ellos están santificados porque son directamente de él e indirectamente de Dios (1 Co. 7:14). El esposo es de Dios directamente, pero su esposa e hijos incrédulos son de Dios indirectamente en virtud de la relación de ellos con él. De otra manera, el esposo cristiano, al deshacerse de las cosas profanas del mundo tendría que deshacerse de su familia incrédula; esto no armonizaría con la verdad de las Escrituras.
¿Qué significa ser apartado para Dios? La esfera de ser apartado para Dios es más pequeña que la esfera de ser de Dios. Por ejemplo, mi casa es mía, pero no tiene necesariamente que ser apartada para mí a fin de que esté bajo mi control. De la misma manera, para nosotros los que somos salvos, todo lo que tenemos es de Dios, pero no es necesariamente apartado para Dios. No es sino hasta que consagramos todo a Dios que todo será apartado para Dios.
¿Qué significa ser para Dios? Esta esfera es nuevamente menor que la de ser apartado para Dios. “Para Dios” significa ser usado por Dios. Nosotros, quienes hemos sido apartados para Dios no somos necesariamente utilizados totalmente por Dios. Quizás seamos de Dios cien por ciento, pero sólo un cuarenta por ciento apartados para Dios, y sólo un cinco por ciento realmente usados por Dios. Cuando alcanzamos el grado de ser completamente usados por Dios, somos entonces totalmente santos.
Vemos por lo antes mencionado, que todo lo que se relaciona con Dios, todo lo que es de Dios, todo lo que es apartado para Dios, y todo lo que es para Dios es santo. Todo lo demás no es santo. Todo lo que es profano es algo que hay que tratar en relación con el mundo. La norma para medir lo que es mundano es Dios mismo. Todo lo que es impropio e incompatible con Dios y todo lo que no alcanza la medida de Dios es mundano y profano. Por consiguiente, cada persona, actividad y cosa que tiene que ver con nosotros mismos, nuestro ambiente, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra profesión, debe ser examinado ante Dios por la siguiente norma: ¿Está esto relacionado con Dios, es de Dios, es apartado para Dios, y es para Dios? Todo lo que no está de acuerdo con Dios ni alcance la medida de Dios debe ser tratado. Por ejemplo, a pesar de que la esposa e hijos incrédulos son indirectamente santificados para Dios a través del creyente, éste debe traerlos pronto a la salvación. Después de que sean salvos, debe ayudarles a que se consagren a Dios para que así puedan ser apartados para Dios y utilizados por Dios. Esto también está incluido al tratar con lo profano.
En conclusión los objetos que hay que enfrentar en nuestro trato con el mundo incluyen todas las cosas que no pertenecen a Dios, que no son de Dios, que no son apartadas para Dios y que no son para Dios. Esto incluye todo aquello que en nosotros tome el lugar de Dios, así como todas aquellas personas, actividades y cosas que excedan nuestras necesidades básicas. Estos objetos profanos y mundanos necesitan ser tratados.
La base de nuestro trato con el mundo es la misma para tratar con el pecado. Está basada en el sentido de la vida que se obtiene durante la comunión. Dios nunca ha pedido al individuo que se separe en un momento dado de todo lo profano y de todas las cosas que le usurpan. Dios quiere que el hombre trate con las cosas que él perciba que son profanas y usurpadoras. En la práctica, puede ser que haya cien cosas profanas en nosotros, pero durante nuestro tiempo de comunión con Dios estamos conscientes, quizás, de sólo diez. Entonces, Dios nos hace responsables sólo de estas diez. Temporalmente no somos responsables de las noventa restantes. No es sino hasta que hayamos llegado a cierto grado de comunión en vida que venimos a estar conscientes de los objetos restantes y tratamos con ellos.
Por consiguiente, la base para tratar con el mundo es la misma que con el pecado. Debemos prestar atención a los tres principios siguientes:
1. Debemos tratar con el mundo con base en el sentir interno obtenido mediante la comunión. El trato no podrá exceder nuestro sentir interno.
2. Gradualmente debemos ampliar el área de nuestra comunión, de tal manera que nuestro sentir interno toque todos los aspectos de nuestra vida. De manera que nosotros tratemos con el mundo en todos los aspectos.
3. Gradualmente debemos profundizar nuestra comunión de manera que nuestro sentir interno con relación al mundo se profundice; así que, podremos ser tratados más cabalmente.
