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Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
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CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

LA REVELACIÓN DE LA VIDA Y LA MANERA DE TOMAR A CRISTO COMO VIDA

  Aunque sabemos que la Biblia es un libro de vida y que Cristo es vida, en cierta medida todavía seguimos escasos en cuanto a la revelación de la vida.

UNA VISIÓN GENERAL DE LA VIDA EN LA BIBLIA

  ¿Por qué la Biblia comienza y termina con el árbol de la vida?

  Después de crear al hombre, Dios lo puso en el huerto, en el cual estaba el árbol de la vida. Este cuadro nos permite ver claramente que el hombre que fue creado a imagen de Dios no tenía la vida representada por ese árbol. También podemos ver que la intención de Dios con respecto al hombre era que él recibiera esa vida, y que no solamente tuviera su vida humana.

  En la Biblia se mencionan varias clases de vida. Además de la vida divina y la vida humana, tenemos también la vida animal y la vida vegetal. La vida de Dios es la vida más elevada y la vida vegetal es la más elemental. Además de esto, nosotros los seres humanos tenemos tres clases de vida. La vida física, llamada bíos (gr.); la vida psicológica, llamada psujé; y la vida divina, la vida eterna, llamada zoé. Dios nos creó con la vida bíos en nuestro cuerpo y con la vida psujé en nuestra alma. Cuando una persona muere, es la vida bíos la que cesa; pero la vida psujé aún continúa.

  Dios no puso la vida divina en el hombre cuando éste fue creado. En vez de ello, le dio al hombre libre albedrío para que escogiera la vida divina, representada por el árbol de la vida. Como sabemos, el hombre no la escogió.

  Después, el Señor Jesús vino. En el Evangelio de Juan, se le describe a Él como la Palabra y como Dios, y luego se nos dice: “En Él estaba la vida” (1:1, 4). Yo antes me preguntaba qué era el árbol de la vida. Conocía bien los demás árboles, pero no conocía el árbol de la vida. Con el tiempo vine a comprender que el árbol de la vida es el Señor Jesús. Juan 1 menciona la vida, pero no el árbol. Pero cuando llegamos a Juan 15 encontramos allí el árbol. Es una vid. Una vid no sirve para sacar madera para construcción ni siquiera para obtener leña; ella únicamente sirve para producir vida. Cuando juntamos Juan 1 con Juan 15, tenemos el árbol de la vida, que es el Señor Jesús mismo. Él dijo: “Yo soy [...] la vida [...] Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (14:6; 10:10). También nos dijo que Él era el pan de vida (6:35) y que tiene el agua de la vida (4:14). El pan de vida es bueno para comer, y el agua de la vida es buena para beber.

  Cristo también es llamado el Autor de la vida (Hch. 3:15). La palabra traducida “Autor” también puede ser traducida “originador” o “fuente”. Pero de cualquier forma que la traduzcamos, indica que la vida está relacionada con Él.

  En las Epístolas hallamos al Espíritu de vida (Ro. 8:2), la palabra de vida (Fil. 2:16) y a Cristo como nuestra vida (Col. 3:4).

  En todos estos versículos podemos ver que la vida es una persona, no una condición. Supongamos que en una reunión las personas están saltando y dando gritos. ¿Sería esto un indicio de que están llenas de vida? Si así fuera, entonces diríamos que hay más vida en un estadio de fútbol, porque la gente grita y salta más allí. La vida no consiste en saltar, aunque la vida podría en un momento saltar. Saltar es una condición; pero la vida es una persona, es Cristo, nuestra vida.

  Al final de la Biblia, la primera promesa que es dada a los vencedores es: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios” (Ap. 2:7). Aquí aparece nuevamente el árbol de la vida. Luego el cuadro que se nos presenta en el último capítulo incluye el árbol de la vida. En la ciudad santa hay un río que fluye del trono de Dios; en ambas riberas del río se encuentra el árbol de la vida. Yo antes me preguntaba cómo un árbol podía crecer en ambas riberas del río; pero una vez que comprendí que este árbol es una vid, entendí cómo podía extenderse a ambos lados. Este árbol crece en el agua de la vida. Cuando usted se sumerge en el agua, obtiene el árbol. Por lo tanto, la última invitación que se hace en la Biblia es: “El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (22:17). El que beba del agua de la vida ciertamente recibirá también el árbol de la vida, porque el agua incluye al árbol. Ciertamente se nos da a entender que el árbol crece en el agua de la vida.

