Mensaje 7
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Lectura bíblica: 1 Co. 1:18-25
El hermano Watchman Nee nos dijo una vez que cuando leemos la Biblia lo más importante y valioso es tocar el espíritu del escritor. Cuando Pablo escribía 1 Corintios, no hay duda de que tenía una carga específica en su espíritu. Al leer esta epístola, debemos entrar en el espíritu del escritor.
Si queremos tocar el espíritu con el que Pablo escribe 1 Corintios debemos conocer el trasfondo de Pablo y de los creyentes que vivían en Corinto. Pablo era un judío religioso típico, entregado exclusivamente a la religión de sus antepasados. Debido a su celo por el judaísmo, él se opuso al evangelio, al nombre de Jesús y a la iglesia. Como sabemos, él llevaba a cabo su oposición contra la iglesia cuando el Señor Jesús vino a él, lo llamó, lo separó, lo comisionó y lo envió a predicar a Cristo. En obediencia a dicha comisión, Pablo hizo justamente eso.
En uno de sus viajes ministeriales, Pablo visitó la ciudad de Corinto, una ciudad culta localizada en Grecia, donde vivía mucha gente filosófica. El les predicó a Cristo Jesús y algunos griegos filosóficos recibieron la palabra de su predicación, aceptaron a Cristo y fueron salvos. Al ser regenerados, recibieron los dones iniciales: la vida eterna y el Espíritu Santo. Estos dones fueron sembrados en ellos como semillas espirituales. Sin embargo, después de recibir la vida divina y el Espíritu Santo, no vivieron por medio de ellos. En lugar de conducirse por la vida divina y por el Espíritu Santo, seguían viviendo conforme a la cultura griega, es decir, llevaban una vida caracterizada por la sabiduría y la filosofía, y no según Cristo. Se regían por la filosofía y la sabiduría mundanas, y no conforme a la vida divina y el Espíritu Santo.
Los creyentes de Corinto tenían sentimientos distintos y opiniones diversas debido a su filosofía mundana. Hablaban cosas diferentes y tenían distintas preferencias y predilecciones. Algunos decían: “Yo prefiero a Pablo”, otros: “Yo prefiero a Cefas”, y aún otros: “Mi preferido es Apolos”. Incluso habían algunos creyentes que decían: “Yo prefiero a Cristo”. Estas diferentes opiniones y maneras de hablar dieron lugar a que se introdujeran muchas cosas malignas en la vida de iglesia, cosas tales como discusiones, contiendas, fornicaciones y litigios. También se infiltraron la confusión y las diferentes opiniones con relación a la vida matrimonial. Algunos decían que un hermano debía dejar a su esposa si ésta no quería creer en el Señor. Otros se oponían a esto. Así llegaron a existir diferentes opiniones entre los creyentes de Corinto. Aunque eran cristianos auténticos que habían recibido los dones divinos, no llevaban una vida cristiana, sino una vida griega. No vivían por la divinidad, sino por la filosofía, por la sabiduría mundana, lo cual introdujo la confusión que prevalecía entre ellos. Este era el trasfondo que existía en Corinto cuando se escribió esta epístola.
El deseo de Pablo al escribir esta epístola era que los filosóficos y distraídos cristianos de Corinto volvieran a Cristo. Estos creyentes habían sido distraídos por su propia sabiduría, filosofía y cultura. Así que, la carga que Pablo tenía en su espíritu consistía en traerlos de nuevo al Cristo de quien les había testificado. En los primeros dos capítulos de esta epístola, se manifiesta claramente que esta era la carga que Pablo llevaba en su espíritu.
No es fácil entender los primeros dos capítulos de 1 Corintios. Uno puede leerlos muchas veces sin entender lo que quiere decir Pablo. Es posible que muchos versículos nos llamen la atención y aún así no entendamos la idea principal que Pablo presenta. En estos capítulos, el punto principal es el siguiente: Pablo se esforzaba en su espíritu por hacer que los creyentes filosóficos y distraídos volvieran a Cristo. De ahí que en estos capítulos él no da énfasis al Cristo resucitado ni al Cristo ascendido, sino al Cristo crucificado. En 2:2 él dice: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado”. Pablo anunció a los corintios un Cristo crucificado, un Cristo que había sido inmolado.
