
Lectura bíblica: Mt. 28:19; 2 Co. 13:14; Jud. 20-21; Ap. 1:4-5; Jn. 17:22-23; Ap. 21:22-23; 22:1-5
Podemos considerar que la comunión que tendremos en este capítulo abarcará la sección de conclusión de la revelación completa respecto a la Trinidad Divina tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento.
En la conclusión del Evangelio de Mateo, el evangelio del reino, el Señor reveló que hemos sido bautizados en el nombre [la persona] del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (28:19). M. R. Vincent dijo que la preposición “en” en Mateo 28:19 indica que el bautismo nos introduce en una unión espiritual y mística con el Dios Triuno. El nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo en este versículo es la suma total del Ser divino, que equivale a Su persona. Bautizar a la gente en el nombre del Dios Triuno es introducirlos en la persona del Dios Triuno para que puedan tener una unión orgánica con esta persona divina. Nuestra unión orgánica con el Dios Triuno nos introduce en un disfrute profundo y a una experiencia rica del Dios Triuno. Fuimos bautizados en el Dios Triuno para que podamos experimentarle y disfrutarle.
Al final del Nuevo Testamento, en Apocalipsis 22, se presenta un cuadro maravilloso que revela al Dios Triuno para nuestro disfrute. Un río fluye desde el trono y un árbol crece a ambos lados del río (vs. 1-2). Este árbol es el árbol de la vida, el cual da su fruto cada mes. En Apocalipsis 2:7 el Señor Jesús dijo a quienes vencieran que Él les daría a comer del árbol de la vida. El árbol de la vida fue mencionado primero en Génesis 2; allí vemos que el deseo de Dios era que el hombre comiera del árbol de la vida, pero el hombre cayó al comer del árbol del conocimiento del bien y del mal. De este modo, el pecado entró en el hombre, y el hombre llegó a ser carne. Debido a la caída del hombre, Génesis 3 dice que Dios le cerró al hombre el acceso al árbol de la vida alejándolo por Su justicia, santidad y gloria (v. 24). Más de cuatro mil años después, Jesús vino y logró la redención para cumplir los requisitos de Dios. Luego, Él declaró en Apocalipsis 2 que si vencíamos conforme a Su voluntad, Él nos daría a comer del árbol de la vida. El camino al árbol de la vida ha sido abierto de nuevo para todos los redimidos que estén dispuestos a vencer de acuerdo a la demanda del Señor.
Al final de la Biblia, vemos que este árbol de la vida crece a ambos lados del río de agua de vida, el cual procede del trono de Dios. El árbol de la vida representa a Cristo como la corporificación del Dios Triuno a fin de ser nuestro alimento, nuestro suministro de vida. Juan 7:38 y 39 muestra claramente que el Espíritu será los ríos de agua de vida que fluyen de lo más profundo de nuestro ser. Por tanto, el río de agua de vida es un símbolo del Espíritu. Espero que podamos ver que la Trinidad revelada en la Biblia no es para debate doctrinal o para nosotros entenderla o estudiarla de una manera teológica. La Trinidad revelada en la Biblia es íntegramente para que nosotros comamos y bebamos, esto es, para nuestro disfrute. Fuimos bautizados en el Dios Triuno, el cual está destinado a ser disfrutado por nosotros como nuestro alimento y bebida, de modo que podamos vivir por Él. Por tanto, podemos afirmar que Mateo 28:19 nos revela el disfrute divino, y que nuestro disfrute divino es para alimentarnos del Dios Triuno y beber al Dios Triuno. Él es nuestro árbol de la vida y nuestro río de agua de vida.
Disfrutar plenamente de la Trinidad Divina es participar del amor de Dios, la gracia de Cristo y la comunión del Espíritu Santo. En 2 Corintios 13:14 dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Este versículo de nuevo muestra que la Trinidad Divina no es para el estudio teológico doctrinal, sino para nuestra experiencia y disfrute. El amor de Dios el Padre es la fuente, y la gracia de Cristo, Dios el Hijo, es el cauce del amor de Dios. Cuando el amor fluye, se convierte en gracia. Luego, la comunión del Espíritu Santo es la transmisión, la comunicación, de la gracia de Cristo con el amor de Dios el Padre. El amor es Dios el Padre, la gracia como el fluir de amor es Cristo el Hijo, y la comunión es la transmisión del Espíritu Santo para transmitir lo que el Hijo es como gracia y lo que el Padre es como amor. El Espíritu Santo transmite las riquezas divinas a nuestro ser, y esta transmisión es la comunión. Hoy nosotros tenemos la Trinidad Divina operando en nosotros en tal manera maravillosa.
