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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Timoteo»
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Mensaje 2

LA FE Y UNA BUENA CONCIENCIA SON NECESARIAS PARA GUARDAR LA FE

  Lectura bíblica: 1 Ti. 1:18-20

  En el mensaje anterior vimos en 1 Timoteo 1:1-17 que la economía de Dios es contraria a las enseñanzas diferentes. En este mensaje examinaremos 1:18-20, versículos que indican que la fe y una buena conciencia son necesarias para guardar la fe.

I. EL ENCARGO QUE EL APÓSTOL HACE A SU HIJO TIMOTEO

  En 1:18 Pablo declara: “Timoteo, hijo mío, te confío este encargo en conformidad con las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, para que por ellas milites la buena milicia”. ¿A qué encargo se refiere Pablo aquí? Para contestar esta pregunta, tenemos que guardar el principio según el cual, para entender una oración, frase, o incluso una palabra de la Biblia, debemos tener en cuenta el contexto, no sólo del párrafo en el que se halla el versículo, sino a veces todo el libro y hasta toda la Biblia. Tomando este principio como base, debemos examinar la manera en que Pablo usa la palabra “encargo” en el versículo 18, según el contexto de todo el capítulo. Este encargo abarca todos los asuntos principales presentados en los diecisiete versículos anteriores. Por el lado positivo, el tema principal de estos versículos es la economía de Dios, y por el lado negativo, son las enseñanzas diferentes. Por consiguiente, el encargo que dio el apóstol a su hijo espiritual tiene que ver con la economía de Dios, en el aspecto positivo, y con las enseñanzas diferentes, en el sentido negativo.

A. En conformidad con las profecías hechas anteriormente en cuanto a Timoteo

  En el versículo 18 Pablo declara que él confiaba este encargo a Timoteo en conformidad con las profecías que se habían hecho antes en cuanto a éste. Probablemente algunas palabras proféticas fueron dichas en cuanto a Timoteo cuando fue recibido en el ministerio (Hch. 16:1-3). Tal vez los ancianos de la iglesia, quienes recomendaron a Timoteo para que fuera colaborador de Pablo, le impusieron las manos. Fue quizás en esa ocasión que se dieron algunas profecías acerca de él.

B. Militar la buena milicia

  Refiriéndose a estas profecías, Pablo le dice a Timoteo: “Para que por ellas milites la buena milicia”. Militar la buena milicia es pelear en contra de las diferentes enseñanzas de los disidentes y llevar a cabo la economía de Dios (v. 4) en conformidad con el ministerio del apóstol tocante al evangelio de la gracia y la vida eterna, para que el Dios bendito sea glorificado (vs. 11-16).

C. En conformidad con las profecías

  Pablo encargó a Timoteo que militara la buena milicia en conformidad con las profecías, es decir, en la esfera y con el respaldo y la confirmación de las profecías.

  Quisiera que ahora veamos algo en cuanto a la manera en que están agrupadas las epístolas de Pablo y la época en que fueron escritas. Aunque la Epístola a Filemón pertenece al mismo grupo con 1 y 2 Timoteo y Tito, de hecho fue escrita antes, durante el primer encarcelamiento de Pablo. Pablo fue encarcelado por primera vez a causa de la persecución de los judíos, no del Imperio Romano. El libro de Hechos relata que Pablo apeló a César y que debido a ello fue enviado a Roma, donde fue encarcelado. Durante su primer encarcelamiento, él escribió cuatro libros: Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. Así que, conforme a la fecha en que fue escrito, Filemón debiera ser agrupado junto con Colosenses, Filipenses y Efesios; sin embargo, por su contenido, debe ser agrupado, no con estas epístolas, sino junto con 1 y 2 Timoteo y Tito. Pablo escribió Filemón poco antes de ser liberado de la cárcel. En la Epístola a los Filipenses, él expresa su creencia de que iba a ser liberado pronto y luego podía visitar a las iglesias. Poco después él fue liberado, y después de su liberación viajó a Éfeso, donde estaba Timoteo, y de Éfeso pasó a Macedonia. Mientras estaba en Macedonia, Pablo escribió su primera epístola a Timoteo. Luego, de Macedonia, fue a Nicópolis, donde escribió la Epístola a Tito. Así, pues, Pablo escribió 1 Timoteo y Tito después de ser liberado de su primer encarcelamiento. Después de aproximadamente un año, el César Nerón empezó inesperadamente a perseguir a los cristianos. En aquel entonces, Pablo fue acusado de ser el principal líder entre los cristianos. Así que fue arrestado y encarcelado de nuevo, esta vez a causa de la persecución de Nerón. Desde la prisión, él escribió su segunda epístola a Timoteo. En el capítulo cuatro, él dice a su amado hijo Timoteo que estaba listo para partir, para sufrir el martirio y ser derramado en libación.