Además de estos tres principios, hay dos factores que influyen grandemente en nuestro sentir interno hacia el mundo: nuestro amor para Dios y nuestro crecimiento espiritual en vida. Hemos dicho que Dios es la norma para tratar con el mundo. Si estamos lejos de Dios, no estaremos conscientes de nuestra mundanalidad. Pero una vez que nos acercamos a Dios, descubrimos muchas cosas mundanas en nosotros. Sólo aquellos que aman a Dios desean acercarse a El. Por tanto, si deseamos tratar con el mundo, debemos primero amar a Dios. Cuanto más amamos a Dios, más sensibles nos volvemos para con el mundo, y más expuesto es el mundo en nosotros. Una vez que el mundo es expuesto, es desechado. Esta exposición es la iluminación. Cuando nuestro amor a Dios hace que le encontremos a El, quien es luz, El alumbra y expone al mundo. Cada vez que esta luz aparece, ella ilumina y saca de nosotros el mundo. Así que, en cuanto al trato con el mundo no hay más ley que Dios, quien es nuestra norma y nuestra medida. El grado hasta el cual tratemos con el mundo depende del grado de nuestro amor a Dios.
Nuestro sentir interno hacia el mundo también depende de nuestro crecimiento espiritual. Tanto más avancemos en la vida espiritual y en el conocimiento de Dios, tanto más profundidad tendremos en conocer el mundo. Este conocimiento del mundo es el sentir interno que tenemos hacia el mundo, y constituye la base para tratar con el mundo. El grado de nuestro crecimiento espiritual siempre es proporcional al grado de nuestro trato con el mundo. La vida de un nuevo creyente es inmadura, y su conocimiento de Dios es limitado. Por consiguiente, su sentir interno hacia el mundo y sus tratos con el mundo son superficiales. Comparativamente, aquél cuya vida es madura y cuyo conocimiento de Dios ha aumentado, tiene un sentir más profundo hacia el mundo. De este modo sus tratos con el mundo son más severos. El cielo es muy inmenso y alto. Sin embargo, cuán inmenso y cuán alto es para nosotros, depende de nuestra visión. Si nuestra visión es tan estrecha como la boca de un pozo, entonces el cielo que vemos no será más grande que la boca del pozo. De igual forma, en cada uno de nosotros hay mucho mundo, pero nuestra medida para tratar con él depende de nuestro sentir interno hacia él, de nuestro conocimiento de Dios, y del grado de nuestro crecimiento espiritual. Aunque tratar con el mundo hará que crezcamos espiritualmente, con todo, si deseamos tratar con él hasta el fin para que Dios pueda tener un lugar completo dentro de nosotros, debemos pedirle a Dios que nos atraiga para que podamos amarle más, y buscar más nuestro crecimiento espiritual, de modo que vengamos a ser más maduros en vida.
El punto hasta el cual debemos tratar con el mundo es “vida y paz” (Ro. 8:6). Siempre que tratemos con el mundo del cual estemos conscientes, debemos hacerlo hasta que tengamos paz y vida interior. Ya que estos tratos están basados en el sentir de vida que se deriva de la comunión, éstos son experiencias de vida. Tratar con el mundo hace que experimentemos vida y sentir su frescura, brillantez, satisfacción, fortaleza, gozo y paz. En otras palabras, debemos tratar con el mundo hasta el punto que tengamos vida y paz.
Si deseamos tratar con el mundo, debemos dirigir nuestra atención a un solo punto: cerrar nuestra mente al mundo.
Cuando comenzamos a aprender las lecciones de cómo tratar con el mundo y el pecado, éstos muchas veces vuelven a nuestro pensamiento; es decir, con frecuencia tenemos la intención de pecar o de amar al mundo. En tal momento nuestra responsabilidad es cerrar nuestra mente y rechazar estos pensamientos.
Por supuesto, es muy difícil cerrar nuestra mente a los pensamientos de pecar, porque el pecado vive dentro de nosotros. No será sino hasta que seamos arrebatados que seremos libertados de esta dificultad interior. Es por esto que aun los cristianos maduros y experimentados son tentados por pensamientos de pecado.
La dificultad del mundo es algo de nuestra naturaleza externa. La Biblia declara que el pecado mora en nosotros, pero nunca menciona que el mundo vive en nosotros. Ya que la naturaleza del mundo es externa, es fácil aislar los pensamientos del mundo. Al hablar de tratar con el mundo, en 1 Juan 2 se amonesta a los santos jóvenes. Así que, este asunto no requiere mucha experiencia; puede y debe ser practicado cuando comenzamos a seguir al Señor. Por el contrario, si un santo está siendo molestado por el mundo y no puede aislar los pensamientos mundanos, esto prueba que es aún joven e inmaduro.
En conclusión, cuando nos esforzamos en tratar con el mundo, debemos ser decididos y violentos para echar fuera cualquier pensamiento del mundo. No sólo debemos cerrar la puerta, sino también enrejarla, e incluso convertir esta puerta en un muro. De esta manera, podremos resolver cabalmente el problema del mundo. Para esto, no debemos simplemente esperar que el Señor nos constriña con Su amor o que Su gracia nos sostenga. Debemos también usar nuestra propia iniciativa para tratar con este asunto. Si es así, los pensamientos mundanos nunca más nos molestarán.