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Mensajes del libro «Terreno genuino de la unidad, El»
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CAPÍTULO SIETE

LA BENDICIÓN DE LA VIDA, LA CUAL DISFRUTAMOS BAJO EL ÓLEO QUE NOS UNGE Y EL ROCÍO QUE NOS RIEGA EN EL TERRENO DE LA UNIDAD

(2)

  Lectura bíblica: Sal. 133:1-3; Jn. 1:14, 16-17; Hch. 4:33; 11:23; 13:43; 14:26; Ro. 5:2, 17, 20-21; 1 Co. 15:10; 2 Co. 1:12; 9:8, 14; 12:9; 13:14; Ef. 2:7; 1 Ti. 1:14; 1 P. 3:7; 4:10; 5:10a; Gá. 6:18; Ap. 22:21

  Según el Nuevo Testamento, la unidad de los creyentes o de la iglesia es misteriosa, puesto que se relaciona estrechamente con el Dios Triuno procesado. Juan 17:21-23 indica que los creyentes deben ser uno en el Dios Triuno al igual que el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre. Al estar en el Dios Triuno los creyentes son uno. Además, Juan 17:22 nos dice que la gloria que el Padre le dio al Hijo, el Hijo se lo ha dado a los creyentes para que ellos sean uno así como el Padre y el Hijo son uno. Luego, el versículo 23 nos habla de ser perfeccionados en unidad. Cuando creímos, entramos en esta unidad misteriosa. Ahora debemos avanzar a fin de ser perfeccionados gradualmente en esta misma unidad.

EL DIOS TRIUNO SE MEZCLA CON EL CUERPO DE CRISTO

  Pablo, en Efesios 4:4-6, enumera siete aspectos de la unidad, a saber: un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo y un Dios y Padre. Estos versículos también hablan de la mezcla misteriosa del Dios Triuno con el Cuerpo de Cristo. Esta mezcla constituye la unidad de los creyentes. El Espíritu que se menciona en el versículo 4, es sin duda el Espíritu compuesto y todo-inclusivo que mora en el Cuerpo y le da vida al Cuerpo. Según 1 Corintios 12:13, el Cuerpo llegó a existir por medio del bautismo efectuado por este Espíritu todo-inclusivo. Después que hemos sido bautizados en un solo Espíritu, debemos seguir adelante y beber de este Espíritu. Esto indica que la existencia del Cuerpo depende del Espíritu vivificante y todo-inclusivo y que, además, el Cuerpo continúa existiendo a medida que bebemos de este Espíritu. Por ejemplo, todo lo que bebemos se mezcla con nuestro ser interior, con nuestra sangre y con cada fibra de nuestros tejidos orgánicos. Lo mismo sucede con el Espíritu vivificante.

  En Efesios 4:5 Pablo agrupa un Señor con una fe y un bautismo. Entramos en el Señor por medio de la fe y el bautismo. Tener fe en el Señor significa creer en Él. Por supuesto, ser bautizados en Él equivale a ser puestos en Él. Cuando creímos en Él y fuimos bautizados en Él, llegamos a ser uno con Él; es decir, somos mezclados con Él.

  En el versículo 6 Pablo dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Este Dios y Padre está sobre todos de manera objetiva; está por todos de manera parcialmente objetiva y parcialmente subjetiva, y está en todos de manera subjetiva. Por tanto, el Espíritu se ha mezclado con el Cuerpo, el Cuerpo está en el Señor, y el Padre está sobre todos, por todos y en todos. Éste es un cuadro de la mezcla del Dios Triuno con el Cuerpo de Cristo. En esta unidad tenemos una esperanza, la esperanza de nuestra glorificación venidera.

