Mensaje
(1)
Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 18; 5:21; Col. 3:10; 1 Co. 1:30; 15:34; Ro. 8:2, 4; 14:17; Fil. 1:19; 3:9; Ap. 19:7-8; Ef. 4:24; Mt. 5:6, 10, 20
El ministerio del nuevo pacto es un tema muy importante, pues abarca todo el Nuevo Testamento, el cual se compone de veintisiete libros. En los mensajes anteriores hemos visto, del capítulo tres de 2 Corintios, que en la era del Antiguo Testamento había un solo ministerio, un ministerio que en 2 Corintios 3 se le llama el ministerio de muerte y de condenación. Con todo, los cristianos a menudo consideran que en el Antiguo Testamento había tres clases de ministerios: el ministerio de los sacerdotes, el ministerio de los reyes y el ministerio de los profetas. Los cristianos sostienen este concepto porque el Antiguo Testamento habla de tres clases de personas: los sacerdotes, los reyes y los profetas. Puesto que estas tres clases de personas se mencionan en el Antiguo Testamento, muchos estudiantes y maestros de la Biblia piensan que en el Antiguo Testamento había tres clases de ministerios.
Pablo consideraba todo el Antiguo Testamento como la ley. En 1 Corintios 14:21, él dice: “En la ley está escrito: ‘Por medio de hombres de otras lenguas y con los labios de otros hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor’”. En este versículo, Pablo cita un pasaje del libro de Isaías. Aunque Isaías era un profeta, Pablo considera el libro de Isaías la ley. Esto indica que los libros de los profetas también eran considerados parte de la ley. De hecho, a todo el Antiguo Testamento se le consideraba la ley. Esto comprueba que en los tiempos del Antiguo Testamento había un solo ministerio, el cual era el ministerio del antiguo pacto, el ministerio de muerte y de condenación.
En el Nuevo Testamento también existe un solo ministerio. Los doce apóstoles tenían este ministerio único. Después de que Judas traicionara al Señor y se suicidara, Pedro se levantó y dijo que Judas había sido contado con ellos y que se le había asignado “una porción de este ministerio” (Hch. 1:17). Luego, pidieron al Señor que les mostrara a quién había escogido Él para que tomara “parte de este ministerio y apostolado” (v. 25). Esto indica que todos los apóstoles tenían un solo ministerio. No era cuestión de que Pedro tenía un ministerio, que Juan tenía otro, y que Jacobo, otro. Si ése hubiera sido el caso, los doce apóstoles habrían tenido doce ministerios distintos. Pero no, ellos tenían un solo ministerio, el ministerio único. Posteriormente, el Señor levantó más apóstoles, el más prominente de los cuales era Pablo. Pablo y sus colaboradores también tenían el mismo ministerio, el ministerio único del nuevo pacto. Por tanto, en el Nuevo Testamento hay muchos apóstoles, pero un solo ministerio. Este ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu y de la justicia.
A lo largo de los siglos, ha habido solamente dos ministerios: el ministerio del antiguo pacto y el ministerio del nuevo pacto. Sin embargo, entre los cristianos de hoy existen muchos ministerios distintos. La razón por la cual los cristianos se han dividido en grupos y en denominaciones es que han inventado muchas clases de ministerios. Cada denominación tiene su propio ministerio. Los episcopales tienen un ministerio episcopal, los metodistas tienen el ministerio metodista, y los bautistas, los presbiterianos y los pentecostales tienen sus propios ministerios.
En la actualidad hay quienes dicen ser de mentalidad abierta y por eso quieren aceptar todas las distintas clases de ministerios para demostrar que no son estrechos, sectarios ni facciosos. Quieren ser todo-inclusivos y recibir los ministerios del catolicismo, de la iglesia ortodoxa griega, de las denominaciones protestantes y de todos los grupos independientes. Esto queda en contraste con el ministerio del nuevo pacto, el cual es uno solo. El ministerio del nuevo pacto es único en naturaleza, esencia, función y propósito.
¿En qué clase de ministerio estamos? Específicamente, ¿qué clase de ministerio tiene usted? Ciertamente ninguno de nosotros diría que estamos en el ministerio de muerte y condenación del antiguo pacto. Pero, ¿está usted en el ministerio del catolicismo?, ¿de la ortodoxia griega?, ¿de alguna denominación protestante?
