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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Tesalonicenses»
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Mensaje 21

LA NECESIDAD DE QUE NUESTRO CORAZÓN SEA AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD

(2)

  Lectura bíblica: 1 Ts. 3:6, 10, 12-13; Pr. 4:23; Jer. 17:9; Sal. 73:1; 78:8; Ez. 36:26; Mt. 5:8; 15:8, 18-19; 12:34-35; 22:37; Hch. 28:27; 2 Co. 3:15-16; Ro. 10:10; He. 4:12; 1 Ti. 1:5; 2 Ti. 2:22

  La Biblia nos dice que, como seres humanos, tenemos ciertas partes internas además de los demás miembros y órganos de nuestro cuerpo físico. Estas partes internas son las partes de nuestro ser interior. Según la Biblia, el hombre se compone de espíritu, alma y cuerpo. El cuerpo, la parte física de nuestro ser, es visible. En esto consiste el aspecto externo de nuestro ser. Pero el espíritu y el alma, las partes internas de nuestro ser, son invisibles. El alma incluye la mente, la parte emotiva y la voluntad. Además de todas estas partes internas de nuestro ser, la Biblia también nos habla del corazón y de la conciencia. Podemos decir que la Biblia es un libro que trata sobre la verdadera psicología, ya que examina de manera exhaustiva las siete partes internas del hombre: el espíritu, el alma, el corazón, la mente, la voluntad, la parte emotiva y la conciencia. Estas partes internas son los componentes de nuestro ser interior.

LA POSICIÓN QUE OCUPA NUESTRO CORAZÓN

  Ahora, quisiera hacer dos preguntas. La primera es: ¿cuál es la posición que ocupa nuestro corazón en nuestro ser interior? Y, la segunda: ¿cuál es la función que cumple nuestro corazón? En nuestro estudio de 1 Tesalonicenses es importante que demos respuesta a estas preguntas. En este libro básico para nuevos creyentes, Pablo les dice en el capítulo tres que necesitan ser perfeccionados en su fe, y crecer y abundar en amor, para que el Señor pueda afirmar sus corazones. Lo que dice Pablo acerca del corazón en 3:13 nos muestra algo muy crucial. ¿Por qué Pablo no dijo que el Señor afirmaría su conciencia, o que afirmaría su mente, voluntad o parte emotiva? Es muy importante que aquí Pablo dice que el Señor afirma el corazón.

  A lo largo de los años hemos hecho hincapié en el espíritu y en la importancia de volvernos a nuestro espíritu. Aunque hemos dado varios mensajes que tratan del corazón, no hemos recalcado el asunto del corazón tanto como hemos recalcado el asunto del espíritu. Ahora quisiéramos preguntar por qué en 3:13 Pablo no dice que el Señor afirma nuestro espíritu o nuestra alma, sino nuestro corazón.

  Como sabemos, nuestro ser se compone de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo. Sin embargo, en 3:13, donde concluye la primera sección de 1 Tesalonicenses, Pablo dice: “Para afirmar vuestros corazones irreprensibles en santidad delante de nuestro Dios y Padre, en la venida de nuestro Señor Jesús con todos Sus santos”, mientras que al final de la segunda sección, compuesta por los capítulos cuatro y cinco, él dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (5:23). ¿Por qué al final de esta epístola Pablo no menciona en absoluto el corazón? ¿A qué se debe esto? ¿Qué relación existe entre el corazón y las tres partes de nuestro ser? Para contestar a esta pregunta, examinemos algunos versículos que hacen alusión a la estrecha relación que tiene el corazón con el espíritu y el alma.

  Hebreos 4:12 dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”. En este versículo se mencionan el espíritu, el alma y el corazón. Una vez que se separa el alma del espíritu, somos capaces de discernir los pensamientos y las intenciones del corazón. Los pensamientos, por supuesto, tienen que ver con nuestra mente, y las intenciones, con nuestra voluntad. Según este versículo, la mente y la voluntad están relacionadas con el corazón, ya que los pensamientos y las intenciones se originan en el corazón. Por lo tanto, el corazón incluye la mente, con la cual pensamos, y la voluntad, con la cual tomamos decisiones. Por consiguiente, este versículo nos muestra que el corazón está estrechamente relacionado con el alma y el espíritu.

  Salmos 78:8 dice: “Y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde; generación que no dispuso su corazón, ni fue fiel para con Dios su espíritu”. En este versículo vemos que cuando los padres de Israel fueron contumaces y rebeldes, no dispusieron su corazón ni fue fiel su espíritu. Siempre que el corazón no está dispuesto, el espíritu deja de ser fiel. Este versículo nos muestra cuán estrecha es la relación entre el corazón y el espíritu.

