Mensaje 12
En este mensaje llegamos a la tercera iglesia, la iglesia en Pérgamo (Ap. 2:12-17). Como ya dijimos, el nombre de cada una de las siete ciudades es muy significativo. Pérgamo en el griego significa “matrimonio”, lo cual implica “unión” y “torre fortificada”. La iglesia en Pérgamo prefigura a la iglesia que estableció una unión matrimonial con el mundo y llegó a ser una torre alta y fortificada, equivalente al gran árbol profetizado por el Señor en la parábola de la semilla de mostaza (Mt. 13:31-32). Cuando Satanás fracasó en su intento de destruir a la iglesia por medio de la persecución del Imperio Romano en los primeros tres siglos, cambió de estrategia. Esta vez procuró corromperla mediante la aceptación del cristianismo como religión estatal por parte de Constantino, lo cual aconteció en la primera parte del siglo cuatro. Bajo el auspicio y la influencia política de Constantino, multitudes de incrédulos fueron bautizados en “la iglesia”, y ésta vino a ser enormemente grande. Dado que la iglesia es una casta novia desposada con Cristo, a los ojos de Dios su unión con el mundo se considera fornicación espiritual.
El versículo 12 dice: “El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto”. En esta epístola, el Señor es el Espíritu que nos habla, declarando que El tiene la espada aguda de dos filos. La iglesia mundana merece recibir el juicio que el Señor trae con Su palabra penetrante.
En la epístola a la primera iglesia, Efeso, el Señor le aconseja que se arrepienta y vuelva a su primer amor. Creemos que esta iglesia obedeció el consejo del Señor, puesto que la segunda iglesia, la iglesia en Esmirna, verdaderamente amó al Señor y padeció persecución, y vino a ser la iglesia sufrida. Según la historia, durante los primeros tres siglos, la iglesia sufrió mucho debido a que el gobierno romano hizo lo posible por destruirla. Con el tiempo el enemigo, Satanás, comprendió que la persecución no producía mucho resultado. De manera que cambió sutilmente su estrategia: en vez de perseguir a la iglesia, la aceptó. En la primera parte del siglo cuarto, Constantino el Grande acogió el cristianismo y lo hizo la religión estatal. De ahí en adelante, el cristianismo se convirtió en cierto tipo de iglesia del estado romano. Esta aceptación de la iglesia por parte del Imperio Romano la arruinó, ya que la volvió mundana. Todos sabemos que la iglesia es llamada a salir del mundo y a apartarse para Dios. Sin embargo, al ser recibida por el Imperio Romano, regresó al mundo, y a los ojos de Dios, estableció una unión matrimonial con el mundo. Dios considera este tipo de unión como fornicación espiritual.
La iglesia perdió su pureza y se hizo mundana por causa de esta unión matrimonial. Debido a esta unión muchas cosas mundanas se infiltraron en la iglesia. Las cosas mundanas siempre están relacionadas con la adoración de ídolos, pues la mundanalidad siempre está asociada con la idolatría. La iglesia en Pérgamo primero se hizo mundana y luego idólatra. Satanás la saturó del mundo y de ídolos. Como resultado, la iglesia se convirtió en algo completamente diferente de lo que Dios había planeado. Dios desea que la iglesia esté fuera del mundo y no tenga relación alguna con éste. La iglesia tiene que ser un candelero de oro, la expresión pura del Dios Triuno, y no debe tener ningún compañerismo con el mundo. Pero después que el Imperio Romano convirtió la iglesia en una religión mundana, ella se hizo absolutamente impura, mundana e idólatra.
En el versículo 13 el Señor le dice a la iglesia en Pérgamo: “Yo conozco dónde moras, donde está el trono de Satanás”. La morada de Satanás es el mundo. Desde que la iglesia entró en unión con el mundo, se hizo mundana, y ahora habita donde mora Satanás, en el mundo.
