
Lectura bíblica: Ap. 12:5; 14:1; Lc. 21:36; 1 Ts. 4:16-17; 2 Ts. 2:8; 2 Ti. 4:8; Fil. 3:20b-21; 2 Ti. 4:1; Mt. 24:42-44; 25:13
Durante el período anterior a la Reforma, la Iglesia Católica prestó muy poca atención a la segunda venida de Cristo. Después de la Reforma, los cristianos en las iglesias protestantes empezaron a prestar atención a las profecías en cuanto a este tema y una por una fueron sacándolas a la luz. Después de la partida de los primeros apóstoles, la iglesia en la tierra tuvo grandes problemas, especialmente por los debates en cuanto a la interpretación de la Biblia, al grado en que finalmente la iglesia se dividió en dos: la iglesia oriental y la iglesia occidental. En consecuencia, en el año 325 d. C. el emperador Constantino de Roma convocó un concilio en Nicea. Todos los líderes cristianos se reunieron y formularon el Credo de Nicea, el cual temporalmente resolvió todas las disputas. Luego, doscientos años después, en el año 590 d. C., el sistema papal fue formalmente establecido y reconocido universalmente por la iglesia. Así, la iglesia se convirtió en la Iglesia Católica Romana.
Bajo el gobierno de la Iglesia Católica, la iglesia pasó por un período llamado la Edad de las tinieblas, el cual duró diez siglos. Luego, en 1517 Martín Lutero tomó la delantera en reformar la iglesia, y tradujo la Biblia al alemán, con lo cual hizo accesibles las verdades bíblicas. Después de esto se formaron muchos grupos protestantes, y poco a poco se fueron dando a conocer diferentes aspectos de la verdad. Sin embargo, la verdad en cuanto a la segunda venida de Señor continuó siendo vaga. Luego en 1828 el Señor levantó a los Hermanos de Inglaterra, y los alumbró en cuanto a la verdad, con lo cual se dio un gran avance en el conocimiento de la Biblia. De un modo general, por medio de ellos las profecías en cuanto a la segunda venida del Señor fueron cristalizadas. En particular, J. N. Darby fue quien hizo los mayores aportes. Sin embargo, la lógica en cuanto a esta línea de pensamiento fue en cierto modo deficiente, y los detalles en cuanto a la segunda venida del Señor no fueron explicados con suficiente claridad. Más tarde, el Señor levantó a G. H. Pember, quien era una persona muy versada en las profecías bíblicas, en especial en la historia de las profecías. Él escribió cuatro libros acerca de las profecías de la Biblia. El primero de ellos, titulado The Great Prophecies [Las grandes profecías], abarca las profecías en cuanto a los judíos, los gentiles y la iglesia; y los otros tres también abarcan las profecías en cuanto a los judíos, los gentiles y la iglesia, respectivamente. Estos cuatro libros también pueden ser considerados el fundamento del estudio de las profecías bíblicas. Todos los que procuran conocer las profecías de la Biblia encuentran mucha ayuda en estos cuatro libros. Pember era una persona muy versada en la historia de las profecías bíblicas, y su estudio sobre este tema fue excelente. Por ejemplo, en cuanto a la visión del conflicto entre el carnero y el macho cabrío en Daniel 8, Pember logró entender que el macho cabrío representaba al Imperio griego, y el carnero, al Imperio persa, porque el símbolo de la antigua Grecia era el macho cabrío, y el símbolo de Persia era el carnero.
Si trazamos la historia en el Antiguo Testamento, podremos ver que Dios levantó a las potencias gentiles y los usó para castigar a Israel debido a sus rebeliones. Dios primero levantó a Caldea, conocida también como Babilonia. En el año 606 a. C. Nabucodonosor, rey de Babilonia, condujo un gran ejército para destruir la ciudad santa, Jerusalén, y el templo santo, y llevó cautivos a Babilonia a todos los hijos de Israel. Sin embargo, debido a que Nabucodonosor fue demasiado cruel para con los hijos de Israel, setenta años después del cautiverio de ellos, Dios levantó al Imperio medo-persa. En el libro de Isaías podemos ver que Ciro, rey de Persia, era el amado de Dios, y que incluso llegó a ser un tipo de Cristo. En el año 539 a. C. Ciro derrotó a Babilonia y, por inspiración de Dios, liberó a los hijos de Israel para que regresaran a reedificar el templo. Esto se encuentra escrito en el libro de Esdras. Luego, después de otros cuatro reyes, el rey Artajerjes dio la orden para que fuera reedificada la ciudad de Jerusalén. Esto se halla escrito en el libro de Nehemías. Por lo tanto, durante cierto período, Persia estuvo haciendo la voluntad de Dios. Luego, aproximadamente en el año 330 a. C., Alejandro subió al poder en Macedonia, al norte de Grecia. Cuando aún tenía un poco más de treinta años, formó al Imperio griego, y en un corto período de tiempo conquistó toda la tierra del oriente del Mediterráneo hasta el océano Índico. Así pues, derrotó a Persia, representada por el carnero. Cuando invadió a Jerusalén, el sumo sacerdote Jadúa fue a reunirse con él y le mostró el pasaje de Daniel donde hablaba del macho cabrío. Después de leérselo, Alejandro mostró un gran aprecio por dicho pasaje, y empezó a tratar a los judíos con lenidad. Él tenía la fuerza como la de un macho cabrío y fue cruel y prepotente. La historia narra que cuando regresó a macedonia, llevaba puesta una corona que tenía el cuerno de un macho cabrío.
