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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Corintios»
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LOS MINISTROS DEL NUEVO PACTO

(1)

  Lectura bíblica: 2 Co. 3:12-18

  En 2 Corintios Pablo primero habla del ministerio y luego, de los ministros. En el versículo 14 del capítulo dos él compara el ministerio con un desfile triunfal que celebra la victoria de Cristo. Luego habla de la función y la competencia del ministerio y, también de su gloria y su superioridad. Ahora, en 3:12—7:16, Pablo aborda el tema de los ministros del nuevo pacto. Según 3:12-18, los ministros son constituidos por el Señor y del Señor, quien es el Espíritu vivificante y transformador. En estos versículos se abarcan estos dos aspectos del Espíritu. Si entendemos estos aspectos, veremos de qué manera se constituyen los ministros neotestamentarios. A estos ministros no sólo se les enseña y adiestra, sino que también algo está forjado en su ser y así ha llegado a ser su propia constitución

I. SON CONSTITUIDOS POR EL SEÑOR Y DEL SEÑOR, QUIEN ES EL ESPÍRITU VIVIFICANTE Y TRANSFORMADOR

A. Su esperanza y franqueza

1. Usan de mucha franqueza

  El versículo 12 dice: “Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza”. Esta es la franqueza con la cual los ministros hablaban pública y francamente acerca de su ministerio, sin ocultar nada, como lo hizo Moisés cuando puso un velo sobre su rostro (v. 13).

  La gloria permanente del ministerio del nuevo pacto es la base de la esperanza de los apóstoles. En el ministerio de los apóstoles, éstos tienen una esperanza, en contraste con el ministerio de Moisés en el cual no existía tal esperanza. Al leer Éxodo 34, donde dice que Moisés puso un velo sobre su rostro para esconder el resplandor, tal vez tengamos una buena impresión de ello. Sin embargo, en 2 Corintios 3, Pablo no interpreta el significado del velo en un sentido positivo, sino en un sentido negativo. Según su interpretación, Moisés puso un velo sobre su rostro porque tenía miedo de que los hijos de Israel vieran el desvanecimiento de la gloria. La palabra “desvanecer” significa que algo está llegando a su fin. Por tanto, según lo que Pablo entendía, Moisés se dio cuenta de que el resplandor que había sobre su rostro no iba a permanecer por mucho tiempo. En este sentido, Moisés no tenía ninguna esperanza, sino que se sentía temeroso y preocupado. Pero en el versículo 12, Pablo declara que los ministros del nuevo pacto sí tienen esperanza, porque permanece para siempre la gloria resplandeciente del ministerio del nuevo pacto.

  Con esta esperanza, los apóstoles usaron de mucha franqueza. Si usted lee detenidamente el libro de Éxodo, se dará cuenta de que Moisés no tenía tanta franqueza al dar la ley como la tenían los apóstoles al ministrar a Cristo. Cuanto más ministraban, más franqueza tenían; cuanto más ministraban, más osados eran. Tal franqueza provenía de la confianza que ellos tenían en la gloria perdurable.

  El mismo principio se aplica a nosotros hoy. Puedo testificar que cuanto más ministro a Cristo, más osado me siento. A pesar de la oposición que sufre este ministerio hoy, sigo teniendo esperanza, ya que sé que con el tiempo la oposición se desvanecerá. Tenemos la confianza de que ministramos la verdad que conlleva la gloria, y que la gloria que hay en esta verdad permanecerá. Quizás algunas personas no crean lo que predicamos, pero en la era venidera, o en la Nueva Jerusalén, lo creerán.

2. “No como Moisés”

  En el versículo 13, Pablo dice además: “Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que se desvanecía”. Mientras Moisés declaraba la palabra de Dios a los hijos de Israel, mantenía descubierto su rostro glorificado. Pero después de terminar de hablar, ponía un velo sobre su rostro (Éx. 34:29-33) para que no vieran el fin de su ministerio, el cual se desvanecía. Moisés no quería que los hijos de Israel fijaran la vista en la terminación de aquello que se desvanecía, que es la gloria de su ministerio, el de la ley.

3. En Cristo, el velo es quitado

  El versículo 14 dice: “Pero las mentes de ellos se endurecieron; porque hasta el día de hoy, les queda el mismo velo cuando leen el antiguo pacto, no siéndoles revelado que en Cristo el velo es quitado”. La palabra griega traducida “mentes” es literalmente “pensamientos” y denota “lo que procede de la mente (2:11; Fil. 4:7). Así por derivación, las mentes mismas” (Vincent).

