
Podemos experimentar a Cristo y tomarlo como todo porque ahora somos un espíritu con El. Este es un misterio profundo, sin embargo, es un hecho seguro, el cual cada uno de nosotros que hemos creído en Cristo y que estamos unidos a El en Su vida divina, debemos creer, confesar, y practicar.
1) “Dios es Espíritu” (Jn. 4:24).
Esto habla de la naturaleza de Dios. En lo que a la esencia divina se refiere, Dios, el completo Dios Triuno, es Espíritu.
1) “...bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).
El Dios Triuno es tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Padre es la fuente, el Hijo es la expresión del Padre, y el Espíritu es la realización del Hijo. Por lo tanto, el Espíritu es la consumada expresión del Dios Triuno.
1) “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45).
El postrer Adán es el Cristo encarnado, quien a través de la muerte y la resurrección fue transfigurado para ser el Espíritu vivificante, el Espíritu de vida (2 Co. 3:6, 17), como la consumada expresión de Dios.
1) “Y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo, sean guardados perfectos” (1 Ts. 5:23).
Este versículo nos revela claramente y con certeza que todo nuestro ser es de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo es la parte más exterior, con la cual actuamos y andamos, y con la cual hacemos contacto con las cosas materiales. El alma es la parte que está entre el cuerpo y el espíritu, siendo nuestra personalidad y el “yo”. Con esta parte hacemos contacto con las cosas psicológicas. El espíritu es la parte más profunda, con la cual conocemos y adoramos a Dios, y con la cual hacemos contacto con las cosas espirituales. Por lo tanto, el espíritu es el centro de nuestro ser y es crucial para Dios, aún más crucial que los cielos y la tierra (Zac. 12:1).
1) “Pondré [Yo, Jehová Dios, quien está relacionado con el hombre] espíritu nuevo dentro de vosotros ... pondré dentro de vosotros Mi Espíritu” (Ez. 36:26-27).
Estos versículos se refieren a lo que Dios hizo cuando nos salvó a nosotros los pecadores. Por un lado, El renovó nuestro espíritu para hacerlo un espíritu nuevo, y por otro, El puso Su Espíritu dentro de nuestro espíritu renovado, haciendo que los dos espíritus se unieran como una sola entidad.
1) “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es ... Os es necesario nacer de nuevo” (Jn. 3:6-7).
Cuando Dios nos salvó, puso Su Espíritu dentro de nuestro espíritu renovado, y luego Su Espíritu impartió Su vida a nuestro espíritu, regenerándolo, es decir, regenerándonos, para hacernos Sus hijos (Jn. 1:12-13).
1) “El Espíritu mismo [el Espíritu Santo de Dios] da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Ro. 8:16).
Después que el Espíritu de Dios regenera nuestro espíritu, permanece en nuestro espíritu, dando testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
1) “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu ... es necesario que adoren” (Jn. 4:24).
Adorar en espíritu al Espíritu, quien es Dios, es adorarle a El con nuestro espíritu. Adorar a Dios es hacer contacto con Dios, lo cual incluye cosas tales como acercarnos a Dios, orar a Dios, confiar en Dios, y dar gracias a Dios.
1) “...Su Espíritu [el de Dios] que mora en vosotros” (Ro. 8:11); “El Espíritu ... da testimonio juntamente con nuestro espíritu” (Ro. 8:16).
Combinados estos dos versículos, vemos que el Espíritu, o sea, el Espíritu de Dios, es el Espíritu que reside en nosotros y que está unido a nosotros como una sola entidad.
1) “Pero el que se une al Señor es un solo espíritu con El” (1 Co. 6:17).
Basándonos en las varias verdades reveladas en los versículos anteriores, podemos decir que puesto que estamos unidos al Señor, somos un espíritu con El. Esto quiere decir que el espíritu, el cual es la mezcla de nuestro espíritu y el Espíritu del Señor, es a la vez el Espíritu del Señor y nuestro espíritu; es el Espíritu del Señor mezclado con nuestro espíritu y es nuestro espíritu mezclado con el Espíritu del Señor. El Nuevo Testamento, en versículos tales como Romanos 8:4-6 y Gálatas 5:16 y 25, frecuentemente usa la expresión el espíritu, el cual es el espíritu mezclado, cuando habla de lo que el Señor es para nosotros y de nuestra experiencia del Señor. Todas nuestras experiencias espirituales después que somos salvos, tales como nuestra comunión con el Señor, nuestra oración a El, nuestro vivir con El, y nuestra obediencia a El, son en este espíritu, que es el Espíritu del Señor mezclado con nuestro espíritu como una sola entidad.