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Mensajes del libro «Todos pueden hablar la palabra de Dios»
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CAPÍTULO TRES

HABLAR SOBRE LAS DIEZ CATEGORÍAS PRINCIPALES DE LA PALABRA DE DIOS

(1)

  Lectura bíblica: Hch. 20:32; Ef. 1:13; Hch. 8:4; 1 Jn. 1:1; Fil. 2:16; 1 Ti. 6:3; 2 Ti. 1:13; Ef. 4:29; He. 6:5; 5:13; 1 Co. 12:8

BOSQUEJO

  1. ¿Qué aspectos de la palabra de Dios debemos hablar?
    1. La palabra de gracia—Hch. 20:32.
    2. La palabra de la verdad—Ef. 1:13.
    3. La palabra del evangelio—Hch. 8:4.
    4. La palabra de vida—1 Jn. 1:1; Fil. 2:16.
    5. Las sanas palabras—1 Ti. 6:3; 2 Ti. 1:13.
    6. La palabra que edifica—Ef. 4:29.
    7. La buena palabra—He. 6:5.
    8. La palabra de justicia—He. 5:13.
    9. La palabra de conocimiento—1 Co. 12:8.
    10. La palabra de sabiduría—1 Co. 12:8.

SER LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO Y HABLAR LA PALABRA DE DIOS

  En el mensaje anterior les hice notar primeramente que para hablar por Dios, la oración es indispensable. En segundo lugar, les dije que hablar por Dios también requiere que seamos llenos del Espíritu Santo, esto es, que experimentemos el derramamiento del Espíritu Santo. Ya hemos dicho que el derramamiento del Espíritu Santo, o el hecho de ser llenos del Espíritu Santo, es algo que el Señor logró. Éste es el último de los siete grandes logros del Señor. Hemos creído en el Señor, y todos tenemos fe; por consiguiente, debemos ahora disfrutar de estos siete grandes logros del Señor.

  He estado hablando por el Señor durante más de cincuenta y tres años. No podría decir que todas las veces que hablo por el Señor estoy lleno del Espíritu Santo o que experimento el derramamiento del Espíritu Santo, pero sí puedo decirles que muchas veces tenía la certeza de que estaba lleno del Espíritu Santo; esto era innegable. No le damos mucha importancia a los milagros externos; sin embargo, en el pasado, mientras hablaba por el Señor, llegaron a ocurrir milagros y maravillas. No obstante, no nos gusta hacer hincapié en estas cosas.

  Todos debemos comprender que el Señor en quien creemos es el Señor que logró estos siete asuntos cruciales: Él siendo Dios, fue encarnado; experimentó el vivir humano; Su muerte todo-inclusiva resolvió todos nuestros problemas; Él resucitó e hizo que todos nosotros resucitáramos juntamente con Él a fin de ser regenerados; luego Él fue hecho el Espíritu vivificante y se infundió en nosotros mediante Su soplo; después ascendió a lo alto y fue hecho Señor y Cristo; y, finalmente, como el Espíritu que fue derramado, quien es también el Espíritu de poder, el Espíritu en el aspecto económico, Él se derramó sobre nosotros, la iglesia.

  Hoy en día Aquel en quien creemos es tal Señor. Disfrutemos de todo lo que Él ha logrado. Cuando usted se ejercita para hablar la palabra de Dios a otros, debe creer que tiene al Espíritu en su interior y que también tiene al Espíritu sobre usted. Usted tiene al Espíritu de vida, al Espíritu en el aspecto esencial, dentro de su ser, y también al Espíritu de poder, al Espíritu en el aspecto económico, sobre usted.