  Esta unidad es completamente diferente de la unidad que existe en la cristiandad actual, la cual es simplemente una unidad que se basa en la adición. Dicha unidad de adición puede también llevar a una sustracción. Pero la unidad que se revela en la Biblia es la mezcla del Dios Triuno procesado con Su pueblo elegido. Por tanto, la unidad descrita en las Escrituras es una mezcla de personas, la mezcla de la Persona Divina, el Dios Triuno, con las personas humanas que creen en Cristo. El Dios Triuno que se ha mezclado con nosotros ha pasado por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Esa unidad genuina, que hace referencia a una mezcla tan maravillosa, es la clara revelación dada en Juan 17 y Efesios 4.

UN TIPO DE LA UNIDAD GENUINA

  Le agradecemos al Señor que el Antiguo Testamento usa tipologías para casi todos los asuntos espirituales contenidos en el Nuevo Testamento. Uno de los tipos de la unidad genuina se encuentra en Deuteronomio 12. En este capítulo la buena tierra tipifica al Cristo todo-inclusivo, mientras que los montes altos, los collados y los árboles frondosos tipifican los diversos centros de adoración; las ofrendas tipifican diferentes aspectos de las riquezas de Cristo. Ciertamente, Deuteronomio 12 es un relato de las ordenanzas prescritas a los hijos de Israel cuando entraron en la buena tierra. Sin embargo, los detalles de estas ordenanzas también son tipos, y no solamente instrucciones, dadas al pueblo de Dios de aquel entonces, que debían ser tomadas de forma literal. Podemos usar el cordero pascual como un ejemplo de algo cuyo significado puede interpretarse tanto de forma literal como también de forma tiplógica. El cordero era inmolado durante la Pascua, y tipifica a Cristo como nuestro Redentor. Según el mismo principio, el maná que comieron los hijos de Israel en el desierto tipifica a Cristo como nuestro alimento celestial. Este mismo principio también se aplica a la buena tierra en Deuteronomio 12. Así pues, la buena tierra no era solamente una esfera física que poseían los hijos de Israel, también era un tipo del Cristo todo-inclusivo. En este capítulo también vemos que al pueblo escogido por Dios se le exigía acudir al único lugar escogido por Dios. Este lugar fue escogido a fin de preservar la unidad de los hijos de Israel. Éste no era solamente un lugar real en la tierra de Canaán, sino también un tipo de la unidad genuina que existe entre los creyentes en Cristo hoy en día.

EL CRISTO CORPORATIVO

  En el salmo 133 la unidad del pueblo de Dios se asemeja al buen óleo y al rocío que riega. El buen óleo derramado sobre la cabeza de Aarón, se extendía sobre la barba y finalmente bajaba hasta el borde de sus vestiduras. Este cuadro de la unidad se relaciona con una persona: Aarón, un tipo de Cristo en Su ministerio sacerdotal. Cristo, como el Sumo Sacerdote, sirvió a Dios, cumplió el propósito de Dios y satisfizo el deseo del corazón de Dios. Sin embargo, en el salmo 133 Aarón no sólo tipifica a Cristo, sino además a Cristo con Su Cuerpo. Esto significa que Aarón aquí tipifica al Cristo corporativo, a la Cabeza y el Cuerpo. La iglesia, en un sentido muy real, es el Cristo corporativo. La iglesia es, por tanto, una magnífica persona universal que incluye varios aspectos tales como el Cuerpo, la Novia, el nuevo hombre y el guerrero. Todos estos aspectos de la iglesia aluden a la persona.

LAS MUCHAS IGLESIAS LOCALES

  En el salmo 133 la unidad del pueblo de Dios también se asemeja al rocío del Hermón, que desciende sobre los montes de Sión. Estos montes tipifican a las iglesias locales. Cada iglesia local es un monte de Sión. Existe un solo Sión, pero los muchos montes representan a las muchas iglesias locales. Como persona, la iglesia es una sola. Como lugar, la iglesia es, por un lado, el único Sión; pero por otro, es los muchos montes de Sión. Aunque en este universo hay una sola iglesia, existen muchas iglesias locales. Cada iglesia local es una cumbre de los muchos montes de Sión. Por tanto, la persona es universal, mientras que los montes son locales. Nuestra unidad es como el buen óleo derramado sobre Aarón y como el rocío que desciende sobre los montes de Sión. La morada de Dios, el templo, estaba ubicada en Sión. Por un lado, la iglesia es una persona; por otro, es un lugar. El óleo era derramado sobre la persona, y el rocío descendía sobre el lugar.

