Mensaje 38
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Lectura bíblica: 1 Co. 6:12-18
En 1 Corintios Pablo afronta varios casos en una secuencia específica. En primer lugar, habla de los deseos y aspiraciones del alma; en segundo, de las concupiscencias de la carne; y en tercero, del reclamo de derechos. Como hicimos notar, esta secuencia es muy significativa. En este mensaje veremos cómo Pablo aborda el tema del abuso de libertad en cuanto a los alimentos y al cuerpo, lo cual constituye el cuarto caso que se abarca en esta epístola.
El alimento sirve para la existencia del hombre, y el matrimonio para su propagación. Los dos son necesarios y fueron ordenados por Dios, y el hombre tiene el derecho a usarlos. No obstante, no debe abusar de ellos ni dejarse dominar, siendo así controlado y esclavizado por tales cosas. Todo abuso en la comida, tal como comer de lo que se ha sacrificado a ídolos, pone tropiezo a los hermanos débiles (8:9-13; 10:28-30, 32), y comer excesivamente perjudica nuestro cuerpo. Tanto el alimento como nuestro vientre serán eliminados; Dios los reducirá a nada (6:13). Abusar de la sexualidad es fornicación, y ésta no sólo es condenada por Dios, sino que también destruye nuestro cuerpo (v. 18), el cual es para el Señor.
Dios ordenó tanto los alimentos como el matrimonio y son necesarios para la existencia de la humanidad. Si la humanidad ha de continuar en la tierra a fin de cumplir el propósito de Dios, necesita los alimentos y el matrimonio. Dios no sólo creó los alimentos, sino que también estableció que éstos sirvieran para nuestra existencia. El matrimonio tiene como fin que se propague la humanidad. Puesto que Dios ordenó los alimentos y el matrimonio, ambos son lícitos; tenemos libertad de comer y tenemos libertad de casarnos. No obstante, el hombre caído ha abusado de esa libertad. Por esta razón, después de abordar el tema de las aspiraciones anímicas, las concupiscencias y el reclamo de derechos, Pablo afronta el problema del abuso de libertad.
Algunos maestros de la Biblia consideran que 6:12-18 no es una sección en sí misma, sino que forma parte de las dos secciones siguientes, las cuales abarcan lo tocante a la vida matrimonial y a comer de lo sacrificado a los ídolos. Puesto que esta sección habla de lo referente a los alimentos y al matrimonio, la consideran como una introducción a las dos secciones siguientes. Hace muchos años, yo mismo no pensaba que 6:12-18 constituía una sección en sí misma, pero después de leer esta epístola varias veces y por muchos años, ahora sí creo que estos versículos, los cuales hablan en cuanto al abuso de libertad, forman una sección separada.
Hemos visto que las personas anímicas dan lugar a las concupiscencias de la carne, mientras que las carnales insisten en reclamar sus derechos. Después de esto viene el abuso de libertad. En la iglesia, debemos renunciar al alma. Esto es la base para llevar la vida de iglesia por el lado negativo. Por el lado positivo, la base es la verdad acerca de Cristo y Su cruz. En la vida de iglesia todos debemos aprender a negar el alma, es decir, a no cederle ningún lugar, ninguna oportunidad ni ninguna abertura. Una vez que los creyentes de una iglesia se vuelven anímicos, se acabó la vida de iglesia, ya que se introducen las concupiscencias de la carne y éstas dan lugar al reclamo de derechos. Esto incluso pone una base sobre la cual se reclamarán derechos y se abusará de la libertad. Al examinar estos asuntos nos damos cuenta de que la secuencia que usa Pablo al afrontar los problemas que existían en Corinto es maravillosa.
Pablo introduce esta sección con estas palabras: “Todas las cosas me son lícitas, más no todas son provechosas; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”. La palabra griega traducida lícitas significa literalmente están bajo mi poder; así, permisible, admisible, lícitas. La palabra traducida provechosas significa: ventajosas (no meramente convenientes), buenas, valiosas. Esta palabra griega significa: de provecho, económico, conveniente, útil para alcanzar la meta rápidamente. También se refiere a cosas buenas. El pensamiento de Pablo tal vez sea que todas las cosas son lícitas, pero no todas nos ayudan a permanecer en la línea central de la economía de Dios. Todas las cosas son lícitas, pero no todas nos ayudan a llevar la cruz ni nos son provechosas para experimentar a Cristo.
