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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 2 Pedro»
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Mensaje 8

LA PROVISIÓN DIVINA

(8)

  Lectura bíblica: 2 P. 1:12-21

  Después de que Pedro da algunas palabras de introducción (2 P. 1:1-2), Pedro nos habla acerca de la provisión divina (vs. 3-21). La provisión divina incluye dos asuntos: la impartición del poder divino (vs. 3-11) y la iluminación de la verdad divina (vs. 12-21). En cuanto a la impartición del poder divino, se destacan dos asuntos: todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad, las cuales incluyen la naturaleza divina (vs. 3-4), y el desarrollo producido mediante el crecimiento en vida, el cual nos suministra la rica entrada en el reino eterno (vs. 5-11). En cuanto a la iluminación de la verdad divina, también resaltan dos asuntos: la gloria del testimonio de los apóstoles (vs. 12-18) y la luz de la palabra profética (vs. 19-21). En este mensaje abarcaremos estos dos asuntos relacionados con la iluminación de la verdad divina.

RECORDARLES A LOS SANTOS

  En 2 Pedro 1:12 dice: “Por esto siempre estaré recordándoos estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente”. Con las palabras estas cosas, Pedro se refiere a asuntos tales como el poder divino, todo lo relacionado con la vida y la piedad, con la naturaleza divina y con el desarrollo de las riquezas divinas en nuestra experiencia. Pedro siempre estaba recordándoles a los santos estas cosas, aunque ellos ya las sabían y estaban confirmados en la verdad presente, la verdad que ellos ya poseían.

  Al usar la expresión la verdad presente, Pedro se refiere a la verdad que está presente entre los creyentes, la cual ellos han recibido y ahora poseen. En la primera sección de este capítulo (vs. 1-11), Pedro usa la provisión de la vida divina —la cual nos permite llevar una vida cristiana adecuada— para vacunarlos contra la apostasía. En la segunda sección (vs. 12-21), él usa la revelación de la verdad divina, el segundo antídoto, para vacunarlos contra la herejía que afloró durante la apostasía, una herejía similar al modernismo de hoy.

  En los versículos 13 y 14 Pedro dice: “Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este tabernáculo, estimularos recordándoos estas cosas; sabiendo que pronto será quitado mi tabernáculo, como también me lo ha declarado nuestro Señor Jesucristo”. La palabra tabernáculo se refiere a nuestro cuerpo temporal (2 Co. 5:1). Quitarse el tabernáculo significa abandonar el cuerpo, despojarse de él (v. 4), dejarlo, morir físicamente. Pedro, al igual que Pablo (2 Ti. 4:6), sabía que dejaría el mundo mediante el martirio, y ya estaba listo para ello. Él recordaba lo que el Señor le había hablado acerca de su muerte cuando le mandó que apacentara a Sus ovejas (Jn. 21:15-19).

  En el versículo 15 Pedro dice: “También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas”. Al decir “partida”, Pedro se refiere a dejar el mundo (la misma palabra griega se usa en Lucas 9:31). Una vez más, estas cosas aluden a lo que Pedro abarcó en 1:1-11.

NO SEGUIR MITOS HÁBILMENTE FRAGUADOS

  En el versículo 16 Pedro añade: “Porque cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no seguimos mitos hábilmente fraguados, sino que [fuimos hechos] testigos oculares de Su majestad”. Los mitos eran historias supersticiosas astutamente tramadas en la filosofía griega, la cual estaba relacionada con la apostasía. Los apóstoles predicaban y enseñaban acerca del poder y la venida (gr. parousía, presencia) del Señor Jesucristo. Para los incrédulos, la predicación respecto a la venida del Señor era muy similar a un mito o cuento supersticioso. Sin embargo, aquí Pedro dice que los apóstoles no siguieron mitos hábilmente fraguados al dar a conocer el poder y la venida del Señor Jesucristo.

TESTIGOS OCULARES DE LA MAJESTAD DEL SEÑOR

  Respecto a las palabras testigos oculares Darby comenta: “‘Admitidos en la visión inmediata de la gloria’, una palabra que denota la iniciación plena en los misterios”. Pedro comprendía que él, Jacobo y Juan habían sido admitidos en el grado más alto de iniciación cuando el Señor se transfiguró, es decir, ellos habían sido admitidos para ser iniciados como espectadores de la majestad del Señor. Pedro consideró, al igual que el Señor en Lucas 9:26-36, que la transfiguración era una figura de la segunda venida del Señor. La transfiguración del Señor en gloria fue un evento histórico, y Pedro estuvo presente. La venida del Señor en gloria será un evento tan real como la transfiguración del Señor, y Pedro también estará allí. Lo que los apóstoles transmitieron a los creyentes no era un mito hábilmente fraguado.

