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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Apocalipsis»
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Mensaje 15

LA IGLESIA EN FILADELFIA: ARREBATADA ANTES DE LA GRAN TRIBULACION Y PUESTA COMO COLUMNA EN EL TEMPLO DE DIOS

  En este mensaje llegamos a la iglesia en Filadelfia, la iglesia en proceso de ser recobrada (Ap. 3:7-13). En griego, Filadelfia significa amor fraternal. La iglesia en Filadelfia prefigura la vida adecuada de iglesia recobrada por los Hermanos, a quienes el Señor levantó en Inglaterra a principios del siglo diecinueve. Tal como la iglesia reformada, representada por la iglesia en Sardis, fue una reacción a la Iglesia Católica apóstata, representada por la iglesia en Tiatira, así también la iglesia del amor fraternal fue una reacción a la iglesia reformada muerta. Esta reacción continuará como testimonio contra el catolicismo apóstata y el protestantismo degradado hasta que el Señor regrese.

I. EL QUE HABLA

A. El Santo, el Verdadero

  El versículo 7 dice: “Esto dice el Santo, el Verdadero”. Para la iglesia del amor fraternal, el Señor es el Santo, el Verdadero, por quien y con quien la iglesia recobrada puede ser santa, separada del mundo, veraz y fiel a Dios.

B. El que tiene la llave de David

  Para la iglesia recobrada, el Señor también es el que tiene “la llave de David” (v. 7), la llave del reino, con la cual puede abrir y cerrar. Pocos conocen el significado de la expresión “la llave de David”. De acuerdo con Génesis 1, cuando Dios creó al hombre, le dio dominio sobre todas las criaturas. Esto indica que en el propósito de Dios, el hombre sería el poder que representaría a Dios en la tierra. Sin embargo, debido a la caída, el hombre perdió este poder y nunca lo ha recobrado completamente. El hombre no ha recuperado el dominio en la tierra para poder representar a Dios. En las vidas de Adán, Abel, Enós, Enoc y Noé no vemos este poder. Tampoco lo vemos en las vidas de Abraham, Isaac y Jacob. Sólo lo vemos cuando el pueblo escogido, los hijos de Israel, entró en la buena tierra y construyó el templo. Aparentemente el templo fue construido por Salomón; pero en realidad fue construido por David. Recuerde lo que se revela en Génesis 1:26. Dios hizo al hombre a Su propia imagen para que éste lo expresara y le dio Su dominio para que pudiera representarlo. El templo está relacionado con la imagen de Dios, puesto que por ser Su casa es Su expresión. El templo fue construido en la ciudad. El templo representa la expresión de Dios, y la ciudad representa el dominio de Dios. La imagen y el dominio revelados en Génesis 1 se cumplen, en cierta medida por lo menos, en el templo y la ciudad. En el templo tenemos la presencia de Dios, Su expresión, y en la ciudad tenemos el dominio de Dios. El rey de Dios gobierna la ciudad en representación del gobierno de Dios sobre la tierra.

  Este es el trasfondo necesario para entender lo que significa la llave de David. La llave que tiene David es la llave de todo el dominio de Dios. El dominio de Dios incluye el universo entero, especialmente el género humano. Este dominio tiene una llave, que está en manos de la persona que peleó por el reino e hizo los preparativos para el templo. El nombre de esta persona es David. David representaba a Dios en cuanto al establecimiento del reino de Dios en la tierra. Por consiguiente, él tiene la llave del dominio de Dios en el universo. Sin embargo, David era solamente el tipo, no la realidad. El verdadero David es Cristo, el gran David. Cristo construyó el templo de Dios, la iglesia, y estableció el reino de Dios. De manera que hoy en la iglesia tenemos la casa y el reino, o sea, la expresión y la representación de Dios. Cristo como el gran David construyó la casa de Dios, el templo verdadero, y estableció el reino de Dios, el dominio en el cual ejerce completa autoridad para representar a Dios. Así que El tiene la llave de David. La llave de David representa a Dios y abre todo el universo para El. Cristo tiene la llave de David. Esto significa que Cristo es el centro de la economía de Dios. El representa y expresa a Dios, y tiene la llave para abrir todo lo que hay en el dominio de Dios.

