
Es muy importante que los creyentes sepan que tienen un espíritu. Más adelante veremos que toda comunicación entre Dios y el hombre se produce en el espíritu. Si un creyente no sabe qué es su espíritu, no sabrá cómo tener comunión con Dios en el espíritu, y sustituirá la obra del espíritu por actividades del alma, como por ejemplo, las de la mente y la parte emotiva. Como resultado, permanecerá en la esfera del alma y no llegará a la esfera espiritual.
En 1 Corintios 2:11 se habla del espíritu del hombre que está en él.
En 1 Corintios 5:4 se hace referencia a “mi espíritu”.
Romanos 8:16 habla de “nuestro espíritu”.
En 1 Corintios 14:14 de nuevo se menciona “mi espíritu”.
En 1 Corintios 14:32 se usa la expresión “el espíritu de los profetas”.
Proverbios 25:28 menciona el espíritu del hombre.
Hebreos 12:23 menciona los espíritus de los justos.
Zacarías 12:1 dice que Jehová formó el espíritu del hombre dentro de él.
Estos versículos demuestran que el hombre tiene espíritu, el cual no es el alma ni el Espíritu Santo. Por medio de este espíritu, nosotros adoramos a Dios.
De acuerdo con lo que enseña la Biblia y según la experiencia del creyente, se puede decir que el espíritu del hombre está compuesto de tres partes, o que tiene tres funciones. Estas tres partes son la conciencia, la intuición y la comunión (con Dios, que es lo mismo que la adoración).
La conciencia es el órgano que discierne entre lo correcto y lo incorrecto, lo cual no es afectado por el conocimiento intelectual; es más bien un juicio directo y espontáneo. Muchas veces, la conciencia condenará aun las cosas que los razonamientos de uno toleran. La obra de la conciencia es independiente y directa en su mayor parte; no es afectada por las circunstancias. Si un hombre comete un error en su conducta, su conciencia lo censurará. La intuición es la percepción que se tiene dentro del espíritu, la cual es absolutamente diferente a la percepción del cuerpo y a la del alma. Esta percepción es directa y no depende de nada más; no necesitamos la ayuda de la mente ni de la parte emotiva ni de la voluntad para tener este conocimiento, ya que viene directamente de la intuición. Por medio de la intuición, el hombre puede verdaderamente “conocer”, mientras que la mente sólo le permite tener un entendimiento intelectual. Los creyentes conocen todas las revelaciones de Dios y toda la actividad del Espíritu Santo por medio de la intuición. El creyente debe seguir la voz de la conciencia y la instrucción de la intuición. La comunión que se tiene en el espíritu es la adoración a Dios. La mente, la parte afectiva y la voluntad son órganos del alma y no pueden adorar a Dios. Dios no viene por medio de nuestros pensamientos ni nuestras emociones ni nuestros deseos. A Dios se le conoce directamente por medio del espíritu, es decir, por medio del “hombre interior”, y no por medio del alma, que es el hombre exterior.
Basándonos en lo anterior, comprendemos cómo estas tres partes —la conciencia, la intuición y la comunión— están profundamente integradas y cómo se relacionan entre sí. La conciencia está ligada a la intuición, porque la juzga según ésta; ella condena la conducta que es contraria a la intuición. La intuición también está ligada a la comunión o adoración. En la intuición el hombre conoce a Dios, quien se revela a Sí mismo y también Su voluntad por medio de la intuición. Ni las aspiraciones ni las conjeturas no nos llevarán al conocimiento de Dios. No añadiremos más por el momento, pues discutiremos esto en detalle más adelante.
El espíritu contiene la función de la conciencia, aunque eso no significa que el espíritu sea la conciencia. Podemos ver esto en los siguientes versículos:
“Porque Jehová tu Dios había endurecido su espíritu” (Dt. 2:30).
“Jehová ... salva a los contritos de espíritu” (Sal. 34:18).
“Renueva un espíritu recto dentro de mí” (Sal. 51:10).
“Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu” (Jn. 13:21).
“Su espíritu fue provocado viendo la ciudad llena de ídolos” (Hch. 17:16).
“Pues no habéis recibido espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor” (Ro. 8:15).
“El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16).
“Pues yo ... presente en espíritu, ya como presente he juzgado al que tal cosa ha hecho” (1 Co. 5:3).
