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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Tesalonicenses»
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Mensaje 19

COOPERAR CON LA OPERACIÓN DIVINA

(2)

  Lectura bíblica: 1 Ts. 5:12-28

  Cuando Pablo escribió los versículos del 12 al 22 del capítulo cinco, aún tenía muchas cosas en su corazón que quería comunicar a los nuevos creyentes de Tesalónica. Había muchas cosas que deseaba enseñarles. Sin embargo, debido a que no disponía de tiempo para escribir más, él enumeró distintos asuntos en estos versículos: honrar a los que están al frente entre nosotros, tener paz, amonestar a los andan desordenadamente, consolar a los pusilánimes, sostener a los débiles, ser longánimes para con todos, no pagar mal por mal, estar siempre gozosos, orar sin cesar, dar gracias en todo, no apagar al Espíritu, no menospreciar las profecías, someterlo todo a prueba, retener lo bueno y abstenerse de toda especie de mal. De hecho, cada uno de estos asuntos requeriría un capítulo entero para ser explicados adecuadamente.

COOPERAR CON DIOS

  En el versículo 23 Pablo añade: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. La conjunción “y” une la bendición de este versículo según la cual Dios santifica todo nuestro ser, con la exhortación de abstenernos de toda especie de mal, lo cual se menciona en el versículo anterior. Por un lado, nos abstenemos de toda especie de mal; por otro, Dios nos santifica por completo. Nosotros cooperamos con Dios para tener un vivir santo.

  Según los versículos del 16 al 22, debemos estar gozosos, orar, dar gracias, no apagar al Espíritu, no menospreciar las profecías, someterlo todo a prueba, retener lo bueno y abstenernos de toda especie de mal. Si hacemos esto, el Dios de paz nos santificará por completo. Aquí podemos ver la necesidad de que los creyentes cooperen con la operación divina. En los versículos del 12 al 22 vemos cómo los creyentes cooperan, es decir, llevan una vida espiritual y apartada para Dios; y en los versículos 23 y 24 vemos la operación de Dios en el hecho de que santifica y preserva a los creyentes.

  Si hemos de llevar una vida santa para la vida de iglesia, debemos cooperar con la operación de Dios. Dios mora ahora en nosotros. El Dios Triuno que mora en nosotros opera continuamente en nuestro interior. Ésta es la razón por la cual no debemos apagar al Espíritu. De hecho, el Espíritu mismo es el Dios Triuno procesado. El fuego del Espíritu en nosotros es la operación del Dios Triuno dentro de nosotros, la cual requiere nuestra cooperación. Y cooperamos al poner en práctica todos los asuntos mencionados en los versículos del 12 al 22. En lo que respecta a nosotros, debemos cooperar; y en lo que respecta a Dios, Él opera en nosotros. El mismo Dios de paz nos santificará por completo. El Dios Triuno mora en nosotros, y nosotros somos Su morada. Por consiguiente, vemos dos aspectos: lo que Dios hace y lo que nosotros hacemos. Él opera en nosotros, y nosotros cooperamos con Su operación.

  En el versículo 23 Pablo expresa su anhelo, su deseo de que el Dios de paz nos santifique por completo. De hecho, ésta es la oración del apóstol. Pablo ora para que el Dios de paz nos santifique por completo. Podríamos decir también que la primera parte del versículo 23 es la bendición de Pablo, es decir, él bendice a los creyentes diciéndoles que el Dios de paz los santificará.

  En la segunda parte de este versículo, Pablo dice: “Y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos”. En la primera parte del versículo, que dice que Dios nos santifica, es Dios quien toma la iniciativa; pero en la segunda parte del versículo, que habla de que nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo sean guardados perfectos, somos nosotros quienes en cierto modo debemos tomar la iniciativa.

SER GUARDADOS

  El imperativo “sean guardados” puede considerarse en un sentido tanto activo como pasivo. Esto significa que aunque somos nosotros quienes tomamos la iniciativa en ser guardados, Dios es quien guarda nuestro espíritu, alma y cuerpo. Por lo tanto, nosotros tomamos la iniciativa, y luego Dios realiza la obra de guardar todo nuestro ser. Por consiguiente, debemos orar: “Señor, anhelo que mi espíritu, alma y cuerpo sean guardados; pero yo no puedo hacer esto por mí mismo. Así que, yo tomo la iniciativa, Señor, en pedirte que lo hagas”.

