Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Revelación básica contenida en las santas Escrituras, La»
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
11
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPITULO TRES

LA APLICACION EFECTUADA POR EL ESPIRITU

  Lectura bíblica: Gn. 1:2; Jue. 3:10; Lc. 1:35; Jn. 7:39; Hch. 16:6-7; Ro. 8:2, 9; Fil. 1:19; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:6, 17-18; Ap. 1:4; 4:5; 5:6; 2:7; 14:13; 22:17; Jn. 14:17; 15:26; 16:13-15; 1 Jn. 5:7; Jn. 3:5-6; 2 Co. 1:21-22; Ef. 1:13; 4:30; 1 P. 1:2; Ro. 15:16; 1 Co. 12:13

  Oración: Señor, cuánto te agradecemos por Tu palabra. Te damos gracias por esta reunión. Creemos que es por Tu soberanía, Señor, que podemos venir a Ti y a Tu palabra. ¡Qué misericordia y gracia es esto! Confiamos en Ti para entender Tu palabra. Confesamos nuestra insuficiencia. Nos falta el entendimiento, la expresión, aun la capacidad de escuchar. Unge nuestros oídos y nuestras mentes. Unge la boca que habla. Que Tú hables en nuestro hablar. Queremos practicar ser un espíritu contigo, especialmente en esta hora del ministerio de Tu palabra. Señor, límpianos con Tu sangre preciosa. Cuánto te agradecemos que donde está Tu sangre, allí está la rica unción. Confiamos en Tu ungir. Acudimos a Ti con mucha intensidad buscando la palabra misteriosa esta noche. Señor, derrota al enemigo y aleja todas las tinieblas de este lugar de reunión. Visita a cada asistente. Te lo pedimos en Tu nombre poderoso. Amén.

  Hemos tratado los primeros dos puntos de la revelación básica de las Santas Escrituras: el plan de Dios y la obra redentora de Cristo. En este capítulo llegamos al tercer punto: la aplicación efectuada por el Espíritu. Este es el punto más misterioso de la revelación divina.

  Se puede usar el impreso como ejemplo de la aplicación que el Espíritu efectúa. En el impreso primero se tiene un borrador, o sea, el manuscrito. Entonces este manuscrito se pasa al linotipo, del cual se hace un negativo. Luego el impreso, usando el negativo, produce las copias pedidas. Esta última etapa, la producción de las copias, ilustra la aplicación efectuada por el Espíritu.

  Cristo hizo una gran obra de “pasar por el linotipo” lo que Dios se propuso en Su plan. Se encarnó y vivió en la tierra por treinta y tres años. Luego murió en la cruz, resucitó y ascendió a los cielos. Mediante un proceso tan largo, de la encarnación a la ascensión, el Señor Jesús ha hecho la maravillosa obra del linotipo. Esta obra produjo un “negativo”. Ahora el Espíritu viene y nos aplica lo que Cristo ha hecho. El Padre planeó, el Hijo realizó, y el Espíritu viene a aplicar lo que Cristo logró conforme al plan del Padre.

  El papel limpio y puro se usa para producir la mejor impresión. Esta es la razón por la cual el Espíritu aplica primeramente a nosotros la limpieza de la preciosa sangre del Señor Jesús (He. 9:14). El Espíritu nos limpia con la sangre redentora de Cristo. Por medio de la sangre preciosa, hemos sido lavados y limpiados. Ahora somos el “papel” limpio y puro que sirve para el impreso espiritual.

EL ESPIRITU REVELADO A LO LARGO DE LA PALABRA

  Para poder entender la obra de aplicar los logros de Cristo efectuada por el Espíritu, vamos a considerar cómo el Espíritu se revela gradualmente a lo largo de las Escrituras.

El Espíritu de Dios

  El Espíritu de Dios se menciona por primera vez en Génesis 1:2. Este es Dios el Espíritu en Su obra creadora. El Espíritu de Dios se cernía sobre las aguas de muerte en la obra creadora de Dios.