LA FALTA DE UNA REVELACIÓN ADECUADA DE LA VIDA

  Aunque muchos hemos oído acerca del asunto de la vida en la Biblia, con todo, no lo vemos adecuadamente. Permítanme darles un ejemplo.

  Supongamos que yo me voy a casa y llamo a la puerta para que mi esposa me deje entrar. Si ella no abre la puerta lo suficientemente rápido, yo toco con más fuerza. Cuando ella abre la puerta, me dice: “¿Por qué tienes que aporrear la puerta?”. Le contesto: “¿Por qué te tardas tanto en venir a abrirme la puerta?”. Entonces yo entro y me siento a comer la cena que ella me preparó. Mientras como, me siento arrepentido, pensando en cuán lamentable es mi condición. Les dije a los demás que debemos vivir a Cristo y andar en vida, pero ahora miren lo mal que me he comportado. La comida sabe bien, pero el sentimiento es amargo. Debo disculparme; tengo que confesarle mi falta a mi esposa y pedirle que me perdone. Me cuesta trabajo hacerlo, porque después de enseñar tanto a otros a que anden en vida, me da vergüenza reconocer mi falta. Sin embargo, finalmente le confieso mi falta y luego añado: “De hoy en adelante, espero no volver a comportarme de esa manera”.

  ¿Creen ustedes que lo que dije acerca de “no volver a comportarme de esa manera” es correcto o incorrecto? El hecho de que exprese este deseo muestra que estoy carente de la revelación de vida. Indica que todavía estoy procurando tener un mejor comportamiento, que no tomo a Cristo como vida, y que no tengo la verdadera intención de tomarlo a Él como mi vida.

LO QUE A DIOS LE PREOCUPA ES LA VIDA, NO NUESTRO COMPORTAMIENTO

  Necesitamos recibir revelación para poder ver que a Dios no le preocupa cómo nos comportamos. Lo que importa no es si usted odia a su esposa o la ama, o si es orgulloso o humilde. Lo que Dios desea es que usted lo tome a Él como su vida.

  Observen que cuando Dios creó a Adán y lo puso en el huerto frente a un árbol, no le mandó que lo adorara, que amara a su esposa y que fuera un buen esposo, ni que se portara amablemente y fuera un buen padre para los hijos que tendría. Si nosotros fuéramos Dios, sin duda le habríamos dado a Adán muchas exhortaciones por el estilo. También habríamos añadido algunos mandamientos negativos, como por ejemplo, que Adán no debía odiar, ser orgulloso, ni matar a su esposa ni golpear a sus hijos. ¡Nuestro capítulo 2 de Génesis habría sido mucho más largo!

  El único mandamiento que Dios le dio a Adán tenía que ver con el comer. Si Adán comía del árbol equivocado, el resultado de ello sería la muerte; y si comía del árbol correcto, la vida —la vida divina y eterna— sería suya. Lo que comemos se hace parte de nosotros. El alimento que comemos es asimilado y llega a ser parte de nuestro propio ser. ¡Nosotros estamos hechos de todos los pollos, vacas y otros alimentos que nos hemos comido! En ese huerto estaba el árbol de la vida, que representa al Autor, Originador y fuente de la vida, a Jesucristo, el propio Dios, como nuestra vida. Si Adán hubiese comido de ese árbol, ciertamente habría recibido a Dios; Dios habría entrado en él. Este pensamiento se halla en el Nuevo Testamento, en el Evangelio de Juan, cuando el Señor Jesús dijo que Él estaría en nosotros y que nosotros estaríamos en Él (Jn. 14:20). ¿Cómo puede Él estar en nosotros? Para ello nosotros tenemos que recibirlo, que es lo que el comer y el beber representan. Él es el pan de vida (6:35). “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57). Él también tiene el agua de la vida. “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba [...] de su interior correrán ríos de agua viva” (7:37-38). El Señor Jesús comparó el hecho de recibirle con el comer y el beber. Cuando nosotros comemos y bebemos, algo entra en nuestro ser.

