Mensaje 9
(1)
Lectura bíblica: 1 Jn. 1:5-7
A estas alturas, en nuestro estudio-vida de 1 Juan, debemos insertar, a modo de paréntesis, algunos mensajes sobre la luz divina y la verdad divina. Después de estos mensajes parentéticos, continuaremos hablando de los requisitos correspondientes a la comunión divina.
La luz divina es la esencia de la expresión de Dios. Cuando Dios se expresa, la esencia de esa expresión es luz. ¿Qué es la verdad divina? La verdad divina es el producto de la luz divina. Cuando la luz divina resplandece en nosotros, llega a ser la verdad divina, la cual es la realidad divina. Esto significa que cuando la luz divina resplandece en nosotros, recibimos la realidad divina. Podríamos decir también que la luz divina nos trae la realidad divina.
En 1:5 Juan dice: “Y éste es el mensaje que hemos oído de Él, y os anunciamos: Dios es luz, y en Él no hay ningunas tinieblas”. En el versículo 7 él dice algo más acerca de la luz: “Pero si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado”. Como hemos mencionado, la luz divina es la naturaleza, la esencia, de la expresión de Dios y la fuente de la verdad divina. Esta luz divina resplandece en la vida divina; por ende, sin la vida divina, no es posible tener la luz divina.
Juan 1:4 dice: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. En Cristo está la vida divina, y esta vida es la luz divina. Por lo tanto, la vida es la luz. Cuando tenemos la vida divina, tenemos también la luz divina.
Con esto vemos que estos tres asuntos están relacionados: la luz, la verdad y la vida. Primero, debemos aprender a experimentar estos asuntos, y después tenemos que aprender a presentar la verdad tocante a ellos.
Entre los cristianos hoy en día existe una gran carencia con respecto al conocimiento de las verdades bíblicas. Algunos conocen la verdad, pero su entendimiento es muy superficial. Por tanto, la meta del recobro del Señor es recobrar todas las verdades bíblicas, todas las realidades bíblicas. Por estar en el recobro del Señor, debemos darnos cuenta de que existe la urgente necesidad de que todos obtengamos el pleno conocimiento de la verdad, la experiencia de la verdad y la debida destreza para presentar la verdad a otros.
Supongamos que los padres de cierto joven que está en el recobro del Señor se oponen a él. Este hermano no debe ofenderse con sus padres ni debe argumentar con ellos. En lugar de ello, con un buen espíritu y con una actitud agradable, debe presentar las verdades a sus padres. Cuando los visite, tal vez podría decirles: “Papá y mamá, quisiera decirles que la luz es la esencia de la expresión de Dios y que la verdad es el producto de la luz. ¿No les agrada escuchar esto? Esta luz resplandece en la vida divina, y la vida divina está en Jesucristo. Incluso Cristo es esta vida. El Señor Jesús dice: ‘Yo soy la vida’. Cuando estamos en esta vida, experimentamos el resplandor de la luz divina. Luego, cuando estamos bajo este resplandor, tenemos la verdad”. Puede ser que los padres de este hermano acepten sus palabras o que las rechacen. Pero en cualquier caso, al despedirse podría decirles: “Papá y mamá, tengo que irme ya, pero los dejo con estos tres ‘diamantes’: la vida, la luz y la verdad”.
Muchos cristianos están acostumbrados a oír los términos bíblicos, pero es posible que no sepan lo que significan. Si se les preguntara acerca de lo que significa la luz, la verdad y la vida, probablemente contestarían que no saben lo que significan. Así que, debemos estar preparados para presentar las preciosas verdades relacionadas con estos asuntos. Nuestra necesidad en el recobro actual del Señor es que todos adquiramos el conocimiento de la verdad, la experimentemos y aprendamos a presentarla a otros.
