Mensaje 4
Lectura bíblica: 1 Ti. 2:8-15
En este mensaje examinaremos 1 Timoteo 2:8-15, que trata sobre la vida normal de los hermanos y hermanas en la iglesia. Pablo habla de este asunto después de que exhorta a Timoteo a tomar la iniciativa de llevar una vida de oración. En 2:8-15 Pablo dedica un solo versículo a los hermanos (v. 8), y siete a las hermanas (vs. 9-15). Esto indica que si hemos de llevar una vida de iglesia apropiada, las hermanas deben llevar una carga séptuple y una responsabilidad también séptuple.
En cuanto a los hermanos, Pablo declara en el versículo 8: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda”. En una iglesia local, los líderes deben llevar una vida de oración, según el mandato dado en los versículos 1 y 2, para establecer un ejemplo de oración a fin de que todos los miembros lo sigan, orando siempre en todo lugar. En Efesios 6 Pablo nos manda que oremos en todo tiempo, mientras que aquí nos dice que oremos en todo lugar. Aunque es posible orar en todo tiempo, en la mañana, en la tarde y en la noche, tal vez no nos sea posible orar en todo lugar. Así que, el requisito de orar en todo lugar es más alto que el de orar en todo tiempo. Si podemos orar en todo lugar, ciertamente podremos orar en todo tiempo. Pero aun cuando podamos orar en todo tiempo, tal vez no nos sea posible orar en todo lugar. Por ejemplo, no nos es posible orar en ciertos lugares mundanos. Puesto que no podemos orar en esos lugares, no debiéramos ir allí. Si usted puede orar en un lugar determinado, entonces puede ir allí; pero si no puede orar, entonces no debería ir. Según el versículo 8, los hermanos deben llevar la carga única de orar en todo lugar. Ore en el trabajo, en la casa y en su auto. Como hombres que somos, debemos ser personas que oran.
Es muy significativo que en el versículo 8 Pablo empieza con las palabras: “Quiero”. Esta expresión es más enfática que “ojalá” o “exhorto”. Cuando Pablo dice “pues”, indica, como ya vimos en el mensaje anterior, que los ancianos, los que toman la delantera, deben ser los primeros en orar y en preparar así el camino para que los demás los sigan a fin de que ellos también lleven también una vida de oración. En el primer mensaje de este estudio-vida mencionamos algunos aspectos muy importantes relacionados con la economía de Dios. Pero por muy importantes que sean estos asuntos, ninguno de ellos se puede llevar a cabo sin la oración de los hermanos. Así, que, consciente de este hecho, Pablo dijo: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar”.
Mientras les hablo acerca de orar en todo lugar, siento una profunda carga. Les ruego a todos, y en especial a los que toman la delantera, que de ahora en adelante lleven otra clase de vida: una vida de orar en todo lugar. Si oran en todo lugar, su vivir será transformado, y la iglesia en su localidad será también transformada. Tal vez haya hermanos que no estén totalmente satisfechos con la iglesia de su localidad. La única manera en que la iglesia de su localidad puede ser de su agrado es que usted ore en todo momento y en todo lugar. En lugar de hablar de la condición de la iglesia, ore por la iglesia. La vida normal que los hermanos llevan en la iglesia debe ser una en la que oren en todo lugar.
Cuando oremos en todo lugar, debemos levantar manos santas. Las manos simbolizan nuestros hechos. Por lo tanto, las “manos santas” representan un vivir santo, un vivir santificado y apartado para Dios. Esta vida santa fortalece nuestra vida de oración. Si nuestras manos no son santas, nuestro vivir no será dedicado a Dios, y entonces no tendremos la fuerza que nos sostiene para orar, es decir, no tendremos manos santas que levantar en oración.
Cuando oremos, en vez de alzar nuestra mirada para observar a los demás, debemos levantar manos santas. Si usted está siempre observando a los ancianos y a los santos con una actitud de crítica, su vida de oración quedará anulada; pero si levanta manos santas, su vida de oración será fortalecida.
