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Mensajes del libro «Revelación básica contenida en las santas Escrituras, La»
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CAPITULO SIETE

EL REINO

(2)

  Lectura bíblica: Mt. 11:11; 16:18-19; 5:3, 10, 20; 7:21; 13:24-25; 25:1, 14, 25:19, 23; 19:28-29; 24:45-47; Ap. 11:15; 20:4, 6; 1 Co. 15:24; Ap. 21:1-2, 3-7; 22:2-5, 14, 17

LA DIFERENCIA ENTRE EL REINO DE DIOS Y EL REINO DE LOS CIELOS

El reino de Dios

  La mayoría de los cristianos no se da cuenta de que existe una diferencia entre el reino de Dios y el reino de los cielos. Sin embargo, el Nuevo Testamento hace una distinción clara entre los dos.

  El reino de Dios es el gobierno divino desde la eternidad hasta la eternidad e incluye lo siguiente: Adán en el huerto de Edén (Gn. 2:8), los patriarcas (de Adán a Jacob), la nación de Israel (Ex. 19:6), la iglesia (Mt. 16:18-19), la nación restaurada de Israel (Hch. 1:6; 15:16), el milenio (Ap. 20:4, 6) y el cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 21:1-2). Hechos 1:6 y 15:16 revelan que la nación restaurada de Israel es llamada el tabernáculo de David. La nación de Israel será restaurada cuando el Señor regrese. Después vendrá el milenio y finalmente el cielo nuevo y la tierra nueva. El reino de Dios abarca todas las dispensaciones desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. En el diagrama presentado en las páginas 76-77 hay seis círculos, que incluyen todas las dispensaciones desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. La totalidad de los seis círculos es el reino de Dios.

El reino de los cielos

  El reino de los cielos es el gobierno celestial desde el comienzo de la iglesia hasta el final del milenio, la parte crucial del reino de Dios. En el diagrama presentado en las páginas 76-77 hay dos círculos trazados en azul, los cuales representan el reino de los cielos. El reino de los cielos es una parte del reino de Dios, así como Texas y Louisiana forman parte de los Estados Unidos. Texas y Louisiana constituyen los Estados Unidos, pero no es correcto decir que los Estados Unidos son Texas y Louisiana. Del mismo modo, podemos decir que el reino de los cielos es el reino de Dios, pero no podemos decir que el reino de Dios es el reino de los cielos. El reino de los cielos es el reino de Dios porque forma parte del reino de Dios. La expresión “el reino de Dios” se refiere al reinado general de Dios, de la eternidad pasada a la eternidad futura, pero el reino de los cielos incluye solamente dos partes del reino de Dios: la dispensación de la gracia y el milenio.

Un período de transición

  El ministerio de Juan el Bautista da inicio al Nuevo Testamento, pero él mismo no estaba en el reino de los cielos. Mateo 11:11 lo confirma: “Entre los que nacen de mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él”. Este versículo indica que Juan no estaba en el reino de los cielos.

  Entre la conclusión de la era del Antiguo Testamento y el principio del reino de los cielos había un período de transición. Esta era la época en que vivió Juan. El estaba cerca del reino de los cielos, pero no estaba en él.

  Mateo 21:43 y Marcos 12:9 indican que el reino de Dios existía antes de los tiempos de Juan el Bautista. El Señor Jesús dijo a los líderes judíos que el reino de Dios se les quitaría. Cuando el Señor Jesús pronunciaba estas palabras, el reino de Dios estaba con la nación judía, pero les advertía que el reino de Dios se les quitaría. Estos versículos indican que el reino de Dios ya existía entre los israelitas. El reino de los cielos, en contraste, sólo se había acercado (Mt. 3:2; 4:17). De nuevo tenemos evidencia de que el reino de los cielos es distinto al reino de Dios.

Comienza en Pentecostés

  En Mateo 13 hay varias parábolas. La primera trata del sembrador. Cuando el Señor Jesús vino como el sembrador para sembrar la semilla, el reino de los cielos todavía no había llegado; sólo se había acercado (Mt. 3:2; 4:17; 10:7).

  En la segunda parábola, la del trigo y la cizaña, el reino de los cielos está presente. El Señor Jesús dijo: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo” (13:24). En Hechos 2 vemos que la siembra empezó en Pentecostés. Al mismo tiempo Satanás empezó a sembrar la cizaña, los creyentes falsos, en medio del trigo, los creyentes.