La iglesia en Pérgamo mora donde está el trono de Satanás. Esto también se refiere al mundo. El mundo no es solamente la morada de Satanás, sino también la esfera donde éste rige. Ahora la iglesia no solamente está unida con el mundo, sino también con Satanás. ¡Esto es terrible! El cristianismo mundano de hoy continúa en unión con el mundo y sigue siendo saturado de las ideas, los conceptos, las teorías e incluso las prácticas de Satanás. Tenemos que ver cuán serio es esto.
El enemigo, Satanás, es insidioso. Su favor es más peligroso que su persecución. Primeramente Satanás suscita la persecución, y si esto falla, cambia su táctica y se pone de nuestro lado. Hemos visto suceder esto en el pasado. Primeramente la religión nos persiguió, y luego cambió de estrategia, y trató de que nos uniéramos con ella. Esta es la obra engañosa de Satanás. Si caemos en la trampa, con el tiempo nos volveremos mundanos y no solamente estaremos en unión con Satanás, sino que seremos uno con él. El Señor ha incluido las siete epístolas en el libro de Apocalipsis para que veamos la verdadera condición del cristianismo y también para que vemos lo que la iglesia debe ser y la posición que debe asumir. La iglesia debe ser un candelero de oro puro y permanecer fuera del mundo. No debe tener relación alguna con el mundo y no debe ceder ni un solo centímetro a la saturación maligna y sutil de Satanás. La iglesia debe oponerse constantemente a esto.
Los dos significados de la palabra Pérgamo, unión matrimonial y torre fortificada, corresponden a los significados de dos de las parábolas de Mateo 13, la parábola del árbol grande (Mt. 13:31-32) y la parábola de la levadura (Mt. 13:33). En la primera parábola, una pequeña semilla de mostaza llegó a ser un árbol grande. Indudablemente esto representa el cristianismo desproporcionadamente grande, el cristianismo se ha hecho un árbol grande. En la parábola de la levadura, leemos de una mujer que escondió levadura en tres medidas de harina fina. La levadura representa todo lo pecaminoso, mundano, maligno, satánico, demoníaco y diabólico. Todas estas cosas malignas fueron añadidas a la harina fina. En la Biblia, la harina fina usada como ofrenda a Jehová representa a Cristo como alimento para el pueblo de Dios. El árbol grande equivale a la torre alta, y la mujer con la levadura equivale a la iglesia apóstata que se unió con el mundo. Debemos entender claramente el significado bíblico de este asunto. A los ojos de Dios la cristiandad es una gran ramera, una mujer maligna que mezcló cosas mundanas, demoníacas, satánicas y diabólicas con las cosas de Cristo produciendo así una mezcla infernal. Irrevocablemente debemos abandonar este gran árbol, escapar de esta torre alta, salirnos de este sistema maligno y apartarnos para Dios, regresando a Su intención original, que la iglesia sea un candelero de oro puro sin ninguna relación con el mundo, la idolatría, ni la saturación de Satanás. No estamos donde mora Satanás, donde Satanás se sienta en su trono. No, en la iglesia no hay lugar para Satanás. Aquí no hay terreno en el cual Satanás pueda obrar.
En las primeras tres epístolas vemos tres iglesias: la iglesia deseable, la iglesia perseguida y la iglesia mundana. Nosotros ciertamente deseamos ser la iglesia deseable y la iglesia perseguida, pero debemos rehusarnos a ser la iglesia mundana. Debemos rechazar todo lo que sea mundano. ¡Tenga cuidado! Después que el enemigo lo ha perseguido, su estrategia puede cambiar. En vez de persecución, quizá haya apoyo. No considere este apoyo como algo bueno. Al contrario, debe temer más al recibimiento que a la ponzoña de un escorpión. Nos viene bien sufrir persecución, oposición y ataques. Pero cuando la gente nos extienda una calurosa bienvenida, es cuando estamos en más peligro. Cuando usted sea atacado y perseguido, no se desaliente, porque ésa es una clara señal de que va por buen camino, y que no ha dejado de seguir los pasos del Señor. Pero esté alerta frente a las calurosas bienvenidas. Es mejor sufrir persecución que recibir una calurosa bienvenida. La epístola a la iglesia en Pérgamo nos enseña que no debemos unirnos con el mundo en ningún aspecto. No debemos tener relación alguna ni trato alguno con el mundo. Durante los últimos cincuenta años, se nos ha extendido una calurosa bienvenida, pero gracias a Dios la hemos rechazado. Como resultado, a través de los años hemos sido preservados por la persecución que hemos experimentado. Nunca hemos tenido buena fama, porque Satanás no permitirá que la tengamos, a menos que nos unamos con él. Esa es la razón por la cual en el recobro del Señor estamos constantemente en una batalla siendo atacados continuamente. Estamos constantemente en estado de guerra. El recobro del Señor no realiza una obra cristiana común. No, este testimonio es una guerra.
