Mensaje 14
Sin lugar a dudas, el hecho de que la condición de las siete iglesias mencionadas en Ap. 2 y Ap. 3 corresponda a las diferentes edades de la iglesia a través de la historia es obra de la soberanía del Señor. La historia de la iglesia desde el siglo primero hasta el presente, se divide claramente en siete edades: la edad primitiva, la edad de sufrimiento, la edad mundana, la edad de apostasía, la edad de la Reforma, la edad del recobro de la iglesia, y la edad de la degradación de la iglesia recobrada. En este mensaje consideraremos la iglesia en Sardis, como la iglesia de la Reforma (Ap. 3:1-6).
Sardis en griego significa el remanente, lo restante, o la restauración. Como señal, la iglesia en Sardis prefigura a la iglesia protestante, desde la Reforma hasta la segunda venida de Cristo. La Reforma fue la reacción de Dios a la apóstata Iglesia Católica Romana, la cual es tipificada por la degradada iglesia en Tiatira. La Reforma fue llevada a cabo por una minoría de creyentes, el remanente. Por consiguiente, fue una restauración efectuada por el remanente.
En Apocalipsis 3:1 el Señor dice: “El que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas, dice esto”. Los siete Espíritus de Dios hacen que la iglesia esté llena de vida, y las siete estrellas hacen que brille intensamente. Para la iglesia en Efeso, Cristo era Aquel que tenía las siete estrellas y andaba en medio de los siete candeleros. La iglesia primitiva necesitaba que Cristo la cuidara, y los líderes de la iglesia necesitaban que Su gracia los guardara. Para la iglesia en Esmirna, Cristo era el que estuvo muerto y vivió de nuevo. La iglesia sufriente necesitaba la vida de resurrección de Cristo. Para la iglesia en Pérgamo, Cristo era Aquel que tenía la espada aguda de dos filos. La iglesia degradada y mundana necesitaba la palabra de Cristo que juzga y mata. Para la iglesia en Tiatira, era Aquel que tenía ojos como llama de fuego y pies semejantes al bronce bruñido. La iglesia apóstata necesitaba que Cristo la escudriñase y juzgase. Aquí, para la iglesia en Sardis, era Aquel que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas. La iglesia muerta y reformada necesitaba el Espíritu de Dios siete veces intensificado y los líderes resplandecientes.
Si examinamos la situación actual del cristianismo protestante, veremos que carece de los siete Espíritus. La carencia de vida que hay en ellos se debe a que no tienen los siete Espíritus. Por causa de la organización que tienen, también necesitan las estrellas brillantes. Todo lo que necesitan es el Espíritu intensificado y las siete estrellas resplandecientes. Sin embargo, ellos no prestan atención a los siete Espíritus. Los siete Espíritus son la intensificación plena de la realidad de Cristo como el Espíritu. Esto no tiene nada que ver con el movimiento pentecostal o carismático; es el Espíritu siete veces intensificado que mora en los creyentes. Eso es lo que el protestantismo muerto necesita hoy. También necesita las estrellas resplandecientes, no las posiciones ni la organización. Sus líderes deben ser resplandecientes.
Al mensajero de la iglesia en Sardis el Señor le dice: “Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante, y afirma las cosas que quedan, las que están a punto de morir; porque no he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Mi Dios”. Estos dos versículos presentan un cuadro completo de la iglesia protestante. Muchos consideran que la iglesia protestante reformada es viviente, pero el Señor dice que está muerta. Por lo tanto, necesita los Espíritus vivientes y las estrellas brillantes.
En el versículo 2 el Señor dice: “afirma las cosas que quedan, las que están a punto de morir”. “Las cosas que quedan” se refieren a las cosas que se habían perdido y fueron restauradas por la Reforma, como la justificación por fe, y la exposición de la Biblia. Aunque estas cosas habían sido restauradas, estaban a punto de morir. Por consiguiente, la iglesia protestante necesita avivamientos para mantener estas cosas vivas. Esta es la verdadera situación de las iglesias protestantes.