El recobro del Señor se propaga por medio de la verdad. Muchos de nosotros podemos testificar que lo que nos atrajo al recobro del Señor no fue un orador poderoso y fascinante; más bien, fuimos atraídos por la verdad. Fuimos atraídos por la manera en que nos fueron presentadas las verdades bíblicas. Por ejemplo, sé de un hermano que fue atraído por la manera en que se le presentó cómo se reflejan mutuamente los primeros dos capítulos de la Biblia, Génesis 1 y 2, y los últimos dos capítulos de la Biblia, Apocalipsis 21 y 22. Finalmente, este hermano fue ganado para el recobro del Señor por medio de esta verdad. Mi meta en todas las conferencias y entrenamientos es simplemente presentar las verdades de la Biblia.
Me alegra mucho ver a tantos jóvenes entre nosotros que están deseosos de conocer la verdad hallada en la Palabra. Después de algún tiempo, estos jóvenes serán útiles en el recobro del Señor. Los que ahora son adolescentes, un día serán útiles en la divulgación de las verdades bíblicas. ¡Alabado sea el Señor por la oportunidad que Él nos ha dado de ser adiestrados en las verdades de la Biblia!
Hemos visto que la luz divina es la naturaleza de la expresión de Dios, que es la fuente de la verdad divina y que resplandece en la vida divina. Ahora debemos ver que la luz divina está corporificada en Jesús, quien es Dios mismo encarnado. Puesto que Él es la corporificación de la luz divina, el Señor Jesús dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn. 8:12). Él dijo algo semejante en Juan 9:5: “Mientras estoy en el mundo, luz soy del mundo”. La luz divina, que da origen a la verdad y que resplandece en la vida, está corporificada en la persona del Señor Jesús, quien es Dios mismo encarnado. Este asunto es muy profundo y significativo. Quisiera animarle a usted a que ore-lea estos versículos para que toque la realidad de estos asuntos relacionados con la luz divina.
En 1 Juan 1:6, Juan habla acerca de la verdad divina: “Si decimos que tenemos comunión con Él y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad”. ¿Qué es la verdad? Es difícil definirla. Tal vez pensemos que la palabra verdad mencionada en un versículo como 1:6 se refiera a la doctrina sana y correcta. En el idioma chino, la palabra traducida “verdad” significa “doctrina genuina”. Muchos tienen un entendimiento semejante de la palabra verdad y piensan que, al menos dentro del contexto bíblico, la verdad equivale a la sana doctrina.
Es posible que la manera en que usamos la palabra verdad en nuestras conversaciones cotidianas refleje un entendimiento diferente de esta palabra, es decir, tal vez pensemos que la verdad se refiere a lo que es verdadero, como lo contrario de falso. Por ejemplo, hablamos de contar la verdadera historia.
Si hemos de entender el significado de la verdad según se presenta en la Biblia, tenemos que ir más allá del entendimiento común y tradicional de lo que es la verdad. El entendimiento tradicional de que la verdad bíblica denota la doctrina correcta no es acertado, y el significado que comúnmente se le atribuye a esta palabra no debe aplicarse a la palabra verdad tal como se usa en la Biblia.
La palabra griega traducida “verdad” es alétheia. Cuando estudié esta palabra, consulté varios lexicones y concordancias. Me ayudó mucho lo que dice Kittel’s Theological Dictionary of the New Testament [Diccionario teológico del Nuevo Testamento de Kittel] sobre la verdad. También estudié todos los versículos del Nuevo Testamento que usan ya sea la palabra alétheia u otras palabras relacionadas. Después de haber estudiado estos versículos en su contexto y de haber consultado los lexicones y concordancias, llegué a ciertas conclusiones en cuanto al significado de la palabra verdad según se halla en el Nuevo Testamento, las cuales han quedado impresas en la Versión Recobro de las Epístolas de Juan resumidas en una extensa nota que explica la verdad mencionada en 1:6. En este mensaje examinaremos solamente la primera parte de dicha nota.
