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Capítulos de libros «La Epístola a Los Hebreos»
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  • O, continúe.

  • Este capítulo, como lo indica su contenido, se escribió con miras a tener una vida de iglesia apropiada. Casi todo lo mencionado aquí, tal como el amor fraternal y la hospitalidad, tiene como objetivo la vida de iglesia, y no solamente la vida cristiana.

  • Esto significa sufrir con los miembros sufrientes del Cuerpo de Cristo, la iglesia (1 Co. 12:26).

  • O, en todo aspecto.

  • En la vida de iglesia, el contacto entre hermanos y hermanas es inevitable. Por lo tanto, para ser protegidos y no caer en contaminación, debemos mantener el matrimonio en honor y no conducirnos de una manera descuidada. Este asunto afecta seriamente nuestra primogenitura en la economía de Dios. Rubén perdió su primogenitura debido a su contaminación (Gn. 49:3-4; 1 Cr. 5:1), y José la recibió por causa de su pureza (1 Cr. 5:1; Gn. 39:7-12 véase la nota He. 12:161). Dios juzgará a los fornicarios y a los adúlteros, y la iglesia también debe juzgarlos (1 Co. 5:1-2, 11-13). Ninguna otra cosa perjudica tanto a los santos y a la vida de iglesia como esta clase de contaminación.

  • Este libro trata de la santidad de Dios. El Dios santo no tolerará ninguna contaminación entre nosotros. Él juzgará a Su pueblo (He. 10:30; 12:23).

  • Indudablemente, los que aman el dinero no pueden entrar en la realidad de la vida de iglesia. Siempre debemos estar satisfechos con lo que tenemos para que las riquezas no nos distraigan de la vida de iglesia. Puesto que el Señor es nuestro Ayudador, debemos estar contentos y en paz a fin de ser guardados completamente en el disfrute de la vida de iglesia.

  • Esto es esencial en la vida de iglesia. Los ministros de la palabra de Dios deben tener una conducta que sea un ejemplo de fe, la cual puedan imitar los miembros de la iglesia, los que reciben la palabra de Dios. Luego los miembros de la iglesia no solamente recibirán la palabra que los ministros compartan, sino que también imitarán la fe de éstos, la cual se expresa en su conducta.

    El v. 7 es la continuación de los vs. 5-6. Conducta debe de referirse a la vida y al comportamiento que los ministros de la palabra de Dios procuraban llevar, en la cual ellos no amaban el dinero y estaban satisfechos con lo que tenían (v. 5a). Su fe debe de referirse al hecho de que confiaban en que el Señor, su Ayudador, los sustentaría (vs. 5-6). La palabra que ministraban y la vida que llevaban, debieron de haber sido únicamente Cristo, y su fe debió de haber sido la fe en Cristo, de la cual Cristo es el Autor y Perfeccionador (He. 12:2). Tal conducta y tal fe eran indudablemente dignas de ser imitadas por los creyentes, quienes habían recibido la palabra de Dios que los ministros compartían y quienes habían considerado el resultado de su conducta.

  • Cristo, quien es la palabra que los ministros mencionados en el v. 7 predicaban y enseñaban, quien es la vida que ellos vivían, y quien es el Autor y Perfeccionador de su fe, es perpetuo, inmutable y no cambia. Él permanece para siempre (He. 1:11-12). No se debe predicar ni otro Jesús ni otro evangelio en la iglesia (2 Co. 11:4; Gá. 1:8-9). Para tener una verdadera y perseverante vida de iglesia, debemos asirnos al Cristo que es el mismo ayer, hoy y por siempre, y no debemos dejarnos llevar de enseñanzas diversas y extrañas (v. 9).

  • Las enseñanzas diversas y extrañas siempre son usadas por Satanás para causar disensiones, e incluso crear divisiones, en la iglesia. Debido a esto, el apóstol mandó que no se enseñaran cosas diferentes (1 Ti. 1:3). Las enseñanzas diversas y extrañas deben de haber sido promovidas por los judaizantes de aquel tiempo. El escritor advirtió a los creyentes hebreos que no permitieran que las enseñanzas de los judaizantes los desviaran de la vida de iglesia, la cual está bajo el nuevo pacto.