Los que tienen el ministerio bautista ciertamente recalcarán el bautismo por inmersión. Los que están en el ministerio episcopal ciertamente estarán a favor de un gobierno de obispos. Asimismo, los que tienen el ministerio presbiteriano estarán a favor de una administración regida por los presbíteros. Los que están en estas denominaciones practican estos ministerios. Además, estas denominaciones se han establecido para llevar a cabo dichos ministerios. Los pentecostales también tienen su propia clase de ministerio, el cual recalca el hablar en lenguas, la sanidad y los milagros. Pero ninguno de estos ministerios es el ministerio único del nuevo pacto. El ministerio del nuevo pacto, ¿es un ministerio de bautismo por inmersión?, ¿un ministerio de obispos, de presbíteros o de hablar en lenguas? Sin lugar a dudas, la respuesta a estas preguntas es no. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio totalmente del Espíritu y de la justicia. Éste es el ministerio único en el Nuevo Testamento.
Cuando decimos que el ministerio del nuevo pacto es único, no queremos decir que es el ministerio de una sola persona. Por ejemplo, es una infamia acusarme de afirmar que el ministerio único hoy en día es el ministerio de Witness Lee. Nosotros no decimos eso, ni tampoco lo insinuamos. Cuando hablamos de un solo ministerio, del ministerio del nuevo pacto, nos referimos al ministerio del Espíritu y de la justicia. Quien ministre el Espíritu y la justicia a los demás participa en el ministerio único, sea quien sea esa persona. Pedro, Juan, Jacobo, Pablo, Timoteo, Tito, Apolos, todos tenían el ministerio único. Los ministros son muchos, pero el ministerio es uno solo. Si usted ministra al Espíritu y la justicia a los demás, usted participa en este ministerio único.
En varias ocasiones se me ha preguntado algo así: “Hermano Lee, usted afirma que el ministerio es único, lo cual significa que existe un solo ministerio. Cuando usted dice que hay un solo ministerio, que el ministerio es único, ¿quiere usted decir que su ministerio es ese ministerio único?” Algunas personas que me preguntan eso quizás piensen que yo me considero un José Smith, el fundador del mormonismo. Siempre contesto esta pregunta de esta manera: “No, definitivamente no quiero decir que mi ministerio sea el ministerio único”.
Otros preguntan si aceptamos todos los ministerios. La respuesta es que no aceptamos todas las distintas clases de ministerios. Entonces, algunos tal vez digan: “Por una parte, usted dice que su ministerio no es el ministerio único; por otra parte, no acepta todos los ministerios. Entonces ¿qué practica usted en cuanto al ministerio?” Debido a que los que hacen esta pregunta tal vez carecen de conocimiento y se encuentren también bajo el efecto embotador de los conceptos tradicionales, no es fácil explicarles este asunto. A veces me digo a mí mismo: “Yo simplemente soy lo que soy, pero ustedes han sido embotados y no entienden lo que dice el Nuevo Testamento acerca del ministerio”. El ministerio del nuevo pacto es único; es el ministerio del Espíritu y de la justicia. Aunque no aceptamos todas las distintas clases de ministerios, sí aceptamos el ministerio de cualquiera que verdaderamente ministre al Espíritu y la justicia.
Lo que estoy diciendo en este mensaje acerca del ministerio es algo nuevo y también antiguo. Es antiguo porque ha existido por casi dos mil años; por otra parte, es algo nuevo porque es un asunto que se perdió y que ha sido recobrado. Agradecemos al Señor porque ha recobrado la verdad acerca del ministerio. Le damos gracias por mostrarnos en 2 Corintios 3 que en la Biblia existen dos ministerios: el ministerio del antiguo pacto, el cual es el ministerio de muerte y condenación, y el ministerio del nuevo pacto, el cual es el ministerio del Espíritu y de la justicia.