El Espíritu de Jehová

  Después de que Dios creó al hombre, El quedó íntimamente relacionado con él. En la relación que tiene con el hombre Su título es Jehová. Esta es la razón por la cual el Espíritu de Dios, en el Antiguo Testamento, usualmente se llama el Espíritu de Jehová. El Espíritu de Jehová vino sobre ciertas personas. Esto indica que el Espíritu de Jehová tiene que ver con la llegada de Dios al hombre (Jue. 3:10; Ez. 11:5). Los títulos principales usados para el Espíritu de Dios en el Antiguo Testamento son el Espíritu de Dios y el Espíritu de Jehová.

El Espíritu Santo

  En la encarnación el Espíritu de Dios se llamaba el Espíritu Santo (Mt. 1:18, 20; Lc. 1:35). Andrew Murray en su obra maestra, El Espíritu de Cristo, hace notar que el título divino, el Espíritu Santo, no se usa en el Antiguo Testamento. En Salmos 51:11 y en Isaías 63:10-11 el “Espíritu Santo” debería ser traducido “el Espíritu de santidad”. El término “Espíritu Santo” empezó a usarse cuando llegó el momento de preparar el camino para la venida de Cristo y de preparar un cuerpo humano para El a fin de iniciar la dispensación neotestamentaria (Lc. 1:15, 35).

El Espíritu aún no había

  Ahora llegamos a un punto muy difícil. En Juan 7:37-38 el Señor Jesús alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Luego en el versículo 39 Juan explica que el Señor dijo esto “del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en El; pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Juan no dice el Espíritu de Dios, ni el Espíritu de Jehová, ni el Espíritu Santo, sino “el Espíritu”. Además, afirma que cuando Jesús estaba clamando a la gente, “aún no había el Espíritu”. Algunas traducciones dicen: “el Espíritu aún no había venido”, pero la palabra “venido” ha sido insertada; no se encuentra en el texto griego. El Espíritu de Dios estaba en Génesis 1, y el Espíritu de Jehová vino sobre los profetas en el Antiguo Testamento. Entonces, ¿por qué en Juan 7 “aún no había” el Espíritu?

  Andrew Murray indica en su libro, El Espíritu de Cristo, que antes de la glorificación de Cristo, es decir, antes de Su resurrección (Lc. 24:26), el Espíritu de Dios sólo tenía divinidad. Pero cuando Cristo resucitó, el Espíritu de Dios se hizo el Espíritu del Jesús glorificado. Si siguiera siendo solamente el Espíritu de Dios, tendría solamente el elemento divino. Murray da a entender con esto que el Espíritu, al llegar a ser el Espíritu del Jesús glorificado después de la resurrección de Cristo, ahora tiene el elemento humano.

El Espíritu compuesto

  Cuando yo era joven, me enseñaron que en Exodo 30:22-30 el ungüento de la unción tipificaba al Espíritu Santo. Pero después de recibir iluminación por medio del libro de Andrew Murray, volví a estudiar Exodo 30. El ungüento se componía del aceite de olivas, al cual se añadían cuatro especias: la mirra, la canela, el cálamo y la casia. El aceite de olivas tipifica al Espíritu Santo, pero ¿qué tipifican las cuatro especias? Es bien conocido que la mirra alude a la muerte de Cristo. La canela debe indicar la dulce eficacia de esa muerte. El cálamo es una caña que crece en la tierra fangosa y se extiende hacia muy alto en el aire. Esto indica la resurrección. En los tiempos antiguos se usaba la casia para ahuyentar los insectos, especialmente las culebras. Esto debería indicar el poder de la resurrección de Cristo que prevalece contra Satanás.

  Estas cuatro especias tienen tres unidades de medida diferentes. La unidad de la mirra mide quinientos siclos. La de la canela y la del cálamo miden doscientos cincuenta siclos cada una, mientras que la medida de la casia es quinientos siclos. Si el cordero tipifica a Cristo y si el aceite de olivas tipifica al Espíritu Santo, ciertamente estas cuatro especias también tipifican algo con respecto a Cristo. Las tres unidades de quinientos siclos deben referirse a la Trinidad. La cantidad total de la canela y del cálamo, dividida en dos unidades de doscientos cincuenta cada una, tipifica el segundo de la Trinidad, que fue “dividido” en la cruz, así como el velo fue rasgado en dos, de arriba abajo.

  El hecho de que había un solo hin de aceite de olivas alude al número uno que representa al único Dios. El número cuatro de las cuatro especias representa la criatura. En Ezequiel y en Apocalipsis hay cuatro seres vivientes, los cuales representan la creación de Dios (Ez. 1:10; Ap. 4:6-9).