Después de Pember vino Robert Govett, quien escribió acerca de las profecías bíblicas con suma precisión. Más tarde, su estudiante D. M. Panton publicó una revista titulada Dawn [Alborada], en la que divulgó un buen número de verdades sobre las profecías. Fue él quien apoyó económicamente a la señorita M. E. Barber, para que pudiera venir a la China continental. La señorita M. E. Barber originalmente había sido enviada por una misión británica a Fuzhou, China, para realizar una obra misionera; no obstante, más tarde, debido a falsas acusaciones, le pidieron que regresara a Inglaterra. Después que se hubo calmado aquella tormenta, ella se retiró de la misión y recibió de parte del Señor la carga de regresar a China. En aquel entonces el Señor levantó al hermano Watchman Nee en Fuzhou. El hermano Nee no sólo aprendió muchas lecciones espirituales muy preciosas a través de la señorita Barber, sino que también por recomendación de ella llegó a conocer los escritos de Panton y otros.
En 1928 en Shanghái, el hermano Nee condujo un estudio bíblico sobre el libro de Apocalipsis, y me dio un borrador de sus notas cuando empecé a participar en la obra del Señor en 1933. Luego en 1976, en Anaheim, California, yo conduje un entrenamiento sobre el Estudio-vida de Apocalipsis. Hoy en día en la Versión Recobro del Nuevo Testamento, las notas en cuanto a las profecías son extractos obtenidos a través de mi estudio de los escritos de Darby, Pember, Govett, Panton y del hermano Nee. Dichas notas son muy claras y cristalinas. Por lo tanto, nuestro conocimiento en cuanto a las profecías bíblicas tiene un sólido fundamento, es decir, no proviene de nuestra propia imaginación, ni es nuestra creación original y única. En vez de ello, lo que hemos visto representa un avance, el cual conseguimos al apoyarnos sobre los hombros de aquellos que nos precedieron.
Después de estudiar los escritos de estos eruditos de la Biblia, hemos concluido que si aquellos que explicaron las profecías en estos pasados doscientos años en cuanto a la segunda venida de Cristo cometieron errores, sus errores giraban en torno a dos puntos. El primero está relacionado con la última semana de las setenta semanas de Daniel, y el segundo está relacionado con la venida de Cristo y el arrebatamiento de los santos. Todo el que explique las profecías sin tener en cuenta la última de las setenta semanas de Daniel, caerá en un error. En el pasado algunos dijeron que Napoleón era el anticristo. Sin embargo, Napoleón era un rey francés, y en su época la nación de Israel aún no había sido restaurada. En la década de los 30, Panton dijo que Mussolini era el anticristo, y publicó fotos de Nerón y Mussolini, resaltando el parecido entre ellos. Más tarde, otros dijeron que Hitler era el anticristo. Sin embargo, el anticristo será resucitado después de que sea asesinado, pero el cuerpo de Hitler ni siquiera quedó intacto para ser sepultado después de su muerte. Recientemente, ha habido un gran cambio en la situación del Medio Oriente, y algunos han predicho que el presidente de Irak, Hussein, será el anticristo. Sin embargo, Hussein es un árabe, y el anticristo provendrá de una de las naciones de los alrededores del mar Mediterráneo. Así que todos estos rumores están equivocados y no concuerdan con la profecía en cuanto a la última semana.
Ahora hablaremos acerca de la venida —la parusía— de Cristo. La palabra griega parusía significa “presencia”; en la antigüedad se aplicaba a la venida de una persona muy honorable. En el Nuevo Testamento esta palabra se refiere a la venida de Cristo, la presencia de la persona más honorable. Esta presencia durará por cierto período de tiempo. Comenzará primero en el cielo con el arrebatamiento de los vencedores antes de los tres años y medio de la gran tribulación (Ap. 12:5; 14:1; Lc. 21:36); luego, a finales de la gran tribulación, descenderá y permanecerá en el aire (1 Ts. 4:16-17); y por último, cuando concluya la gran tribulación, vendrá del aire a la tierra (2 Ts. 2:8).
