
Lectura bíblica: 1 Co. 12:1, 3-11, 13, 18, 24, 28; 14:4-5, 12, 25; 15:3-4, 17, 20, 23, 45, 54-57
En 12:28 Pablo dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, en segundo lugar profetas, en tercer lugar maestros, luego obras poderosas, después dones de sanidad, ayudas, administraciones, diversos géneros de lenguas”. La iglesia aquí se refiere tanto a su aspecto universal como a su aspecto local. Del versículo 12 al 27 la iglesia es considerada el Cuerpo de Cristo. El Cuerpo es un organismo en el que Cristo crece y se expresa como la vida de los creyentes. La iglesia es una asamblea por medio de la cual Dios lleva a cabo Su administración.
Los apóstoles son aquellos que son llamados y enviados por Dios (1:1; Ro. 1:1) para predicar el evangelio a fin de que los pecadores sean salvos y lleguen a ser los materiales útiles para la edificación de la iglesia, para establecer las iglesias (Hch. 14:21-23) y para enseñar la verdad divina. Su ministerio es universal y es para todas las iglesias.
Los profetas son aquellos que hablan por Dios y le proclaman por medio de la revelación de Dios, y quienes a veces predicen bajo inspiración (Hch. 11:27-28).
Los maestros son aquellos que enseñan las verdades conforme a la enseñanza de los apóstoles (Hch. 2:42) y la revelación de los profetas. Los profetas y los maestros son universales y también locales (Ef. 4:11; Hch. 13:1).
Las obras poderosas denotan milagros, o sea, obras de poder milagroso diferentes de la sanidad, como por ejemplo cuando Pedro resucitó a Dorcas de los muertos (Hch. 9:36-42). Los dones de sanidad se refieren al poder milagroso con el cual se puede sanar diferentes enfermedades.
La palabra griega traducida “ayudas” también significa “ayudadores”. Esto debe de referirse a los servicios de los diáconos y diaconisas (1 Ti. 3:8-13).
La palabra griega traducida “administraciones” también significa “los que administran, los que gobiernan”. Esto debe de referirse a los ancianos de la iglesia.
El último de los asuntos que Pablo incluye en su lista en 12:28 es diversos géneros de lenguas. Ésta es la segunda vez que el hablar en lenguas figura como el último de los aspectos relacionados con la operación de Dios en la iglesia.
En 12:28 vemos claramente que Dios puso diferentes dones en la iglesia. En realidad, cada miembro del Cuerpo es un don para el Cuerpo. Por lo tanto, no debemos pensar que los demás son un don pero que usted no lo es. Incluso los miembros más pequeños de nuestro cuerpo, como nuestro dedo meñique, son un don para el cuerpo. Si no tuviéramos dedos meñiques, definitivamente sentiríamos que nos falta algo. Todos los miembros del Cuerpo son dones para el Cuerpo, y el Cuerpo necesita a cada uno de ellos.
En 14:4, 5 y 12 vemos que las funciones de los miembros sirven para la edificación de la iglesia. En 1 Corintios 14:4 y 5 leemos: “El que habla en lengua desconocida, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Yo quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación”. Profetizar, hablar por el Señor y proclamar al Señor, edifica no sólo a los santos individualmente, sino también a la iglesia.
A continuación en 14:12 Pablo dice: “Así también vosotros: puesto que estáis ávidos de espíritus, procurad sobresalir en la edificación de la iglesia”. La única preocupación del apóstol era edificar la iglesia. Él estaba plenamente consciente de la iglesia y centrado en ella, caso completamente contrario al de los corintios, quienes estaban centrados en sí mismos. El problema que tenían con respecto a los dones espirituales se debía a sus afanes egoístas, es decir, a que no tenían interés alguno en edificar la iglesia.
Al tratar los problemas que pertenecen a la esfera de la vida humana, el apóstol resalta a Cristo como la porción única que Dios nos ha dado; y al tratar los problemas que pertenecen a la esfera de la administración divina, él resalta la iglesia como la única meta de Dios para nosotros. Los corintios no sólo carecían de Cristo, sino que también eran ignorantes en cuanto a la iglesia. El ministerio completador del apóstol (Col. 1:25) se compone de Cristo como misterio de Dios (Col. 2:2) y de la iglesia como misterio de Cristo (Ef. 3:4). No obstante, los corintios pasaron por alto ambos, a pesar de que estaban bajo el ministerio del apóstol.
En 14:25 Pablo dice: “Los secretos de su corazón se hacen manifiestos; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros”. Esto implica que profetizar, es decir, hablar por Dios y proclamarlo, teniendo a Dios como el contenido mismo, ministra a Dios a los oyentes y los conduce a Él. Esto también indica que las reuniones de la iglesia deben estar llenas de Dios, y que todas las actividades de la iglesia deben impartir a Dios a las personas para que ellas sean infundidas con Dios.
En 1 Corintios 12:11-12 dice: “Pero todas estas cosas las realiza uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular según Su voluntad. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. La palabra “porque” indica que el versículo 12 es una explicación del versículo 11, el cual dice que este único Espíritu realiza todos los diversos aspectos de Su manifestación, repartiéndolos a muchos creyentes individualmente. Esto es semejante a nuestro cuerpo físico en que es uno y tiene muchos miembros.