  Con todo esto podemos entender que este ungüento compuesto debe de ser un tipo todo-inclusivo del Espíritu compuesto al cual alude Juan 7:39. Esto significa que el Espíritu de Dios, como elemento básico, y la deidad de Cristo, Su humanidad, Su muerte y Su resurrección, como las especias, han sido compuestos juntos. En este Espíritu compuesto se encuentran el único Dios, la Trinidad, el hombre, la criatura, la muerte de Cristo, la dulzura y la eficacia de la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo y el poder de Su resurrección.

  El Espíritu fue primero el Espíritu de Dios, el cual poseía solamente la esencia divina. Pero después de que Dios en el Hijo se hizo hombre y murió en la cruz, después de que pasó por la muerte y la resurrección y entró en la ascensión, el Espíritu llegó a ser el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19), compuesto con la esencia de Dios y la humanidad de Jesús junto con Su muerte y resurrección. El Espíritu ya no tiene solamente la esencia divina, sino que también tiene ahora la humanidad de Jesús junto con la muerte de Cristo, la eficacia de Su muerte, la resurrección y el poder de Su resurrección.

  Los escritos sobre la vida interior me ayudaron a entender que yo fui crucificado antes de que naciera (Gá. 2:20). Ante los ojos de Dios, fuimos crucificados antes de que naciéramos. Como los escogidos de Dios, nacimos crucificados. La señora Jessie Penn-Lewis dijo que cada cristiano tiene que morir para vivir (Jn. 12:24; 1 Co. 15:31; 2 Co. 4:11). Pero aprendí por experiencia que cuanto más traté de morir, más vivo estaba. Un himno escrito por A. B. Simpson dice que hay una palabra que el Señor nos ha dado: considerar. Según Romanos 6:11, debemos considerarnos muertos. Yo puse en práctica esta consideración, pero no dio resultados. Cuanto más me consideraba muerto, ¡más vivo parecía estar! La vida cristiana normal, escrito por Watchman Nee, tiene un capítulo que pone énfasis en aquello de considerarse muerto. Ese libro es una recopilación de mensajes que dio el hermano Nee antes del año 1939. Después de 1939 empezó a decir a la gente que no podemos experimentar la muerte de Cristo revelada en Romanos 6 sino hasta que experimentemos al Espíritu de Cristo en Romanos 8. Se puede experimentar la muerte de Cristo mencionada en Romanos 6 solamente por Su Espíritu en Romanos 8. En otras palabras, si no estamos en el Espíritu, el considerarnos muertos no funciona.

  Cristo es Cristo, y usted es usted; y la muerte de Cristo no pertenece a usted sino hasta que usted se una a El orgánicamente por el Espíritu. En el Espíritu compuesto se encuentran los elementos de la muerte de Cristo y su eficacia, tipificadas por la mirra y la canela. Cuando estamos en el Espíritu, el Espíritu compuesto, no necesitamos considerarnos muertos, porque en el Espíritu se encuentra el elemento de la muerte de Cristo.

  Algunas drogas tienen elementos que matan los microbios. Si uno trata de matar los microbios por su propia cuenta, no tendrá resultados. Pero si toma la droga prescrita, un elemento en esa droga le matará los microbios. Un médico le dirá a usted que la mejor dosis es la que mata los microbios y nutre al paciente. Esto se puede usar como ejemplo del Espíritu compuesto. En el Espíritu compuesto están la muerte de Cristo, la cual es el poder aniquilador, y la resurrección de Cristo, la cual es la fuente alimentadora de la vida divina. Estos elementos que matan y nutren a la vez están combinados en este único Espíritu.

El Espíritu de Jesús

  En Hechos 16:6-7 el Espíritu Santo es llamado el Espíritu de Jesús. Jesús era un hombre que sufría persecución. Como evangelista, Pablo salió a predicar y también sufrió. En ese padecimiento él necesitaba al Espíritu de Jesús, porque en el Espíritu de Jesús se encuentra el elemento de sufrimiento. Si usted va a un país pagano para predicar el evangelio, necesitará al Espíritu de Jesús para hacer frente a la oposición y persecución. La fuerza para pasar el sufrimiento y resistir la persecución se halla en el Espíritu de Jesús.

