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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Tesalonicenses»
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Mensaje 15

UNA EXHORTACIÓN CON RESPECTO A LLEVAR UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE IGLESIA

  Lectura bíblica: 1 Ts. 4:1-12

  La epístola de 1 Tesalonicenses fue escrita a nuevos creyentes, a personas que llevaban menos de un año en el Señor. Ésta es la razón por la cual en los primeros tres capítulos de este libro no encontramos nada que se compare con lo revelado en Romanos, Efesios o Gálatas. Pablo permaneció con los tesalonicenses durante aproximadamente un mes. Durante ese breve periodo, él no tuvo oportunidad de abarcar muchas verdades profundas. Es por eso que en 3:10 él expresó su deseo de visitar a los tesalonicenses y completar lo que faltaba a su fe. Sin duda, a estos nuevos creyentes les faltaban muchos de los aspectos de la fe que se revelan en Romanos, Efesios y Gálatas. Por lo tanto, Pablo quería visitarles de nuevo para poderles ministrar todo el contenido de la fe, a fin de que su fe aumentara y fuera completada, perfeccionada.

  Todos necesitamos tener una visión amplia de la economía de Dios. Una vez que veamos tal visión, creeremos espontáneamente en lo que hemos visto. Después de ver la visión, no podremos más que creer. El creer proviene de esta clase de visión espiritual. Los escritos de Pablo nos llevan a hacer un recorrido en el que se nos muestran las cosas celestiales y espirituales acerca de Cristo, y lo que Él logró, alcanzó y obtuvo. Cuanto más veamos acerca de esto, más profunda será la impresión que recibimos, y más fe tendremos. Comprobaremos que simplemente es imposible no creer.

  Hemos recalcado el hecho de que 1 Tesalonicenses está dirigido a principiantes, a nuevos creyentes. Los que cuidan de los jóvenes o de los nuevos creyentes encontrarán en este libro instrucciones como principios generales a seguir. Si siguen estos principios y estas instrucciones, establecerán un buen fundamento en su labor con nuevos creyentes.

UNA PALABRA DE ADVERTENCIA

  En este mensaje llegamos al capítulo cuatro de 1 Tesalonicenses. En el capítulo uno vemos la estructura y el origen de una vida santa para la vida de iglesia; en el capítulo dos, vemos la manera en que se fomenta el desarrollo de esta vida; y en el capítulo tres, vemos la confirmación de los tres elementos que componen la estructura básica de esta vida. Después de haber abarcado estos asuntos, en el capítulo cuatro Pablo vacuna a los creyentes contra el germen que más daño ocasiona a la vida de iglesia, el germen de la fornicación.

  La fornicación tiene su origen en la concupiscencia. La gente nunca tendría ocasión para satisfacer su concupiscencia si no tuviera algún tipo de vida social. La vida social es un hervidero de fornicaciones. Una persona que no tiene una vida social no corre el peligro de caer en fornicación. Si usted vive solo y tiene poco contacto con otras personas, es muy dudoso que caiga en fornicación. Pero la vida de iglesia es una vida de reuniones, una vida comunal. Se podría decir que la vida de iglesia es una vida social. Si queremos practicar la vida de iglesia, no podemos evitar tener una vida comunal, una vida social, en la que tenemos mucho contacto unos con otros.

  Según la historia, el problema de la fornicación ha surgido una y otra vez en una iglesia tras otra. Los hechos demuestran que en particular son los obreros cristianos quienes a menudo se ven enredados en la fornicación, debido a que se ven obligados a relacionarse mucho con la gente. Además, la fornicación ha sido el factor que más ha ocasionado daño a los que participan en el movimiento pentecostal. En ciertos lugares, este movimiento se ha debilitado a causa del pecado de la fornicación.

  En 4:3 Pablo dice: “Pues ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os abstengáis de fornicación”. La voluntad de Dios es que Su pueblo redimido, los que creen en Cristo, lleven una vida de santidad conforme a Su naturaleza santa, una vida completamente separada de todo lo que no sea Él. Con este propósito, Él nos santifica por completo (5:23).

