
Oración: Señor, te adoramos una vez más, reconociendo que Tú eres el que Dios envió a hablar Sus palabras y que también eres el que nos da sin medida el Espíritu abundante, todo-inclusivo y vivificante que mora en nosotros. ¡Aleluya! Esto verdaderamente satisface nuestra necesidad. Necesitamos la palabra, y necesitamos el Espíritu. Necesitamos las palabras de vida y necesitamos el Espíritu de vida. Señor, te damos gracias porque durante los años has hablado Tu palabra a Tu recobro y también has dado Tu Espíritu a Tu recobro. Gracias por Tu revelación y Tu mover. Te alabamos porque nos mostraste Tu economía, en la cual Cristo es la centralidad y la universalidad. ¡Qué Cristo tenemos! Te damos gracias por la salvación orgánica, por Tu Cristo y por el Espíritu. Señor, seguimos recibiendo Tu revelación con Tu visión. Todos los días nos das nuevas palabras. Te damos gracias por mostrarnos que participamos de la divinidad de Dios. Recibimos Tu vida y Tu naturaleza, y con éstas participamos de la divinidad de Dios. Te damos gracias porque también tenemos la mente divina, la mente de Cristo, y con esto también participamos de la divinidad de Dios. Te damos gracias porque disfrutamos de las riquezas de Cristo como elemento que nos transforma metabólicamente, para que por medio de este metabolismo podamos participar plenamente de la divinidad de Dios. Señor, estamos delante de Ti para disfrutar algo adicional. Señor, al llegar a la conformación y la glorificación te pedimos que estés con nosotros y que nos des las palabras, el nuevo idioma para una nueva cultura. De nuevo oramos que nos cubras, protegiéndonos de Tu enemigo, el cual causa problemas. Atalo y arrincónalo. Amén.
La conformación es la séptima sección de la salvación orgánica que Dios efectúa.
Dios tiene la intención de hacer que el hombre sea igual a El en vida, naturaleza e imagen divinas como Su expresión, pero no en deidad. Que Dios haga que el hombre sea igual a El de este modo significa que lo hace Dios. Dios se nos impartió para hacernos iguales a El en vida y naturaleza, pero no en deidad. Esta es la intención divina.
Dios, para llevar a cabo Su intención, regenera a los creyentes de Cristo con Su vida divina para que empiecen a participar de Su divinidad. Puesto que nosotros los creyentes de Cristo participamos de la divinidad de Dios, somos dioses. En 2 Pedro 1:4 dice que participamos de la naturaleza divina. Participar de algo es tener parte en ello. Participamos de la naturaleza de Dios, así que tenemos parte en la divinidad de Dios. El Ser divino se nos impartió para ser nuestro ser. El se nos imparte para ser nuestra vida, nuestra naturaleza, nuestra mente y el todo para nosotros. Si nosotros no tenemos parte en la divinidad de Dios, entonces, ¿quién tiene parte en ella? Los ángeles no pueden tener parte en la divinidad de Dios porque no poseen nada de Dios, pero nosotros sí. Nosotros somos más bienaventurados que los ángeles, porque ellos son meramente siervos de Dios, pero nosotros somos hijos Suyos y poseemos Su divinidad.
Después de ser regenerados los creyentes, empiezan a crecer.
Del mismo modo que un niño crece al ser alimentado, los creyentes regenerados crecen por medio de la alimentación divina. Pero muchos de los cristianos actuales no crecen, porque no se alimentan. Puesto que no se alimentan, no son santificados, renovados ni transformados de manera adecuada.
Crecemos primero por medio de la alimentación divina y después por medio de la santificación divina. La santificación nos hace crecer. Cuanto más somos santificados, más crecemos. En Juan 17:17-19 el Señor Jesús oró diciendo: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad. Como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo. Y por ellos Yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Ser santificados es ser apartados del mundo. Diariamente necesitamos ser santificados, apartados del mundo, a fin de que por medio de la santificación crezcamos.