En el capítulo anterior vimos la revelación de Dios que opera en nosotros. Este operar de Dios es muy silencioso, pero, a la vez, es muy vigoroso y eficiente. Aunque la electricidad fluye silenciosamente, ella es muy vigorosa y eficiente. La corriente de electricidad es la electricidad que opera. El amor, la gracia y la comunión al moverse en nuestro interior forman una especie de corriente dentro de nosotros. Esta corriente es la circulación de la Trinidad Divina.
Con la Trinidad Divina están la fuente, el cauce y el fluir. El origen, la fuente, de esta circulación es el amor del Padre. El cauce, el fluir, de esta circulación es la gracia misma expresada y trasmitida a nosotros por medio de Cristo. La gracia de Cristo procede de la fuente del amor del Padre. La corriente es el Espíritu Santo como la comunión, la comunicación, la transmisión, la circulación de la gracia de Cristo con el amor del Padre.
Tenemos dos circulaciones dentro de nosotros. Una circulación es la circulación de la sangre dentro de nuestro cuerpo físico, y la otra circulación es la circulación de la Trinidad Divina en nuestro espíritu. Si nos faltase alguna de estas circulaciones, moriríamos; ya sea de manera física o de manera espiritual. En 2 Corintios 13:14 se nos da una descripción detallada de esta circulación interna y espiritual. Esta circulación es el suministro en nuestra vida cristiana y nuestra vida de iglesia. Esto es similar a decir que la corriente de electricidad es el suministro de energía para toda una ciudad. Todas las grandes ciudades en esta tierra hoy dependen de la electricidad. Un número de años atrás la corriente de electricidad de la ciudad de Nueva York fue cortada por un tiempo. Cuando eso pasó, la vida entera de la ciudad se detuvo. Ésta es una muy buena ilustración. Debemos ver que toda la vida de iglesia depende de 2 Corintios 13:14. Ella depende del amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu para fluir como una corriente dentro de nuestro espíritu.
Muchas veces mientras hablo al ejercer el ministerio de la palabra, tengo la sensación interna de que la corriente divina está fluyendo. Si la corriente dentro de mí se detiene, no tengo de qué hablar. Si perdemos al Espíritu en nuestro hablar, nuestro hablar está vacío. Más aún, si la corriente dentro de nosotros es cortada mientras estamos escuchando el ministerio de la palabra, nuestro escuchar es vacío. Necesitamos hablar en el fluir y escuchar en el fluir. El fluir es la transmisión del Espíritu Santo, y esta transmisión es la comunión que imparte la gracia de Cristo el Hijo como el rebosar del amor del Dios Triuno. La corriente de la Trinidad Divina dentro de nosotros como se revela en 2 Corintios 13:14 es nuestro pulso espiritual.
En las palabras de conclusión a su epístola, Judas nos encarga orar en el Espíritu Santo conservándonos en el amor de Dios y esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna (vs. 20-21). Aquí, Judas no nos enseña teología, sino que nos exhorta a disfrutar la Trinidad Divina. Para disfrutar de la Trinidad Divina, necesitamos orar. Orar es sumergirnos en la corriente de la Trinidad Divina, entrar en la comunión del Espíritu Santo. Por medio de esta comunión, llegamos a la fuente del amor de Dios. Entonces, en el amor de Dios, esperamos la misericordia de nuestro Señor y ponemos nuestra mirada en ella de tal modo que no solamente disfrutemos de la vida eterna en esta era, sino también la heredemos por la eternidad (Mt. 19:29). Al comienzo de esta epístola, Judas mencionó la misericordia (v. 2). La misericordia es mencionada en lugar de la gracia debido a la degradación y la apostasía en que se encontraba la iglesia. Todos necesitamos la misericordia del Señor. Esta misericordia es un puente para llegar a la gracia de Cristo. Necesitamos orar en el Espíritu Santo para que podamos tocar la fuente, el amor de Dios, en el cual esperamos la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Éste es el disfrute del Dios Triuno.