  El reino de Dios existía durante la predicación de Juan, de Jesús y de Sus discípulos. Sin embargo, en aquel entonces, no existía el reino de los cielos. En Mateo 3:2 Juan el Bautista dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”. Jesús empezó Su ministerio de la misma manera, mandando a la gente a arrepentirse, porque el reino de los cielos se había acercado (4:17). En 10:7 el Señor Jesús mandó a los doce a predicar que el reino de los cielos se había acercado.

  No obstante, en Mateo 21:43 el Señor dijo a los líderes judíos: “El reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a una nación que produzca los frutos de él”. Con esto vemos que el reino de Dios estaba con la nación de Israel a partir de los tiempos mencionados en Exodo 19:6. Cuando el Señor Jesús habló las palabras de Mateo 21:43, el reino de Dios estaba allí, pero el reino de los cielos solamente se había acercado.

  En Mateo 16:18-19 el Señor Jesús dijo a Pedro que edificaría a Su iglesia y que daría a Pedro las llaves del reino de los cielos. El día de Pentecostés Pedro usó una de estas llaves para abrir la puerta a los creyentes judíos a fin de que entrasen en el reino de los cielos. Aquí tenemos otro indicio de que el reino de los cielos comenzó el día de Pentecostés.

  En el diagrama presentado en las páginas 76-77 hay una flecha titulada “El descenso del Espíritu Santo” (Hch. 2:1-4). El descenso del Espíritu Santo el día de Pentecostés señala el comienzo del reino de los cielos y el comienzo del cumplimiento de la parábola tocante al trigo y la cizaña.

LA REALIDAD DEL REINO DE LOS CIELOS

  La realidad del reino de los cielos, como realidad de la vida de iglesia (Ro. 14:17), se revela en Mateo, del capítulo 5 al 7. Juan 3:5 revela que la regeneración es nuestra entrada al reino de Dios. Entrar en el reino de Dios requiere la regeneración, la cual es un nuevo comienzo para nuestra vida (Jn. 3:3, 5), pero “entrar en el reino de los cielos” exige que la justicia insuperable se lleve a cabo en nuestro vivir después de que hayamos sido regenerados (Mt. 5:20). En los capítulos del 5 al 7 de Mateo vemos la realidad del reino de los cielos.

LA APARIENCIA DEL REINO DE LOS CIELOS

  La apariencia del reino de los cielos se revela en las parábolas de Mateo 13:24-42, referentes a la cizaña, a la semilla de mostaza y a la levadura. La apariencia del reino de los cielos es la cristiandad, que está llena de todo lo falso. La cizaña se compone de los creyentes nominales, los falsos. Hay muchos de estos “creyentes” en la cristiandad.

  En las Escrituras la levadura representa las cosas malignas (1 Co. 5:6, 8) y las doctrinas malignas (Mt. 16:6, 11-12). Las prácticas paganas, las doctrinas heréticas y los asuntos malignos han sido mezclados con las enseñanzas con respecto a Cristo y así se ha leudado toda la cristiandad.

  La Navidad constituye un ejemplo de esta levadura. Originalmente, el 25 de diciembre fue el día designado por los antiguos romanos para celebrar el nacimiento del sol. Cuando la Iglesia Católica empezó a propagarse, asimiló este festival antiguo por causa de los miles de incrédulos que fueron admitidos en la iglesia y que querían seguir celebrando el nacimiento de su dios. Para complacerles, la Iglesia Católica declaró el 25 de diciembre el día del nacimiento de Cristo. Este es el origen de la levadura de la Navidad.

  En realidad, la Navidad no tiene nada que ver con Cristo ni con la iglesia. En el recobro del Señor sólo tenemos a Cristo. No tenemos un “ismo”. El “ismo” es algo que se ha añadido a Cristo. La celebración de la Navidad es la apariencia del reino de los cielos.

  La Semana Santa es otro ejemplo de la levadura. Como cristianos damos gracias al Señor por Su resurrección, pero la celebración de la resurrección, o sea la Semana Santa, un llamado día festivo cristiano, que tiene un origen pagano y está lleno de prácticas paganas, es levadura.

  También podemos ver la cristiandad, la apariencia del reino de los cielos, en el papa y en los cardenales de la Iglesia Católica Romana. No queremos participar en la apariencia; queremos la realidad. Si vivimos en la realidad del reino de los cielos ahora, disfrutaremos su manifestación en el futuro.

LA MANIFESTACION DEL REINO DE LOS CIELOS

  Se revela la manifestación del reino de los cielos en la profecía presentada en los versículos de 24:30 a 25:30 del libro de Mateo. El milenio tiene un aspecto celestial así como un aspecto terrenal. La manifestación del reino de los cielos es la parte celestial del milenio. Esta manifestación es el reino del Padre. Mateo 13:43 dice: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”. Los justos son los vencedores, quienes serán la luz que resplandece en el reino de su Padre. En la parte celestial del milenio, la cual es la manifestación del reino de los cielos y el reino del Padre, los santos vencedores reinarán con Cristo como correyes.

