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Mensajes del libro «Solo Cuerpo, un solo Espíritu, y un solo y nuevo hombre, Un»
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CAPÍTULO CUATRO

EL CUERPO DE CRISTO ES LA PLENITUD DE CRISTO

  Lectura bíblica: Ef. 1:23; 4:10, 13; 1 Co. 12:12

EL SIGNIFICADO DE LA PLENITUD

  Debemos prestar atención al hecho de que en el Nuevo Testamento la palabra plenitud no es un adjetivo, sino un sustantivo. En la Versión Unión China, Juan 1:16 dice: “Porque de Su plena gracia recibimos todos”. Sin embargo, si estudiamos este versículo más cuidadosamente, veremos que la palabra gracia no aparece en el texto original griego. La traducción apropiada de esta cláusula es: “Porque de Su plenitud recibimos todos”. Por consiguiente, según el uso que se le da en el Nuevo Testamento, la palabra plenitud no es un adjetivo, sino un sustantivo. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. La palabra Cuerpo es un sustantivo; el Cuerpo es Su plenitud, por lo tanto, plenitud también es un sustantivo. Espero que ustedes jamás consideren la palabra plenitud como un adjetivo. En el Nuevo Testamento la palabra plenitud es un sustantivo, al igual que palabra riquezas. Por ejemplo, en Efesios 3:16, que dice: “Conforme a Su rica gloria” (Versión Unión China), el texto original en realidad dice: “Conforme a las riquezas de Su gloria”, tanto la palabra riquezas como la palabra gloria son sustantivos. En nuestra experiencia tanto la palabra riquezas como la palabra plenitud son sustantivos. Nosotros disfrutamos de las riquezas de Cristo, y el resultado de ello es que somos constituidos para ser la plenitud de Cristo. Luego Efesios 4:13 dice que debemos llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. En el libro de Efesios, la palabra plenitud es un sustantivo que se usa dos veces: Su plenitud (1:23) y la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (4:13).

  Las riquezas están fuera de nosotros y son objetivas, pues aún no las hemos disfrutado ni experimentado. En cambio, la plenitud está en nosotros y es subjetiva, pues son el resultado de las riquezas que hemos disfrutado y experimentado. Si las riquezas de Cristo permanecen fuera de nosotros, ellas seguirán siendo las riquezas de Cristo y no podrán ser la plenitud de Cristo. A fin de que Sus riquezas lleguen a ser la plenitud de Cristo, nosotros debemos disfrutarlas, experimentarlas y digerirlas, de modo que sean constituidas en el elemento de todo nuestro ser.

  Esta plenitud, que es el Cuerpo de Cristo, tiene una estatura. Debido a que la plenitud es el Cuerpo, ciertamente tiene una estatura, la cual a su vez tiene una medida, que es la medida de la estatura. Espero que todos recuerden esta frase de Efesios 4:13: “La medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Hay cuatro sustantivos aquí —“medida”, “estatura”, “plenitud” y “Cristo”— los cuales están unidos por tres preposiciones “de” para formar una gran frase. En palabras sencillas, ésta es la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Pero si no somos cuidadosos, podemos pensar que la plenitud es un adjetivo. Por lo tanto, debemos ser adiestrados para que cuando hablemos acerca de la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, no nos refiramos a la plenitud como un adjetivo, sino como un sustantivo. Si entendiéramos la plenitud como un adjetivo, podríamos fácilmente cambiar plenitud por plena, y decir “la plena medida de la estatura de Cristo”. Esto es completamente errado.

  Es posible que tengan este entendimiento debido a que aún no tienen la visión de que el Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo. Sin necesidad de referirnos a los cristianos en general, incluso entre nosotros hay muy pocos hermanos y hermanas que tienen un entendimiento profundo y un conocimiento claro de lo que es la plenitud de Cristo, un asunto muy maravilloso. Si ustedes ven esta visión, jamás usarán la palabra plenitud como un adjetivo. La plenitud de Cristo es algo concreto, pero por otro lado, también es algo espiritual, misterioso y abstracto. Si yo les digo que la iglesia es la asamblea de los llamados, ustedes no entenderían la palabra asamblea como un adjetivo; pero cuando les hablo de la medida de la estatura de la plenitud de Cristo, es posible que al usar la palabra plenitud la cambien a un adjetivo. ¿Por qué sucede esto? Porque la asamblea de los llamados es algo físico que podemos ver fácilmente; por lo tanto, es fácil entender esta palabra. Pero si en vez de ello les digo que el Cuerpo de Cristo es la plenitud de Cristo, esta plenitud es abstracta. Desde el punto de vista de Dios, desde la perspectiva espiritual, la plenitud es algo concreto; pero desde la perspectiva física, ésta no puede verse con los ojos humanos, pues es abstracta, y es difícil que las personas reciban esta visión.