  En la época de Pablo, tanto en Corinto como en Tesalónica, la sensualidad y la inmoralidad abundaban en las religiones paganas e incluso eran promovidas por la adoración pagana. El hombre fue creado para expresar a Dios (Gn. 1:26). En detrimento de este propósito, nada arruina más al hombre que la fornicación, ya que impide que el hombre sea santo, apartado para Dios, y lo contamina por completo, de modo que éste no pueda cumplir el propósito santo de Dios. Por lo tanto, el apóstol exhorta enfáticamente a los recién convertidos creyentes gentiles, a que ellos, mediante la santificación que es para con Dios, se abstengan de la fornicación, que es el pecado más grave a los ojos de Dios, a fin de que evitaran el daño y contaminación que ella trae.

  Aquí, en 1 Tesalonicenses 4, Pablo nos da una advertencia en cuanto a la fornicación. Él también, en 1 Corintios, habló abiertamente en contra de la fornicación. Debido a que había tantos casos de inmoralidad en Corinto y en Tesalónica, Pablo se dio cuenta de que además de fomentar el crecimiento de los santos de Tesalónica y confirmarlos, era necesario advertirles acerca del pecado de la fornicación. Ahora podemos entender por qué en un libro dirigido a nuevos creyentes, Pablo consideró necesario hablar de la fornicación. Él quería que los santos de esa perversa ciudad estuvieran advertidos del peligro. Como la iglesia en semejante lugar, ellos necesitaban recibir una advertencia en cuanto a la fornicación.

  En 1 Corintios 16:20 Pablo dice: “Saludaos los unos a los otros con ósculo santo”. Pablo no prohibió a los corintios tener contacto unos con otros, pues esto habría sido inhumano. Sin embargo, Pablo les encargó que se saludaran unos a otros con un ósculo santo. Estas palabras fueron escritas sobre el trasfondo de la situación oscura que imperaba en Corinto. Conforme al mismo principio, en 1 Tesalonicenses 4 él abordó el tema de la fornicación a causa de la condición de Tesalónica. Esta nueva iglesia había sido levantada en un entorno inmoral y perverso. Puesto que Pablo sabía que sería difícil que la iglesia en aquella ciudad evitara problemas relacionados con la fornicación, él les dio una advertencia respecto de ello.

  Hoy nosotros también necesitamos esta advertencia. En Estados Unidos y en Europa, los varones y mujeres se relacionan prácticamente sin restricción alguna. Debido a esta situación, es fácil que la gente caiga en fornicación. Para que las iglesias puedan continuar existiendo en estas regiones, es necesario dar advertencias en contra de la fornicación.

  Al leer 4:1-12, notamos que Pablo usa un tono de advertencia. Su tono en esta sección es distinto del que encontramos en los primeros tres capítulos. Después de que Pablo termina su tarea en torno a fomentar el desarrollo de una vida santa para la vida de iglesia y después confirmarla, cambia su tono. La primera advertencia que él da tiene que ver con la fornicación. Como veremos, es en su advertencia referente a la fornicación que Pablo introduce el maravilloso tema de la santificación.

LA SANTIFICACIÓN EN CONTRASTE CON LA FORNICACIÓN

  En 4:1 Pablo dice: “Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que, según lo que de nosotros habéis recibido acerca del modo en que debéis andar y agradar a Dios, como en efecto andáis, así abundéis más y más”. En el versículo 3 Pablo dice que la voluntad de Dios es nuestra santificación. Esta santificación está en contraste con la fornicación. Para tener un andar que agrade a Dios, debemos ser santificados.

  Nada perjudica más a un creyente que la fornicación. Según lo que Pablo dice en 1 Corintios 6, la fornicación arruina el cuerpo de una persona. Tal vez otros pecados no nos dañen subjetivamente, pero la fornicación arruina nuestro cuerpo, contamina todo nuestro ser y nos hace absolutamente impíos. Además, el enemigo de Dios usa la fornicación para arruinar al hombre que Dios creó para el cumplimiento de Su propósito. Por lo tanto, la fornicación tiene que ser desechada completamente. Es por eso que Pablo dice en 4:3: “Que os abstengáis de la fornicación”. La palabra “abstengáis” es muy enfática, e indica que debemos huir de la fornicación. La voluntad de Dios es que nos apartemos completamente para Él y seamos plenamente santificados para el cumplimiento de Su propósito. Esto exige que nos abstengamos de la fornicación.