  • En ese entonces, ser confirmados por medio de la gracia era permanecer en el nuevo pacto para disfrutar a Cristo como la gracia (Gá. 5:4) y no ser llevados al judaísmo a participar de los alimentos (los sacrificios) en las ceremonias religiosas de los judíos.

  • Los alimentos aquí mencionados, en contraste con la gracia, son los alimentos usados en las ceremonias religiosas del antiguo pacto (He. 9:10; Col. 2:16). Los judaizantes intentaron usar tales alimentos para desviar a los creyentes hebreos del disfrute de la gracia, la cual es la participación del nuevo pacto en Cristo.

  • Este altar debe de ser la cruz en la cual el Señor Jesús se ofreció como sacrificio por nuestros pecados (He. 10:12). Conforme a los reglamentos relacionados con las ofrendas del Antiguo Testamento, ni al sacerdote que presentaba la ofrenda ni al oferente se les permitía comer del sacrificio por el pecado, esto es, de la ofrenda por el pecado, cuya sangre era introducida en el Lugar Santísimo o en el Lugar Santo para hacer expiación; toda la ofrenda tenía que ser quemada (Lv. 4:2-12; 16:27; 6:30). Por lo tanto, aquellos que servían en el tabernáculo no tenían derecho a comer lo que se ofrecía en el altar de la ofrenda por el pecado (el cual en el cumplimiento del Nuevo Testamento es la cruz del Señor). El v. 10 es un argumento contundente contra el uso de alimentos en las enseñanzas extrañas de los judaizantes, cuyo fin era desviar a los creyentes del nuevo pacto impidiéndoles disfrutar a Cristo. Los judaizantes hacían énfasis en los alimentos que disfrutaban en sus servicios religiosos. Sin embargo, el escritor de este libro afirma que en la ofrenda por el pecado, en la ofrenda básica para la expiación anual (Lv. 16), no se proveía comida para nadie. Con respecto a la ofrenda por el pecado, el asunto no es comerla sino recibir su eficacia. Hoy en día la verdadera ofrenda por el pecado es Cristo, quien se ofreció a Dios por nuestro pecado y efectuó plena redención (la cual es mejor que la expiación, véase la nota He. 9:122f) por nosotros para que fuéramos conducidos a disfrutar la gracia de Dios en Él, bajo el nuevo pacto. Lo que hoy necesitamos no es comer los alimentos de los servicios del antiguo pacto, sino recibir la eficacia de la ofrenda de Cristo y seguirlo en la gracia del nuevo pacto fuera del campamento, es decir, fuera de la religión judía.

  • La sangre de la ofrenda por el pecado, que era introducida en el Lugar Santísimo el Día de la Expiación para hacer expiación por el pueblo (Lv. 16:14-16), tipifica la sangre de Cristo, quien es la verdadera ofrenda por el pecado, que fue introducida en el verdadero Lugar Santísimo para llevar a cabo la redención por nosotros. Los cuerpos de los animales quemados fuera del campamento (Lv. 16:27) tipifican el cuerpo de Cristo, sacrificado por nosotros fuera de la puerta de Jerusalén (v. 12).

  • Este libro nos revela que el llamamiento celestial de Dios consiste en hacer de nosotros un pueblo santo (He. 3:1), un pueblo santificado para Dios. Cristo es el Santificador (He. 2:11). Él murió en la cruz derramando Su sangre, y entró en el Lugar Santísimo con Su sangre (He. 9:12) para efectuar la obra santificadora por medio del ministerio celestial (He. 8:2, 6) de Su sacerdocio celestial (He. 7:26), y para que nosotros entráramos más allá del velo por medio de Su sangre a fin de participar de Él como el Santificador celestial. Al participar de Él de esta manera, somos capacitados para seguirlo fuera del campamento en el camino santificador de la cruz. Véase la nota He. 13:122b y la nota He. 13:131b.

