Mensaje
Lectura bíblica: 2 Co. 3:8-9, 16-18; 4:6-7
Antes de considerar el tema de este mensaje, un tema que trata de que los ministros y el ministerio llegan a ser uno, debemos considerar lo que dijo el Señor Jesús en cuanto a la justicia. Cuando Él dio la promulgación acerca de la constitución del reino de los cielos (Mt. 5:1-7:29), dijo algunas cosas importantes en cuanto a la justicia. Una y otra vez hizo énfasis en la justicia. Él declaró: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados” (Mt. 5:6). Luego, añadió: “Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt. 5:10). También enseñó a Sus discípulos: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 5:20). El Señor Jesús también hizo hincapié en la justicia cuando dijo: “Mas buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33). Así que, nosotros, en lugar de preocuparnos por la comida o por la vestimenta, debemos buscar el reino de Dios y Su justicia. Pero, ¿cuál es esta justicia que recalca el Señor Jesús? Esta justicia es el Cristo que vivimos y que llega a ser la expresión de Dios y el reino de Dios. Cuando tenemos esta justicia, ciertamente tenemos el reino de Dios; tenemos el mando, la administración y el gobierno de Dios. Esto significa que tenemos el reino, y además, paz y gozo, en nuestra vida diaria, en nuestra vida familiar y en nuestra vida de iglesia.
Quisiera recalcar una y otra vez el hecho de que el ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu y de la justicia. Nunca me canso de repetir esto. Es este ministerio el que se lleva a cabo en el recobro del Señor. En el recobro, sólo ministramos a Cristo como el Espíritu vivificante y como nuestra justicia viva.
Si leemos 3:8, 9 y del 16 al 18, podemos ver claramente que todos los ministros del nuevo pacto llegan finalmente a ser uno con su ministerio. Esto significa que los ministros son el ministerio. Su ministerio es lo que ellos mismos son, no meramente lo que hacen o la obra que realizan. El ser mismo de los ministros del nuevo pacto es su ministerio. Por tanto, podemos hablar del hecho de que los ministros y el ministerio llegan a ser uno.
En 2 Corintios 3:8 y 9 se dice: “¿Cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu? Porque si el ministerio de condenación tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. Observe que el versículo 8 declara que el ministerio del nuevo pacto está en gloria, y el versículo 9 declara que este ministerio abunda en gloria. Aquí vemos dos etapas del ministerio del nuevo pacto. La primera etapa es el ministerio del Espíritu; la segunda etapa es el ministerio de la justicia. Cuando el ministerio es del Espíritu, está en la primera etapa; éste es el ministerio que está en gloria. Cuando el ministerio es de la justicia, se encuentra en la segunda etapa. En esta etapa, el ministerio del nuevo pacto no sólo está en gloria, sino que abunda en gloria. El ministerio del nuevo pacto abunda en gloria porque de él emana la justicia.
Estas dos etapas del ministerio del nuevo pacto se pueden aplicar a nuestra vida de familia. Supongamos que un hermano, su esposa y su hijo reciben el ministerio del Espíritu. En este ministerio del Espíritu hay gloria, pero dicho ministerio no abunda en gloria, porque todavía no se manifiesta la justicia. Pero quizás después de cierto tiempo, el marido, la esposa y el hijo expresan la justicia conforme al Espíritu de vida que está en ellos, y con esto se ve el ministerio de la justicia abundando en gloria. Todo aquel que visite a esta familia notará la gloria que está con ellos.
En la etapa inicial, la etapa del ministerio del Espíritu, el ministerio del nuevo pacto está en gloria. Pero cuando este ministerio llega a ser el ministerio de la justicia, el ministerio abunda en gloria. Cada vez que el ministerio del Espíritu es expresado en nuestro vivir, lo cual produce una expresión de justicia, el ministerio abunda en gloria.
En 3:8 y 9, las palabras “en gloria” y “abunda en gloria” están relacionadas con el ministerio. Pero en los versículos del 16 al 18, la gloria no está relacionada con el ministerio, sino con los ministros. En el versículo 18 Pablo declara: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. En este versículo, la palabra “nosotros” se refiere a los apóstoles, quienes, como ejemplos y representantes de todos los creyentes, son los ministros de Cristo. Por tanto, en los versículos 8 y 9, la gloria está relacionada con el ministerio, mientras que en el versículo 18, está relacionada con los ministros.