El Señor también dijo: “no he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Mi Dios”. Nada de lo comenzado en la Reforma ha sido acabado. Por eso, se necesita la iglesia en Filadelfia para acabar la obra. A los ojos de Dios, ninguna obra ha sido acabada en las iglesias de la Reforma. No piense que la justificación por fe ha sido completada entre ellos. Si uno examina detalladamente, verá que la justificación por fe recobrada por Martín Lutero fue muy superficial, debido a que Lutero no percibió la justificación como un asunto de vida, sino como algo doctrinal, y de un modo somero. Damos gracias a Dios por ese gran siervo Suyo, pero sabemos que éste no fue perfecto. Ninguna obra bajo su mano fue acabada. Lo que se recobró en los días de Lutero ha ido muriendo y está a punto de morir. Por eso muchas iglesias protestantes necesitan frecuentes avivamientos.
Lo más importante en cuanto a la quinta iglesia es que está muerta y moribunda. Aunque tiene nombre de que vive, en realidad está muerta. Muchos de nosotros podemos testificar que cuando fuimos salvos, estábamos llenos de vida. Pero al entrar en una iglesia denominacional, entramos en un refrigerador y después de algunos meses, nos enfriamos y morimos. Las iglesias reformadas están a punto de morir. Yo fui criado en una iglesia protestante, y sé con certeza que allí no hay vida. Casi en todos los aspectos la muerte prevalece allí.
En el versículo 3 el Señor dice: “Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete”. En los versículos 1 y 2 el Señor manda a la iglesia en Sardis que vigile, que afirme las cosas que quedan y están a punto de morir, que guarde lo que ha recibido y oído, y que se arrepienta.
En el versículo 3 el Señor dice: “Pues si no velas, vendré como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”. Un ladrón roba cosas valiosas a una hora que nadie lo espera. Puesto que las iglesias protestantes reformadas están muertas, no se percatarán cuando el Señor venga como ladrón, cuando El se manifieste en secreto a los que le buscan. Es por eso que necesitamos velar.
La revelación que presenta el Nuevo Testamento acerca de la segunda venida del Señor no concuerda con nuestro entendimiento natural. Según nosotros, el Señor descenderá repentinamente de Su trono, de los cielos, a la tierra. Este concepto ha causado muchas dificultades a los estudiantes de la Biblia, y nosotros debemos desecharlo. Al tratar de entender algo que veamos en la Biblia, no debemos tener ninguna confianza en nuestros pensamientos, y nunca debemos aplicar nuestros conceptos naturales. Esta es la razón por la cual necesitamos una mente clara y renovada cuando nos acercamos a la Palabra de Dios. Debemos dejar de usar los anteojos teñidos con nuestros conceptos, y venir con sencillez a la Palabra pura. La venida del Señor es un proceso. Su venida comenzará desde el trono y pasará por un proceso hasta que descienda a pelear la batalla de Armagedón. Como ya dijimos, el Señor descenderá desde el trono a los aires, donde llevará a cabo muchas cosas: el arrebatamiento de la mayoría de los santos, el juicio ante el tribunal de Cristo, y las bodas del Cordero. Después de cumplir todo esto en los aires, el Señor descenderá a la tierra. El arrebatamiento de los primeros vencedores, que incluyen al hijo varón (cap. 12) y a las primicias (cap. 14), ocurrirá al principio del proceso de la venida del Señor. En otras palabras, cuando ellos sean arrebatados, el proceso de la venida del Señor habrá comenzado.
En Apocalipsis 3:3 y Mateo 24:43 se nos dice que el Señor vendrá como ladrón. Algunos de los creyentes que serán los primeros vencedores, serán llevados repentinamente. Nadie sabe la hora en que comenzará el proceso de la venida del Señor con el arrebatamiento de los primeros vencedores. Cuando suceda, no habrá tiempo para prepararse. Uno debe estar preparado antes de que esto ocurra. Por consiguiente, tenemos que estar preparados y velar.
