Mensaje 15
Lectura bíblica: 1 Co. 2:1-5; Col. 2:2, 9; Ef. 1:9-10
En este mensaje llegamos a 2:1-5. Según estos versículos, Cristo crucificado es el centro del ministerio de Pablo. Además, en ellos vemos la manera en que el apóstol lleva a cabo su ministerio.
En el versículo 1 Pablo dice: “Y yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui anunciándoos el misterio de Dios con excelencia de palabras o de sabiduría”. El significado literal de las palabras griegas traducidas con excelencia es con elevación o superioridad. Cuando Pablo llegó a Corinto para anunciar el misterio de Dios, él no exhibió una elocuencia excelente ni una sabiduría filosófica.
Los griegos se deleitaban en oír expresiones excelentes de ideas filosóficas. Pero al ir a Corinto, Pablo no fue con excelencia de palabras ni de sabiduría, lo cual indica que él no predicó el evangelio a los griegos según el método de sabiduría al que ellos estaban acostumbrados.
La manera en que Pablo predicaba el evangelio era diferente a la que es común entre los ministros y pastores de hoy. En los institutos bíblicos y seminarios, a las personas se les enseña que al predicar deben usar la psicología y la filosofía de la gente a quienes dirigen su mensaje. Por ejemplo, a los que van a Alemania a predicar el evangelio se les anima que aprendan la psicología y la filosofía de ahí para que la empleen en su predicación. Pero cuando Pablo fue a Grecia, él no predicó de esta manera. Le preocupaba que la excelencia de la sabiduría anulara la cruz de Cristo.
En China me tocó escuchar a unos misioneros que predicaban usando la filosofía ética china. Aunque empleaban el nombre de Cristo y mencionaban la Biblia, lo que impresionaba a las personas no eran ni Cristo ni la Palabra de Dios. La impresión que dejaban en los chinos instruidos era que el evangelio confirmaba la filosofía nativa de ellos.
Al hablar a otros acerca de Cristo y del evangelio debemos cerciorarnos de que nuestra forma de hablar no haga que los oyentes no capten la esencia de nuestras palabras. Es preferible que piensen que nuestro hablar es torpe, a que seamos culpables de que no entiendan los temas básicos respecto a Cristo y la cruz. Nuestra meta no es que la gente tenga una buena impresión de nuestro conocimiento o elocución. Más bien, nuestro deseo es atraerlos a Cristo. Debemos ministrarles a Cristo y no hacer una exhibición de nuestro conocimiento.
El segundo tema importante del versículo 1 es el testimonio de Dios. ¿Cuál es el testimonio de Dios al que se refiere Pablo en este versículo? Lo que Pablo anunció como testimonio de Dios fue el misterio de Dios, el cual es Cristo como corporificación de Dios, y la iglesia como expresión de Cristo (Ro. 16:25-26; Col. 1:26-27; 2:2; 4:3; Ef. 3:4-6, 9). En realidad, el testimonio de Dios y el misterio de Dios se refieren a lo mismo. El misterio de Dios es el testimonio de Dios. Este testimonio, este misterio, consta de Cristo como corporificación de Dios y de la iglesia como expresión de Cristo.
Hoy muchos proclaman a Cristo y testifican de El, pero la mayoría de ellos pasan por alto a la iglesia. Sin embargo, el testimonio completo de Dios incluye tanto a Cristo como a la iglesia. Recientemente vimos en el estudio-vida de Exodo que el arca del testimonio, que es tipología de Cristo, tiene medidas en unidades medias. Estas dimensiones indican que hace falta una segunda mitad. Si proclamamos a Cristo pero no a la iglesia, sólo damos la mitad del mensaje, la mitad del testimonio de Dios. La mayoría de los cristianos a lo más tienen la mitad del testimonio. De hecho, en el caso de muchos ni siquiera la mitad que tienen está completa, pues no poseen a un Cristo completo. Según el Nuevo Testamento, el testimonio completo de Dios incluye a Cristo y a la iglesia; El es la Cabeza, y ella, el Cuerpo. Cristo es el misterio de Dios, y la iglesia es el misterio de Cristo.