Este testimonio estaba en Antipas. En el versículo 13 el Señor dice: “Yo conozco dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes Mi nombre, y no has negado Mi fe, ni aun en los días de Antipas Mi testigo, Mi siervo fiel, que fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás”. En el griego Antipas significa “en contra de todo”. Antipas, un testigo fiel del Señor, estuvo en contra de todo lo que la iglesia mundana había traído y practicado. Por lo tanto, llegó a ser un mártir del Señor. En el griego la palabra mártir también significa testigo. Antipas, como un testigo en contra de la degradación, sostuvo un testimonio en contra de todo lo que se desviara del testimonio de Jesús. Ha de haber sido mediante su testimonio en contra de la degradación que en sus días la iglesia en Pérgamo retuvo el nombre del Señor y no negó la fe cristiana apropiada. Antipas tomó la iniciativa de luchar contra la iglesia mundana, constituyendo así un ejemplo para que nosotros luchemos hoy contra la iglesia mundana. Antipas se opuso a todo lo que la iglesia era, tenía y hacía.
En el versículo 13 el Señor dice: “Retienes Mi nombre”. El nombre del Señor denota Su persona; la persona es la realidad del nombre. La iglesia en Pérgamo retenía fielmente el nombre del Señor, la realidad de Su persona. La tendencia a desviarse que tiene la iglesia mundana es la inclinación a no retener la realidad de la persona del Señor. En el recobro del Señor debemos pelear contra eso, para que la iglesia retenga fielmente el nombre del Señor, la realidad de Su persona, por la eternidad.
El Señor también dijo: “No has negado Mi fe”. La fe del Señor denota todo lo que debemos creer de Su persona y obra. No se refiere a la fe subjetiva que hay en nosotros, sino a la fe objetiva, aquello en lo que creemos. La iglesia comenzó a abandonar el nombre del Señor y a negar la fe cristiana apropiada por unirse con el mundo.
Antipas fue fiel hasta la muerte en su testimonio en contra de la degradación. Y fue por ese testimonio en contra de la mundanalidad de la iglesia, que él fue muerto y vino a ser un mártir. Para testificar contra la iglesia mundana necesitamos un espíritu de mártir. Nosotros debemos ser fieles hasta la muerte al testimonio del Señor contra la mundanalidad de la iglesia.
Hemos visto que Antipas fue un testigo en contra de todo. Nosotros hoy, en el recobro del Señor también somos un testimonio en contra de la degradación. Desde que el cristianismo protestante llegó a China en 1830, ha sido mundano, con algunas excepciones. Desde 1922 el Señor estableció el testimonio de las iglesias locales. Este testimonio hizo una obra excelente para el recobro del Señor. Aunque muchos cristianos se oponían al recobro, de todos modos fueron afectados positivamente y, como resultado, cambiaron en muchas cosas. No siguieron el camino del recobro del Señor, pero sí fueron influidos, y adoptaron muchas de nuestras enseñanzas. Si usted pregunta a los misioneros que estuvieron en China entre los años de 1922 y 1936, ellos le dirán que el recobro del Señor ejerció una gran influencia en el cristianismo. Yo nací y fui criado en el cristianismo, pero nunca oí la palabra comunión. Debido a la influencia del recobro del Señor, casi todas las denominaciones comenzaron a usar esta palabra. Al principio, en sus anuncios ellos usaban la expresión “tiempo de adoración”. Pero debido a nuestra influencia empezaron a usar la expresión “tiempo de reunión”. Hay una gran diferencia entre “tiempo de adoración” y “tiempo de reunión”. Por causa de la influencia del recobro del Señor, durante los últimos cuarenta años, el cristianismo del Lejano Oriente se ha hecho más ortodoxo y ha regresado a la Biblia. Hasta usan nuestros libros como base en muchas de sus sesiones de enseñanza y en sus predicaciones. Sin embargo, algunos de ellos no se atreven a decir que han aprendido de nosotros. Aceptan las enseñanzas pero se oponen al recobro del Señor y critican nuestro testimonio. Sin embargo, el Señor ha ganado algo. Se me ha dicho que en Taipéi las personas ajenas al recobro siempre compran grandes cantidades de libros en nuestra librería.