En el versículo 4 el Señor dice: “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han contaminado sus vestiduras”. En la Biblia las vestiduras representan lo que somos en nuestro andar y vivir. Contaminar nuestras vestiduras se refiere particularmente a mancharlas con muerte. Ante Dios, la muerte es más contaminante que el pecado (Lv. 11:24-25; Nm. 6:6-7, 9). En este versículo, la mancha denota cualquier cosa de carácter mortífero. La mancha que había en Sardis no era la mancha del pecado sino la mancha de la muerte. La muerte es más sucia que el pecado. En el Antiguo Testamento, si alguien pecaba, podía ser perdonado simplemente presentando una ofrenda por el pecado (Lv. 4:27-31). Sin embargo, el que tocara el cadáver de una persona tenía que esperar siete días para poder ser limpio (Nm. 19:11, 16). Esto indica que la mancha causada por la muerte es más grave que la del pecado. Los cristianos de hoy no están conscientes de la muerte. Si usted va a un casino de Las Vegas a apostar, se percatará de que ha pecado. Pero si va a una reunión de una manera muerta, es muy posible que no se dé cuenta de lo grave que es esto. Pero a los ojos de Dios, esta condición de muerte es más grave que ir a jugar en un casino de Las Vegas. Los cristianos condenan el pecado, pero no la muerte. Muchos asisten a las reuniones como si fueran cadáveres, y no ven nada malo en ello. No me gusta estar cerca a nada que esté muerto. Cuando mi madre murió, aunque todos la amábamos, ninguno de nosotros se atrevió a acercarse a su cuerpo muerto en toda la noche. Si su amada esposa se ensucia mientras prepara algo para usted, usted la amará aún más. Pero si ella muere, usted no querría estar cerca de su cadáver. El Señor aborrece la muerte. Sin embargo, muchos cristianos de la iglesia reformada no tienen esta idea de la muerte. Tal vez digan: “¿Qué tienen de malo las iglesias denominacionales?” El problema no consiste en que simplemente están equivocadas, sino en que están llenas de muerte. Aunque los cadáveres de una funeraria no tengan nada de malo, están llenos de muerte. La muerte es el peor problema. ¡Que repugnante es la muerte! Es una abominación para Dios, y no puede tolerarla.
En las iglesias locales, todos debemos aborrecer la muerte. Prefiero ver que quienes están en la iglesia se equivoquen, que verlos muertos. Muchas veces he preguntado a los hermanos y hermanas por qué no ejercen su función en las reuniones. Con frecuencia me responden: “Tengo temor de equivocarme”. A lo cual contesto: “Cuanto más se equivoquen, mejor. Cuando los niños están vivos cometen muchas equivocaciones. Los niños que están muertos en los cementerios, no cometen ningún error”. Si usted simplemente está sentado en la reunión sin hacer nada y sin decir nada, nunca cometerá una equivocación. Aunque esté correcto, está muerto en su rectitud. Prefiero estar vivo aunque me equivoque, que en lo correcto y muerto. Yo cometo muchos errores, pero todos saben que estoy vivo. ¿Qué prefiere usted, estar en lo correcto y muerto, o equivocado y vivo?
El Señor dice de los que no mancharon sus vestiduras: “Andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos” (v. 4). El color blanco no sólo simboliza pureza sino también aprobación. Aquí las vestiduras blancas representan un modo de andar y vivir que no ha sido contaminado por la muerte y que es aprobado por el Señor. Es algo que lo hace a uno apto para andar con el Señor, especialmente en el reino venidero.
Si lee el contexto de Apocalipsis 2 y 3, verá que todas las promesas que el Señor hace en estas siete epístolas, en realidad se refieren al reino venidero. Nunca se refieren a la eternidad, que es nuestro destino eterno, sino a nuestro futuro en el reino venidero. Este es el principio básico que determina el significado de todas las promesas que aparecen en las siete epístolas. En el versículo 4 el Señor promete que los que no hayan manchado sus vestiduras, andarán con El en vestiduras blancas. ¿Cuándo sucederá esto? El día de las bodas de Cristo, que durará mil años. Andar con el Señor en vestiduras blancas significa andar con El durante esos mil años. En principio esto también se puede aplicar a nuestra vida diaria con el Señor.
En el versículo 5 el Señor dice: “El que venza será vestido de vestiduras blancas; y nunca borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de Mi Padre, y delante de Sus ángeles”. Aquí vencer se refiere a vencer la muerte que prevalece en las iglesias protestantes, es decir, vencer al protestantismo muerto. Todo el versículo 5 es la promesa que el Señor hace a los vencedores. Esto se cumplirá en el reino milenario después de Su venida.
