Mensaje
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Lectura bíblica: 2 Co. 3:7-11
En 2 Corintios 2:12-17, Pablo habla sobre el triunfo y el efecto del ministerio apostólico; en 3:1-6, de su función y su competencia; y en 3:7-11, de su gloria y su superioridad. Como veremos ahora, los versículos del 7 al 11 muestran la inferioridad de la gloria del ministerio mosaico, el ministerio de la ley, un ministerio de condenación y de muerte. Estos mismos versículos también muestran la superioridad del ministerio apostólico, el ministerio de la gracia, un ministerio de la justicia y del Espíritu. El primero fue dado por medio de la gloria de manera temporal; mientras que el segundo permanece en gloria para siempre.
Después de que Pablo había hablado del triunfo y del efecto del ministerio del nuevo pacto, él pasó a hablar de su función y su competencia. La función del ministerio consiste en escribir cartas vivas de Cristo, y su competencia, su capacidad, es Dios mismo. El escritor de estas cartas vivas, en realidad, no fue Pablo, sino Dios, quien estaba forjado en el ser de Pablo. Por lo tanto, Dios no es solamente el escritor, sino que también es la “tinta”, la sustancia o elemento, de lo que se escribe. Esto significa que Dios se está inscribiendo en Su pueblo elegido, dando como resultado que el Dios Triuno llegue a ser la misma constitución de Su pueblo. Así que, Dios es el escritor, Dios es la sustancia con la que se escribe y Dios es también, el producto, el resultado.
Podemos usar como ejemplo la manera en que escribimos con un bolígrafo a fin de entender cómo Dios se inscribe en nosotros. Primero hay que llenar el bolígrafo de tinta, y luego, podemos usarlo para escribir en el papel. En realidad, lo que escribe no es el bolígrafo, sino la tinta, la sustancia de la cual está llena el bolígrafo. En otras palabras, lo que queda impreso en el papel no es el bolígrafo en sí, sino la tinta, o sea, la sustancia. Finalmente, lo que escribimos en el papel se convierte en una composición, que está constituida de la tinta. Siguiendo el mismo principio, podemos decir que el Dios Triuno procesado, como Espíritu vivificante y todo-inclusivo, es tanto el escritor como la sustancia con la que se escribe. Así que, el Espíritu es la sustancia que se inscribe en nosotros, las cartas vivas de Cristo.
En este mensaje llegamos a la gloria del ministerio del nuevo pacto. La sustancia con la cual se escribe la carta es algo interno, pero la gloria es algo externo. El elemento con el cual se escribe la carta es algo escondido, pero la gloria es expresada. En realidad, la gloria es el resplandor de la sustancia escondida. De nuevo, podemos usar como ejemplo la electricidad. El elemento de la electricidad se trasmite a un bombillo. Este elemento es la sustancia de la luz que resplandece desde el interior del bombillo. Pero el resplandor de la luz es la gloria de la electricidad. Por esto, la electricidad posee una esencia, un elemento, así como un resplandor, la gloria.
Lo que Pablo ha escrito sobre el ministerio del nuevo pacto sigue un buen orden. Primero nos muestra que el ministerio del nuevo pacto es triunfante y eficaz debido a que Cristo obtuvo el triunfo y la victoria. Es también triunfante porque Cristo cautivó y sometió a los apóstoles. Todos los primeros apóstoles fueron conquistados, subyugados y capturados por Cristo y llegaron a ser personas sumisas. El hecho de que predicaban el evangelio era una señal de su sumisión. Consideremos el caso de Saulo de Tarso. ¡Cuán rebelde era él ante el Señor Jesús, las iglesias, la administración de Dios e incluso ante la economía neotestamentaria de Dios! Pero a pesar de haber sido tan rebelde, fue conquistado, subyugado y capturado. De esta manera, llegó a ser una persona tan sumisa que dejó de representar un problema para la economía de Dios. Al contrario, adondequiera que iba, predicaba la economía neotestamentaria de Dios, lo cual era una prueba contundente de que llegó a ser una persona que se sometió al gobierno y administración de Dios. Por tanto, Pablo se convirtió en un sumiso cautivo de Cristo. Su sumisión era una expresión de la victoria de Cristo.