  Mateo 5:3 habla del espíritu, y 5:8, del corazón. El versículo 3 dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de Dios”, y el versículo 8 dice: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios”. En estos versículos vemos que necesitamos ser pobres en espíritu y puros de corazón. Todos estos versículos nos muestran que nuestro corazón está estrechamente relacionado con nuestro espíritu y también con nuestra alma.

  En el pasado hemos hecho notar en muchas ocasiones que nuestro corazón se halla compuesto por todas las partes de nuestra alma: la mente, la parte emotiva y la voluntad, y una parte de nuestro espíritu, la conciencia. Por consiguiente, el corazón es una entidad compuesta por todas las partes del alma y una del espíritu. Nuestra alma es nuestra personalidad, nuestra persona, nuestro yo. La palabra “psicología” se deriva de la palabra griega psujé, que se traduce alma. El alma es la base de todos los asuntos psicológicos. El psujé, el alma, es el “yo”, y denota nuestro ser como humanos, o sea, nuestra personalidad. Es por ello que en la Biblia se habla del número de almas para referirse al número de personas. Por ejemplo, se nos dice que setenta almas de la casa de Jacob descendieron a Egipto (Éx. 1:5, lit.). Esto indica que una persona es un alma, debido a que el alma representa nuestra persona.

  Como seres humanos, tenemos un órgano externo, el cuerpo, con el cual tenemos contacto con el mundo físico y visible. También tenemos un órgano interno, el espíritu, con el cual tenemos contacto con Dios y el mundo espiritual. El alma, ubicada entre estos dos órganos, es nuestra persona, nuestro yo.

LA FUNCIÓN QUE CUMPLE EL CORAZÓN

  El alma denota la persona misma, mientras que el corazón es la persona en acción. Esto quiere decir que siempre que actuamos, actuamos conforme a nuestro corazón. Por lo tanto, podemos decir que nuestro corazón es nuestro representante en acción. De manera que tenemos algo en nuestro ser interno que actúa como representante nuestro; este representante es nuestro corazón. Cuando un hermano le dice a su esposa: “Querida, te amo”, eso significa que su corazón la ama. De igual manera, cuando aborrecemos algo, es nuestro corazón el que lo aborrece. Cuando algo nos gusta o nos disgusta, es nuestro corazón el que siente gusto o disgusto por ello. Por lo tanto, nuestro corazón es nuestro representante, el comisionado o embajador de nuestro ser interior.

  El corazón es nuestro representante; es por eso que Salomón dice en Proverbios 4:23: “Con toda diligencia guarda tu corazón; porque de él brotan los manantiales de la vida”. En realidad, guardar nuestro corazón equivale a cuidarlo. La palabra hebrea traducida “guarda” significa cuida. Sobre toda cosa guardada debemos guardar nuestro corazón porque de él brotan los manantiales de la vida. La palabra “manantiales” aquí implica fuentes y manantiales, así como arroyos. Así que, el corazón está relacionado a las fuentes de la vida, a los manantiales de la vida y los arroyos de la vida. Primero, tenemos la fuente; luego, el manantial, y después el arroyo.

  Del corazón mana todo lo relacionado con nuestra vida diaria. Como seres humanos, tenemos vida, y esta vida actúa mediante nuestro corazón. Usando el ejemplo de la electricidad y el interruptor, podemos decir que el corazón es el interruptor de nuestro ser interior, de nuestra vida humana. Así como la corriente eléctrica depende del interruptor, del mismo modo nuestro vivir diario depende de lo que nuestro corazón decida activar o desactivar. Nuestro corazón es el interruptor de nuestra vida humana, de nuestro vivir diario, de nuestro ser. La palabra “vida” mencionada en Proverbios 4:23 alude a un elemento orgánico, un elemento relacionado con la vida, pero también implica nuestro vivir diario y nuestras actividades cotidianas; de hecho, implica todos los aspectos de nuestra vida humana. Por consiguiente, la palabra “vida” en este versículo tiene muchas implicaciones. Como seres humanos, tenemos una vida humana, y esta vida humana posee un elemento orgánico y también implica un vivir diario. El interruptor de esta vida es el corazón.

  Supongamos que mientras un hermano estudia la Biblia, escucha el ladrido de un perro. Molesto por este ruido, le grita al perro. El pensamiento y la intención de gritarle al perro se originan en su corazón, luego brota de su corazón y, finalmente, se hace manifiesto en sus acciones. En el momento en que su lectura de la Biblia es interrumpida por el ladrido del perro, algo dentro de su corazón lo provoca y lo incita a gritarle al perro. La acción de gritar es, por tanto, el “río” que mana de la fuente de su corazón. Este ejemplo nos muestra que el corazón es el representante de todo nuestro ser.

  Las actividades y movimientos de nuestro cuerpo físico dependen de nuestro corazón físico. De la misma manera, nuestro diario vivir depende de nuestro corazón psicológico. La manera en que actuamos y nos comportamos depende de la clase de corazón que tenemos.