LA INFLUENCIA DE NUESTROS CONCEPTOS EN NUESTRA LECTURA DE LA BIBLIA

  Sin embargo, cuando nosotros leemos la Biblia, pasamos por alto el concepto de que Dios desea entrar en nosotros para ser nuestra vida. Génesis 2 claramente nos da a entender esto. Pero nosotros pasamos por alto este concepto y prestamos atención a lo que las Escrituras dicen acerca del amor, la sumisión, la bondad o la humildad. De hecho, cada uno de nosotros tiene su propia versión de la Biblia. El hermano Nee nos dijo una vez que la Biblia que cada uno tiene es conforme a sí mismo. Aunque la Biblia es una sola, llega a ser muchas en las manos de los cristianos. La Biblia que tenemos es un reflejo de nosotros mismos, pues dice lo que nosotros queremos que diga. Si somos personas lentas, cuando leamos la Biblia, pasaremos por alto los pasajes que hablan acerca de obrar con rapidez. Si somos esposos, pasaremos por alto el versículo que dice que los esposos deben amar a sus esposas y prestaremos atención al que dice: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor” (Ef. 5:22). Por su parte, las esposas menospreciarán los versículos que hablan de la sumisión y tomarán en cuenta el versículo que dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres” (v. 25). El tema de la vida corre a lo largo de toda la Biblia. Sin embargo, debido a que este concepto no está en nosotros, no nos percatamos de él. En lugar de leer algo de la Biblia y recibirlo, sólo leemos en la Biblia los conceptos que ya están en nosotros. Es por eso que encontramos allí asuntos como la sumisión, el amor, la humildad y la bondad. Es por eso que en sus páginas vemos lo relacionado con el buen comportamiento y la corrección.

  ¡Necesitamos recibir una revelación de la vida! Entonces comprenderemos que ya sea que amemos u odiemos, ello aún procede de nosotros mismos. En un sentido, amar es peor, porque entonces nos ponemos de manifiesto; cuando odiamos, tratamos de ocultarlo. Lo mismo sucede con respecto a la humildad y el orgullo. Da igual que seamos orgullosos o humildes. Dios quiere que nosotros vivamos a Cristo; Él no quiere ni la humildad ni el orgullo. Yo he sido crucificado juntamente con Cristo; y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Éste es el deseo de Dios y Su intención.

  Si yo veo esto, hablaré con mi esposa de una manera diferente después que me enoje con ella por no haberme abierto la puerta pronto. En lugar de prometerle que no me volveré a portar tan mal, le diré: “Querida, me siento avergonzado. No viví a Cristo. Ora por mí, para que pueda tener la gracia de vivirlo a Él en las cosas grandes y pequeñas. No importa si soy humilde u orgulloso delante de ti, el problema es que Cristo no está presente. Ora por mí. Yo ciertamente le pido que pueda vivirlo en cualquier situación”. Esto es lo que Dios desea. Cuando vivimos a Cristo, el árbol de la vida entra en nosotros.

ARREPENTIRNOS DE NUESTRO BUEN COMPORTAMIENTO

  En los primeros días de mi vida cristiana yo me arrepentía muchas veces de mis pecados, debilidades y fracasos; pero ahora, la mayor parte de mi arrepentimiento se debe a que estoy escaso de Cristo. Muchas veces después que he estado con los hermanos y los he tratado cortés y humildemente, he tenido que ir delante del Señor para arrepentirme. Le he dicho: “Señor, perdóname. Fui humilde, pero estaba escaso de Ti. Los hermanos me apreciaron y pensaron que fui amable con ellos, pero no les ministré nada de Cristo. Perdóname, Señor, porque no te viví”.

  ¿Alguna vez usted se ha arrepentido por estar escaso de Cristo? Usted ama a los demás, pero no hay nada de Cristo en ello. Se comporta apropiadamente, pero no tiene nada de Cristo. Tal vez usted se haya arrepentido por no honrar a sus padres o por otras cosas malas, pero necesita experimentar un arrepentimiento de un nivel superior. Usted necesita arrepentirse de su bondad, o de la humildad que ha expresado fuera de Cristo. Tal vez usted sea una persona humilde por nacimiento; por lo tanto, usted expresa su humildad, mas no expresa a Cristo en su vivir; está escaso de Él.