Para entender el uso que Pablo le da a la palabra provechosa, debemos comprender debidamente la epístola a los corintios en conjunto. Todas las cosas nos son lícitas, pero no todas nos ayudan a obtener los beneficios que se revelan en dicha epístola. No todas las cosas nos ayudan a llevar la vida del Cuerpo. Sí, usted podrá tener la libertad de hacer ciertas cosas, pero éstas no le ayudarán en la vida de iglesia, ni fortalecerán su vida de oración. Si aplicamos lo que dice Pablo en 6:12 al contexto de 1 Corintios, vemos que sus palabras lo incluyen todo. El parecía decir: “Todas las cosas me son lícitas, pero no todas son buenas, provechosas, convenientes, ni útiles para que yo experimente la vida cristiana, la vida de iglesia y la vida del Cuerpo. No todas las cosas me ayudan a disfrutar a Cristo ni a guardar la fiesta de los panes sin levadura”.
En el versículo 12 Pablo repite dos veces la expresión: “Todas las cosas me son lícitas”. La primera vez lo hace de manera objetiva, mientras que la segunda, de manera muy subjetiva, cuando dice: “Todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna”. Las palabras griegas traducidas dejaré dominar significan literalmente ser puesto bajo la autoridad. Esto significa que todas las cosas estaban bajo la autoridad de Pablo, y que él no se dejaría poner bajo el poder (la autoridad) de nada. Para él todas las cosas eran permitidas, admisibles, lícitas, pero no se dejaría gobernar (esclavizar) o someterse a la autoridad o el control de ninguna. El versículo 12 puede ser considerado un proverbio que gobernó la manera en que el apóstol afrontó algunos problemas mencionados en la sección siguiente, la cual se abarca de 6:13 a 11:1.
Cuando piense si usted debe hacer algo o no, debe preguntarse si está bajo el poder o control de aquello. Si aquello lo controla o tiene poder sobre usted, no debe hacerlo. Por ejemplo, tal vez se pregunte si debe comer ciertos alimentos. Quizás pueda comerlos, pero éstos no deben ejercer ningún poder sobre usted. Debemos eliminar completamente todo aquello que ejerza poder sobre nosotros.
En el versículo 13 Pablo dice: “La comida para el vientre, y el vientre para la comida; pero Dios reducirá a nada tanto al uno como a la otra”. La comida y el vientre sirven para la subsistencia del cuerpo. En sí mismos no significan nada; Dios los reducirá a nada.
Es posible que la redacción de Pablo nos parezca algo inadecuada. El dice: “Dios reducirá a nada tanto al uno como a la otra”. Si nosotros hubiésemos escrito este versículo quizás habríamos dicho: “Dios reducirá ambos a nada”. No obstante, si se hubiese escrito de esta manera, se habría perdido su significado. Al referirse a “tanto al uno como a la otra”, Pablo se refiere tanto al vientre como a la comida. El menciona primero al vientre porque Dios lo reducirá a nada antes que a la comida. Esto se debe a que el abuso de libertad en cuanto a la comida no es provocado por los alimentos, sino por el vientre. El problema no proviene de la comida misma, sino del vientre. Una vez que el vientre de una persona haya sido reducido a nada; la comida dejará de ser un problema. La comida es para el vientre, y el vientre para la comida. Dios usa estas cosas para que podamos existir y así cumplamos Su propósito. Pero un día, Dios reducirá a nada tanto al vientre como a la comida.
En el versículo 13 Pablo añade: “Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo”. Nuestro cuerpo fue creado para el Señor, y el Señor, quien está en nosotros, es para nuestro cuerpo. El lo alimenta con comida material (Sal. 103:5) y le da Su vida de resurrección (Ro. 8:11), la cual absorbe el elemento de muerte del cuerpo junto con la debilidad y enfermedad del mismo. Finalmente, El lo transfigurará, conformándolo a Su cuerpo glorioso. No debemos abusar de nuestro cuerpo cometiendo fornicación.
Por una parte, Pablo dice que el vientre es para la comida; por otra, que el cuerpo no es para la fornicación. Somos libres de comer lo que escojamos, pero no debemos cometer fornicación. No obstante, si comemos en exceso, perjudicaremos nuestro cuerpo. Así que, aunque tenemos libertad de comer, debemos tener cuidado de hacerlo sanamente. Nuestro apetito fácilmente se desenfrena. Por consiguiente, necesita ser refrenado, restringido.
Pablo afirma que el cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo, pero no dice que Dios sea para el vientre ni para la comida. Dios reducirá a nada el vientre y la comida, mas no hará esto con nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo es para el Señor, y el Señor es para nuestro cuerpo.
En el versículo 14 Pablo dice: “Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará mediante Su poder”. Dios levantó al Señor corporalmente. Nuestro cuerpo tiene como destino participar del cuerpo glorioso del Señor en resurrección (Fil. 3:21) y ser resucitado incorruptible (15:52). Esta será la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23). Incluso ahora el Espíritu del Cristo resucitado quien mora en nosotros da vida a nuestro cuerpo mortal (Ro. 8:11), haciéndolo miembro de Cristo (v. 15) y templo de Dios, en el cual mora Su Espíritu Santo (v. 19).