Todo cautivo que marcha en el desfile triunfal de Cristo representa una prueba de que Cristo ha obtenido la victoria. Mientras los apóstoles marchaban en este desfile, el cual celebra la victoria de Cristo, ellos podían decir: “Judíos y gentiles, mírennos y vean cuán triunfante es Cristo”. Este era el concepto de Pablo presentado en el versículo 14 del capítulo dos. Mientras pasaba por Éfeso, Troas y Macedonia, él se hallaba en el desfile triunfal de Cristo. Ahora Dios también nos ha llevado a participar del desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo, y en este desfile todos somos cautivos . Por tanto, Cristo nos ha conquistado y subyugado, y también nos ha hecho personas muy sumisas. ¡Alabado sea Él!
El ministerio del nuevo pacto no es solamente triunfante, sino también eficaz. Es tan eficaz porque para algunos resulta en vida para vida, y para otros, en muerte para muerte. Por tanto, este ministerio es una cuestión de vida o muerte.
Tal como hemos recalcado, la función del ministerio del nuevo pacto consiste en escribir, y aun en inscribir, cartas vivas de Cristo. También dijimos que la competencia de dicho ministerio es el Dios Triuno procesado como Espíritu vivificante. La gloria de este ministerio es el resplandor, la expresión que éste tiene.
En 3:7 Pablo dice: “Ahora bien, si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras vino en gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual se desvanecía...”. El ministerio de muerte alude al ministerio del antiguo pacto, un pacto de letra muerta que mata. La gloria del versículo 7 es la gloria que resplandeció momentáneamente en el rostro de Moisés (Ex. 34:29, 35).
La palabra griega traducida “ahora bien”, en el versículo 7, debería más bien traducirse “además” o “más aún”, ya que esto se acercaría más al pensamiento de Pablo. Después de hablarnos del triunfo y del efecto del ministerio, así como de su función y su competencia, Pablo además nos habla de la gloria y de la superioridad del ministerio. El ministerio del nuevo pacto posee gloria, y esta gloria sobrepasa a la gloria del ministerio del antiguo pacto.
El versículo 8 dice: “¿Cómo no con mayor razón estará en gloria el ministerio del Espíritu?” Este ministerio es el ministerio apostólico del nuevo pacto, un pacto del Espíritu viviente, quien da vida. La gloria, en este versículo, es la gloria de Dios manifestada en la faz de Cristo, gloria que es el propio Dios que resplandece para siempre en los corazones de los apóstoles (4:6), la cual excede la gloria del ministerio mosaico del antiguo pacto (v. 10).
Pablo fue muy cuidadoso en cuanto a las palabras que usó. En el versículo 7, nos dice que el ministerio del antiguo pacto vino en gloria, y en el versículo 8, nos indica que el ministerio del Espíritu estará en gloria. Es decir, en un versículo dijo “vino” en gloria mientras que en el otro, “estará” en gloria. ¿Por qué cambió el verbo “venir” por el verbo “estar”? Si hubiéramos escrito esta epístola, probablemente habríamos dicho que tanto el ministerio de condenación como el ministerio del Espíritu vinieron en gloria. Sin embargo, existe una diferencia entre el verbo “venir” y el verbo “estar”. “Venir” se refiere a algo temporal e incluso superficial; mientras que “estar”, a algo permanente y profundo. La antigua gloria vino y se desvaneció, mientras que la nueva gloria está y sigue estando aquí. En otras palabras, la antigua gloria vino por un tiempo y luego desapareció; pero la nueva gloria no sólo está aquí, sino que permanecerá aquí.