HABLAR LAS DIEZ CATEGORÍAS PRINCIPALES DE LA PALABRA DE DIOS

  ¡Alabado sea el Señor! Es nuestra oración que el Espíritu de poder esté sobre nosotros, y creemos que es así. También hablamos la palabra de Dios a otros en todo momento y en todo lugar. Ahora bien, ¿qué clase de palabras debemos hablar? La palabra de Dios tiene diez categorías principales: la palabra de gracia, la palabra de la verdad, la palabra del evangelio, la palabra de vida, las sanas palabras, la palabra que edifica, la buena palabra, la palabra de justicia, la palabra de conocimiento y la palabra de sabiduría. En primer lugar, la palabra de gracia y la palabra de la verdad conforman un par. En segundo lugar, la palabra del evangelio y la palabra de vida conforman otro par. En tercer lugar, las sanas palabras y la palabra que edifica constituye otro par. La buena palabra y la palabra de justicia forman el cuarto par, y la palabra de conocimiento y la palabra de sabiduría constituyen el último par. Todas éstas en conjunto constituyen las diez categorías de la palabra de Dios.

  Hablar la palabra de Dios a las personas equivale a compartirles estas diez categorías principales de palabra. Eso no significa que además de éstas categorías de la palabra de Dios no existan otras; más bien, significa que en general éstas son las categorías que la gente necesita oír más hoy en día. Tanto los creyentes como los incrédulos necesitan la gracia de Dios y la verdad de Dios; asimismo necesitan el evangelio y la vida. Ellos necesitan oír las sanas palabras y la palabra que edifica; más aún, necesitan la buena palabra y la palabra de justicia, la palabra de conocimiento y la palabra de sabiduría.

La palabra de gracia y la palabra de la verdad

  Permítanme darles una explicación sencilla. El Señor Jesús es el Verbo de Dios. Juan 1:1 y 14 dicen: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios [...] Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros [...] lleno de gracia y de realidad”. Lean las notas de pie de página 146 y 171 de Juan 1:14 y 17 en la Versión Recobro. Estas notas explican claramente que la gracia es Dios mismo que viene para que nosotros le disfrutemos. El Señor Jesús es Dios. Cuando se hizo carne, Él trajo a Dios al hombre, y este Dios a quien trajo es la gracia. Cuando nosotros disfrutamos a Dios, Él es gracia. Al mismo tiempo, cuando nosotros percibimos la realidad de este Dios, Él es realidad, que es el significado apropiado de la palabra verdad. En griego, la palabra de la verdad significa realidad. De manera que, Dios es gracia y Dios es realidad. Cuando nosotros disfrutamos a Dios, Él es gracia, y cuando Dios es entendido por nosotros, Él es realidad.

La palabra del evangelio y la palabra de vida

  La tercera categoría es la palabra del evangelio. El evangelio es el Señor Jesús mismo. Hechos 5:42 claramente dice: “No cesaban de [...] anunciar el evangelio de Jesús, el Cristo”. La palabra griega traducida “anunciar el evangelio” es una forma del verbo euaggelízo, cuya connotación es predicar el evangelio. De ahí que esta palabra se haya traducido en Hechos 5:42 como “anunciar el evangelio”, lo cual indica que el evangelio es el propio Señor Jesucristo. Romanos 1:1, 3-4 habla del “evangelio [...] de Su Hijo [...] Jesucristo nuestro Señor”. Así pues, el evangelio es el Hijo de Dios. Por consiguiente, hablar la palabra del evangelio es proclamar al Señor Jesús. Cuanto más emitimos al Señor Jesús, más anunciamos la palabra del evangelio.

  Es una lástima que haya tan pocos cristianos que laboran en la persona del Señor Jesús. El Señor Jesús es una maravillosa persona y se llama Su nombre Admirable (Is. 9:6). Él es Dios y también hombre; Él es el Dios completo y también un hombre perfecto. ¿Por qué decimos que Él es el Dios completo? Porque Dios es triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:19). Jesús no sólo es el Hijo, sino que también es el Padre (Jn. 14:7-11; 10:30) y el Espíritu (2 Co. 3:17). Él es Dios hecho carne (Jn. 1:1, 14). Este Dios no sólo es Dios el Hijo, sino también Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu. Él es el Dios entero y completo.

  Dios se hizo carne al entrar en el vientre de María. Por consiguiente, en Su concepción estuvieron presentes el elemento divino y el elemento humano. Él obtuvo el elemento divino por medio del Espíritu Santo (Mt. 1:18, 20) y el elemento humano a través de María. La concepción requiere dos elementos; un solo elemento no puede producir una concepción. Para que la concepción ocurra deben estar presentes dos elementos. El Señor Jesús tiene estos dos elementos: uno es divino y el otro humano. Por consiguiente, Aquel que nació era un Dios-hombre. Él era verdaderamente Dios y también era verdaderamente un hombre. Ustedes deben creer y entender cabalmente estas cosas. Entonces, cuando hablen con las personas, sin duda dejarán en ellas una profunda impresión.