EL GALARDON DISPENSACIONAL DE CRISTO

  El reino de Dios forma parte de la salvación eterna que Dios ha otorgado a todos los creyentes y entramos en esta salvación por la regeneración (Jn. 3:5). La salvación eterna de Dios incluye Su reino. Para entrar en este reino necesitamos ser regenerados.

  No obstante, el reino de los cielos es el galardón dispensacional que Cristo reparte a Sus seguidores fieles, y entramos en este reino por haber hecho la justicia insuperable y la voluntad de Dios (Mt. 5:20; 7:21). El reino de los cielos es la recompensa dispensacional de Cristo, porque abarca solamente un período de tiempo que dura mil años. Hemos recibido la salvación eterna pero, ¿qué diremos de la recompensa dispensacional? Está pendiente. Se les dará a los seguidores fieles de Cristo.

  D. M. Panton dijo una vez que los maestros cristianos de su época repartían boletos para entrar en el reino de los cielos. Sin embargo, cuando al fin llegaran allí, dijo él, el portero les diría que sus boletos no eran auténticos. Según Panton, muchos predicadores cristianos engañaban a sus audiencias y les daban boletos inútiles. Panton entendía claramente lo tocante al reino de los cielos.

  Mientras que la salvación es eterna, el galardón es dispensacional. Este galardón tiene condiciones. Si un estudiante, por ejemplo, hace un buen trabajo en sus estudios, recibirá su galardón al graduarse. Se ha disciplinado para sacar notas excelentes a fin de recibir una recompensa. Como cristianos debemos ejercitarnos bajo la disciplina de Dios todos los años de nuestra vida cristiana para poder recibir la recompensa del reino de los cielos. Muchos cristianos hoy viven de una manera muy indisciplinada porque no saben que pueden recibir o una recompensa dispensacional o un castigo dispensacional. Debido a esto la verdad con respecto al reino tiene que ser recobrada.

  En el año 1936 publiqué un librito acerca de la entrada al reino de los cielos. El hermano Watchman Nee me instó a escribir más acerca del tema. Me habló de un hermano reincidente, quien, después de leer mi librito se avivó y regresó al Señor. Como resultado, en 1939 publiqué varios mensajes que trataban del reino de los cielos.

  Como cristianos tenemos que poner diligencia en no perder nuestra recompensa. Nunca podremos perder nuestra salvación. Está asegurada por el hecho de que Dios nos predestinó. Calvino afirmaba mucho la predestinación eterna, con la cual estamos de acuerdo, pero no vio lo concerniente a la recompensa dispensacional. Sin esta llave no hay una manera adecuada de interpretar mucho de lo tratado en Mateo ni las cinco advertencias del libro de Hebreos (2:1-4; 3:7—4:13; 5:11—6:20; 10:19-39; 12:1-29). Necesitamos aprender a usar la llave con la cual se interpretan las cinco advertencias halladas en Hebreos. La llave es la disciplina dispensacional.

Recompensa o castigo

  Los cristianos o recibirán una recompensa o sufrirán el castigo. La recompensa es el reinado ejercido por Cristo junto con Sus seguidores fieles durante el milenio. El castigo se revela en Mateo 24:50-51: “Vendrá el señor de aquel esclavo en día que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le separará, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Cuando el Señor regrese los cristianos indisciplinados e infieles sufrirán el castigo.

  No crea que el Señor es tan bondadoso que no le castigará. Un padre bueno siempre disciplina a sus hijos. La disciplina es señal del amor (He. 12:6-7). Hemos sido escogidos, predestinados, llamados, y regenerados; ahora disfrutamos la rica gracia del Señor. Si rehusamos tomar el camino del Señor, no debemos pensar que cuando muramos se resolverán todos nuestros problemas. Esto no es lógico.

  Un día el Señor regresará y establecerá Su tribunal, donde no juzgará a los incrédulos sino a los creyentes. En 2 Corintios 5:9 Pablo dijo que se empeñaba en ser agradable al Señor. Luego dijo: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba por las cosas hechas por medio del cuerpo, según lo que haya practicado, sea bueno o sea malo” (v. 10). Cuando el Señor regrese, nosotros los cristianos tendremos que darle cuenta a El en Su tribunal. En Su tribunal se decidirá si recibiremos la recompensa de la entrada al reino de los cielos o si seremos castigados de alguna manera. Los cristianos derrotados sufrirán pérdida (1 Co. 3:15).

