
En la plena salvación de Dios, después que hemos logrado el crecimiento y la madurez en la vida de Cristo, el siguiente paso es la conformación. Esta conformación no se realiza siguiendo algún modelo exteriormente; más bien, se produce por medio del crecimiento de la vida de Cristo dentro de nosotros. Por lo tanto, la conformación proviene de la vida de Cristo dentro de nosotros, y esta conformación llega a ser nuestra experiencia y disfrute en Su vida.
1) “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza” (Gn. 1:26).
La imagen es interna, mientras que la semejanza es externa. Esto nos revela que en el principio cuando Dios nos creó, El se propuso que fuéramos semejantes a El, con Su imagen interna —amor, luz, santidad, justicia, y así sucesivamente— y con Su semejanza externa.
1) “...Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Co. 4:4); “El [Cristo] es la imagen del Dios invisible” (Col. 1:15).
Cristo, el Hijo amado de Dios, es la imagen de Dios. El dio a conocer a Dios para que el hombre viera a Dios (Jn. 1:18). Fuimos creados a la imagen de Dios, es decir, conforme a Cristo. Así que Adán, quien fue creado a la imagen de Dios, es un tipo del Cristo que había de venir (Ro. 5:14).
1) “El cual [Cristo Jesús], existiendo en forma de Dios ... igual a Dios ... tomando forma de esclavo, haciéndose semejante a los hombres” (Fil. 2:6-7).
Este versículo nos dice que Cristo, quien es la imagen de Dios, subsistió en la forma de Dios. Luego, tomó la forma de un esclavo (un hombre) y se hizo semejante a los hombres. De esta manera llegó a ser un Dios-hombre, con tanto la imagen de Dios como la forma del hombre. Por un lado, es semejante a Dios, y por otro, es semejante al hombre.
1) “Dios ... resucitando a Jesús; como está escrito también en el salmo segundo: Mi Hijo eres Tú [Hijo primogénito], Yo te he engendrado hoy [el día de la resurrección de Cristo]” (Hch. 13:33).
En la eternidad Cristo era el Hijo unigénito de Dios (Jn. 1:18; 3:16). Luego, tomó la forma de hombre y la semejanza de hombre para hacerse hijo del hombre. Este Cristo, quien se hizo hijo del hombre, después de haber pasado a través de Su muerte y resurrección, fue engendrado para ser el Hijo primogénito de Dios. Este primogénito Hijo de Dios posee tanto la divinidad como la humanidad, siendo a la vez el Dios completo y el hombre perfecto. Esto es diferente de ser el Hijo unigénito de Dios en la eternidad, teniendo solamente la divinidad y no la humanidad, siendo sólo Dios y no hombre todavía. Puesto que el Hijo primogénito de Dios, quien ya tenía la divinidad, posee ahora la humanidad, El puede ser como nosotros.
1) “Dios ... nos ha regenerado ... mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos” (1 P. 1:3); “Para que El sea el Primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29).
Estos versículos nos muestran que no sólo Cristo, quien se hizo hombre y tomó forma de hombre, nació para ser el Hijo primogénito de Dios en Su resurrección, sino que también nosotros, Sus creyentes por todos los siglos, nacimos juntamente con El como los muchos hijos de Dios en Su resurrección, para que El sea el Primogénito entre muchos hermanos, y para que nosotros los creyentes seamos como El. El era el Hijo de Dios con sólo la naturaleza e imagen de Dios, quien se hizo el Hijo del Hombre, al tomar la forma y naturaleza humanas; nosotros éramos los hijos de hombres, con sólo la forma y naturaleza humanas, quienes después nacimos para ser los muchos hijos de Dios en Su resurrección con la naturaleza e imagen de Dios. Ahora, El es tanto el Hijo de Dios como el Hijo del Hombre, teniendo la naturaleza e imagen de Dios, así como la naturaleza y forma humanas; y nosotros somos tanto los hijos de hombres como los hijos de Dios, teniendo la naturaleza y forma humanas, así como la naturaleza e imagen de Dios. De este modo, nosotros y El somos completamente semejantes en la naturaleza y forma de Dios así como en la naturaleza y forma humanas.
1) “Nosotros todos [los creyentes] ... somos transformados ... en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (2 Co. 3:18).
En la resurrección de Cristo, los creyentes son primero regenerados para ser los muchos hijos de Dios, quienes tienen la semejanza de Cristo, el Hijo primogénito de Dios. Luego son gradualmente transformados en la misma imagen de Cristo en el Señor Espíritu para llegar a ser más semejantes a El.
1) “A los que [a los muchos hijos de Dios] antes conoció [Dios], también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que El sea el Primogénito entre muchos hermanos” (Ro. 8:29).
Este versículo dice que en la eternidad Dios nos predestinó a nosotros, los muchos hijos de Dios, para que fuéramos hechos conforme a la imagen del Hijo primogénito de Dios, Cristo. Esto será realizado cuando el Hijo primogénito de Dios regrese a la tierra habitada (He. 1:6) para arrebatarnos y transfigurar nuestro cuerpo. Nosotros fuimos regenerados en la resurrección de Cristo para ser los hijos de Dios, quienes son como El, el Hijo primogénito de Dios. Después de esto, diariamente somos transformados por el Señor Espíritu en la misma imagen de Cristo, quien es el Hijo primogénito de Dios. Cuando el Señor regrese, nuestro cuerpo será redimido, transfigurado y conformado al cuerpo de Su gloria (Ro. 8:23; Fil. 3:21). En aquel entonces, seremos completamente conformados a Su imagen, para ser plenamente semejantes a El, aun en nuestro cuerpo (1 Jn 3:2), y con El disfrutaremos la eterna gloria divina. Tal glorificación es el apogeo de nuestra conformación en la vida de Cristo.