Primeramente el Señor promete al que venza que será “vestido de vestiduras blancas”. Ser vestido de vestiduras blancas, como se promete aquí, será un premio para los vencedores en el reino milenario. Aquello en lo que han andado en esta era será el premio que recibirán en la era venidera. Todo cristiano necesita dos vestiduras. La primera es la vestidura por la cual somos justificados y salvos, que representa al Cristo que recibimos, quien es nuestra justicia objetiva. En Lucas 15, cuando el hijo pródigo regresó a la casa, el padre le tenía el mejor vestido. Lo primero que el padre hizo fue cubrirlo con el mejor vestido. Cubierto por esa vestidura, el hijo pródigo fue justificado en la presencia de su padre. El había sido un miserable pordiosero, indigno de estar con el padre. Pero una vez que la vestidura lo cubrió, fue justificado y aprobado. Esto significa que fue justificado en Cristo, y que Cristo vino a ser su cubierta de justicia. El fue cubierto por Cristo como su justicia. Por consiguiente, la vestidura de justicia lo salvó. Sin embargo, además de esto, necesitamos otra vestidura que nos haga aceptos y aprobados delante del Señor. El “lino fino, resplandeciente y limpio” que se menciona en 19:8 denota este segundo vestido. De acuerdo con la tipología, la reina que aparece en el salmo 45 tiene dos vestiduras, una de salvación, y la otra para estar con el rey en su reino. Después de ser salvos, necesitamos madurar y vencer todas las distracciones y todos los estorbos. Debemos correr la carrera y llegar a la meta. Tenemos que vencer todos estos obstáculos. Es cierto que fuimos salvos y justificados y tenemos la primera vestidura, la cual nos trae salvación. Pero debemos continuar hacia la madurez y llegar a nuestro destino. Si hacemos esto, seremos recompensados. Esto no se relaciona con el hecho de que Cristo sea nuestra justicia objetiva, sino con experimentar a Cristo como nuestra justicia subjetiva. Cristo como nuestra justicia objetiva ya nos fue aplicado, mientras que Cristo como nuestra justicia subjetiva procede de nuestro interior. Debemos vivir a Cristo como nuestra segunda vestidura. Esta vestidura está relacionada con la recompensa. Las vestiduras blancas del versículo 5 se refieren a esta segunda vestidura. Cuando tenemos esta segunda vestidura, somos agradables al Señor y recibiremos la recompensa.
El Señor le promete al que venza no borrar su nombre del libro de la vida. No podemos entender este versículo en forma aislada. Es peligroso hacer eso. Para entenderlo necesitamos toda la Biblia. Si un nombre es borrado del libro de la vida, se sobrentiende que ya estaba inscrito allí. El libro de la vida es un registro divino de los nombres de aquellos que participan de las bendiciones que Dios ha preparado para ellos. Los nombres de todos los santos escogidos por Dios y predestinados para participar de estas bendiciones están inscritos en este libro (Lc. 10:20). Estas bendiciones son dadas en tres etapas: la iglesia, el reino milenario y la eternidad. Las bendiciones dadas en la etapa de la iglesia, tales como el perdón de los pecados, la redención, la regeneración, la vida eterna y la naturaleza divina, son las primeras porciones. Todos los escogidos de Dios cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida participan de estas primeras porciones al comenzar su vida espiritual. Si ellos cooperan con el suministro de gracia divina, madurarán en vida en la etapa de la iglesia, y esta temprana madurez en vida constituirá un premio con el cual el Señor los recompensará cuando regrese. Ese premio será la entrada en el reino milenario y la participación de las bendiciones divinas en esa etapa, tales como el gozo y el reposo del Señor (Mt. 25:21, 23; He. 4:9-11), y reinar sobre las naciones (2:26-27; 20:4, 6), lo cual Dios ha preparado como incentivo para que Sus escogidos avancen con El en la era de la iglesia. Sin embargo, muchos de Sus escogidos, después de recibir el perdón, la redención, la vida eterna, la naturaleza divina, etc., no estarán dispuestos a cooperar con la gracia de Dios y no avanzarán con El. Por lo tanto, no podrán madurar en vida en la etapa de la iglesia y por ende, cuando el Señor regrese no estarán listos para entrar en el reino milenario ni para participar del premio de las bendiciones divinas de esa era. Por consiguiente, durante el reino milenario sus nombres serán borrados del libro de la vida. Después de ser disciplinados por el Señor y crecer en vida hasta llegar a la madurez durante el reino milenario, participarán de las bendiciones divinas en la eternidad, tales como el sacerdocio eterno con la presencia eterna de Dios, el reinado eterno (22:3-5), la Nueva Jerusalén, el árbol de vida (22:14), y el agua de vida (22:17). En ese tiempo sus nombres serán inscritos de nuevo en el libro de la vida. Esto significa que todos los escogidos de Dios, cuyos nombres están inscritos en el libro de la vida y quienes participaron de las bendiciones divinas en la etapa de la iglesia, “no perecerán jamás” (Jn. 10:28); es decir, no hay posibilidad de que pierdan las bendiciones divinas de la eternidad. Sin embargo, los que no cooperen con el Señor en la era de la iglesia, serán disciplinados por el Señor en la dispensación del reino milenario y perderán las bendiciones divinas de esa etapa.