  • La sangre del Señor, por medio de la cual Él entró al Lugar Santísimo (He. 9:12), abrió un camino nuevo y vivo, permitiéndonos así entrar más allá del velo para disfrutarle en los lugares celestiales como Aquel que fue glorificado (He. 10:19-20); y Su cuerpo, que fue sacrificado por nosotros en la cruz, abrió el camino estrecho de la cruz, capacitándonos con esto para salir del campamento y seguirle en la tierra como Aquel que padeció (v. 13).

  • Ésta es la puerta de la ciudad de Jerusalén. La ciudad representa la esfera terrenal, mientras que el campamento representa la organización humana. Las dos cosas en conjunto representan una sola: la religión judía con sus dos aspectos, el terrenal y el humano. El judaísmo es tanto terrenal como humano.

  • Fuera del campamento y hasta dentro del velo (He. 6:19) son dos puntos muy notables en este libro. Pasar más allá del velo significa entrar en el Lugar Santísimo, donde el Señor está entronizado en gloria, y salir del campamento significa salir de la religión, de donde el Señor fue arrojado al ser rechazado. Esto significa que debemos estar en nuestro espíritu, donde ahora, en nuestra experiencia y en términos prácticos, está el Lugar Santísimo, y que debemos estar fuera de la religión, donde hoy en día, en términos prácticos, está el campamento. Cuanto más estemos en nuestro espíritu, disfrutando al Cristo celestial, más saldremos del campamento de la religión, siguiendo a Jesús en Sus sufrimientos. Estar en nuestro espíritu y disfrutar al Cristo glorificado nos capacita para salir del campamento de la religión y seguir al Jesús rechazado. Cuanto más permanezcamos en nuestro espíritu para tener contacto con el Cristo celestial, quien está en la gloria, más saldremos del campamento de la religión e iremos al humilde Jesús para sufrir con Él. Al tener contacto con Cristo en los cielos y al disfrutar Su glorificación, recibimos energía para tomar el angosto camino de la cruz en la tierra y para llevar el vituperio de Jesús. Primero, este libro nos presenta una visión clara del Cristo celestial y del Lugar Santísimo celestial, y luego nos muestra cómo andar en la tierra en el camino de la cruz, es decir, cómo ir a Jesús fuera del campamento, fuera de la religión, llevando el vituperio de Jesús. Incluso Moisés, después que los hijos de Israel adoraron al becerro de oro (Éx. 32), se fue a un lugar fuera del campamento, donde todo aquel que buscaba al Señor iba para reunirse con él, porque tanto la presencia como el hablar del Señor estaban allí (Éx. 33:7-11). Debemos salir del campamento para disfrutar de la presencia del Señor y para oír Su hablar. Todas estas cosas son necesarias para tener una vida de iglesia apropiada y práctica.

    El Lugar Santísimo, el camino de la cruz (lo cual vemos representado en la frase: “Salgamos, pues, a Él, fuera del campamento, llevando Su vituperio”), y el reino, son tres asuntos cruciales presentados en este libro. El Lugar Santísimo con su rico suministro nos capacita para seguir el angosto y difícil camino de la cruz, el cual nos conduce al reino en su manifestación, a fin de obtener el galardón de la gloria.

  • Véase la nota He. 13:123.

  • El escritor de este libro se consideraba a sí mismo y a sus lectores como los hebreos que verdaderamente eran cruzadores de ríos, como los patriarcas (He. 11:9-10, 13-16).

