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Mensajes del libro «Reino, El»
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CAPÍTULO VEINTE

BAUTIZADOS EN EL DIOS TRIUNO

  Lectura bíblica: Mt. 28:19, 20b; Gá. 3:27; Ro. 6:3; 1 Co. 12:13; 2 Co. 1:21-22; 3:17a, 18; Ef. 6:17-18; Jn. 6:63; Ap. 3:1; 21:6; 22:17

  El libro de Mateo comienza con una persona maravillosa. Él es fruto de muchas generaciones mezcladas con el Dios Triuno. Tal persona maravillosa fue proclamada ante el pueblo como el reino. Se predicó a la persona misma como el reino. Esta persona maravillosa fue predicada como la semilla del reino y fue sembrada en la tierra de la humanidad. De esta semilla crecerá el reino hasta llegar a su madurez, la plena manifestación del reino.

  Tanto Mateo 13 como Mateo 25 son capítulos extremadamente cruciales y estratégicos. Mateo 13 nos dice que esta persona maravillosa se sembró en nuestro ser como la semilla del reino y que esta semilla crece y produce materiales transformados: el tesoro y las perlas. Los siguientes capítulos nos revelan que estos elementos transformados sirven para la edificación de la iglesia, lo cual es la realidad del reino. El capítulo 25 nos dice que todo aquel que está en el reino es semejante a una virgen. Nosotros no somos ni ladrones ni caballeros; somos vírgenes. Así seamos varones o mujeres, todos somos vírgenes que tienen su lámpara encendida y que, dejando atrás este mundo, salen al encuentro de su Novio. Sin embargo debemos obtener una porción adicional del Dios Triuno a fin de llenar nuestra vasija, que es nuestra alma. Hoy en día, nuestra necesidad es obtener una porción adicional del Espíritu todo-inclusivo como el aceite. Esto quiere decir que todas las partes internas de nuestro ser tienen que ser llenas, ocupadas y saturadas con el Señor. Esto nos conducirá a la madurez y nos preparará para la venida del Señor. Así estaremos preparados para la plena manifestación del reino.

  Ésta tiene que ser una visión que controle a todas las iglesias en la actualidad. No se debe tomar como mero conocimiento o doctrina, sino que debe ser una visión que gobierne nuestra vida de iglesia. Esta visión debe regir continuamente todos los aspectos de la vida de iglesia. Por Su gracia y misericordia puedo testificar que estoy sujeto a esta visión. Más que ser una doctrina para mí, esta visión ha llegado a ser un principio que me gobierna.

BAUTIZADOS EN EL DIOS TRIUNO

  Ahora llegamos al final de Mateo. Este libro termina con el mandamiento de bautizar a las personas en el Dios Triuno y con la promesa del Señor de que Él estaría con nosotros todos los días hasta la consumación del siglo (28:19-20). Estos versículos son profundos y todo-inclusivos. Todos tenemos que comprender que hemos sido bautizados en el Dios Triuno. Ser bautizados en el Dios Triuno simplemente significa que hemos sido puestos dentro del Dios Triuno. En Mateo 28:19 el Dios Triuno es comparado al agua del bautismo. Cuando bautizamos a alguien en agua, esto significa que lo introducimos en el Dios Triuno.

  Mateo 28:19 usa la frase en el nombre. Influenciados por esta redacción, hay muchos maestros cristianos que piensan que bautizar a las personas en el Dios Triuno es simplemente un ritual o un formalismo. Hay, incluso, quienes discuten sobre el nombre apropiado en que se debe bautizar a las personas; es decir, si debemos bautizar en el nombre del Dios Triuno, en el nombre del Señor Jesús o en el nombre de Cristo Jesús. Estas discusiones incluso han ocasionado una serie de divisiones. Hace algunos años, en las Filipinas, un querido hermano que amaba al Señor y le buscaba vino a mí con muy buenas intenciones diciéndome: “Hermano Lee, sé que ustedes practican el bautismo por inmersión; pero quisiera saber en qué nombre sumergen a las personas. ¿Las bautizan en el nombre del Señor Jesús, en el nombre de Jesucristo o en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo?”. Cuando le pregunté al hermano qué quería decir, me respondió: “Es de gran importancia en qué nombre bautizan ustedes”. Entonces le pregunté: “¿Y en qué nombre bautizan ustedes?”. Él respondió: “Nosotros bautizamos a las personas en el nombre del Señor Jesús. Es un error bautizar a las personas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. También es un error bautizar a las personas en el nombre de Cristo Jesús. Tienen que bautizar a las personas en el nombre del Señor Jesús”. Le dije: “Hermano, usted está exagerando mucho; le ruego que se olvide de todo eso. Realmente no es importante si bautizamos a las personas en el nombre de Jesucristo o en el nombre de Cristo Jesús o en el nombre del Señor Jesús o en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Siempre y cuando los introduzcamos en Dios, esto ya es maravilloso”. Pero él insistió: “¡No hermano! Esto no es algo insignificante. Tiene que comprender que aquí en las Filipinas algunas iglesias practican el bautismo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Nosotros practicamos bautizar a las personas en el nombre del Señor Jesús”. Le contesté: “Hermano, sin duda alguna ustedes conforman una secta muy peculiar y extraña. Debo decirles la verdad”. Tenemos que comprender que no es un asunto de bautizar a las personas en cierto nombre.