  Hace más de diez años, algunos entre nosotros proclamaron la frase “el Cristo pleno”, pensando que habían recibido la visión. Sin embargo, esta expresión no se halla en la Biblia, y es un entendimiento equivocado. En el Nuevo Testamento la plenitud es lo que resulta cuando Cristo desborda de aquellos que le experimentan y disfrutan. Si usted disfruta a Cristo y lo experimenta, y si yo también disfruto a Cristo y lo experimento, entonces ambos estaremos llenos de Cristo interiormente, y este Cristo que nos llena es Su plenitud.

CRISTO ES LA CABEZA, Y CRISTO ES EL CUERPO

  ¿Cómo entonces se forja Cristo en nuestra constitución hasta que lleguemos a ser Su plenitud? Puedo decirles que esto sucede de la siguiente manera: el Señor Jesús en Sí mismo es la Cabeza, y el Señor Jesús que se ha forjado en nuestra constitución es el Cuerpo. Una persona no sólo tiene una cabeza, sino que tiene una cabeza y un cuerpo. Si yo estuviera aquí hablándoles a ustedes como una cabeza suspendida en el aire, estoy seguro de que todos se espantarían. Así que, si sólo tuviéramos la cabeza sin el cuerpo, no tendríamos una persona completa. Una persona completa tiene una cabeza y un cuerpo. En el Nuevo Testamento, vemos que el Señor Jesús en Sí mismo es la Cabeza, pero que cuando entra en todos nosotros y se forja en nuestra constitución, llega a ser el Cuerpo. Por consiguiente, Cristo no es solamente la Cabeza, sino también el Cuerpo. En 1 Corintios 12:12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. Este versículo nos dice claramente que el Cuerpo es Cristo. El Señor Jesús es la Cabeza y también el Cuerpo. No obstante, nosotros no podemos decir que somos el Cuerpo y también la Cabeza. Nosotros únicamente podemos ser el Cuerpo, no la Cabeza; mientras que el Señor Jesús puede ser tanto la Cabeza como el Cuerpo. En Sí mismo, Él es la Cabeza, y en nosotros colectivamente, Él es el Cuerpo. La Cabeza es individual, mientras que el Cuerpo es corporativo; ambos son Cristo.

  Sin embargo, no piense que porque usted es cristiano, otra persona es cristiana y yo soy cristiano, somos Cristo cada vez que nos reunimos. Nunca debemos decir esto, pues existen ciertos requisitos que deben cumplirse. Cuando todos nos reunimos, es posible que seamos Cristo o seamos cien por ciento Adán. Por lo tanto, jamás debemos pensar que por el simple hecho de ser cristianos, somos Cristo cada vez que nos reunimos, y que por el hecho de ser muchos, somos un solo Cuerpo, así como también el Cristo. Es posible que al principio cuando empezamos a reunirnos, había un poco de Cristo, pero una vez que empezamos a discutir, no tenemos nada de Cristo y llegamos a ser una colectividad de viejos Adanes.