Los creyentes regenerados también crecen por medio de la renovación divina. Por tanto, la renovación es un factor de crecimiento en la vida divina.
La transformación divina en la vida divina es un factor prevaleciente del crecimiento de los creyentes. Sin la transformación divina, no podemos crecer. Muchos de los cristianos actuales no crecen porque no tienen la alimentación, la santificación, la renovación ni la transformación divinas.
Los creyentes necesitan crecer hasta madurar en la vida divina por el Espíritu que los madura, el cual está en el espíritu de ellos que es enriquecido con Cristo para ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Col. 1:28; Ef. 4:13). No podemos madurar sin la suministración adecuada, y esta suministración es el Espíritu vivificante, quien es el Espíritu que nos madura, el cual está en el espíritu de los creyentes que es enriquecido con Cristo. Podemos testificar que nuestro espíritu es enriquecido con Cristo. Finalmente, seremos un hombre de plena madurez, que tiene la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. En Efesios 4:13 la palabra plenitud se refiere al Cuerpo de Cristo. Debemos ser plenamente maduros para poder ser un hombre de plena madurez que tiene la medida de la estatura del Cuerpo de Cristo.
En la salvación orgánica que Dios efectúa, los creyentes serán conformados a la imagen de Cristo el Hijo primogénito de Dios (Ro. 8:29).
Cristo, como Hijo primogénito de Dios, fue engendrado por Dios en Su resurrección con Su divinidad y Su humanidad vivificada y elevada, y quien posee dos naturalezas, la divina y la humana (Hch. 13:33; Ro. 1:4; 1 P. 3:18).
En la resurrección la humanidad de Cristo fue santificada, vivificada, elevada y transformada. Nuestra humanidad había caído y luego fue redimida por Cristo. Su humanidad no necesitaba ser redimida, pero Su humanidad, la cual murió en la cruz, necesitaba ser santificada, vivificada, elevada y transformada. Por medio de la resurrección la humanidad muerta del Señor fue santificada, vivificada, elevada y transformada en la filiación divina. En la resurrección El fue engendrado por Dios como Hijo primogénito tanto con Su divinidad como con Su humanidad santificada, vivificada, elevada y transformada. Por consiguiente, el Hijo primogénito de Dios fue engendrado por Dios con la divinidad y la humanidad, y nosotros somos conformados a Su imagen.
La conformación de los creyentes es la consumación de su transformación en la vida divina por la cual participan plenamente de la divinidad de Dios.
La glorificación es la octava sección de la salvación orgánica que Dios efectúa.
En la regeneración Dios sella a los creyentes regenerados con Su Espíritu (Ef. 1:13). Cuando una hoja es sellada con la tinta, ésta la satura. Esto es un ejemplo del hecho de que el sello del Espíritu significa que los creyentes son saturados con el Espíritu.
El sellado del Espíritu que sella es semejante a la aplicación de la tinta, pues satura a los creyentes sellados desde su interior con el glorioso elemento vital de Dios a lo largo de su vida, lo cual da por resultado la redención de su cuerpo (Ef. 4:30; Ro. 8:23). A través de toda nuestra vida cristiana, este sellado, la aplicación de esta tinta, satura todo nuestro ser desde el interior. ¿Con qué sella a los creyentes el Espíritu que sella? El los sella con la gloria de la vida divina. La gloria de la vida divina es la “tinta”, y por toda la vida de los creyentes esta tinta, al ser aplicada a ellos, satura todo su ser desde su interior con el glorioso elemento vital de Dios.
Esta saturación finalmente dará como resultado la redención de nuestro cuerpo. Efesios 4:30 nos dice que somos sellados por el Espíritu Santo “para el día de la redención”. Aquí la palabra para significa “que da como resultado” o “con el fin”. El sellado tiene como fin la redención de nuestro cuerpo y dará como resultado la redención de nuestro cuerpo. Desde el momento en que fuimos salvos y regenerados, el Espíritu como sello en nosotros nos ha sellado constantemente con el glorioso elemento vital de Dios para el día de la redención de nuestro cuerpo.