  En cierta ocasión, mientras estaba en Houston, hablé sobre este tema e incluso demostré como un pastor podría bautizar a las personas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Después se me acercó un pastor de los Bautistas de la Convención del Sur quien había estado en la reunión y me dijo: “Hermano, el mensaje fue maravilloso, pero usted estaba burlándose de mí”. Le respondí: “Hermano, no es mi intención burlarme de usted o de nadie. Simplemente debo decirle la verdad al pueblo del Señor en cuanto a que el bautismo no debe ser un ritual o una formalidad, sino que debe ser un hecho real”.

  Entonces, ¿qué debemos hacer con alguien que recientemente creyó en el Señor Jesús? Tenemos que introducirlo en el Dios Triuno. Tenemos que bautizarlo en el Dios Triuno. Después de aquello, él será una persona en el Dios Triuno. Siempre que bautizamos a las personas, tenemos que ejercitar nuestra fe con base en la palabra fiel y clara dada por el Señor. El Señor dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre...”. En realidad, la preposición griega que aquí se tradujo “en” debería traducirse “hacia adentro de”. El Señor nos dijo que bautizáramos a las personas “hacia adentro” del nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Puesto que el Señor nos ha dado esta Palabra fiel, tenemos que basarnos en esta Palabra llenos de fe y autoridad. Siempre que bautizamos a las personas, tenemos que hacerlo de manera viviente. Nosotros nos basamos en la Palabra del Señor para bautizar a las personas en el Dios Triuno.

BAUTIZADOS EN CRISTO

  Gálatas 3:27 nos dice: “Todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Éste es un versículo maravilloso. En realidad no dice “bautizados en Cristo”, sino “bautizados hacia adentro de Cristo”. ¡Hay una gran diferencia! No fuimos bautizados en Cristo sino que entramos en Cristo. Todos los que fueron bautizados hacia adentro de Cristo están revestidos de Él. Si usted fue bautizado hacia adentro de Cristo, ciertamente está revestido de Cristo.

  Este mismo concepto es expresado en Romanos 6:3: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?”. Fuimos bautizados hacia adentro de Cristo Jesús y ahora estamos cubiertos de Él. Estamos revestidos de Cristo. ¿Es éste un formalismo o un rito conducido en conformidad con palabras vanas? ¡Por supuesto que no! Ésta es una realidad que ha sido lograda por la Palabra fiel del Señor.

  Sin embargo, todavía tenemos un problema. Ustedes han sido bautizados dentro de Cristo y ahora tienen a Cristo sobre ustedes, pero ¿cuándo fueron bautizados en Cristo? ¿En qué tiempo y lugar fueron introducidos en Cristo? En realidad, es difícil responder esta pregunta, pero una cosa es clara: tenemos la plena certeza de haber sido bautizados en Cristo. Tal vez no sepamos cuándo sucedió ni donde, pero sabemos que esto es un hecho. Después que creímos en el Señor Jesús, fuimos bautizados en Cristo. Simplemente no sabemos cuándo ni dónde, pero podemos testificar que fuimos bautizados en Cristo.

  Algunos dirán que sí saben claramente en qué tiempo y lugar exactos fueron bautizados en Cristo. Mientras oraban, de improviso algo les sucedió y fueron bautizados. Aunque no criticamos esta percepción, les ruego que jamás hagan de su experiencia personal el estándar por el cual los demás deban regirse. Si uno lee el Nuevo Testamento, encontrará muchas ocasiones, distintas una de la otra, en las que se manifestó el bautismo del Espíritu, y ninguna de ellas es exactamente igual a la otra. Todas y cada una de estas ocasiones sucedieron de forma distinta. Muchos de nosotros tenemos la certeza de que fuimos puestos dentro del Dios Triuno. Muchas veces he experimentado que verdaderamente estoy en el Dios Triuno. Esto no es simple conocimiento, sino que es algo real, y yo lo he experimentado.