  Pedro dice que los apóstoles llegaron a ser testigos oculares de la majestad del Señor. Esta grandeza denota magnificencia, grandeza en esplendor, honra y gloria, una gloria magnífica (2 P. 1:17), como la que apareció ante Pedro y los otros dos discípulos cuando el Señor se transfiguró (Mt. 17:2; Lc. 9:32).

  En el versículo 16 Pedro parecía decir: “Os hemos dicho que el Señor Jesús vendrá en gloria. Esto no es un cuento ni un mito. Aun cuando Él estuvo en la tierra, gloria emanó de Él, y Él fue transfigurado. Nosotros vimos Su majestad cuando estuvimos con Él en el monte. Fuimos testigos oculares de esto; fuimos iniciados en la visión de Su gloria”.

  En este versículo Pedro combina la transfiguración del Señor con Su venida. Esto significa que la transfiguración de Cristo prefigura Su venida. En Lucas 9:26-36 el Señor Jesús también dio a entender que Su transfiguración era una figura de la gloria que manifestaría en Su venida.

  En los versículos 17 y 18 Pedro continúa diciendo: “Porque Él recibió de Dios Padre honra y gloria, y le fue enviada desde la magnifica gloria una voz que decía: Éste es Mi Hijo, Mi amado, en el cual me deleito. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con Él en el monte santo”. La honra tiene que ver con la posición, y la gloria con la condición. En el monte de la transfiguración, el Señor se encontraba en una posición de honra y en una condición de gloria.

  Pedro dice que al Señor le fue enviada una voz desde la magnífica gloria. Esta magnífica gloria se refiere a la nube que los cubría cuando el Señor se transfiguró (Lc. 9:34-35), así como la gloria shekinah cubría el propiciatorio (Éx. 25:20; 40:34).

  Si leemos la crónica de Mateo, Marcos y Lucas respecto a la transfiguración del Señor, veremos que la magnífica gloria de 2 Pedro 1:17 se refiere a la nube que los cubría. Pedro, Jacobo y Juan vieron la nube, y esa nube era la gloria. Asimismo, en la antigüedad, después que el tabernáculo fue erigido, éste fue lleno de la gloria de Dios, pues la nube de la gloria de Dios lo cubrió. Habría sido difícil discernir entre la nube y la gloria, porque la nube estaba junto con la gloria.

VACUNAR A LOS CREYENTES CONTRA LA APOSTASÍA

  Esta epístola fue escrita durante un periodo de degradación y apostasía de la iglesia. La apostasía constituye el contexto en que fue escrito este libro. La carga de Pedro, por tanto, consistía en vacunar a los creyentes contra el veneno de la apostasía. La apostasía consiste en apartarse de la verdad o de la fe. Aproximadamente treinta años después de haber sido establecida la iglesia, empezó a infiltrarse la apostasía. Por tanto, ya había ocurrido una desviación de la fe fundamental, y había personas que enseñaban herejías. Una de estas herejías era que la predicación respecto a la venida del Señor Jesús en gloria era un mito, un cuento que no era creíble ni fidedigno. Como veremos cuando lleguemos al capítulo 3, hubo algunos burladores que dijeron: “¿Dónde está la promesa de Su venida? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación” (3:4). Estos herejes y apóstatas consideraban que la enseñanza acerca de que el Señor regresaría en gloria para juzgar la tierra era un cuento supersticioso.

  Se puede comparar a los herejes de la época en que se escribió esta epístola con los modernistas de hoy. Los modernistas son una clase de maestros que afirman que la Biblia no es inspirada por Dios y que los milagros relatados en la Biblia son meramente historias supersticiosas. Por ejemplo, los modernistas no creen que los hijos de Israel cruzaron el Mar Rojo de forma milagrosa; según algunos modernistas, en lugar de ello, los hijos de Israel caminaron a través de aguas poco profundas que habían menguado a causa de un fuerte viento. De la misma manera, los modernistas no creen que el Señor Jesús alimentó a la multitud con cinco panes y dos peces. Ellos explican esto diciendo que los que estaban entre la multitud habían traído consigo comida, y que simplemente comieron de lo que habían traído. Más grave aún, los modernistas enseñan que Jesús no nació de una virgen y que Él no era Dios. Ellos afirman que Él murió en la cruz, pero no por nuestra redención, sino en sacrificio por causa del “ismo” en el que creía. Asimismo, tampoco creen que el Señor Jesús resucitó con un cuerpo físico. En muchos aspectos, los modernistas de hoy y los herejes del primer siglo son muy similares.