En el versículo 8 Pablo exhorta a los hermanos a orar “sin ira ni contienda”. La ira y la contienda apagan nuestra oración. La ira pertenece a nuestra parte emotiva, y la contienda, a nuestra mente. Para tener una vida de oración y para orar sin cesar, nuestra mente y nuestra parte emotiva deben ser reguladas de modo que estén bajo el control del Espíritu, quien está en nuestro espíritu.
La palabra griega traducida “contienda” significa argumentos que acarrean disputas. Pablo no se refiere a argumentos simples y lógicos, sino aquellos que acarrean disputas. Debemos evitar esto si hemos de orar debidamente.
Lo que dice Pablo acerca de las contiendas está relacionado con su amonestación de levantar manos santas. Si cerramos nuestros ojos y levantamos nuestras manos, podremos orar; pero si abrimos nuestros ojos para fijarnos en los demás y analizar su situación, no podremos orar. En lugar de levantar nuestras manos, las tendremos atadas detrás de nuestra espalda. ¿Quién puede orar con las manos atadas detrás de su espalda? Pero si levantamos nuestras manos y nos abstenemos de contender, podremos orar de una manera apropiada.
Por experiencia, he aprendido que nuestra vida de oración puede verse afectada por nuestro estado de ánimo. Si no hago nada por conservarme en un buen estado de ánimo, mi vida de oración queda anulada. El enojo siempre deja nula nuestra vida de oración por cierto tiempo. Si un hermano se enoja con su esposa, comprobará que no podrá orar bien por varios días. Si hemos de llevar una vida de oración, debemos aprender a no ser temperamentales y a no enojarnos con los demás. Por la gracia del Señor, la cual está con nuestro espíritu, debemos ejercer dominio propio sobre nuestra parte emotiva.
En el versículo 9 Pablo se dirige a las hermanas. En este versículo, él empieza diciendo “asimismo”, lo cual está relacionado con la palabra “quiero” del versículo 8. También esto parece indicar que la exhortación de Pablo respecto a orar en todo lugar, aplica tanto a las hermanas como a los hermanos.
El versículo 9 dice: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y cordura; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”. La palabra “decorosa” denota lo que corresponde a la naturaleza y posición de las hermanas como santas de Dios. En el griego, la palabra traducida “ropa” implica conducta, porte. La ropa es la señal principal del porte de una hermana, y éste debe corresponder a su posición como santa.
La palabra griega traducida “pudor”, literalmente significa tener un sentimiento de vergüenza, es decir, estar restringida o regulada por un sentimiento de vergüenza que es honroso (Vincent), lo cual implica un comportamiento que no es descarado ni muy osado, sino moderado, y que conserva el decoro propio de una mujer.
La palabra “cordura” denota sobriedad, autorestricción. Significa restringirse sobria y discretamente. Las hermanas de la iglesia local deben vestirse de estas dos virtudes: el sentimiento de vergüenza y la autorestricción.
En el versículo 10 Pablo añade: “Sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan reverencia a Dios”. La palabra “reverencia” denota reverencia hacia Dios; significa reverenciar y honrar a Dios, como corresponde a uno que adora a Dios.
En el versículo 11 Pablo dice: “La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción”. La exhortación a que las hermanas aprendan en silencio y con toda sujeción tiene como fin que se den cuenta de su posición como mujeres. Esto salvaguarda a las hermanas de sobrepasar la posición que les corresponde en la iglesia local.
El versículo 12 dice: “No permito a la mujer enseñar, ni ejercer autoridad sobre el hombre, sino estar en silencio”. Aquí enseñar significa enseñar con autoridad, definir y decidir el significado de doctrinas relacionadas con la verdad divina. Si una mujer enseña de esta manera o ejerce autoridad sobre el hombre, eso significa que ha abandonado su posición. En la creación, Dios dispuso que el varón fuera la cabeza y que la mujer estuviera sujeta al hombre (1 Co. 11:3). Este orden debe ser guardado en la iglesia. La frase “estar en silencio” del versículo 12 significa abstenerse de hablar.