LA MÁXIMA CONSUMACIÓN DEL DIOS TRIUNO PROCESADO

  El buen óleo mencionado en el salmo 133 es el ungüento descrito en Éxodo 30. Este ungüento es un cuadro del Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo, que contiene los elementos de la divinidad, la humanidad, el vivir humano, la eficacia de la muerte de Cristo y del poder de la resurrección de Cristo. Este Espíritu todo-inclusivo es la expresión del Dios procesado. Tengo la carga, de parte del Señor, de hablarles de este asunto una y otra vez hasta que cause una profunda impresión en todos nosotros.

  En el primer capítulo del Evangelio de Juan, se nos dice que el Verbo, que estaba en el principio con Dios y el cual era Dios, se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros lleno de gracia y de realidad (1:1, 14). Este Verbo, Cristo, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Luego, experimentó la crucifixión, y en la resurrección fue hecho el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante es la consumación máxima del Dios procesado. En Juan 14 al 16 vemos que el Señor Jesús era uno con el Padre; verle a Él, era ver al Padre (14:9). En 14:10 el Señor Jesús dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras”. Mientras el Señor hablaba, el Padre hacía las obras. Además, en este capítulo, el Señor les dijo a los discípulos que el Espíritu de realidad era Él mismo hecho realidad. Esto significa que cuando el Espíritu moraba en los discípulos, el Señor mismo moraba en ellos. Por tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu son el único Dios Triuno.

  Después que el Dios Triuno cumple los diversos pasos de Su proceso, Él llega a ser el Espíritu todo-inclusivo. Juan 7:39 dice: “Aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. El Espíritu prometido en los capítulos del 14 al 16 es el Espíritu mencionado en 7:39. Al recibir el Espíritu como la máxima consumación del Dios Triuno procesado, somos uno con el Dios Triuno. Por esta razón, después de hablar del Espíritu en el capítulo 14, el Señor prosigue a decirnos en el capítulo 15 que si permanecemos en Él, Él permanecerá en nosotros. Según 14:23, si amamos al Señor, el Padre y el Hijo vendrán a nosotros y harán morada con nosotros. Esta morada es una morada mutua, donde el Dios Triuno mora en los creyentes y los creyentes moran en el Dios Triuno. Tal permanencia mutua no es otra cosa que una mezcla.

  Después de las palabras del Señor Jesús que aparecen en los capítulos del 14 al 16, en el capítulo 17 Él ofrece una oración al Padre. El lenguaje usado en esta oración es totalmente divino. En esta oración el Señor hace referencia a la mezcla maravillosa y misteriosa del Dios Triuno procesado con los creyentes. Una vez más señalamos que esta mezcla es la unidad.

EL ELEMENTO DE NUESTRA UNIDAD

  Esta unidad se hace real y práctica por medio de la unción que está sobre Cristo, la Cabeza, y que se extiende sobre el Cuerpo. Mientras permanezcamos en el Cuerpo, participaremos del ungüento. En este ungüento somos uno. Por tanto, la unción del Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo es el elemento de nuestra unidad. Esto significa que para los miembros de la iglesia ser uno equivale a estar bajo la unción del Espíritu. Si no recibimos continuamente esta unción, no podemos ser uno con nadie, ni siquiera con nosotros mismos.

