
Lectura bíblica: Hch. 8:1; 13:1; 1 Co. 1:2; Ap. 1:11
Necesitamos recibir la visión de la iglesia. Generalmente los creyentes se interesan por la visión de Cristo, pero descuidan la visión de la iglesia. Suelen hablar acerca de Cristo, aunque sea de una manera doctrinal, pero no hablan mucho de la iglesia, ni siquiera de una manera doctrinal.
Si leemos cuidadosamente el Nuevo Testamento, comprenderemos la importancia de la iglesia. El Nuevo Testamento revela que sin la iglesia, Cristo estaría aislado y no podría hacer nada. Especialmente el Nuevo Testamento nos revela que la iglesia es el deseo del corazón de Dios, es decir, que El anhela obtener la iglesia en esta era.
Necesitamos orar pidiendo que nos sea revelada la importancia de la iglesia. Toda la labor de predicar el evangelio, edificar a los santos y enseñar la Biblia, debe llevarse a cabo por el bien de la iglesia. Anunciar el evangelio no debe ser un fin en sí mismo, sino que debe tener como meta la edificación de la iglesia. Tampoco la edificación de los santos debe tener la finalidad simplemente de edificarlos a ellos, sino que debe efectuarse para edificar la iglesia. Asimismo, el propósito de enseñar la Biblia no es comunicar enseñanzas bíblicas, sino edificar la iglesia. De acuerdo con la intención y el propósito de Dios, todas estas obras deben tener como objetivo la iglesia. Hasta las personas que se salvan, se salvan para la iglesia. Nosotros fuimos salvos no para nuestro beneficio personal, ni simplemente para obtener la salvación, sino para que la iglesia sea edificada, pues la iglesia es el deseo del corazón de Dios.
Debemos ver claramente la importancia de la iglesia y orar al respecto. Si hacemos esto, comprenderemos que la prioridad es la iglesia, no la predicación del evangelio ni la edificación de los santos ni la enseñanza de la Biblia. La edificación de la iglesia debe ser nuestra prioridad máxima.
Necesitamos ver el aspecto práctico de la iglesia, es decir, lo práctica que es. La iglesia es eminentemente práctica. No debe ser simplemente un conocimiento intelectual, una teoría, una enseñanza ni simplemente una visión; debemos tomarla como algo sumamente práctico. Tenemos que pedir en oración que esto nos sea revelado.
El Nuevo Testamento no habla mucho de la doctrina de la iglesia, pero sí nos da una descripción completa de lo práctica que es. Algunos únicamente tienen la doctrina de la iglesia, pero el Nuevo Testamento nos presenta la práctica de ella. Así pues, en el Nuevo Testamento la iglesia se presenta no como una enseñanza, sino principalmente como una práctica. En otras palabras, en el Nuevo Testamento se nos revela la practicalidad de la iglesia, y ésta es la visión que debemos tener de ella.
Durante este último siglo y medio, muchos maestros cristianos han declarado que es imposible tener la iglesia hoy. Algunos afirman que la verdadera iglesia es invisible y que la iglesia visible de hoy no es la iglesia verdadera. Otros afirman que la iglesia verdadera existirá en el futuro, no en el presente. De acuerdo con su punto de vista, ya que la iglesia real es invisible y sólo existirá en el futuro, concluyen que es imposible tener la iglesia verdadera hoy. Lo que tenemos hoy es algo visible, y —según estos maestros cristianos— esto no puede ser la iglesia verdadera.
¿Qué clase de iglesia se nos presenta en la Biblia? ¿Acaso nos presenta la Biblia dos tipos de iglesia, una visible y otra invisible? ¿Hace la Biblia distinción entre la iglesia del futuro y la del presente?
Según las Escrituras hoy estamos en la era de la iglesia, y la siguiente era será la del reino. Si no tenemos la iglesia en esta era, entonces ¿cuándo la tendremos? Quienes opinan que la iglesia es algo para el futuro, deben darse cuenta de que la siguiente era, el milenio, será la era del reino, no la de la iglesia. Después del reino, vendrán el cielo nuevo y la tierra nueva, junto con la Nueva Jerusalén. Entonces, decir que la iglesia existirá en el futuro, está en obvia discrepancia con las Escrituras. La iglesia debe existir durante esta era, y debe de ser práctica. El libro de los Hechos habla de la iglesia que estaba en Jerusalén (8:1) y de la iglesia en Antioquía (13:1). Esto indica que la iglesia primitiva era práctica y visible. Por lo tanto, es erróneo decir que la iglesia es invisible.