En lo que a los vencedores se refiere, el arrebatamiento de los santos a la presencia de Cristo tendrá lugar antes que empiece la gran tribulación, pero en lo que a la mayoría de los santos se refiere, éste ocurrirá en el último día de la gran tribulación. Antes que empiece la gran tribulación, el hijo varón será arrebatado a la presencia de Cristo en los cielos donde está el trono de Dios (Ap. 12:5). Las primicias también serán arrebatadas a la presencia de Cristo en los cielos, donde está el monte de Sion celestial (14:1-4). Además, los demás vencedores que estén vivos en ese tiempo serán arrebatados a la presencia de Cristo en los cielos y estarán en pie delante de Él (Mt. 24:40-41; Lc. 21:36; Ap. 3:10) para disfrutar de la presencia del Señor y escapar de la gran tribulación.
La mayoría de los creyentes, aquellos que no sean arrebatados antes de la gran tribulación, serán dejados para pasar por la gran tribulación a fin que lleguen a la madurez. Durante ese período de tiempo, habrá numerosas calamidades sobrenaturales, y el anticristo hará todo lo posible para oprimir cruelmente a los santos. Como resultado, el mundo dejará de ser tan atractivo. Aunque los creyentes experimentarán el cuidado y sustento de Dios, con todo, experimentarán mucha miseria. Luego, cuando se terminen los tres años y medio, al sonido de la última trompeta, todos los santos que han muerto a lo largo de las generaciones serán resucitados y ellos, junto con los que estén vivos y hayan quedado, serán arrebatados a la presencia de Cristo en el aire (1 Ts. 4:15-17; 1 Co. 15:51-52). Esto incluirá el arrebatamiento de las diez vírgenes resucitadas (Mt. 25:1-12) y el arrebatamiento de los dos testigos, quienes serán resucitados (Ap. 11:11-12). En aquel tiempo el Señor establecerá Su tribunal para juzgar a todos los santos (2 Co. 5:10), y también se casará con Sus vencedores, quienes serán invitados a la fiesta de bodas del Cordero como la novia de Cristo (Ap. 19:7-9). Después de esto, Cristo se manifestará públicamente.
Después de la fiesta de bodas del Cordero, Cristo vendrá con Sus vencedores —Su esposa con quien recién se ha casado—, los cuales serán Su ejército para combatir contra el anticristo, los reyes que están bajo su mando y los ejércitos de ellos en Armagedón (16:14, 16). En aquel tiempo, los ejércitos del anticristo se congregarán para hacer guerra y destruir a la nación de Israel. Allí Cristo pisará el gran lagar de la ira de Dios (14:19), y la sangre llegará a hasta los frenos de los caballos (v. 20). Debido a que pisará este lagar, la ropa de Cristo estará teñida en sangre (19:13). Por un lado, Cristo reducirá a nada al anticristo con la manifestación de Su venida (2 Ts. 2:8); por otro, Él, como relámpago, aparecerá a los hijos de Israel, y toda la casa de Israel será salva (Mt. 24:27, 30; Ap. 1:7; Ro. 11:26-27; Zac. 12:10-14). Después de esto, Cristo enviará a un ángel para que ate a Satanás y lo arroje al abismo (Ap. 20:1-3). De este modo, Él traerá Su reino a la tierra (11:15; 12:10a). Él se sentará en Su trono de gloria para juzgar a las naciones que aún vivan en aquel tiempo y separará los unos de los otros. Las “ovejas”, aquellos que obedezcan al evangelio eterno y cuiden de los creyentes sufrientes, serán bendecidos y contados como justos para heredar el reino; pero los “cabritos”, aquellos que desobedezcan al evangelio eterno, serán maldecidos y sufrirán la perdición eterna (Mt. 25:31-46; Hch. 10:42b; 2 Ti. 4:1).
Durante la gran tribulación, Israel será hollada por el anticristo y su ejército (Ap. 11:2). Además, las calamidades principales de la gran tribulación ocurrirán en aquella tierra (Mt. 24:16-22). Al final el anticristo matará a muchos de los judíos y los rodeará en el monte de los Olivos. Sin embargo, justo en ese momento de peligro, Cristo vendrá de las nubes del cielo con poder y gran gloria, y todos los de Israel mirarán a Aquel a quien traspasaron, y plañirán por Él y se arrepentirán (v. 30; Zac. 12:10). Entonces Cristo descenderá sobre el monte de los Olivos para salvar a Israel (14:4-5). Después que Cristo haya juzgado a las naciones, enviará a Sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a todos los hijos de Israel, de los cuatro vientos, para que habiten en la buena tierra que prometió a Abraham. Ése será el tiempo de la restauración de la nación de Israel (Mt. 24:31), lo cual traerá consigo la restauración de todas las cosas (Hch. 3:21). A partir de ese momento, empezará la era del reino.