Como dijimos anteriormente, la mejor manera de solucionar los problemas es eliminando a todos los involucrados. El método humano consiste en negociar, pero Dios no negocia; El nos mata. Cuando se le da muerte a todos los involucrados, se produce el silencio. La mejor manera de que haya silencio y simplicidad es tener al Cristo que fue crucificado. Pablo parece decir a los corintios: “El Cristo de quien os testifiqué fue crucificado. Cuando fui a vosotros por primera vez, os prediqué al Cristo crucificado, al Cristo cuya vida en la tierra terminó con muerte por medio de la crucifixión”.
La crucifixión de Cristo tiene muchas implicaciones. Implica que El fue menospreciado, rechazado y derrotado. Nadie puede ser crucificado si antes no se le rechaza y se le vence. Mediante la crucifixión, Cristo sufrió el rechazo de los hombres. El pudo haber evitado la crucifixión, pero no lo hizo. A El se le crucificó porque estuvo dispuesto a ser inmolado. La crucifixión de Cristo hizo callar al universo entero y simplificó su complejidad.
Pablo, en lo profundo de su espíritu, anhelaba que los distraídos y filosóficos lo cristianos de Corinto conocieran al Cristo crucificado. Entre los santos predominaban la confusión y los problemas. Se oían muchas voces que hablaban diferentes cosas, tales como: “Yo soy de Apolos”, “Yo soy de Cefas”, “Yo soy de Pablo”, “Yo soy de Cristo”. ¿Qué podía hacer callar todas estas voces? Pablo sabía que sólo un Cristo crucificado podría lograrlo. Así que sentía en su espíritu la carga de que los creyentes volvieran al Cristo que él les había predicado y de quien les había testificado. Pablo parecía decirles: “El Cristo que les prediqué era un Cristo callado, un Cristo dispuesto a ser crucificado sin expresar una sola palabra. El estuvo dispuesto a ser menospreciado, rechazado e inmolado. Este es el Cristo que les ministré cuando fui a ustedes. Ahora quiero que sepan que este Cristo es el poder de Dios. Lo único que puede salvarlos es un Cristo crucificado. El poder salvador de Dios no es un Cristo fuerte, sino un Cristo crucificado; no es un Cristo que pelea, sino un Cristo vencido”. Quisiera reiterar que, en su espíritu, Pablo anhelaba que los cristianos filosóficos y contenciosos volvieran a la simplicidad y al silencio del Cristo crucificado.
Pablo dijo en 1:17 que él predicó el evangelio “no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo”. En este versículo, la expresión sabiduría de palabras se refiere a teorías filosóficas. En 2:1 Pablo dice: “Y yo, hermanos, cuando fui a vosotros, no fui anunciándoos el misterio de Dios con excelencia de palabras o con sabiduría”. El término griego traducido con excelencia literalmente quiere decir conforme a la elevación o superioridad. Cuando Pablo llegó a Corinto, para anunciar el testimonio de Dios, no fue con la intención de exhibir una elocuencia excelente y superior ni una sabiduría filosófica. Al contrario, él evitó las teorías filosóficas y la elocuencia y predicó la simple palabra de la cruz. La palabra de la cruz es simple, y no tiene nada que ver con la excelencia de palabras.
Cuando Pablo ministró a Cristo a los corintios, no ejercitó la sabiduría filosófica, pues se dio cuenta que los corintios eran un pueblo filosófico, un pueblo que había nacido en un ambiente filosófico y que había crecido bajo esa influencia. La meta de Pablo consistía en liberar a los corintios de la filosofía en la cual habían nacido. Pablo parecía decirles: “Ustedes nacieron en un ambiente filosófico y de sabiduría mundana. Pero yo no vine a ustedes con filosofía, sino con Cristo y la cruz. No prediqué a Cristo según la excelencia de las teorías filosóficas de ustedes. Al contrario, se los prediqué de una manera sencilla, diciéndoles que El había sido crucificado. Cristo estuvo dispuesto a ser menospreciado y rechazado. Aceptó el rechazo del hombre; fue arrestado, no se resistió cuando lo colocaron en la cruz, no combatió. Permaneció en silencio porque estaba dispuesto a ser crucificado. Este es el Cristo que les prediqué”.