La expresión práctica de la iglesia debe ser local. En otras palabras, debe haber una expresión en el lugar donde los cristianos vivan. Esto es extremadamente importante. Si hemos de tener la práctica de la iglesia y, por lo tanto, experimentarla, entonces debemos tener la expresión local de la iglesia. No hay otra manera. Esto significa que necesitamos ver el asunto de la localidad de la iglesia.
¿Hay algún versículo del Nuevo Testamento que diga que la iglesia está en el cielo? No. Tal versículo no existe. El Nuevo Testamento habla de la iglesia en Jerusalén, de la iglesia en Antioquía, de la iglesia en Corinto (1 Co. 1:2), de la iglesia en Efeso (Ap. 2:1) y de la iglesia en otras ciudades (Ro. 16:1). Todas estas iglesias pueden ser llamadas iglesias locales. Al final del Nuevo Testamento tenemos una escena donde se mencionan siete iglesias en siete ciudades (Ap. 1:4, 11; 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14). Así pues, en el Nuevo Testamento se nos muestra claramente que la expresión práctica de la iglesia debe ser local. Necesitamos tener esta visión.
Debido a que la situación actual con respecto a la iglesia es muy complicada y confusa, necesitamos orar para que el Señor nos conceda la visión apropiada de la iglesia conforme al Nuevo Testamento. Debemos hacer a un lado toda complicación y toda confusión, y prestar atención exclusivamente a lo que el Nuevo Testamento revela.
Podemos usar como ejemplo el conducir un automóvil. Si uno va por una autopista, será fácil saber hacia donde se dirige, pero si se interna en un bosque, no sabrá qué rumbo tomar, pues allí la situación se vuelve complicada. Lo mismo sucede con la iglesia. Algunos hermanos se consideran muy listos como para internarse en “el bosque” de las complicaciones. Pero llega un momento en que se desorientan, y ya no les es posible salir de la “jungla” de sus complicaciones. Debemos aprender a ser sencillos y a mantenernos alejados de toda complicación. Bástenos con leer el Nuevo Testamento, el cual habla reiteradas veces del carácter local de la iglesia. Aquellos que se rehusan a ser sencillos en cuanto a este asunto y argumentan acerca del carácter local de la iglesia, acaban perdidos en la selva. En lugar de formular tantas preguntas y ser tan complicados, necesitamos la visión del carácter local de la iglesia.
Necesitamos también una visión de la unidad de la iglesia, de su carácter singular y cualidades únicas. Cuando hablamos de la unidad de la iglesia, nos referimos a la unidad singular, la unidad genuina. Entre las iglesias presbiterianas puede existir cierta unidad; asimismo, en las iglesias metodistas. Pero estas unidades no constituyen la unidad universal y singular, sólo son la unidad de cada una de esas denominaciones, entre muchas otras “unidades”. Lo que necesitamos ver es la verdadera unidad, y no una unidad de entre muchas otras.
La unidad genuina y única de la iglesia exige la existencia de lo que llamamos la base local de la unidad de la iglesia. En tiempos antiguos, el pueblo de Israel tenía una verdadera unidad en la tierra de Canaán, con Jerusalén como su centro. En aquel entonces, el pueblo de Israel era verdaderamente uno solo. Entre ellos había una sola unidad. Pero esto cambió cuando el pueblo fue llevado cautivo a diversos países. La mayoría de ellos fue llevada a Babilonia; pero hubo algunos que fueron llevados a Asiria y Arabia. Así que, el pueblo fue esparcido y, como resultado, perdió la unidad. Supongamos que los que estaban en Babilonia dijeran: “Como pueblo de Dios, tenemos que ser uno; reunámonos para practicar la unidad”. Ellos lograrían cierta unidad, pero no sería la unidad verdadera y única, sino solamente la unidad de los que estaban en Babilonia. Supongamos que los que fueron llevados a Asiria o Arabia hicieran lo mismo. Entonces, además de la unidad de los de Babilonia, existiría la unidad de los que estaban en Asiria y la de los que estaban en Arabia. Cada grupo tendría su propia unidad, pero ninguna de éstas habría sido la única y verdadera unidad de todo el pueblo de Israel. Sin embargo, después de setenta años, algunos israelitas que permanecieron fieles al Señor y a Su Palabra, regresaron a Jerusalén; y allí comenzaron a practicar la unidad que se había perdido, y la recobraron. Ellos estaban practicando la verdadera unidad. Así pues, después de la dispersión del pueblo de Israel y del retorno de los fieles, existían muchas unidades; pero solamente la unidad que se centraba en Jerusalén era la unidad verdadera. Las demás eran unidades separadas entre sí. De hecho, esas presuntas unidades eran divisiones. Solamente la unidad de Jerusalén era la verdadera.
