
Si nosotros, los creyentes, vivimos una vida santificada, espiritual y victoriosa en el Dios Triuno, y una vida que es un espíritu con el Señor, conforme a lo que fue tratado en las diez lecciones anteriores de este tomo, seguramente esperaremos el regreso del Señor con anhelante expectación.
1) “Porque el Hijo del Hombre [el Señor] vendrá” (Mt. 16:27); “Vengo [Yo, el Señor] pronto” (Ap. 22:20).
En estas dos porciones y en muchos otros versículos del Nuevo Testamento, el Señor claramente prometió que El vendría otra vez.
1) “Porque el Señor mismo ... descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Ts. 4:16-17).
2) “Así será también la venida del Hijo del Hombre. Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado ... Dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una será tomada” (Mt. 24:39-41).
Estos dos pasajes claramente nos muestran que cuando el Señor venga, El arrebatará de este mundo obscuro y de esta tierra corrupta a los que pertenecemos a El, para que nos reunamos con El y estemos juntos con El para siempre.
1) “...de donde [de los cielos] ... [el] Señor Jesucristo ... el cual transfigurará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea conformado al cuerpo de la gloria Suya, según la operación de Su poder con la cual sujeta también a Sí mismo todas las cosas” (Fil. 3:20-21).
Estos versículos nos revelan que el Señor Jesús vendrá de los cielos para transfigurar con Su gran poder el cuerpo de humillación de los creyentes, para que sea semejante al cuerpo de Su gloria. Esto es para la redención de nuestro cuerpo, la cual nos librará de todos los problemas de la vieja creación (Ro. 8:23).
1) “¡He aquí, vengo [Yo, el Señor] pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro [porque será recompensado]” (Ap. 22:7).
2) “He aquí Yo [el Señor] vengo pronto, y Mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra” (Ap. 22:12).
3) “El reinado sobre el mundo ha pasado a nuestro Señor y a Su Cristo; y El reinará por los siglos de los siglos ... [el tiempo] de dar el galardón a Tus esclavos los profetas [los del Señor Dios], y a los santos, y a los que temen Tu nombre, a los pequeños y a los grandes” (Ap. 11:15-18).
Los tres pasajes mencionados antes nos indican que cuando el Señor venga otra vez a poseer el reino, recompensará a todos los que le pertenecen (por supuesto, algunos recibirán Su castigo, porque El dijo: “Mi recompensa está conmigo”. Aquí, la palabra recompensa implica no sólo premio sino también castigo).
1) “Vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada, la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tit. 2:12-13).
Con respecto a la venida de nuestro Señor, debemos vivir una vida piadosa en la cual esperamos Su gloriosa manifestación. Esta manifestación debe ser la bendición que esperamos.
1) “Velad, pues, porque no sabéis en qué día viene vuestro Señor” (Mt. 24:42); “Mirad también por vosotros mismos, no sea que vuestros corazones se carguen de disipación y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día como un lazo. Porque vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Velad, pues, en todo tiempo rogando para que logréis escapar de todas estas cosas que van a suceder, y estar en pie delante del Hijo del Hombre” (Lc. 21:34-36).
Estas dos porciones de la Escritura nos dicen que debemos ser cuidadosos y vigilantes, y debemos orar, de modo que cuando el Señor venga, podamos vencer y ser capaces de escapar de todas las calamidades que vendrán sobre toda la gente en la tierra, y de estar en pie delante de El.
1) “Y desde ahora me está guardada la corona de justicia, con la cual me recompensará el Señor ... en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su manifestación” (2 Ti. 4:8).
Aun más, necesitamos desear y amar la venida del Señor, no para obtener Su galardón, sino para obtener Su preciosa persona.
2) “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22:20).
Este debe ser el anhelo y el clamor de los que aman al Señor y aman Su venida. Este debe llegar a ser también nuestra constante oración.