Cuando Pablo fue a Corinto, él anunció las dos partes del testimonio de Dios, es decir, proclamó a Cristo y la iglesia. Esto lo comprueba el contenido de 1 Corintios. En esta epístola vemos la Cabeza y también el Cuerpo. De hecho, la mayor parte trata de la iglesia, y no directamente de Cristo. Los primeros dos capítulos revelan a Cristo, pero el resto de ellos se centra en la iglesia. Casi todos los problemas de los creyentes de Corinto tienen que ver con la iglesia; por consiguiente, Pablo les presenta el testimonio de Dios en su totalidad: Cristo, la Cabeza, y la iglesia, el Cuerpo. Además, él anuncia este testimonio con palabras sencillas, no con excelencia de palabras ni con especulaciones filosóficas.
En el versículo 2 Pablo dice: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. El Cristo crucificado era el único tema, el centro, el contenido y la substancia del ministerio del apóstol. Debido a esto, cuando Pablo iba a ministrar la palabra del testimonio de Dios a los griegos, quienes exaltaban la elocuencia y adoraban la sabiduría, él se propuso no saber nada sino al Cristo que lo es todo, y a éste crucificado. ¡Qué maravillosa determinación! Esto debe ser un modelo para todos nosotros.
La expresión éste crucificado alude a la humillación y afrenta que sufrió Cristo. En este contexto Pablo no se refirió a la resurrección del Señor en gloria (Lc. 24:26) ni a Su ascensión en exaltación (Hch. 2:33, 36), porque su objetivo era derribar el orgullo que los griegos tenían de su sabiduría elevada.
Según el versículo 2, Pablo se propuso no saber cosa alguna entre los corintios sino a Cristo y a éste crucificado. Tal vez haya algunos que apelen a este versículo como base para argumentar que Pablo no predicó acerca de la iglesia, sino que sólo testificó de Cristo. Pero sabemos por el contexto de 1 Corintios que empezando con el capítulo tres, donde dice que los creyentes son labranza y edificio de Dios, Pablo tiene mucho que decir acerca de la iglesia. En esta epístola, él de hecho habla más de la iglesia que de Cristo. Lo que Pablo quiso decir en el versículo 2 es que él se propuso no saber filosofía, cultura, doctrina, religión ni ninguna clase de práctica. Lo único que a él le interesaba era Cristo. Pero cuando habló de Cristo, incluyó también a la iglesia, porque Cristo es la Cabeza de la iglesia, la cual es Su Cuerpo. En 12:12 Pablo inclusive indica que la iglesia, el Cuerpo, es parte de Cristo. Así que, no es correcto decir que cuando Pablo declara que se propuso no saber nada sino a Cristo, él excluyó a la iglesia.
En el versículo 2 Pablo parece decir: “Queridos hermanos de Corinto, ustedes siguen siendo muy filosóficos, y llevan una vida según su conocimiento. Pero cuando yo vine a ministrarles el misterio de Dios y a anunciarles Su testimonio, no me apoyé ni en la sabiduría ni en la filosofía. De seguro no puse ningún énfasis en la religión ni en la cultura. Les hablé de la persona viva de Jesucristo, el Hijo de Dios. Me propuse no saber nada entre vosotros, sino a esta maravillosa persona. A propósito evité hablar con filosofía, sabiduría y excelencia de palabras”.