  La vida de iglesia no es una vida de buen comportamiento. La iglesia es el Cuerpo de Cristo, no el cuerpo del amor, la humildad o la paciencia. Debido a que nosotros somos Su Cuerpo, lo que seamos debe ser Cristo. Mi cuerpo físico sólo me expresa a mí. Asimismo el Cuerpo de Cristo debe expresarlo sólo a Él. El amor en la iglesia debe ser Cristo. Lo mismo se aplica a todas las demás virtudes.

  Si vemos esto, ello indica que hemos recibido una revelación acerca de la vida. Esta visión hará que usted aborrezca su amor. Asimismo usted rechazará su paciencia y condenará su humildad. No estamos diciendo con esto que usted aborrecerá a los demás, o que será impaciente u orgulloso. Al contrario, significa que usted únicamente vivirá a Cristo. Usted no sabrá de amor, ni de paciencia, ni de nada más, sino que su única preocupación será Cristo y la iglesia. Una vez que usted haya visto lo que es la vida, aborrecerá lo que es bueno, mas no vida. Muchos hombres aman a sus esposas, pero ello no es Cristo, quien es amor. Nuestro amor tiene que ser Cristo.

  Si usted verdaderamente busca del Señor, el día vendrá cuando verá que lo que Dios desea no es lo que usted puede hacer, ni su comportamiento ni sus virtudes, sino Cristo. Cristo debe ser su vivir, su andar diario, su todo.

  Un día, después que yo había sido salvo por varios años, el hermano Nee me preguntó: “¿Qué es la paciencia?”. Yo no supe cómo responder. Finalmente me dijo: “¡La paciencia es Cristo!”. ¡La paciencia es Cristo! Esto sonaba como un lenguaje extraño. Yo sabía lo que era la paciencia, pero no sabía cómo responder a su pregunta. Entonces cuando él dijo que la paciencia era Cristo, no lo pude entender; no había sido educado de esa manera.

  Sin embargo, en estos años, desde 1962, he ministrado sobre este tema muchas veces. Me he dado cuenta de que muchos en las iglesias no tienen esta revelación. Quizás tengan algún conocimiento de esto, pero el conocimiento no tiene ningún efecto. Como dice Proverbios 29:18: “Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena”. Una visión controla el pueblo, no el conocimiento. No es suficiente saber que Cristo es vida. Es necesario ver esto como una visión que gobierne su vida.

CÓMO TOMAR A CRISTO COMO VIDA

  Cuando era joven, escuché decir que Cristo era el pan de vida. En aquel tiempo no tenía a Cristo en mi interior. Recuerdo que me preguntaba: si Él es el pan de vida, ¿cómo puedo comerle? Pero no hubo nadie que me lo dijera. Entonces, varios años después, un predicador viajero famoso vino a mi ciudad y dio un mensaje sobre Juan 10:10. Recuerdo muy bien el tema, que era sobre cómo Cristo vino para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia. Pero al final me quedé sin la menor idea de cómo tomarlo como vida.

  Si nuestra vida física es misteriosa, cuánto más lo será tomar a Cristo como vida. Aunque es obvio que estoy vivo y lleno de vida, nadie puede ver mi vida ni tocarla. Esto se aplica mucho más a Cristo. Él es invisible, pero a la vez es real; es concreto y sustancioso, pero al mismo tiempo es abstracto; está presente con nosotros, pero a la vez es misterioso. Si Él es el pan de vida, ¿cómo podemos comerle? Si Él es el agua de vida, ¿cómo podemos beberle?

  Debemos comprender que Cristo es nada menos que Dios mismo. No piensen que aparte de Cristo hay un Dios; no, Cristo es Dios. Esto escapa nuestro entendimiento, pero no se perturben con la enseñanza de la Trinidad. La Biblia claramente afirma que Cristo es Dios (Jn. 1:1; Ro. 9:5). Además de esto, Cristo es el Espíritu (2 Co. 3:17; 1 Co. 6:17) y también es la Palabra (Jn. 1:14). A fin de tomar a Cristo como vida, nosotros debemos entender que Cristo es misterioso, que Él es Dios, que Él es el Espíritu y que Él también es la Palabra.