  En los versículos 4 y 5 Pablo añade: “Que cada uno de vosotros sepa poseer su propio vaso en santificación y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios”. Poseer nuestro propio vaso significa guardarlo o preservarlo. Con respecto a la interpretación de la palabra “vaso” en este versículo, hay dos escuelas: una sostiene que el vaso denota el cuerpo del hombre, como en 2 Corintios 4:7, y la otra, que se refiere a la esposa del hombre, como en 1 Pedro 3:7. El contexto de este versículo y del versículo siguiente, donde encontramos frases como “cada uno de vosotros”, “en santificación y honor”, y en particular la expresión “no en pasión de concupiscencia”, justifica la interpretación de la primera escuela, pero no la de la segunda. Aquí el apóstol consideró el cuerpo del hombre su vaso, así como David lo hizo en 1 Samuel 21:5. En lo tocante al uso del cuerpo, tanto Pablo como David consideraban que el cuerpo del hombre era su vaso. Guardar o preservar el vaso del hombre en santificación y honor, no en pasión de concupiscencia, es la salvaguarda en contra de la fornicación.

  La santificación se refiere mayormente a una condición santa delante de Dios; el honor, a una postura respetable delante del hombre. El hombre fue creado en una condición elevada, para el propósito de Dios, y el matrimonio fue ordenado por Dios para la propagación del hombre con miras al cumplimiento de Su propósito. Por lo tanto, el matrimonio debe ser honroso (He. 13:4). Abstenerse de la fornicación no sólo tiene como fin permanecer en una condición santificada delante de Dios, sino también mantener y guardar una posición de honor delante del hombre. Siempre que alguien cae en la fornicación, se contamina, y su santificación queda anulada. Además, pierde su honor delante de los hombres. Ni siquiera los incrédulos sienten respeto por quienes cometen fornicación. Por lo tanto, debemos saber poseer, guardar, preservar, nuestro propio cuerpo en santificación para con Dios y en honor delante de los hombres. Debemos ser personas que han sido santificadas para Dios y que son honrosas a los ojos de los hombres. Si queremos ser tales personas, es preciso que nos abstengamos absolutamente de la fornicación y no despertemos ninguna sospecha en este asunto.

  Según el versículo 5, no debemos poseer nuestro cuerpo en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios. No conocer a Dios es la razón básica por la que la gente se entrega a la pasión de la concupiscencia.

  En el versículo 6 Pablo añade: “Que ninguno se propase y tome ventaja de su hermano en este asunto; porque el Señor es vengador de todo esto, como ya os hemos dicho y solemnemente prevenido”. Las palabras griegas traducidas “se propase” significa sobrepasar los límites, es decir, extralimitarse, transgredir, ir más allá de lo debido. La frase “se propase ... de su hermano” se refiere a cometer adulterio con la esposa de un hermano. En griego las palabras “tome ventaja” significa también sacar provecho, por ende, defraudar. Cuando Pablo dice “en este asunto”, se refiere al asunto de la fornicación, mencionado en el versículo 3. En el versículo 6 Pablo también dice que el Señor es vengador de todo esto, es decir, de cosas tales como el extralimitarse y aprovecharse otros. El Señor juzga a los fornicarios y adúlteros como un vengador, como uno que castiga, que administra justicia.

  La fornicación siempre sobrepasa las reglas de la relación matrimonial. La relación entre el hombre y la mujer fue ordenada por Dios. El matrimonio es un asunto santo que fue ordenado por Dios y que está bajo Su estricta regulación. Por lo tanto, el contacto entre el hombre y la mujer debe ser conforme a las reglas establecidas por Dios. De lo contrario, se puede incurrir en alguna especie de transgresión, de extralimitación, que quebranta las normas de Dios.

  En el versículo 7 Pablo dice: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino en santificación”. La preposición griega traducida “a” en este versículo, epi, significa sobre o sobre la base de. La “inmundicia” referida en este versículo denota cosas inmundas tales como la fornicación y el adulterio. Algunos maestros dicen que el versículo 6 está hablando de tomar ventaja de un hermano en los negocios. Sin embargo, esto no concuerda con el contexto de esta sección, que comienza en el versículo 3 con la exhortación de abstenerse de la fornicación. De hecho, el versículo 7 es la conclusión de esta exhortación.

  La exhortación que hace el apóstol con respecto a abstenernos de fornicación, es basada en la santificación (v. 3), es fortalecida por la santificación (v. 4) y concluye aquí con la santificación, porque la fornicación, como lo más inmundo, destruye la posición y el carácter santos de los santos, aquellos que han sido llamados por Dios.

  Dios no nos ha llamado sobre la base de la inmundicia, sino que nos ha llamado en santificación. Esto indica que debemos permanecer siempre en santificación. El llamamiento de Dios no tiene nada que ver con la inmundicia. Su llamado es en santificación, y esta santificación es contraria a la fornicación.

  El versículo 8 dice: “Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también os da Su Espíritu Santo”. Este versículo concluye la sección que comienza en el versículo 3. La palabra “desecha” aquí se refiere a la exhortación dada en los versículos anteriores. Aquí Pablo parecía decir: “Os he dado una advertencia. Si la desecháis, no me desecháis a mí, sino a Dios, quien os ha dado Su Espíritu Santo”. Aquí el Espíritu Santo que Dios nos dio es el Santo, quien nos santifica y nos hace santos delante de Dios (Ro. 15:16; 1 P. 1:2; 1 Co. 6:11).

  La voluntad (v. 3), el llamamiento (v. 7) y el Espíritu de Dios, tienen como fin nuestra santificación. Dios primero tuvo Su voluntad; luego, nos llamó, y después nos dio Su Espíritu Santo. Por medio de Su Espíritu podemos ser santificados para responder a Su llamado y cumplir Su voluntad.

  Dios nos ha dado Su Espíritu Santo con el fin de santificarnos, hacernos santos, apartarnos para Dios y Su propósito. Así que, este Espíritu Santo se mueve, opera y actúa constantemente dentro de nosotros con un propósito. Si caemos en fornicación, desechamos al Espíritu que mora en nosotros y opera dentro de nosotros con el fin de santificarnos para Dios. Esto es lo que Pablo quería decir aquí, en este versículo que concluye la sección en la que se hace un contraste entre la santificación y la fornicación.

  Espero que esta advertencia de Pablo quede grabada en todos nosotros, especialmente en los jóvenes. La era en que vivimos ciertamente no es mejor que la era en que vivió Pablo. Aun más, las ciudades donde vivimos hoy no son mejores que Corinto o Tesalónica. Al contrario, tanto la era como las ciudades en que vivimos bien pueden ser peores. Por lo tanto, necesitamos esta advertencia en la que se nos muestra el contraste entre la santificación y la fornicación.

EL AMOR FRATERNAL

  En los versículos 9 y 10 Pablo exhorta a los creyentes respecto al amor fraternal: “Pero acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque de Dios vosotros mismos habéis sido enseñados cómo habéis de amaros unos a otros; y también lo hacéis así como todos los hermanos que están por toda Macedonia. Pero os exhortamos, hermanos, a que abundéis en ello más y más”. Las palabras “amor fraternal” son una traducción de la palabra griega filadelfía, que se compone de filéo, que quiere decir amar, y adelfós, que significa hermano. Aquí Pablo reitera lo que dijo en 3:12 respecto al amor: “Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también nosotros para con vosotros”. Este énfasis en el amor indica que el amor es un factor vital en la vida cristiana. Según Gálatas 5:14 y Romanos 13:10, el cumplimiento de la ley es el amor. Si amamos a los demás, ciertamente no cometeremos fornicación, no hurtaremos, ni mentiremos.

ANDAR HONESTAMENTE

  En 4:11 y 12 Pablo habla de un andar honesto: “Y que procuréis tener tranquilidad, y ocuparos en vuestros propios asuntos, y trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que andéis honestamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada”. En el versículo 11 Pablo nos da una exhortación positiva: “procuréis tener tranquilidad”. Es extremadamente difícil para una persona habladora, quedarse callada. Si tal persona pudiera quedarse callada por media hora, eso sería una victoria.

  Lo que arruina más la vida de iglesia es la fornicación, después de esto, los celos, y en tercer lugar, las personas entrometidas. Una persona entrometida quiere ser todo para todos cuando en realidad no sirve para mucho. Por lo tanto, Pablo manda a los entrometidos a procurar tener tranquilidad. Esto significa que ellos deben procurar aquietarse. Ciertamente yo animaría a los santos a tener más comunión. Pero aquellos que son entrometidos deben procurar ser menos activos y más calmados. No deben procurar ser el “centro de información” de la iglesia ni tratar de averiguar los asuntos de los demás. En vez de ello, como dice Pablo, deben ocuparse de sus propios asuntos. Tal vez deberían pasar más tiempo limpiando su casa o poniendo sus propias cosas en orden. Deberían evitar esa clase de activismo que perjudica la vida de iglesia.