C. El que abre y cierra

  El versículo 7 también dice que Cristo es “el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”. Debido a que la llave del universo, la llave de la economía de Dios, está en Sus manos, El abre y cierra.

  Como ya dijimos, casi nada de lo que encontramos en el libro de Apocalipsis es nuevo; la mayor parte es el cumplimiento de cosas reveladas en el Antiguo Testamento. Esto también es cierto al referirnos a la llave de David. Isaías 22:22-24 es una profecía acerca de Cristo como el que tiene la llave de David. El pensamiento profundo de lo que significa la llave de David se halla en Isaías. En Isaías 22 se profetizó que Cristo no solamente tenía la llave de David, sino que también sería un clavo o una clavija. Pocos cristianos han oído que Cristo es un clavo. Si usted considera el contexto de Isaías 22 y si lee el contexto de lo que se dice en Apocalipsis 3 acerca de Cristo como el que tiene la llave de David, comprenderá que Cristo tiene la llave de David para abrir la casa de Dios, para abrir el edificio de Dios. El tema crucial de Isaías 22 es la casa de Dios. La epístola a la iglesia en Filadelfia, en realidad habla de la Nueva Jerusalén. Los vencedores que hay en la iglesia de Filadelfia serán columnas en el templo de Dios, y el templo de Dios finalmente vendrá a ser la Nueva Jerusalén. De acuerdo con Apocalipsis 21:22, en la Nueva Jerusalén no hay templo, y esto se debe a que en la eternidad, el templo será agrandado hasta convertirse en una ciudad, cuyas tres dimensiones son iguales (21:16), y será el agrandamiento del Lugar Santísimo. Esto es la consumación de la casa de Dios. Cristo tiene la llave de David, pelea la batalla por Dios, edifica el templo y establece el reino de Dios, con miras al edificio de Dios.

  Cristo tiene la llave de David, con la cual abre y cierra, no para que seamos santos y espirituales, sino para que seamos edificados. El no se preocupa por lo que nosotros llamamos espiritualidad y santidad, sino por nuestra edificación. En estos dos siglos, algunas personas han afirmado ser santas y espirituales. Aunque tuvieron cierta visión, el alcance de su vista era bastante corto. La santidad no tiene como fin que uno sea santo, y el objeto de la espiritualidad no es que uno sea espiritual. Tanto la santidad como la espiritualidad son útiles para hacernos columnas en el templo de Dios. Al final no se nos va a llamar espirituales ni santos, sino la Nueva Jerusalén. En 3:12 el Señor no dijo: “Escribiré sobre él santidad”, ni “Escribiré sobre él espiritualidad”; El dijo: “Escribiré sobre él el nombre de Mi Dios, y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de Mi Dios, y Mi nombre nuevo”. Lo que tenemos aquí no es santidad ni espiritualidad, sino a Dios y a la Nueva Jerusalén. El propósito de Dios no consiste en hacernos santos o espirituales, sino en hacernos parte de la Nueva Jerusalén. Dios ya tiene toda la santidad que necesita, pero aún no tiene la Nueva Jerusalén. El deseo de Dios no es tener más espiritualidad; El busca la Nueva Jerusalén. Dios desea una iglesia edificada. El quiere la Bet-el de hoy, la casa de Dios, la cual tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén. ¿Está usted dispuesto a recibir esta visión?

  Cuando vi esta luz hace dieciocho años, recalqué firmemente que Dios no quiere espiritualidad. Algunos opositores sacaron esta expresión de su contexto y dijeron: “Escuchen, Witness Lee dice que no necesitamos espiritualidad y que Dios no quiere espiritualidad”. En ese mensaje repetí una y otra vez que la espiritualidad que no edifique la casa de Dios no es genuina. Nuestra espiritualidad debe ser probada por la vida de la iglesia. Si nuestra espiritualidad no encaja dentro de la vida de la iglesia, entonces es una espiritualidad anormal. No suministra nada al Cuerpo, y por ende, es un cáncer. Muchas de las personas que consideramos espirituales son como el cáncer. El cáncer es una enfermedad de las células del cuerpo. Las células, a diferencia de los microbios, son parte del cuerpo, y no tienen nada malo. Pero si las células no conservan el equilibrio y se concentran en un solo sitio, constituirán un cáncer. La espiritualidad que no puede ser probada, corregida, equilibrada, y que no encaja dentro de la edificación de la iglesia es un cáncer.