  ¿Tienen ustedes el deseo, la aspiración, de que todo su ser sea guardado perfecto? Si no tenemos este deseo, debemos pedirle al Señor que tenga misericordia de nosotros y nos conceda tal aspiración. Pero si ya tenemos este deseo, entonces debemos tomar la iniciativa en orar para que el Señor nos guarde.

  Pablo no escribió el versículo 23 conforme a la doctrina, sino de acuerdo con su propia experiencia. Es difícil determinar si en este versículo Pablo está pronunciando una oración o una bendición. Lo que sí sabemos es que aquí Pablo expresa su deseo, su anhelo. Pablo deseaba que el Dios de paz santificara por completo a los creyentes y que los creyentes desearan que su espíritu, su alma y su cuerpo fuesen guardados perfectos e irreprensibles. ¿Pueden ver en este versículo la operación de Dios y nuestra cooperación? Sin lugar a dudas, el apóstol representa a Dios; de modo que, el anhelo de Pablo es el anhelo de Dios, su deseo es el deseo de Dios. Esto quiere decir que Dios anhela, desea, santificarnos por completo. Sin embargo, la pregunta es: ¿aspiramos nosotros a que nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo sean guardados perfectos? La obra de santificación le corresponde a la operación de Dios, pero la aspiración a ser guardados equivale a nuestra cooperación. Cuando tenemos el deseo de Dios más nuestra aspiración, entonces lo que tenemos es nuestra cooperación más la operación de Dios, los cuales actuando juntos nos santifican por completo y guardan todo nuestro ser.

LA VENIDA DEL SEÑOR

  En el versículo 23 Pablo habla de “la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Esto nos recuerda nuevamente lo que Pablo escribió en el capítulo cuatro. En el versículo 23, Pablo parece estar diciendo: “Creyentes, ¿os causa emoción saber que el Señor Jesús volverá? ¿Estáis aguardando Su venida? Si estáis emocionados y aguardáis Su venida, debéis poner en práctica todo lo que os he escrito respecto de ser santificados y de que vuestro espíritu, vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados. Si no lo ponéis por obra, no estaréis listos para la venida del Señor. Tenéis que ser santificados y guardados. Sólo así estaréis listos, preparados, capacitados, para la segunda venida del Señor Jesús. Tenéis que admitir que en el presente no estáis listos para la venida del Señor. Esto hace que Él tenga que demorar Su regreso hasta que los creyentes estén listos. Así que, queridos hermanos, os insto a que os preparéis para la venida del Señor, siendo santificados por completo y permitiendo que vuestro espíritu, vuestra alma y vuestra cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles”.

SANTIFICADOS POR COMPLETO

  Según el versículo 23, Aquel que nos santifica es el Dios de paz. Su santificación nos trae paz. Cuando Él nos haya santificado por completo desde nuestro interior, tendremos paz con Él en todo aspecto.

  La palabra “santifique” aquí implica que somos separados, apartados, para Dios, de todas las cosas comunes o profanas.

  Las palabras “por completo” significan enteramente, cabalmente, hasta la consumación. Dios nos santifica completamente, para que ninguna parte de nuestro ser, ya sea nuestro espíritu o alma o cuerpo, permanezca en un estado común o profano.

  La mención que Pablo hace de nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo, indica claramente que el hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El espíritu como nuestra parte más profunda, es el órgano interno, con el cual podemos percibir a Dios y tener contacto con Él (Jn. 4:24; Ro. 1:9). El alma es nuestro mismo yo (Mt. 16:25; Lc. 9:25), un intermediario entre nuestro espíritu y nuestro cuerpo, la cual nos permite conocernos a nosotros mismos y tener nuestra personalidad. El cuerpo, nuestro órgano externo, nos permite percibir el mundo y tener contacto con las cosas materiales. El cuerpo contiene el alma, y el alma es el vaso que contiene el espíritu. En el espíritu de los que han sido regenerados, Dios mora como Espíritu; en el alma mora nuestro yo; y en el cuerpo tenemos los sentidos. Dios nos santifica primero al tomar posesión de nuestro espíritu, mediante la regeneración (Jn. 3:5-6); luego, al extenderse como Espíritu vivificante desde nuestro espíritu hasta nuestra alma para saturarla y transformarla (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18); y por último, al vivificar nuestro cuerpo mortal a través de nuestra alma (Ro. 8:11, 13) y al transfigurarlo con el poder de Su vida (Fil. 3:21).