  En esta epístola, Pedro da a los creyentes un testimonio muy contundente a fin de vacunarlos contra la herejía. Ésta es la razón por la cual señala que los apóstoles no siguieron mitos hábilmente fraguados cuando les hablaron sobre la venida del Señor Jesús. Era como si les estuviera diciendo: “No escuchéis a los herejes. Al igual que Juan y Jacobo, yo fui testigo ocular de la majestad que el Señor manifestó sobre el monte santo. Nosotros estábamos con Él cuando se transfiguró, y escuchamos la voz que declaró: ‘Éste es Mi Hijo, Mi amado, en el cual me deleito’. Lo que os hemos dicho no es una leyenda ni un mito o cuento supersticioso; más bien, os damos testimonio de lo que vimos y escuchamos. Nosotros vimos al Señor Jesús transfigurarse, y sabemos que así como Él fue glorificado en Su transfiguración, vendrá de nuevo en gloria. Vosotros debéis recibir nuestras palabras y creer en ellas”.

ESTAR ATENTOS A LA PALABRA PROFÉTICA

  En 1:19-21 Pedro se remite a la palabra profética hallada en el Antiguo Testamento para confirmar el testimonio de ellos. Tanto el testimonio de los apóstoles como la palabra profética de las Escrituras constituyen la iluminación de la verdad. Esta iluminación forma parte de la provisión divina, la provisión que Dios, por medio de Su poder, ha hecho para que Sus elegidos hijos estén lejos de la herejía y de la apostasía.

  En el versículo 19 Pedro añade: “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una lámpara que alumbra en un lugar oscuro, hasta que el día amanezca y la estrella de la mañana nazca en vuestros corazones”. La palabra también denota que además de la verdad de la transfiguración del Señor, abarcada en los versículos anteriores como vacuna contra los mitos supersticiosos, la verdad de la palabra profética es usada como una confirmación más segura. De manera que Pedro, después de relatar la experiencia personal que tuvo de la gloria del Señor en la transfiguración, se remite a la palabra de los profetas para confirmar su testimonio y para fortalecerlo.

  Pedro señala que los creyentes hacen bien en estar atentos a la palabra profética. Esto significa que ellos estudiaban las profecías del Antiguo Testamento y que estaban atentos a ellas.

  Pedro compara la palabra profética de las Escrituras con una lámpara que alumbra en lugar oscuro. Esto indica que esta era es un lugar oscuro en medio de una noche oscura (Ro. 13:12), y que toda la gente de este mundo se conduce y actúa en medio de tinieblas. También indica que la palabra profética de las Escrituras, como una lámpara que ilumina a los creyentes, transmite una luz espiritual que resplandece en las tinieblas que los rodean (y no mero conocimiento en letra que ellos deban aprender), guiándolos para que entren en un día brillante, y puedan pasar así la noche oscura hasta que esclarezca el día de la manifestación del Señor.

  La palabra griega traducida “lugar oscuro” también puede traducirse “lugar sombrío”, y denota un lugar sórdido, seco y abandonado. Ésta es una metáfora que describe las tinieblas de la apostasía. Si bien este siglo es un lugar oscuro, sombrío y sórdido, la palabra profética es una lámpara que brilla en la oscuridad.

HASTA QUE EL DÍA AMANEZCA Y LA ESTRELLA DE LA MAÑANA NAZCA

  Pedro dice que hacemos bien en estar atentos a la palabra profética hasta que el día amanezca y la estrella de la mañana nazca en nuestros corazones. Esto también es una metáfora, la cual describe un tiempo venidero lleno de luz, como el amanecer de un día brillante, el cual es precedido por la estrella de la mañana que nace en los corazones de los creyentes, quienes son iluminados y alumbrados al estar atentos a la palabra resplandeciente de profecía que se halla en las Escrituras. En tiempos de apostasía, los creyentes hacen bien en estar atentos a este asunto para que la palabra profética, que es como una lámpara, pueda resplandecer en medio de las tinieblas de la apostasía hasta que aquel día amanezca en ellos. Esto los motivará a buscar diligentemente la presencia del Señor y a velar de tal modo que no pierdan la oportunidad de encontrarse con el Señor en la parte secreta de Su parousía, cuando Él vendrá como ladrón (Mt. 24:27; 2 Ts. 2:8). Por tanto, esta metáfora debe de referirse a la era venidera, la era del reino, un día que amanecerá cuando el Señor se manifieste (venga) (2 P. 1:16) como el Sol de justicia (Mal. 4:2), cuya luz resplandecerá para penetrar las penumbras de la noche oscura de esta era. Antes de esto, en la hora más oscura de la noche, el Señor aparecerá como la estrella de la mañana (Ap. 2:28; 22:16) a aquellos que estén velando y esperando Su preciada aparición (2 Ti. 4:8). Ellos habrán sido iluminados por el resplandor de la palabra profética, la cual es poderosa para guiarlos hasta el amanecer de un nuevo día.