Pablo también le recordó a los corintios que el Cristo que les proclamó era un Cristo que había sido crucificado. Por una parte, Pablo no usó excelencia de palabras ni de sabiduría; por otra parte, tampoco proclamó a un Cristo honrado, exaltado ni glorificado, sino a uno que había sido menospreciado, rechazado y hasta crucificado. Pablo parecía decir: “Ustedes creyeron en Cristo y le recibieron junto con los dones iniciales. Pero después de recibirle, cometieron el error de no llevar una vida crucificada. En cambio, han llevado un vida de jactancia y exaltación propia. Pero la persona que yo les proclamé y a quien ustedes recibieron fue un Cristo rechazado, menospreciado y crucificado. En lugar de llevar una vida de exaltación propia, ustedes deben experimentar una vida crucificada, incluso deben vivir al Cristo crucificado. No deben jactarse de su conocimiento. Más bien, deben estar dispuestos a dar la impresión de que no saben nada, sino al Cristo crucificado. Algunos de ustedes dicen que son de Pablo, otros, de Cefas, otros, de Apolos y aun otros dicen que son de un Cristo limitado. Esto concuerda con el hombre pero no con el Cristo crucificado. Ustedes deben vivirlo a El”.
Siempre que en una iglesia local los santos deseen conocer otras cosas además de Cristo, surgirán problemas. Conocer demasiadas doctrinas casi siempre genera debates y aun causa divisiones. Siempre es provechoso no saber nada sino a Cristo y a éste crucificado; este es el único camino seguro.
Si todos los santos de las iglesias locales se proponen no saber nada sino a Jesucristo, no sucederán problemas en la vida de iglesia. La iglesia local más maravillosa es aquella en la que los santos no saben cosa alguna además de Cristo. Cuando se les hace una pregunta, ellos responden que lo único que saben es a Cristo, invocar el nombre del Señor, orar y disfrutar al Señor Jesús. Están dispuestos a parecer insensatos que no saben nada salvo a Cristo y a éste crucificado.
Si la mejor iglesia local es una en donde los santos no saben nada sino a Cristo, la iglesia con más problemas es aquella en la que los santos saben demasiadas cosas además de Cristo. Hace más de cuarenta años invertí mucho tiempo tratando de ayudar a una iglesia así. Mis esfuerzos fueron vanos, pues todos sabían demasiado.
Es muy importante que nos propongamos no saber nada y que aprendamos a decir: “No sé”. Aprendan a determinarse a sólo conocer a Jesucristo. Todos debemos tener este espíritu, esta actitud y esta práctica. Si nos proponemos no saber nada sino a Cristo, no habrá problemas ni divisiones entre nosotros.
Cuando visitamos las iglesias en otras localidades, por lo general los santos tienen muchas preguntas respecto a doctrinas y prácticas. Contestarles sus preguntas sería un grave error y perderíamos mucho tiempo y vigor. Además, pudiera ser que desperdiciáramos la oportunidad de ministrar a Cristo a los santos. Debemos ser personas que solamente conocen a Cristo y la Palabra de Dios. Entonces tendremos más oportunidad de ministrar a Cristo a otros.
El problema que existía en Corinto era que los creyentes tenían mucho conocimiento. Además, lo valoraban hasta el punto de adorarlo y hacer de él un ídolo. No es de sorprender que la intención de Pablo fuera empequeñecer el conocimiento de ellos y llevarles al Cristo crucificado.
En el versículo 3 Pablo añade: “Y estuve entre vosotros con debilidad, y temor y mucho temblor”. La debilidad se refiere a la debilidad física del apóstol, la cual tal vez se debía a los sufrimientos físicos que experimentó al ser perseguido por causa del evangelio. El no se exhibía como un hombre físicamente fuerte mientras estaba entre los griegos, los cuales procuraban ser fuertes no sólo psicológicamente en sus filosofías, sino también físicamente en sus ejercicios gimnásticos.
