Mensaje 27
Lectura bíblica: 2 S. 7:12-14a; Mt. 22:41-45; Ap. 22:16; Is. 11:1; Mt. 26:63-64; Ro. 1:3-4
En este mensaje, siento que debo continuar exponiendo sobre 2 Samuel 7:12-14a.
En 2 Samuel 7:12 se menciona el linaje de David, la simiente humana que llega a ser el Hijo de Dios (v. 14). En cuanto a esto, el Señor Jesús le hizo algunas preguntas a los fariseos (Mt. 22:41-45). Primero, les preguntó: “¿Qué pensáis acerca del Cristo? ¿De quién es hijo?” (v. 42). Cuando ellos respondieron que Cristo era hijo de David, el Señor Jesús les preguntó que cómo entonces David le llamó Señor (v. 43). Finalmente, les dijo: “Pues si David le llama Señor, ¿cómo es hijo suyo?” (v. 45). Esta es la pregunta más importante del universo. ¿Cómo puede ser Cristo descendiente de un hombre y a la vez, ser el Hijo de Dios? ¿Cómo puede ser el hijo de David y, al mismo tiempo, el Señor de David? Los fariseos conocían muy bien la Biblia, pero cuando el Señor Jesús les preguntó en cuanto a los dos aspectos de Su persona, se quedaron callados. Ellos sabían que Cristo era la simiente de David, y contestaron acerca de ello sin vacilar; pero cuando el Señor Jesús les preguntó por qué David, un descendiente de Cristo, le llamó a Cristo, Señor, no pudieron contestar. Por una parte, Cristo era un hombre; por otra, El era Dios. Nadie puede reconciliar estos dos aspectos.
El estudio de la persona de Cristo, conocido como la cristología, empezó con la segunda generación de los padres de la iglesia, lo cual fue de gran interés entre los creyentes. Hoy día, sin embargo, la mayoría de los creyentes no le prestan mucha atención a dicho estudio. Ellos saben que Dios es Cristo, y que Cristo es su Salvador y su Redentor; con todo, si se les pregunta cómo Cristo puede ser Dios, y a la vez hombre, no saben contestar.
Hoy todavía hay muchos que no creen que Cristo, después de Su resurrección y ascensión , sigue poseyendo un cuerpo físico. Ellos piensan que El murió con un cuerpo físico, pero que al resucitar se despojó de él, resucitando únicamente en calidad de una persona divina. Este entendimiento erróneo les impide interpretar muchos versículos de la Biblia.
Apocalipsis 22:16 dice que Jesús es “la raíz y el linaje de David”. Cristo es Dios, y en Su divinidad, es el origen, la raíz, de David; Cristo es un hombre, y en Su humanidad, es el linaje, el descendiente, el renuevo de David. Como raíz, David nació de Cristo; y como el renuevo, Cristo nació de David.
Leamos Isaías 11:1: “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces”. Todos los maestros de la Biblia confirman que este versículo se refiere a Cristo. Durante la época de Salomón, la casa de David era un árbol floreciente; pero poco tiempo después, ese árbol empezó a ser cortado, hasta convertirse en un tronco que consistía principalmente de dos personas: José y María. De ese tronco salió una vara, un vástago, que es el niño Jesús. Así edificaba Dios una casa para David, y le daba un descendiente.
Colosenses 1:12 dice que Cristo es la porción que Dios nos asignó; y el versículo 15 expresa que Cristo es “la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación”. Dios es el Creador, y, Cristo, la imagen del Creador. Como tal, Cristo ciertamente es divino. El también es el Primogénito de toda creación, lo cual indica que El es también una criatura. Dado que llegó a ser un hombre de sangre y carne (He. 2:14), no hay duda de que El también es una criatura. Así que, El es divino y a la vez humano. El es Dios y simultáneamente hombre. El es el Creador y al mismo tiempo una criatura.
Algunas personas no saben que Cristo, después de resucitar y ascender al cielo, todavía posee Su humanidad; otras, niegan este hecho, aseverando que El dejó de ser humano. Sin embargo, Mateo 26:63-64 revela claramente que Cristo sigue siendo un hombre. En este pasaje, Cristo es juzgado por el Sanedrín, el cual le exhorta, diciéndole: “Te ordeno que jures por el Dios viviente y nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios”. Jesús respondió y dijo: “Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo”. Hoy Cristo está sentado en el trono celestial en calidad de Hijo del Hombre, y será el Hijo del Hombre cuando venga de nuevo.
El hecho de que Cristo sea un hombre está totalmente ligado a la economía de Dios. Su humanidad, por tanto, reviste mucha importancia. El, como hombre, fue exaltado y glorificado por Dios y ahora está sentado en los cielos. Al llegar a este punto, me gustaría pedirles que mediten sobre el siguiente himno, el cual subraya la exaltación del Señor en calidad de hombre (Himnos 68):
¡Ved a Jesús sentado en el cielo! Cristo el Señor al trono ascendió, Como un hombre fue exaltado, Con gloria Dios lo coronó.
Naturaleza humana se puso, Conforme al plan de Dios El murió. Resucitado fue con un cuerpo, Y como hombre ascendió.
Dios se humilló en El en la tierra, Dios con el hombre así residió; El hombre en El al cielo exaltado, Reconciliado fue con Dios.
El como Dios, se unió con el hombre, Dios en el hombre se expresó; El se mezcló con Dios como hombre, Glorificando al hombre en Dios.
Vino el Espíritu inclusivo Desde el glorificado Jesús, Toda Su obra y Su persona Proclama este Espíritu.