Cuando los creyentes que son maduros en la vida divina sean arrebatados, ellos, en su espíritu que exulta con Cristo exteriormente, serán introducidos en la gloria de Dios para su glorificación (Ro. 8:30; He. 2:10).
Los creyentes maduros serán glorificados desde su interior mediante la saturación que dura toda la vida con la gloria de Dios, y exteriormente siendo introducidos en la gloria de Dios.
Actualmente, la aplicación de la tinta nos satura con la gloria de Dios desde nuestro interior. Este es un asunto de toda la vida. Finalmente, seremos introducidos en la gloria de Dios exteriormente. La saturación interior es un proceso que dura toda la vida, pero seremos introducidos en la gloria de Dios de modo instantáneo. En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, seremos introducidos en la gloria de Dios. Por tanto, los creyentes maduros serán glorificados desde su interior mediante la saturación que dura toda la vida con la gloria de Dios, y exteriormente siendo introducidos en la gloria de Dios.
La glorificación de los creyentes maduros es la porción cimera que disfrutan de su filiación divina en la salvación orgánica que Dios efectúa, la cual recibieron cuando fueron regenerados (Gá. 4:5; Ro. 8:23). En la salvación orgánica que Dios efectúa, la filiación es un asunto crítico y central. La redención de nuestro cuerpo es el disfrute cimero de la filiación. Romanos 8:23 dice: “Nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando con anhelo la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo”. Como una persona de edad avanzada con varias enfermedades físicas, muchas veces gimo por la debilidad de mi cuerpo. Pero mientras gimo espero la filiación, la redención de mi cuerpo. El día viene en el cual nuestro cuerpo será redimido, y entraremos en el pleno disfrute de la filiación divina.
La redención del cuerpo de los creyentes será la transfiguración de su cuerpo cuando el Señor regrese (Fil. 3:20-21).
La palabra redención indica que es algo judicial porque el cuerpo redimido de los creyentes proviene de la vieja creación caída. La redención del cuerpo de los creyentes es la finalización de la redención judicial que Dios efectúa. La palabra transfiguración indica que es algo orgánico porque el cuerpo de los creyentes es transfigurado por la vida divina que está en ellos.
La glorificación divina de los creyentes glorificados hace que los creyentes consumados participen plenamente de la divinidad de Dios.
En estos mensajes examinamos las ocho secciones de la salvación orgánica que Dios efectúa, que son: la regeneración, la alimentación, la santificación, la renovación, la transformación, la edificación, la conformación y la glorificación. Dios tiene la meta en estas ocho secciones de la salvación orgánica, de hacernos Dios, es decir, de hacernos un duplicado Suyo, una réplica Suya.
Por medio de la regeneración Dios se impartió en nuestro ser. Ahora tenemos la vida divina, y también participamos de la naturaleza divina. Además, tenemos la mente de Dios y las inescrutables riquezas de Cristo. Tener las riquezas de Cristo significa que tenemos el ser de Dios. Por tanto, tenemos la vida de Dios, Su naturaleza, Su mente y Su ser. Finalmente, seremos conformados a la imagen de Cristo, el primer Dios-hombre, seremos plenamente saturados con la gloria de la vida divina y seremos introducidos en la gloria de Dios. En ese momento tendremos la vida de Dios, Su naturaleza, Su mente, Su ser y Su gloria y llevaremos Su imagen. Ciertamente habremos llegado a ser Dios en vida, en naturaleza y en expresión, mas no en deidad. Si una persona así no es Dios, ¿entonces qué es? Cuando nuestro cuerpo sea redimido y transfigurado y por tanto disfrutemos la porción cimera de la filiación, podremos decir: “¡Aleluya! Fui hecho Dios. Alabado sea el Señor, porque tengo la vida de Dios, Su naturaleza, Su mente, Su ser, Su gloria y Su imagen”.