Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 18; 5:21; Col. 3:10; 1 Co. 1:30; 15:34; Ro. 8:2, 4; 14:17; Fil. 1:19; 3:9; Ap. 19:7-8; Ef. 4:24; Mt. 5:6, 10, 20
Debemos saber la definición correcta de la palabra “justicia”. Los incrédulos, por supuesto, no conocen el significado bíblico de esta palabra; sin embargo, hay muchos creyentes de Cristo que tampoco lo conocen. Hablando con propiedad, en la Biblia la palabra “justicia” alude a la expresión de la imagen de Dios. Esto significa que, según la Biblia, la justicia es Dios expresado.
¿Cómo podemos afirmar que en la Biblia la justicia alude a la expresión de Dios? Para contestar esta pregunta, debemos ver que en la Palabra, la justicia se refiere primero al hecho de cumplir la ley. Si guardamos la ley y la cumplimos, somos justos, o sea, tenemos justicia. Pero si quebrantamos la ley, o si ofendemos a otros al quebrantar la ley, no somos justos, o sea, no tenemos justicia. Por tanto, en la Biblia el primer significado de la palabra “justicia” es que la justicia equivale al cumplimiento de la ley.
La ley denota los Diez Mandamientos. Pero, ¿cuál es el significado de los Diez Mandamientos? El Antiguo Testamento indica claramente que los Diez Mandamientos son el testimonio de Dios. El arca era llamada el arca del testimonio (Ex. 25:16), y el tabernáculo, el tabernáculo del testimonio (Ex. 38:21). Este testimonio se refiere a la ley; la ley, por lo tanto, es el testimonio de Dios.
Como testimonio de Dios, los Diez Mandamientos eran un retrato de Dios, una descripción de Él. Esto significa que la ley es una clara descripción, definición y explicación de Dios en el sentido de que revela qué clase de Dios es nuestro Dios.
Si usted estudia los Diez Mandamientos, verá que nuestro Dios es santo. Él no es común; Él está separado [de lo común] y es diferente de todo lo demás. Por consiguiente, uno de los mandamientos declara que debemos tener un solo Dios y que no debemos hacernos ninguna imagen ni adorar ídolos. Además, no debemos tomar el nombre del Señor en vano, y debemos reconocer que el sábado es un día para recordar a Dios como el Creador único.
Al estudiar detenidamente los primeros cuatro mandamientos, vemos que ellos indican que Dios es celoso. Él es celoso porque Él es santo y único. La Biblia usa la relación matrimonial para mostrar cuán especial es Dios. Así como una esposa tiene un solo marido, nosotros también, como pueblo de Dios, no debemos tener ningún otro Dios. Dios es nuestro único marido, y no debemos tener otro marido aparte de Él. Así como el esposo de una mujer está separado de todos los demás hombres, y por ende, no es común, también Dios está separado de todo lo demás y no es común. Esto significa que nuestro Dios es santo.
Si leemos los últimos seis mandamientos, veremos que Dios es justo. Él es un Dios recto, un Dios de equidad. Además, Él es un Dios de amor y de luz. Por consiguiente, según la descripción de Dios contenida en los Diez Mandamientos, Dios es santo y justo, y Él es un Dios de amor y de luz. Éste es nuestro Dios.
Los últimos seis mandamientos revelan claramente que Dios es justo y que Él es un Dios de amor y de luz. Honrar a nuestros padres ciertamente es justo. Es justo no matar, no cometer fornicación, no robar, no dar falso testimonio, ni codiciar. Si cumplimos estos mandamientos, seremos justos para con los demás en la sociedad. Además, el cumplimiento de estos seis mandamientos supone el amor. Sin lugar a dudas, una persona que mata no tiene amor. Si usted amara a los demás, no cometería fornicación, no robaría ni daría falso testimonio; tampoco codiciaría las posesiones ajenas. Por tanto, los Diez Mandamientos presentan a un Dios que es santo y justo y que está lleno de amor y de luz.
Si guardamos los Diez Mandamientos, tenemos justicia, y esta justicia es la expresión de Dios, es decir, la imagen de Dios. Por tanto, según el significado bíblico, la justicia consiste en guardar la ley de manera que presente a los demás una imagen, una expresión, de Dios. De esta manera damos a conocer la clase de Dios que adoramos. Si somos justos, llenos de justicia, esta justicia llega a ser la expresión del Dios que adoramos y servimos.