  Durante el primer encarcelamiento de Pablo, las iglesias fueron puestas a prueba. Esta prueba puso en evidencia que había comenzado la decadencia y la degradación. Esta decadencia se debía a las enseñanzas diferentes, enseñanzas que diferían del ministerio. Por esta razón, Pablo le encargó a Timoteo que militara la buena milicia.

  A lo largo de los siglos, la degradación y la decadencia de la iglesia han tenido una sola causa: las enseñanzas que diferían del ministerio de los apóstoles. En Hechos 2:42, vemos que al principio de la vida de iglesia, los creyentes perseveraban en las enseñanzas de los apóstoles. Estas enseñanzas eran el ministerio. Lo que los apóstoles enseñaban y predicaban no era otra cosa que Cristo y la iglesia. Ellos predicaban a un Cristo que se había encarnado, que había sido crucificado, y que había resucitado y ascendido a fin de impartirse en Sus creyentes como la vida de resurrección, y así producir la iglesia. Éste es el tema central de la enseñanza de los apóstoles, y es muy crucial que veamos esto. Indudablemente, la Biblia contiene enseñanzas acerca de muchas cosas. Sin embargo, el tema central del ministerio de los apóstoles era el Cristo encarnado, crucificado, resucitado, ascendido y glorificado, quien llega a ser nuestro Salvador, nuestra vida y nuestro todo, para hacernos Su Cuerpo, la iglesia. Éste es el tema vital de la revelación del Nuevo Testamento, y en esto consiste la economía de Dios.

  Debemos tener contacto con la Palabra y, por medio de ella, recibir a Dios por el Espíritu. Entonces tendremos fe. Cuando acudimos a la Palabra, Dios se infunde en nosotros, y espontáneamente la fe opera dentro de nosotros para introducirnos en una unión orgánica con Dios. Cuanto más Dios se infunde en nosotros, más nos hacemos uno con Él. Sin embargo, este asunto tan crucial ha permanecido oculto por muchos siglos. Puesto que Pablo sabía la importancia de esto, encargó a Timoteo que peleara la buena batalla, que militara la buena milicia.

  Por una parte, Timoteo debía militar en contra de las enseñanzas diferentes de los disidentes; por otra, debía llevar a cabo la economía de Dios conforme al ministerio del apóstol. Si deseamos llevar a cabo la economía de Dios, no debemos hacerlo según las enseñanzas del cristianismo tradicional, ni según la teología sistemática, sino conforme al ministerio del apóstol.

  Además, la economía de Dios tiene que ver con el evangelio de la gracia y la vida eterna. Éstos son dos elementos básicos del evangelio. Este evangelio tiene como objetivo la gloria del Dios bendito, es decir, tiene como objetivo la expresión, la manifestación, del Dios bendito.

  Cuando Pablo estuvo en la cárcel por primera vez, los disidentes empezaron a enseñar cosas diferentes. Estas enseñanzas diferentes fueron la semilla de la decadencia de la iglesia. Aun mientras estaba en la cárcel, Pablo se enteró de esta situación. Esto lo sabemos por el contenido de epístolas como Colosenses y Filipenses. Sobre todo en Colosenses, vemos que ciertos “ismos” —como el judaísmo, el gnosticismo y el ascetismo— se habían infiltrado en la vida de iglesia. Estas diferentes enseñanzas causaron disensiones y decadencia. Ésta fue la razón por la cual Pablo encargó a su fiel colaborador que peleara la buena batalla contra las enseñanzas diferentes y luchara por la economía de Dios.