  ¿Ahora todos podemos ver lo que es la iglesia? Hablando de una manera más precisa, la iglesia es el Cristo que emana de nuestra experiencia de Él. El cristianismo no es la iglesia y aun nosotros que estamos en el recobro del Señor no somos la iglesia a menos que Cristo emane de nosotros cuando nos reunimos. La verdadera iglesia es Cristo que emana desde el interior de Sus creyentes a medida que éstos lo experimentan a Él. Usted disfruta a Cristo, yo disfruto a Cristo y todos nosotros disfrutamos a Cristo. Usted experimenta a Cristo, yo experimento a Cristo y todos nosotros experimentamos a Cristo. Cuando esto sucede, cada vez que nos reunimos, Cristo emana de nuestras experiencias. Esto es la iglesia, el Cuerpo, el cual es la plenitud de Cristo. El cristianismo no es el Cuerpo de Cristo, ni tampoco lo es un grupo de cristianos que simplemente se reúnen sin permitir que Cristo se exprese a través de ellos. Ni siquiera nosotros mismos, que estamos en el recobro del Señor y nos reunimos en el nombre del Señor, somos el Cuerpo si no permitimos que Cristo se manifieste en nuestro vivir. La iglesia es el Cristo que los creyentes viven y expresan desde su interior.

  Usted tal vez me pregunte: “¿Y entonces qué función cumple el terreno de la iglesia a fin de que se obtenga la unidad?”. Ninguno que permita experimentar a Cristo desde su interior se dividirá de otros, porque Cristo de ningún modo está dividido. Quien verdaderamente experimente a Cristo ciertamente practicará la unidad de la iglesia en cada localidad, y estará firme sobre el terreno. Esto se debe a que Cristo no está dividido, y ninguna división es Cristo. Los asuntos espirituales son muy asombrosos porque muchas veces una pequeña diferencia puede convertirse en una gran discrepancia. Es como si al comienzo erráramos por sólo un milímetro y al final erráramos por una milla. Nunca debemos pensar: “¿No es el hermano fulano muy espiritual? ¿No tiene el hermano fulano una experiencia muy profunda con el Señor?”. Quizás lo sea, pero incluso aquellos que tienen una experiencia profunda pueden causar división. Una vez que usted es parte de una división, usted deja de ser Cristo; una vez que usted está en división, usted ya no está en el Espíritu, por cuanto en el Espíritu no existe la división. No se preocupen por el asunto del terreno; si una persona verdaderamente permite experimentar a Cristo desde su interior, ciertamente mantendrá la unidad.

EL CUERPO NECESITA CRECER HASTA LLEGAR A LA MEDIDA APROPIADA DE SU ESTATURA

  Les repito una vez más que la plenitud es el Cuerpo de Cristo. Un cuerpo tiene una estatura, y una estatura tiene su medida correspondiente; además, dicho cuerpo necesita crecer. Es muy posible que mientras estamos aquí reunidos, experimentemos a Cristo desde lo profundo de nuestro ser y este Cristo que experimentamos desde lo profundo de nuestro ser es el Cuerpo de Cristo. Sin embargo, les ruego que presten atención a esto: la medida de la estatura del Cuerpo aquí aún no es muy significativa, y por lo tanto, el Cuerpo necesita crecer. Efesios 4:13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. La iglesia en Taipéi es el Cuerpo de Cristo, pero ¿ha crecido este Cuerpo hasta llegar a la medida de la estatura? Ésta es una pregunta que queda por contestar. Por consiguiente, aún necesitamos crecer. Gracias al Señor, hoy en día en las iglesias locales en el recobro del Señor, hay una pequeña medida de la plenitud de Cristo, pero aún no hemos llegado a la medida de la estatura de la plenitud, por lo cual necesitamos crecer. Además, este crecimiento no tiene que ver con el aumento de conocimiento o doctrinas, sino que es un crecimiento diario en la experiencia y disfrute que tenemos de Cristo. Si, como iglesias en todas las localidades, cada día disfrutamos más de Cristo, experimentamos más de Cristo, más de Cristo se forja en nuestra constitución y experimentamos más a Cristo desde lo profundo de nuestro ser, entonces haremos que la medida de la estatura de la plenitud de Cristo aumente en todas las localidades. Esto no es algo que puede suceder en cuestión de un año; más bien, tiene que ver con nuestro crecimiento continuo hasta que lleguemos a la medida de la estatura que debe tener la plenitud de Cristo.