  En 1935, mucho antes de que experimentara el hablar en lenguas, tuve una experiencia relacionada con estar en el Dios Triuno. Durante una tarde, en un día del Señor, me encontraba ministrando la palabra, y algo parecido a una nube descendió sobre mí y me cubrió. Pude sentirla y hasta casi podía verla con mis propios ojos. De repente, mi hablar cambió. No cambió de tal modo que empezara a hablar en lenguas, pues seguí hablando en chino, pero toda la congregación pudo percibir que algo había sucedido. No tengo palabras para describir lo que sucedió. No hubo hablar en lenguas, y nada milagroso sucedió; no obstante, todos tuvimos la profunda certeza de que el Señor estaba allí. Aquella fue una experiencia auténtica de lo que es estar en el Dios Triuno.

  A inicios de enero de 1943 tuve otra experiencia semejante. Durante una reunión yo me encontraba de pie frente al púlpito, y habiéndose pedido cierto himno, toda la congregación —alrededor de quinientas personas— cantaba. Cuando, de repente, toda la congregación comenzó a sollozar. Nadie dio gritos ni tampoco lloraba en voz alta, pero todos sollozaban con lágrimas en los ojos. A mí también me brotaron lágrimas y ya no pude seguir cantando. Todos en la congregación experimentaron esto. Mientras cantábamos, sollozábamos. Tanto entre los jóvenes como los más ancianos, nuestro sollozo se mezclaba con nuestra canción. No supimos cómo describir esto. Algunos testificaron que ellos simplemente habían venido al lugar de reuniones y allí habían sido capturados por el Señor, sin necesidad de escuchar mensaje alguno.

  Más aún, jamás podré olvidar otra reunión que tuvimos un día del Señor por la tarde en 1943. Después que cantamos un himno y antes de dar el mensaje, comencé a orar. Aquella oración duró más de media hora. Al orar, repetía una sola palabra: ¡Sacude! ¡Sacude! ¡Sacude! Dije esto en chino y no en lenguas, mas las palabras brotaban como las aguas del Niágara. “¡Sacude nuestras familias! ¡Sacude nuestros hogares! ¡Sacude nuestro país!”. Si bien yo estaba en pie mientras oraba, no le pedí a la congregación que se pusiera de pie; pero después de un rato toda la congregación se puso de pie, y uno de los hermanos salio de su asiento y vino a sostenerme los brazos pues yo los tenía levantados mientras oraba. Ésta fue una experiencia real de lo que es estar en el Dios Triuno.

  Muchos amigos pentecostales citan 1 Corintios 12 para afirmar que hay nueve manifestaciones del Espíritu Santo. Pero en realidad hay muchas más, pues entre las nueve enumeradas en 1 Corintios 12 no se menciona, por ejemplo, los sueños. Los sueños son mencionados en Hechos 2, donde se nos recuerda que en los últimos días Dios derramaría de Su Espíritu sobre toda carne y que los hombres tendrían sueños (Hch. 2:17). Personalmente, he tenido experiencias reales en cuanto a los sueños en el Espíritu Santo. En 1943 en un lapso de dos meses tuve cuatro sueños. Antes de ser encarcelado por la policía militar japonesa, que habían invadido a China durante la guerra, tuve un sueño. El mismo día que fui arrestado ese sueño vino a mí nuevamente, y después de tres semanas, tuve otro sueño más. Todos estos sueños se han cumplido cabalmente. El Señor me consoló por medio de los sueños. Incluso antes que la policía militar japonesa viniera a arrestarme, sabía por los sueños lo que habría de suceder. La noche que fui arrestado y encarcelado, otro sueño vino. En este sueño el Señor me dijo: “Ten paz. No te harán daño”. Y sucedió exactamente conforme al sueño. ¡Alabado sea el Señor!

  Estas experiencias son señales que nos demuestran que Dios nos ha puesto dentro de Él. Como creyentes de Cristo, todos fuimos puestos en el Dios Triuno. Pero no intenten sistematizar esta experiencia. Discutir sobre qué nombre usar al bautizar a las personas es sistematizar. Insistir en la necesidad de hablar en lenguas también es sistematizar. No estoy en contra de bautizar en el nombre del Señor Jesús ni en contra de hablar en lenguas, pero me opongo categóricamente a querer sistematizar. Debemos desechar toda clase de sistematización.