Cierto misionero estaba dando un informe sobre Taiwán. Cuando le preguntaron sobre nuestra obra en la isla, dijo que excepto por una mosca en la leche, era una buena obra. ¿Saben ustedes cuál era “la mosca”? El terreno de la iglesia. En la opinión de este misionero, si abandonáramos el terreno de la iglesia, nuestra leche sería purificada. Pero él no comprende que abandonar el terreno de la iglesia significaría abandonar nuestra vida.
Hace tres años, durante un visita a Taipéi, conocí a un cristiano de la clase alta. El dijo que un predicador le había dicho que no podía entender por qué siempre hay tanta luz nueva en las iglesias. La razón es que el Espíritu habla a las iglesias. La luz no está en la calle ni en el atrio; está en el Lugar Santo, o sea, en la iglesia. Esta es la razón por la cual siempre tenemos algo fresco del Señor.
Nosotros respaldamos a todos los cristianos. Hace trece años tuve una conversación con algunos hermanos en Los Angeles acerca del espíritu humano, la vida práctica de la iglesia, y la mezcla del Espíritu con nuestro espíritu. Les dije: “Hermanos, esperen un tiempo y verán que los de afuera comenzarán a usar estos términos”. Esto es exactamente lo que ha pasado. Algunas de las cosas que hemos estado predicando y enseñando han sido adoptadas por otros. Por un lado, se oponen a nosotros, y por otro, usan nuestro material secretamente. Conozco cierto predicador que abiertamente se opone a mí, y aún así, enseña usando el libro La economía de Dios.
Durante mi visita a Tyler, Texas, di una serie de mensajes sobre la transformación. Una de las personas que asistieron a las reuniones tomó notas de cada uno de los mensajes, era un predicador notable en Sudamérica. Al final de las conferencias él pidió permiso para usar algunos escritos de nuestra revista The Stream. Yo le dije que estaba bien. Después de algunos meses cuando regresé a Tyler, me saludó un hermano y me mostró un libro diciendo: “He aquí un libro de Witness Lee”. Cuando miré al libro, no vi el nombre Witness Lee, sino el nombre del predicador que había estado en nuestras conferencias y había tomado notas de todos los mensajes. El había ido a otro lugar y había dado los mensajes y los había publicado en forma de libro, bajo su nombre. ¿Qué podemos decir al respecto? Siempre que el pueblo del Señor reciba ayuda, no nos preocupamos por estas cosas. Sin embargo, no estamos aquí para brindar ese tipo de ayuda; nuestra misión es expresar el testimonio de Jesús. Nosotros debemos ser los Antipas de hoy.
En el versículo 14 el Señor nos dice: “Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a algunos que retienen la enseñanza de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación”. En estas epístolas, el Señor desea, según Su economía, que nosotros le comamos a El como el árbol de la vida (2:7), el maná escondido (2:17), y el rico producto de la buena tierra (3:20). Pero la iglesia mundana se apartó de la vida y se volvió a simples enseñanzas; por consiguiente, los creyentes dejaron de disfrutar a Cristo como la provisión de vida necesaria para el cumplimiento del propósito de Dios. Cuando disfrutamos a Cristo edificamos la iglesia, pero si nos quedamos en simples enseñanzas, producimos una religión.