  La unidad no depende de nuestra capacidad natural para llevarnos bien con otros. Incluso algunos creyentes podrían sentirse orgullosos de tener un temperamento que les permite fácilmente ser uno con otras personas. Sin embargo, este tipo de unidad no es la unidad preciosa que se revela en la Biblia. De hecho, ésa es una unidad muy desagradable e indecorosa. Una persona que se jacta de esta clase de unidad de hecho no puede ser uno con otros por un periodo largo de tiempo; al contrario, es posible que finalmente cause muchos problemas. La unidad genuina consiste en la unción del Espíritu compuesto y todo-inclusivo como la máxima consumación del Dios Triuno. Únicamente bajo dicha unción tenemos una unidad genuina e inmutable. Miles de nosotros podríamos testificar en cuanto a la unidad que disfrutamos bajo la unción del Espíritu compuesto. La fuente de nuestra unidad es la mezcla misteriosa del Dios Triuno procesado con los creyentes. Como indicamos en el capítulo anterior, cuanto más seamos pintados con el ungüento compuesto, más seremos uno. ¡Alabado sea el Señor porque el Espíritu todo-inclusivo nos “pinta” continuamente!

MORAR EN UNA DE LAS “CUMBRES”

  El hecho de que la iglesia sea una persona es un asunto práctico, pero más práctico aún es el hecho de que sea un lugar. Con respecto a que la iglesia es una persona universal, es posible que no tengamos ningún problema. Sin embargo, con respecto a que la iglesia sea los montes de Sión, es posible que tengamos problemas, pues quizás no nos sintamos contentos con la iglesia en nuestra localidad y deseemos mudarnos a otro lugar. Pero si nos mudamos a otra ciudad, en poco tiempo nos encontraremos con el mismo tipo de problemas. La razón es que seguimos siendo los mismos y nosotros somos la causa del problema. Algunos me han asegurado que nunca dejarán la vida de iglesia. No obstante, puesto que no se sienten contentos donde están, quieren elegir otro “monte”. Puedo testificar que para mí todos los “montes” son iguales. No importa dónde esté, siempre alabo al Señor y experimento Su obra de transformación.

  Estas personas que se mudan de un lugar a otro quizás amen a la iglesia universal; pero tienen problemas con la iglesia local. Pueden declarar que han visto el Cuerpo de Cristo y que aman el recobro del Señor. Sin embargo, no importa cuál sea la localidad donde residan, siempre tienen problemas con esa “cumbre” de Sión. Ellos tal vez se imaginan que la iglesia en ciertos lugares es excepcional; pero tan pronto se mudan allí, se decepcionan, pues no la encuentran mejor que el “monte” del cual se acababan de mudar. No hay necesidad de que nos mudemos de “monte” a “monte”. Debemos morar simplemente en una de las cumbres de Sión y disfrutar allí del rocío que desciende del Hermón.

EL ROCÍO: LA GRACIA DE LA VIDA

  En la tipología, Hermón representa los cielos, el lugar más alto del universo, y el rocío significa la gracia de la vida (1 P. 3:7). Sin el Nuevo Testamento, nos sería difícil que nos demos cuenta de que el rocío representa la gracia. Cada una de las epístolas escritas por Pablo comienzan hablándonos de la gracia y concluyen con alguna mención de la gracia. Cuando era un cristiano joven y estaba en las denominaciones, allí me dijeron que la gracia era un favor inmerecido. Según este entendimiento de la gracia, recibir gracia consiste en recibir algo que no merecemos. Muchos cristianos consideran que todas las bendiciones materiales que reciben del Señor son un “favor inmerecido”. Por ejemplo, al final del año, algunos enumeran todas las bendiciones que Dios les ha dado ese año: un buen trabajo, una casa más grande, un automóvil de último modelo. Sin embargo, según las palabras de Pablo en Filipenses 3:8, todas las cosas aparte de Cristo son “basura”. Él consideraba que las cosas tales como un trabajo, una casa y un automóvil, en comparación con Cristo, eran sólo “basura”. La gracia de la que se habla en las Escrituras no se refiere simplemente a bendiciones materiales. Muchos versículos en el Nuevo Testamento indican claramente que la gracia es el Dios procesado como suministro de vida dado a nosotros para que lo disfrutemos.