Pablo le recuerda a los corintios que él estuvo con ellos con temor y mucho temblor. El temor es el sentimiento interior; el temblor es la manifestación exterior. Interiormente, el apóstol temía pasar por alto a Cristo al ejercer su ministerio entre los griegos, quienes buscaban sabiduría; y exteriormente, temblaba, temiendo ser afectado por la aspiración prevaleciente que ellos tenían de obtener más sabiduría. Este temor y este temblor lo llevaron a mantenerse fiel y firme, conforme a la visión celestial, en el ministerio que Dios le había asignado, evitando así toda desviación. Los judíos religiosos estaban orgullosos de su religión tradicional, y los griegos filosóficos eran arrogantes en su sabiduría mundana. Al ministrar a Cristo a ambos, el apóstol estaba con temor y mucho temblor. ¡Qué contraste tan grande había entre él y ellos!
Pablo comprendió que era difícil proclamar a Cristo a personas filosóficas, pues es fácil caer en la trampa de la filosofía o ser tentado a tratar de subyugar intelectualmente a otra persona. Al hablar a otros acerca de Cristo es mejor olvidar qué clase de personas son y sencillamente proclamarles el testimonio de Cristo. Al igual que Pablo, debemos estar en temor y temblor no sea que pasemos por alto a Cristo al hablarle a personas filosóficas.
El versículo 4 dice: “Y ni mi palabra ni mi proclamación fue con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder”. Las palabras persuasivas de sabiduría provienen de la mente humana, mientras que la demostración del Espíritu procede del espíritu. Las palabras y la predicación del apóstol no provenían de su mente ni constaban de especulaciones, sino que provenían de su espíritu, y en ellas liberaba y exhibía el Espíritu; en consecuencia estaban llenas de poder.
Pablo dice en el versículo 5: “Para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios”. La sabiduría de los hombres es la filosofía rudimentaria; el poder de Dios es el Cristo que lo es todo (1:24).
En los versículos 4-5 Pablo reitera lo que dijo previamente. Sus palabras son diferentes, pero el concepto es el mismo. El no usó palabras persuasivas de sabiduría, sino la demostración del Espíritu y de poder. El poder que él demostró fue el Cristo crucificado. Esta demostración resultaría en que la fe de los creyentes sería el producto, no de la victoria de la sabiduría de Pablo sobre la de ellos, sino del poder de Dios, el Cristo crucificado.
Durante los pasados siglos tanto los nestorianos como los jesuitas intentaron convertir a los chinos cultos al cristianismo. Algunos de éstos adoptaron la religión cristiana al ver el esfuerzo de ellos; pero lo hicieron sin realmente recibir a Cristo. Fueron influidos principalmente con ciertos aspectos de la cultura y la sabiduría. Con esto vemos que al proclamar a Cristo a una persona, es un error descender al nivel de ella y usar su lenguaje y su filosofía. Al proclamar a Cristo es necesario mantener nuestro nivel, el cual es el propio Cristo. Dejemos que los que están dispuestos asciendan y reciban así a Cristo. Entonces llegarán a ser creyentes auténticos. Los esfuerzos realizados por los nestorianos y los jesuitas acabaron en fracaso, sencillamente debido a que ellos descendieron al nivel de la ética y la filosofía local. Hoy muchos cristianos cometen el mismo error, un error que debemos aprender a evitar.
Los que estamos en el recobro del Señor debemos tener una clara visión de la economía de Dios. Esta visión debe gobernarnos, controlarnos y dirigirnos. Debido a que yo he visto esta visión y soy dirigido por ella, nunca he cambiado mi tono a través de los años. Sé lo que he visto, sé lo que estoy enseñando y sé lo que estoy ministrándole al pueblo del Señor. Si tenemos la visión de la economía de Dios, automáticamente tendremos una sola opción, una sola preferencia, un sólo tono y un sólo ministerio. Lo único que nos importará será poseer al Cristo que lo es todo y llevar una vida de iglesia apropiada y auténtica. Hoy en el recobro de Señor debemos estar firmes e inconmovibles en cuanto a la visión de la economía de Dios, de la voluntad eterna de Dios. Debido a que Pablo había recibido esta visión y fue fiel a ella, él pudo permanecer firme. Todos debemos estar firmes y constantes como él.