“No tuve reposo en mi espíritu” (2 Co. 2:13)
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía” (2 Ti. 1:7)
El espíritu también abarca la intuición, que es el conocimiento de las cosas. Vemos esto en los siguientes versículos:
“El espíritu está dispuesto pero la carne es débil” (Mt. 26:41).
“Jesús, conociendo en Su espíritu” (Mr. 2:8).
“Y gimiendo profundamente en Su espíritu” (Mr. 8:12).
“Jesús ... se indignó en Su espíritu” (Jn. 11:33).
“Este ... siendo ferviente de espíritu” (Hch. 18:25).
“Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén” (Hch. 20:22).
“Porque, ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él?” (1 Co. 2:11).
“Porque confortaron mi espíritu y el vuestro” (1 Co. 16:18).
“Por cuanto su espíritu recibió refrigerio de todos vosotros” (2 Co. 7:13).
El espíritu tiene la función de la comunión o adoración. Vemos esto en los siguientes versículos:
“Y mi espíritu ha exultado en Dios mi Salvador” (Lc. 1:47).
“Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad” (Jn. 4:23).
“Porque testigo me es Dios, a quien sirvo en mi espíritu” (Ro. 1:9).
“Sirvamos en la novedad del espíritu” (Ro. 7:6).
“Habéis recibido espíritu filial, con el cual clamamos: ¡Abba, Padre!” (Ro. 8:15).
“El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu” (Ro. 8:16).
“Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El” (1 Co. 6:17).
“Oraré con el espíritu” (1 Co. 14:15).
“Si bendices sólo con el espíritu” (1 Co. 14:16).
“Y me llevó en espíritu” (Ap. 21:10).
En estos versículos vemos que el espíritu incluye por lo menos tres partes: la conciencia, la intuición y la comunión. Aunque una persona que no es regenerada no ha recibido la vida divina, de todos modos tiene estas tres facultades, aunque en tales circunstancias sólo tiene comunión con los espíritus malignos. En algunos la manifestación del espíritu es mayor, y en otros es menor, pero esto no significa que esa persona, antes de ser regenerada, no está muerta en sus delitos y pecados. La Biblia no considera a una persona salva sólo porque su conciencia esté activa, porque su intuición sea aguda o porque tenga inclinaciones e intereses espirituales. Estas cosas sólo demuestran que el hombre tiene espíritu y que éste es diferente al intelecto, a la parte emotiva y a la voluntad, pues éstas son parte de su alma. Antes de ser regenerado el hombre, su espíritu está separado de la vida de Dios, pero después de ser regenerado, comienzan a vivir la vida de Dios y el Espíritu Santo en su espíritu y a vivificarlo, y hacen de éste el instrumento del Espíritu Santo.
La razón por la cual estudiamos las principales características del espíritu, es mostrar que el hombre tiene un espíritu que es independiente de sus otras partes. Dicho espíritu no es la mente ni voluntad ni la parte afectiva del hombre. En él se halla la función de la conciencia, de la intuición y de la comunión. Allí Dios nos regenera, nos instruye y nos guía a Su descanso. Debido a que los creyentes han estado por mucho tiempo controlados por el alma, su conocimiento del espíritu es muy débil. Debemos acercarnos a Dios en temor y temblor, y pedirle que nos muestre en nuestra experiencia lo que es del espíritu y lo que es del alma.
Antes de ser regenerada una persona, su espíritu se halla profundamente sumergido dentro de su alma, la cual lo envuelve y está entretejida con él. De esta manera, las funciones de la conciencia se mezclan con el alma, y la persona no puede distinguir entre lo que viene del alma y lo que viene del espíritu. Además, ya que las principales funciones del espíritu para con Dios están perdidas y muertas, ellas llegan a ser suplementarias para el alma. Cuando las funciones de la mente, la parte emotiva y la voluntad se fortalecen, las funciones del espíritu se eclipsan. Por lo tanto, después de que el creyente es regenerado, llega a ser necesario que el alma y el espíritu estén divididos. Si buscamos en las Escrituras (lo cual haremos en breve), descubriremos que el espíritu de una persona que no ha sido regenerada parece que hiciera lo mismo que el alma. Los siguientes versículos demuestran esto:
“Sucedió que por la mañana estaba agitado su espíritu” (Gn. 41:8).
“Entonces el enojo [o el espíritu] de ellos contra él se aplacó” (Jue. 8:3).
“Mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad” (Pr. 14:29).
“Mas el espíritu triste seca los huesos” (Pr. 17:22).
“El necio da rienda suelta a toda su ira [o su espíritu]” (Pr. 29:11).
“Y los extraviados de espíritu aprenderán inteligencia” (Is. 29:24).
“Por el quebrantamiento del espíritu aullaréis” (Is. 65:14).
“Y las cosas que suben a vuestro espíritu” (Ez. 11:5).
“Y no ha de ser lo que habéis pensado [en vuestro espíritu]” (Ez. 20:32).
“Mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo” (Dn. 5:20)
Los versículos mencionados muestran la función del espíritu de una persona que no ha sido regenerada, y podemos ver cuánto se parecen a las funciones del alma. El propósito de estos versículos al decir que el espíritu se conduce de cierta manera, en vez de decir que el alma lo hace, es destacar la condición de esas personas en la parte más profunda de su ser. Los espíritus de tales personas son controlados y afectados por sus mentes. Por eso el espíritu lleva a cabo las funciones del alma, pues todavía está presente, y las funciones mencionadas se consideran funciones de sus espíritus. Un hombre no pierde el espíritu ni hace que éste desaparezca sólo porque su alma haya tomado el control.
Además del espíritu, el órgano con el cual nos comunicamos con Dios, también tenemos alma. En ella el hombre está consciente de sí mismo y de su propia existencia. El alma es el órgano que constituye la personalidad del hombre. Todo lo que incluye la personalidad, es decir, todo elemento que constituye al hombre como tal, es parte del alma. Su intelecto, su mente, sus ideales, su amor, sus reacciones, sus juicios, su voluntad, etc., todo ello es parte del alma.
Ya dijimos que el espíritu y el cuerpo están fusionados en el alma. Por eso, ella constituye la personalidad del hombre y el centro de su ser. Por esta razón la Biblia llama alma al hombre, como si fuera la única parte que tuviese.
Por ejemplo, Génesis 12:5 habla de las almas que salieron de Harán. Cuando Jacob condujo su familia a Egipto, la Biblia dice que “todas las almas [o personas] de la casa de Jacob, que entraron en Egipto, fueron setenta” (46:27). Existen muchos otros casos similares en el idioma original, donde la palabra “alma” se usa refiriéndose a personas. Esto obedece a que el alma es el asiento de la personalidad y su parte más destacada. La conducta del hombre es regida por su personalidad. La existencia del hombre, sus características y su vida provienen de su alma. Por eso la Biblia llama a los hombres almas.
Los tres elementos principales que conforman la personalidad del hombre son la voluntad, la mente y la parte afectiva. La voluntad es el órgano que reflexiona, forma juicios y decide. Sin la voluntad, el hombre sería una máquina. La mente es el órgano pensante; es nuestro intelecto. Nuestra inteligencia, conocimiento, y todo lo que incumbe a nuestra capacidad mental procede de la mente. Sin la mente, el hombre sería incoherente. La parte emotiva es el asiento del amor, el odio y los demás sentimientos. Podemos amar, odiar, regocijarnos, enojarnos, entristecernos y alegrarnos por esta facultad. Sin ella, el hombre sería insensible como la madera o como una piedra. Si estudiamos la Biblia cuidadosamente, encontraremos que los tres elementos principales de la personalidad del hombre pertenecen al alma. Ya que la cantidad de versículos es demasiado grande, sólo mencionaremos algunos como ejemplo.
El alma incluye la voluntad:
“No me entregues a la voluntad de mis enemigos” (Sal. 27:12).
“Y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos” (Sal. 41:2).
“Y te entregué a la voluntad de las hijas de los filisteos, que te aborrecen” (Ez. 16:27).
“La dejarás en libertad [según su alma]” (Dt. 21:14).
“No digan en su corazón: ¡Ea, alma nuestra!” (Sal. 35:25).
“Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con obligación” (Nm. 30:2).
“Poned, pues, ahora vuestros corazones y vuestros ánimos [o vuestras almas] en buscar a Jehová vuestro Dios” (1 Cr. 22:19).
“Por volver a la cual suspiran [o elevan su alma] ellos para habitar allí” (Jer. 44:14).
“Las cosas que mi alma no quería tocar” (Job 6:7),
“Y así mi alma tuvo por mejor la estrangulación” (Job 7:15).