  Hablando con propiedad, la gracia es un término del Nuevo Testamento. Cuando se usa en el Antiguo Testamento, significa favor. Según Juan 1:17, la gracia vino por medio de Jesucristo. Cuando el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros, la gracia también vino. Esto significa que la gracia vino con el Dios encarnado. Antes de la encarnación de Cristo, la gracia no había venido. La gracia vino por medio de la encarnación.

  Muchos versículos del libro de Hechos nos hablan de la gracia. Hechos 4:33 dice: “Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos”. Este versículo indica que el gran poder en la resurrección era la gracia abundante. Cristo en resurrección es la gracia. Esta gracia no es una buena casa, un trabajo o un automóvil; más bien, la gracia es el Dios mismo quien los creyentes experimentan, reciben, disfrutan y obtienen. Hechos 11:23 nos dice que en Antioquía Bernabé vio la gracia de Dios. Por supuesto, él no vio bendiciones materiales. Él vio que los creyentes en Antioquía experimentaban a Dios en Cristo como suministro de vida para su disfrute.

  En 1 Corintios 15:10 Pablo dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Podemos comparar este versículo con Gálatas 2:20, donde Pablo dice: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. No era Pablo quien trabajaba más que los otros apóstoles, sino que era la gracia de Dios que estaba con él. Esta gracia por la cual Pablo trabajaba más que los otros, era sin duda Cristo mismo como el poder de vida y el suministro de vida que Pablo tenía para su experiencia.

  En Romanos 5:2 Pablo nos dice que por medio de Cristo “hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes”. Pablo habla aquí de estar firmes, y esto ciertamente no es algo como una casa o un trabajo; más bien, es el Dios Triuno que pasó por un proceso para llegar a ser el Espíritu todo-inclusivo, quien es Su máxima consumación. Es por medio de Cristo que podemos estar firmes en este Espíritu todo-inclusivo.

  En Romanos 5:17 Pablo además dice: “Mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia”. Si tenemos la abundancia de la gracia, podemos reinar en vida. Este versículo implica que la gracia es vida y que la vida es gracia. En 1 Pedro 3:7 Pedro habla de la gracia de la vida, la cual es la herencia tanto del esposo como de la esposa. En Romanos 5:21 Pablo dice que la gracia reina para vida eterna. Todos estos versículos indican que la gracia no es nada menos que Cristo como el poder de vida y suministro de vida dado a nosotros para que lo experimentemos y disfrutemos.

  Si vemos esto claramente, tendremos un mayor aprecio del rocío, el cual tipifica a Cristo en el salmo 133. A medida que disfrutamos del rocío, de la gracia, participamos de la unidad genuina. Sin embargo, si no permanecemos bajo el rocío que nos riega, nos refresca y nos satura, no podemos ser uno con otros creyentes. Es en los montes de Sión en donde experimentamos este rocío. Si hemos de disfrutar el rocío que tipifica la gracia todo-inclusiva, debemos estar sobre una de las “cumbres”, o sea, las cimas de Sión.

EXPERIMENTAR LA GRACIA

  Aunque muchos de nosotros hemos experimentado la gracia, aún no conocemos lo que es la gracia. ¡Qué lástima! Es posible que conozcamos solamente de una manera doctrinal que Cristo es el suministro de vida que nos es dado para nuestro disfrute, pero tenemos que conocer la gracia en nuestra experiencia.

  Supongamos que un hermano tiene un problema con su esposa. Si él consulta con un pastor en el cristianismo, es posible que el pastor le exhorte con lo que Pablo dice acerca de los maridos y las esposas en Efesios 5. Después, prosigue a darle algunos consejos al hermano y amonestarle con respecto a su esposa. Tal enseñanza, sin embargo, carece por completo de la gracia. Lo que este hermano necesita es que alguien le ministre vida y ore con él. De este modo, la gracia le será suministrada y podrá hacerle frente al problema que tiene con su esposa.