Como cristiano, o como uno que cree tener cierta clase de ministerio, ¿qué clase de ministerio tiene usted? Si no está en el ministerio del nuevo pacto, es decir, en el ministerio que ministra a Cristo como el Espíritu vivificante y como la justicia a otros, usted debe decirnos qué clase de ministerio tiene. ¿En qué ministerio está? Si no está en el ministerio del Espíritu y de la justicia, ni en el ministerio de muerte y de condenación, ¿en qué ministerio está? Algunos dirán que tienen el ministerio de la predicación del evangelio. Esta respuesta no es correcta. Usted debiera afirmar que su ministerio de predicación del evangelio forma parte del único ministerio del nuevo pacto, en el cual usted le ministra a otros a Cristo como el Espíritu y la justicia. Es mejor no decir que tenemos el ministerio de la predicación del evangelio; más bien, debemos decir que nuestra predicación del evangelio forma parte del único ministerio del nuevo pacto.
Algunos cristianos ven el ministerio del Espíritu principalmente como un ministerio del Espíritu como poder. Ellos esperan que si hablan en el poder del Espíritu, mucha gente será ganada para el Señor. Pero el ministerio del Espíritu en 2 Corintios 3 es un ministerio del Espíritu como vida y como suministro de vida. Mi base para decir esto se encuentra en el versículo 6, donde Pablo declara que Dios “nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, ministros no de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica”. Aquí Pablo no dice que el Espíritu dé poder, realice milagros o imparta dones, sino que el Espíritu da vida. También en otros versículos de este capítulo, el Espíritu está relacionado con la vida, y no con el poder, los dones, ni los milagros.
Esta comprensión de que el Espíritu es un suministro de vida la confirma Pablo cuando dice en Filipenses 1:19: “Porque sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mí salvación”. En este versículo Pablo no habla del poder abundante del Espíritu ni de Su capacidad abundante, sino de la abundante suministración del Espíritu.
Recalco este punto porque muchos cristianos tienen un concepto erróneo acerca del Espíritu y piensan que el Espíritu es principalmente una fuente de poder, de capacidad o de impacto. Por ejemplo, algunos grupos recalcan lo que comúnmente llaman “caer al suelo por poder del Espíritu Santo”. Había una mujer que era bien conocida por esta práctica. ¿Acaso es éste el Espíritu que es el suministro de vida? Por supuesto que no.
En 1962, al poco tiempo de empezar a ministrar en este país, me invitaron a hablar a un grupo de cristianos en San Diego. Algunos de los que estuvieron allí me alentaron a ir a cierta ciudad de Texas donde supuestamente ocurrían muchos milagros. Algunos aseguraban que, de forma milagrosa, a una persona se le había rellenado los dientes con oro, y que algunas personas que asistieron a la reunión incluso olieron el oro. Sin embargo, cuando les hice algunas preguntas al respecto, no pudieron confirmar ese informe. Además, les dije que si tal cosa había sucedido, lo habrían publicado en los periódicos. Les dije también que si nuestro Dios deseaba rellenar nuestros dientes, ¿por qué no los restauraba a su condición normal en lugar de usar oro? Ciertamente nuestro Dios jamás sanaría los dientes de una persona llenándolos de oro. No presten atención a esos falsos informes.
En 2 Corintios Pablo no habla de dones ni de milagros, pero sí habla de que el Espíritu da vida. En 1 Corintios Pablo menciona el hablar en lenguas, por ejemplo, con la intención de limitar esta práctica en las reuniones de la iglesia. Pero en 2 Corintios él ni siquiera menciona el hablar en lenguas. Este libro hace hincapié en que el Espíritu es el suministro de vida. El ministerio del nuevo pacto tiene que ver con el Espíritu como suministro interno y con la justicia como expresión externa de Dios.
En 2 Corintios 3:8 Pablo habla del ministerio del Espíritu, y en el versículo 9, del ministerio de la justicia. Tal vez entendamos lo que es el ministerio del Espíritu, pero, ¿qué es el ministerio de la justicia? ¿Sabe usted lo que quiere decir Pablo con eso? Hace muchos años, no entendía lo que Pablo quería decir cuando hablaba del ministerio de la justicia. Pensaba que al hablar del ministerio de la justicia se refería al ministerio de la justificación, porque en este capítulo parece haber una comparación entre la condenación y la justificación, la cual es lo opuesto a la condenación. Pero en lugar de hablar de la justificación, Pablo habla aquí de la justicia. Si él hubiera dicho que el ministerio del nuevo pacto era un ministerio de justificación, sería fácil entender lo que quería decir. Inmediatamente sabríamos que el ministerio de la ley consistía en condenar, o sea, que era un ministerio de condenación, pero que el ministerio del nuevo pacto consiste en justificar a la gente, o sea, que es un ministerio de justificación. Puesto que en el tercer capítulo de 2 Corintios Pablo declara que el ministerio del nuevo pacto es el ministerio de la justicia, y no el ministerio de la justificación, debemos hacer lo posible por entender lo que quería decir con esto. Ciertamente es muy significativo que el ministerio del nuevo pacto sea el ministerio del Espíritu y de la justicia.