  Ya que a los hijos de Israel no se les había sido revelado que en Cristo el velo es quitado, sus pensamientos se endurecieron y sus mentes fueron cegadas. El velo es quitado en Cristo por medio de la economía del nuevo pacto; no obstante, ese mismo velo todavía permanece sobre el corazón de ellos cuando leen el antiguo pacto (v. 15).

  El versículo 15 dice: “Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos”. El nombre “Moisés” en este contexto alude a los escritos de Moisés, el Pentateuco (Jn. 5:47).

B. El proceso por el cual son constituidos ministros

1. Su corazón se vuelve al Señor, y el velo es quitado

  El versículo 16 dice: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”. Las palabras “su corazón” se refiere al corazón de los hijos de Israel. Esto indica que cuando el corazón de ellos está lejos del Señor, el velo está puesto sobre su corazón; sin embargo, cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. En realidad, su corazón alejado del Señor es el velo mismo; volver el corazón al Señor es quitar el velo.

  ¿Sabe usted por qué los cristianos carecen de luz y de revelación? Se debe a que están cubiertos por un velo muy espeso. Por supuesto, hay unos pocos que sí vuelven su corazón al Señor, y cuando lo hacen, el velo es quitado, y ellos ven luz. Pero hoy muchos cristianos todavía se hallan cubiertos de ese velo espeso, y ésta es la razón por la cual reciben tan poca luz.

  Muchos de entre nosotros podemos testificar que cuando nos volvimos al Señor, fuimos iluminados. Llegamos a ver claramente qué clase de personas éramos, nuestra situación y la condición de nuestro ser interior. Al volvernos al Señor y al reunirnos con la iglesia, todo se hizo más claro.

  Los que son constituidos apóstoles son creyentes cuyo corazón se ha vuelto al Señor. Saulo de Tarso llegó a ser esta clase de creyente. Cuando iba camino a Damasco, el Señor Jesús le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Inmediata e inconscientemente Saulo volvió su corazón al Señor y clamó diciendo: “¿Quién eres, Señor? (Hch. 9:5). A pesar de que Saulo no sabía quién era Él, lo llamó Señor. Lo invocó sin pensarlo, e incluso ciegamente. Muchos de nosotros hicimos lo mismo, pero más tarde, comprendimos lo que sucedió y nuestro cielo espiritual quedó completamente despejado.

  Después de que el Señor se le apareciera a Saulo y de que éste le invocara, Saulo quedó ciego. Antes de que sucediera esto, él era un líder religioso que dirigía a otros en la persecución de la iglesia. Pero después de que invocó el nombre del Señor, necesitó que alguien lo dirigiera a él. En Hechos 9:6, el Señor Jesús le dijo que fuese a la ciudad y que allí se le indicaría lo que debía hacer. Poco después, Ananías fue a verle, y cayeron algo semejante a escamas de los ojos de Saulo. Esto indica que el velo fue quitado y que Saulo recibió luz. El velo fue quitado porque el corazón de Saulo de Tarso se volvió al Señor. ¡Cuánta luz recibió este hombre! Él escribió todas sus epístolas bajo el resplandor de esa luz. La razón por la cual Pablo recibió tanta luz se debió a un solo factor: volvió su corazón al Señor y el velo fue quitado.

2. Son librados de la esclavitud de la ley y disfrutan al Señor como el Espíritu

  El versículo 17 dice: “Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Cuando el corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado. Además de esto, el Señor es el Espíritu, quien nos da libertad. Puesto que el Señor es el Espíritu, cuando el corazón se vuelve a Él, el velo es quitado, y el corazón es librado de la esclavitud de la letra de la ley.

  Según el contexto de esta sección, que empieza en 2:12, la expresión “el Señor” aquí debe de referirse a Cristo el Señor (2:12, 14, 15, 17; 3:3-4, 14, 16; 4:5). Este pasaje de la Biblia nos dice clara y enfáticamente que Cristo es el Espíritu. “El Señor Cristo del versículo 16 es el Espíritu que satura y anima el nuevo pacto, del cual somos ministros (v. 6), y cuya administración es con gloria (v. 8). Compárense Romanos 8:9-11; Juan 14:16, 18” (Vincent). “El Señor del versículo 16 es el Espíritu ... que vivifica, del versículo 6, lo cual significa que ‘el Señor’, como se menciona aquí, ‘Cristo’, ‘es el Espíritu’, es idéntico al Espíritu Santo: ... Cristo, aquí, es el Espíritu de Cristo” (Alford). “El Espíritu en su totalidad, el que mora en nosotros y nos transforma, es Cristo mismo. ‘El Señor es el Espíritu’” (Williston Walker).

