
Lectura bíblica: Ef. 3:2, 8, 16-19; Fil. 1:19b-21a; 4:13; Col. 1:12; 2:6; 3:4; Ap. 2:6-7, 17a; 21:6b; 22:1-2, 14, 17
En este mensaje tendremos comunión acerca de la manera de recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo, quien es la totalidad de la bendición que todo lo abarca, la bendición del evangelio completo de Dios, como se revela en los libros desde Efesios hasta Apocalipsis.
La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo en Su calidad de suministro todo-inclusivo de vida es recibir la impartición de las riquezas de Cristo a través de la mayordomía de los ministros (Ef. 3:2, 8). Efesios es un libro cuyo tema es la iglesia como complemento de Cristo, la cual recibe, experimenta y disfruta la rica suministración de Cristo a través de la mayordomía de los apóstoles. La palabra mayordomía en griego es oikonomía. En Efesios 3:9 esta palabra se traduce “economía” con respecto a la predicación de las inescrutables riquezas de Cristo. Tal predicación de las riquezas de Cristo es una impartición conforme a la economía de Dios. En el versículo 2 la misma palabra se traduce “mayordomía” y se refiere a la mayordomía de los apóstoles como ministros. Dios tiene el plan de impartirse, en Su trinidad divina, al hombre, y esta impartición es llevada a cabo por la mayordomía de los apóstoles como ministros.
Para poder entender la Biblia, necesitamos la mayordomía de los ministros. Pablo no nos enseñó a leer la Biblia sin interpretación. En efecto, el libro de Hebreos es su exposición de Levítico. Sin Hebreos, nadie puede entender Levítico. De la misma manera, necesitamos la exposición del Nuevo Testamento. No es fácil entender la palabra pura del Nuevo Testamento. En Hebreos Pablo habló de la palabra de justicia, que es el alimento sólido, y de la buena palabra de Dios, que es la leche (5:12-14; 6:5). Sin la exposición adecuada, no podemos entender qué clase de palabras son éstas. El entendimiento que tenemos de la Palabra hoy en día se basa en la mayordomía de los ministros, comenzando con los padres de la iglesia en el segundo siglo y culminando en este siglo con el hermano Watchman Nee. Estos ministros incluyen a Martín Lutero, los místicos, tales como Madame de Guyón, Francisco de Fenelón y el hermano Lawrence, y también a los creyentes de la vida interior, tales como William Law, Andrew Murray y los oradores de las conferencias de Keswick; también incluyen a G. H. Pember, D. M. Panton y Robert Govett, así como a A. B. Simpson, la señora McDonough y Ruth Paxson. Todos éstos eran ministros de la Palabra, de quienes hemos recibido mucha ayuda.
Como ministros que hablamos la Palabra de Dios, todos necesitamos aprender a hacer de nuestra mayordomía un ministerio de impartición. En nuestro ministerio lo que impartimos debe ser Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia. Pablo hacía esto con mucha frecuencia en su ministerio de impartición. Habló acerca de Cristo y acerca de la iglesia como Cuerpo de Cristo, Su complemento.
La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo también es ser fortalecidos por el Espíritu para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones a fin de que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios (Ef. 3:16-19). El Espíritu que mora en nosotros está siempre ahí para fortalecernos a fin de que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones para que seamos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Muchos cristianos no saben que Cristo desea hacer Su hogar en nuestros corazones, pero tengo la confianza de que la mayoría de los santos que están en el recobro del Señor saben algo de este asunto. Por lo tanto, debemos aprovechar la oportunidad para hablar con otros acerca de esta verdad.
También recibimos, experimentamos y disfrutamos a Cristo al asirnos de la Cabeza a fin de crecer en todo en Él para la edificación de Su Cuerpo (4:15-16). Para entender cualquier porción de la Biblia, debemos prestar atención al contexto. El significado de asirse de la Cabeza en Efesios 4:15 se encuentra en los versículos del 13 al 16. Necesitamos leer estos versículos una y otra vez. Algo que se menciona en estos versículos son los vientos de enseñanza (v. 14). Mientras estamos en el recobro creciendo en Cristo, muchas veces vienen los vientos de enseñanza. Varias veces en los años recientes tales vientos han venido, y algunos santos débiles han sido arrastrados por ellos, es decir, han dejado a la Cabeza. Asirnos de la Cabeza es asirnos de Cristo como nuestra centralidad, nuestra universalidad y nuestro todo, y no escuchar las enseñanzas heréticas que distraen.