Nuestro pleno disfrute de la Trinidad Divina llega a su consumación con la gracia y la paz por medio del Padre —Aquel que es y que era y que ha de venir—, por los siete Espíritus y por Jesucristo, quien es el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos y el Soberano de los reyes de la tierra (Ap. 1:4-5). Gracia es el Dios Triuno como nuestro disfrute, y paz es el resultado de nuestro disfrute de la gracia. Mientras más disfrutamos al Dios Triuno como nuestra gracia, más paz tendremos interiormente. En Apocalipsis 1 se hace referencia al Padre como Aquel que es, que era y que ha de venir. Como Dios el Padre eterno, Él era en el pasado, Él es en el presente, y Él es el que viene en el futuro. Esto muestra que aún el Padre mismo es triuno. Él es triuno como Aquél que es, que era y que ha de venir. Los siete Espíritus son el Espíritu siete veces intensificado. El Espíritu único y singular ha sido intensificado siete veces. Podríamos asemejar al Espíritu siete veces intensificado a una lámpara de siete intensidades, la cual irradia una luz cada vez más intensa hasta irradiar la más intensa de las luces; esto denota la intensificación de luz. En la actualidad el Espíritu ha sido intensificado siete veces debido a lo oscura que es esta era.
De acuerdo con Apocalipsis 5:6, los siete Espíritus de Dios son los siete ojos de Cristo, el Cordero de Dios. Algunos teólogos enseñan que hay separación entre el Hijo y el Espíritu, pero en Apocalipsis vemos que el Espíritu, el Tercero de la Trinidad, es los ojos del Hijo, el Segundo de la Trinidad. Los ojos de una persona no pueden ser separados de la persona misma. Es erróneo decir que hay separación entre el Segundo, el Hijo, y el Tercero, el Espíritu. La Biblia nos muestra que el Tercero es los ojos del Segundo. Nuestros ojos no pueden ser otra persona que existe separada de nosotros. Esto nos muestra la torpeza de la enseñanza tradicional respecto a la Trinidad. Algunos nos han acusado de mezclar las tres personas de la Deidad. En realidad, es la Biblia la que nos dice que Cristo es el Espíritu (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45). Más aún, de acuerdo a Apocalipsis, el Espíritu es los ojos de Jesús, el Hijo. La Trinidad Divina es un misterio maravilloso. Martín Lutero dijo que cualquiera que pueda explicar la Trinidad Divina debe ser el maestro de Dios. El Hijo y el Espíritu son dos, pero Ellos son uno. ¿Cómo sabemos que Ellos son uno? La prueba más contundente de ello es que el Tercero es los ojos del Segundo.
Tal vez no podamos entender la Trinidad Divina, pero podemos disfrutarla. Todos los días comemos y disfrutamos alimentos que no sabemos definir. Aun cuando no entendemos tal alimento, podemos disfrutarlo. Yo no sé lo que hay en una naranja, pero puedo disfrutar la naranja al comerla. Puede que no entendamos lo que hay en un vaso de jugo de naranja, pero podemos disfrutarlo como nuestro refrigerio. Una persona puede tomar muchas vitaminas sin entender claramente lo que las vitaminas hacen y para qué son. Sin embargo, debido a que ingiere estas vitaminas, esta persona se beneficia de cada una. Ésta es la razón por la que digo que debemos aprender a disfrutar del Padre, disfrutar del Hijo y disfrutar del Espíritu. Cuando oramos, invocamos el nombre del Señor y profundizamos en la Palabra, disfrutamos al Dios Triuno como nuestras vitaminas divinas. El Padre puede ser semejante a la vitamina A, el Hijo a la vitamina B y el Espíritu a la vitamina C. Puede que no entendamos lo que estas “vitaminas” hacen por nosotros, pero debemos aprender a disfrutarlas. Puede que no entendamos plenamente al Dios Triuno, pero debemos aprender a disfrutarle para recibir el beneficio completo de todas Sus riquezas. Mateo 28:19, 2 Corintios 13:14, Judas 20-21 y Apocalipsis 1:4-5 nos revelan el disfrute del Dios Triuno. Debemos ser personas que disfrutan plenamente de la Trinidad Divina.