  Dios no sólo nos santifica por completo, sino que además guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. La expresión “por completo” es cuantitativa, mientras que la palabra “perfectos” es cualitativa. Cuantitativamente, Dios nos santifica por completo, y cualitativamente, Él nos guarda perfectos; en otras palabras, Él guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Por medio de la caída, nuestro cuerpo fue arruinado, nuestra alma fue contaminada y nuestro espíritu fue afectado por la muerte. En la plena salvación de Dios, todo nuestro ser es salvo y restaurado de manera completa y perfecta. Con este propósito, Dios guarda nuestro espíritu de cualquier elemento que le imparta muerte (He. 9:14), guarda nuestra alma, impidiendo que ella permanezca en una condición natural y de vejez (Mt. 16:24-26), y guarda nuestro cuerpo, rescatándolo de la ruina causada por el pecado (1 Ts. 4:4; Ro. 6:6). La obra de Dios de guardarnos y santificarnos por completo, nos sostiene para que vivamos una vida santa hasta la madurez, a fin de que podamos reunirnos con el Señor en Su parousía, Su presencia.

  En el versículo 24 Pablo dice: “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará”. El Dios fiel que nos llamó, también nos santificará por completo y guardará perfecto todo nuestro ser. Éstas son palabras de consuelo que Pablo dirige a los creyentes.

LA CONCLUSIÓN DE LA EPÍSTOLA

  En los versículos del 25 al 28 encontramos la conclusión de esta epístola. El versículo 25 dice: “Hermanos, orad también por nosotros”. ¿No les sorprende que Pablo hubiera pedido a personas que llevaban menos de un año en el Señor, que oraran por él? ¿Les habrían pedido ustedes a estos nuevos creyentes, que orasen por ustedes? La petición de Pablo en este versículo se puede comparar a un abuelo que le pide a su nietecito que ore por él. Aun así, Pablo les pidió a estos nuevos creyentes, quienes llevaban poco tiempo en el Señor, que orasen por los apóstoles. Pablo sabía que por muy poca experiencia que ellos tuvieran en la oración, sus oraciones serían muy útiles. Con esto vemos que no debemos subestimar a los nuevos creyentes ni a los jóvenes. Al contrario, debemos pedirles que oren por nosotros.

  En los versículos 26 y 27 Pablo dice: “Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los hermanos”. En algunos manuscritos aparece la palabra “santos” antes de la palabra “hermanos”. Esto significa que, dado que esta epístola trata de la vida santa de los creyentes, el apóstol en su exhortación final, llama a los creyentes santos hermanos.

  Las palabras con las que Pablo concluye son éstas: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros”. La gracia es Dios en el Hijo como nuestro deleite. Según Juan 1:17, “la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. La ley hace exigencias al hombre conforme a lo que Dios es, mientras que la gracia le suministra al hombre lo que Dios es para que satisfaga lo que Dios exige. Por medio de la ley ningún hombre puede participar de Dios, pero la gracia capacita al hombre para que disfrute a Dios. Así que, la gracia es Dios mismo disfrutado por el hombre.

  En 1 Corintios 15:10 también se habla de la gracia. En este versículo Pablo dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. En este versículo, la gracia es el Cristo resucitado, quien se hizo el Espíritu vivificante para, en resurrección, introducir en nosotros al Dios procesado como nuestra vida y suministro de vida, a fin de que nosotros vivamos en resurrección. De manera que, la gracia es el Dios Triuno que llega a ser nuestra vida y nuestro todo.

  La gracia que motivó a Pablo y operó en él no era ningún asunto o cosa, sino una persona viviente, a saber, el Cristo resucitado, la corporificación de Dios el Padre, quien se hizo el Espíritu vivificante y todo-inclusivo, el cual moraba en el apóstol como su todo. Es solamente cuando disfrutamos al Señor como gracia que podemos llevar una vida santa para la vida de iglesia, una vida que es genuina y apropiada para la iglesia y que en todo depende del Señor, quien es nuestro suministro de vida.

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