Mensaje 5
Lectura bíblica: 2 Ti. 3:1-13
El tema de 2 Timoteo es la vacuna contra la decadencia de la iglesia. Después de que Pablo presenta sus palabras de introducción (1:1-2), él habla de las provisiones divinas que se incluyen en esta vacuna: una conciencia pura, una fe no fingida, el don divino, un espíritu fortalecido, la gracia eterna, la vida incorruptible, las sanas palabras, y el Espíritu que mora en nosotros (1:3-14). Después de esto, él hace notar que el factor básico de la decadencia consiste en haber abandonado al apóstol y su ministerio (1:15-18). En 2:1-15 Pablo habla acerca del que administra la vacuna, e indica que éste debe ser maestro, soldado, competidor, labrador y obrero. En la segunda parte del capítulo dos, él nos habla de la extensión de la decadencia, lo cual se asemeja mucho a la manera en que se extiende la gangrena (2:16-26). En el capítulo tres Pablo nos dice que la decadencia empeora, y que ésta nos traerá tiempos de pena y de engaño (3:1-13), y luego habla del antídoto contenido en esta vacuna: la palabra divina (3:14-17). El capítulo cuatro consta de tres secciones: el incentivo de aquel que vacuna: la recompensa venidera (4:1-8); el resultado de la decadencia: amar el presente siglo y cometer muchas perversidades (4:9-18); y la conclusión (4:19-22). Si examinamos el bosquejo de 2 Timoteo, veremos que ésta no es una simple epístola pastoral, es decir, no es un libro para los así llamados pastores, sino más bien, un libro escrito para vacunadores, esto es, para aquellos que deseen vacunar a otros contra la decadencia de la iglesia.
El capítulo tres empieza diciendo: “Pero debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos difíciles”. Una vez más, Pablo usa la palabra “pero” para indicar contraste; este contraste tiene que ver con la esperanza a la que se alude al final del capítulo anterior. Al final del capítulo dos, Pablo declaró que “el sólido fundamento de Dios permanece firme” (v. 19), y que debemos huir “de las pasiones juveniles” y seguir “la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor” (v. 22). Además, dijo que si con mansedumbre corregimos a los que se oponen, “quizá Dios les conceda el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y vuelvan al buen sentido, escapándose del lazo del diablo” (vs. 25-26). Pablo se dio cuenta de que, a pesar de que la decadencia se extendería, el sólido fundamento de Dios permanecería firme, teniendo este sello: “Conoce el Señor a los que son Suyos”, y: “Apártese de injusticia todo aquel que invoca el nombre del Señor”. Al menos Dios tendría un remanente compuesto por los que invocan al Señor de corazón puro y siguen la justicia, la fe, el amor y la paz. Aun más, tales personas pueden vacunar a otros contra la decadencia de la iglesia. Es verdad que entre nosotros la decadencia sigue extendiéndose, pero tenemos un fundamento firme; por eso, podemos disfrutar las riquezas del Señor, llevar a cabo la labor de vacunar a otros e incluso convencer a los que se oponen para que volvieran al pleno conocimiento de la verdad, lo cual equivale a rescatar a los que han sido capturados por el diablo y han caído en su lazo, y llevarlos a hacer la voluntad de Dios. Todo esto nos muestra que Pablo no estaba desanimado; así que, a pesar de que la decadencia se sigue extendiendo, nosotros podemos hacer algo positivo y vacunar a otros contra ella.
Ahora, en contraste con todo esto, Pablo dice en 2 Timoteo 3:1: “Pero debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos difíciles”. Pablo logró prever y discernir que en los postreros días vendrían tiempos difíciles. La expresión “los postreros días” denota el período final de la era presente (2 P. 3:3; Jud. 1:18), la cual empezó a partir del momento en que termina la llamada era apostólica, a fines del primer siglo, y durará hasta la segunda venida de Cristo. La duración de este período no les fue revelada a los apóstoles (Mt. 24:36); ellos pensaban que el Señor regresaría durante su generación.