CRECEMOS AL DISFRUTAR AL SEÑOR PNEUMÁTICO

  ¿Cómo podemos crecer? Sólo hay una manera en que usted puede crecer, y sólo existe una manera en que las iglesias locales pueden crecer, y ésa es disfrutar al Señor. Hermanos y hermanas, es preciso que veamos claramente que el Señor que disfrutamos hoy no es un conocimiento bíblico ni una doctrina, ni es una forma religiosa u ordenanza; Él no es ninguna de estas cosas. El Señor a quien disfrutamos hoy es el Dios Triuno, quien se encarnó y pasó por la muerte, por la resurrección y por la ascensión para llegar a ser el Espíritu omnipresente y todo-inclusivo. El Señor a quien experimentamos es sencillamente este Espíritu.

  El cristianismo afirma, basándose en Mateo 3, que el Padre Santo, el Hijo Santo y el Espíritu Santo son tres Personas por separado: el Padre Santo es un hombre muy anciano, el Hijo Santo es un hombre más joven, y el Espíritu Santo es una paloma. Ésta es una perspectiva superficial que muchos tienen. Su visión respecto a este asunto se limita a Mateo 3, e ignoran lo que dice toda la Biblia, que evidentemente tiene muchos más capítulos además de Mateo 3. Por ejemplo en Juan 14, Felipe le dijo al Señor: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (v. 8). El Señor Jesús luego dijo: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” (v. 9). Luego en los versículos del 16 al 20, el Señor dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre [...] No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros [...] En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Además, 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”, y 2 Corintios 3:17 dice: “El Señor es el Espíritu”. Finalmente, en Apocalipsis, el último libro de la Biblia, encontramos siete epístolas dirigidas a siete iglesias. Al comienzo de cada epístola se nos da una descripción del Señor Jesús como Aquel quien habla a las iglesias, pero después, al final de cada una de ellas, se nos dice que es el Espíritu quien habla a las iglesias. Esto comprueba que el Señor Jesús que habla al comienzo de las epístolas es el Espíritu que habla al final de ellas. Estos pasajes del Nuevo Testamento nos revelan que el Padre, el Hijo y el Espíritu son un solo Dios.

  Nuestro Dios es el Dios único; este Dios se hizo carne, murió en la cruz para redimirnos de nuestros pecados y resucitó con una humanidad que había sido completamente elevada y mezclada con Su divinidad. Hoy en día Él es un Espíritu todo-inclusivo y vivificante. Debemos ver claramente que hoy Él es tal Espíritu. Debemos abrir constantemente nuestro ser a Él, quien es este Espíritu, aplicando Su preciosa sangre. Por experiencia sabemos que cuando abrimos nuestro espíritu a Él, podemos tocarle. Ésta es la manera de contactar al Espíritu con nuestro espíritu, de tener comunión con el Espíritu por medio de nuestro espíritu y de responder al Espíritu con nuestro espíritu. Es a esto que se refiere 1 Corintios 6:17, que dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. ¡Esto es ciertamente glorioso! Cada día, al aplicar la preciosa sangre, podemos abrir nuestro espíritu para contactar al Señor como el Espíritu. Al tener contacto con Él de esta manera, le inhalamos, le comemos, le bebemos y le disfrutamos, de modo que en nuestra vida diaria Él pueda saturar cada parte de nuestro ser: nuestra parte emotiva, nuestra mente y pensamientos, y nuestra voluntad. Cuando esto sucede, no vivimos por nosotros mismos, sino que vivimos en virtud del Señor que ha saturado todo nuestro ser. ¿Qué es esto? Esto es el Cristo que experimentamos, y este Cristo que experimentamos es el Cuerpo, la plenitud.

  La plenitud incluye la noción de una medida. Nuestra medida hoy no es la adecuada; por lo tanto, necesitamos disfrutar y experimentar a Cristo cada día. Si lo disfrutamos y experimentamos cada día, la medida de la estatura gradualmente aumentará hasta que un día lleguemos a la medida de la estatura de la plenitud. Orar, leer la Palabra, asistir a las reuniones y reunirnos para leer los mensajes del Estudio-vida son prácticas que nos ayudan a alcanzar esta meta; sin embargo, estas prácticas por sí solas no nos hacen crecer. En lugar de ello, quien nos hace crecer es el Espíritu vivificante, quien es Cristo mismo. De manera que cuando oremos, debemos contactarlo; cuando leamos la Palabra, debemos contactarlo; cuando leamos los mensajes del Estudio-vida, debemos contactarlo a Él: Cristo como el Espíritu vivificante. No se trata de que usted venga a leer palabras humanas, ni de que usted venga a leer las letras en blanco y negro de la Biblia. Más bien, se trata de que usted toque al Señor interiormente y reciba el suministro en el espíritu a medida que lee la Palabra, ora y lee los mensajes del Estudio-vida. El propósito de ello no es acumular más doctrinas, sino ser nutridos interiormente y recibir más vida en nuestro espíritu. Esto es lo que significa crecer hasta llegar a la estatura de la plenitud de Cristo.

