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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Juan»
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Mensaje 39

LAS VIRTUDES DEL NACIMIENTO DIVINO: VENCER AL MUNDO, LA MUERTE, EL PECADO, EL DIABLO Y LOS ÍDOLOS

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  Lectura bíblica: 1 Jn. 5:18-21

  Antes de empezar a examinar 1 Juan 5:18-21, quisiera añadir algo acerca de la petición que imparte vida, de la cual se habla en 5:14-17. En 5:14-17 se nos da a entender que además de poseer la vida eterna y disfrutarla, también podemos ministrar esta vida a otros. Esto significa que podemos dar vida eterna a otros. Al respecto, el pensamiento de Juan es muy profundo. No obstante, aunque es profundo, también se aplica de manera práctica a nuestra vida cristiana. Si disfrutamos la vida eterna y la experimentamos, ciertamente podremos ser canales por los cuales esta vida sea impartida a otros. Así, podremos ministrar vida eterna a otros miembros del Cuerpo.

  En 5:16 Juan dice que hay pecado de muerte por el cual no debemos pedir. Ya señalamos que conforme a la disciplina gubernamental de Dios, hay pecados que son de muerte. Sin embargo, este tema de los pecados que son de muerte no debe distraernos del pensamiento básico contenido en estos versículos, a saber, el de ministrar vida eterna a otros. En esta sección se nos da a entender que podemos ser canales por los cuales la vida eterna fluye de nosotros hacia los demás. Así que, en vez de procurar saber si alguien será sanado o si cierto pecado es de muerte, simplemente debemos reconocer el hecho de que todos los santos con quienes nos relacionamos, quienes también son miembros del Cuerpo, necesitan que la vida eterna fluya de nosotros hacia ellos.

  Debemos ministrar vida a otros. La manera de ministrar vida a los santos es orar con ellos o tener comunión con ellos. A veces podemos ministrar vida a un hermano simplemente visitándolo, sin hablarle mucho; el solo hecho de tener contacto con él le ministra vida. Mientras estamos con dicho hermano, la vida fluye de nuestro ser hacia él. Así, pues, en 5:14-17 debemos ver que tenemos vida eterna, y que podemos experimentarla y disfrutarla, para después ministrarla a otros.

EL NACIMIENTO DIVINO

  En 5:18-21 se da una conclusión muy enfática a la Epístola de 1 Juan. En esta conclusión Juan recalca una vez más el nacimiento divino (v. 18). Como ya señalamos, la estructura de este libro se compone del nacimiento divino, la vida divina, la comunión divina, la unción divina y todas las virtudes que provienen del nacimiento divino. Espero que todo lo relacionado con el nacimiento divino, es decir, el hecho de que hemos sido engendrados por Dios, quede grabado profundamente en nosotros. Asimismo, es imprescindible que quede grabado en nosotros lo tocante a la vida divina, la cual fue sembrada como simiente divina en nuestro ser; lo tocante a la comunión divina, la cual hace posible que disfrutemos las riquezas de la vida divina; lo tocante a la unción divina, por la cual permanecemos en el Señor y tenemos comunión con Él; y lo tocante a todas las virtudes que proceden del nacimiento divino. Con respecto a estos asuntos, no debemos tener simplemente el conocimiento de ellos; más bien, debemos tocar las profundidades de la realidad de estos asuntos mencionados en esta epístola.

  En 5:18 Juan dice: “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues el que es nacido de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca”. Con miras a que no cometamos pecado, el cual no sólo interrumpe la comunión de la vida divina (1:6-10), sino que también puede producir la muerte física (5:16-17), el apóstol, persuadido de la capacidad de la vida divina, recalca una vez más nuestro nacimiento divino. El simple hecho de haber nacido de la vida divina, no permite que nosotros, quienes hemos sido regenerados, practiquemos el pecado (3:9), es decir, que vivamos en el pecado (Ro. 6:2).

EL QUE HA SIDO REGENERADO SE GUARDA A SÍ MISMO DE PECAR

  En 5:18 Juan nos dice algo que tiene mucho que ver con nuestra vida cristiana. Dice que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado. Luego, dice que el que es nacido de Dios se guarda a sí mismo, y el maligno no le toca. Aquí se nos presenta un pensamiento nuevo al discurso: el pensamiento de que las personas regeneradas pueden guardarse a sí mismas de pecar.