Las expresiones “querer”, “desear”, “buscar”, “poned”, “suspiran”, “no quería” y “tuvo por mejor”, todas son funciones de la voluntad del hombre y, por ende, proceden del alma. Así que, el alma incluye la voluntad.
El alma también incluye el intelecto o la mente:
“El día que yo arrebata a ellos ... el anhelo de sus almas, y también sus hijos y sus hijas” (Ez. 24:25).
“Con enconamiento de ánimo” (Ez. 36:5).
“El alma sin ciencia no es buena” (Pr. 19:2).
“¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma...?” (Sal. 13:2).
“Estoy maravillado, y mi alma lo sabe muy bien” (Sal. 139:14).
“Lo tendré aún en memoria, porque mi alma está abatida dentro de mí” (Lam. 3:20).
“Guarda la ley y el consejo, y serán vida a tu alma” (Pr. 3:21-22).
“Así será a tu alma el conocimiento de la sabiduría” (Pr. 24:14).
“Sin ciencia”, “consejos”, “lo sabe”, “en memoria”, etc., son actividades de la mente o el intelecto del hombre. La Biblia los considera parte del alma. El alma incluye el intelecto o la mente humana.
El alma también incluye los afectos:
El alma puede amar:
“Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma” (Dt. 6:5).
“El alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo” (1 S. 18:1).
“Y darás el dinero por todo lo que deseas ... o por cualquier cosa que tú deseares” (Dt. 14:26).
“Lo que deseare tu alma, haré por ti” (1 S. 20:4).
“Y el deleite de vuestra alma” (Ez. 24:21).
“Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová” (Sal. 84:2).
“Así clama por ti, oh Dios, el alma mía” (Sal. 42:1).
“Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma” (Cnt. 1:7).
“Con mi alma te he deseado en la noche” (Is. 26:9).
“Mi Amado, en quien se complace Mi alma” (Mt. 12:18).
“Mi alma magnifica al Señor” (Lc. 1:46).
“Y una espada traspasará tu misma alma” (Lc. 2:35).
Estos versículos revelan que amar es una función del alma, pues de ella proviene.
El alma puede odiar:
“Que le hace que su vida aborrezca el pan, y su alma la comida suave” (Job 33:20).
“Y hiera a los cojos y ciegos aborrecidos del alma de David” (2 S. 5:8).
“Y también el alma de ellos me aborreció a mí” (Zac. 11:8).
“Está mi alma hastiada de mi vida” (Job 10:1).
“Su alma abominó todo alimento” (Sal. 107:18).
Vemos en estos versículos que el odio es una función del alma.
El alma puede ser afectada de otras maneras:
“Todo el pueblo estaba en amargura” (1 S. 30:6).
“Su alma está en amargura” (2 R. 4:27).
“Y él fue angustiado a causa de la aflicción de Israel” (Jue. 10:16).
“¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma...?” (Job 19:2).
“Mi alma se alegrará en mi Dios” (Is. 61:10).
“Alegra el alma de tu siervo” (Sal. 86:4).
“Su alma desfallecía en ellos” (Sal. 107:5).
“Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí” (Sal. 42:5)..
“Vuelve, oh alma mía, a tu reposo” (Sal. 116:7)..
“Quebrantada está mi alma de desear” (Sal. 119:20).
“Se deshace mi alma de ansiedad” (Sal. ll9:28).
“Suavidad al alma” (Pr. 16:24).
“Y se deleitará vuestra alma con grosura” (Is. 55:2).
“Cuando mi alma desfallecía en mí” (Jon. 2:7).
“Mi alma está profundamente triste” (Mt. 26:38).
“Ahora está turbada Mi alma” (Jn. 12:27).
“Atormentaba día tras día su alma” (2 P. 2:8).
Los versículos anteriores muestran cómo es afectada el alma. El sentimiento de ser afectado procede del alma. En ellos podemos ver las funciones de nuestras emociones. El amor, el odio, el sentido de haber sido afectado y las sensaciones, además de otros sentimientos, proceden del alma. Esto nos muestra que nuestra parte afectiva también es parte de nuestra alma.