Aunque la gloria mencionada en los versículos 8 y 9 está relacionada con el ministerio, y la gloria del versículo 18 está vinculada a los ministros, no existen dos clases de gloria. No hay una clase de gloria adherida al ministerio y otra clase de gloria relacionada con los ministros. No, existe una sola clase de gloria. Esto demuestra que finalmente todos los ministros del nuevo pacto llegan a ser uno con su ministerio. Lo que ellos son con respecto a su propio ser, o sea, a su persona, es lo que conforma su ministerio.
El hecho de que los ministros y el ministerio son uno, se comprueba plenamente en 2 Corintios 4. En este capítulo Pablo indica claramente que el ministerio es exactamente lo que son los ministros del nuevo pacto. De hecho, los ministros del capítulo cuatro no laboran; ellos simplemente viven. Por tanto, su vivir es su laborar. Aparte de su vivir, no necesitan realizar ninguna obra, pues su vida es su obra, su ministerio. Su ser, su persona, es realmente su ministerio. Lo que cuenta en el ministerio del nuevo pacto es lo que los ministros del nuevo pacto son con respecto a su vivir y a su persona.
La situación de los ministros del nuevo pacto es muy distinta a la de muchos predicadores cristianos de hoy en día. Es común que los ministros y predicadores cristianos laboren de una manera y vivan de otra. Esto significa que lo que hacen es una cosa y lo que verdaderamente son es otra. Tal vez enseñen a los demás a vivir conforme a ciertas normas elevadas, pero ellos mismos no viven conforme a dichas normas. Por tanto, hay una discrepancia entre su obra y su ser. Pero un ministro del nuevo pacto es uno con su ministerio. Lo que hace es lo que él es. La manera en que labora es la manera en que vive. Su vivir, su persona, es su ministerio. Como resultado, la gloria de su ministerio es su gloria, y su gloria es la gloria de su ministerio.
La gloria de los ministros del nuevo pacto no es visible ni externa. Esta gloria es tanto interna como invisible y tiene que ver con que lo que otros aprehenden de la realidad de Cristo manifestada en el propio vivir de tales ministros. Por ejemplo, si usted visita la casa de cierto hermano, tal vez observe en su vida familiar una condición, un estado, de gloria. Esta gloria no es Cristo mismo visto por otros, sino que más bien es el Cristo hecho real para otros tal y como se observa en el diario vivir de esa familia. Las personas tienen la sensación de que en la vida de esa familia hay algo glorioso. Ésta es la gloria de los ministros del nuevo pacto y su ministerio.
Cuando Moisés descendió del monte, la gloria resplandeció en su rostro de manera visible. Sin embargo, no hubo semejante resplandor de gloria en el rostro de Pablo. En el caso de Moisés, la gloria era física y visible; pero el resplandor de esa gloria no duró mucho. En el caso de Pablo, el resplandor de gloria no fue visible ni físico; sin embargo, en él había un resplandor de gloria interior y espiritual. Todo aquel que permanecía con Pablo por algún tiempo, se daba cuenta de que en él había un resplandor invisible. Aunque no podían ver con ojos físicos este resplandor, sí podían sentirlo, podían percibirlo. Éste es el resplandor de la gloria interna.
En el caso de Pablo, no había un resplandor exterior, sino algo glorioso que irradiaba de su interior. Agradezco al Señor de que hoy en día también hay ministros que irradian, no una luz externa, sino una luz interna, una luz que proviene de su interior.
He aprendido por experiencia que los ministros del nuevo pacto resplandecen interiormente con una gloria invisible. Pero, no queriendo poner mi confianza sólo en mi propia experiencia, estudié este asunto conforme a la Biblia. Cuando lo hice, descubrí que en 4:6 Pablo dice: “Porque el mismo Dios que dijo: De las tinieblas resplandecerá la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. El mismo Dios que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, ha resplandecido en los corazones de los ministros del nuevo pacto. Cuando Él resplandeció en el universo, se produjo la vieja creación. Ahora, cuando Él resplandece en los corazones de los ministros del nuevo pacto, hace de ellos una nueva creación. De esta manera, ellos pueden exaltar a Cristo como Señor en su predicación, y conducirse como esclavos de los creyentes en su servicio (v. 5). Tanto lo que hacen por Cristo como lo que son para los creyentes es el resultado del resplandor de Dios que irradia en ellos. El resplandor de Dios produce los ministros del nuevo pacto y su ministerio.