  Los hermanos me han dicho que en todas las localidades los hermanos y hermanas disfrutan los mensajes del Estudio-vida, muchos de ellos han recibido un suministro interiormente, han sido alimentados y han experimentado el crecimiento en vida. En esta visita yo también percibí una diferencia aquí. Esto muestra que lo que importa no son las doctrinas, el conocimiento ni el simple hecho de leer la Palabra y orar, sino que verdaderamente toquemos al Señor en nuestro interior.

  Sin embargo, no olviden que tan pronto como tocamos al Señor en nuestro interior, el Señor empieza a operar en nosotros. En la Biblia a esta operación se le llama la transformación. Una vez que Él empieza a operar, interiormente somos transformados. Esta transformación es orgánica y metabólica. Si usted toma la decisión de cambiarse a sí mismo, yo le aconsejaría que no crea en su cambio. Su decisión no es nada confiable, porque la Biblia dice: “El querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Ro. 7:18). Así que, Romanos 8 dice que debemos andar conforme al espíritu. Esto no tiene que ver con querer hacer el bien, sino con andar conforme al espíritu. ¿Cómo andamos conforme al espíritu? Para ello no necesitamos estudiar; simplemente debemos abrir nuestro ser al leer la Palabra, al orar y al tener comunión con otros hermanos sobre los mensajes del Estudio-vida. Entonces usted tocará a Cristo interiormente, y Él entrará en usted para saturar cada parte de su ser. De este modo, subconscientemente usted será transformado y espontáneamente expresará una condición sin que se dé cuenta, pero los demás dirán que usted realmente ha cambiado. Si usted se propone hacer esto por su propio esfuerzo, tal vez lo logre por tres días y medio o aun por una semana, pero se sentirá orgulloso por su logro y sentirá que después de todo no es una persona tan mala. Sin embargo, cuando Cristo lo alimenta y lo transforma interiormente, usted no se percata de ello. Con respecto a usted, esto sucede de forma espontánea, pero los demás perciben que usted ha cambiado. Esto significa que Cristo ha crecido en usted.

  El crecimiento de Cristo en usted no es un asunto objetivo. Por ejemplo, si echamos agua en una botella vacía, eso es objetivo. Sin embargo, el crecimiento de Cristo es el resultado de una transformación orgánica y metabólica. Por esta razón, la Biblia nos dice, a modo de ejemplo, que experimentar y disfrutar a Cristo equivale a comer a Cristo. En Juan 6 el Señor dice que nosotros podemos comerle y que el que le come, vivirá por causa de Él (v. 57). Todos sabemos que el alimento que ingerimos hace que ocurra un proceso orgánico en nosotros, llamado metabolismo. El alimento que comemos es digerido y absorbido en nuestras células hasta convertirse en lo que somos. Esto no es una añadidura objetiva, sino un crecimiento subjetivo. En otras palabras, usted come a Cristo hasta que finalmente llega a ser Cristo. Es por ello que Pablo pudo decir: “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21a).

LAS PALABRAS DE LOS OPOSITORES SON SIMPLEMENTE DIFAMACIONES

  Algunas personas que están en el cristianismo no han recibido esta luz. Hace uno o dos años en los Estados Unidos algunos opositores escribieron panfletos contra nosotros, diciendo que enseñábamos la evolución, es decir, que el hombre evoluciona hasta llegar a ser Dios. ¿Creen que esto es correcto? Por un lado, Pablo claramente dijo: “Porque para mí el vivir es Cristo”; en este sentido Pablo había llegado a ser Cristo. En 1 Timoteo 3:16 también dice que la iglesia es Dios manifestado en la carne. Sin embargo, los opositores dicen que nosotros nos hacemos parte de la Deidad como objeto de la adoración del hombre. Algunos incluso dicen que los que están en las iglesias locales enseñan esto a tal punto que finalmente ellos mismos se hacen iguales a Dios, y por ende, llegan a ser el objeto de adoración en sus reuniones, y hasta se adoran a sí mismos.