Debido a que sabemos que la segunda venida del Señor es tan especial, debemos amar Su manifestación (2 Ti. 4:8). La Biblia concluye con esta frase: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap. 22:20). Si leemos el Nuevo Testamento, no nos es difícil darnos cuenta de que los apóstoles creían firmemente que el Señor regresaría pronto y también llevaban una vida en la cual siempre se preparaban para la segunda venida del Señor. En la historia de la iglesia, sabemos que la señorita M. E. Barber fue alguien que llevó una vida semejante. El último día de 1925, el hermano Nee fue a orar con ella, y ella oró de este modo: “Señor, ¿Tú realmente quieres decir que dejarás pasar el año 1925, y que esperarás hasta 1926 antes de regresar? Pues bien, en este último día del año te sigo pidiendo que regreses hoy”. Poco después, el hermano Nee se encontró con ella en la calle, y ella nuevamente le dijo: “Es muy extraño que hasta este día el Señor no haya regresado”. No debemos pensar que por el simple hecho de entender las señales de la venida del Señor, podemos ser negligentes, amar el mundo primero para después seguir al Señor cuando llegue la última semana. No podemos darnos ese lujo. Debemos creer que el Señor es digno de ser temido. En Lucas 12 el Señor contó una parábola de un hombre rico que trataba de acumular bienes para sí, a fin de que su alma lo disfrutara y se regocijara. Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche te reclaman el alma” (vs. 16-20). Cada día que tenemos se debe a la gracia del Señor. Por lo tanto, mientras el Señor nos permita vivir el día de hoy, mientras tengamos aliento, debemos amar al Señor y Su manifestación, esperar la venida del Señor (Fil. 3:20) y siempre tomar Su venida como un incentivo.
En 2 Timoteo 4:1 Pablo dijo a Timoteo: “Delante de Dios y de Cristo Jesús, que juzgará a los vivos y a los muertos, te encargo solemnemente por Su manifestación y por Su reino”. Pablo dio esta exhortación poco antes de su martirio. Él dijo que había peleado la buena batalla, acabado la carrera y guardado la fe, y que en el tribunal le sería dada la corona de justicia, la cual también sería dada a todos los que aman la manifestación del Señor (vs. 6-8). Él le recordó a Timoteo, y también a nosotros, por el juicio y reino del Señor, que debemos llevar una vida que ama la manifestación del Señor. Esto nos guardará de desanimarnos, de retroceder y de debilitarnos, para así permanecer fieles hasta el fin.
Cuando el Señor regrese, Él vendrá secretamente como ladrón a los que le aman, y se los llevará como Sus tesoros a Su presencia en los cielos (Mt. 24:42-43). Por lo tanto, debemos velar y estar preparados (25:13; 24:44). Si deseamos ser arrebatados, primero debemos ser llenos del aliento celestial y tener aceite en nuestras vasijas. Si estamos arraigados en la tierra y ocupados diariamente con los afanes de esta vida y con los placeres terrenales, no seremos arrebatados cuando llegue ese momento. Debemos acordarnos de la esposa de Lot. Debido a que amaba y apreciaba el mundo maligno que Dios iba a juzgar y destruir completamente, ella miró hacia atrás. De este modo, se convirtió en una columna de sal y fue dejada para sufrir en un lugar de vergüenza. Esto debe servirnos de advertencia a nosotros. Si amamos el mundo, el Señor nos dejará aquí para pasar por la gran tribulación a fin de que seamos avergonzados hasta que maduremos y seamos arrebatados.
El Señor también nos recordó que debíamos mirar por nosotros mismos y velar, rogando en todo tiempo, no sea que nuestros corazones se carguen de disipación (o glotonería) y embriaguez y de los afanes de esta vida, y aquel día de la gran tribulación venga de repente sobre nosotros como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. Debemos guardar nuestros corazones y darle al Señor plena cabida en nuestro ser a fin de lograr escapar de todas estas cosas y estar en pie delante del Hijo del Hombre (Lc. 21:34-36; cfr. Ap. 12:5-6, 14).
La madurez no es algo que se logra de la noche a la mañana. Por lo tanto, con relación a Su venida debemos prepararnos, amarle y crecer en Él, para que en Su manifestación estemos maduros para ser arrebatados y recibir la recompensa.
(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Kuching, Malasia, el 31 de octubre de 1990).