  El que habla a la iglesia en Filadelfia tiene la llave de David, no para hacernos santos y espirituales, sino para juzgarnos a fin de transformarnos y edificarnos. Una vez que hayamos sido edificados, Cristo se hará como un clavo para nosotros, y seremos los vasos colgados de El. Primero Cristo tiene la llave de David, y al final nos tendrá a nosotros. Cristo usó la llave para abrir la puerta de nuestra prisión. Antes de venir a la vida de la iglesia, estábamos encarcelados. Algunos, por ejemplo, estaban encerrados en el calabozo del catolicismo. Pero dondequiera que hubiésemos estado, Cristo, el que tiene la llave de David, abrió nuestra cárcel y nos libertó. En nuestra experiencia todas las puertas que Cristo abrió eran puertas de cárceles. Aunque los opositores hacen lo posible por encarcelarnos y hacer de la iglesia una cárcel, la llave que está en la mano de Cristo nos libra. Por ser el David de hoy, El tiene la llave para abrir cualquiera cosa que Dios desee abrir. Una vez que abre la puerta y nos liberta, nosotros entramos en la casa de Dios donde formamos parte de la familia y junto con muchos vasos estamos sostenidos por Cristo como el clavo. Si permanecemos metidos en nuestra mente, no nos daremos cuenta de que estamos sostenidos de esta manera. De manera que Cristo es el clavo en la casa de Dios, y como tal nos sostiene por encima de la tierra.

  En primer lugar, Cristo usa la llave para libertarnos de la cárcel. Después de libertarnos y de introducirnos en la casa de Dios, El viene a ser el clavo que nos sostiene sobre la tierra. El hace esto con el fin de que podamos ser transformados en una columna de la casa de Dios. Al final nosotros, las columnas, seremos parte de la Nueva Jerusalén. Como veremos más adelante, el hecho de que Cristo escriba el nombre de la Nueva Jerusalén sobre nosotros, significa que hemos sido transformados en parte de la Nueva Jerusalén. Si usted ve esto, su perspectiva cambiará. Es posible que anteriormente hayamos buscado espiritualidad o santidad, pero lo hacíamos sin ninguna meta. Dios no era nuestra meta. No habíamos visto que el objeto de la santidad y la espiritualidad es el edificio de Dios. En la actualidad, Cristo, el verdadero David, usa la llave para sacarnos de la cárcel. Luego nos conduce a la casa de Dios para que seamos transformados en columnas y en parte de la Nueva Jerusalén. En esto consiste la vida de la iglesia, y éste es el templo de Dios. En este templo nuestro Cristo es un gran clavo que nos sostiene pendiendo sobre la tierra para que Dios obtenga Su edificio.

II. LA CONDICION DE LA IGLESIA

A. Tiene poca fuerza

  En Apocalipsis 3:8 vemos la condición de la iglesia en Filadelfia. Primeramente, la iglesia tenía “poca fuerza”. Muchas veces estimamos demasiado a la iglesia en Filadelfia, pensando que era fuerte y prevaleciente. En realidad no era así. Algunos pueden pensar que cuando el Señor levantó a los Hermanos en Inglaterra hace ciento cincuenta años, cada uno de ellos era como David. Mientras nosotros tenemos en tan alta estima a la iglesia en Filadelfia, el Señor dice que ella tiene “poca fuerza”. Al Señor no le complace que seamos fuertes, sino que usemos nuestra poca fuerza lo mejor que podamos. No trate de ser fuerte. Tal vez los fuertes no agraden al Señor tanto como los que hacen lo que pueden con la poca fuerza que tienen. Usted nunca puede sobrepasar lo que el Señor le da. Simplemente use lo que ha recibido de El. No usurpe la gracia del Señor. Ninguno de nosotros puede decir que no ha recibido nada del Señor. Hasta el mas pequeño de nosotros ha recibido de Dios cierta medida de gracia. Usted debe usar esa gracia, haciendo lo que pueda. Si hace esto, el Señor lo apreciará y dirá: “Bien hecho. Aunque tienes poca fuerza, has guardado Mi palabra con la poca fuerza que tienes”. No procure ser un gigante. El Señor no se complace en los gigantes; El se complace en los pequeños que tienen cierta medida de gracia. Aunque la gracia tal vez sea limitada en su capacidad, siempre que la usemos haciendo lo posible por guardar la palabra del Señor, El estará satisfecho.