La predicación de Pablo era completamente contraria al principio de la filosofía griega. Conforme a dicha filosofía, el que Pablo predicara al Cristo crucificado no era ni lógico ni filosófico. Pablo parecía decir a los corintios: “Aunque mi predicación no fue según la filosofía ni la sabiduría mundana, ustedes aceptaron mi predicación y mi testimonio, y fueron enriquecidos en Cristo en toda expresión y en todo conocimiento, y por gracia recibieron los dones iniciales: la vida divina y el Espíritu Santo. Sin embargo, ustedes no han vivido conforme a lo que recibieron del Señor. No han desarrollado los dones iniciales que recibieron, de modo que crezcan y maduren. Ustedes han permanecido en la infancia; siguen siendo bebés en Cristo. Ahora tengo la carga de volverles al Cristo crucificado y a los dones iniciales. Deben olvidar su cultura, sabiduría y filosofía griegas y regresar a Cristo y a éste crucificado”. Este era el espíritu que había en Pablo mientras escribía los dos primeros capítulos de 1 Corintios. Con este espíritu, Pablo dirigía a los creyentes al Cristo crucificado y les comunicaba la palabra de la cruz. Les decía que el Cristo crucificado es el poder de Dios para salvarnos y la sabiduría de Dios para cumplir Su plan.
En este mensaje examinaremos 1:18-25. Para entender estos versículos es necesario tener la debida compresión de los diecisiete versículos anteriores. Los versículos del 1 al 9 constituyen la introducción de esta epístola. En esa sección, Pablo habla de los dones iniciales y de la participación que tenemos de Cristo. En los versículos del 10 al 17 Pablo muestra que Cristo no está dividido y ruega a los santos por el nombre de nuestro Señor Jesucristo que hablen todos una misma cosa, es decir, Cristo y la cruz, y que estén unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer. Luego, en los versículos del 18 al 25, muestra que el Cristo crucificado es el poder de Dios y la sabiduría de Dios.
El versículo 18 dice: “Porque la palabra de la cruz es necedad para los que perecen; mas para los que se salvan, esto es, para nosotros, es poder de Dios”. La palabra porque indica que éste versículo explica el versículo anterior. En el versículo 17 Pablo declara: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo”. La cruz de Cristo es el centro en el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios, la cual consiste en producir la iglesia mediante la redención efectuada por Cristo. Pablo predicaba a Cristo crucificado (v. 23; 2:2; Gá. 3:1) y se gloriaba en la cruz de Cristo (Gá. 6:14). No anunciaba la ley ni la circuncisión, por las cuales luchaban los judíos y algunos de los creyentes judíos (Gá. 3:11; 5:11; 6:12-13), ni predicaba la filosofía que promovían los griegos y algunos de los creyentes gentiles (Col. 2:8, 20). La cruz de Cristo abolió las ordenanzas de la ley (Ef. 2:15; Col. 2:14), y nosotros los creyentes morimos a la filosofía, un elemento del mundo (Col. 2:20). Sin embargo, Satanás incitó a los judaizantes y a los filósofos griegos a que predicaran sus ismos de sabiduría mundana para que se hiciera vana la cruz de Cristo. Pero el apóstol Pablo se mantuvo alerta, y al confrontar las divisiones que existían entre los creyentes corintios, las cuales surgían principalmente de la religión judía y de la filosofía griega, puso énfasis en Cristo y Su cruz. Cuando tomamos a Cristo, y no las opiniones religiosas ni la sabiduría filosófica, y cuando Su cruz obra y elimina la carne ligada a cualquier trasfondo religioso o cultural, las divisiones se eliminan. La exaltación de la preferencia natural y de la sabiduría humana no puede permanecer ante Cristo y Su cruz.
Pablo no quería que su elocuencia o su sabiduría hiciera nula la cruz de Cristo. Cristo no envió a Pablo a predicar el evangelio con sabiduría de palabras, y éste rehusó entrar en teorías filosóficas; le preocupaba que la cruz de Cristo se hiciera vana. Se daba cuenta de que la palabra de la cruz es necedad para los que perecen, los cuales la consideran demasiado sencilla y una locura.
La palabra de la cruz es la expresión, el hablar, la predicación, de la cruz. Los que perecen menosprecian su predicación y la consideran necedad; pero nosotros, los que estamos siendo salvos, la honramos y la recibimos como el poder de Dios. Pablo recalcó en su ministerio que la cruz es el centro de la obra salvadora de Dios (Gá. 2:20; 3:1; 5:11, 24; 6:14; Ef. 2:16; Fil. 2:8; 3:18; Col. 2:14).