  No sea tan osado como para decirles a los demás que usted sabe cuándo fue puesto en el Dios Triuno. Tal vez tenga cierto sentir al respecto, pero probablemente la verdadera experiencia no corresponda a su sentir. Tal vez a usted le parezca que ocurrió en San Francisco en 1971, pero podría haber ocurrido unas semanas antes. No podemos confiar en nuestras sensaciones debido a que ellas simplemente no son exactas. Por ejemplo, tal vez yo sienta frío cuando la temperatura excede los 90 grados. Ésta es mi sensación, pero no corresponde a los hechos. Olvídense de sus sensaciones y aprópiense del hecho en conformidad con la Palabra clara, definida y fiel del Señor: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:19).

  En las iglesias necesitamos tener fe en la palabra fiel del Señor Jesús cuando bautizamos a las personas. Según Su Palabra, nosotros las bautizamos introduciéndolas en el Dios Triuno. No piensen que el Dios Triuno implica tener tres Dioses: uno llamado Dios el Padre, otro llamado Dios el Hijo y un tercero llamado Dios el Espíritu Santo. Esta es una impresión errónea que recibimos de las enseñanzas tradicionales acerca de la Trinidad. No tenemos tres Dioses; tenemos un solo Dios, un solo Dios todo-inclusivo. Tenemos un Dios quien es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

  Jamás podremos conocer plenamente al Dios Triuno. De hecho, ni siquiera nos conocemos bien a nosotros mismos. Aun cuando tenemos un espíritu, un corazón, una mente, una parte emotiva y una voluntad, no logramos entender bien ninguna de estas partes. Si no podemos entender bien lo que somos, ¿cómo podremos entender lo que es el Dios Triuno? Nuestro Dios es un solo Dios, quien es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nos es imposible entender a Dios mismo, pero ciertamente le tenemos y estamos en Él.

  En un capítulo anterior hice referencia a un pasaje del libro de Andrew Murray titulado The Spirit of Christ [El Espíritu de Cristo]. Leamos ese párrafo nuevamente: “En el Padre tenemos al Dios invisible, el Autor de todo. En el Hijo, tenemos al Dios revelado, manifestado y quien se ha acercado a nosotros; Él es la Forma de Dios. En el Espíritu de Dios tenemos al Dios que mora en nuestro ser, esto es el Poder de Dios que mora en cuerpo humano y forja en él lo que el Padre y el Hijo tienen para nosotros [...] todo cuanto el Padre se propuso y lo que el Hijo logró puede ser apropiado y ejecutado en los miembros de Cristo que todavía están en la carne únicamente mediante la continua intervención y operación activa del Espíritu Santo”.[*Nisbet and Company, Ltd., London. Distribuido por Zondervan.] Estoy de acuerdo con estas palabras. Esto es el Dios Triuno. Ser bautizados en el Dios Triuno simplemente significa ser introducidos en Dios, quien es maravilloso y todo-inclusivo. Entonces el Señor Jesús, quien es “Jehová-más” y “Dios-más”, estará con nosotros todos los días hasta la consumación del siglo (Mt. 28:20). ¡Aleluya!

  En esto consiste el reino. Fuimos puestos en el Dios Triuno y fuimos revestidos del Dios Triuno. El Señor Jesús, quien es “Jehová-más” y “Dios-más”, está con nosotros todos los días hasta la consumación del siglo. Ésta es la conclusión del libro de Mateo. Mateo termina introduciéndonos en el Dios Triuno, quien estará con nosotros todos los días. Es necesario que esta visión nos gobierne y regule.

BAUTIZADOS EN EL CUERPO

  En Mateo 28 está la semilla del bautismo en el Dios Triuno, y en las Epístolas tenemos el crecimiento de dicha semilla. Ya hicimos referencia a Romanos 6:3, donde se afirma que fuimos bautizados en Cristo Jesús. En 1 Corintios 12:13 se nos dicen dos cosas: “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo”. No es simplemente que fuimos introducidos en el Dios Triuno, sino que una vez que fuimos introducidos en el Dios Triuno, llegamos a ser el Cuerpo. El movimiento carismático enfatiza la práctica de hablar en lenguas, pero ignora que el auténtico bautismo en el Espíritu Santo tiene como propósito producir el Cuerpo. Si uno ha tenido una experiencia auténtica del bautismo en el Espíritu Santo estarán a favor del Cuerpo. No se conformará con algo individual, sino que se preocuparán por el Cuerpo. No todas las experiencias de hablar en lenguas son genuinas. Si la experiencia es genuina, ella cuidará del Cuerpo. El verdadero bautismo en el Espíritu tiene como finalidad producir el Cuerpo. El Cuerpo es pues una clara prueba que determina la autenticidad del bautismo que hemos experimentado.