  Los que se interesan demasiado por los asuntos de los demás deben procurar tener tranquilidad y ocuparse de sus propios asuntos. Sin embargo, a aquellos que no demuestran interés por los demás e invierten demasiado tiempo en sus propios asuntos, más bien se les debe decir que dediquen más tiempo al cuidado de los demás y que lo hagan de una manera apropiada. En este asunto, todos necesitamos ser equilibrados debido a que nacimos con diferentes temperamentos.

  En el versículo 12 Pablo nos manda que andemos honestamente. No debemos andar de un modo que sea extraño o peculiar. A los ojos de los demás, nuestro andar debe ser muy honesto.

  Hoy a los jóvenes les gusta ser peculiares. Algunos incluso piensan que cuanto más peculiares sean, mejor. Puesto que son peculiares, atraen la atención de los demás. Nosotros, sin embargo, debemos conducirnos de una manera que sea normal, honesta y común. Sin embargo, al hacerlo, no debemos seguir ningún código ni reglamento. Estoy seguro de que si deseamos amar al Señor, vivirlo y andar conforme al anhelo de Su corazón, sentiremos, en lo profundo de nuestro ser, algo que nos exige ser normales y honestos en todo lo que hagamos. En la manera en que conducimos nuestro auto, en la manera en que nos peinamos y nos vestimos, y en todas las demás cosas, desearemos ser honestos.

  Si nuestro comportamiento peculiar atrae la atención de los demás, no somos honestos. Debemos comportarnos apropiadamente y andar honestamente. En particular, debemos andar honestamente para con los de afuera, es decir, para con los extraños.

CUIDAR DE LOS NUEVOS CREYENTES

  Cuanto más leemos 1 Tesalonicenses y examinamos su contenido, más nos damos cuenta de que esta epístola fue escrita para nuevos creyentes. La Primera Epístola a los Tesalonicenses es absolutamente diferente de Efesios. El libro de Efesios contiene muchas expresiones profundas: el misterio de Cristo, el Cuerpo de Cristo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. En contraste, 1 Tesalonicenses no usa términos profundos. En esta epístola encontramos más bien algunas advertencias sencillas. Por ejemplo, se nos dice que la voluntad de Dios para nosotros es que seamos santificados. Ésta es una forma elemental de hablar. Otro ejemplo es la exhortación de Pablo en cuanto al amor fraternal. Él nos dice que hemos sido enseñados por Dios a amarnos los unos a los otros, y luego nos anima a abundar en este amor. Además, Pablo nos exhorta a procurar tener tranquilidad, a no ser entrometidos, a trabajar con nuestras manos y a ocuparnos en nuestros propios asuntos. Estas exhortaciones son elementales; con todo, son muy prácticas, y las necesitamos.

  ¿Por qué Pablo, en la exhortación que da en el capítulo cuatro, menciona solamente tres cosas? ¿Por qué habla únicamente de la santificación en contraste con la fornicación, del amor fraternal y de un andar honesto? La respuesta a estas preguntas es que si nos ocupamos de la santificación, del amor fraternal y de andar honestamente, seremos perfectos. Por consiguiente, debemos ocuparnos de nuestra santificación, de amar los demás y de andar de una manera apropiada y honesta.

  La Primera Epístola a los Tesalonicenses es ciertamente un libro dirigido a nuevos creyentes. En esta epístola Pablo se ocupa de las necesidades de estos principiantes de una manera muy práctica. Sin embargo, esto no significa que los nuevos creyentes no necesiten libros como Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y Hebreos. Sin duda alguna necesitan estos libros. Pero, puesto que son jóvenes en el Señor, ellos primero necesitan algo sencillo y práctico. Es por eso que Pablo escribió 1 Tesalonicenses como lo hizo. Él sabía que los creyentes llevaban menos de un año en el Señor y, por consiguiente, les escribió de una manera muy práctica. Espero que todos nosotros sigamos el ejemplo de Pablo y adoptemos la manera en que él cuidó de los santos más jóvenes y de los nuevos creyentes.

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