En el versículo 13 Pablo nos da una explicación al respecto: “Porque Adán fue formado primero, después Eva”. Esto nos remite al principio. Dios siempre desea llevarnos de regreso al principio que Él estableció (Mt. 19:8).
En el versículo 14 Pablo añade: “Y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada, incurrió en trasgresión”. El versículo 13 nos provee la primera razón por la cual la mujer debe estar sujeta al hombre. Aquí, se nos da la segunda razón: Eva fue engañada por la serpiente (Gn. 3:1-6) debido a que no permaneció en sujeción a Adán, su cabeza, sino que sobrepasó su posición como mujer al hablar directamente con el maligno tentador sin tener su cabeza cubierta. Ésta fue la base firme sobre la cual se apoyó el apóstol para no permitir que las hermanas en una iglesia local enseñaran con autoridad y ejercieran autoridad sobre los hombres, sino que, en lugar de ello, aprendieran en silencio y permanecieran en toda sujeción. La posición del hombre como cabeza es una salvaguardia para la mujer.
En el versículo 15 Pablo concluye, diciendo: “Pero se salvará engendrando hijos, si permanece en fe, amor y santidad, con cordura”. Engendrar hijos es un sufrimiento. El sufrimiento restringe y guarda a quien ha caído de incurrir en transgresión.
La gramática del versículo 15 es bastante peculiar. Al principio del versículo Pablo declara: “Se salvará”, y luego, añade: “Si permanecen [lit.] en fe, amor y santidad, con cordura”. El verbo “se salvará” [en singular] alude a Eva, la cual se menciona en el versículo 13. La razón por la que Pablo cambia del singular al plural es que al referirse a Eva, él estaba incluyendo a todas las mujeres. De manera que la frase “se salvará” no incluye a todas las mujeres; sin embargo, es evidente que la palabra “permanecen”, sí las incluye. La manera en que Pablo usa los verbos en el original griego, deja claro que al hablar de Eva él se estaba refiriendo a todas las mujeres.
En el versículo 15 Pablo menciona la fe, el amor y la santidad. La fe nos permite recibir al Señor (Jn. 1:12), el amor nos permite disfrutarle (Jn. 14:21, 23), y la santidad nos permite expresarle por medio de la santificación. Por medio de la fe agradamos a Dios (He. 11:6), por medio del amor guardamos la palabra del Señor (Jn. 14:23), y por medio de la santidad, le vemos a Él (He. 12:14).
En este mensaje, siento una carga particular de hablarles en cuanto al pudor, la virtud principal de la mujer. En algunas familias no se le da la debida importancia al pudor. En vez de ello, los padres crían y educan a los hijos y a las hijas de la misma manera. El pudor es una virtud que marca la diferencia entre el varón y la mujer. Como dijimos, la palabra griega traducida “pudor”, que aparece en 2:9, significa literalmente tener un sentimiento de vergüenza, es decir, estar regulado y restringido por un sentimiento de vergüenza que es honroso.
Una palabra relacionada con la virtud del pudor es vergüenza. Sentir vergüenza equivale a tener pudor y a saber manifestar ese pudor. Cuando una hermana habla en una reunión de la iglesia, debe hacerlo con pudor, con cierta vergüenza.
El pudor es una gran salvaguardia y una gran protección para la mujer. Es un error educar a las niñas de la misma manera en que se educa a los niños. Los niños pueden exponerse a ciertas situaciones, pero las niñas no deben hacerlo, ya que quedarán sin protección. Esta falta de protección puede dar lugar a la fornicación. Si las mujeres que trabajan en una oficina tienen la virtud del pudor, no se relacionarán indebidamente con los hombres que trabajen allí. Es muy fácil que una mujer en ese ambiente se enrede en una relación con algún hombre, si no tiene la debida cobertura, o sea, el pudor necesario, el sentimiento de vergüenza, que la ayuden a guardar su distancia.