Este versículo menciona “la enseñanza de Balaam”. Balaam era un profeta gentil que hizo tropezar al pueblo de Dios. Por un salario (2 P. 2:15; Jud. 1:11), él incitó al pueblo de Dios a cometer fornicación e idolatría (Nm. 25:1-3; 31:16). En la iglesia mundana algunos comenzaron a enseñar estas cosas. Esta misma enseñanza prevalece hoy tanto en el protestantismo como en el catolicismo. La idolatría siempre trae fornicación (Nm. 35:1-3; Hch. 15:29). Cuando la iglesia mundana hizo a un lado el nombre, la persona, del Señor, se entregó a la idolatría, la cual trajo fornicación.
En la cristiandad muchos de los predicadores asalariados no enseñan al pueblo a tomar a Cristo como su provisión de vida, sino que enseñan sutilmente al pueblo a comer de lo sacrificado a los ídolos, es decir, a recibir cosas malignas, diabólicas y demoníacas. Estas enseñanzas hacen que el pueblo se desvíe de la persona de Cristo, y sea conducido a la fornicación espiritual. Cristo debe ser el único esposo de la iglesia, el único novio de todos los santos. Pero hay muchas y diversas enseñanzas en la cristiandad de hoy que conducen al pueblo a asimilar cosas demoníacas y a relacionarse con lo que no es Cristo. Esto, sin lugar a dudas, es comer de lo sacrificado a los ídolos y cometer fornicación.
¿Qué significa negar el nombre del Señor y la fe en el Señor? Como ya vimos, la fe aquí no denota la fe subjetiva, la facultad de creer, sino la fe objetiva, aquello en lo que creemos. La fe del Señor incluye lo que El hizo por nosotros en Su obra redentora, Su muerte y resurrección y todo aquello en que debemos creer para ser salvos. Estas cosas constituyen nuestra fe. El nombre denota la persona del Señor. No debemos negar el nombre ni la fe del Señor. Tenemos que estar siempre asidos a Su nombre y creer en El.
Cuando yo era joven, fui bautizado en una iglesia presbiteriana china donde habían algunos Balaams. Cierto domingo por la mañana, uno de ellos dio una conferencia sobre reglas de higiene, donde nos habló específicamente de la manera de matar moscas. Más adelante, alguien propuso que pusieran cierto objeto en el edificio de reunión y todos los miembros de la congregación se inclinaran ante él. Cuando algunos de nosotros nos opusimos a esto, aquel Balaam dijo: “Si Jesucristo se levantara del sepulcro y me dijera que no me inclinara ante este objeto, lo haría de todas maneras”. Con esta simple observación dejó ver que él no creía en la resurrección del Señor Jesús. Esto es un ejemplo de negar la persona del Señor, y de negar nuestra fe en El. Si usted lee la historia y estudia el cristianismo de hoy, descubrirá muchas cosas similares a ésta. En muchas de las que se denominan iglesias prevalece el modernismo. Los modernistas no creen que Jesucristo sea Dios, que haya nacido de una virgen ni que haya muerto en la cruz para redimirnos. Ellos solamente creen que El fue sacrificado como mártir; no creen que Jesucristo resucitó. Las enseñanzas de Balaam siempre hacen que la gente entre en unión con las cosas mundanas. Esto es comer de lo sacrificado a los ídolos y cometer fornicación espiritual.
En el versículo 15 el Señor dice: “Tienes a los que retienen la enseñanza de los nicolaítas”. La iglesia degradada y mundana tiene no solamente la enseñanza de Balaam, sino también la enseñanza de los nicolaítas. La enseñanza de Balaam distrae a los creyentes de la persona de Cristo y los conduce a la idolatría, y de disfrutar a Cristo llevándolos a la fornicación espiritual; mientras que la enseñanza de los nicolaítas destruye la función de los creyentes como miembros del Cuerpo de Cristo, y de esta manera anula Su expresión en el Cuerpo de Cristo. La primera enseñanza hace caso omiso de la Cabeza, y la segunda destruye al Cuerpo. Esta es la obra sutil del enemigo, la cual vemos en todas las enseñanzas religiosas.