Si queremos entender lo que es el ministerio de la justicia, primero debemos entender debidamente qué es la justicia. La justicia tiene que ver con estar bien con los demás. Cuando permitimos que el Espíritu viva, se mueva y actúe dentro de nosotros de una manera real y sustancial, automáticamente estamos bien con Dios, con otros y con nosotros mismos. Esta comprensión de lo que es la justicia es correcta, mas no es completa. Así que, debemos ver algo más acerca de la justicia.
En 1 Corintios 15:34 Pablo dice: “Volved a la sobriedad, como es justo, y no pequéis; porque algunos de vosotros no conocen a Dios”. En este versículo, volver a la sobriedad equivale a despertar del aturdimiento de la embriaguez, es decir, dejar de embriagarse, como es justo. Todo aquel que duerme espiritualmente, no está bien con Dios, con otros, consigo mismo ni con la iglesia. Este versículo tiene por contexto lo que dice Pablo acerca de la resurrección. Afirmar que no hay resurrección ofende a Dios y a los hombres, y constituye un pecado. Por tanto, el apóstol aconsejó a los desviados corintios que despertaran de ese pecado y volvieran a la sobriedad, para que restauraran su relación con Dios y con los hombres. Ellos estaban ebrios injustamente, estaban en el estupor de la herejía de que no había resurrección. Por eso, necesitaban salir de ese estupor.
Aceptar la idea herética de que no hay resurrección equivale a dejarse drogar, a caer en una condición de aturdimiento. Esto significa también caer en un sueño. Los que se encuentran bajo tal estupor, hablan de manera insensata con respecto a la resurrección y, como resultado, no están bien con Dios, con la iglesia ni con ellos mismos. Por el contrario, ofenden a Dios, a la iglesia y aun a miembros de su propia familia. Los que están embotados de esta manera a menudo causan problemas sin darse cuenta de ello. Por tanto, Pablo exhorta a los corintios a que despierten y vuelvan a la sobriedad como es justo.
¿Qué significa volver a la sobriedad como es justo? Significa volver a la sobriedad de tal manera que estemos bien con Dios, con los demás y con nosotros mismos. Un creyente sobrio, como es justo, estará bien con su esposa, con sus hijos, con sus vecinos, con todos los santos, con la iglesia y también consigo mismo. Los que no estén bien en todos estos aspectos están en cierto estupor.
Sin el ministerio del nuevo pacto, no tendríamos al Espíritu ni la justicia. Antes de entrar en la vida de iglesia y de recibir el ministerio en el recobro del Señor, ¿cuánto experimentó usted al Espíritu como suministro de vida? Por supuesto, como persona salva, en su interior ya moraba el Espíritu, pero probablemente usted no estaba muy consciente de que el Espíritu vivía, era activo, real y sustancial en usted. Muchos de nosotros podemos testificar que después de entrar en la vida de iglesia, empezamos a darnos cuenta de que hay algo en nosotros que está vivo, que es real y sustancial. Nos referimos al Espíritu que está operando en nuestro ser, haciéndonos gozosos, pacíficos y tranquilos. Éste es el Espíritu de vida, el cual, como suministro de vida, nos es impartido por el ministerio en el recobro del Señor.
Antes de que usted experimentara al Espíritu de esta manera, tal vez le era muy fácil discutir con su cónyuge. Pero si usted experimenta al Espíritu como su suministro de vida, algo en su interior le restringirá cuando quiera discutir. Por ejemplo, es posible que una hermana se sienta tentada a culpar a su marido, pero en lo profundo de su ser, se da cuenta de que debe ir a su cuarto y orar. Esta experiencia proviene del Espíritu como suministro de vida, impartido en nosotros mediante el ministerio del nuevo pacto.