  Sin embargo, en este entrenamiento que estamos teniendo ahora, tenemos que aprender a hablar la palabra de la verdad. Nosotros adoramos a Dios en Su Deidad; no adoramos a aquellos que tienen Su naturaleza divina. Aunque ciertamente podemos ser transformados a la imagen de Dios (2 Co. 3:18) y poseer la naturaleza divina (2 P. 1:4), de ninguna manera podemos llegar a ser la Persona de Dios ni la Deidad misma. Nosotros nunca podremos participar de la Deidad. Los opositores dicen que nosotros enseñamos que llegamos a ser la Deidad; esto es una difamación. Nosotros no somos transformados hasta ser parte de la Deidad; antes bien, somos transformados para poseer la naturaleza divina. Hoy ciertamente tenemos la naturaleza divina de Dios en nosotros, pero no podemos participar de Su Deidad. La Deidad es especial y única; pero debido a la vida divina, podemos poseer la naturaleza divina de un modo general o universal. Como ya he dicho, Cristo es la Cabeza y el Cuerpo; nosotros, en cambio, somos el Cuerpo, mas no podemos ser la Cabeza; la Cabeza está relacionada con la Deidad.

  Algunos opositores también dicen que nosotros enseñamos panteísmo. Debido a que enseñamos que Cristo lo es todo y que Cristo es todas las cosas, ellos dicen que consideramos que todas las cosas son Cristo, incluyendo las mesas y las sillas. Por lo tanto, nosotros debemos ser cuidadosos. No debemos pensar que cuando decimos que Cristo es Aquel que todo lo llena en todo, estamos diciendo que todos los animales y todas las cosas físicas contienen a Cristo. Esto es lo que afirman los que nos difaman. Estas palabras difamatorias están relacionadas con los misterios y las profundidades de Satanás (Ap. 2:24). Sin embargo, aunque el diablo nos perturbe, puedo asegurarles que todos los mensajes que dimos son puros y se basan en el hablar divino de la Biblia y también en nuestra experiencia. Nosotros no enseñamos que el hombre pueda evolucionar hasta ser Dios, ni tampoco enseñamos panteísmo. Más bien, enseñamos que el Creador único, el Dios Triuno, se hizo carne y derramó Su sangre para efectuar la redención. Luego, Él se levantó de los muertos e introdujo Su humanidad en la resurrección, y al hacerlo elevó Su humanidad y la mezcló con la divinidad. Ahora Él es el Espíritu vivificante, todo-inclusivo que todo lo logró. Él está aquí esperando que las personas crean en Él, le reciban y le disfruten. Nosotros, los pecadores redimidos, debemos abrir nuestro ser a Él constantemente, aplicando Su sangre para absorber el suministro de este Espíritu todo-inclusivo. Él con frecuencia nos habla, nos conmueve y nos imparte Su suministro. A medida que le disfrutamos, Él llega a ser nuestra experiencia; pues se extiende desde nuestro espíritu y satura cada parte de nuestro ser hasta que somos llenos de Él. En cierto sentido, hemos llegado a ser Él en vida y en naturaleza, mas no en la Deidad. Por lo tanto, podemos decir: “Para mí el vivir es Cristo”, y cuando nos reunimos, somos la manifestación de Dios en la carne. Esto se basa completamente en la Biblia y también podemos confirmarlo en nuestra experiencia. Estoy seguro de que estas palabras nos traen más claridad en cuanto a lo que es la iglesia, en cuanto a cómo la iglesia es el Cuerpo, en cuanto a cómo la iglesia es la plenitud, en cuanto a cómo esta plenitud tiene también una estatura con una medida y en cuanto a cómo la medida de esta estatura todavía necesita crecer.