  Hoy nosotros también debemos estar alerta con respecto a las enseñanzas diferentes. A lo largo de los siglos, estas enseñanzas han envenenado y contaminado la iglesia. Si bajamos la guardia, las enseñanzas diferentes también pueden causar daño al recobro del Señor. Hemos visto el daño que provocaron en el pasado las enseñanzas diferentes, las cuales fueron propagadas de una manera sutil y oculta. Esto enseñó a los hermanos que toman la delantera en las iglesias la importante lección de cuidarse de las enseñanzas diferentes. No debemos permitir que enseñanzas diferentes se infiltren en el recobro del Señor. El recobro tiene como único objetivo llevar a cabo el ministerio. Al decir esto, no me estoy refiriendo a mi ministerio, sino al ministerio de los apóstoles, que se inició con Pedro y hoy se sigue llevando a cabo. Todos los verdaderos apóstoles enseñan y predican lo mismo; de hecho, enseñan y predican una sola cosa: la economía neotestamentaria de Dios. El tema central de nuestra predicación y enseñanza es Cristo y la iglesia. Enseñar y predicar la economía de Dios con respecto a Cristo y la iglesia equivale a militar la buena milicia.

II. MANTENER LA FE Y UNA BUENA CONCIENCIA

  En el versículo 19 Pablo dice: “Manteniendo la fe y una buena conciencia, desechando las cuales naufragaron en cuanto a la fe algunos”. Este versículo nos explica cómo militar la buena milicia. Para militar la buena milicia, debemos mantener la fe y una buena conciencia.

A. La fe, nuestra acción de creer

  La palabra “fe” hallada en la expresión “manteniendo la fe”, se refiere a nuestra acción de creer; por ende, denota la fe subjetiva. Como ya hemos dicho, esta fe brota en nosotros cuando tenemos contacto con la Palabra, y Dios se infunde en nosotros mediante la Palabra y por el Espíritu. La fe subjetiva entonces opera dentro de nosotros y genera una unión orgánica entre nosotros y el Dios Triuno. En esta unión, recibimos la vida y la naturaleza divinas, en virtud de las cuales llegamos a ser los muchos hijos de Dios y los muchos miembros del Cuerpo de Cristo, el nuevo hombre, que corporativamente expresará al Dios Triuno por la eternidad. Debemos militar la buena milicia con esta clase de fe, en lugar de hacerlo guardando la ley.

B. Una buena conciencia

  Además de la fe, necesitamos también una buena conciencia, una conciencia sin ofensa (Hch. 24:16). Tener una buena conciencia es la salvaguardia de la fe y la vida cristiana. La fe y una buena conciencia siempre van juntas. Siempre que haya alguna ofensa en nuestra conciencia, habrá un agujero, y nuestra fe se escapará. Por lo tanto, se necesita una buena conciencia que acompañe a la fe para militar la buena milicia en contra de las enseñanzas diferentes de una iglesia local que tenga conflictos.

C. Naufragados

  Es difícil afirmar si en el griego el pronombre traducido “las cuales” en el versículo 19, se refiere a la conciencia sola o a la conciencia así como a la fe. Es probable que se refiere a ambas, puesto que la fe subjetiva está estrechamente relacionada con la conciencia. Como ya hemos dicho, si no tenemos una buena conciencia, no podemos tener una fe viva. Asimismo, si no tenemos una fe viva, no podemos tener una buena conciencia. Podemos comparar la fe y la buena conciencia con una pareja de casados: la fe es semejante al marido, y la conciencia es semejante a la esposa. La fe proviene de nuestro contacto con Dios y nos introduce en una unión orgánica con Dios, y la conciencia es el órgano que Dios toca después que hemos tenido contacto con Él por la fe.