  En las Escrituras encontramos expresiones como el árbol de la vida, el pan de vida, el agua de la vida, el Espíritu de vida y la palabra de vida. ¿Por qué se requieren tantas expresiones para describir al Cristo que es vida? Porque tales expresiones nos ayudan a entender a esta persona abstracta y misteriosa. El árbol de la vida indica la fuente de vida; el pan de vida nos muestra que esta vida se puede comer; el agua de la vida indica que se puede beber; el Espíritu de vida indica que la vida es simplemente el Espíritu de Dios; y la palabra de vida nos muestra dónde se halla esta vida.

  A fin de hallar a esta persona invisible quien es el Espíritu, tenemos un libro llamado la Biblia, la Palabra de Dios. La Biblia por sí sola no es Cristo ni el Espíritu; pero la palabra de la Biblia es el Espíritu, Cristo y Dios. Decimos esto porque en nuestra experiencia, cuando contactamos la Palabra, tocamos al Espíritu, a Cristo y a Dios. Nosotros no podemos ir al cielo para encontrar a Cristo. Si decimos que Él está en nuestro espíritu, los demás dirán que no pueden entrar en nuestro espíritu para verlo. Sin embargo, sí podemos hallarlo a Él en la Palabra. Si alguien nos pregunta dónde está Cristo, ¡podemos responder que Él está en Juan 1:1-18! Nosotros podemos decirle a la persona que nos pregunta que si lee estos versículos una y otra vez y abre su ser, encontrará a Cristo. Intenten predicar el evangelio de esta manera.

  A los que están entre nosotros, podemos testificarles que Cristo no sólo está en Juan 1, sino en cada capítulo de la Biblia. Esta persona que está en la Palabra es nuestro alimento. “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4). Cada palabra que sale de la boca de Dios transmite a Cristo. Cristo es la verdadera Palabra viva que sale de la boca de Dios.

RECIBIR LA RICA PALABRA

  Cada mañana tenemos que tomar dos desayunos. No necesito exhortarlo a que tome su desayuno físico; pero ciertamente deseo animarlo a que aparte un tiempo a primera hora de la mañana para que tome su desayuno espiritual, leyendo la Palabra.

  Usted tal vez diga que está demasiado ocupado, que tiene que salir demasiado temprano a la escuela o al trabajo, que tiene niños pequeños o que tiene que atender a su esposo para que pueda irse a trabajar. Éstas son simplemente excusas. Cuanto más usted trate de justificarse, más excusas tendrá. Por muchos años, cuando entraba a mi estudio por la mañana y encontraba allí un montón de cartas o manuscritos u otras cosas que requerían mi atención, me sentía tentado a ocuparme del trabajo. Pero ahora, por Su misericordia y gracia, he aprendido a ignorar el trabajo que tengo sobre mi escritorio y primero acudir a la Palabra.

  Dedique diez minutos para comerse unos cuantos versículos. No coma demasiado rápido; tampoco lea la Biblia al azar. Pregúntele al Señor qué libro leer. Si es Romanos, léalo de forma consecutiva, leyendo unos cuántos versículos al día. No se salte ninguna sección que no le atrae. Tal vez no le guste la última parte del capítulo 1, pero léala de todos modos. Esto lo guardará y vacunará. Después que haya leído Romanos, el Señor podría constreñirlo a leer el libro de 1 Corintios. Al cabo de poco tiempo, usted notará el cambio en su vida. Debido a que Cristo está en la Palabra, cuando usted tome la Palabra, lo estará recibiendo a Él. Este rico alimento lo hará crecer.

  No hay nada que se compare con las riquezas halladas en la Biblia. Yo aprecio los mensajes del Estudio-vida, pero ninguno de ellos es tan rico como la Biblia. Los escritos de Confucio son buenos en cuanto a ética, pero carecen de las riquezas de la vida que se encuentran en la Biblia. No importa cuántas veces yo vuelva a leer sus páginas, siempre encuentro algo nuevo. La Biblia es un libro inagotable. Tan sólo una palabra puede ayudarlo de un modo general, de un modo negativo y de un modo positivo. He tenido este libro en mis manos por más de cincuenta años, y rara vez he pasado un día sin leerla. Nunca me he cansado ni aburrido de ella. Cuanto más usted la lea, mejor. Nada lo alimentará, fortalecerá, consolará y edificará tanto como la Biblia.