UN CORAZÓN RENOVADO

  Es debido a que somos seres caídos y pecaminosos que nuestro corazón psicológico es corrupto y engañoso. Según Jeremías 17:9, nuestro corazón es engañoso más que todas las cosas y perverso. Una mejor traducción del hebreo diría: “incurable” en lugar de perverso. Nuestro corazón es corrupto, podrido, al grado de ser incurable. Ésta es la condición del corazón psicológico de todos los descendientes de Adán.

Un corazón que se vuelve a Dios

  Sin embargo, Dios en Su salvación promete darnos un nuevo corazón. Ezequiel 36:26 dice: “Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne”. El corazón nuevo del que habla este versículo no se refiere a otro corazón, sino a un corazón renovado. La primera característica de este corazón renovado es que se vuelve a Dios. El hecho de que nuestro corazón se vuelva a Dios es una muy buena señal de que Él lo ha renovado. Un corazón corrupto se mantiene siempre apartado de Dios. Si nuestro corazón está lejos de Él, eso indica que nuestro corazón todavía es corrupto. Algunos tal vez pregunten cómo pueden saber si su corazón ha sido renovado. La característica de un corazón renovado es que se vuelve a Dios, y la característica de un corazón corrupto es que se aparta de Él. Por lo tanto, la manera en que podemos saber si nuestro corazón ha sido renovado o no, es fijarnos si éste se vuelve a Dios o se aparta de Él.

  En la salvación que Dios efectúa, la renovación del corazón es un hecho que ocurre una vez para siempre. Sin embargo, en nuestra experiencia, nuestro corazón necesita ser renovado continuamente debido a que es variable. Quizás cuando usted fue salvo, su corazón se volvió a Dios completamente; pero, después de cierto tiempo, es posible que su corazón se haya apartado de Dios un poco. Al menos en cierta medida, es posible que su corazón se aparte de Dios. Luego, por la misericordia de Dios, su corazón se vuelve nuevamente a Dios de manera absoluta. Quizás por haber tenido comunión con algún santo, o por haber asistido a las reuniones, o por algún otro medio de gracia, su corazón se vuelve al Señor nuevamente. Durante el tiempo en que su corazón estuvo apartado de Él, se corrompió en alguna medida. Pero, después de que se vuelve al Señor, su corazón es renovado. Debemos decir: “Señor, gracias porque en Tu misericordia has visitado mi corazón y has hecho que se vuelva a Ti”. La acción de volverse al Señor es la primera característica de un corazón renovado.

Buscar la pureza

  La segunda característica de un corazón renovado es que busca la pureza. En 1 Timoteo 1:5 se habla del amor nacido de un corazón puro. Luego, en 2 Timoteo 2:22, Pablo anima a Timoteo a estar “con los que de corazón puro invocan al Señor”. ¿Qué quiere decir un corazón que busca la pureza? Según la Biblia, tener un corazón puro significa tener una sola motivación en nuestro corazón. Por consiguiente, la pureza tiene que ver con nuestros motivos. Si hacemos algo teniendo más de un motivo, nuestro corazón no es puro. Cualquier cosa que hagamos, debemos hacerla teniendo un solo propósito, un solo motivo, es decir, debemos hacerla para Dios. No debemos hacer nada con ningún otro propósito. Nosotros amamos a Dios, y porque le amamos, hacemos ciertas cosas para Él al ser movidos por un solo propósito. Si éste es nuestro caso, entonces nuestro corazón es puro.

  En Mateo 5:8 el Señor Jesús nos dice: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios”. Tener un corazón puro es tener un solo propósito, es tener la meta singular de llevar a cabo la voluntad de Dios para Su gloria. Según este versículo, los de corazón puro verán a Dios. Si queremos ver algo claramente, debemos enfocar la vista en ese objeto. Esto es lo que significa ser puros con respecto a nuestra visión. De la misma manera, ser puros de corazón equivale a tener un solo objetivo. Nuestra meta, nuestro objetivo, debiera ser Dios mismo y no ninguna otra motivación.

  Si leemos todos los versículos de la Biblia que hablan acerca del corazón, veremos que las dos características de un corazón renovado —volverse al Señor y ser puro— son dos asuntos básicos que se tratan en la Biblia con respecto al corazón. Si nos volvemos a Dios y procuramos la pureza, habremos aprendido la clave para “activar” nuestro corazón y hacer que se incline a Dios. Al volver nuestro corazón a Él y al ser puros en nuestra motivación para con Él, el “interruptor” de nuestro corazón “se activará” y la electricidad divina fluirá en nuestro interior. De lo contrario, el “interruptor” del corazón “se desactivará”, y en la práctica estaremos “desconectados” de Dios en nuestra vida diaria. Entonces cosas malignas empezarán a brotar de nuestro corazón. Nuestro corazón será la fuente, el manantial y el río de donde fluyen toda clase de cosas malignas. Según Mateo 12:34 y 35, de nuestro corazón pueden brotar cosas buenas y malas: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, de su buen tesoro saca buenas cosas; y el hombre malo, de su mal tesoro saca malas cosas”. Además, en Mateo 15:8 el Señor habla de aquellos cuyo corazón está lejos de Dios. Luego, en los versículos 18 y 19, dice lo siguiente: “Pero lo que sale de la boca, del corazón proviene; y eso contamina al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias”. De estos versículos vemos que del corazón brotan los manantiales de la vida humana.