Muchos cristianos piensan que la frase “los postreros días”, que aparece en 3:1, es sinónima de “los tiempos venideros”, que se menciona en 1 Timoteo 4:1; pero no es así. La Biblia traza una línea divisoria entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Los judíos de antaño consideraban los tiempos del Antiguo Testamento como los primeros tiempos o los primeros días. La venida de Cristo puso fin al período de la ley mosaica y dio inicio a un nuevo período, considerado como los últimos días, el cual se extiende hasta la segunda venida de Cristo. Con respecto a la segunda venida de Cristo, hay un período secreto, que era desconocido para los apóstoles. Ellos anhelaban saber cuándo ocurriría la segunda venida del Señor; pero en Marcos 13:32 el Señor Jesús dijo: “Pero de aquel día o de aquella hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre”. Más adelante, después de la resurrección del Señor, los discípulos le preguntaron: “¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hch. 1:6), a lo cual el Señor contestó: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones que el Padre dispuso por Su propia voluntad” (v. 7). No es fácil explicar por qué el Señor dijo que sólo el Padre, no el Hijo, conocía el tiempo del fin. Puede ser que el Señor, al rehusar contestar la pregunta acerca del tiempo de Su venida, guardó Su posición como uno que estaba sometido a la autoridad del Padre. Por consiguiente, les contestó que esto era algo que “el Padre [había dispuesto] por Su propia voluntad”.
Los primeros discípulos pensaban que el Señor Jesús regresaría en su generación. Éste era el concepto de Pablo cuando escribió 1 y 2 Tesalonicenses, lo cual nos muestra que la duración de los postreros días era un secreto que los apóstoles desconocían. Simplemente no sabemos cuánto dura el periodo que el Padre dispuso en Su administración entre la ascensión del Señor y Su segunda venida.
En 3:1 Pablo dice que en los postreros días “vendrán tiempos difíciles”. La palabra griega traducida “tiempos difíciles” significa también tiempos arduos, tiempos de pena, tiempos peligrosos. Eso significa que estos tiempos serán sumamente difíciles para los cristianos. En el versículo 12 Pablo declara: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. Para aquellos que siguen la justicia, la fe, el amor y la paz, e invocan el nombre del Señor de corazón puro, sin duda alguna, estos tiempos serán muy difíciles, dolorosos y peligrosos. Pablo aquí parecía decir: “Timoteo, me consuela el hecho de que el sólido fundamento de Dios permanece firme y que tú, junto con otros, podáis seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, e invocar al Señor con un corazón puro. Vosotros podéis permanecer firmes juntos y aplicar la vacuna contra la decadencia de la iglesia. Incluso podréis hacer que algunos regresen al pleno conocimiento de la verdad y ayudarlos a hacer la voluntad de Dios. Con todo, quiero que sepas que el tiempo que se acerca será muy difícil para ti. Este tiempo será muy doloroso y peligroso para todos los que invocan al Señor de corazón puro y desean vivir piadosamente en Cristo Jesús”.
En el versículo 2 Pablo añade: “Porque los hombres serán amadores de sí mismos, amadores del dinero, vanagloriosos, soberbios, injuriadores, desobedientes a los padres, ingratos, impíos”. El cuadro profético presentado en los versículos del 2 al 5, no describe la condición maligna de la sociedad que no es cristiana, sino la condición corrupta de la “casa grande” mencionada en 2:20, que representa al cristianismo degradado. Esto lo comprueba la expresión “tendrán apariencia de piedad” (v. 5). Los incrédulos ni siquiera tienen la apariencia de piedad; los únicos que tienen esta apariencia son aquellos que se llaman cristianos. Así que, los hombres que se mencionan en el versículo 2, son cristianos.
Lo primero que Pablo dice acerca de estos hombres es que serán “amadores de sí mismos”. Hoy en día muchos cristianos son amadores de sí mismos. No sólo son egoístas los que se entregan a los entretenimientos mundanos, sino también los que asisten a las capillas y a las catedrales.