La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo también es ser renovados en el espíritu de la mente para vestirnos del nuevo hombre (Ef. 4:23-24). Como una facultad de nuestro ser, nuestra mente puede estar vacía o llena del espíritu. Si tenemos un espíritu fuerte, éste invadirá y ocupará nuestra mente, haciendo así que nuestra mente esté llena de nuestro espíritu. Nuestra mente debe estar bajo el control de nuestro espíritu, y nuestro espíritu debe estar en nuestra mente. El espíritu que está en nuestra mente nos renueva. Ésta es una de las maneras de experimentar a Cristo según se revela en Efesios.
Ser renovados en el espíritu de la mente tiene como fin que nos vistamos del nuevo hombre. Estamos en el proceso de despojarnos del viejo hombre como nuestro “vestido” viejo, y vestirnos del nuevo, la vida de iglesia. Hoy en día muchos cristianos están “desnudos” porque no tienen la vida de la iglesia. Para muchos santos, pasar mucho tiempo en el teléfono es algo del vestido viejo, del viejo hombre. Debemos despojarnos del vestido viejo, es decir, de las viejas costumbres cotidianas, y esforzarnos cada día por vestirnos más del nuevo hombre. Al ser renovados así, disfrutamos a Cristo.
Ser nutridos y cuidados con ternura como miembros del Cuerpo de Cristo por Cristo la Cabeza (5:29), es otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo. Ser nutrido es ser alimentado, mientras que ser cuidado con ternura es ser animado o alegrado. Recibir este cuidado tierno incluye recibir un afecto caluroso. Como ministros que sirven al Señor, todos necesitamos aprender a alegrar a la gente. Las personas a quienes visitamos necesitan tal cuidado tierno. Si visitamos a alguien y tenemos una cara muy seria, esto tal vez lo haga sentirse amenazado. Cuando visitamos a la gente, nuestra cara y especialmente nuestros ojos deben ser placenteros. Visitar a otros de esta manera es cuidarlos con ternura. Las madres saben cómo nutrir y cuidar con ternura a sus hijos. Si una madre castiga a un niño travieso que no quiere comer, el niño se pondrá más travieso. Sin embargo, si la madre lo coge y lo abraza, el niño se llenará de cariño. Entonces se portará bien y recibirá la alimentación de su madre de una manera agradable. Los ancianos deben aprender a cuidar a los santos con ternura. Una mirada severa puede frustrar el ministerio de los ancianos para los santos.
Muchas veces Cristo no sólo nos nutre, sino que también nos cuida con ternura. Durante años el Señor me ha cuidado así muchas veces. No ha venido para reprenderme, condenarme ni regañarme; más bien, me ha dicho: “Te amo”. Esto me ha conmovido y me ha hecho confesar y arrepentirme de mis errores, a veces con lágrimas. Una sola experiencia de este cuidado tierno nos edifica más que escuchar diez mensajes. Al recibir la alimentación y el cuidado tierno de Cristo nuestra Cabeza, lo disfrutamos a Él.
La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo también es ser fortalecidos en el Señor para vestirnos de toda la armadura de Dios (6:10-11). Ser fortalecidos en el Señor es armarnos para combatir. En Efesios 5 la iglesia como novia de Cristo es una mujer; como tal, no debe ser muy osada. Pero en Efesios 6 la iglesia es un guerrero corporativo que pelea por Dios; como tal, la iglesia debe ser osada. No debemos ser tímidos ni temerosos; debemos ser osados. La gracia de Dios nos pone como Sus caballos de majestad en la batalla (Zac. 10:3). Somos guerreros, y no peleamos en contra de las iglesias ni en contra de nuestros hermanos creyentes, sino en contra del único enemigo, Satanás, quien es el príncipe de la autoridad del aire (Ef. 2:2). Ante él debemos ser valientes sin tenerle misericordia. Si peleamos por Cristo, lo disfrutaremos a Él.
Otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo es disfrutar la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo para magnificar a Cristo al vivirle (Fil. 1:19b-21a). Actualmente, el Espíritu ya no es simplemente el Espíritu de Dios; también es el Espíritu de Jesucristo. Él es el Espíritu de Jesús (Hch. 16:7), quien vivió una vida pobre, humilde y afligida en la tierra y creció como planta tierna, como raíz de tierra seca (Is. 53:2). El Espíritu es el Espíritu de tal Persona. También es el Espíritu de Cristo en Su gloria, resurrección y ascensión (Ro. 8:9). Hoy en día Jesucristo es el Espíritu (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17), y este Espíritu es llamado el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesucristo es la abundante suministración. La palabra griega que se traduce “abundante suministración” se refiere a la suministración de todo lo que necesitaba el coro por parte del corega, el director del coro. Esta abundante suministración del Espíritu todo-inclusivo de Jesucristo tiene como fin que magnifiquemos a Jesucristo al vivirle. Le vivimos para que Él sea magnificado. Primero vivimos a Cristo; luego le magnificamos. Pablo magnificaba a Cristo de esa manera. Al estar en la cárcel romana, no deshonró a Cristo, sino que le magnificó al vivirle todos los días.
Seguir en pos de Cristo para obtener a Aquel que es el Cristo excelente (Fil. 3:8-14) es otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo. Cristo no sólo es el Cristo todo-inclusivo, sino también el Cristo excelente. A veces nuestra manera de vivir y comportarnos es buena, pero no es excelente. Debemos ser excelentes al disfrutar al Cristo excelente. La manera de obtener al Cristo excelente y vivirle es proseguir, es seguir en pos de Él. Pablo dijo que prosiguió, que siguió en pos de Cristo (v. 12). La palabra griega que se traduce “proseguir” es la misma que se traduce “perseguir”. Cuando Pablo era Saulo, perseguía a Cristo; pero después de ser salvo, Pablo proseguía, seguía en pos de Cristo.
Necesitamos “perseguir” a Cristo, obligándole a hacer algo, y no soltarle. Jacob luchó con Dios (Gn. 32:24-30). Él obligó a Dios a bendecirlo, así que, Dios lo hizo y Jacobo vino a ser Israel, príncipe de Dios. Es cierto que siempre debemos ser sumisos, y confiar en que todo está bajo la soberanía de Dios y que todas las cosas cooperan para nuestro bien. En este sentido no necesitamos obligar a Dios a hacer nada por nosotros. Sin embargo, toda verdad tiene más de un solo lado. Un ejemplo de esto se encuentra en los cuatro Evangelios. Las cuatro biografías de Cristo presentan a Cristo en cuatro aspectos diferentes: como Rey (Mateo), como Esclavo (Marcos), como hombre (Lucas) y como Dios (Juan). Por una parte, necesitamos aprender a someternos, es decir, a sufrir todo lo que nos pase con adoración al Señor soberano. Por otra parte, debemos ejercitar nuestro espíritu para mandar al Señor. Podemos decir: “Señor, somos muy estériles. Te mandamos que produzcas fruto para nosotros”. Ésta es una de las muchas maneras de experimentar y disfrutar a Cristo.
La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo también es ser revestidos de poder en Cristo para poder hacer todas las cosas. En Filipenses 4:12-13 Pablo dijo: “Sé estar humillado, y sé tener abundancia; en todas las cosas y en todo he aprendido el secreto, así a estar saciado como a tener hambre, así a tener abundancia como a padecer necesidad. Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder”. La palabra todo en el versículo 13 se refiere a los seis asuntos mencionados en el versículo 8: todo lo que es verdadero, todo lo honorable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre. Pablo pudo expresar las virtudes elevadas de la vida humana no simplemente por medio de Aquel que lo revestía de poder, sino más bien en Aquel que lo revestía de poder. Hacerlo todo en Cristo es disfrutar a Cristo y experimentar la impartición de Cristo en nosotros.