El Espíritu de Cristo

  En Hechos 16 Pablo necesitaba al Espíritu de Jesús para pasar por la persecución, pero en Romanos 8, en la resurrección, se encuentra el Espíritu de Cristo. En Romanos 8:9-10 tenemos tres títulos: el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo y Cristo. Estos títulos se usan de modo intercambiable. Esto indica que el Espíritu de Dios es el Espíritu de Cristo, y el Espíritu de Cristo es simplemente Cristo mismo. Los tres títulos son sinónimos. El Espíritu Santo de Dios no solamente es el Espíritu de Dios, sino también el Espíritu del Jesús sufrido y el Espíritu del Cristo resucitado. Mientras tengamos tal Espíritu, tenemos el poder para pasar por el sufrimiento y hacer frente a la persecución y también tenemos el poder de la resurrección para llevar una vida resucitada sobre el pecado y la muerte (Ro. 8:2).

El Espíritu de Jesucristo

  En Filipenses 1:19 Pablo se refiere a la “abundante suministración del Espíritu de Jesucristo”. El Espíritu de Jesucristo tiene la abundante suministración. Este Espíritu llevó a Jesús por la encarnación y por el vivir humano en la tierra durante treinta y tres años y medio. El Señor Jesús vivió una vida santa y sin pecado durante muchos años, por medio del Espíritu en Su interior. Este mismo Espíritu llevó a Jesús por la muerte y lo introdujo en la resurrección. Luego el Espíritu de Dios llegó a ser el Espíritu de Jesucristo. Por medio de un proceso tan largo, los elementos de la humanidad, del vivir y sufrimiento humano, de la crucifixión de Cristo, de Su resurrección y de Su ascensión han sido añadidos a este único Espíritu.

  El Espíritu que hemos recibido no es simplemente el Espíritu de Dios, que posee solamente el elemento divino. El Espíritu que nosotros los cristianos hemos recibido es el Espíritu compuesto, al cual se añadieron la divinidad, la humanidad, el vivir humano, el sufrimiento, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Dios está en el Espíritu. La humanidad elevada de Jesús y Su vivir humano y Su sufrimiento también están en el Espíritu. La muerte de Cristo, Su resurrección y Su ascensión están en este único Espíritu; entonces, con este Espíritu tenemos la suministración abundante. Pablo podía sufrir persecución y encarcelamiento por causa de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Este suministro se convirtió en su salvación personal a diario. Aun en cadenas y prisiones él seguía manifestando a Cristo y viviéndolo (Fil. 1:19-21a). El magnificaba a Cristo, no por su propia energía ni por sus propias fuerzas, sino por la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo.

El Espíritu del Señor

  “El Espíritu del Señor” (2 Co. 3:17) indica que la ascensión de Cristo ha sido añadida al Espíritu. “El Señor” en este versículo alude al Cristo crucificado, resucitado y ascendido. En Su exaltación, fue hecho Señor (Hch. 2:36).

  En 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Primero nos muestra que los dos son uno, y en segundo lugar nos muestra que los dos siguen siendo dos. Asimismo, Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. El Verbo y Dios son uno, pero el Verbo estaba con Dios, lo cual indica que Ellos son uno.

El Espíritu es idéntico al Señor

  El Espíritu es idéntico al Señor. Anteriormente, el término “el Cristo pneumático” se usaba en la cristología. “El Cristo pneumático” indica que Cristo mismo es el Espíritu. Sin embargo, no piense que cuando la Biblia dice que el Señor es el Espíritu, anula la distinción entre el Hijo y el Espíritu. Ellos son uno, pero siguen siendo dos. Son uno, pero distintos.

  Cada verdad de la Biblia tiene dos lados. Con respecto al Dios Triuno, si uno pone demasiado énfasis al hecho de que Dios es uno, es modalista. Si hace demasiado hincapié en el hecho de que Dios es tres, es triteísta. Nos mantenemos firmes en la Palabra, entonces no somos triteístas ni modalistas. Creemos en la Trinidad genuina, o sea, creemos que Dios es tres-uno. Dios es singularmente uno, y al mismo tiempo Su Deidad es de la Trinidad. La palabra triuno viene del latín. “Tri-” significa tres; “-uno” significa uno. Por eso, triuno significa tres-uno.