  Todos los hermanos y hermanas casados deben aprender a ir al Señor y orar: “Señor, te necesito. No puedo soportar más esta situación”. Simplemente al abrirnos al Señor de esta manera, la gracia se imparte en nosotros. Teniendo tal suministración de gracia, podemos seguir adelante.

  Un hermano testificó recientemente de cómo la situación que había entre él y su esposa había llegado a un impasse. Él rara vez le hablaba a ella, y ella rara vez le hablaba a él. Un día este hermano le pidió a su esposa que orara con él. Después que hubieron orado, todo cambió. Éste es un testimonio de la gracia del Señor.

  Los hermanos que viven juntos quizás tengan roces y consideren que vivir en una casa de hermanos es insoportable. Cuando los hermanos se sienten así, deben ir al Señor, contactarle y decirle que ya no pueden soportar más la situación en la que viven. En tanto oren de esta manera, el suministro de la gracia vendrá a ellos.

  Una situación que ocurrió en la iglesia en Chifú hace más de cuarenta años es un ejemplo de que la gracia del Señor es todo-suficiente. Dos hermanos tuvieron una disputa muy seria con respecto a las finanzas. Un hermano reclamaba que el otro le debía cierta cantidad de dinero, y el otro hermano negaba lo que afirmaba el primero. Finalmente, trajeron el problema a los ancianos de la iglesia, quienes se esforzaron en rectificar la situación. Sin embargo, no encontraron ninguna solución; al contrario, estos hermanos incluso discutieron en la presencia de los ancianos. Finalmente, les dije a ambos hermanos que el que recibiera la gracia del Señor estaría dispuesto a olvidarse completamente de la deuda. Les dije que el “tribunal” en la iglesia es totalmente diferente de los tribunales del mundo. La diferencia radica en que al “tribunal” de la iglesia no le importa quién tiene la razón; solamente suministra la gracia necesaria para satisfacer la necesidad. Les dije que si ellos recibieran la gracia del Señor, le alabarían y estarían dispuestos a considerar el asunto resuelto. Los dos hermanos y los ancianos se sorprendieron. Entonces sugerí que todos oráramos juntos. Después de un tiempo de oración, los dos hermanos comenzaron a llorar y a alabar al Señor. Finalmente, estuvieron dispuestos a olvidarse de todo, y ya no hubo ningún problema. Aún más, todos festejamos la gracia del Señor.

DISFRUTAR DE LA GRACIA EN LA VIDA DE IGLESIA

  Diariamente en las iglesias locales estamos bajo el rocío, bajo la gracia. Ya sea que estemos casados o solteros, seamos viejos o jóvenes, todos estamos bajo el rocío que desciende sobre los montes de Sión. ¡Oh, cuánto disfrutamos de la gracia del Señor, la cual es suficiente, rebosante, multiforme y abundante! Esta gracia es el Señor Jesucristo mismo como nuestro suministro de vida. Si deseamos disfrutar de esta gracia en plenitud, tenemos que estar en la vida de iglesia. Según el salmo 133, la gracia no desciende sobre los hogares de los creyentes de forma individual, sino que desciende sobre los montes de Sión, que tipifican las iglesias locales. Así que, si hemos de disfrutar del rocío que desciende desde el monte Hermón, tenemos que estar sobre una de las cumbres de Sión. Si aquellos dos hermanos en Chifú se hubieran apartado de la vida de iglesia, hubieran quedado separados de la gracia del Señor. En lugar de resolver sus problemas por medio de la gracia del Señor en la iglesia, probablemente habrían intentado resolverlo en un tribunal legislativo del mundo. Al carecer de la gracia del Señor, habrían continuado discutiendo el uno con el otro según lo que es correcto o incorrecto. Pero como permanecieron en la vida de iglesia, el rocío celestial descendió sobre ellos, y disfrutaron de una solución maravillosa a su problema. En la vida de iglesia el rocío desciende sobre nosotros ricamente. Estamos contentos porque recibimos el suministro abundante de la gracia todo-suficiente.