Participar del Cristo que es la porción que Dios asignó a los santos (Col. 1:12) es una manera rica de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo. Colosenses nos dice que Cristo es la porción que Dios nos ha asignado. Cuando los israelitas entraron en la buena tierra, a cada familia le fue asignada una porción de la tierra. Todos nosotros, los israelitas neotestamentarios, hemos recibido al Cristo todo-inclusivo como una porción asignada por Dios. Esta porción es la imagen de Dios, el Primogénito de toda creación, Aquel en quien, por medio de quien y para quien fueron creadas todas las cosas, y Aquel en quien todas las cosas se conservan unidas (vs. 15-17). Él también es la Cabeza del Cuerpo, el principio, el Primogénito de entre los muertos, y Aquel en quien agradó habitar toda la plenitud (vs. 18-19). Esta Persona es nuestra porción. Tal como los creyentes colosenses, nosotros debemos aprender a olvidarnos de los ángeles y de todos los “ismos” tales como el judaísmo, el gnosticismo y el ascetismo, y participar del Cristo central y universal como nuestra porción.
Recibir a Cristo y andar en Él como quienes vivimos en la buena tierra dada por Dios (2:6) también debe considerarse una manera de experimentar y disfrutar a Cristo. Primero, recibimos a Cristo como nuestra porción de la buena tierra, y luego andamos en Él. Vivimos, nos movemos, actuamos y somos en Él como quienes vivimos en la buena tierra dada por Dios. Los hijos de Israel disfrutaban la buena tierra al labrar, sembrar, regar y cosechar la tierra. Éste es un tipo de la manera de disfrutar a Cristo.
También participar del Cristo que es el cuerpo de las sombras de todas nuestras necesidades (vs. 16-17) es una manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo. Nuestras necesidades incluyen comer, beber, descansar semanalmente, tener un nuevo comienzo cada mes con luz en la oscuridad, y tener fiestas anuales. Los judíos tenían el disfrute diario de comer y beber, el disfrute semanal (el día de Sábado) de llegar a la compleción y el reposo, el disfrute mensual (la luna nueva) con un nuevo comienzo con luz en la oscuridad, y el disfrute anual con las fiestas anuales. Hoy día Cristo es nuestro suministro diario, nuestro reposo semanal, nuestro nuevo comienzo mensual y nuestra satisfacción anual. Cristo es toda clase de disfrute para nosotros. Los disfrutes de la religión judía simplemente son sombras, pero Cristo es el cuerpo de todas las sombras.
Otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo es tomar a Cristo como nuestra vida y vivir por Él para ser glorificados en Su manifestación (3:4). Hoy en día tenemos a Cristo dentro de nosotros, y en el futuro seremos manifestados con Cristo en Su glorificación. Lo recibimos como nuestra vida y vivimos por Él. Mientras vivimos por Él como nuestra vida, esta vida satura nuestro ser. Esta saturación continuará hasta que nuestro cuerpo sea redimido y glorificado. Eso será nuestra manifestación con Cristo en la gloria. Cada día, especialmente cada mañana, necesitamos orar, diciendo: “Señor, hoy es otro día para recibirte como mi vida y vivir por Ti”. Ésta es una de las maneras de disfrutar y experimentar a Cristo.
Otra manera práctica de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo es estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo, no apagar al Espíritu y no menospreciar las profecías, para ser santificados por completo y saturados con el elemento de la naturaleza santa de Dios en nuestro espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:16-20, 23).
Esta manera práctica de disfrutar a Cristo incluye el asunto de no menospreciar las profecías. Todas las mañanas del día del Señor practicamos el profetizar. Quizás algunas de las profecías no parezcan muy elevadas. No obstante, debemos tener cuidado de no menospreciarlas. Si las menospreciamos, perderemos el disfrute de la impartición de Cristo. No debemos menospreciar ninguna profecía. En 1 Tesalonicenses 5:20 el profetizar no se refiere principalmente al acto de predecir, sino al de hablar de parte del Señor. Es bueno que los nuevos creyentes hablen una palabra de parte del Señor, aun si su hablar es incompleto o muy breve. Es muy agradable que simplemente digan: “Amo al Señor porque Él es bueno”. Si menospreciamos una profecía como ésta, ofenderemos al Señor. Tal hablar breve proviene de la inspiración del Espíritu. Antes de ser salvos, los nuevos creyentes nunca decían esto, pero ahora pueden hablar así con gozo. Nosotros también debemos estimar tales palabras y no menospreciarles.