Todas las hermanas que están en la vida de iglesia deben exhibir la virtud del pudor. Las hermanas deben vestirse según el principio del pudor. Este principio no les permitirá descubrir su cuerpo. Toda mujer que descubra su cuerpo está en contra del principio del pudor. Las hermanas necesitan cubrirse la cabeza, no sólo físicamente, sino también de forma psicológica, ética, moral y espiritual. Éste es el pudor del que se habla en la Biblia. Tener pudor simplemente significa que una mujer se cubre en todo sentido.
En la vida de iglesia, los hermanos y las hermanas tienen mucha comunión entre sí. Al tener comunión, las hermanas deben cubrirse con el vestido moral, ético y espiritual, llamado pudor. En todas sus interacciones con los hermanos, las hermanas deben cubrirse con el “abrigo” del pudor. Ésta es una gran salvaguardia y protección.
Las hermanas nunca deben olvidar que son mujeres. Esto especialmente se aplica a las hermanas solteras. Ellas deben tener mucho cuidado de no permitir que nada contamine su cuerpo, el cual es santo, ha sido apartado para Dios, y es templo del Espíritu Santo. Para guardar su cuerpo de esta manera, una joven requiere pudor. Aconsejo a todas las hermanas jóvenes a que se pongan el abrigo celestial que las protegerá de la influencia de esta era maligna. Sólo así serán guardadas para el propósito de Dios. Luego, en el tiempo señalado por Dios, Él escogerá para cada una de las que se han guardado vírgenes, el hermano idóneo con quien habrán de casarse. Una y otra vez quisiera recordarles a las hermanas que se vistan del abrigo del pudor. Las hermanas deben siempre recordar que son mujeres, y que, como tales, deben estar cubiertas. En esto consiste el pudor.
Además del pudor, las hermanas necesitan cordura (2:9). A medida que una hermana desarrolla la virtud del pudor, ella debe también prestar atención a la cordura. Lejos de ser insensata, ella debe ser sensata y prudente. Debe entender claramente cómo son las cosas y tener un discernimiento agudo. Una hermana debe guardar silencio, mas no carecer de cordura y discernimiento. Ella debe guardar silencio con cordura y no de una manera insensata. Así, pues, además de procurar guardar silencio y evitar sobrepasar su posición, una hermana necesita ejercer un discernimiento agudo. Su “cielo” espiritual debe estar despejado, sin nubes y sin ninguna contaminación. Entonces entenderá todo claramente y será cuidadosa y prudente.
Las virtudes del pudor y la cordura son de gran importancia en la vida de iglesia. Las hermanas deben asistir a las reuniones de la iglesia para recibir el pleno conocimiento de la verdad. Este conocimiento les ayudará a ser sobrias en su entendimiento. Entonces, junto con el pudor, tendrán lo que Pablo llama “santidad, con cordura” (2:15). Así, no serán santas de una manera insensata, de una manera que demuestre falta de conocimiento, sino que, por el contrario, serán santas de una manera que demuestra pleno conocimiento, entendimiento y discernimiento.
En los primeros dos capítulos de 1 Timoteo, Pablo da instrucciones prácticas sobre cómo tener una iglesia local apropiada: (1) terminar con la distracción de las enseñanzas diferentes (1:3-11); (2) recalcar la economía de Dios, de modo que ésta sea la línea central y la meta de la vida cristiana (1:4-6); (3) predicar a Cristo para salvar a los pecadores (1:12-17); (4) militar la buena milicia por la economía neotestamentaria de Dios manteniendo la fe y una buena conciencia (1:18-19); (5) confrontar a los maestros herejes y a los opositores del apóstol (1:20); (6) hacer que los líderes sean los primeros en llevar una vida de oración, en la que interceden por todos los hombres para que la redención de Cristo sea dada como testimonio a su debido tiempo (2:1-7); (7) hacer que los hermanos sigan el modelo de oración, orando en todo tiempo (2:8); y (8) hacer que las hermanas se atavíen con un comportamiento apropiado, y se sujeten a los hermanos, permaneciendo en silencio, fe, amor y santidad, con cordura.