Algunos eruditos que han estudiado la Biblia afirman que en griego existen tres palabras diferentes que se traducen vida: (1) bios, (2) psique, y (3) zoe. Aunque todas ellas se refieren a la vida, denotan conceptos diferentes. Bios se refiere a la vida física o biológica. Cuando el Señor Jesús dijo que la viuda había echado todo el “sustento” que tenía, El usó esta palabra (Lc. 21:4). Zoe es la vida más elevada, la vida espiritual. Siempre que la Biblia menciona “vida eterna”, usa la palabra Zoe. Psique es la vida que imprime aliento al hombre; es su vida natural o psíquica, es decir, la vida del alma. La Biblia usa esta palabra cuando se refiere específicamente a la vida del hombre.
Dediquemos nuestra atención a las expresiones “alma” y “vida del alma”, la cuales son traducciones de la misma palabra en el idioma original. El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo, y el Nuevo, en griego. En el Antiguo Testamento, tanto “alma” como “vida anímica o del alma” provienen de la palabra nephesh. En el Nuevo Testamento, “alma” y “vida del alma” son traducciones de la palabra griega psique. Vemos, entonces, que el alma es uno de los tres elementos del hombre y es su vida anímica, su vida natural.
En muchas versiones de la Biblia, dicha palabra es traducida simplemente “vida”. Veamos algunos ejemplos:
“Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis” (Gn. 9:4).
“Porque la vida de la carne en la sangre está” (Lv. 17:11).
“Los que acechaban la vida del niño” (Mt. 2:20).
“¿Es lícito en sábado, hacer bien, o hacer mal, salvar una vida o destruirla? (Lc. 6:9).
“Hombres que han arriesgado sus vidas por el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Hch. 15:26).
“Ni estimo preciosa mi vida para mí mismo” (Hch. 20:24).
“Y dar Su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28).
“El buen Pastor pone Su vida por las ovejas” (Jn. 10:11, 15, 17).
En los pasajes anteriores, la palabra vida en el idioma original es nephesh o psique. Pero no se traduce alma porque no tendría sentido [en estos contextos]. Se le da este uso porque se refiere a la vida del hombre.
Dijimos ya que el alma es uno de los tres elementos del hombre. La vida del alma es la vida natural del hombre, la vida que le permite existir independientemente, ser orgánico y vivir. Esta es la vida que hace al hombre apto para vivir como tal. Ya que la Biblia utiliza nephesh y psique para denotar tanto al alma como la vida misma del hombre, podemos fácilmente ver que estas dos cosas, aunque se distinguen, son inseparables. Se distinguen debido a que en algunos lugares psique puede considerarse el alma o la vida, pero no ambas. La misma palabra se usa muchas veces, por ejemplo, en Lucas 12:9-23 y Marcos 3:4, pero no se puede usar la misma palabra en español. Si lo hacemos, el sentido sería confuso. Por otro lado, el alma y la vida del hombre son inseparables porque ambas están plenamente integradas dentro de él. Si el hombre no tiene alma, no tiene vida. La Biblia no nos dice que una persona carnal tiene vida aparte del alma. La vida del hombre es el alma que ocupa el cuerpo. El alma que está unida al cuerpo es la vida del hombre. La vida no es más que la expresión del alma. Ya que nuestra vida física es la vida del alma, la Biblia llama a nuestro cuerpo “cuerpo anímico” (1 Co. 15:44).
La idea de que el alma es la vida del hombre es crucial. Tiene mucho que ver con que seamos cristianos espirituales o anímicos. Más adelante hablaremos al respecto.
Ya vimos muchos versículos que prueban que el alma contiene la mente, la parte emotiva y la voluntad. Sabemos que los pensamientos del hombre, las imaginaciones, los juicios, los sentimientos, las emociones, las reacciones y los deseos provienen del alma. Por lo tanto, la vida del hombre es una vida que está unida a la mente, a la parte afectiva y a la voluntad y las expresa. Todo lo pertinente a la esfera natural que se halla en la personalidad del hombre, constituye las facultades del alma. La vida anímica es la vida natural del hombre de carne. Las diferentes actividades mencionadas anteriormente en las Escrituras, como por ejemplo, el amor, el odio, el conocimiento, el consejo, la amargura, el regocijo y las decisiones son funciones de la vida anímica.
Después de haber visto que el alma es nuestra personalidad, el órgano con el cual reflexionamos y nuestra vida, concluimos que ella es el yo, y asimismo, el yo es el alma. La Biblia tiene abundantes pruebas de este hecho.