  Algunos niegan que el Señor del versículo 17 se refiere a Cristo el Señor; pues afirman que denota a Dios en un sentido general. Además, basándose en Juan 4:24, afirman que el versículo 17 sólo está diciendo que Dios es el Espíritu. No obstante, si examinamos este versículo conforme al contexto, nos daremos cuenta de que el Señor del versículo 17 tiene que referirse a Cristo. Por consiguiente, este versículo declara enfáticamente que Cristo el Señor es el Espíritu. Además, la expresión “el Espíritu del Señor” indica que el Espíritu y el Señor son uno solo. De hecho, el Espíritu del Señor es uno con el Señor, y “donde está el Espíritu del Señor”, significa “donde está el Espíritu, el Señor”.

  A lo largo de los siglos ha habido numerosos maestros que han creído, según el versículo 17, que Cristo el Señor es el Espíritu. Sin embargo, hay todavía muchos cristianos que se hallan bajo la influencia de los credos, particularmente el credo de Nicea. Para cuando se convocó el Concilio de Nicea (año 325 D. C.), el libro de Apocalipsis aún no había sido reconocido oficialmente, y quizás ésta sea la razón por la cual en el Credo de Nicea no se menciona en absoluto los siete Espíritus. En el libro de Apocalipsis, el tercero de la Trinidad es los siete Espíritus de Dios. Además, según Apocalipsis 5:6, estos siete Espíritus también son los siete ojos del Cordero. Los que afirman que el Espíritu es una Persona separada del Hijo, nos gustaría preguntarles cómo puede la tercera Persona, el Espíritu, ser los ojos de la segunda Persona, el Hijo. Definitivamente no podemos negar lo que el libro de Apocalipsis declara acerca de los siete Espíritus, a saber, que el tercero de la Trinidad es los ojos del segundo. Por esta razón, no debemos hablar de Cristo y del Espíritu como si fueran dos Personas separadas.

  El Espíritu del versículo 17, quien es la máxima expresión del Dios Triuno, en Juan 7:39 todavía no era tal, porque en aquel entonces, Jesús todavía no había sido glorificado. Todavía no había terminado el proceso por el cual Él, como corporificación de Dios, tenía que pasar. Después de Su resurrección, es decir, después de haber terminado todos los procesos por los cuales el Dios Triuno tenía que pasar en el hombre para llevar a cabo Su economía redentora, procesos tales como la encarnación, la crucifixión y la resurrección, Él llegó a ser un Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En el Nuevo Testamento, al Espíritu vivificante se le llama “el Espíritu” (Ro. 8:16, 23, 26-27; Gá. 3:2, 5, 14; 6:8; Ap. 2:7; 3:22; 14:13; 22:17), el Espíritu que nos da la vida divina (2 Co. 3:6; Jn. 6:63) y nos libera de la esclavitud de la ley. El Espíritu del Señor es el Señor mismo, en quien hay libertad. Gozar de esta libertad significa estar libres de la letra de la ley, de estar bajo el velo (Gá. 2:4; 5:1).

3. A cara descubierta, mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor

  En el versículo 18, Pablo añade: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. La palabra “mas” aquí indica que nosotros los creyentes somos diferentes de los hijos de Israel. Primero, el corazón se vuelve al Señor para que el velo sea quitado (v. 16); segundo, el Señor como el Espíritu nos libra de la esclavitud de la ley (v. 17); y finalmente, nosotros, a cara descubierta, miramos y reflejamos como un espejo la gloria del Señor y así somos transformados en Su imagen de gloria en gloria.

  En el versículo 18, “nosotros” denota a los apóstoles, quienes, como ejemplos y representantes de todos los creyentes, son los ministros de Cristo. Aunque estos versículos describen como se conducen los apóstoles, no debemos pensar que no tienen nada que ver con nosotros. El hecho de que los apóstoles sean ejemplos y representantes de los creyentes significa que lo que los apóstoles deberían ser, así también deberíamos ser nosotros. Por tanto, estos versículos también se aplican a nosotros.

  La cara descubierta está en contraste con la mente y el corazón que están cubiertos por el velo (vs. 14-15). Si nuestra cara está descubierta, esto significa que nuestro corazón se ha vuelto al Señor, de modo que el velo ha sido quitado, y el Señor como Espíritu nos ha librado de la esclavitud, del velo, de la ley, así que ya no hay nada que nos separe del Señor.

  Según el versículo 18, miramos y reflejamos como un espejo la gloria del Señor. Mirar significa que vemos al Señor y reflejar es hacer posible que otros lo vea a Él a través de nosotros. Es decir, somos como espejos que miran y reflejan la gloria del Señor. Al ser éste el caso, nuestra cara debe estar completamente descubierta de modo que veamos claramente y reflejemos precisamente.