El resultado de nuestro disfrute de la Trinidad Divina es la unidad. En los capítulos anteriores, hemos visto algo de la unidad excelente que existe entre los Tres de la Deidad. Al contemplar la Trinidad Divina, vemos la revelación de la unidad excelente de la Deidad. Los Tres siempre trabajan juntos y actúan como una sola persona. Jamás ninguno de los Tres actúa de manera independiente. Cuando Uno de ellos está allí, los Otros también están. Los Tres de la Deidad son uno. Podemos ver la unidad de la Deidad en la oración del Señor en Juan 17. Nadie puede explicar, definir o interpretar esta oración en toda su plenitud. ¡Cuán profunda es esta oración! Esta oración revela que el resultado de nuestro disfrute de la Trinidad Divina es que somos introducidos en la unidad divina y nosotros llegamos a ser la copia, la reproducción, de la unidad de los Tres de la Trinidad.
La unidad revelada en la oración del Señor en Juan 17 tiene tres aspectos. Primero, está la unidad en el nombre del Padre por la vida eterna (vs. 6-13). Segundo, está la unidad en el Dios Triuno a través de la santificación por la santa Palabra (vs. 14-21). Tercero, está la unidad en la gloria divina para la expresión del Dios Triuno (vs. 22-24). La unidad por la gloria, la cual es la Trinidad Divina expresada, es la unidad entre los Tres de la Trinidad Divina. La gloria que nos ha sido dada a nosotros es el Dios Triuno mismo expresado. Por medio de esta expresión somos uno, y nuestra unidad es una reproducción de la unidad del Dios Triuno. Es por esta razón que el Señor oró: “La gloria que me diste, Yo les he dado, para que sean uno, así como Nosotros somos uno” (v. 22). Después el Hijo oró pidiendo que fuéramos perfeccionados en la unidad al tener a la Trinidad Divina en nosotros, esto es, al vivir con la Trinidad Divina (v. 23). Ser perfeccionados en unidad es el resultado único de nuestro disfrute del Dios Triuno.
Lo más difícil entre los cristianos es mantener la unidad. Incluso entre nosotros los creyentes en el recobro del Señor, no es tan fácil mantener la verdadera unidad. ¿Cómo podemos reproducir la unidad divina que es la réplica de la unidad entre los Tres de la Deidad? No hay otra manera excepto por medio de disfrutar al Dios Triuno. Necesitamos disfrutarle hasta el grado en que los Tres de la divina Deidad puedan ser expresados. Entonces la unidad estará entre nosotros. Esta unidad reproducida es el resultado de nuestro disfrute del Dios Triuno. Nosotros disfrutamos al Dios Triuno hasta que Él sea expresado en nosotros, y esta expresión es la unidad misma, la cual es una réplica de la unidad que está entre los Tres de la Trinidad Divina. El disfrute del Dios Triuno tendrá un resultado. Esto resultará en la unidad divina, la cual es la reproducción de la unidad divina que está entre los Tres de la Trinidad Divina.
Las cosas que están fuera de la Trinidad son los factores divisivos y los factores que nos separan. A fin de mantener la unidad, necesitamos rechazar, renunciar y negarnos a todo cuanto tengamos que esté fuera del Dios Triuno. Debemos negarnos a todo cuanto no sea el propio Dios Triuno y debemos renunciar a ello así como rechazarlo. Todo lo que no sea el Dios Triuno mismo puede llegar a ser un factor divisivo. Somos perfeccionados en unidad al tener a la Trinidad Divina en nosotros. Tener la Trinidad Divina en nosotros es vivir con la Trinidad Divina. La manera de tener la unidad, la cual es la Trinidad Divina expresada, es vivir con la Trinidad Divina.
Finalmente, disfrutaremos la Trinidad Divina hasta la plenitud en la eternidad (Ap. 22:1-5). No importa cuánto estemos disfrutando de la Trinidad Divina al presente, todavía no lo hacemos hasta la plenitud. El disfrute pleno que tendremos de nuestro maravilloso Dios Triuno será en la eternidad, en el cielo nuevo y la tierra nueva.
En este disfrute tendremos a Dios y al Cordero [el Dios redentor en Su trinidad] como el templo para nuestra morada (Ap. 21:22-23). El templo es el lugar donde los sacerdotes de Dios moran y sirven. En la eternidad todos seremos los sacerdotes eternos de Dios, y Dios mismo será nuestra morada en la cual vivimos y servimos. El templo en Apocalipsis 21 no es un templo material. El templo es una persona. El versículo 22 nos dice que el templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero, esto es, el Dios redentor. El versículo 23 nos dice que la lámpara de la ciudad es el Cordero, la persona de Cristo. Debido a esta revelación, podemos afirmar con toda confianza que la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, no es una ciudad material, sino que es una persona.