  Uno de los puntos principales del evangelio es la vida. Juan dijo: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida” (1 Jn. 1:1). Aquí el Verbo de vida se refiere al Señor Jesús. Cuando ustedes leen el contexto se darán cuenta de que el Verbo de vida es el propio Señor Jesús. Si no han laborado ni han leído, ¿cómo podrán hablar? Yo sólo les estoy dando el bosquejo, pero ustedes deben sacar tiempo con regularidad para excavar la palabra de la verdad. Asimismo, deben excavar la palabra del evangelio, que es la palabra en cuanto al Señor Jesús, y también la palabra de vida. Guarden todas estas palabras en ustedes, y cuando hablen a las personas, úsenlas según la situación en que ellas se encuentren.

Las sanas palabras y la palabra que edifica

  Ahora llegamos a las sanas palabras. Algunas palabras no son sanas, pero todas las sanas palabras contienen vida, y la salud pertenece a la vida. Nadie diría que una casa es saludable, porque una casa no tiene vida y, por ende, no tiene que ver con la salud. Si ustedes desean hablar palabras saludables, deben tener vida. Las sanas palabras son ciertamente palabras que contienen vida. Ustedes deben comprender que en todos los alimentos saludables que comemos se encuentra el elemento de la vida. Las cosas que comemos deben poseer una naturaleza orgánica, a fin de hacernos saludables y suministrarnos vida.

  Cuando Pablo escribió 1 Timoteo, la iglesia había entrado en un periodo peligroso. Él sabía que algunos habían salido enseñando cosas diferentes; por eso, en el capítulo 1 le dijo a Timoteo: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Éfeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes” (v. 3). El hecho de que los creyentes recibieran diferentes enseñanzas era como si ellos comieran piedras o carbón; estas cosas no son nutritivas. Pablo también dijo: “Si expones estas cosas a los hermanos, serás buen ministro de Cristo Jesús” (4:6). Para ser buenos ministros, ustedes deben primeramente comer comida nutritiva y saludable, y, en segundo lugar, deben suministrar a otros lo que han comido. A veces nos extendemos mucho cuando hablamos con las personas, e incluso les citamos versículos de la Biblia, pero todas estas cosas pueden ser simplemente cáscaras. Debemos darles a las personas alimento saludable. En ocasiones, no necesitamos hablar mucho; si simplemente les damos a las personas un “huevo” o un “vaso de leche”, eso será suficiente.

  En 1948 fui a Fuzhou para dar allí una conferencia. Después de la primera reunión me dieron un vaso de jugo de naranja de Fuzhou. Aunque me sentía muy fatigado después haber compartido la palabra, después que bebí ese vaso de jugo de naranja de Fuzhou, al instante me sentí refrescado. Le dije al hermano Nee: “El jugo de naranja de Fuzhou que usted me dio es realmente maravilloso”. Así pues, cuando ustedes vayan a hablar con las personas, deben ejercitarse para darles a beber “un vaso de jugo de naranja de Fuzhou”. No les den un “camote”; esto no será tan nutritivo. Ustedes deben aprender a experimentar las palabras de Dios; pues ellas son muy nutritivas.

  Algunos de ustedes me han escuchado predicar por treinta y seis años. He predicado en Taiwán por treinta y seis años, pero sólo hasta hace poco les hablé de las setenta semanas de Daniel 9. ¿Por qué no les hablé de esto antes? Porque en las setenta semanas no se encuentran cosas muy nutritivas. Por esta razón, aunque les hablé de esto recientemente, no estaba muy interesado en hablar de ello. Cuando era joven me reuní con la Asamblea de los Hermanos. Ellos enseñaban sobre esto a diario. Mientras estuve con ellos, experimenté muy poco crecimiento porque las cosas que “comí” no eran lo suficientemente saludables. Si yo les hablara por un año acerca de las setenta semanas, todos ustedes morirían espiritualmente porque todos estarían comiendo un alimento que no es saludable. Por lo tanto, debemos ejercitarnos para escoger en la Biblia las palabras que tengan un alto contenido nutritivo, las sanas palabras. Estas sanas palabras son las palabras del Señor Jesús (1 Ti. 6:3).