En la actualidad muchos profesores y personas cultas creen que la palabra de la cruz es locura. Para ellos, hablar de un Cristo menospreciado, rechazado y crucificado es una necedad. No quieren oír de un Cristo que fue muerto sin defenderse. Cuando se les expone la palabra del Cristo crucificado, dicen: “Esto es una necedad, no me hable de ella. Si a mí me menosprecia alguien, reaccionaré contra esa persona. Si alguien me rechaza, lo confrontaré. Además, si alguien intentare matarme, me protegeré y seré el primero en agredirlo. Incluso la ley del país me ampara con el derecho a la defensa propia. No me hable de un Cristo que fue crucificado”. Vemos que la palabra de la cruz sigue siendo una locura para los que perecen, y particularmente para la gente filosófica.
En el versículo 18 Pablo dice: “Para los que se salvan, esto es, para nosotros”. Valoro mucho la expresión los que se salvan. Si alguien le pregunta si usted es salvo, tal vez debería contestar: “Estoy en el proceso de ser salvo. He sido salvo parcialmente, hasta cierto grado, pero todavía no lo he sido plenamente. Estoy en ese proceso.” Para nosotros los que estamos en el proceso de salvación, la palabra de la cruz es el poder de Dios.
En el versículo 19 Pablo dice: “Pues está escrito: ‘destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos’ ”. Pablo empieza este versículo con la conjunción pues, mostrando así una vez más que éste también es una explicación del versículo anterior. Pablo hace notar que a Dios no le interesa la sabiduría de los sabios ni el entendimiento de los entendidos. Al contrario, El destruirá esa sabiduría y desechará ese entendimiento.
En el versículo 19 la intención de Pablo era dirigirse especialmente a los griegos filosóficos. El parecía decirles: “Ustedes se creen sabios y prudentes. No se dan cuenta de que Dios destruirá la sabiduría de los sabios y desechará el entendimiento de los entendidos. Si se creen sabios, su sabiduría será destruida por Dios; si se creen prudentes, El destruirá su prudencia. Es peligroso creerse sabio o pruden- te, pues corren el riesgo de que Dios los destruya o que los deseche”.
En el versículo 20 Pablo hace varias preguntas: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha hecho Dios necia la sabiduría del mundo?” ¿Dónde están los sabios de hoy? ¿Están en Grecia? ¿En Nueva Zelanda? ¿En Estados Unidos? ¿En Taiwán? Los que tienen cierto trasfondo nacional o cultural suelen creerse los más sabios y filosóficos. Tal vez sean más sabios que otros, pero no son más sabios que el Dios que está en los cielos. En la vida de iglesia no se debe adoptar ninguna sabiduría particular. Además, tampoco debemos ser escribas ni disputadores. No obstante, es posible que los que llevan la delantera en algunas localidades se enorgullezcan pensando que los jóvenes que están bajo su entrenamiento son escribas y disputadores. Pero la Biblia pregunta: “¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo?” No cabe duda que Dios ha hecho necia la sabiduría del mundo.
En el versículo 21 Pablo añade: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo mediante su propia sabiduría no conoció a Dios, agradó a Dios salvar a los creyentes mediante la necedad de la predicación”. En este contexto, la predicación no se refiere a predicar. Predicar tiene que ver con el medio por el cual se ministra la palabra, mientras que la predicación se refiere a lo que se predica, es decir, el mensaje. Dios se complace en salvar mediante la necedad de la predicación, el mensaje, lo que es predicado, a todo aquel que cree.
En este versículo Pablo se refiere a la necedad del mensaje. Cuando yo hablo y escribo, intencionalmente uso expresiones sencillas. Algunos me han aconsejado no seguir esta práctica, alegando que el uso de expresiones sencillas no atrae a las personas cultas. A pesar de esto, no quiero usar expresiones elocuentes. Esto no es predicar a Cristo ni la cruz. En la predicación de Cristo y la cruz, debemos usar términos y expresiones sencillas. Nosotros no somos los que predican la excelencia de las teorías. Así que, debemos seguir el ejemplo de Juan, quien usó una manera muy sencilla al escribir su evangelio. Por ejemplo, Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios”. En el versículo 4 Juan dice: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. En el versículo 14 añade de manera sencilla: “Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros”.