  En Juan 14:23 el Señor Jesús nos dice que aquel que le ame, El y el Padre irán a él y harán morada con él. También, en Juan 14:17 el Señor Jesús nos dice que el Espíritu como Espíritu de realidad vendrá para permanecer en los creyentes. Así que, en el mismo capítulo se nos dice que el Padre y el Hijo harán morada con aquel que le ame y que el Espíritu permanece en aquel que le ame. Esto nos muestra que los tres están en los creyentes simultáneamente. El Dios Triuno está en nosotros. Es un misterio, pero por nuestra experiencia sabemos que así lo es.

  En Mateo 28:19 el Señor Jesús dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. La misma preposición griega que se traduce “en”, también se usa en Romanos 6:3. Cuando fuimos bautizados en Cristo, fuimos bautizados en Su muerte. Mateo 28:19 nos manda a bautizar a los nuevos creyentes en el nombre del Dios Triuno. M. R. Vincent dice: “Bautizar en el nombre de la Trinidad santa da a entender una unión espiritual y mística con El”. Además dice que el nombre “equivale a su persona misma”. Ser bautizado en el nombre divino equivale a ser sumergido en la Persona divina.

  Una anotación en Scofield Reference Bible [Biblia de referencias por Scofield] dice: “Padre, Hijo y Espíritu Santo es el nombre final del Dios único y verdadero”. Algunas traducciones no traducen este versículo usando la preposición “de” tres veces, sino que lo traducen así: “el nombre del Padre y el Hijo y el Espíritu Santo”. Nuestro Dios es triuno: el Padre, el Hijo, y el Espíritu. Sin embargo, este título, este nombre, no se reveló sino hasta después de la resurrección de Jesús. Las palabras de Mateo 28:19 fueron pronunciadas después de la resurrección del Jesús glorificado. El título se reveló después de que se cumplió el proceso de nuestro Salvador, desde la encarnación hasta la resurrección.

  Antes de la resurrección de Cristo, tal Espíritu, el Espíritu compuesto, aún no había (Jn. 7:39). Pero después de Su resurrección el Espíritu de Dios llegó a ser un Espíritu compuesto; ahora El es el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y procesado. Este Espíritu compuesto, quien es idéntico al Señor, es el Espíritu vivificante, liberador y transformador, según lo revelado en 2 Corintios 3, quien nos da la vida divina (v. 6), nos libera de la esclavitud de la ley (v. 17), y nos transforma a la imagen de Cristo, de gloria en gloria (v. 18).

El Espíritu vivificante

  Pablo dice que el postrer Adán, por medio de Su resurrección y en Su resurrección, llegó a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Se hizo no solamente un Espíritu, sino específicamente un Espíritu vivificante. La palabra “vivificante” muestra qué clase de Espíritu es El. En 2 Corintios 3:6 Pablo dice que el Espíritu da vida. Juan 6:63 dice: “El Espíritu es el que da vida”. Darby’s New Translation [La nueva traducción de Darby] pone los versículos del 7 al 16 de 2 Corintios 3 entre paréntesis. Si consideramos esta sección como si fuera algo entre paréntesis, el versículo 17 sería una continuación del versículo 6. El Espíritu da vida (v. 6) y el Señor es el Espíritu (v. 17).

  Muchos escritores están de acuerdo de que en las epístolas de Pablo el Cristo resucitado es idéntico al Espíritu. Sin embargo, esto no anula la distinción entre Cristo y el Espíritu. Siempre tenemos los dos lados de la verdad. En 2 Corintios 3:17 el Señor y el Espíritu son uno. En 2 Corintios 13:14 tenemos la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo. Aquí podemos ver que Cristo y el Espíritu son distintos.

El Espíritu de vida

  En 1 Corintios 15:45 se refiere a Cristo como el Espíritu vivificante. Es cierto que no es posible que existan dos Espíritus que dan vida. Cristo, el Espíritu vivificante, también es el Espíritu de vida. Este término se revela en Romanos 8:2. Romanos 8 habla del Espíritu de vida (v. 2), el Espíritu de Dios (v. 9), y el Espíritu de Cristo (v. 9), quien es Cristo mismo (v. 10). En el mismo capítulo también se habla del Espíritu como las primicias (v. 23).