Me siento agradecido no sólo porque el Señor es para nuestro cuerpo, sino también porque Dios levantará nuestro cuerpo, así como levantó el del Señor Jesús. Todos tenemos algunos defectos físicos, y ninguno está absolutamente sano. Nos cansamos y a veces nos enfermamos. Estas debilidades nos ayudan a apreciar las promesas del Señor con relación a nuestro cuerpo.
Los versículos 13-14 contienen una doble promesa: la primera consiste en que el Señor es para el cuerpo, y la segunda, que El levantará el cuerpo. Romanos 8:11 enseña que incluso ahora nuestro cuerpo mortal puede recibir la provisión de vida de resurrección y ser sustentado por ella. A veces, El nos sana. El primer aspecto de la doble promesa acerca de nuestro cuerpo consiste en que el Señor es para el cuerpo y que lo sustenta.
Por experiencia puedo decir que el Señor es para nuestro cuerpo. En 1943, me puse gravemente enfermo de tuberculosis, y se me prescribió descanso total. Estuve en cama durante mucho tiempo. Un día, mi hijo mayor, quien tenía trece años, vino a visitarme. Al mirarlo, estuve a punto de llorar. Ore al Señor, diciéndole: “¿Me concederás quince años más? Señor, mira a mi hijo, mi primero. Dentro de quince años, él tendrá veintiocho años de edad. Si Tú me das quince años más, me sentiré satisfecho y estaré dispuesto a morir cuando se cumplan”. Alabo al Señor que han pasado más de treinta y ocho años desde que hice aquella petición al Señor. Mi cuerpo se recuperó plenamente de la enfermedad, y durante todos estos años he podido trabajar arduamente. No cabe duda que el Señor es para nuestro cuerpo.
El primer aspecto de la doble promesa pertenece al presente, pero el segundo, al futuro. El Señor es para nuestro cuerpo hoy, pero Dios lo levantará en el futuro. El levantamiento del cuerpo se refiere a la transfiguración del mismo. Cuando nuestro cuerpo sea resucitado, será transfigurado.
En el versículo 15 Pablo añade: “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Tomaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ningún modo!” Pablo dice claramente que nuestros cuerpos son miembros de Cristo. Esto no alude a un ejemplo, una metáfora ni a una parábola, sino a un hecho. Nuestros cuerpos son en realidad miembros de Cristo. ¡Cuán maravilloso es esto!
En el versículo 15 Pablo dice que nuestros cuerpos son miembros de Cristo, y en el versículo 17 que “el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. ¿Cómo reconciliamos estos dos aspectos? ¿Somos uno con el Señor física o espiritualmente? Si decimos que no lo somos físicamente, entonces ¿cómo pueden nuestros cuerpos ser Sus miembros? Pero si afirmamos que nuestra unión con el Señor es física y no espiritual, caemos en un error grave, incluso en una herejía. Nuestra unión con el Señor es tanto espiritual como física. Aunque no nos damos cuenta de esto ahora, un día se manifestará que somos verdaderamente uno con el Señor en cuerpo, alma y espíritu. Como lo afirma 1 Juan 3:2, seremos semejantes a El no solamente en espíritu, sino también en nuestro cuerpo. En ese versículo se da énfasis al hecho de que somos semejantes al Señor en cuerpo. En Filipenses 3:21 se pone el mismo énfasis. Este versículo dice que el cuerpo de nuestra humillación será configurado al cuerpo de la gloria del Señor. Estos versículos indican que somos uno con el Señor tanto física como espiritualmente. Un día, nuestro cuerpo será exactamente igual al cuerpo glorioso del Señor en resurrección.
Podemos comparar nuestro cuerpo físico a una semilla que se siembra. Según 1 Corintios 15, la resurrección es en efecto el crecimiento de una semilla que se siembra en el suelo. Cuando se siembra, es sencillamente una semilla. Pero cuando ésta crece y florece, toma una apariencia diferente. Actualmente nuestro cuerpo es una semilla sembrada en Cristo. Pero un día, esta semilla crecerá por medio de la resurrección. Cuando crezca, cambiará su apariencia, aunque seguirá siendo nuestro cuerpo. Cuando un grano de trigo se siembra en el suelo, es trigo. Cuando éste crece, sigue siendo trigo, a pesar de que su apariencia es muy diferente. Actualmente nuestro cuerpo físico no tiene una buena apariencia, y por eso no lo apreciamos tanto. No obstante, por ser miembro de Cristo, nuestro cuerpo es querido y precioso. Con el tiempo, en la resurrección, este cuerpo llegará a ser una replica exacta del cuerpo glorioso y resucitado de Cristo.
En el versículo 18 Pablo escribe: “Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca”. La fornicación es un pecado contra nuestro propio cuerpo, el cual es miembro de Cristo. En este versículo se nos advierte que no abusemos de nuestro cuerpo.