Cuando Pablo predicaba a Cristo y la cruz a las personas filosóficas, él hablaba con sencilles. Según nuestro concepto, él debió haber usado su conocimiento para expresar palabras excelentes de teorías filosóficas. Sin embargo, Pablo lo evitó deliberadamente. Cuando fue a Corinto para predicar a Cristo y la cruz, él optó por no ser elocuente y empleó expresiones breves y sencillas, las cuales los griegos filosóficos deben haber considerado como necedad. Sin embargo, Pablo dice que Dios usa la necedad de la predicación para salvar a los que creen. Mediante la predicación de Cristo y la cruz de una manera sencilla, la gente cree y es salva. Como resultado, tenemos la seguridad de que ellos no creen en la excelencia de nuestras palabras, sino en Cristo y en la cruz que predicamos.
El versículo 22 dice: “Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría”. Una señal es una manifestación milagrosa (Mt. 12:38-39) dada para comprobar lo que se predica. La religión necesita señales, y los judíos las requerían continuamente. La sabiduría pertenece a la filosofía y los griegos la buscaban constantemente.
En el versículo 22 Pablo se refiere a dos clases de personas: los judíos religiosos y los griegos filosóficos. Los religiosos pedían señales, milagros, y los filosóficos buscaban sabiduría. Pero al predicar al Cristo crucificado, a Pablo no le interesó ni la sabiduría ni las señales.
Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, los judíos se burlaban de El y le decían: “Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, ¡sálvate a Ti mismo! Si eres Hijo de Dios, ¡desciende de la cruz!” (Mt. 27:40). Los principales sacerdotes, junto con los escribas y los ancianos decían: “A otros salvó, a Sí mismo no se puede salvar. Es Rey de Israel; que descienda ahora de la cruz, y creeremos en El” (v. 42). Ellos desafiaron al Señor a que demostrara que El era el Cristo, el Hijo de Dios, librándose a Sí mismo de la cruz. No obstante, el Señor permaneció en silencio; no hizo nada para salvarse . En lugar de un milagro y de sabiduría, lo único que se veía en El era debilidad y necedad. Según la sabiduría humana, ser crucificado es una necedad total.
Cuando los corintios decian: “Yo soy de Pablo”, o “Yo soy de Cefas”, ellos ejercitaban su sabiduría. Lo que seguían era su filosofía, y no a Cristo. Pero Pablo les predicó al Cristo crucificado, lo cual constituía una ofensa para los judíos que pedían milagros y para los griegos que buscaban sabiduría. Sin embargo, para los que son llamados, Cristo es sabiduría de Dios y poder de Dios.
Es muy significativo que Pablo no dijera a los corintios: “Nosotros predicamos al Cristo resucitado”. En Hechos, la predicación se centra en la resurrección de Cristo. Según este libro, dicha predicación es un testimonio de que Jesucristo, quien fue crucificado, resucitó. Pero en esta epístola, Pablo no da énfasis a la resurrección de Cristo. Más bien, él recalca la predicación del Cristo crucificado. No cabe duda de que los judíos así como los griegos habrían preferido oír hablar de un Cristo resucitado. Para los judíos, esto hubiera representado un gran milagro. ¡Cuán milagroso es el que alguien se levante de la tumba y ascienda a los cielos! Los griegos, por su parte, hubieran considerado una predicación acerca de la resurrección algo muy filosófico. En su búsqueda por la sabiduría, se habrían interesado en saber cómo un muerto puede volver a vivir. No obstante, Pablo predicaba a un Cristo crucificado, un Cristo que no hizo nada para salvarse. Pablo seguía al Cristo crucificado y lo predicó a los corintios. En el versículo 23 dice: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos tropezadero, y para los gentiles necedad”. El hecho de que Pablo siguiera a un Cristo crucificado constituía una ofensa para los judíos y era una necedad para los griegos.
En el versículo 24 Pablo añade: “Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. Los llamados son los creyentes que Dios escogió en la eternidad (Ef. 1:4) y que creyeron en Cristo en el transcurso del tiempo (Hch. 13:48). Para los llamados, el Cristo crucificado predicado por los apóstoles es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. La sabiduría se necesita para planear, proponer, mientras que el poder se requiere para llevar a cabo lo que se ha planeado y propuesto. En la economía de Dios, Cristo es la sabiduría y el poder. ¡Alabado sea el Señor porque para nosotros el Cristo crucificado es el poder de Dios y la sabiduría de Dios!
En el versículo 25 Pablo concluye diciendo: “Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”. Aun la necedad de Dios es más sabia que nuestra sabiduría, y Su debilidad, más fuerte que nuestra fuerza.