La iglesia está identificada Con el glorificado Jesús, Siendo Sus miembros edificados Por Su glorioso Espíritu.
¡Ved en el cielo a un hombre entronado! De todos es ahora Señor; Dios con Su gloria lo ha coronado, Este es Jesús, el Salvador.
Quisiera que prestaran atención a los versos que dicen que la iglesia está identificada con el “glorificado Jesús”. Cristo fue glorificado y exaltado como hombre, y nosotros estamos identificados con El.
Juan 20 y Lucas 24 muestran evidencias de que Cristo resucitó corporalmente. La noche en que El resucitó, los discípulos se hallaban reunidos a puerta cerrada; no había forma de entrar. Sin embargo, el Señor Jesús se presentó repentinamente en medio de ellos (Jn. 20:19-22). Algunos discípulos no podían creer que fuera Jesús y que El tuviera un cuerpo físico, por lo que el Señor Jesús les pidió que tocaran Sus manos y Sus pies (Lc. 24:36-43). El tenía un cuerpo, el cual podía ser palpado; sin embargo, entró en un cuarto cuya puerta estaba cerrada, al cual no había acceso. Este es un misterio.
Cristo es humano y divino; El es el Creador y también una criatura; El todavía posee un cuerpo físico, pero mora en nuestro espíritu. Es difícil reconciliar estas cosas. De hecho, si ni siquiera entendemos muchas cosas de la esfera física, ¿cómo entenderemos todas las cosas divinas? La realidad de todas las cosas se puede comprender únicamente por medio de la Biblia, la cual es un libro de revelación. Sin la Biblia, no podríamos conocer ni a Dios, ni al hombre ni el universo.
La Biblia es un libro que revela a Cristo en muchos aspectos. En 2 Samuel 7, Dios le prometió una simiente a David. Con el tiempo, la simiente de David fue designada Hijo de Dios (Ro. 1:3-4). Hoy Cristo como la simiente de David ha llegado a ser el todo y en todo para nosotros. El es la centralidad y universalidad de Dios. El es el eje y la circunferencia. El es la condensación y consumación de Dios y el hombre. El es el Cristo que lo es todo y que lo incluye todo. El es Dios y El es hombre. El es el Creador y El es una criatura. El es el Primero y el Ultimo (Ap. 1:17). El es el principio y el fin. El lo llena todo en todo (Ef. 1:23), y El se procesó y ahora es el Espíritu. El es nuestro alimento, nuestra bebida, nuestro aliento y nuestra vestimenta. Además, El es cada miembro del Cuerpo y está en cada miembro. El Cuerpo no es la Cabeza, ni la Cabeza, el Cuerpo, pero Cristo es la Cabeza así como el Cuerpo (1 Co. 12:12; Col. 1:18). Nosotros, el Cuerpo, somos idénticos a Cristo, la Cabeza, en vida, naturaleza y constitución. Finalmente, este Cristo es cada persona del nuevo hombre (Col. 3:10-11). En el nuevo hombre, no hay lugar para las naciones, las razas, los linajes, ni para ninguna clase social; sólo hay lugar para Cristo.
En cuanto a esto, necesitamos una visión que nos permita ver que no somos nada. Cristo nos anuló y ha llegado a ser nosotros mismos. En la iglesia, en el Cuerpo y en el nuevo hombre, Cristo lo es todo, y El está en todos.
La persona de Cristo constituye el misterio más grande del universo. Todo lo que tiene que ver con El, es un misterio, pero al mismo tiempo todo es real. Hoy podemos experimentar a Cristo como el Espíritu porque El está dentro de nosotros y con nosotros continuamente, aun hasta la consumación de la era (Mt. 28:20). Donde dos o tres se congregan en Su nombre, El está en medio de ellos (18:20).
Ser cristiano no es cuestión de corregirse o cultivarse uno mismo; eso pertenece a la religión y no tiene nada que ver con la salvación dinámica que Dios efectúa. La salvación dinámica es el propio Dios Triuno, quien pasó por un proceso y se hizo el Espíritu condensado, consumado y vivificante que lo es todo. Ya que El es el Espíritu, podemos tocarlo orando en nuestro espíritu. Cuando oramos en nuestro espíritu, aunque sea brevemente, tocamos al Espíritu que lo es todo. El es real, verdadero, viviente, fresco y activo. El es Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu. El es el Redentor y Salvador. El es nuestra vida y el todo para nosotros. De hecho, El es nosotros mismos. El llegó a ser nosotros para que nosotros llegásemos a ser El. Este es el objetivo de la salvación dinámica que Dios efectúa.
En la eternidad, Dios deseó llegar a ser nosotros para que nosotros lleguemos a ser El en vida, en naturaleza y en constitución (mas sin ser objeto de adoración). Esto es justamente lo que revela la profecía de 2 Samuel 7, la cual habla de que a un descendiente de David se le llamaría Hijo de Dios. Este descendiente es divino y también humano; es humano y también divino. El, el Hijo primogénito de Dios, es nuestro hermano mayor, y nosotros, Sus muchos hermanos, somos los muchos hijos de Dios. La salvación dinámica que Dios efectúa no depende de que nosotros nos corrijamos o nos cultivemos. Lo que necesitamos es que El se forje en nosotros por medio de un proceso metabólico de transformación. Este proceso hace posible que El opere en nosotros y nos transforme gradualmente en Su imagen (2 Co. 3:18) hasta que seamos idénticos a El en vida, naturaleza y constitución. Esto es lo que efectúa la salvación y lo que revela la Biblia.