En el versículo 12 Cristo es precedido por un artículo en el griego: “el Cristo”. Esto se refiere al Cristo corporativo, compuesto de Cristo mismo como Cabeza y de la iglesia como Su Cuerpo, del cual todos los creyentes son miembros. Todos los creyentes de Cristo están unidos a Él orgánicamente y constituidos de Su vida y elemento, y así han llegado a ser Su Cuerpo, el cual es un organismo que le expresa. Así que, Él no sólo es la Cabeza, sino también el Cuerpo. Así como nuestro cuerpo físico tiene muchos miembros y sin embargo es uno solo, así también es el Cristo.
En 12:13 Pablo continúa diciendo: “Porque en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Puesto que el Espíritu es la esfera y el elemento de nuestro bautismo espiritual, y debido a que en este Espíritu fuimos todos bautizados en una sola entidad orgánica: el Cuerpo de Cristo, entonces todos nosotros, sin importar nuestra raza, nacionalidad ni posición social— debemos ser este único Cuerpo. Cristo es la vida y el elemento constitutivo de este Cuerpo, y el Espíritu es la realidad de Cristo. Es en este único Espíritu donde todos fuimos bautizados en este único Cuerpo viviente para expresar a Cristo.
Los creyentes de Cristo son bautizados por medio del agua y en el Espíritu y así son introducidos en Cristo, en la muerte de Cristo (Ro. 6:3), en el nombre —la persona— del Dios Triuno (Mt. 28:19) y en el Cuerpo de Cristo. El bautismo introduce a los creyentes en una unión orgánica con Cristo y con el Dios Triuno, lo cual hace de ellos los miembros vivientes del Cuerpo de Cristo. Todos los dones —que son la manifestación del Espíritu y son repartidos por el Espíritu a cada uno de los creyentes— tienen como fin el provecho, la edificación, de este Cuerpo. Pablo estaba muy consciente de esto. Estaba consciente del Cuerpo y centrado en el Cuerpo, a diferencia de los corintios y muchos otros creyentes que han vivido en otras épocas, los cuales se han centrado en sí mismos en lo relacionado con los dones espirituales. Por eso, después de este versículo, él dio a los corintios un largo discurso con respecto al Cuerpo. Su intención era rescatarlos de sus afanes egoístas infundiéndoles un interés por el Cuerpo, para que ya no tuvieran como fin su propio provecho individual, sino la edificación del Cuerpo.
En 12:13 “judíos o griegos” son las razas y nacionalidades, y “esclavos o libres”, los rangos sociales.
Ser bautizados en el Espíritu es entrar en el Espíritu y perderse en Él; beber del Espíritu es recibir al Espíritu en nuestro interior y permitir que nuestro ser sea saturado de Él. Por medio de estos dos procedimientos, somos mezclados con el Espíritu. Ser bautizados en el Espíritu es el comienzo de la mezcla y ocurre una vez y para siempre. Beber del Espíritu es la continuación y la realización de la mezcla y es una actividad perpetua, para siempre.
En los versículos del 14 al 22 vemos lo indispensable que es cada miembro del Cuerpo. En el versículo 18 Pablo dice: “Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso”.
En 1 Corintios 12:24 dice: “Dios concertó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba”. La palabra griega traducida “concertó” literalmente significa compenetró; esto implica ser mezclados, acoplados, mutuamente. Dios ha concertado todos los diferentes miembros de Cristo para hacer de ellos un solo Cuerpo. Para esto necesitamos mucha transformación (Ro. 12:2); es decir, necesitamos ser transformados de la vida natural a la vida espiritual por medio del mismo Espíritu con miras a la vida práctica del Cuerpo.
Ser concertados en el Cuerpo es ser compenetrados, mezclados. Por medio de esta compenetración tenemos coordinación, equilibrio y acoplamiento.
En la vida de iglesia tenemos personas de todos los colores, razas, nacionalidades y rangos sociales. No obstante, somos un solo Cuerpo. ¿Cómo es posible esto? Es posible debido a que Dios concertó a los miembros del Cuerpo. ¿Sabe usted cómo Dios nos concierta unos con otros? Él lo hace mediante la vida interior y al morar en nosotros.
El que los dones fuesen colocados en la iglesia y que fuese concertado el Cuerpo guarda estrecha relación con la impartición divina de la Trinidad Divina. Cuanto más Dios nos concierta, más nos acopla y equilibra, y más Él se imparte en nosotros. Todas las acciones de equilibrar, acoplar, coordinar y concertar están relacionadas con la impartición divina.
Todo lo que el Señor hace en el Cuerpo está relacionado con Su impartición. Como ya hemos recalcado claramente, esta impartición envuelve a la Trinidad, y ocurre por medio de nuestra cooperación. En particular, nosotros cooperamos con el Dios Triuno al hablar en las reuniones de la iglesia. Cuanto más hablamos, más se produce la impartición divina.