Los siete Espíritus de Dios

  En el último libro de la Biblia los siete Espíritus de Dios son revelados (Ap. 1:4; 4:5; 5:6). El credo de Nicea no menciona los siete Espíritus. En el año 325 d. de C., cuando el credo de Nicea fue hecho, el libro de Apocalipsis no se reconocía como parte de la Biblia. El reconocimiento final de los libros que habían de ser incluidos en la Biblia sucedió en el año 397 d. de C., en el concilio de Cartago.

  Además, en Apocalipsis 1 hay un cambio en la secuencia de la Trinidad. Mateo 28 tiene el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sin embargo, en Apocalipsis 1:4-5 el Padre como Aquel que es eterno se menciona primero, los siete Espíritus se mencionan en segundo lugar, y luego el Hijo.

  Más aún, Apocalipsis 5:6 dice que los siete Espíritus son los siete ojos del Cordero. Esto significa que el tercero de la Trinidad es los ojos del segundo.

  Todos estos puntos indican que en el último libro de la revelación divina el Espíritu de Dios, con miras a la edificación de las iglesias en una era de tinieblas, llega a ser el Espíritu siete veces intensificado, quien lleva a cabo la administración universal de Dios para cumplir el propósito eterno de Dios y quien expresa plenamente a Cristo, el Administrador universal de Dios que trae el reino de Dios en el milenio (Ap. 20:4, 6) y el reino en su máxima consumación, la Nueva Jerusalén, en el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:1-2).

El Espíritu

  Este Espíritu maravilloso finalmente llega a tener un título muy sencillo: el Espíritu (Ap. 2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22; 14:13; 22:17). En Apocalipsis tenemos los siete Espíritus y el Espíritu. En las siete epístolas escritas a las iglesias en Apocalipsis, el comienzo de cada epístola menciona al Señor Jesús como Aquel que escribe a la iglesia en cierto lugar. Luego al final de cada epístola nos manda a oír “lo que dice el Espíritu”. Apocalipsis 22:17 dice: “El Espíritu y la novia dicen...”.

  El Espíritu está compuesto y procesado, y es todo-inclusivo. El es la consumación del Dios Triuno llegando a Su pueblo escogido. Según Juan 4:24, nuestro Dios es Espíritu. No sólo el Espíritu de la Trinidad es Espíritu, sino Dios en Su totalidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es Espíritu. Dios es Espíritu, y este Dios incluye al Padre, al Hijo y al Espíritu.

  Juan nos dice que cuando vino el Hijo, El vino en el nombre del Padre (Jn. 5:43). Luego el Padre envió al Espíritu en el nombre del Hijo (14:26). El Hijo vino en el nombre del Padre, lo cual significa que vino como el Padre. Luego el Espíritu vino en el nombre del Hijo, lo cual quiere decir que el Espíritu vino como el Hijo. El Hijo envió al Espíritu a nosotros con y del Padre (véase la nota 261 de Juan 15), y el Espíritu prosiguió y vino a nosotros con y del Padre (Jn. 15:26). Cuando el Espíritu vino, el Hijo estaba allí y el Padre también. El Hijo estaba en el Padre, y el Padre estaba en el Hijo (14:10). Cuando el Hijo estaba allí, el Padre estaba allí. Todos los tres estaban allí porque Ellos son un solo Dios. No se puede separarlos; sin embargo, son distintos: el Padre, el Hijo y el Espíritu.

LA FUNCION DEL ESPIRITU

  El Espíritu es la realidad de Cristo (Jn. 14:17; 15:26; 1 Jn. 5:7). Cuando invocamos el nombre del Señor Jesús, recibimos al Espíritu como la realidad de Cristo (Jn. 14:17), y este Cristo, el Hijo de Dios, es la misma corporificación del Padre (Col. 2:9). El Padre está corporificado en el Hijo, y el Hijo nos es hecho completamente real como el Espíritu. Colosenses 2:9 dice que la plenitud de la Deidad mora en Cristo corporalmente. Entonces, Cristo es la corporificación de Dios, hecho completamente real en nosotros como el Espíritu. Esto se revela en Juan 16:13-15.