  Al desechar la fe y una buena conciencia, “naufragaron en cuanto a la fe algunos”. Esto muestra cuán serio es desechar una buena conciencia. Mantener la fe y una buena conciencia es una salvaguardia para nuestra fe y nuestra vida cristiana. La palabra “naufragaron” implica que la vida cristiana y la vida de iglesia son como un barco que navega sobre un mar tempestuoso y que, por ende, éstas necesitan ser salvaguardadas por medio de la fe y una buena conciencia.

  Los que desechan la fe y una buena conciencia naufragan en cuanto a la fe. En este versículo, Pablo nos habla de la fe subjetiva, de nuestra acción de creer, y de la fe objetiva, de las cosas en las que creemos. Al hablar de los que naufragaron en cuanto a la fe, Pablo tiene en mente la fe objetiva, el contenido del evangelio completo conforme a la economía neotestamentaria de Dios.

  En el versículo 20 Pablo menciona dos personas que naufragaron en cuanto a la fe: “De los cuales son Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás como castigo para que aprendan a no blasfemar”. Himeneo era uno que enseñaba herejías (2 Ti. 2:17), y Alejandro era un opositor y agresor del apóstol (2 Ti. 4:14-15).

  Vale la pena resaltar que aquí Pablo menciona a las personas por su nombre. Es posible que nosotros, pretendiendo ser más cuidadosos o “espirituales” o “celestiales” que Pablo, no estuviésemos dispuestos a dar nombres de personas bajo ninguna circunstancia. Dios mismo fue el primero en mencionar el nombre de Su enemigo: Satanás. Dios nunca dijo: “Pueblo mío, tengo un enemigo. Pero como soy tan misericordioso y paciente y recibo a todos, no quiero descubrir o mencionar su nombre, con la esperanza de que algún día se arrepienta”. Así como Dios no tuvo reparos en mencionar el nombre de Su enemigo, Pablo mencionó los nombres de Himeneo y Alejandro.

  Además, Pablo tampoco nos dice en el versículo 20 que había estado orando por Himeneo y Alejandro. Él no le encarga a Timoteo, diciendo: “Timoteo, aprende de mí a orar por aquellos que te causan daño, así como yo he estado orando por Himeneo y Alejandro”. Al contrario, en 2 Timoteo 4:14 Pablo dice: “Alejandro el calderero me ha causado muchos males; el Señor le pagará conforme a sus hechos”.

  Pablo le dice a Timoteo que había entregado a Himeneo y a Alejandro a Satanás “como castigo para que aprendan a no blasfemar”. Cuán distinto es esto de decir que él los encomendaba a la mano bondadosa del Señor para que recibieran misericordia. Pablo deseaba que Satanás trabajara a su favor y disciplinara a Himeneo y Alejandro.

  El versículo 20 de 1 Timoteo 1 es un versículo muy poco común en la manera en que aborda un asunto negativo. En él se mencionan dos personas, y la persona que lo hace no es alguien que se ha descarriado, sino el principal apóstol. Además, ellos no son entregados a Dios, ni a la iglesia, ni a una persona espiritual, sino a Satanás.

  Pablo entregó a Himeneo y a Alejandro a Satanás “como castigo para que aprendan a no blasfemar”. Pablo no dijo aquí “como escarmiento”, sino “como castigo”. El castigo o disciplina es diferente del escarmiento. Cuando los padres disciplinan a sus hijos, a veces les dicen que lo hacen como escarmiento. Sin embargo, en realidad no se trata de un escarmiento, sino de una disciplina en amor. El castigo del versículo 20 pudiera referirse a la destrucción del cuerpo (véase 1 Co. 5:5).

  Por medio de este castigo, Himeneo y Alejandro aprenderían a no blasfemar contra Dios, a no hablar mal de la economía de Dios, ni causar perjuicio al ministerio del apóstol. Entregar personas como Himeneo y Alejandro a Satanás significa ejercer la autoridad que el Señor ha dado al apóstol y la iglesia (Mt. 16:19; 18:18) con respecto a la administración de la iglesia, a fin de que ella contraataque todas las maquinaciones malignas de Satanás.

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