Corremos el peligro de que nuestros nombres sean borrados del libro de la vida durante mil años. Si usted es derrotado y se rehusa a ser un vencedor por la gracia del Señor, su nombre no aparecerá en el libro de la vida cuando El reine durante los mil años. Esto significa que usted fue llamado pero no escogido. En 17:14 podemos ver que cuando el Señor venga, después de que todos los santos hayan sido arrebatados, escogerá a algunos. Esta elección depende de la manera en que hayamos vivido como cristianos. Si vivimos en derrota, con seguridad el Señor no nos escogerá. Pero si vivimos en victoria, seremos escogidos, y nuestros nombres aparecerán en el libro de la vida. Esto es similar a una graduación. Aunque todos los nombres de los alumnos están en la lista de la escuela, solamente algunos nombres están en la lista de honor para recibir recompensa. Borrar del libro de la vida el nombre de un creyente no significa que él perecerá por la eternidad. Solamente durante los mil años del reino venidero su nombre no estará en el libro. Esto significa que perderá la primogenitura en el reino milenario, y no tendrá derecho a participar de lo que Dios originalmente deseaba dar a todos Sus escogidos.
La intención original de Dios era que todos Sus escogidos disfrutaran a Cristo al máximo, para que pudieran tener el derecho de disfrutar a Cristo en la era venidera. Muchos que no quieren cooperar ahora, perderán su progenitura cuando venga el reino. Solamente los que cooperen con el Señor en lo que El deseaba originalmente disfrutarán a Cristo como su porción especial durante el reino. En ese entonces sus nombres estarán en el libro de la vida, pero muchos nombres no estarán en el libro. Puesto que pocos cristianos han visto esto, no pueden entender los versículos que se refieren a este asunto.
La intención de Dios es forjar a Cristo en nosotros para que le disfrutemos. La era de la iglesia es el tiempo en que esto se cumple. Depende de nosotros si queremos cooperar con Dios en este asunto o no. Debido a que muchos no cooperarán con Dios, El ha decidido sabiamente hacernos disfrutar a Cristo como recompensa en la era del reino. Esta recompensa es un incentivo que nos motiva a cooperar con Dios y a disfrutar hoy a Cristo. Si no cooperamos, no podremos entrar en la era del reino. El libro de la vida es un registro de los nombres de aquellos que disfrutan a Cristo. Durante la era de la iglesia, todos nuestros nombres figuran en el libro, pero en la era del reino, los nombres de los insensatos serán borrados de este libro. Después del reino milenario, sus nombres serán escritos otra vez en el libro de la vida. Es bueno saber que las bendiciones de Dios en Su salvación son dadas en tres etapas: la era de la iglesia, la era del reino, y la eternidad. Si queremos estar en el reino disfrutando a Cristo en plenitud, tenemos que disfrutar a Cristo en la vida de la iglesia. No pierda hoy la oportunidad. Si disfrutamos a Cristo hoy, seremos recompensados en el reino venidero. Aquellos que pierdan el disfrute especial de Cristo en el reino venidero, serán disciplinados por Dios para que puedan disfrutar a Cristo plenamente. Por consiguiente, al final cuando todos hayamos pasado por estas dos eras, la era de la iglesia y la del reino, habremos madurado en disfrutar a Cristo y entraremos en la eternidad.
Si somos vencedores, el Señor no borrará nuestros nombres del libro de la vida; al contrario, confesará nuestros nombres delante del Padre y de Sus ángeles. Esto indica que los nombres de los creyentes que no quisieron ser vencedores fueron borrados del libro de la vida; por lo tanto, el Señor no confesará sus nombres delante del Padre y de Sus ángeles.
La iglesia muerta reformada necesita oír lo que dice el Espíritu viviente. El conocimiento de la letra muerta nunca puede sustituir lo que dice el Espíritu intensificado. La letra mata (2 Co. 3:6). El Espíritu es el que da vida (Jn. 6:63). Todos los que están en el protestantismo muerto tienen que oír lo que dice el Espíritu.