Podemos deducir, entonces, que existe sólo una base para la unidad. Si establecemos algo distinto a esta base única, la unidad será quebrantada. No existe otra base para tener la unidad genuina. Por consiguiente, la unidad verdadera sólo puede existir sobre esta base. No estamos hablando de la unidad de las diversas denominaciones o grupos cristianos; se trata de la unidad de la iglesia, expresada en los diferentes lugares o localidades donde los santos vivan.
Cuando decimos que la iglesia se expresa en el lugar donde los santos vivan, necesitamos definir lo que queremos decir con “lugar”. ¿Cuáles son las fronteras que delimitan dicho lugar? No nos referimos a los límites de una casa o una calle. En el Nuevo Testamento no existen iglesias de una calle ni de una avenida. Sin embargo, hoy vemos que las “iglesias” toman el nombre de una calle o una avenida. Algunos tal vez digan: “En la Biblia no hay iglesias que se reunieran por calles, pero sí hay iglesias que se reunían por casas”. Con respecto a las iglesias del hogar o iglesias en las casas, debemos ser muy cuidadosos. Es cierto que el Nuevo Testamento menciona la iglesia en la casa de ciertos santos (Ro. 16:5a; Col. 4:15-16), pero si leemos el Nuevo Testamento con detenimiento, veremos que en estos casos, la iglesia en la casa de cierto hermano tenía los mismos límites geográficos que la iglesia de la ciudad en que dicho hermano vivía. En otras palabras, el límite de la iglesia reunida en un hogar era el mismo límite de la ciudad o localidad donde la mencionada casa estaba ubicada. La iglesia que se reunía en aquella casa era la iglesia en aquella localidad o ciudad. Por lo tanto, no podemos tener la iglesia de una calle, de una avenida, de una universidad, ni la iglesia de una casa, si tal iglesia no es al mismo tiempo la iglesia de esa ciudad. De acuerdo con el Nuevo Testamento, sólo podemos tener la iglesia de la ciudad, esto es, la iglesia en la ciudad en donde estemos.
La razón por la que se hace esta delimitación es que la iglesia en la ciudad, la expresión local de la iglesia, preserva la unidad de la iglesia. En tanto tengamos la iglesia de la ciudad en Los Angeles, somos uno. Pero si en lugar de la iglesia en Los Angeles tenemos iglesias de ciertas calles y avenidas, estaremos divididos. Existirán la Iglesia de la Avenida Westmoreland y la Iglesia de la Avenida Elden. También estaríamos divididos si hubiese una iglesia en la casa de algún hermano y otra iglesia en la casa de otro hermano.
Dios, en Su sabiduría y según Su voluntad soberana, determinó que la ciudad fuera la base para guardar la unidad, mientras que si se toman las calles o los hogares como base, sólo dividirían la iglesia. Si uno va a San Francisco, debe ir a la iglesia de esa ciudad, la iglesia local, esto es, la iglesia en San Francisco. Uno no debe ir a la iglesia de cierta calle ni de cierta casa, sino a la iglesia cuyo límite es la ciudad. De la misma manera, uno no debe ir a la iglesia de cierta universidad, sino a la iglesia de esa ciudad. Asistir a una iglesia local cuya base es una casa, es participar en las divisiones, pero ir a una iglesia local cuya base es la ciudad, es participar de la unidad.
Necesitamos una visión acerca de este asunto. De lo contrario, no tendremos manera de proseguir con la iglesia, y finalmente tendremos que abandonar la práctica de la iglesia. Si no entendemos claramente en qué consiste la base de la unidad de la iglesia, no podremos practicar la vida de iglesia. Esta ha sido la situación de algunos queridos hermanos. Ellos hablaban mucho acerca de la iglesia, pero debido a que no aceptaban la verdad de la localidad como base de unidad, no pudieron seguir el camino de la iglesia y finalmente tuvieron que abandonarlo.