  Algunos maestros, basándose en Juan 17:15, dicen que la expresión el que es nacido de Dios, mencionada en 5:18, se refiere a Cristo, quien nació de Dios y quien guarda a los regenerados. Sin embargo, el hecho de que la expresión nacido de Dios en esta cláusula sea una repetición de la expresión contenida en la cláusula anterior, demuestra de una manera lógica que la frase el que es nacido de Dios aún se refieren al creyente regenerado. Un creyente regenerado (especialmente su espíritu regenerado, el cual nació del Espíritu de Dios, Jn. 3:6), se guarda a sí mismo de vivir en el pecado, y el maligno no le toca (en particular no toca su espíritu regenerado). El hecho de haber nacido de la vida divina en su espíritu es el factor básico que lo salvaguarda.

  Este entendimiento de la frase el que es nacido de Dios, mencionada en 5:18, es confirmado por lo que dice Juan en 5:4: “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo”. Hablando con propiedad, este versículo se refiere a nuestro espíritu regenerado. El espíritu regenerado es el que nos guarda de pecar.

  Como hemos dicho, algunos traductores dicen que la frase el que es nacido de Dios de 5:18, se refiere al Señor Jesucristo y, por tanto, debiera ser traducida “Aquel que es nacido de Dios”. Según este entendimiento, Cristo es nacido de Dios, y Él es quien nos guarda. Sin embargo, después de mucho estudio y según nuestra experiencia, hemos llegado a la conclusión de que las palabras el que es nacido de Dios se refieren a la persona que nació de Dios. Esto lo comprueba el hecho de que la expresión nacido de Dios se usa dos veces en este versículo. Primero se nos dice que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, y después, que el que es nacido de Dios, se guarda a sí mismo. No sería lógico decir que en el primer caso la frase nacido de Dios se refiere a un creyente regenerado, y que en el segundo caso, se refiere a Cristo. Por tanto, la frase el que es nacido de Dios, que aparece en 5:18, se refiere a una persona regenerada, a una persona que ha nacido de Dios y que, debido a ello, se guarda a sí misma de pecar. Las palabras se guarda significan se guarda a sí mismo vigilando atentamente.

NO SER TOCADO POR EL MALIGNO

  En 5:18 Juan dice que el maligno no toca al que es nacido de Dios y se guarda a sí mismo. Aquí la palabra traducida “toca” significa “apresa”, “echa mano de alguien para dañarlo y cumplir propósitos malignos”. La palabra griega traducida “el maligno” es ponerós, la cual difiere de kakós, que se refiere a un carácter esencialmente vil y perverso, y también de saprós, que alude a algo que es inservible y se ha corrompido, algo que se ha degenerado y ha perdido su virtud original. La palabra griega ponerós denota a alguien que es maligno de manera perniciosa y dañina, alguien que afecta a otros e influye en ellos para hacerlos malignos y despiadados. Satanás, el diablo, es esta persona maligna, en cuyo poder yace el mundo entero (v. 19).

  Por lo menos una versión dice: “El maligno no puede tocarle”, en vez de: “El maligno no le toca”. Pero decir que el maligno no puede tocarle es diferente de decir que el maligno no le toca. La traducción correcta es: “El maligno no le toca”. El pensamiento aquí no es que el maligno no puede tocarnos, sino que el maligno no nos toca. Aquí Juan dice que mientras permanezcamos en nuestro espíritu regenerado, este espíritu nos guardará de pecar, y el maligno no nos tocará. Él sabe que si trata de tocarnos mientras permanecemos en nuestro espíritu regenerado, estará perdiendo su tiempo. Por consiguiente, el pensamiento aquí no es que el maligno no pueda tocarnos, sino que él no nos toca cuando estamos en el espíritu.

  Por experiencia sabemos que cuando estamos en la carne, cuando nos olvidamos de nuestro espíritu regenerado, llegamos a ser presa del maligno, e incluso nos convertimos en un “delicioso platillo” para él. En tales momentos, el maligno probablemente dirá: “Oh, aquí he encontrado algo bueno para comer”, y no solamente nos tocará, sino que además nos tragará. No obstante, si estamos en nuestro espíritu regenerado, él decidirá no perder su tiempo con nosotros.