Supongamos que alguien afirma ser de Dios y dice que adora a Dios y le sirve, pero esta persona roba, miente y codicia. Esto hará que los demás digan que ellos jamás creerían en el Dios de ese hombre. Esta persona causa que otros tengan una impresión equivocada de quién es Dios. Pero supongamos que adoramos a Dios, le servimos y afirmamos ser de Él. Supongamos que además llevamos una vida santa, separada para Dios, y una vida justa y llena de amor y de luz, una vida que toma en cuenta a los demás. Honramos a nuestros padres, no robamos, no damos falso testimonio ni codiciamos. En otras palabras, servimos a Dios y adoramos a Dios y también somos justos. Como resultado de esto, tenemos la expresión, la imagen, de Dios. Entonces los que están a nuestro alrededor se darán cuenta de que ciertamente nuestro Dios es el Dios verdadero, y tendrán el deseo de aceptar a este Dios como su Dios.
Cristo, nuestro precioso Redentor, mora ahora dentro de nosotros como Espíritu vivificante para ser nuestra vida y suministro de vida. Ahora tenemos una maravillosa motivación y suministración en nosotros. Como Espíritu, Cristo nos suministra, nos motiva y aun nos sostiene todo el día. Si vivimos por Él y lo expresamos, nuestro vivir manifestará una justicia genuina. Esta justicia es la imagen viva, la expresión viva, de Dios. Ésta es la razón por la cual decimos que el Espíritu está dentro de nosotros como vida y que la justicia es la expresión externa.
El propósito del ministerio del nuevo pacto es ministrar a los santos el Espíritu vivificante y la justicia. Tanto el Espíritu vivificante como la justicia son en realidad Cristo mismo. El Cristo que vive en nosotros es el Espíritu vivificante, y el Cristo que se expresa por medio de nosotros es la justicia, la cual es la imagen de Dios. ¡Cuán maravilloso es esto!
En 3:8 y 9 Pablo habla primeramente del Espíritu y luego de la justicia. En el versículo 8 declara: “¿Cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu?” Aquí leemos del ministerio del Espíritu. En el versículo 9 Pablo añade: “Porque si el ministerio de condenación [vino en] gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. Aquí tenemos el ministerio de la justicia. Por esta razón decimos que el ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu y de la justicia.
En 3:18 Pablo usa una palabra que es sinónima de justicia en 3:9. Esta palabra es imagen. En 3:18, Pablo dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. A medida que miramos y reflejamos al Señor, somos transformados en Su imagen, y esta imagen es sinónima de la justicia que se menciona en el versículo 9. Por tanto, el ministerio de la justicia es un ministerio que redunda en que se exprese la imagen del Señor.
¿Cómo podemos obtener esta imagen? ¿Cómo podemos tener una justicia viva que sea la imagen del Señor? Podemos tener esta imagen, esta justicia, solamente por medio del Espíritu. Según el versículo 18, somos transformados en la imagen del Señor, de gloria en gloria, como por el Espíritu. Esto significa que la fuente y la sustancia de esta imagen, de esta justicia, es el Espíritu. El Espíritu, que mora dentro de nosotros, es el factor que produce la imagen de Dios, la justicia de Dios como expresión Suya.
No llegué a entender así al Espíritu, la justicia y la imagen meramente estudiando. Además de los muchos años de estudio, he tenido muchos años de experiencia. Por experiencia empecé a darme cuenta de que cuando el Espíritu vivificante se infunde en mí, me lleva a tener espontáneamente un vivir que es justo en todos los sentidos. Hago la voluntad de Dios, no ofendo a los demás, y no me conduzco injustamente con ellos. Cuando soy saturado del Espíritu, mi vivir se convierte en la expresión del Cristo que mora en mí. El Cristo que mora en mí y que expreso en mi vivir es la justicia como expresión de Dios, y esta expresión es la imagen de Dios.
Esta comprensión, a saber, que la justicia es la propia imagen de Dios, es confirmada por Efesios 4:24 y Colosenses 3:10. Efesios 4:24 dice: “Y os vistáis del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la realidad”. Aquí Pablo habla de la justicia en relación con el nuevo hombre. En Colosenses 3:10, él declara: “Y vestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno”. Si comparamos estos versículos, vemos que el nuevo hombre es creado a la imagen de Dios y que en esta imagen está la justicia. Con estos versículos nos damos cuenta de que la justicia viva es la imagen de Dios, la expresión de Dios. Esta imagen, esta expresión, es Cristo como Espíritu vivificante, a quien expresamos en nuestro vivir.