  El Espíritu da vida a los creyentes (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:6) y los regenera en el espíritu de ellos (Jn. 3:5-6). El unge a los creyentes (2 Co. 1:21), los sella (Ef. 1:13; 4:30; 2 Co. 1:22a), y El mismo es las arras de Dios dado a ellos (2 Co. 1:22b). Por medio de esta unción, la cual trae el elemento divino, El llena a los creyentes. El sello moldea el elemento hasta que llega a tener cierta forma como impresión, la cual se convierte en una marca. Las arras nos dan a saber que El es la garantía de que Dios es nuestra herencia. Por una parte, el sello demuestra que nosotros somos la herencia de Dios; por otra, Dios como nuestra herencia para nuestro disfrute también es garantizado por el Espíritu que mora en los creyentes como las arras.

  También El es la abundante suministración para los creyentes (Fil. 1:19). El nos santifica, no solamente posicionalmente, sino también disposicionalmente (1 P. 1:2; Ro. 15:16) y en nuestra experiencia también. El transforma a los creyentes (2 Co. 3:18).

  Todos los creyentes fueron bautizados en este único Espíritu en un solo Cuerpo (1 Co. 12:13). El día de Pentecostés, en la casa de Cornelio, Cristo el Hijo, Aquel que ascendió, derramó el Espíritu sobre los creyentes, lo cual constituyó el bautismo del Cuerpo de Cristo en el Espíritu. En 1 Corintios 12:13 dice que todos nosotros fuimos bautizados en un mismo Espíritu en un solo cuerpo. Cristo terminó este bautismo así como terminó Su crucifixión. Todos los que creen han sido crucificados (Gá. 2:20). Según el mismo principio, todos fuimos bautizados el día de Pentecostés en la casa de Cornelio. Fuimos bautizados y se nos dio a beber de un mismo Espíritu (1 Co. 12:13). Ahora bebemos de este Espíritu. Ser bautizados es algo exterior; beber es algo interior. Exteriormente fuimos bautizados; interiormente bebemos de un mismo Espíritu.

  La ascensión del Señor a los cielos y el derramamiento del Espíritu completaron toda la operación del Dios Triuno. El Padre planeó con el Hijo y el Espíritu, y el Hijo vino con el Padre y el Espíritu para realizar lo que planeó el Padre. Finalmente, el Espíritu vino con el Padre y el Hijo para aplicar lo planeado por el Padre y lo cumplido por el Hijo. El Espíritu que aplica es la consumación del Dios Triuno. El no está solo como un Espíritu separado, sin tener nada que ver con el Padre ni relación con el Hijo. El es la consumación del Dios Triuno, la consumación de la Trinidad Divina, para así llegar a nosotros.

  El hecho de que el Espíritu nos llegue tiene dos aspectos: el aspecto interior y el exterior. Se cumplió el aspecto interior el día de la resurrección. En ese día el Señor resucitado regresó a Sus discípulos y se impartió en ellos por Su soplo (Jn. 20:22). Esto era exclusivamente un asunto de vida, la vida interior.

  Cincuenta días después, en Pentecostés, El derramó Su Espíritu sobre los discípulos como un viento recio (Hch. 2:1-2). El aliento es para vida, pero el viento es para poder. En Pentecostés los discípulos fueron investidos de poder desde lo alto (Lc. 24:49). El hecho de que el Espíritu nos invista es semejante a que nos pongamos un uniforme. El uniforme da poder y autoridad al que lo lleva. Un policía que lleva un uniforme tiene la autoridad para detenernos. Si no llevara el uniforme, no le prestaríamos atención. El Espíritu quien es nuestra vida, el Espíritu vivificante, es decir, el Espíritu de vida, también es el Espíritu que está fuera de nosotros, derramado sobre nosotros como el Espíritu de poder desde lo alto. Todo esto ya se cumplió.

LA CONSUMACION DEL DIOS TRIUNO

  Este Espíritu compuesto, procesado y todo-inclusivo es la consumación del Dios Triuno. Todo lo que [el Dios Triuno] planeó, todo lo que realizó, y todo lo que nos aplicará está envuelto en este Espíritu compuesto. La divinidad está envuelta en El; la humanidad de Cristo también está envuelta en El. La muerte de Cristo, la muerte que nos redime y nos imparte vida, está envuelta en El. La resurrección de Cristo y Su ascensión también están envueltas en este único Espíritu compuesto quien llega a nosotros. Interiormente, El es nuestra luz y vida; exteriormente, El es nuestro poder.