En el capítulo 12 de 1 Corintios tenemos todas las funciones de los miembros del Cuerpo, y en el capítulo 14 vemos que las funciones son para la edificación de la iglesia. Luego, en el capítulo 15 encontramos lo que podemos llamar el factor básico. Este capítulo no habla de dones ni de funciones; sin embargo, nos revela el factor básico de la impartición divina de la Trinidad Divina.
En 15:3 Pablo dice: “Porque primeramente os he trasmitido lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”. La muerte de Cristo por nuestros pecados, Su sepultura que nos pone fin, y Su resurrección que hace germinar la vida en nosotros, todo lo cual se llevó a cabo conforme a las profecías del Antiguo Testamento (Is. 53:5-8, 10-12; Sal. 22:14-18; Dn. 9:26; Is. 53:9; Sal. 16:9-10; Os. 6:2), son los elementos básicos entre los puntos iniciales del evangelio.
A continuación, en 15:4 Pablo dice: “Y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras”. Las Escrituras en los versículos 3 y 4 denotan el Antiguo Testamento, esto es, la ley y los profetas. De los tres asuntos mencionados aquí —la muerte de Cristo, Su sepultura y Su resurrección— el último es el más vital, por cuanto nos imparte vida a fin de que vivamos a Cristo.
En el versículo 20 Pablo dice: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. En el versículo 23 Pablo nuevamente habla de Cristo como las primicias. Cristo fue el primero en resucitar de entre los muertos, llegando a ser así las primicias de la resurrección. Esto fue tipificado por las primicias (una gavilla de primicias, que constaba de Cristo y de algunos de los santos muertos del Antiguo Testamento, fue resucitada en la resurrección del Señor, Mt. 27:52-53) en Levítico 23:10-11, las cuales eran ofrecidas a Dios en el día después del Sábado, es decir, el día de la resurrección (Mt. 28:1). Cristo como primicias de la resurrección es el Primogénito de entre los muertos para ser la Cabeza del Cuerpo (Col. 1:18; Ef. 1:20-23). Puesto que Él, la Cabeza del Cuerpo, ha resucitado, nosotros, el Cuerpo, también seremos resucitados.
El capítulo 15 no sólo revela que Cristo murió por nuestros pecados, que Él fue sepultado y que resucitó para llegar a ser las primicias, sino que además revela que Cristo como postrer Adán llegó a ser Espíritu vivificante en resurrección: “Así también está escrito: ‘Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente’; el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Por medio de la creación, Adán fue hecho alma viviente con un cuerpo anímico, o sea, del alma. Por medio de la resurrección Cristo llegó a ser el Espíritu vivificante poseedor de un cuerpo espiritual. Adán como alma viviente es natural; Cristo como Espíritu vivificante está en resurrección. Primero, en la encarnación, Él llegó a ser carne para efectuar la redención (Jn. 1:14, 29); luego, en resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante para impartirnos vida (Jn. 10:10b). Por medio de la encarnación Él tenía un cuerpo anímico, así como lo tenía Adán; por medio de la resurrección, Él tiene un cuerpo espiritual. Su cuerpo anímico ha llegado a ser un cuerpo espiritual por medio de la resurrección. Ahora Él es el Espíritu vivificante en resurrección, tiene un cuerpo espiritual y está listo para ser recibido por Sus creyentes. Cuando creemos en Cristo, Él entra en nuestro espíritu y somos unidos a Él, quien es el Espíritu vivificante. Por tanto, llegamos a ser un espíritu con Él (1 Co. 6:17). Nuestro espíritu es vivificado y es resucitado juntamente con Él. Finalmente, nuestro cuerpo anímico actual también llegará a ser un cuerpo espiritual en resurrección, así como el Suyo (vs. 52-54; Fil. 3:21).
En 1 Corintios 15:57 Pablo declara: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Esta victoria es la victoria sobre el pecado y la muerte. Esta victoria obtenida por medio de la muerte y resurrección de Cristo no debe ser simplemente un hecho cumplido que debemos aceptar; debe ser también nuestra experiencia diaria en vida por medio del Cristo resucitado como Espíritu vivificante, quien es uno con nuestro espíritu. Por lo tanto, debemos vivir por este espíritu mezclado y andar conforme al mismo. De esta manera gracias serán dadas continuamente a Dios, quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Debido a que creímos en Cristo y participamos de Él, tenemos una unión orgánica con Él. Como resultado, disfrutamos Su victoria sobre el pecado y la muerte. Todos tenemos a Cristo como las primicias y como el Espíritu vivificante. Por lo tanto, podemos disfrutar de Su victoria. Esto nos capacita para ejercer nuestra función en las reuniones de la iglesia.
Cuando disfrutamos de la victoria de Cristo, podemos hablar por Cristo y proclamarlo en las reuniones. Este hablar abre el camino para que el Espíritu pueda ejercer Su función, para que el Señor pueda ministrar y para que Dios pueda operar. Entonces la impartición divina de la Trinidad Divina se efectuará continuamente, y la iglesia recibirá el beneficio. Ésta es la impartición divina de la Trinidad Divina, la cual redunda en las funciones de los miembros en una iglesia local.