  Es correcto afirmar que el amanecer mencionado en 2 Pedro 1:19 se refiere al día en que el Señor regresará. En aquel día, el Señor resplandecerá como el Sol de justicia. El período inmediatamente antes de que el Señor se manifieste puede compararse al alba, durante el cual el Señor Jesús será la estrella de la mañana para aquellos creyentes Suyos que estén velando. Aunque todo esto es cierto, Pedro está diciéndonos algo más. De hecho, en 1:19 Pedro abarca dos asuntos al mismo tiempo. Él dice que todo el mundo es un lugar oscuro y que el siglo actual es una noche oscura. Sin las profecías de la Biblia, nosotros también estaríamos en oscuridad, pues no tendríamos una lámpara. Pero la palabra profética es para nosotros una lámpara que resplandece en la oscuridad. Al estar atentos a esta palabra profética, recibimos el resplandor de la luz. Finalmente, esta luz brillará hasta que en nosotros amanezca un día espiritual, y la estrella de la mañana nazca en nuestros corazones. Es por eso que Pedro primero nos habla de un día espiritual, un día que amanece dentro de nosotros, y luego se refiere a un día futuro, el día de la venida del Señor.

  Nuestra experiencia confirma el hecho de que en 1:19 Pedro está hablándonos tanto de un día espiritual como del día de la venida del Señor. Muchas veces estábamos en tinieblas mientras acudíamos a las profecías de la Biblia. A medida que estudiábamos las profecías, una lámpara empezó a resplandecer en nosotros, y espontáneamente tuvimos la sensación de que ya no era de noche, sino de día, pues había amanecido en nosotros un día espiritual. Así, pues, no sólo tenemos el resplandor de una lámpara, sino también el amanecer de un nuevo día. ¡Cuán agradable es cuando la estrella de la mañana nace en nuestros corazones! Aunque estemos completamente rodeados de oscuridad, dentro de nosotros brilla una estrella matutina.

  Como ya dijimos, el día que amanece, el cual se menciona en 1:19, también se refiere a un día en el futuro, cuando el Señor Jesús regresará como el Sol de justicia. Antes de Su venida visible, Él será la estrella de la mañana para aquellos que le esperan. Por lo tanto, lo que dice Pedro en 1:19 se aplica tanto a nuestra experiencia espiritual como a la venida del Señor.

LA PALABRA PROFÉTICA ALUMBRA DENTRO DE NOSOTROS

  Si estamos atentos a las profecías de la Biblia, experimentaremos el resplandor de una lámpara dentro de nosotros, disfrutaremos de la estrella de la mañana cuando ésta nazca en nuestros corazones, y amanecerá un día espiritual dentro de nosotros. Podremos seguir experimentando esto hasta que finalmente el Señor Jesús aparezca como la estrella de la mañana y amanezca el día en que el Señor será el Sol de justicia. Creo firmemente que ésta es la interpretación correcta de 1:19.

  Poco después de haber sido salvo, empecé a leer libros acerca de las profecías. Durante los años que me reuní en la Asamblea de los Hermanos escuché muchos mensajes sobre las profecías de Daniel, Apocalipsis y otros libros. Por más de medio siglo, mi vida cristiana ha sido iluminada por esas profecías. Gracias a la ayuda de Watchman Nee, me familiaricé con los escritos de Pember, Govett y Panton que trataban sobre las profecías. Puedo testificar que el conocimiento de esas profecías contribuyó a que yo fuera iluminado. Aunque ha ocurrido grandes cambios en el mundo durante los últimos cincuenta años, no me han sorprendido, debido a la luz de la palabra profética contenida en la Biblia. Además, puedo testificar que, conforme a las palabras de Pedro, disfruto de la estrella de la mañana y del amanecer interno de un día espiritual.

  De manera que, primero tenemos la iluminación de la palabra profética, y luego esta iluminación viene a ser un día que amanece dentro de nosotros. Así, externamente vivimos en una era de oscuridad, pero internamente estamos llenos de luz. Podremos seguir disfrutando de la estrella de la mañana y del amanecer de un día espiritual hasta que el Señor nazca como la estrella de la mañana a aquellos que estén velando y amanezca como el Sol de justicia.