En la vieja creación, el resplandor de Dios era externo. Pero en cuanto a nosotros, en la nueva creación, el resplandor de Dios es interno. Dios ha resplandecido en nuestros corazones. Ahora, el resplandor, la gloria, la iluminación, está dentro de nosotros.
El resplandor de Dios en nuestros corazones da por resultado la iluminación de conocer la gloria de Dios en la faz de Cristo, es decir, Su resplandor resulta en la iluminación que nos permite conocer la gloria del evangelio de Cristo. La iluminación, el alumbramiento, que nos da a conocer la gloria del evangelio de Cristo, se produce cuando Dios resplandece en nuestros corazones.
Muchos de nosotros hemos experimentado la gloria del Señor resplandeciendo en nuestros corazones. Un día, algo del Señor empezó a resplandecer en nosotros. Antes de experimentar este resplandor interior, estábamos en tinieblas. Esto fue lo que yo experimenté mientras estuve en el cristianismo institucional durante muchos años. Escuché historias acerca de Cristo, y se me enseñó referente a la cruz. Pero no fue sino hasta que fui salvo, que pude experimentar el resplandor interior.
Hoy algunas personas religiosas sostienen un concepto supersticioso de una cruz física. Algunos colocan una cruz de madera o de concreto encima del lugar donde adoran. Otros llevan una cruz de oro en una cadena alrededor de su cuello; y otros practican el persignarse. No hace mucho, vino a verme un hombre que llevaba un collar de clero, del cual pendía una gran cruz. Tal clase de cruz no salva a nadie; pues no tiene ningún poder. Aun así, algunas personas realmente creen que si colocan una cruz material sobre algún enfermo, esa cruz cuenta con el poder para sanarlo. ¡Qué superstición! El concepto de una cruz externa y física no tiene nada que ver con el ministerio del nuevo pacto.
El ministerio del nuevo pacto se halla exclusivamente en la esfera del Espíritu. No tiene nada que ver con las cosas visibles o físicas. El ministerio del nuevo pacto es invisible; no obstante, es algo que podemos asir. Es algo real que podemos sentir, percibir, experimentar y disfrutar. Ésta es la gloria, el resplandor, la realidad, el poder y la fuerza del ministerio del nuevo pacto.
En 4:7 Pablo dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. El resplandor de Dios en nuestros corazones introduce en nosotros un tesoro, el Cristo de gloria, quien, como corporificación de Dios, es nuestra vida y nuestro todo. Sin embargo, nosotros, los que llevamos este tesoro, somos vasos de barro sin valor y frágiles. ¡Qué tesoro más precioso está en vasos que no valen nada! Esto hace que los vasos sean hechos ministros del nuevo pacto, los cuales tienen un ministerio inestimable. La excelencia del poder proviene ciertamente de Dios y no de nosotros. Este tesoro, el Cristo que mora en nosotros, los vasos de barro, es la fuente divina de la cual proviene el suministro necesario para que podamos vivir la vida cristiana. Por el poder excelente de este tesoro, los apóstoles, como ministros del nuevo pacto, pueden llevar una vida crucificada de modo que manifiestan la vida de resurrección de Cristo.
La realidad resplandeciente de Cristo es el tesoro que está en nosotros, los vasos de barro. Exteriormente, somos vasos de barro, pero interiormente tenemos un tesoro que no tiene precio. Este tesoro es Cristo, la propia corporificación del Dios Triuno procesado, quien está en nosotros como Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Este tesoro tiene un poder, y este poder es excelente. Cristo como Espíritu vivificante en nosotros, es Aquel que resplandece y labora. Éste es el tesoro que está en nosotros.
Los ministros del nuevo pacto con su ministerio son vasos de barro que contienen un tesoro admirable. Su ministerio se halla totalmente en la esfera del Espíritu, es algo real y vivo; es algo que podemos sentir, disfrutar, percibir y experimentar. Esto es lo que el Señor desea en Su recobro hoy. Éste es el testimonio del Nuevo Testamento, y es lo que Dios desea que haya entre nosotros. Debemos estar en el recobro de este ministerio. Debemos llevar esta clase de vida y estar en una iglesia que tenga este ministerio. Además, debemos ministrar esto a otros, no principalmente por medio de lo que hagamos, sino especialmente por medio de lo que somos y por la manera en que vivimos. Éste es un cuadro que nos muestra los ministros y su ministerio del nuevo pacto. No cabe duda que los ministros y el ministerio son una sola entidad.