  Según Mateo 13, la semilla crece y trae consigo la transformación, y la transformación resulta en la edificación. ¿Qué es la edificación? La edificación es el Cuerpo. Si bien no deseo criticar a nadie, tengo que decir la verdad y afirmar que muchos de los que hablan en lenguas no tienen la transformación que es propia de la vida. En China también conocí a muchos que eran así. En tres ocasiones implementamos las prácticas del pentecostalismo en nuestras iglesias, y todas las veces ello significó un débito en nuestra cuenta espiritual. Si bien obtuvimos alguna ganancia, a la postre el balance fue negativo, con más deudas que créditos. Sólo sufrimos pérdida. A la postre, todos los colaboradores espontáneamente decidieron dejar tales prácticas. No continuamos en ese “negocio” porque rindió pobres beneficios. No debiera decir que no se obtiene beneficio alguno de las prácticas pentecostales, pero las pérdidas superan a las ganancias. Tanto en China como en este país he visto el daño causado por las prácticas “pentecostales”.

PRUEBAS DEL BAUTISMO GENUINO

  El bautismo genuino en el Espíritu Santo tiene que ser examinado por varios puntos: el crecimiento en vida, la transformación en vida, la edificación en vida y la vida del Cuerpo en su aspecto práctico. Satanás es muy astuto. Nadie pretenderá engañarnos con billetes obviamente falsificados, sino que usarán billetes falsos que únicamente los expertos podrían distinguir de los verdaderos. Por tanto, la mejor protección es no aceptar billetes, sino oro. No piensen que son lo suficientemente listos como para discernir lo falso de lo verdadero. Muy pocos entre nosotros somos tan listos. Por tanto, a largo plazo y por la seguridad de la iglesia, es mejor no aceptar “billetes”; debemos aceptar solamente oro. Eventualmente, habrá algunos que aceptarán billetes; pero debemos advertirles que no deben acostumbrarse a usar “billetes” porque serán engañados. Esto no solamente se aplica a la práctica de hablar en lenguas, sino también a todos los otros dones. Todo don o conocimiento también tiene que ser examinado a la luz del crecimiento en vida, la transformación en vida, la edificación en vida y la vida del Cuerpo en su aspecto práctico.

  Ésta no solamente es la situación imperante en la actualidad, sino que también era la situación que imperaba cuando el Señor Jesús estaba en la tierra. Juan 2 nos dice que el Señor realizó muchos milagros en Jerusalén y que, como resultado de tales señales, muchos creyeron en Él. Sin embargo, Él no se fiaba de quienes habían sido atraídos por los milagros. En Juan 3 Nicodemo acudió al Señor, quien le hizo tornarse hacia la vida divina diciéndole que debía nacer de nuevo. Lo importante no eran los milagros, sino nacer de nuevo. Cuando Nicodemo acudió al Señor Jesús, él tenía el concepto que lo importante era el conocimiento, por lo cual llamó al Señor “Rabí”, diciéndole: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro” (Jn. 3:2). Pero el Señor Jesús le dijo: “Os es necesario nacer de nuevo” (v. 7). Así pues, lo importante no son los milagros ni el conocimiento, sino recibir la nueva vida mediante el nuevo nacimiento. Las iglesias locales necesitan una sola cosa: la vida divina con su crecimiento, transformación y edificación. Finalmente, esta vida producirá el Cuerpo.

EL BAUTISMO Y EL BEBER

  “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo [...] y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu” (1 Co. 12:13). Aquí tenemos otro aspecto: beber del Espíritu. Ser bautizado en el Espíritu significa que nosotros hemos sido puestos dentro del Espíritu; beber del Espíritu significa que el Espíritu es puesto dentro de nosotros. Estos son dos aspectos distintos. Por un lado, tenemos que ser puestos en el Espíritu. Aquella ocasión en la que, mientras daba un mensaje, algo descendió sobre mí y me cubrió, fui puesto dentro del Espíritu. Sin embargo, todavía es necesario que tome al Espíritu en mi interior, que beba del Espíritu diariamente y a toda hora. Del mismo modo que necesitamos beber agua todos los días, así también necesitamos beber del Espíritu una y otra vez. Que las iglesias lleguen a ser el reino de Dios no es un asunto doctrinal que dependa del conocimiento, los dones o los milagros, sino que depende por completo de que bebamos del Espíritu Santo. Cuando uno ore, uno debe beber del Espíritu. Cuando uno lee la Biblia, también debe beber del Espíritu.