B. Guarda la palabra del Señor

  En el versículo 8 el Señor dice que la iglesia en Filadelfia guarda Su palabra. Una excelente característica de la iglesia en Filadelfia es que guarda la palabra del Señor. Según la historia, ningún otro grupo de cristianos ha guardado la palabra del Señor tan estrictamente como los de la iglesia en Filadelfia. De la misma manera, por la gracia del Señor nosotros guardamos hoy Su palabra. Aunque muchos nos condenan, diciendo que somos herejes, entre los cristianos de hoy ninguno estima la palabra del Señor más que nosotros. Nosotros guardamos la Palabra de Dios, no en una forma tradicional, sino en conformidad con la Palabra pura. Esto ofende a los que se empecinan en preservar las tradiciones de sus antepasados. La iglesia en Filadelfia no se interesa por la tradición; sólo le interesa la Palabra de Dios.

C. No niega el nombre del Señor

  En el versículo 8 el Señor también dice que la iglesia en Filadelfia no había negado Su nombre. Desde que surgieron los Hermanos en Inglaterra, a principios del siglo diecinueve, no han tomado ningún nombre que no sea el nombre del Señor. La palabra del Señor es Su expresión y Su nombre es El mismo. La iglesia apóstata se desvió de la palabra del Señor y se volvió a la herejía. Aunque la iglesia reformada recobró la palabra del Señor hasta cierto punto, ha negado el nombre del Señor al ponerse otros nombres, tales como luteranos, wesleyanos, anglicanos, presbiterianos y bautistas. La iglesia recobrada no sólo ha regresado por completo a la palabra del Señor, sino que también ha abandonado todos los demás nombres que no sean el nombre del Señor Jesucristo. La iglesia recobrada le pertenece exclusivamente al Señor, y no tiene nada que ver con ninguna denominación (ningún nombre). Desviarse de la palabra del Señor es apostasía, y denominar a la iglesia con cualquier otro nombre que no sea el del Señor es fornicación espiritual. La iglesia, como virgen pura desposada con Cristo (2 Co. 11:2), no debe tener otro nombre que no sea el de su Marido. Todos los otros nombres son una abominación a los ojos de Dios. En la vida de iglesia recobrada no hay lugar para la enseñanza de Balaam (2:14), ni la de los nicolaítas (2:15), ni la de Jezabel (2:20), ni las doctrinas misteriosas de Satanás (2:24); sólo existe la palabra pura del Señor. ¡Amén! La iglesia recobrada no tiene denominaciones (nombres); sólo tiene el nombre del Señor Jesucristo. Desviarse de la palabra, adherirse a las herejías y exaltar muchos otros nombres que no sean el de Cristo son las señales más notorias del cristianismo degradado. Regresar a la palabra pura apartándose de todas las herejías y tradiciones, y exaltar el nombre del Señor abandonando cualquier otro nombre constituye el testimonio más animante en la iglesia recobrada. Por esta razón la iglesia en el recobro del Señor tiene la revelación y la presencia del Señor y lo expresa de una manera viva, llena de luz y con las riquezas de vida.