  Además, debemos hablar palabras que edifiquen a las personas. Efesios 4:29 dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación según la necesidad, a fin de dar gracia a los oyentes”. La gracia es Dios mismo. Las palabras que contienen a Dios son palabras que son buenas, y ellas edifican a las personas. A ustedes jóvenes a menudo les gusta meterse en los asuntos de otros. Esto no edifica a las personas ni tampoco les imparte a Dios. A las personas de edad les gusta aún más averiguar los asuntos de los demás. Esto es una trampa. No les estoy simplemente exponiendo la verdad, sino que también les estoy hablando de nuestra experiencia. No alcanzamos a imaginar cuántas veces hemos sido enredados por la trampa de Satanás. Cuando estamos enredados de esta manera, les hacemos daño a otros y también nos hacemos daño a nosotros mismos.

La buena palabra y palabra de justicia

  Es extremadamente difícil hablar acerca de la buena palabra y de la palabra de justicia. Tal vez tratando de adivinar, digamos que la buena palabra se refiere a las palabras hermosas o preciosas que habló el Señor Jesús; quizás éste sea el significado de la buena palabra. No obstante, aunque es bastante aproximado, no es lo suficientemente acertado. Por su parte, la palabra de justicia es la más difícil de entender de todas. El libro de Hebreos habla de estas dos categorías, la buena palabra y la palabra de justicia (6:5; 5:13). En este libro Pablo les aconsejó a los creyentes hebreos que no se detuvieran en la buena palabra, sino que prosiguieran a la palabra de justicia. Él comparó la buena palabra con la leche y la palabra de justicia con el alimento sólido.

La palabra de conocimiento y la palabra de sabiduría

  Todos ustedes son capaces de discernir la diferencia entre la palabra de conocimiento y la palabra de sabiduría. Éstas son dos categorías de palabras que se mencionan en 1 Corintios 12:8. La palabra más profunda y elevada es la palabra de sabiduría; y la palabra más superficial y más baja es la palabra de conocimiento. Las palabras escritas por Pablo en 1 Corintios 1 son más bien generales; por consiguiente, ellas son palabras de conocimiento. Ellas nos dicen de un modo general que el Señor Jesús murió por nosotros, que Él efectuó la redención a nuestro favor, y también nos hablan de la relación que Él tiene con nosotros. Éstas son las palabras generales de conocimiento espiritual.

  Sin embargo, en el capítulo 2 Pablo dijo: “Pero hablamos sabiduría [...] sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría que estaba oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (vs. 6-7). Esto es profundo. Esta sabiduría se refiere a las cosas profundas y misteriosas de Cristo, las cuales son también las cosas profundas y misteriosas de Dios (v. 10). En el capítulo 3 Pablo habla de las cosas profundas y misteriosas. En el versículo 9 él dice: “Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. Lo que crece en una labranza son vegetales. ¿Cómo pueden los vegetales llegar a ser materiales útiles para la edificación? Pablo también dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios” (v. 6). Estas palabras parecen superficiales y fáciles de entender, sin embargo, tienen un profundo significado. Éstas son palabras de sabiduría. Sin embargo, hablar acerca de la crucifixión de Jesús, acerca de versículos tales como Juan 3:16, que dice: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito”, y acerca del hecho de que todos somos pecadores, es hablar palabras de conocimiento. En cambio, cada vez que se habla de la vida, se habla de algo profundo y misterioso. En 1 Corintios, del capítulo 3 al capítulo 10, se hablan palabras de sabiduría; esto es profundo y misterioso. En 6:17 Pablo dijo que los creyentes han llegado a ser un solo espíritu con el Señor; es muy difícil hablar de esto, y definitivamente no es algo superficial ni fácil de entender. Por consiguiente, debemos laborar debidamente en palabras como éstas.

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