Mientras Pablo escribía esta epístola, él sabía perfectamente que la gloria del ministerio del antiguo pacto era temporal, y que la gloria del ministerio del nuevo pacto permanecería para siempre. Además, en el versículo 9 Pablo dice que “mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. El ministerio apostólico del nuevo pacto no sólo tiene gloria, sino que también abunda en la gloria de Dios. Esta gloria sobrepasa la gloria del ministerio mosaico del antiguo pacto (v. 10).
En los versículos 7 y 8, Pablo nos presenta un contraste notable entre el ministerio de muerte y el ministerio del Espíritu. Por lo general, no pensamos que el Espíritu es contrario a la muerte, sino que es la vida la que se opone a la muerte. Por tanto, esperamos que Pablo nos va a hablar del ministerio de vida y no del ministerio del Espíritu. Sin embargo, Pablo no usa la expresión ministerio de vida; más bien, habla del ministerio del Espíritu. No hay duda de que el ministerio del Nuevo Testamento es un ministerio de vida, pero la razón por la cual Pablo nos habla del ministerio del Espíritu aquí, y no del ministerio de vida, se debe a que el Espíritu es la fuente, el elemento y la esfera de la vida. Sin el Espíritu, no hay fuente de vida, ni tampoco el elemento ni la esfera de vida. Por tanto, aquí no abarcaría tanto, si en lugar de hablar del ministerio del Espíritu, Pablo hablase del ministerio de vida. Pablo escogió la mejor expresión y en lugar de comparar la muerte con la vida, comparó la muerte con el Espíritu.
En el versículo 9, Pablo dice además: “Porque si el ministerio de condenación tiene gloria, mucho más abunda en gloria el ministerio de la justicia”. El ministerio del antiguo pacto se convirtió en un ministerio de muerte porque el antiguo pacto introdujo condenación para muerte (Ro. 5:13, 18, 20-21) y muerte para condenación. Por consiguiente, era también un ministerio de condenación. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu que da vida (vs. 8, 6), porque el nuevo pacto introduce la justicia de Dios para vida (Ro. 5:17, 21) y también la vida que produce justicia. Por tanto, es también un ministerio de justicia.
En este mismo versículo vemos que el ministerio de condenación tiene gloria, mientras que el ministerio de justicia abunda en gloria. “Abundar” es una palabra más rica que “tener”. En este versículo, tal vez sería mejor usar el verbo venir, al igual que se ha usado en el versículo 7, con relación a la gloria del antiguo pacto. Nos es bastante difícil afirmar que el antiguo pacto tenía gloria, pero sí sabemos que vino en gloria. Venir en gloria no es igual que tener gloria. Por ejemplo, tal vez una persona no tenga dinero, pero puede ir a usted con dinero a fin de cumplir un servicio en nombre de otra persona. Así que, una cosa es tener dinero y otra, es venir con dinero. Asimismo, que el ministerio del antiguo pacto viniera en gloria es diferente a que dicho ministerio tuviera gloria. En cambio, el ministerio neotestamentario abunda en gloria. Este ministerio no sólo está en gloria sino que también abunda en gloria, lo cual significa que la gloria se extiende y aumenta.
En el versículo 10 Pablo añade: “Porque también lo que fue glorificado en este respecto, no fue glorificado a causa de la gloria supereminente”. El ministerio del antiguo pacto fue glorificado temporalmente en el resplandor del rostro de Moisés, mas no fue glorificado debido a que la gloria del ministerio de la ley fue una gloria temporal que resplandeció en el rostro de Moisés. En este respecto dicha gloria temporal se desvanecía a causa de la gloria supereminente. En otras palabras, la gloria temporal del ministerio de la ley se desvaneció y dejó de existir por causa de la gloria del ministerio del nuevo pacto (la cual es la gloria de Dios, Dios mismo, que se manifiesta para siempre en la faz de Cristo y que supera la gloria temporal del ministerio del antiguo pacto, la cual resplandeció en el rostro de Moisés).