La ciudad santa es una persona corporativa, y esta persona corporativa es una pareja: el Dios Triuno procesado casado con el hombre tripartito y transformado. Éste es el Espíritu y la novia que llegan a ser una sola persona (Ap. 22:17a). La divinidad y la humanidad se habrán casado, se habrán mezclado, para ser una sola entidad. La ciudad santa es una persona corporativa: un gran Dios-hombre corporativo. La ciudad santa es el tabernáculo de Dios a fin de que Dios more en ella (21:2-3), y Dios y el Cordero son el templo a fin de que nosotros moremos en Él. Dios es nuestro templo, y nosotros somos Su tabernáculo. En el cielo nuevo y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será la morada mutua para Dios y el hombre por la eternidad.
El trono de Dios [el Dios Triuno] y del Cordero [el Hijo redentor] es el centro de la ciudad santa para la administración divina y la fuente de nuestro disfrute divino (Ap. 22:1, 3). El trono de Dios y del Cordero es para la administración divina. Y también es la fuente de nuestro disfrute eterno y divino porque el río con el árbol de vida procede del trono. Nosotros beberemos del río de agua de vida [el Espíritu] que procede del trono (v. 1). También comeremos del árbol de la vida [el Hijo que da vida] que crece a ambos lados del río y da fruto cada mes (v. 2). El Hijo que da vida da fruto cada mes a fin de que seamos suministrados con vida. Así pues, tenemos al Dios redentor como nuestra morada, el trono como la fuente de nuestro disfrute, el Espíritu como nuestra bebida y el Hijo que da vida como nuestro alimento.
También tendremos al Señor Dios [el Dios Triuno] iluminándonos (v. 5a). Esto significa que nuestro Dios será nuestra lámpara. Tendremos el nombre del Dios Triuno en nuestras frentes (v. 4b). El hecho que llevemos Su nombre declara que somos uno con Él. En un entrenamiento podemos usar un gafete para dejarle saber a la gente quiénes somos. En la eternidad tendremos un “gafete” o etiqueta en nuestras frentes. Este gafete declara que pertenecemos al Dios Triuno y que somos uno con el Dios Triuno. ¡Alabado sea el Señor que llevaremos tal “gafete” por la eternidad! Por la eternidad seremos sellados, etiquetados, con el Dios Triuno.
También veremos el rostro del Dios Triuno (v. 4a). En la eternidad futura en el cielo nuevo y la tierra nueva y en la Nueva Jerusalén, veremos el rostro de nuestro Dios. Ver el rostro del Dios Triuno y tener Su nombre en nuestras frentes serán bendiciones para nosotros en la eternidad. Más aún, serviremos al Dios Triuno como Sus sacerdotes (v. 3b), y reinaremos por los siglos de los siglos como reyes del Dios Triuno (v. 5b). En la eternidad futura todas las naciones que hayan sido preservadas alrededor de la Nueva Jerusalén serán los ciudadanos (Ap. 21:24-27), la gente del reino eterno de Dios, pero nosotros seremos los reyes, quienes reinarán por siempre.
Por medio de nuestro estudio de la revelación respecto a vivir en la Trinidad Divina y con la Trinidad Divina, podemos ver que todo el Nuevo Testamento está compuesto con el Dios Triuno como su estructura. El último cuadro de la revelación divina en Apocalipsis 21 y 22 nos muestra que el Dios Triuno no es para nuestro entendimiento mental, sino que es para nuestro disfrute. Él es nuestra morada, nuestra bebida, nuestro alimento y nuestra luz. Para sustentar nuestra vida, necesitamos tener morada, bebida, alimento y luz. Mientras tengamos estas cuatro necesidades, podremos tener un vivir apropiado. Tenemos un lugar para morar, agua para beber, alimento para comer y luz para disfrutar. Todas estas cosas son el Dios Triuno. El Dios Triuno es nuestra morada, el Hijo es nuestro alimento, el Espíritu es nuestra bebida y el Dios redentor es nuestra luz. Esto describe la vida venidera en la eternidad, la cual disfrutaremos al máximo.