En las tres epístolas de 1 y 2 Timoteo y Tito se mencionan siete clases de amadores: amadores de sí mismos, amadores del dinero (2 Ti. 3:2; 1 Ti. 6:10), amadores de los deleites, amadores de Dios (2 Ti 3:4), amadores del bien (Tit. 1:8), amadores de sus cónyuges y amadores de sus hijos (Tit. 2:4). También se mencionan dos clases de personas que no aman: las que no aman el bien y las que no aman a Dios (2 Ti. 3:3-4). Lo que uno ama es lo que ocupa y posee todo su corazón y todo su ser. ¡Cuán crucial es esto! Si hemos de tener un día de gloria y de victoria en la iglesia o días penosos en la decadencia de la iglesia, ello dependerá completamente de cuál sea el objeto de nuestro amor. La historia nos dice que la raíz de la decadencia de la iglesia es que ella perdió su primer amor por el Señor (Ap. 2:4). A fin de que la iglesia se mantenga en un nivel victorioso, debemos amar a Dios y amar el bien en lo que respecta a la economía de Dios.
En el versículo 2 Pablo habla de hombres que son vanagloriosos, soberbios, injuriadores, desobedientes a los padres, ingratos e impíos. La palabra griega traducida “soberbios” significa también altaneros, y la palabra traducida “injuriadores” significa literalmente blasfemos, como en 1 Timoteo 1:13. Sin embargo, aquí no se refiere a los que blasfeman contra Dios, sino a los injuriadores o vituperadores, o sea a aquellos que maldicen e injurian a los hombres. ¡Cuánto hemos sido injuriados por los que dicen ser cristianos!
En un mensaje anterior les dije que algunos hermanos de Taiwán que habían estado bajo mi entrenamiento por años, se volvieron disidentes. Algunos incluso injuriaron al gobierno de Dios. Ellos no sólo eran rebeldes, sino también desagradecidos, ingratos. Es muy significativo que en el versículo 2 Pablo asocia la ingratitud con la desobediencia a los padres. Esto pudiera indicar que la ingratitud aquí es principalmente la que se muestra para con los padres. Debemos ser agradecidos con aquellos que nos han criado física y espiritualmente, ser agradecidos con nuestros padres naturales como también con nuestros padres espirituales.
En la década de 1940, el hermano Nee fue objeto de una intensa oposición y se vio obligado a suspender su ministerio durante seis años. Puesto que yo había sido de ayuda a algunos de estos hermanos disidentes, la actitud de ellos para conmigo siguió siendo positiva. Un día, uno de ellos me preguntó: “¿Acaso cree usted que el hermano Nee nunca se ha equivocado?”. Le contesté: “Si el hermano Nee se ha equivocado o no, no me corresponde a mí juzgarlo. Lo único que sé es que yo estoy en deuda con él como lo está un hijo con sus padres. Si no fuera por este siervo del Señor, yo no tendría la vida que ahora tengo como cristiano. He aprendido la lección de Cam, el hijo de Noé, y no me atrevo a decir nada en contra de él. Aun más, él ha sido para mí un padre espiritual. Él me formó en el Señor. Por consiguiente, no me atrevo a decir nada negativo acerca de él”. Puedo testificar que a lo largo de los años, he visto la bendición de haber tenido tal actitud hacia mi padre espiritual. Debemos aprender a ser agradecidos con nuestros padres en la carne así como con nuestros padres espirituales. Es algo muy grave ser ingratos con nuestros padres. La ingratitud es una característica de la corriente de esta era. Esta corriente incluso ha afectado el cristianismo.
En los versículos 3 y 4 Pablo añade: “Sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, salvajes, aborrecedores del bien, traidores, impetuosos, cegados por el orgullo, amadores de los deleites más que de Dios”. Ser implacable es ser irreconciliable, ser traidor es ser desleal, y ser impetuoso es ser contumaz. En el cuadro que aquí se nos presenta, hay tres clases de amadores: amadores de sí mismos, amadores del dinero y amadores de los deleites; y dos categorías de personas: las que no aman el bien y las que no aman a Dios.