  Estoy muy seguro de que las voces de los opositores se propagarán por toda la tierra. Si ustedes jóvenes, no tienen claridad acerca de estos asuntos, cuando escuchen lo que dicen, no podrán discernir lo que es verdadero de lo que es falso. Es por ello que quiero que desde el comienzo entiendan todo esto con claridad. Es preciso que comprendan que lo que ellos afirman son difamaciones. Es preciso que sepan que jamás podremos llegar a ser la Deidad, pero que sí podemos participar de la naturaleza divina. En 2 Pedro 1:4 dice: “Por medio de las cuales Él nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina”. Nosotros somos participantes de la naturaleza divina porque somos hijos nacidos de Dios. Todo hijo tiene la vida y naturaleza de su padre, pero eso no significa que el hijo con el tiempo llegue a ser su propio padre. Así pues, nosotros poseemos la vida y la naturaleza de Dios, pero eso no significa que llegaremos a ser la Deidad. De la misma manera, nosotros tampoco decimos que Cristo lo llena todo, y nos llena a usted y a mí, y que, por tanto, consideramos que todas las cosas son Dios, lo cual es panteísmo. Ciertamente reconocemos que Cristo lo llena todo, que hoy en día Él está en los cielos y en la tierra, que incluso ahora mismo Él está en este salón de reuniones y con nosotros; Él ciertamente nos llena a todos nosotros. Sin embargo, afirmar esto no es panteísmo.

SER LIBERADOS DE LOS RITUALES RELIGIOSOS Y PRESTAR ATENCIÓN ÚNICAMENTE A LA UNIDAD DE LA FE

  Además de esto, existe otro problema, a saber, la supuesta piedad religiosa. Les daré el siguiente ejemplo para explicarles lo que es la piedad religiosa. Hay quienes no están contentos con la condición actual de nuestras reuniones porque gritamos, oramos en voz alta y liberamos nuestros espíritus. Desde su juventud a ellos les enseñaron que debían entrar muy cuidadosamente al “santuario”. Ellos debían caminar lo más lento y silenciosamente posible. Cuando era joven, me reuní con la Asamblea de los Hermanos, y me enseñaron lo mismo. Cada vez que nos reuníamos, guardábamos tanto silencio que hasta se podía oír la caída de un alfiler. Pero esta clase de silencio es el silencio de una tumba. Solamente un cementerio es así de silencioso y ordenado. Sin embargo, si uno va a un jardín infantil, verá a muchos niños pequeños brincando y saltando y haciendo mucho ruido. Yo prefiero tener un jardín infantil muy ruidoso y activo que un cementerio silencioso donde todo se ve muy ordenado. Otros critican nuestras reuniones porque les parece que no tienen ni un comienzo ni un final. La mayoría de los servicios de adoración los domingos por la mañana tienen un mismo formato; empiezan cantando un himno y al final dan la bendición. Pero cuando vienen a nuestras reuniones, tal vez escuchen a una hermanita en un rincón diciendo: “¡Oh Señor, Aleluya, Amén!”, y la reunión empieza. No tenemos predicadores ni pastores; algunas veces todos hablan en nuestras reuniones, y no hay una bendición al final. Sin embargo, quisiera decirles que no es necesario que prestemos atención a estos asuntos. Si usted presta atención a tales cosas, de inmediato estará lejos de la unidad de la fe.

  Nunca podré olvidar el verano de 1932, cuando invitaron al hermano Nee a que compartiera a la clase graduanda de un seminario del condado de Huang, en la provincia de Shantung, y yo pedí un permiso especial en mi trabajo para poder acompañarlo. Ésa era la primera vez que estaba en una reunión del movimiento pentecostal. Cuando entré, vi a algunos rodando por el suelo, a otros saltando, a otros riéndose y a otros diciendo: “¡He visto una visión, una gran luz!”. Ellos llamaban a estas cosas “rodar santo”, “salto santo” y “risa santa”. Había varios centenares de personas en el salón, pero todas actuaban a su propia manera por un buen tiempo. El hermano Nee no pudo compartir el mensaje hasta que ellos terminaron. Después el pastor les pidió a todos que se detuvieran, y finalmente tuvo que hacer sonar una campana. Aun así, nadie le prestó atención, sino que cada quien siguió actuando a su propia manera. Era la primera vez que veía una situación semejante, y no podía tolerarlo ni soportarlo. Después que el pastor estuvo tocando la campana por un buen rato, todos finalmente se detuvieron, y el hermano Nee compartió el mensaje.