La necesidad de arrepentirse y confesar

  La obra redentora de Cristo es completa y perfecta, pero por nuestra parte necesitamos confesar nuestros pecados para ser perdonados (1 Jn. 1:9). Como cristianos necesitamos arrepentirnos diariamente para ser traídos de nuevo a la economía de Dios. Muchos cristianos han muerto con problemas todavía por resolver entre ellos y el Señor. Cometieron pecados después de ser salvos, pero nunca los confesaron ni se arrepintieron de ellos. El hecho de que Dios perdone a los creyentes cuando pequen y que Cristo los limpie se basa en la confesión de ellos. Si no confesamos, Dios no perdona. Si no confesamos, Cristo no limpia. No es lógico pensar que es posible vivir de una manera descuidada y no tener problemas después de morir. Tenemos que darle cuentas a El. La verdad del reino nos impresiona con su gravedad; nos despierta. Cuando el Señor venga, no vendrá solamente como nuestro Novio, sino también como nuestro Juez (2 Ti. 4:1, 8).

Los vencedores

  Entre los creyentes que formaban las siete iglesias en Apocalipsis 2 y 3 hay algunos vencedores fieles a quienes el Señor les promete una recompensa (Ap. 2:7, 11, 17, 26-29; 3:5-6, 12-13, 21-22). Estos vencedores, los que viven en la realidad del reino de los cielos en la edad actual, la de la iglesia, serán los seguidores fieles de Cristo en la manifestación del reino de los cielos. Serán recompensados con el disfrute de la vida eterna en el milenio (Mt. 19:28-29; 24:45-47; 25:19-23). También serán correyes con Cristo en el milenio (Ap. 20:4, 6; 2 Ti. 2:12).

EL MILENIO

  El milenio tiene una parte terrenal y una parte celestial. La parte terrenal es el reino del Mesías (2 S. 7:13), el tabernáculo de David (Hch. 15:16), el reino del Hijo de Hombre (Mt. 13:41; Ap. 11:15). El reino del Padre es la parte celestial del milenio. El reino del Hijo de Hombre es la parte terrenal del milenio. En el milenio los vencedores de la parte celestial reinarán con Cristo sobre la parte terrenal. En la parte terrenal está el reino restaurado de David, donde Cristo como Hijo de Hombre, el descendiente real de David, será el Rey sobre los hijos de Israel.

  Durante este tiempo los hijos de Israel serán sacerdotes (Zac. 8:20-23; Is. 2:2-3). Los santos vencedores serán reyes en la parte celestial, y los de la nación restaurada de Israel serán sacerdotes en la parte terrenal, donde enseñarán a las naciones en cuanto a la manera de conocer a Dios y de servirle. Las naciones serán el pueblo de la parte terrenal del milenio (Mt. 25:32-34). Las ovejas mencionadas en Mateo 25 serán las naciones, y las naciones serán el pueblo.

  Entonces, en el milenio existirán tres clases de personas: los santos vencedores como reyes en la parte celestial, los judíos restaurados como sacerdotes en la parte terrenal, y las ovejas, las naciones, como el pueblo. Los santos vencedores reinarán sobre las naciones, y los judíos les enseñarán. Las naciones serán el pueblo gobernado por nosotros e instruido por los judíos.

  El reino de los cielos concluirá con el milenio (Ap. 20:7). Pero el reino de Dios continuará por la eternidad.

EL REINO DE DIOS EN SU PLENITUD

  La plenitud del reino de Dios empezará en el cielo nuevo y la tierra nueva (1 Co. 15:24; Ap. 21:1-2). En este reino eterno todos los santos redimidos de todas las edades disfrutarán las bendiciones eternas de la vida eterna en la Nueva Jerusalén como hijos de Dios y reyes con Cristo sobre las naciones para siempre (Ap. 21:6-7; 22:3b-5, 14, 17). Como familia real, tendremos dos títulos: hijos de Dios y reyes sobre las naciones. El remanente de las naciones purificadas será la gente de las naciones y disfrutará eternamente la bendición restaurada de la creación (Ap. 21:3-5; 22:2b, 3a).

  Hasta ahora hemos visto un cuadro claro del reino de Dios y del reino de los cielos. Nuestro Dios tiene un reino con el cual llevar a cabo Su propósito, cumplir Su voluntad y ejercer Su equidad. Este reino exhibe Su multiforme sabiduría. Nuestro Dios es justo, sabio y resuelto. La verdad del reino nos instará a seguir adelante, y también nos advertirá con respecto a ponernos en el lugar apropiado y en la debida línea para poder llegar al destino correcto.

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