  Volverse a Dios y ser puros para con Él son dos asuntos que gobiernan nuestro corazón. Salmos 73:1 habla de un corazón puro: “Ciertamente es bueno Dios para con Israel, para con los de corazón puro”. Ya hemos dicho que tanto el Señor Jesús como Pablo recalcaron la importancia de tener un corazón puro. Necesitamos, por tanto, un corazón que se vuelve a Dios y es puro para con Él.

UN CORAZÓN AFIRMADO IRREPRENSIBLE EN SANTIDAD

  Ahora podemos ver lo que significa que nuestros corazones sean afirmados irreprensibles en santidad. No sólo nuestro corazón debe volverse a Dios y ser puro, sino que además necesita que se le añada el elemento de santidad. Ser santo significa ser apartado para Dios y ser completamente ocupado por Él y saturado de Él. Un corazón santo es un corazón que ha sido apartado para Él, ocupado por Él, poseído por Él y saturado de Él.

  Regresemos una vez más al ejemplo de la preparación del té. Supongamos que usted tiene una taza de agua. Inicialmente, el agua no contiene nada de té; pero cuando el elemento del té es añadido al agua, el agua es “teificada”. El agua es apartada para el té, es poseída y ocupada por el té, e incluso se satura de té; como resultado, llega a ser agua de té. Una vez que el agua es “teificada” por completo, se encuentra en un estado de “teificación”, un estado en el que ha sido “teificada”. Esto nos muestra lo que significa que nuestros corazones sean afirmados irreprensibles en santidad.

  Una versión de 3:13 habla de que nuestros corazones sean afirmados “en el estado de ser santos”. La palabra “santidad” denota un estado; no hace alusión a un proceso. Para referirnos al proceso debemos usar la palabra santificación. Por lo tanto, es correcto usar la palabra “santidad” para referirnos al estado de haber sido hecho santo.

  Cuando estábamos alejados del Señor, nuestro corazón también estaba alejado de Él. En lugar del Señor, había muchas otras cosas que ocupaban nuestro corazón. Además, nuestro corazón no estaba saturado del Señor. Así, pues, nuestro corazón se hallaba alejado del Señor, no estaba ocupado por el Señor ni estaba saturado del Señor. Sin embargo, podemos alabar al Señor porque, por Su misericordia y gracia, hoy nos hallamos en el proceso de ser apartados completamente para el Señor, de ser ocupados totalmente por Él y de ser saturados enteramente de Él. Cuando este proceso haya culminado, nuestro corazón habrá llegado a un estado en el que ha sido hecho santo, en una condición de santidad.

  Para que nuestro corazón sea afirmado irreprensible en santidad no es suficiente con que nuestro corazón se vuelva al Señor y sea puro para con Él. Además de esto, es necesario que nuestro corazón sea apartado para el Señor, sea ocupado por Él y saturado de Él. Un corazón así no sólo se ha vuelto al Señor y tiene una motivación pura, sino que además se halla apartado para el Señor, plenamente ocupado por Él y saturado de Él. Es en este estado que nuestro corazón es afirmado. Una vez que nuestro corazón haya sido afirmado, será estable y dejará de ser fluctuante y variable. Aun más, cuando nuestro corazón se encuentre en esta condición, llegará a ser irreprensible.

  Ser irreprensible no es lo mismo que ser perfecto. Cuando algo es perfecto, no tiene mancha ni defecto alguno. Esto es mucho más que ser irreprensible. En otras palabras, ser irreprensibles no es tan excelente como estar libres de mancha. De manera que en 3:13 Pablo no nos está pidiendo que seamos perfectos; antes bien, sólo nos pide que nuestro corazón sea irreprensible. Y la única manera en que nuestro corazón puede ser irreprensible es que sea afirmado por el Señor. Si nuestro corazón es afirmado por Él, seremos personas con un corazón que ha sido apartado para el Señor, ocupado por Él y saturado de Él. Entonces, nuestro corazón será establecido, afirmado, edificado, en santidad. Entonces, en este estado de santidad, es decir, en este estado en el que ha sido hecho santo, nuestro corazón será irreprensible.

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