  Después de que el hermano Nee acabó de hablar y descendió del estrado, yo lo acompañé a dar un paseo por los edificios de aquel seminario. Le dije: “Hermano Nee, no puedo tolerar esas reuniones donde todos ruedan por el piso, se ríen y saltan”. Yo pensé que el hermano Nee pensaría igual que yo. Sin embargo, él no dijo si aprobaba o desaprobaba aquello. Simplemente dijo en un tono suave y moderado: “El Nuevo Testamento no nos dice claramente cuál es la manera correcta en que los creyentes deben reunirse”. Al escuchar esto, pensé que el hermano Nee aprobaba la manera en que ellos se reunían. Más tarde me di cuenta de que él no necesariamente aprobaba su situación. Sin embargo, debido a que en aquel tiempo él tenía una clara visión y había recibido mucha luz, cuando escuchó mis palabras, él sabía que yo aún seguía apegado a los rituales religiosos. Así que, fue muy sabio y, en lugar de reprenderme, dijo únicamente en un tono apacible que el Nuevo Testamento no nos dice claramente cómo debemos reunirnos. Su intención era liberarme de los rituales religiosos.

  Si verdaderamente conocemos y experimentamos al Hijo de Dios y verdaderamente llegamos a ser Su Cuerpo, Su plenitud, no nos interesarán las diferentes formas de reunión. Es por ello que desde el comienzo no prestamos atención en lo más mínimo a normas, especialmente desde que empezamos a llevar el testimonio en los Estados Unidos. En 1960 antes de ir a los Estados Unidos, yo compartí muchos mensajes en Taipéi, con la esperanza de que todos ustedes pudieran ser rescatados de los rituales. Les compartí por aproximadamente un año, pero parecía que cuanto más les hablaba, más muertos estaban; cuanto más les hablaba, menos se movían. Por esta razón, cuando el Señor me llevó a los Estados Unidos, debido a las lecciones que aprendí en el Lejano Oriente, desde el comienzo no establecí ninguna forma entre ellos. Ésta ha sido una gran liberación del Señor. Espero que hoy en día nuestra práctica de invocar el nombre del Señor, orar-leer, orar-cantar, y demás prácticas, no se conviertan en formas. Incluso es posible que la reunión que tendremos mañana sea muy silenciosa, pero al mismo tiempo llena del Espíritu y de vida. Así que no debemos tener rituales.

  Lo más importante que deseo comunicarles es lo siguiente: ustedes deben entender Efesios 4:13, que dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”. Este versículo no nos habla de la unidad de ninguna doctrina, sino de la unidad de la fe. Ya sea que gritemos o susurremos, ya sea que seamos ruidosos o silenciosos, estas cosas no tienen importancia porque no son asuntos relacionados con la fe. Nuestra fe es el Señor Jesús mismo, incluyendo Su Persona y Su obra. Mientras continuemos creciendo en Cristo hasta el día que lleguemos a ser plenamente maduros, debemos desechar todas estas diferencias, que son como juguetes. Sólo debemos prestar atención a nuestra fe, que es la Persona y obra de Cristo.

  Les comparto estas cosas para que ninguno se moleste a causa de algunas prácticas. Debemos ver muy claramente que la iglesia es el Cuerpo de Cristo, y que este Cuerpo es la plenitud de Cristo, y que esta plenitud debe crecer de forma gradual. A medida que contactemos más a Cristo, más le recibamos, y más le disfrutemos y experimentemos, Él se forjará más en todo nuestro ser como nuestro elemento constitutivo y se manifestará por medio de todo nuestro ser. Ésta es la verdadera iglesia, la iglesia en la práctica. La plenitud de Cristo es Su Cuerpo; por lo tanto, podemos afirmar que ella es sencillamente Cristo. El Señor en Sí mismo es la Cabeza, y el Señor en todos nosotros es este único Cuerpo.

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