En la iglesia en Efeso solamente estaban las obras de los nicolaítas (2:6), mientras que en la iglesia en Pérgamo sus obras ya se habían convertido en una enseñanza. Primeramente, ellos practicaron la jerarquía en la iglesia primitiva; luego la enseñaban en la iglesia degradada. En la actualidad tanto en el catolicismo como en el protestantismo prevalece la jerarquía nicolaíta, tanto en la práctica como en la enseñanza. El Señor aborrece la jerarquía nicolaíta porque ésta mata la función de los miembros del Cuerpo y crea una organización, no un organismo. Considere la situación del cristianismo actual: no es un organismo, sino una sólida organización. Esta jerarquía es maligna y satánica, y el Señor la aborrece. Al coordinar el servicio de la iglesia, tenemos que tener cuidado de no establecer una organización. Si deseamos tener la vida de iglesia apropiada, debemos desarrollar la función de todos los miembros animándolos a funcionar de acuerdo a la vida en una manera viviente para que el Cuerpo sea edificado como un organismo. Esta visión debe gobernar la vida de la iglesia, y nunca debemos de apartarnos de ella. Sin embargo, si somos negligentes, aunque sea un poco, no edificaremos el organismo sino una organización. Estén siempre alerta en contra de la formación de cualquier organización. Tenemos que estar conscientes de que somos un organismo, para que todos los miembros del cuerpo tengan la oportunidad de funcionar.
En el versículo 16 el Señor dice: “Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y combatiré contra ellos con la espada de Mi boca”. Aquí el Señor dice que vendrá pronto y con la espada de Su boca peleará contra los que están en la iglesia mundana. Esto no se refiere a la segunda venida del Señor, sino que viene a combatir, con la palabra que sale de Su boca y que mata, contra los maestros nicolaítas de la iglesia degradada. La iglesia mundana representada por la iglesia en Pérgamo, llegó a ser la Iglesia Católica Romana, representada a su vez por la iglesia en Tiatira, y la mundanalidad y maldad que trajo la iglesia degradada continuará en la Iglesia Católica Romana hasta que el Señor regrese y ejecute Su juicio en plenitud.
La iglesia mundana y degradada tiene una gran necesidad de las palabras del Espíritu. Tiene la Biblia como letra muerta, y carece del hablar del Espíritu. El simple conocimiento de la Biblia sin el Espíritu no puede suministrar lo que se necesita para el cristianismo amortecido. Su estado de muerte y degradación tiene que ser juzgado por la espada aguda que sale de la boca del Señor. La iglesia mundana necesita la palabra cortante y viva del Señor Espíritu.
En el versículo 17 el Señor dice: “Al que venza, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. Vencer así significa específicamente vencer la unión de la iglesia con el mundo, la enseñanza de la idolatría y la fornicación, y la enseñanza de la jerarquía.
El Señor promete al que venza que le dará del maná escondido. La promesa hecha a la primera iglesia estaba relacionada con comer del árbol de la vida, y la promesa a esta iglesia con el maná escondido. Cuanto más mundana se vuelve la iglesia, más necesita que algunos se opongan, testifiquen y mantengan una íntima comunión con el Señor. Estos tendrán el privilegio de disfrutar al Señor como el maná escondido. El maná es un tipo de Cristo como el alimento celestial, el cual capacita al pueblo de Dios para seguir Su camino. Una porción de ese maná se preservó en una vasija de oro que fue escondida en el arca (Ex. 16:32-34; He. 9:4). El maná que caía visiblemente lo podía disfrutar el pueblo de Dios públicamente; el maná escondido, que representa al Cristo escondido, es una porción especial reservada para los vencedores que le buscan, los cuales tienen victoria sobre la degradación de la iglesia mundana. Mientras la iglesia sigue el camino del mundo, estos vencedores se atreven a vivir en la presencia de Dios, en el Lugar Santísimo, donde disfrutan al Cristo escondido, quien es la porción especial que les es dada como provisión diaria. Esta promesa se cumple hoy en la vida apropiada de iglesia, y se cumplirá en plenitud en el reino venidero. Si buscamos al Señor, vencemos la degradación de la iglesia mundana, y disfrutamos hoy una porción especial del Señor, entonces El como el maná escondido, será una recompensa para nosotros en el reino venidero. Si le perdemos a El como nuestra porción especial en la vida de la iglesia hoy, no le podremos disfrutar como recompensa en el reino venidero.