Quizás en una reunión de la iglesia no se diga ni una sola palabra acerca de que el Espíritu es el suministro de vida. Y tal vez usted no esté consciente de que le está siendo impartido el Espíritu. Sin embargo, aun cuando no se diga nada al respecto, es un hecho que en la reunión a usted le es impartido el Espíritu. Hay un ministerio en el recobro que inscribe al Dios Triuno procesado, como Espíritu vivificante, en nuestro ser.
En las reuniones de la iglesia a menudo recibimos la suministración del Espíritu sin estar conscientes de ello. Puedo testificar que muchas veces he vuelto a casa después de una reunión sintiéndome algo descontento. Parecía que estaba molesto con todos y con todo. No obstante, algo dentro de mí operaba y vivía. Era el Espíritu vivificante que había experimentado en la reunión. Aun cuando estamos molestos o descontentos, este Espíritu opera en nosotros. Si nos volvemos al Señor y le decimos, “Señor”, nuestra infelicidad y nuestro enojo serán absorbidos. Esto lo lleva a cabo el Espíritu vivificante que fue ministrado a nosotros sin que nos diéramos cuenta.
Puesto que en las reuniones de la iglesia recibo la suministración del Espíritu vivificante, muy rara vez me pierdo una reunión. A mí no me interesa quién hable en determinada reunión, porque mi único deseo es estar en la reunión y recibir el suministro. Específicamente, disfruto la reunión de oración de la iglesia en Anaheim. Durante esa reunión, el Espíritu se me infunde y me satura. Después de unos momentos, todo me parece que es de oro y tengo la sensación de que el árbol de la vida crece dentro de mí y que el río de vida fluye en mi interior. Aunque no se dé ningún mensaje ni se den palabras de aliento, el Espíritu vivificante es impartido en mi ser. Muchos de entre nosotros podemos dar testimonio de esta experiencia.
Llegamos a ser justos como resultado de experimentar al Espíritu viviendo y operando en nosotros. Espontáneamente nuestro ser interior llega a ser transparente y resplandeciente como cristal, y nosotros llegamos a conocer el corazón de Dios. Inmediatamente, sin esfuerzos, conocemos la mente del Señor y poseemos un entendimiento con respecto a Su voluntad y obra. Entonces, lo que hacemos concuerda con la mente y la voluntad del Señor. Esto es la justicia.
Muchos cristianos tienen el concepto de que cuando hacemos algo malo, no estamos bien con Dios. Este concepto de lo que es la justicia es demasiado superficial, pues aun cuando no hagamos nada malo, es posible que no estemos bien con Dios, porque nuestro ser quizás no esté en conformidad con la mente y con la voluntad del Señor. Aparentemente, no hemos hecho nada malo; sin embargo, es posible que todo nuestro ser esté lejos de estar bien con Dios. Tal vez nuestro ser no concuerde con la mente del Señor, y lo que hacemos quizás no sea Su voluntad. Mientras no hagamos la voluntad de Dios, no estaremos bien; más bien, estaremos desperdiciando nuestras vidas y todo lo que el Señor nos ha dado.
Supongamos que un joven que está en la escuela no hace nada malo, pero apenas estudia como debe. Además, cuando está en clase, su mente está distraída. Aunque tal vez no haga nada malo, él es peor que los demás estudiantes. Exteriormente, él quizás no esté mal, pero interiormente, todo su ser está mal. En el mismo principio, exteriormente muchos santos no actúan mal en nada, pero de hecho, no están en la voluntad del Señor. Esta comprensión en cuanto a estar bien con Dios no es según la doctrina; más bien, concuerda con la experiencia.
Si el Espíritu vivificante se infunde en usted y lo satura, su ser interior se volverá transparente. Entonces usted sabrá lo que hay en la mente del Señor. También entenderá la voluntad del Señor y espontáneamente, andará en Su voluntad y la llevará a cabo. Como resultado, usted llegará a estar bien con Él. Además, sabrá cómo debe actuar para con otros y aun cómo debe administrar sus posesiones materiales. Entonces llegará a ser una persona justa, una persona que está bien en cosas pequeñas así como en cosas grandes, una persona que tiene una relación correcta con Dios, con los demás y consigo misma. Ésta es una persona que expresa a Dios, pues su justicia es la imagen de Dios, Dios expresado.