  • El v. 15 es la continuación de los vs. 8-14. Puesto que en la vida de iglesia disfrutamos como gracia al Cristo inmutable y le seguimos fuera de la religión, debemos por intermedio Suyo ofrecer sacrificios espirituales a Dios. Primero, en la iglesia debemos ofrecer continuamente por medio de Él un sacrificio de alabanza a Dios. En la iglesia Él canta en nosotros himnos de alabanza a Dios el Padre (He. 2:12). En la iglesia nosotros también debemos alabar a Dios el Padre por medio de Él. Finalmente, en la iglesia, Él y nosotros, nosotros y Él, alabamos al Padre juntos en el espíritu mezclado. Él, como Espíritu vivificante, alaba al Padre en nuestro espíritu, y nosotros, por medio de nuestro espíritu, alabamos al Padre en Su Espíritu. Éste es el mejor y más elevado sacrificio que podemos ofrecer a Dios por medio de Él. Esto es muy necesario en las reuniones de la iglesia.

  • Lit., tener comunión. Hacer bien se refiere a dar, y tener comunión se refiere a la ayuda mutua, es decir, a tener comunión con respecto a las necesidades de los santos. Hacer este bien y tener esta comunión con otros también son sacrificios que debemos ofrecer a Dios. Esto también es necesario para tener una vida apropiada de iglesia. Sería verdaderamente impropio que en la iglesia a algunos santos necesitados no se les cuidara bien ni se les ministrara. Esto significaría que no hay comunión con los demás o que dicha comunión es inadecuada.

  • Esto es una necesidad fundamental en la vida de iglesia.

  • Orar por los apóstoles es otro aspecto de la vida de iglesia.

  • Aquí las ovejas son el rebaño, es decir, la iglesia. Esto confirma la perspectiva de que lo presentado en este capítulo, junto con la experiencia del Cristo inmutable como nuestra ofrenda por el pecado por medio de quien fuimos redimidos, y como nuestro gran Pastor, que ahora nos alimenta, es todo ello para la vida de iglesia.

  • Este libro no trata de las cosas temporales, tales como las cosas del antiguo pacto, sino de las cosas eternas, las cuales están más allá del límite del tiempo y del espacio, tales como la salvación eterna (He. 5:9), el juicio eterno (He. 6:2), la redención eterna (He. 9:12), el Espíritu eterno (He. 9:14), la herencia eterna (He. 9:15) y el pacto eterno (He. 13:20).

    El nuevo pacto no es solamente un mejor pacto (He. 7:22; 8:6), sino también un pacto eterno. Es eternamente eficaz debido a la eficacia eterna de la sangre de Cristo, con la cual fue puesto en vigencia (Mt. 26:28; Lc. 22:20).

  • Dios está haciendo en nosotros lo que es agradable delante de Él por medio de Jesucristo, para que podamos hacer Su voluntad. Dios realiza en nosotros tanto el querer como el hacer por Su buena voluntad (Fil. 2:13). Desde el principio hasta el fin, este libro nos presenta un Cristo celestial. Solamente aquí, con la expresión “haciendo Él en nosotros…por medio de Jesucristo”, este libro implica que Cristo mora en nosotros. Por medio del Cristo que mora en nuestro ser, Dios trabaja en nosotros para que podamos hacer Su voluntad.

  • Es decir, perseveréis y recibáis. En la vida de iglesia también es necesario soportar la palabra del apóstol (Hch. 2:42).

  • La mención de Timoteo de una manera tan íntima demuestra claramente que este libro fue escrito por el apóstol Pablo. Véase 1 Ti. 1:2 y 2 Ti. 1:2.

  • En este versículo los saludos son una forma de comunión en la iglesia y entre las iglesias.

  • Necesitamos la gracia para que todas las cosas reveladas en este libro lleguen a ser reales para nosotros, y para que participemos de ellas. Para tener gracia (He. 12:28) necesitamos acercarnos al trono de la gracia y hallar gracia para el oportuno socorro (He. 4:16). Cuando tocamos el trono de la gracia en el Lugar Santísimo al ejercitar nuestro espíritu, disfrutamos al Espíritu de gracia (He. 10:29) y así nuestro corazón es confirmado por la gracia (v. 9). Disfrutando de esta gracia corremos la carrera puesta delante de nosotros (He. 12:1), para alcanzar la meta de la economía de Dios.

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