El maná escondido fue depositado en una urna de oro. El oro representa la naturaleza divina. Por consiguiente, depositar el maná escondido en una vasija de oro significa que el Cristo escondido está dentro de la naturaleza divina. El maná físico caía para todo el pueblo de Dios, pero el maná escondido es dado a los que están en una íntima relación con Dios, los que han abandonado al mundo y todo lo que los separaba de Dios. Han entrado en la intimidad de la presencia de Dios, y en esa intimidad divina disfrutan el maná que está escondido en la naturaleza de Dios. Esto es profundo. No es algo externo; está en lo más recóndito. Esto es tan profundo que aquellos que comen del maná escondido están de hecho en la naturaleza divina disfrutando al Cristo escondido.
¿Cómo podemos comer del maná escondido? Esto es algo que está totalmente fuera del mundo. Mientras que la iglesia mundana va cuesta abajo en su unión con el mundo, nosotros estamos saliendo de Egipto rumbo al desierto, luego del desierto a la buena tierra, de la buena tierra al tabernáculo, del atrio al Lugar Santo, y del Lugar Santo al Lugar Santísimo. Después de entrar en el Lugar Santísimo, tenemos que entrar en el arca, tocar la vasija de oro, y disfrutar a Cristo como el maná que está escondido dentro de la vasija. Cuanto más mundana se hace la iglesia, más necesitamos entrar en el Lugar Santísimo y comer del maná escondido. El maná está dentro de la urna de oro, la cual está dentro del arca, y el arca está en el Lugar Santísimo. Podemos ver cuán escondido está esto. Si lo disfrutamos, tenemos que habitar en la profunda intimidad de la presencia de Dios. Tenemos que estar en Su naturaleza divina donde no hay nada mundano que nos distraiga y donde tenemos una íntima comunión con Dios. Aquí disfrutamos a Cristo como el maná escondido. Algunos de nosotros hemos experimentado al Cristo escondido. Hemos dicho: “Señor, no me interesa el mundo. Solamente me interesas Tú; no me interesa ninguna amistad ni ninguna relación humana. Señor, estoy dispuesto a poner fin a las ataduras. Señor, ahora estoy completamente libre, y te amo desde lo más profundo de mi ser. Te amo sin ninguna barrera”. Cuando decimos esto al Señor, entramos inmediatamente en la urna de oro, en la intimidad de la naturaleza divina, donde participamos del Cristo escondido. Debemos comer a este Cristo.
La promesa de que podemos comer del maná escondido también es una profecía. En el milenio algunos vencedores tendrán una porción especial de Cristo que podrán disfrutar. Esa porción especial fue prometida como el maná escondido. Sin embargo, en principio, en la actualidad podemos disfrutar a Cristo de una manera muy íntima y secreta. Nosotros disfrutamos a Cristo de una manera tal, que los que solamente le disfrutan públicamente no pueden entender.