¿Sabe usted lo que es el ministerio del nuevo pacto? ¿Es éste un ministerio o servicio que enseña a otros a hablar en lenguas o que les instruye a bautizarse de cierto modo? No; en todo aspecto y en todo sentido el ministerio del nuevo pacto imparte en nosotros a Cristo como Espíritu vivificante. Entonces, este Espíritu vivificante llega a ser una abundante suministración en nosotros. Simultáneamente, el ministerio del nuevo pacto nos presenta a Cristo como la justicia, como la viva imagen de Dios, para que seamos Su expresión.
Sabemos por el libro de Filipenses que el anhelo de Pablo era ser hallado en Cristo. En Filipenses 3:9 Pablo declara: “Y ser hallado en El, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por medio de la fe en Cristo, la justicia procedente de Dios basada en la fe”. Según este versículo, el propio Cristo en quien Pablo deseaba ser hallado es la justicia de Dios. Pablo deseaba ser hallado en Cristo, no teniendo nada de sí mismo como justicia, sino teniendo al Cristo que es la justicia de Dios.
Podemos ejemplificar el asunto de ser hallados en Cristo con el hecho de llevar un traje y ser hallados por los demás usando ese traje. Supongamos que llevo un traje gris. En la reunión, me encuentran en ese traje, y en la casa también me encuentran usando el mismo traje. Puesto que ése es el traje que llevo puesto, dondequiera que vaya, me encuentran en ese traje. Asimismo, si deseamos ser hallados en Cristo, debemos llevar puesto al Cristo vivo como nuestro vestido, como nuestra justicia. Esto es ser hallado en Él quien es la expresión de Dios, Su imagen.
La meta del ministerio del nuevo pacto es nada menos que ministrar a Cristo como el Espíritu vivificante que tenemos en nuestro interior y como la justicia viva que manifestamos exteriormente. Aunque nuestra experiencia pueda ser limitada, creo que en el recobro del Señor, el Espíritu y la justicia viva han sido impartidos a nosotros, al menos en pequeña escala, por el ministerio del nuevo pacto.
Antes de entrar en la vida de iglesia, a menudo ministraba sobre temas tales como los diez cuernos, los diez dedos y las setenta semanas. Estos temas me ocupaban por completo. En cierto sentido, me encontraba en un estupor espiritual; ciertamente necesitaba “volver a la sobriedad, como es justo”, como exhorta Pablo a los corintios en 1 Corintios 15:34. Cuando me encontraba con otros cristianos, les preguntaban si sabían lo que la Biblia enseñaba acerca de las setenta semanas. Si no lo sabían, aprovechaba la oportunidad para explicárselo. Además, hablaba bastante acerca del arrebatamiento. Pero doy gracias al Señor porque un día desperté, como es justo, de mi estupor, de mi aturdimiento. En lugar de recalcar cosas como los diez cuernos, las setenta semanas y el método de bautismo, empecé a interesarme únicamente en Cristo y la iglesia. Ahora mi diccionario bíblico consta de una sola palabra: Cristo. Junto con esta única palabra, hay una nota de pie de página que dice: “y la iglesia”. Por lo tanto, mi diccionario bíblico es el diccionario de Cristo y la iglesia. Puedo testificar que durante todos los años que he estado en este país, no he enseñado otra cosa que no sea Cristo y la iglesia. Éste es el ministerio del Nuevo Testamento.
El ministerio del nuevo pacto es un ministerio de Cristo. El ministerio del antiguo pacto, por su parte, era un ministerio de la ley. Los sacerdotes, los reyes y los profetas, todos ministraban la ley al pueblo. Puesto que la ley mata, ese ministerio era un ministerio de muerte. Además, era también un ministerio de condenación, pues todo lo que está muerto, también está condenado. Así que, el ministerio único del antiguo pacto era un ministerio de muerte y de condenación. Pero ahora existe un solo ministerio, el ministerio del nuevo pacto. Este ministerio es un ministerio del Espíritu y de la justicia. Es vital que todos veamos esto. Nuestro ministerio no se centra en asuntos tales como el bautismo o el hablar en lenguas. Nuestro ministerio, el ministerio del nuevo pacto, ministra una sola cosa, un solo asunto, una sola persona, a saber, el Cristo todo-inclusivo como Espíritu vivificante, quien se nos da como el suministro de vida que tenemos por dentro y como nuestra justicia que manifestamos exteriormente. Cuando Cristo vive en nosotros, Él es nuestra vida y suministro de vida. Pero cuando lo expresamos en nuestro vivir, Él llega a ser nuestra justicia. Él fue hecho pecado por nosotros, y ahora nosotros estamos llegando a ser la justicia de Dios en Él. Éste es el ministerio del nuevo pacto.