  El aceite que unge y el rocío que riega se encuentran en la iglesia. Aquí experimentamos la unción, la “pintura”, del Dios Triuno procesado. Al mismo tiempo, disfrutamos al Dios procesado como gracia, como el suministro de vida que nos es dado para nuestro disfrute. Por medio de la gracia que recibimos, podemos llevar una vida que para las personas del mundo les es imposible vivir. Los hermanos pueden amar a sus esposas al máximo, y las hermanas pueden someterse a sus maridos plenamente. Tal vivir es posible sólo por la gracia que recibimos en los montes de Sión.

  Nunca debemos subestimar la importancia de la iglesia como una persona corporativa que recibe el ungüento y como el lugar donde desciende el rocío. Si nos apartamos de la iglesia en alguno de estos dos aspectos, no podremos participar más de la unción ni podremos disfrutar más del rocío. Otros cristianos quizás nos critiquen por llevar tal testimonio en cuanto a la vida de iglesia. Tal vez nos acusen de ser estrechos y respalden su acusación con palabras acerca de que Dios es omnipresente. Estos creyentes podrán decir que mientras oren y lean la Biblia, pueden experimentar al Señor plenamente fuera de la vida de iglesia. Sin embargo, muchos de nosotros podemos testificar del gran cambio que significó para nosotros venir a la iglesia. Sí, podemos orar y leer la Palabra a solas en casa, y al hacerlo, recibimos cierta medida de gracia. Esta medida de gracia, sin embargo, no es tan dulce, rica, poderosa, inspiradora ni suficiente como la gracia que recibimos en la iglesia. Puedo testificar que, no importa si las reuniones de la iglesia son elevadas o bajas, ricas o pobres; siempre que asisto a las reuniones experimento el ungüento y el rocío. Y cuanto más asisto a las reuniones, más soy guardado en la gracia del Señor. En cambio, aquellos que se apartan de la vida de iglesia, quedan separados del rico suministro de la gracia. Y de no ser por la misericordia del Señor, es posible que después de un tiempo, ellos regresen completamente al mundo.

  Asistamos a las reuniones de la iglesia, incluso durante el tiempo en que las reuniones no parecen ser muy ricas. Simplemente por el hecho de asistir a las reuniones seremos guardados, porque el rocío todavía desciende sobre los montes de Sión. Así que, simplemente por el hecho de estar en las reuniones, estaremos bajo el rocío que nos riega. Nuestra experiencia ha confirmado esto una y otra vez.

EXPERIMENTAMOS LA UNIDAD VERDADERA Y LA PRESERVAMOS

  La unidad de la cual venimos hablando es el buen óleo que ha sido derramado sobre Cristo, la Cabeza, y también es el rocío refrescante que desciende sobre los montes de Sión. Si permanecemos en esta unidad o la descuidamos hace una gran diferencia. Hoy en día los cristianos se sienten libres de ir y venir donde les place, porque no han visto la unidad genuina. Por ello carecen del elemento que la unidad proporciona, el cual nos preserva y guarda. El Señor en Su recobro nos ha mostrado que la verdadera unidad es la mezcla del Dios Triuno procesado con Su pueblo escogido. Por una parte, el Dios procesado es el Espíritu compuesto y todo-inclusivo, que nos unge y nos “pinta” día tras día. Por otra, el Dios procesado es el suministro de vida que nos es dado para nuestro disfrute. Al permanecer bajo el óleo de la unción y bajo el rocío que riega, experimentamos la verdadera unidad. Siempre y cuando permanezcamos en la experiencia del ungüento y del rocío, nos será imposible dividirnos; más bien, seremos guardados en unidad. Éste es el significado de las palabras de Pablo en Efesios 4:3, las cuales nos instan a ser diligentes en guardar la unidad del Espíritu. De hecho, esta unidad es simplemente el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Al permanecer bajo el aceite que nos unge y el rocío que nos riega, guardaremos la unidad y la preservaremos.

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