Para entender el contraste entre la gloria del ministerio del antiguo pacto y la gloria del ministerio del nuevo pacto, comparemos la luz artificial con la luz solar. Las luces del salón de reunión son de un resplandor muy intenso, pero si los rayos solares entraran en el salón, la luz artificial prácticamente pasaría desapercibida. En el mismo principio, cuando comparamos la gloria del ministerio del Nuevo Testamento con la del ministerio del Antiguo Testamento, la gloria del antiguo pasa desapercibida.
En el versículo 10 Pablo usa la palabra glorificado de manera muy cuidadosa. El ministerio del antiguo pacto fue glorificado porque resplandeció en el rostro de Moisés. Por tanto, en este sentido, sí fue glorificado. Cuando Moisés descendió del monte, su rostro resplandeció y los hijos de Israel pudieron contemplar ese resplandor. Indudablemente, ésta fue la glorificación del ministerio que trajo la ley al pueblo de Dios. Sin embargo, una cosa es la glorificación y otra cosa es la gloria misma. En otras palabras, es posible que una cosa sea glorificada sin que ésta tenga gloria propia. El ministerio del antiguo pacto fue glorificado temporalmente, pero nunca tuvo ninguna gloria a causa de la gloria supereminente. Si bien, el ministerio del antiguo pacto fue glorificado, el ministerio del nuevo pacto poseía la gloria misma, incluso la gloria supereminente. Así que, cuando comparamos la glorificación del ministerio del Antiguo Testamento con la gloria supereminente del ministerio del Nuevo Testamento, aquella resulta inferior.
El versículo 11 dice: “Porque si aquello que se desvanecía fue dado por medio de gloria, cuánto más lo que permanece estará en gloria”. La expresión “se desvanecía” se refiere a que estaba siendo abolido mediante la propagación del ministerio del nuevo pacto.
En el versículo 11 Pablo no dice que lo que se desvanecía estaba en gloria o acompañado de gloria. Hemos señalamos anteriormente que en el versículo 7 Pablo nos declara que el ministerio del antiguo pacto vino en gloria. Pero aquí, en el versículo 11, él dice que fue dado por medio de gloria, y que el ministerio del nuevo pacto está en gloria. El primero fue dado por medio de gloria temporalmente, mientras que el último sigue en gloria permanentemente.
Además, la gloria del ministerio del antiguo pacto resplandeció en el rostro de un solo hombre, mientras que la gloria del ministerio del nuevo pacto resplandece en millones de creyentes. La gloria que visitó a Moisés fue fugaz, ya que resplandecía brevemente en su rostro. Sin embargo, una vez que la gloria del ministerio del nuevo pacto llega, permanece para siempre y jamás desaparecerá. Esta nueva gloria no resplandece sobre los creyentes, es decir, sobre su rostro; más bien resplandece desde el interior de ellos. En lugar de visitarnos, esta gloria nos invade, nos infunde, nos empapa, nos impregna y nos satura. Primero nos satura y luego resplandece desde nuestro interior. La antigua gloria resplandeció en el rostro de Moisés individualmente, pero la gloria del Nuevo Testamento resplandece desde el interior de muchos creyentes.
Al considerar todos estos puntos relacionados con la gloria del ministerio del nuevo pacto, nos damos cuenta de que esta gloria supera por mucho a la del ministerio del antiguo pacto. ¡Aleluya, la gloria del ministerio neotestamentario resplandece en todos nosotros!
Puedo testificar que cuando vine a este país por causa del ministerio del Señor, el Señor resplandecía dentro de mí. El honró el ministerio y lo usó. Se abrieron puertas aquí y allá, y se me invitó a distintos lugares. Indudablemente Dios me llevó a participar en el desfile triunfal de Cristo. Yo era un cautivo en ese desfile y también un portador de incienso, que esparcía el dulce conocimiento de Cristo. Un gran número de creyentes recibieron ayuda espiritual. Ahora el Dios Triuno como Espíritu vivificante y todo-inclusivo resplandece en muchos creyentes. Esto difiere mucho de la gloria del antiguo pacto. La gloria del Nuevo Testamento no viene a visitarnos; viene con el fin de permanecer en nosotros e irradiar desde nuestro interior.