  La gloria del versículo 18 es la gloria del Señor, quien es Aquel que resucitó y ascendió, quien como Dios y también como hombre, pasó por la encarnación, el vivir humano en la tierra y la crucifixión. Después entró en resurrección, efectuó la plena redención y se hizo el Espíritu vivificante. Este Espíritu mora en nosotros para que Él mismo, junto con todo lo que cumplió, obtuvo y logró, se haga real a nosotros, a fin de que seamos uno con Él y seamos transformados en Su misma imagen, de gloria en gloria.

4. Son transformados en la imagen del Señor

  Cuando a cara descubierta miramos y reflejamos la gloria del Señor, Él nos infunde los elementos de lo que Él es y de lo que Él ha hecho. De esta manera, somos transformados metabólicamente hasta tener la forma de Su vida por medio del poder y esencia de la misma, es decir, somos transfigurados en Su imagen, principalmente por la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2). La expresión “somos transformados” indica que estamos en el proceso de transformación.

  La constitución de una vida tiene que ver con la esencia de la vida, el poder de la vida y la forma de la vida. Toda clase de vida tiene estos tres componentes: la esencia, el poder y la forma. Por ejemplo, un clavel tiene su esencia y su poder. Por tanto, crece con determinada forma; es decir, mientras que crece con su esencia de vida y por su poder de vida, toma cierta forma. Lo mismo sucede con la vida divina, la cual tiene su esencia, su poder y su forma. La forma de la vida divina es la imagen de Cristo. Por tanto, en el versículo 18 se nos presenta la idea con respecto a ser transformados en la misma imagen. Esto significa que seremos moldeados a la imagen de Cristo. Con base en este hecho y al significado que Pablo le da a la palabra “transformados”, estamos hablando de ser constituidos metabólicamente. Este término se basa en el concepto de que somos transformados en la imagen de Cristo.

  Según 2 Corintios 4, nosotros somos vasos de barro. Como tales vasos, nuestra cara debe estar descubierta, es decir, debemos estar abiertos a la vida divina y a su poder, a su esencia y a su forma. A medida que abrimos nuestro ser al Señor, Él como Espíritu vivificante entra en nosotros para infundirnos Su esencia de vida, para obrar en nosotros por Su poder de vida y para moldearnos a Su imagen. Esta es la constitución de vida que nos hace ministros del nuevo pacto.

  La imagen del versículo 18 es la imagen del Cristo resucitado y glorificado. Ser transformado en la misma imagen significa ser conformado al Cristo resucitado y glorificado, o sea, ser hecho igual a Él (Ro. 8:29).

  Ser transformado de gloria en gloria en la misma imagen significa ser transformado de un grado de gloria a otro. Esto indica un proceso continuo de vida en resurrección, el cual proviene de “el Señor Espíritu”. La palabra griega traducida “por” da a entender que la transformación procede del Espíritu, en lugar de ser causada por Él.

  “El Señor Espíritu” puede considerarse un título compuesto, tal como “Padre Dios” y “el Señor Cristo”. Esta expresión es otro indicio muy claro e incluso una confirmación de que el Señor Cristo es el Espíritu, y que el Espíritu es el Señor Cristo. En este capítulo, el Espíritu es revelado como el Espíritu que inscribe (v. 3), el Espíritu que da vida (v. 6), el Espíritu que ministra vida (v. 8), el Espíritu que libera (v. 17) y el Espíritu que transforma (v. 18). Este Espíritu todo-inclusivo es crucial tanto para los ministros de Cristo como para su ministerio, cuya meta es la economía del nuevo pacto de Dios.

  Después de que el apóstol habla del ministerio del nuevo pacto, pasa a hablar de los ministros del nuevo pacto. Desde el versículo 12 hasta el versículo 18, él nos ha descrito primeramente a los ministros del nuevo pacto como personas cuyo corazón se han vuelto al Señor, cuyas caras están descubiertas, quienes disfrutan al Señor como el Espíritu, lo cual los libera de la esclavitud de la ley, y quienes son transformados en la imagen del Señor al mirarlo y reflejarlo. Por medio de tal proceso de transformación, ellos son constituidos ministros de Cristo por el Espíritu con los elementos de la persona y la obra de Cristo. Por eso, su persona está constituida de Cristo, Cristo es el elemento constitutivo de su ser, y su ministerio consiste en ministrar a Cristo en otros, infundiéndoles al Cristo todo-inclusivo como el Espíritu vivificante que mora en ellos. Todos los creyentes deben imitarlos con el fin de ser las mismas clases de personas y llevar a cabo la misma clase de ministerio.

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