El versículo 5 dice: “Que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; de éstos apártate”. Tener apariencia de piedad es tener la mera semblanza, sin la realidad esencial. La eficacia de la piedad se refiere a la virtud verdadera y práctica que influye sobre nosotros de manera viviente para que expresemos a Dios.
Estos versículos nos presentan un cuadro sombrío del cristianismo degradado de hoy. Por la misericordia y la gracia del Señor, nosotros, en Su recobro, debemos rechazar todas estas cosas que aquí se describen, y ser todo lo contrario.
Los versículos 6 y 7 hablan de los que siempre “están aprendiendo, y nunca pueden llegar al pleno conocimiento de la verdad”. Estas palabras se han cumplido en la experiencia de muchos cristianos de hoy. Ellos escuchan un sermón tras otro y estudian la Biblia, pero no conocen la realidad del contenido de la economía neotestamentaria de Dios. No conocen a Cristo como la corporificación del Dios Triuno, ni la iglesia como el misterio de Cristo.
El versículo 8 dice: “Y de la manera que Janes y Jambres se opusieron a Moisés, así también éstos se oponen a la verdad; hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe”. Según la tradición judía, Janes y Jambres fueron los magos egipcios que se opusieron a Moisés en Éxodo 7:11 y 22.
En la decadencia de las iglesias, la verdad es el blanco del ataque del enemigo. Por lo tanto, la verdad es también el remedio que cura y rescata a las iglesias de su condición de enfermedad y ruina. En el versículo 8, la palabra “réprobos” significa no aprobados, y “la fe” denota aquello en lo cual creemos.
En el versículo 9 Pablo dice además: “Mas no irán más adelante; porque su insensatez será manifiesta a todos, como también lo fue la de aquéllos”. La palabra “insensatez” se refiere a la falta de prudencia y de sensibilidad en sus acciones. La frase “la de aquéllos” se refiere a la insensatez de Janes y Jambres, quienes fueron derrotados y reducidos a nada (Éx. 8:18; 9:11).
En el versículo 10 Pablo le recuerda a Timoteo: “Pero tú has seguido fielmente mi enseñanza, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, perseverancia”. La palabra “conducta” se refiere a la manera de vivir, y el término griego traducido “propósito” se usa en las epístolas de Pablo en relación con el propósito de Dios.
En el versículo 11 Pablo habla de la persecución y de los padecimientos que le sobrevinieron en Antioquía, Iconio y Listra. Listra era la ciudad donde vivía Timoteo (Hch. 16:1-2), la cual quedaba cerca de Iconio y Antioquía de Pisidia.
El versículo 12 dice: “Y en verdad todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. La palabra griega traducida “quieren” significa también determinan. Vivir piadosamente equivale a llevar una vida de piedad. Todos los que deseen, determinen, llevar una vida piadosa en Cristo Jesús, padecerán persecución. Por esta razón, no debemos esperar que el cristianismo de hoy nos trate con benignidad. Antes bien, debemos anticipar persecución por procurar llevar una vida piadosa en un entorno impío. Mientras estemos a favor del recobro del Señor, algunos nos condenarán, se opondrán a nosotros y nos atacarán. También propagarán rumores acerca de nosotros y denigrarán nuestro buen nombre. Esta persecución no vendrá de la gente del mundo, sino de aquellos que dicen ser cristianos. En Juan 16:2 el Señor Jesús dijo que vendría la hora cuando cualquiera que matara a los discípulos pensaría que con ello estaría rindiendo servicio a Dios. El celo por Dios los llevará a matar a los seguidores del Señor, simplemente por seguir un camino distinto al tradicional.
En el versículo 13 Pablo concluye, diciendo: “Mas los malos hombres y los impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”. La palabra “impostores” significa impostores tramposos. Este versículo nos dice que la decadencia de la iglesia empeorará. Los malos hombres y los impostores, los que engañan a los demás con sus argucias, irán de mal en peor. Después de haber sido engañados ellos mismos, engañarán a otros.
Damos gracias al Señor porque, en Su misericordia, Él nos ha traído a Su recobro, donde podemos oír palabras sanas y francas.