  No necesitamos nombres como luteranos, metodistas, bautistas, episcopales, presbiterianos ni ningún otro, puesto que tenemos un nombre que es suficiente, el nombre que es sobre todo nombre. Tenemos solamente un nombre: el nombre de nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Es un asunto serio adoptar un nombre. Suponga que usted es la señora González. Si usted se llama a sí misma la señora García, esto indica que ha cometido adulterio. La iglesia debe tener un solo esposo, un solo nombre, el nombre de Jesucristo. En cierta ocasión algunos amigos de las denominaciones me preguntaron: “¿Por qué ustedes se llaman la iglesia?” “¿Por qué dicen que nosotros no somos la iglesia?” Contesté: “Ustedes se llaman presbiterianos. Eso no es culpa mía, ustedes se han autodenominado así. Si ustedes son la iglesia, ¿por qué se designan con ese nombre? ¿Es usted la señora González? ¿Entonces por qué se llama señora García? Cuando le llamo a usted señora García, y digo que yo soy la señora González, usted se pone celoso. No me censure por eso, es usted quien se da el nombre de señora García”. Después de esto, todas las bocas callaron. No piense que un nombre es una cosa pequeña. Hemos sido salvos en el nombre del Señor. Nunca debemos tomar ningún nombre aparte del Suyo. Jorge Whitefield, contemporáneo de Juan Wesley, una vez declaró que además del nombre de Jesucristo él no tendría otro nombre. Aunque Whitefield era inglés, se rehusó a llevar el nombre de la Iglesia de Inglaterra, y jamás volvió a pertenecer a ese nombre. La iglesia en Filadelfia no niega el nombre del Señor, y no tiene otro nombre excepto el de El.

  Algunos han discutido con nosotros diciendo: “No hemos negado nunca el nombre del Señor”. A lo cual replicamos: “Si bien es cierto que ustedes nunca han negado el nombre del Señor, también es cierto que han tomado otro nombre además de Su nombre, e incluso lo ponen por encima del nombre del Señor. Ahora tienen dos nombres. ¿Por qué no abandonan el otro nombre que han tomado? Si ustedes abandonan ese otro nombre, entonces podremos ser uno. Todos los otros nombres causan divisiones. Usted se llama presbiteriano. Aborrezco ese nombre, porque al tomarlo me hace un fornicario. De manera que a ustedes les agrada pero yo lo aborrezco; si ustedes continúan asidos a él, ¿cómo podemos nosotros ser uno? Pero si abandonan ese nombre, inmediatamente seremos uno en el único nombre, el nombre del Señor Jesucristo”. Algunos dicen que el nombre que cuelgan en el edificio donde se reúnen no es más que un letrero, y que a ellos en realidad no les interesa. Si no les interesa, deberían probar que es cierto quitándolo. Algunos dicen que no se puede hacer debido a la oposición de los dirigentes de la “iglesia”. Mi respuesta fue: “Entonces tienen que aceptar que ustedes son los responsables de la división”.

D. Tiene una puerta abierta

  En el versículo 8 el Señor dice: “He aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar”. El Señor, por ser el que tiene la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, ha dado a la iglesia recobrada “una puerta abierta, la cual ninguno puede cerrar”. Desde que comenzó el recobro de la vida adecuada de iglesia, a principios del siglo diecinueve, hasta ahora, siempre ha tenido una puerta abierta. Cuanto más trata el cristianismo organizado de cerrar la puerta, más se abre ésta. A pesar de tanta oposición, la puerta sigue abierta en todo el mundo. La llave está en manos de la Cabeza de la iglesia, no en la de los opositores. ¡Aleluya, tenemos una puerta abierta! Durante estos cincuenta años, las denominaciones han hecho lo posible por cerrar esta puerta. Cuanto más han tratado de cerrarla, más la ha abierto el Señor. Nadie puede negar que hay una puerta abierta hoy para el recobro del Señor. El Señor tiene la llave. En tanto que permanezcamos en Su recobro, la puerta permanecerá abierta para nosotros.