El Señor también prometió al que venza, diciendo: “Le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. Disfrutar a Cristo como el maná escondido produce transformación. ¿Cómo podemos decir esto? Porque el Señor después de referirse al maná escondido, habla de una piedra blanca. Una piedra en la Biblia representa el material para el edificio de Dios. El hombre no fue hecho de piedra sino del polvo (Gn. 2:7). En un sentido, el hombre no es más que barro, y Romanos 9 revela que el hombre es simplemente un vaso de barro. Sin embargo, cuando el Señor conoció a Simón Pedro, inmediatamente le cambió el nombre por Cefas, que significa “una piedra” (Jn. 1:42). En Génesis 28 cuando Jacob despertó de su sueño, tomó la piedra que había usado de almohada y la llamó casa de Dios. En 1 Corintios 3 Pablo indica que las piedras preciosas son usadas para la edificación de la iglesia, y en Apocalipsis 21 vemos que las piedras preciosas son materiales con los cuales se edifica la Nueva Jerusalén. Al juntar todos estos versículos, vemos que una piedra representa una persona transformada. No podemos entender un pasaje como 2:17 aisladamente; tenemos que considerarlo en el contexto de la Biblia entera. El Señor le promete al que venza, darle del maná escondido y darle una piedra blanca. Esto indica que si comemos del maná escondido, seremos transformados en piedras preciosas.
En nuestro ser natural no somos piedras sino barro. Podemos ser transformados en piedras preciosas al disfrutar a Cristo como nuestro suministro de vida, porque recibimos la vida divina y la naturaleza divina por medio de la regeneración (2 Co. 3:18). Si comemos a Jesús como el maná escondido, seremos transformados en piedras blancas para el edificio de Dios. Si no seguimos a la iglesia mundana, sino que disfrutamos al Señor en la vida apropiada de iglesia, seremos transformados en piedras con las cuales se edifica el edificio de Dios. El Señor justificará y aprobará estas piedras, como lo indica el color blanco, pero rechazará y condenará a la iglesia mundana. En el libro de Apocalipsis el color blanco indica aprobación. Cuando el Señor nos haya transformado en piedras, entonces nos aprobará. Esto lo alegrará mucho. La piedra blanca es necesaria para la edificación. El edificio de Dios, es decir, la iglesia, depende de nuestra transformación, y ésta, a su vez, es fruto del deleite que tengamos de Cristo como nuestro suministro de vida.
El Señor dice que en la piedra habrá “escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe”. El nombre designa a la persona, y este nuevo nombre denota una persona transformada. Todo creyente que haya sido transformado es una “piedra blanca” y tiene “un nombre nuevo, el cual ninguno conoce, sino el que lo recibe”. Este nombre nuevo es la interpretación de la experiencia del que ha sido transformado. Por consiguiente, solamente él conoce el significado de ese nombre. Es posible que cierto hermano no sea más que barro. Sin embargo, ama al Señor, ha dejado el mundo y se ha librado de todas las ataduras. Por consiguiente, el Señor le dirá: “Te daré a comer del maná escondido”. Cuanto más coma este hermano del maná escondido, más será transformado en una piedra blanca. A medida que este hermano coma al Señor Jesús, quien es el maná escondido, tendrá ciertas experiencias, y el Señor escribirá en él un nombre nuevo. Este nuevo nombre es simplemente la nueva designación de lo que dicho hermano es. De manera que este nuevo nombre se basa en lo que el hermano es, en conformidad con sus propias experiencias, y otros no podrán saber lo que significa este nombre.
Apocalipsis 2:17 es lo que el Señor nos dice. No reciba estas palabras de manera objetiva, sino como su propia biografía. Considérela una palabra dirigida a usted. En un sentido vivimos en la época de Pérgamo, debido a que la “iglesia” se ha hecho mundana. Pero por ser testigos en contra de todo ello, estamos aquí luchando por el recobro del Señor. Por consiguiente, el Señor nos dirige lo dicho en el versículo 17, y todos nosotros debemos entenderlo y decir: “Amén, Señor, gracias por esta promesa. Puedo comer de Ti como el maná escondido, y esto me transformará en una piedra que te agradará, que Tú aprobarás y usarás para edificar Tu morada. Señor, recibo Tu promesa. A partir de hoy, te comeré de una manera secreta para ser transformado en una piedra blanca útil para Tu edificio”. ¿No es esta una maravillosa promesa del Señor? Es posible que la iglesia se haya vuelto mundana, pero el Señor ha prometido que podemos ser transformados en una piedra blanca con la cual se puede edificar la morada de Dios.