  Así pues, tómese un buen desayuno espiritual cada mañana. Luego al medio día aparte otros cinco o diez minutos para acudir a la Palabra. En la noche pase unos minutos más leyendo dos o tres capítulos. Usted jamás se lamentará de haber hecho esto. Ésta es la manera de comer a Cristo.

BEBER DEL ESPÍRITU

  Cristo no sólo es la palabra para que usted lo coma, sino que también es el Espíritu para que usted lo beba. Beber, en términos espirituales, equivale a respirar; y respirar es orar. Al orar, usted respira; y al respirar, usted bebe. Por lo tanto, mezcle su lectura de la Biblia con oración. En sus diez minutos en la mañana, lea sus versículos, y después léalos nuevamente con oración. No es necesario componer una oración. Simplemente ore con las palabras de los versículos. Repítalas como su oración. ¡Use el texto de la Biblia como su libro de oración! Si usted lee Juan 1, puede decir: “En el principio. Gracias, Señor, Tú estabas allí en el principio. En el principio era la Palabra. Señor, Tú eras la Palabra y Tú estabas en el principio”. Al orar-leer de esta manera, usted estará comiendo y bebiendo. Comer sin beber es bastante seco. Es por ello que necesitamos mezclar nuestra lectura con nuestra oración. Después que usted ore y lea, y lea y ore, estará lleno de alimento y agua, pues habrá recibido a Cristo mismo.

PRESTAR ATENCIÓN A CRISTO

  Quizás anteriormente su práctica al buscar la voluntad de Dios haya sido tratar de saber si algo es correcto o incorrecto, o saber qué debe hacer o no debe hacer. No continúe con esa práctica. Simplemente mantenga todo su ser vuelto a Cristo. En lugar de preguntar: “Señor, ¿debo quedarme aquí o debo irme?” o “Señor, ¿qué debo decir?”, ore de una manera sencilla, diciendo: “Señor, ¿quieres quedarte aquí o quieres irte? Señor, ¿Tú vas a hablar? No me interesa saber si el asunto es correcto o incorrecto, si debo hablar o no hablar. Lo único que quiero saber es, ¿eres Tú quien lo hace?”. Si su esposa lo ofende, pregúntele al Señor: “Señor, estoy molesto con mi esposa. ¿Estás Tú también enojado con ella?”. El Señor le dirá: “No, no estoy enojado con ella”. Puesto que el Señor no está enojado, entonces no hay nada que usted deba hacer.

HACERLO TODO CON ÉL

  Aprenda a no hacer nada sin el Señor. Hágalo todo con Él. En la economía de Dios, lo que importa no es lo que hacemos o no hacemos. La pregunta crucial es ésta: ¿Quién es la persona que lo hace, es usted o Él? Incluso cuando se trata de amar a otros, su amor no será aceptable delante de Dios. Dicho amor tiene que ser Cristo que ama. En todo lo que usted haga, debe preguntarle siempre al Señor: “Señor, ¿eres Tú o soy yo?”. No se preocupe por el mundo, por Satanás, por sus pecados, por sus debilidades ni por sus errores. Centre toda su atención en Cristo. Dígale: “Señor, aparte de Ti no quiero hacer nada. Ni siquiera me atrevo a decirle una sola palabra a mi esposa. No quiero odiar a nadie, como tampoco quiero amar a nadie. No quiero hacer nada sin Ti. Sin Ti estoy desempleado; no tengo ninguna vida que vivir; estoy acabado”.

  Nosotros intentamos otras maneras. Leímos y practicamos todo lo que los libros cristianos recomendaban para obtener victoria o santidad. Sin embargo, fue muy poca la ayuda que esos libros nos brindaron; los consejos que daban no surtieron mucho efecto. Finalmente, descubrimos que Cristo es lo único que sí funciona. Cuando usted lo haga todo en Él y con Él, la carne, el pecado y la mundanalidad huirán.

  “Señor, concédeme la gracia para que día a día este asunto de hacerlo todo con Cristo no sea una simple enseñanza. Quiero que sea mi práctica a cada momento. No quiero vivir separado de Ti durante el día. Deseo hacerlo todo contigo y en Ti”. Si usted practica esto diariamente y hora tras hora, encontrará que Cristo será su vida de manera práctica. Separados de Él, nada podemos hacer (Jn. 15:5); pero todo lo podemos en Aquel que nos reviste de poder (Fil. 4:13). Ésta es la vida cristiana.

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