  El pensamiento en 5:18 es que nosotros hemos nacido de Dios y tenemos la vida divina. Este nacimiento divino ocurrió en nuestro espíritu regenerado, y ahora la vida divina está en nuestro espíritu regenerado. Por consiguiente, lo único que tenemos que hacer es permanecer en nuestro espíritu regenerado. La regeneración que nos trae el nacimiento divino y la vida divina, nos guarda del pecado, del fracaso y de la contaminación. Cuando permanecemos en nuestro espíritu regenerado, Satanás sabe que no tiene posibilidad alguna de tocarnos, y tampoco lo intentará.

  Si consideramos esta epístola en su totalidad, nos daremos cuenta de que la intención del apóstol Juan era recalcar el hecho de que hemos nacido de Dios. Hemos experimentado un nacimiento divino y ahora poseemos la vida divina. Como resultado, una parte específica de nuestro ser, nuestro espíritu, fue regenerada con la vida divina. Así que ahora tenemos una salvaguardia: nuestro espíritu, que fue regenerado con la vida divina. Mientras permanezcamos en nuestro espíritu regenerado, tendremos refugio, un lugar donde estaremos protegidos y resguardados, y el maligno no nos tocará.

EL MUNDO ENTERO ESTÁ EN EL MALIGNO

  En 5:19 Juan dice además: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está en el maligno”. Literalmente, la palabra griega traducida “de” aquí significa “provenientes de”. Hemos sido engendrados por Dios, por lo tanto, procedemos de Él y, por ende, poseemos Su vida y participamos de Su naturaleza. Esto nos aparta para Dios y nos separa del mundo satánico, el cual yace en poder del maligno.

  En 5:19 Juan dice que el mundo entero está en el maligno. “El mundo entero” comprende el sistema mundial satánico (2:15) y a las personas del mundo, la humanidad caída (4:1). El hecho de que el mundo entero esté en el maligno significa que permanece pasivamente en la esfera de la influencia del maligno, bajo la usurpación y manipulación del maligno. Mientras que los creyentes viven y actúan por la vida de Dios, el mundo entero yace pasivamente bajo la mano usurpadora y manipuladora de Satanás, el maligno. Esto podemos verlo especialmente en las personas del mundo. Mientras que nosotros procedemos de Dios, pertenecemos a Dios y somos uno con Él, el mundo yace en el maligno y pertenece al diablo. Las personas del mundo no tienen su propia libertad; antes bien, están bajo el control y manipulación del diablo.

  Usemos el ejemplo de una cirugía para que entendamos cómo el mundo entero está en el maligno. Durante una cirugía, el paciente yace pasivamente en la mesa de operaciones, y el cirujano realiza la operación. El paciente está completamente bajo el control del cirujano. Del mismo modo, el mundo entero hoy en día está en las manos de Satanás. Satanás es un “cirujano” maligno, y las personas del mundo son “pacientes” que yacen en su “mesa de operaciones”. ¡Alabado sea el Señor porque nosotros somos de Dios y tenemos una relación de vida con Él!

EL HIJO DE DIOS HA VENIDO Y NOS HA DADO ENTENDIMIENTO

  En el versículo 20 Juan añade: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer a Aquel que es verdadero; y estamos en el verdadero, en Su Hijo Jesucristo. Éste es el verdadero Dios, y la vida eterna”. La frase ha venido aquí indica que el Hijo de Dios vino mediante la encarnación para traernos a Dios mismo como gracia y realidad (Jn. 1:14) a fin de que recibiéramos la vida divina, tal como se revela en el Evangelio de Juan para poder participar de Dios como amor y luz, tal como se revela en esta epístola.

  En 5:20 Juan dice que el Hijo de Dios nos ha dado entendimiento para conocer a Aquel que es verdadero, esto es, el verdadero. Este entendimiento es una facultad de nuestra mente después que ésta ha sido iluminada y fortalecida por el Espíritu de realidad (Jn. 16:12-25) para que pueda captar la realidad divina que está en nuestro espíritu regenerado. En este versículo, “conocer” es la capacidad de la vida divina, la cual nos permite conocer al Dios verdadero (Jn. 17:3) en nuestro espíritu regenerado (Ef. 1:17) mediante nuestra mente renovada, que ha sido iluminada por el Espíritu de realidad.