EL ESPIRITU Y LA PALABRA

  Dios nos ha dado dos dones grandes: el Espíritu y la Palabra. El Espíritu compuesto es la totalidad del Dios Triuno y todos Sus hechos. Por eso digo que este Espíritu compuesto, incluyendo Su Palabra, es la máxima consumación del Dios Triuno quien llega a nosotros. La Persona divina y la Palabra divina están envueltas en este único Espíritu compuesto. Todas las bendiciones, todos los legados, del Nuevo Testamento se les otorgó a los hijos de Dios. Estos legados también están envueltos en este único Espíritu compuesto.

  Dos versículos del Nuevo Testamento indican que el Espíritu y la Palabra son uno. En Juan 6:63 el Señor dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu”. También, Efesios 6:17 menciona la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios. No solamente la palabra del Señor es el Espíritu, sino que también el Espíritu es la Palabra.

  Es por esto que en Romanos 10 Pablo dice que cuando uno oye la predicación del evangelio, la palabra está cerca, en la boca y en el corazón (v. 8). Por muchos años yo no pude entender lo que Pablo quería decir. ¿Cómo podría la palabra estar en mi boca y en mi corazón? Con el tiempo el Señor me mostró que cuando alguien con corazón puro enseña, predica, lee o estudia el Nuevo Testamento, el Espíritu obra con la Palabra. Mediante el Espíritu la Palabra entra en nuestra boca. Por medio del Espíritu la Palabra entra en nuestro corazón. Sin el Espíritu, la letra impresa no podría entrar en nuestra boca ni en nuestro corazón. Cuando ejercitamos nuestro espíritu orando-leyendo un versículo de la Biblia, ese versículo entra en nuestra boca y en nuestro corazón. No debemos leer la Biblia sin orar. Debemos leer la Biblia, la Palabra santa, con oración. No debemos simplemente ejercitar la mentalidad al estudiar la Palabra. Tenemos que acudir a la Palabra con oración. No es necesario usar nuestras propias palabras; oremos la Palabra.

  Todos sabemos que cuando oramos de esta manera, la palabra en la hoja impresa entra en nuestra boca y en nuestro corazón. Recibimos la iluminación, la alimentación, el agua, el fortalecimiento, la consolación y el suministro de vida. También el Espíritu se nos aplica como la consumación del Dios Triuno.

  El Espíritu y la Palabra trabajan juntos. Siempre debemos leer la Biblia tocando al Espíritu. Debemos orar leyendo, y leer orando. Entonces disfrutaremos al Dios Triuno. No tenemos carga de discutir ni debatir, sino presentar la verdad básica al pueblo de Dios hoy en día para que sepan que nuestro Dios en realidad es el Dios Triuno, y esto no es para nuestro entendimiento, sino para nuestro disfrute. Presentamos la verdad para ayudar a los santos a saber que nuestro Dios es triuno y por eso podemos participar de El, disfrutarle y experimentarle.

EL ESPIRITU HUMANO

  También hacemos hincapié en el espíritu humano (Zac. 12:1 Prov. 20:27; Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22). Así como tenemos una boca y un estómago para recibir nuestros alimentos, también tenemos un espíritu humano, el cual es nuestra boca espiritual y nuestro estómago espiritual. El receptor del radio es crucial. Es posible tener un radio bien hecho y bonito, pero si no tiene receptor, está vacío. Nosotros somos “radios” que reciben las riquezas divinas en el “receptor” que está en nuestro interior: nuestro espíritu humano.

  Damos mucho énfasis a estos dos espíritus: el Espíritu compuesto de la Trinidad y el espíritu humano que está en nuestro interior, porque el Espíritu compuesto es la consumación del Dios Triuno quien nos llega para que le disfrutemos, y el espíritu humano es el único medio por el cual podemos disfrutar las riquezas del Dios Triuno y experimentarle diariamente, aun cada hora. Ahora estamos aquí como testimonio para que todo el pueblo de Dios tenga una visión clara con respecto a la Trinidad Divina, y para que nosotros mismos participemos de El y le disfrutemos todo el día.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración