Mensaje 18
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Lectura bíblica: 1 Ts. 5:12-28
El capítulo cinco empieza con la palabra “pero”. Esto indica que la última parte del capítulo cuatro, el cual habla del arrebatamiento, requería una palabra adicional acerca de otro asunto. Según 5:1, esta palabra adicional tiene que ver con los tiempos y las sazones.
En los comienzos de mi vida cristiana, me emocionaba mucho cada vez que oía mensajes acerca de la venida del Señor. Es común que los nuevos creyentes se sientan emocionados cuando escuchan acerca de la venida del Señor. Tal vez piensen que el Señor puede venir en cualquier momento. Ésta es la razón por la cual ellos necesitan escuchar lo que Pablo añade en el capítulo cinco.
Los tiempos y las sazones mencionados en el versículo 1 se refieren a la venida del Señor. Esto lo confirma la expresión “el día del Señor”, que aparece en el versículo siguiente. El día en que el Señor vendrá será diferente de como nos lo imaginamos. De hecho, es un misterio. El Señor Jesús mismo dijo que, como hombre, no sabía la hora en que vendría. La fecha exacta de la venida del Señor es un misterio escondido en el corazón del Padre, y este misterio no ha sido revelado. De ahí que, en 5:2 Pablo dice que el día del Señor “vendrá así como ladrón en la noche”. Ciertamente, ningún ladrón avisaría de antemano que va a venir a robar algo. Bajo el mismo principio, el día del Señor vendrá de forma repentina e inesperada. Por consiguiente, debemos velar y ser sobrios. Ya que no nos es posible saber la hora en que el Señor vendrá, debemos velar y ser sobrios.
Después de que Pablo abarca el asunto de velar y ser sobrios en 5:1-11, Pablo habla, en 5:12-24, de cómo podemos cooperar con la operación divina. En estos versículos Pablo aborda varios asuntos de una manera elemental.
En el Nuevo Testamento, no hay libro que termine de una manera tan maravillosa y todo-inclusiva como 1 Tesalonicenses. En su conclusión, Pablo habla de varios asuntos cruciales, los cuales él no tuvo tiempo de abarcar en detalle. Así que, él los puso juntos en la sección final de esta epístola.
El versículo 12 dice: “Asimismo, hermanos, os rogamos que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y están al frente entre vosotros en el Señor, y os amonestan”. La palabra “reconozcáis” significa aquí tener respeto y estima por alguien. Según Mateo 7:23, cuando el Señor Jesús regrese, les dirá a algunos: “Nunca os conocí”. La expresión “nunca os conocí” significa que el Señor no sintió aprecio ni respeto por lo que ellos hicieron. Bajo el mismo principio, en el versículo 12 la palabra “reconozcáis” significa apreciar y respetar a los que trabajan y que toman la delantera entre nosotros. Probablemente Pablo aquí se estaba refiriendo a los ancianos que trabajan en la enseñanza y presiden entre los creyentes (1 Ti. 5:17).
Estar al frente no tiene como fin principal gobernar, sino establecer un modelo de conducta que otros puedan seguir. Los ancianos no solamente deben laborar en la enseñanza, sino también dar ejemplo en la manera de proceder. Tal vez dicho ejemplo es lo que les da autoridad para amonestar.
Es realmente maravilloso que a pesar de que la iglesia en Tesalónica llevaba menos de un año de haber sido establecida y de que Pablo había laborado allí por sólo tres días de sábado, ya se hubieran levantado algunos hermanos que tomaban la delantera. En un corto período fue establecida una iglesia y se produjeron algunos que funcionaban como líderes. Pablo ciertamente era un obrero cristiano calificado y diestro.
En el versículo 13 Pablo nos exhorta a tener en mucha estima y amor a los que presiden, por causa de su obra. La palabra [griega traducida] “tengáis en” aquí significa conducir la mente mediante un proceso de razonamientos hasta llegar a una conclusión; por lo tanto, pensar, considerar, estimar. Los que están al frente deben considerarse a sí mismos esclavos que sirven a los santos. No obstante, los creyentes deben tenerlos en mucha estima y amor debido a su obra.
Mientras Pablo escribía esta epístola, le venía un pensamiento tras otro. Como hemos mencionado, el tema de la sección anterior (5:1-11) es velar y ser sobrios. La vida cristiana es una vida en la que luchamos por los intereses de Dios, y por eso debemos velar y estar alertas. Luego, Pablo dice que tenemos que aprender a respetar, a honrar, a los que están al frente en la iglesia. Al parecer, el asunto de velar y ser sobrios no guarda ninguna relación con el asunto de respetar a los que toman la delantera. No obstante, sí están relacionados de una manera muy práctica. Si estamos alerta y velamos con diligencia en la batalla espiritual, ciertamente honraremos a los que están en el liderazgo. Los que han prestado servicio militar saben que los soldados tienen que respetar a sus comandantes. Si no respetan a sus comandantes o líderes, el ejército no podrá pelear adecuadamente. Lo primero que tiene que aprender un soldado antes de poder combatir es respetar a aquel que lo guía. Yo creo que éste era el concepto de Pablo al hablar sobre el tema de respetar a los que están al frente.
En el versículo 13 Pablo da esta exhortación: “Tened paz entre vosotros”. Tener en mucha estima a los que están al frente y estar en paz unos con otros describe la condición apropiada de una iglesia local. Sin embargo, si los santos de una iglesia local no respetan a los que guían, no habrá paz. El mismo principio se aplica a la vida familiar. Si los hijos no respetan a sus padres, ¿cómo podrá haber paz? En tales condiciones, será imposible que una familia tenga paz. De igual manera, no habrá paz en un ejército si los soldados no respetan a sus oficiales.
La secuencia de los pensamientos de Pablo en estos versículos es muy significativa. Primero, debemos velar y ser sobrios al pelear en la batalla espiritual. Segundo, debemos tener en mucha estima a los que están al frente entre nosotros. Entonces, tendremos paz entre nosotros.
En el versículo 14 Pablo añade: “También os exhortamos, hermanos, a que amonestéis a los que andan desordenadamente, a que consoléis a los pusilánimes, a que sostengáis a los débiles, a que seáis longánimes para con todos”. Los que andan desordenadamente son ociosos o entrometidos; no son disciplinados, sino incontrolables y rebeldes. Actúan por su propia cuenta, andan desordenadamente y no les interesa guardar el debido orden en la vida de iglesia. Según el versículo 14, todos los hermanos —y no solamente los que están al frente— deben amonestar a los que andan desordenadamente. Esto significa que todos los santos deben pastorear a otros y contribuir a su edificación.
En el versículo 14 Pablo también nos exhorta a consolar a los pusilánimes. La palabra griega traducida “pusilánimes” literalmente significa de poco ánimo, es decir, la capacidad de su mente, voluntad y parte emotiva es estrecha y débil. Los que son de poco ánimo tienen una capacidad muy limitada para soportar sufrimientos o dificultades. Entre los santos hay algunos que por nacimiento son de poco ánimo. Tales personas necesitan ser consoladas y alentadas.
En el versículo 14 Pablo también nos pide que sostengamos a los débiles. La palabra “débiles” aquí tal vez se refiere a los débiles en el sentido más amplio, es decir, a aquellos que son débiles en su espíritu, en su alma o en su cuerpo, o son débiles en la fe (Ro. 14:1; 15:1). Algunos santos entre nosotros son débiles. Tal vez son débiles en su cuerpo o en su espíritu, débiles de corazón o de voluntad. Algunos son débiles en su fe o débiles en la oración. ¿Qué haremos con los débiles? Según las palabras de Pablo, debemos sostenerlos.
En el versículo 14 Pablo nos exhorta a ser longánimes para con todos. Esto implica que en una iglesia local, además de encontrarse algunos que andan desordenadamente y necesitan amonestación, además de encontrarse otros que son de poco ánimo y requieren consolación, y además de encontrarse aquellos que son débiles y necesitan ser sostenidos, todos los miembros, de una u otra forma, pueden causar problemas y, por tanto, necesitamos ser longánimes para con ellos.
Hoy todavía estamos en la vieja creación, no en la Nueva Jerusalén. Es por eso que existen tantos problemas entre los santos. Según mi experiencia, cada uno de nosotros puede ser un problema para los demás. Tal vez yo sea un problema para usted y usted sea un problema para mí. Por una parte, puede ser que amemos a todos los santos; por otra, puede ser que ellos nos causen problemas. Por lo tanto, debemos ser longánimes para con todos.
No debemos esperar que la iglesia sea una utopía. Al contrario, la vida de iglesia está llena de problemas. Si un creyente no tiene problemas, es probable que no venga a la vida de iglesia. Los que no tienen problemas no necesitan la vida de iglesia. En cierto sentido, la iglesia es un hospital lleno de enfermos. Por esta razón, debemos ser longánimes para con todos los santos.
No se molesten cuando otros les hablen a ustedes sobre sus problemas, problemas que incluso pueden parecer pequeños e insignificantes. En particular, los pusilánimes pueden presentarles problemas de poca importancia. Para ellos, un pelo es como una pesada carga. Así que, en lugar de enojarse con ellos, más bien ayúdelos a enfrentarse con sus problemas. Sin embargo, es posible que un anciano se moleste con alguno que venga a presentarle un problema insignificante. Ancianos, aprendan a ser longánimes, especialmente con los débiles y con los pusilánimes. Todo hermano que desee ser anciano tiene que ser longánime. No obstante, lo que dice Pablo en el versículo 14, no está dirigido solamente a los ancianos sino a todos los santos.
En muchas ocasiones han venido santos a decirme que ya no pueden soportar más la vida de iglesia en su localidad y que quieren mudarse a otra ciudad. Les dije que si se mudaran a otro lugar, encontrarían que la situación en ese nuevo lugar sería peor. Es probable que después de haberse mudado de un lugar a otro, prefieran estar en la localidad donde empezaron. Ésta es la experiencia típica de los que andan de iglesia en iglesia. Así que, en lugar de procurar mudarse a una localidad diferente, adonde usted piensa que la condición de la iglesia será mejor, quédese donde está y sea longánime para con todos. Ya que no existe ninguna iglesia que sea celestial y esté libre de problemas, todos los santos —y no solamente los ancianos— deben ser longánimes.