  En estos versículos Pedro parece estar diciendo: “Hermanos, puesto que sois creyentes judíos, vosotros tenéis un amplio conocimiento de las profecías del Antiguo Testamento, y habéis escuchado nuestro testimonio acerca de la venida del Señor. Sin embargo, algunos herejes han tratado de deciros que esto es una mera superstición, un cuento, un mito o una leyenda. No les hagáis caso, ni aceptéis tales enseñanzas heréticas. Vosotros tenéis nuestro testimonio y también la palabra profética que alumbra en vuestro interior. Esta palabra profética deberá seguir brillando dentro de vosotros hasta que el día amanezca y la estrella de la mañana nazca en vuestros corazones”.

NINGUNA PROFECÍA DE LA ESCRITURA ES DE INTERPRETACIÓN PRIVADA

  En el versículo 20 Pedro continúa diciendo: “Sabiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada”. Aquí la palabra privada se refiere al profeta que habló la profecía o al escritor que la redactó. Literalmente, la palabra griega traducida “interpretación” se deriva del verbo que significa “soltar, desatar; por ende, dar a conocer, explicar, resolver”. La frase interpretación privada, se refiere a la explicación o exposición personal del profeta o del escritor, la cual no sería inspirada por Dios mediante el Espíritu Santo. Aquí el pensamiento de Pedro consiste en que ninguna profecía de la Escritura surge del propio concepto, idea o entendimiento del profeta o del escritor; ninguna profecía procede del hombre como la fuente; ninguna profecía se origina del pensamiento privado y personal de un profeta o escritor. Esto lo confirma y explica el versículo siguiente.

MOVIDOS POR EL ESPÍRITU SANTO

  El versículo 21 dice: “Porque ninguna profecía jamás fue traída por voluntad humana, sino que los hombres hablaron de parte de Dios siendo movidos por el Espíritu Santo”. La palabra porque proporciona la explicación del versículo anterior. Ninguna profecía de la Escritura es producto de la interpretación del profeta o del escritor, porque ninguna profecía fue traída por voluntad humana, sino que los hombres hablaron de parte de Dios siendo movidos por el Espíritu Santo.

  La palabra griega traducida “movidos” también significa “llevados”. La misma palabra se usa en los versículos 17 y 18. Ninguna profecía fue traída por voluntad humana. La voluntad, el deseo y el anhelo del hombre, con su pensamiento e interpretación, no fueron la fuente de la cual surgiera profecía alguna; la fuente fue Dios mismo, por cuyo Espíritu Santo los hombres fueron movidos —tal como una embarcación es empujada por el viento— para proclamar la voluntad, el deseo y el anhelo de Dios.

  Ya que los profetas fueron movidos por el Espíritu Santo, lo que ellos expresaron no fue de su propia interpretación o voluntad. Por el contrario, lo que ellos hablaron era la voluntad de Dios, los conceptos de Dios expresados por un profeta que era movido o llevado por el Espíritu Santo.

UNA PALABRA CONFIABLE Y FIDEDIGNA

  Los versículos 20 y 21 comprueban que la palabra profética es totalmente confiable y fidedigna. La profecía hallada en las Escrituras no procedió de las opiniones del hombre. Esta profecía es la palabra de Dios, lo que Dios habló. Por esta razón, debemos creer todo lo que fue profetizado en el Antiguo Testamento. Pedro parecía decir aquí: “La profecía hallada en la Biblia verdaderamente procede de Dios; por ende, es fidedigna. No hagáis caso de las enseñanzas heréticas de los apóstatas, de aquellos que se desviaron del camino de la verdad divina. En lugar de ello, debéis estar atentos a las profecías del Antiguo Testamento y retener nuestro testimonio”.

  Como veremos, en 2:1 Pedro dice: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como también entre vosotros habrá falsos maestros, que introducirán secretamente herejías destructoras, y aun negarán al Amo que los compró, acarreando sobre sí mismos destrucción repentina”. Aquí Pedro dice que hubo falsos profetas entre el pueblo en tiempos pasados, y que en el futuro habrá falsos maestros entre los creyentes. Estos falsos maestros introducirán herejías destructoras. Por consiguiente, lo que Pedro dice al final del capítulo 1 lo lleva a hablar sobre la apostasía en el capítulo 2. La carga de Pedro era vacunar a los creyentes contra esta apostasía.

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