La palabra griega alétheia significa “verdad o realidad (lo opuesto de vanidad), veracidad, autenticidad, sinceridad”. Es un término muy particular de Juan, y es una de las palabras más profundas del Nuevo Testamento. Dicha palabra denota todas las realidades de la economía divina como el contenido de la revelación divina transmitida y revelada por la Palabra santa.
Según el Nuevo Testamento, la verdad es primeramente Dios, quien es luz y amor, encarnado para ser la realidad de las cosas divinas, tales como la vida divina, la naturaleza divina, el poder divino y la gloria divina, las cuales podemos poseer a fin de disfrutarle a Él como gracia, según lo revela el Evangelio de Juan (Jn. 1:1, 4, 14-17).
En segundo lugar, y según el Nuevo Testamento, la verdad es Cristo, quien es Dios mismo encarnado y en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col. 2:9), como la realidad de: a) Dios y el hombre (Jn. 1:18, 51; 1 Ti. 2:5); b) todos los tipos, figuras y sombras del Antiguo Testamento (Col. 2:16-17; Jn. 4:23-24); y c) todas las cosas divinas y espirituales, tales como la vida divina y la resurrección (11:25; 14:6), la luz divina (8:12; 9:5), el camino divino (14:6), la sabiduría, la justicia, la santificación y la redención (1 Co. 1:30). Por consiguiente, Cristo es la realidad (Jn. 14:6; Ef. 4:21).
En tercer lugar, la verdad es el Espíritu, quien es el Cristo transfigurado (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17), la realidad de Cristo (Jn. 14:16-17; 15:26) y de la revelación divina (16:13-15). Por lo tanto, el Espíritu es la realidad (1 Jn. 5:6).
Así, pues, vemos que la verdad, alétheia, según el Nuevo Testamento, se refiere a Dios. La verdad es Dios mismo, quien como luz y amor divinos, se encarnó para ser la realidad de todas las cosas divinas a fin de que nosotros pudiéramos poseerlas y así pudiéramos disfrutarle a Él como gracia. Esto significa que el propio Dios es la verdad, la realidad, de las cosas divinas, las cuales nos han sido dadas para nuestra posesión. Así que, debemos poseer a Dios mismo como la realidad, y luego disfrutarle como gracia. Por consiguiente, la realidad divina es de hecho Dios mismo; Él es la realidad de todas las cosas divinas.
La verdad según el Nuevo Testamento también denota a Cristo, quien es Dios mismo encarnado. Cristo es Aquel en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad. Como corporificación de la plenitud de la Deidad, Cristo, quien es Dios encarnado, es la realidad de Dios y del hombre, la realidad de todos los tipos, figuras y sombras del Antiguo Testamento, y la realidad de todas las cosas divinas y espirituales.
¿Qué es la verdad? ¿Qué es la realidad? La realidad es Cristo, quien es Dios mismo encarnado. La realidad es Cristo como Aquel en quien habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, quien llega a ser la realidad de Dios, del hombre, de los tipos, figuras y sombras, y de todas las cosas divinas y espirituales. En el Antiguo Testamento se encuentran muchos tipos, figuras y sombras, y Cristo es la realidad de todos ellos. En la Biblia también leemos de muchas cosas divinas y espirituales tales como la vida, la luz, la sabiduría y la justicia. El propio Cristo es la realidad de todas estas cosas. Por lo tanto, cada vez que leamos la palabra verdad o realidad en el Nuevo Testamento, debemos tener presente que ésta, en primer lugar, se refiere a Dios y también a Cristo.
Hemos dicho también que en el Nuevo Testamento, la verdad denota al Espíritu, quien es el Cristo transfigurado y también la realidad de Cristo y de la revelación divina. Es por ello que en 5:6 Juan dice: “El Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la realidad”.
Ciertamente vale la pena estudiar a fondo el significado de la palabra verdad según lo revelado en el Nuevo Testamento. En este mensaje hemos hecho notar de manera breve que la verdad, la realidad, es Dios, Cristo y el Espíritu. En el siguiente mensaje examinaremos otros aspectos de la verdad según la Palabra de Dios.