No debemos menospreciar la base de la unidad de la iglesia, ni pensar que es un tema trivial. Si no tenemos esta base de la unidad de la iglesia, no podremos tener la práctica apropiada de la iglesia, y finalmente nos veremos obligados a abandonar este asunto. Algunos tal vez digan que si aceptamos el límite local de la iglesia, tendremos problemas, pero en realidad, si le damos la espalda a esta verdad bíblica, tendremos aun más problemas. Si deseamos practicar la iglesia, debemos asumir una posición definida, la de la base bíblica de la unidad de la iglesia, es decir, la unidad basada en la localidad. Necesitamos volver a la posición original de la iglesia, a sus límites originales.
Necesitamos orar acerca de los cuatro asuntos que acabamos de tratar tocante a la visión de la iglesia, a saber: la iglesia como el deseo del corazón de Dios, el aspecto práctico de la iglesia, el carácter local de la iglesia y la base específica de la unidad, que es el límite geográfico de la localidad. Estos cuatro asuntos son como un mapa de acuerdo con el cual debemos avanzar. Si uno no entiende claramente estos cuatro asuntos, se extraviará en lo relacionado con la iglesia. No importa cuánto hable uno acerca de la vida de iglesia y de la vida del Cuerpo, de todas maneras se perderá.
Debemos ser cautivados por estas verdades relacionadas con la visión de la iglesia. Por la misericordia del Señor puedo testificar que desde que esta visión me cautivó, hace más de treinta años, jamás he cambiado mi posición en cuanto a este tema. Desde el primer día, mi tono al hablar de esto ha sido el mismo. Pero quienes no están dispuestos a tomar el camino de la base bíblica de la unidad práctica de la iglesia, frecuentemente cambian de parecer. Por ejemplo, hace varios años cierto grupo me dijo que ellos eran lo mismo que nosotros, una expresión local de la iglesia. Aun en sus escritos usaban el término “iglesia local”. Pero ahora ellos se oponen al límite local de la iglesia. Otro ejemplo sería el de un hermano a quien, al preguntarle si se reunían basados en el límite local de la iglesia, nos dijo: “No puedo afirmar que nuestras reuniones se realizan basadas en el límite local de la iglesia, pero estamos laborando con esa meta”. Esta persona, la cual fue puesta en evidencia de ser una persona de doble ánimo, hoy se opone abiertamente a la base local de la iglesia. Esta no es la manera en que los hijos de Dios deben conducirse. Antes bien, nuestro sí debe ser sí, y nuestro no debe ser no.
Es necesario que tengamos una visión diáfana con respecto a la iglesia, y que estemos dispuestos a ir hasta donde esta visión lo requiera, aun a costa de nuestra propia vida. Sólo así mantendremos esta misma posición toda nuestra vida, sin cambiar de actitud jamás. Si estamos dispuestos a seguir el camino correcto con respecto a la iglesia, nuestra actitud debe ser siempre la misma. Pero los que no estén dispuestos a tomar este camino, cambiarán de tono continuamente. Tal vez hablen acerca de la iglesia, pero, a la postre, la abandonarán, e inclusive se opondrán a ella.
Si deseamos construir un edificio, ciertamente debemos contar con el lote de terreno donde éste se construirá, pues dicho lote será el terreno para el edificio. Sin embargo, tal vez algunos piensen que dicho lote es muy problemático; por lo tanto, prefieren el edificio sin el terreno. Si uno dice que quiere tener el edificio, pero que no acepta el terreno, ¿cómo espera entonces construir el edificio? Si éste es el caso, ¡le será imposible tener el edificio! Esta es la actitud que algunos creyentes tienen hacia la base local de la iglesia. Quieren tener la iglesia, pero no aceptan su base, no aceptan el límite de la localidad. El resultado es que no tienen la iglesia. Aquellos que quieren el edificio sin el terreno, no pueden obtener el edificio. De igual manera, aquellos que quieren la iglesia sin el debido límite geográfico de la misma, no pueden tener la iglesia.
Debemos orar pidiendo una visión clara de los cuatro asuntos que hemos subrayado en este capítulo. Necesitamos entender que el anhelo del corazón de Dios es obtener la iglesia para Su Cristo, y entender que la iglesia es práctica, es decir, que no es una simple teoría ni una enseñanza. También debemos saber que la iglesia es local y que requiere el terreno apropiado. Les insto a que oren de manera específica por estos cuatro puntos. De no ser así, no podremos seguir adelante. Acerca de estos asuntos, no debemos ser tan complicados; necesitamos ser sencillos y pedirle al Señor que nos muestre una visión clara acerca de estos cuatro asuntos.