  El entendimiento del que se habla en el versículo 20 incluye nuestra mente, nuestro espíritu y el Espíritu de realidad. Según lo que somos en nuestro ser natural, nuestro espíritu está sumido en la muerte y nuestra mente está entenebrecida. Por tanto, en nuestro ser natural no tenemos la capacidad de conocer a Dios. ¿Cómo puede alguien cuyo espíritu está en una condición de muerte y cuya mente está entenebrecida, conocer al Dios invisible? Esto es imposible.

  Así que el Señor Jesús, el Hijo de Dios, ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al Dios genuino y verdadero. Él vino a nosotros al pasar por las etapas de encarnación, crucifixión y resurrección. Él efectuó la redención por nosotros, y luego nosotros, después de habernos arrepentido y de haber creído en Él, le recibimos. Una vez que creímos en Él y le recibimos, nuestros pecados fueron perdonados, nuestra mente entenebrecida fue iluminada y nuestro espíritu, que estaba en una condición de muerte, fue vivificado. Además, el Espíritu de realidad, quien es el Espíritu de revelación, entró a nuestro ser. Esto significa que el Espíritu de realidad fue añadido a nuestro espíritu vivificado y resplandeció en nuestra mente para iluminarla. Ahora, tenemos una mente que ha sido iluminada y un espíritu que ha sido vivificado con el Espíritu de realidad, el cual nos revela la realidad espiritual. Como resultado, ciertamente tenemos entendimiento y podemos conocer al verdadero. Antes de ser salvos, no teníamos este entendimiento; pero el Hijo de Dios vino a nosotros y nos dio este entendimiento para que conozcamos a Dios.

LA CAPACIDAD DE CONOCER A DIOS

  En Juan 17:2 y 3 vemos que la vida eterna posee la capacidad de conocer a Dios: “Como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo”. La vida eterna es la vida divina, la cual cumple una función especial: conocer a Dios. Para conocer a Dios, la persona divina, necesitamos la vida divina.

  Ya que como creyentes hemos nacido de la vida divina, tenemos la capacidad de conocer a Dios. Para conocer cierta especie de seres vivos, se requiere tener la vida de dicha especie. Por ejemplo, un perro no puede conocer a los seres humanos, porque no posee la vida humana. Para conocer a los seres humanos, se requiere la vida humana. El mismo principio se aplica al hecho de conocer a Dios. El Señor nos ha dado vida eterna, la vida divina, la vida de Dios, y esta vida ciertamente posee la capacidad de conocer a Dios. Por consiguiente, la vida de Dios, la cual nos ha sido dada, posee la capacidad de conocer a Dios y las cosas de Dios.

  En 5:20 Juan habla de conocer al verdadero. Aquí la palabra conocer de hecho significa “experimentar”, “disfrutar” y “poseer”. Por lo tanto, conocer al verdadero equivale a experimentar, disfrutar y poseer al verdadero. En este universo únicamente Dios es el verdadero, y necesitamos la vida de Dios para poder experimentarlo, disfrutarlo y poseerlo.

  Esta epístola revela claramente que nosotros hemos recibido la vida divina por haber nacido de Él. Así como un hijo puede conocer a su padre porque tiene la vida del padre, también nosotros podemos conocer a Dios porque tenemos la vida de Dios. Puesto que poseemos la vida divina, tenemos la capacidad de conocer a Dios. Además, puesto que poseemos la vida de Dios, podemos experimentar a Dios, disfrutarle y poseerle.

  El Hijo de Dios vino mediante la encarnación y mediante la muerte y la resurrección, y nos dio entendimiento, capacidad, para conocer al Dios verdadero. Este entendimiento incluye nuestra mente iluminada, nuestro espíritu vivificado y al Espíritu Santo que lo revela todo. Debido a que nuestra mente ha sido iluminada, nuestro espíritu ha sido avivado y el Espíritu de realidad mora en nosotros, tenemos la capacidad de conocer a Dios, la capacidad de experimentar, disfrutar y poseer al verdadero.

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