  En Efesios 6:17 leemos: “Recibid [...] la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios”; aquí el pronombre indicativo “el cual” se refiere al Espíritu. Recibid la espada del Espíritu, cuyo Espíritu es la Palabra de Dios, por medio de toda oración (v. 18). No debemos considerar la palabra de Dios en la Biblia meramente como palabras en blanco y negro, sino que tenemos que tomarla como Espíritu. En Juan 6:63 el Señor Jesús dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu”. Puesto que Sus palabras son espíritu, no debemos leerlas solamente como cualquier otro escrito. Debemos tomar la Palabra de Dios con toda oración. Por esto es necesario que leamos-oremos la Palabra. Efesios 6:17-18 es la base, el fundamento, que tenemos en la Biblia para la práctica de orar-leer la Palabra. Allí se nos dice que debemos tomar la Palabra de Dios, la Palabra viviente que es el Espíritu, por medio de toda oración. Tenemos que orar todas y cada una de las palabras de la Biblia; así haremos que cada una de ellas sea algo del Espíritu para nosotros. Esto es lo que significa beber del Espíritu. Invocar el nombre del Señor diciendo: “¡Oh, Señor Jesús!” es beber del Espíritu, y orar la Palabra también es beber del Espíritu.

  Tenemos que comprender que el Dios Triuno es el Espíritu. No piensen que el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo y el Espíritu es el Espíritu, como si fueran personas separadas. Estos tres son el Espíritu todo-inclusivo. En 2 Corintios 3:17 se afirma que “el Señor es el Espíritu”. En 2 Corintios 1:21-22 se nos dice que fuimos firmemente adheridos a Cristo, el Ungido (lit.). El Ungido es Cristo, y Él es el Espíritu todo-inclusivo. Fuimos ungidos y sellados, y se nos dio el Espíritu como las arras, la garantía. La unción nos permite saborear a Dios. Al ser ungidos recibimos la esencia, el elemento, de Dios. Al ser sellados obtenemos la imagen de Dios. Al recibir las arras podemos saborear a Dios. Recibimos el elemento de Dios, Su imagen e incluso Su sabor. ¡Aleluya! Todo esto está relacionado con el Espíritu todo-inclusivo, el cual es el Señor mismo. Por este Espíritu todo-inclusivo somos llenos de Dios, somos saturados de Él y nos mezclamos con Él.

  El resultado de esto es que somos transformados. Para que esto sea logrado plenamente, es necesario que tengamos el rostro descubierto (2 Co. 3:18). Tener el rostro descubierto significa no tener ningún velo. Si uno lee 2 Corintios 3, comprenderá que el velo allí mencionado se refiere a las Escrituras tomadas como letras en blanco y negro. Me preocupa que muchos cristianos todavía estén velados por la Biblia; otros continúan siendo velados por sus experiencias carismáticas u otra clase de experiencias. ¡Cuánto necesitamos que el Señor, en Su misericordia, nos quite los velos y nos permita tener un rostro descubierto, sin conceptos, ideas y preocupaciones! Necesitamos que los velos nos sean quitados para contemplarlo a Él como el Espíritu todo-inclusivo. Entonces seremos transformados a Su imagen.

LA CONSUMACIÓN

  Ahora llegamos a la cosecha en el libro de Apocalipsis. Hemos visto la semilla en Mateo y su crecimiento en las Epístolas. La cosecha del Espíritu en el libro de Apocalipsis es los siete Espíritus y el Espíritu siete veces intensificado. Toda iglesia local necesita del Espíritu siete veces intensificado para sustentar a las siete estrellas. Todos los que llevan la delantera en una iglesia local tienen que comprender la necesidad de tener a este Espíritu intensificado. En Apocalipsis 21:6 el Señor dijo: “Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tenga sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. El Espíritu y la novia son uno, y llaman a venir y beber del agua de la vida gratuitamente (22:17). Esto es lo que necesitamos en la actualidad. Olvídense de los formalismos, los rituales, las doctrinas, los dones y los milagros. Déjenlo todo y vengan a beber del agua de la vida. En esto consiste la consumación de haber sido bautizados en el Dios Triuno y de beber del Espíritu.

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