En Números 30 “ligar el alma con obligación” se menciona más de diez veces. En el idioma original, todos estos lugares dicen “ligando su alma”. Esto nos muestra claramente que el alma es nuestro yo. En muchos pasajes la Biblia traduce la palabra “alma” como la persona misma. Mencionemos sólo algunos casos:
“Ni os contaminéis con ellos, ni seáis inmundos por ellos” (Lv. 11:43).
“No contaminéis vuestras personas” (Lv. 11:44).
“Según ellos habían tomado sobre sí y sobre su descendencia” (Est. 9:31).
“Oh tú, que te despedazas en tu furor” (Job. 18:4).
“Por cuanto se justificaba a sí mismo” (Job. 32:2).
“Tuvieron ellos mismos que ir en cautiverio” (Is. 46:2).
Además, en Exodo 12:16 “lo que cada cual haya de comer” es, en el idioma original “lo que cada alma haya de comer”. En Números 35:11 y 15, “Donde huya el homicida que hiriere a alguno de muerte sin intención” es, en el idioma original, “Donde huya el homicida que hiere a algún alma sin intención”. En Números 23:10 dice: “Muera yo la muerte de los rectos” es, en el idioma original: “Muera mi alma”. En Levítico 2:1, Cuando una persona ofreciera oblación” es, en el idioma original, “Cuando un alma ofreciera oblación”. En Salmos 131:2 dice: “Como un niño destetado está mi alma”. En Ester 4:13: “No pienses que escaparás” es, en el idioma original, “No pienses en el alma...” En Amós 6:8: “Jehová el Señor juró por Sí mismo” es, en el idioma original, “Jehová el Señor juró por Su alma”. Estos pocos versículos nos indican en diferentes maneras que el alma es la persona misma.
En el Nuevo Testamento tenemos el mismo caso. En 1 Pedro 3:20 las ocho personas son llamadas ocho almas. En Hechos 27:37 los doscientos setenta y seis sobrevivientes son doscientos setenta y seis almas. En Romanos 2:9, los hombres malvados son las almas malvadas. Advertir a las almas malvadas, significa advertir a los hombres malvados. Jacobo 5:20 dice que hacer que un pecador se arrepienta, es salvar a un alma de la muerte . En Lucas 12:19 el hombre rico en su necedad habló palabras de consuelo a su propia alma, es decir, a sí mismo.
Por lo tanto, es obvio que en la Biblia el alma del hombre o la vida anímica del hombre es el hombre mismo. Los ejemplos anteriores nos muestran que en esos casos, si usáramos la palabra “alma” o “vida” en la traducción, no sería comprensible. La única manera es traducirla es “sí mismo”, “uno mismo”, “ellos”. Esto se debe a que el Espíritu Santo considera al alma o la vida del hombre, como al hombre mismo. Podemos confirmar esto con las palabras del Señor Jesús.
Mateo 16:26 dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma [psique] O, ¿qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma [psique]?
Lucas 9:25 dice: “¿Qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se pierde o se malogra él mismo?
Mateo dice lo mismo que Lucas. En un caso, se menciona “la vida del alma”, mientras que en el otro, se menciona “a sí mismo”. Aquí, vemos que para el Espíritu Santo es igual el término de Mateo “la vida del alma” que el de Lucas, o podemos también decir, que para El es igual en Lucas el término “a sí mismo” que en Mateo. La vida o el alma del hombre es el hombre mismo. Así que, el hombre mismo es su alma o su vida.
Después de haber leído estos versículos referentes al alma, concluimos que el alma del hombre, es simplemente su vida, es él mismo, su personalidad y lo que ésta incluye, a saber: su voluntad, su mente y su parte emotiva. Llegamos a la conclusión de que el alma humana, incluye todo lo que lo constituye un ser humano. Todo hombre que vive en la carne, tiene alma y todo lo que ella contiene. El alma es la vida que comparten todos los hombres de carne. Antes de ser regenerado el hombre, su vida consta de su yo, su vida, su aliento, su fuerza, su mente, sus propósitos, su amor, sus sentimientos, todo lo cual es del alma. En otras palabras, la vida del alma, es la vida que él adquiere desde el vientre de su madre. Todo lo que esta vida posee (antes de que la persona crea en el Señor) y todo lo que pueda llegar a tener, pertenece a la vida anímica. Si entendemos claramente lo que es del alma, será fácil comprender lo que es del espíritu, y podremos diferenciar entre las cosas espirituales y las anímicas.