La práctica de estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo, no apagar al Espíritu y no menospreciar las profecías, da por resultado que somos completamente santificados y saturados con el elemento de la naturaleza santa Dios en nuestro espíritu, alma y cuerpo. Si menospreciamos las profecías de los nuevos creyentes y criticamos las reuniones del profetizar, erraremos el blanco de la santificación e incluso perderemos la impartición que nos constituye con la naturaleza santa de Dios. Sin embargo, si decimos: “¡Alabado sea el Señor! ¡Tantas personas están hablando de parte del Señor!”, recibiremos a Cristo como nuestro suministro.
Invocar al Señor de corazón puro para seguir Sus virtudes (2 Ti. 2:22b) es otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo. Necesitamos invocar de corazón puro, diciendo continuamente: “¡Oh, Señor Jesús!”. Esto tiene como fin que sigamos la justicia, la fe, el amor, la paz y todas las virtudes de Cristo.
Otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo consiste en que el Espíritu, el cual Dios derrama en nosotros abundantemente, nos renueve (Tit. 3:5-6). Dios no derrama Su Espíritu una vez para siempre; lo hace continuamente. Cada día y cada hora, Dios sigue derramando Su Espíritu. Este Espíritu derramado nos renueva. Necesitamos tener contacto con el Señor para seguir recibiendo el derramamiento del Espíritu, quien nos renueva en todo momento, día tras día, para nuestro disfrute de Cristo.
Comer la palabra de justicia como alimento sólido (He. 5:13-14) es una manera muy fuerte de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo. La palabra de justicia es el alimento sólido. El libro de Hebreos se divide en cinco secciones y cada sección termina con una advertencia acerca del reino venidero (2:1-4; 3:7—4:13; 5:11—6:20; 10:19-39; 12:1-29). Si no atendemos a las advertencias, seremos castigados y perderemos el reino durante el milenio. En el cristianismo de hoy, hay muchos que no sólo no entienden esta palabra, sino que también se oponen a ella. Algunos dicen que puesto que la redención cumplida por la sangre de Jesús es perfecta y completa, y puesto que hemos sido lavados por Él, no podemos ser castigados cuando Cristo regrese. Ellos dicen que si Cristo puede castigar a Sus redimidos, entonces Su redención no es completa. Es cierto que la redención de Cristo es completa, pero Hebreos nos dice que Dios disciplina a aquellos que Él recibe (12:6). La disciplina de Dios no contradice la redención de Cristo. Además, no hay palabra en el Nuevo Testamento que indique que Dios discipline a Su pueblo solamente en esta era y no en la próxima. En casi todos los libros del Nuevo Testamento, se nos advierte acerca de la posibilidad de ser disciplinados por Dios en la era venidera. Debemos vivir una vida de la justicia más alta. Si lo hacemos, entraremos en el reino de los cielos y lo disfrutaremos como recompensa (Mt. 5:20). De otra manera, según la palabra del Señor en los Evangelios, como disciplina seremos echados en las tinieblas de afuera, donde será el llanto y el crujir de dientes (25:30).
Muchos cristianos perderán la recompensa del reino, pero aun así disfrutarán de la redención eterna. La palabra acerca del reino no es “la buena palabra de Dios” (He. 6:5); es la palabra de justicia. La buena palabra de Dios es como leche. Es fácil de recibirse, pero no nos sustenta mucho tiempo. Pablo les dijo a los hebreos que ellos habían gustado el don celestial, que habían sido hechos partícipes del Espíritu Santo y habían gustado la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero (vs. 4-5). Sin embargo, también les dijo que tenía cosas más profundas que decirles que no las podían entender (5:10-12). En contraste, la palabra de justicia es el alimento sólido. Es difícil de tomar, pero es sólida y nos sustenta por mucho tiempo.
Otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo es tomar la leche de la palabra como niños recién nacidos a fin de crecer para salvación (1 P. 2:2). Mientras todavía somos niños, es apropiado experimentar a Cristo así. Sin embargo, después de cierto período de tiempo, ya no debemos ser niños. Necesitamos avanzar de 1 Pedro 2:2 a Hebreos 5:13-14 para comer la palabra de justicia.
Otra manera maravillosa de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo es permanecer en el Señor conforme a la enseñanza de la unción divina (1 Jn. 2:27). Dentro de nosotros hay una enseñanza que no proviene del hablar del hombre, sino de la unción interior. El Espíritu que mora en nosotros hoy, está moviéndose, actuando, obrando y operando en nosotros como una unción. La unción es la operación del Espíritu. En Filipenses 2:13 Pablo dijo que Dios realiza en nosotros así el querer como el hacer, por Su beneplácito. Esta operación en nuestro interior es una unción, y esta unción es una enseñanza. Mientras nos peinamos, quizás este mover interior nos enseñe cómo debemos hacerlo. Ésta es la enseñanza interior que no viene por una palabra hablada, sino por la operación de la unción. Para disfrutar a Cristo, debemos permanecer en Él conforme a la enseñanza interior de la unción.
Otra manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo es vencer las cosas que el Señor aborrece al escuchar el hablar del Espíritu y al disfrutar a Cristo en Su calidad de árbol de la vida y maná escondido (Ap. 2—3); ésta es la manera que vence. En Apocalipsis 2:6 el Señor dijo: “Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales Yo también aborrezco”. El Señor aborrece el sistema de clérigos y laicos, en el que se tiene un solo orador, lo cual anula las funciones de los demás miembros del Cuerpo de Cristo. Entre las cosas que el Señor aborrece también están las religiones judía y cristiana. Tanto el judaísmo como el cristianismo organizado son aborrecibles a los ojos de Cristo, y debemos vencerlos al escuchar el hablar del Espíritu y al disfrutar a Cristo en Su calidad de árbol de la vida y maná escondido. En Apocalipsis 2—3 (2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21) Aquel que habla, el Señor Jesús, llamó siete veces a Sus vencedores a que vencieran todas las cosas negativas mencionadas allí, especialmente estas dos religiones.
Es difícil que los miembros de una denominación salgan de allí. Se requieren todos sus esfuerzos para vencer así. Aun después de dejar las denominaciones, todavía es difícil vencer las cosas de la denominación. Puede ser que entre nosotros haya algunos que todavía deseen que sigamos con un solo orador en las reuniones del día del Señor por las mañanas. Es posible que prefieran esto a una reunión donde muchos profetizan. Este deseo es la inclinación de volver a un aspecto del cristianismo organizado de hoy. Si nuestros ojos son abiertos, veremos que ésta es una cosa aborrecible y abominable. Tal cosa rechaza a la Cabeza, mata el Cuerpo y anula la función de todos los miembros. Esto no es una cosa insignificante.
Debemos vencer todos los aspectos de los diferentes “ismos”. Si lo hacemos, estaremos capacitados para comer a Cristo en calidad de árbol de la vida y maná escondido. Cristo como árbol de la vida y maná escondido es la mejor porción que los elegidos de Dios pueden comer. No obstante, muchos de los elegidos de Dios no son vencedores. El pequeño remanente que venza, disfrutará esta porción especial dada por Dios.
La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo, una manera que siempre sustenta y satisface, es beber del Espíritu, el fluir del agua viva, y comer a Cristo, el árbol de vida que nos abastece (Ap. 21:6b; 22:1-2, 14, 17). Al final de la Biblia se encuentra un río que fluye procedente del Dios Triuno, y en este río crece el árbol de la vida. El río representa al Espíritu de Dios, y el árbol de la vida representa a Cristo que crece a lo largo del fluir del Espíritu. Éstos son dos asuntos en el suministro de Dios. El río tiene como fin satisfacernos y saciar nuestra sed, y el árbol de la vida tiene como fin llenarnos y fortalecernos constantemente. El río de vida es la bebida, y el árbol de la vida es la comida. Éste es nuestro disfrute eterno. Por la eternidad beberemos del agua viva y comeremos del árbol de la vida para que disfrutemos a Cristo por la eternidad.