En el versículo 15 Pablo añade: “Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno unos para con otros, y para con todos”. Esto significa que sin importar cuánto otros nos maltraten, debemos seguir lo bueno para con ellos. Sin embargo, si no somos longánimes, pagaremos mal por mal.
El versículo 16 dice: “Estad siempre gozosos”. Esta exhortación se basa en las condiciones mencionadas en los versículos 14 y 15. El regocijarse incluye invocar el nombre del Señor. ¿Puede usted regocijarse en el Señor sin invocarle? No creo que esto sea posible. Simplemente no podemos regocijarnos en el Señor sin pronunciar Su nombre. De ahí que, el nombre del Señor esté implícito en la exhortación de Pablo a regocijarnos siempre. Por lo tanto, cuando nos regocijamos, nos regocijamos invocando el nombre del Señor.
En el versículo 17 Pablo dice: “Orad sin cesar”. Esto equivale a tener comunión ininterrumpida con Dios en nuestro espíritu, y requiere perseverancia (Ro. 12:12; Col. 4:2) con un espíritu fortalecido (Ef. 6:18).
En el versículo 18 Pablo añade: “Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros”. Debemos dar gracias en todo, ya que todas las cosas cooperan para nuestro bien, a fin de que seamos transformados y conformados a la imagen de Cristo (Ro. 8:28-29). La cláusula “porque ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús para con vosotros” califica las tres exhortaciones anteriores. Dios quiere que vivamos una vida de regocijo, de oración y llena de acciones de gracias. Tal vida es una gloria para Dios y una vergüenza para Su enemigo.
La secuencia de los versículos del 16 al 18 concuerda con la experiencia de Pablo. Pablo sabía por sí mismo que primero nos regocijamos, luego oramos y después damos gracias. Si ustedes trataran de practicarlos en el orden inverso, se darían cuenta de que Pablo los enumeró de manera correcta conforme a la experiencia. La voluntad de Dios en Cristo Jesús para con nosotros es que nos regocijemos, oremos y demos gracias.
En el versículo 19 Pablo dice también: “No apaguéis el Espíritu”. El Espíritu hace que nuestro espíritu sea ferviente (Ro. 12:11) y que el fuego de nuestros dones sea avivado (2 Ti. 1:6). Por lo tanto, no debemos apagar al Espíritu.
La vida cristiana es una vida que es guiada y motivada por el Espíritu. Durante todo el día debemos permitir que el Espíritu nos guíe, despierte, motive y opere en nosotros. Así que, en lugar de apagar al Espíritu, debemos avivar el fuego que está en nosotros. La palabra “apaguéis” hace alusión al fuego. El Espíritu arde dentro de nosotros. No debemos apagar este fuego; más bien, debemos avivarlo.
En los versículos 20 y 21 Pablo dice: “No menospreciéis las profecías. Sometedlo todo a prueba; retened lo bueno”. La palabra “menospreciéis” aquí significa considerar sin valor, tener en poco. Las profecías del versículo 20 se refieren principalmente al profetizar, al hablar profético que resulta de una revelación. No es necesariamente una predicción (véase 1 Co. 14:1, 3-4). Profetizar equivale a hablar por el Señor y a proclamar al Señor. Sólo un pequeño porcentaje del profetizar tiene con ver con la predicción. No debemos menospreciar esta clase de hablar. Someter a prueba todas las cosas incluye discernir las profecías (1 Co. 14:29), discernir los espíritus (1 Co. 12:10), probar los espíritus (1 Jn. 4:1), comprobar cuál es la voluntad de Dios (Ro. 12:2), y lo que es agradable al Señor (Ef. 5:10). Por un lado, no debemos menospreciar las profecías; por otro, no debemos obedecer ciegamente lo que escuchamos. Debemos someter a prueba todas las cosas, examinarlas, y luego, retener lo bueno.
El versículo 22 dice: “Absteneos de toda especie de mal”. En algunas versiones leemos: “Absteneos de toda apariencia de mal”. Algunos maestros de la Biblia, basándose en esta traducción, han entendido incorrectamente este versículo y piensan que este versículo dice que debemos evitar no sólo lo malo sino incluso toda apariencia de mal, es decir, cualquier cosa que despierte la sospecha de ser mala. En el pasado, nosotros también fuimos influidos por este entendimiento. Pero si examinamos el significado de la palabra griega traducida “especie”, entenderemos correctamente este versículo. La palabra “especie”, como categoría subordinada al género, significa también clase. Denota cualquier cosa que se pueda ver o percibir; por ende, un panorama. Por lo tanto, no se refiere a la apariencia de lo malo, sino a la especie, forma, figura o aspecto de lo malo. Los creyentes, quienes viven una vida santa en fe, amor y esperanza, deben abstenerse de cualquier especie de mal.