III. EL SOMETIMIENTO DE LA RELIGION JUDIA

  El versículo 9 dice: “He aquí, voy a hacer que los de la sinagoga de Satanás, los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten... he aquí, voy a hacer que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que Yo te he amado”. Las sinagogas judías se aferran al judaísmo, el cual comprende la mediación de los sacerdotes, las ordenanzas de la letra, el templo físico y las promesas terrenales. La iglesia recobrada ha derrotado al judaísmo exponiendo el error de los judíos de aferrarse a las cuatro cosas mencionadas, y ha hecho que ellos reconozcan que el Señor ama a la iglesia. Como dijimos en el mensaje once, los judaizantes eran judíos en la carne pero no en el espíritu. Por su obstinación y apego a sus tradiciones y conceptos, se hicieron uno con Satanás y se opusieron al camino de vida con el cual Dios cumpliría Su propósito. En consecuencia, el Señor los llama “sinagoga de Satanás”. Sin embargo, de acuerdo con la epístola a la iglesia en Filadelfia, los judíos opositores son subyugados ante la iglesia, y reconocen que el Señor ama a la iglesia.

  En la actualidad todas las denominaciones son en realidad sinagogas. ¿Sabe usted lo que es una sinagoga? Como se revela en los capítulos doce, catorce, quince y dieciséis de Deuteronomio, la economía de Dios consiste en tener un solo y único templo en la tierra. El Señor ordenó a Su pueblo en Deuteronomio que no tuviera ningún otro centro de adoración que no fuera el que El escogiera. El lugar escogido fue Jerusalén, y allí Dios hizo construir el templo. Este único templo, no solamente demuestra que el testimonio de Dios debe ser uno solo, sino que también mantiene la unidad del pueblo. No obstante, el pueblo de Dios se degradó, y debido a esto, entró la división. Como resultado de esta división el pueblo de Dios fue dispersado, y perdió la unidad. Puesto que ellos tenían que seguir adorando a Dios, y puesto que no tenían derecho a construir el templo salvo en el sitio designado por Dios en Jerusalén, establecieron centros de adoración o sinagogas por todas partes. Una sinagoga es un centro de adoración degradado. Sólo debe haber un templo, pero hay muchas sinagogas, las cuales son divisivas. Este es un tipo o figura de la degradación de la iglesia. Cuando aplicamos esta tipología a la situación de la iglesia, vemos que en la economía de Dios la iglesia es una sola. La iglesia se dividió por causa de la degradación. En cada facción hay un centro de adoración. Estos centros de adoración han venido a ser las sinagogas de hoy. Así como el templo era uno solo, y había muchas sinagogas, asimismo la iglesia es una sola y las denominaciones y grupos libres son muchos.

  Cuando se escribieron las epístolas a las siete iglesias, la iglesia fue calumniada por la sinagoga judía (2:9). Pero al final la sinagoga comprendió que el Señor amaba a la iglesia en Filadelfia. Esto es una señal de la verdadera iglesia en Filadelfia que el Señor levantó hace ciento cincuenta años. En la última parte de la década de los años 1820, surgieron en Inglaterra los Hermanos, como el cumplimiento de la iglesia en Filadelfia. En ese entonces, ellos estaban rodeados, no por las sinagogas judías, sino por las sinagogas de las denominaciones, las cuales los criticaron y los calumniaron. En estos últimos cincuenta años, también nosotros hemos sido objeto de calumnias y rumores, y hasta la fecha circulan muchos rumores y calumnias sobre nosotros. Esos rumores y calumnias se originan en las sinagogas de hoy. Sin embargo, es innegable que el Señor ama el recobro, y al final todos los calumniadores reconocerán este hecho.

  Algunos calumniadores dicen: “No podemos explicar por qué ellos son tan prevalecientes”; otros dicen: “Ellos verdaderamente entienden la Biblia”; otros confiesan: “Ellos siempre tienen nueva luz”. Cualquier luz y entendimiento que nosotros tengamos, es una bendición que viene del que tiene la llave de David. No me jacto de mí mismo, sino de las bendiciones del Señor. La presencia del recobro del Señor en este país no es obra del hombre. ¿Quién puede hacer tal cosa? Ciertamente yo no puedo. Con el tiempo, todos los que critican el recobro del Señor serán sometidos, y comprenderán que Jesucristo nos ama. Espere un tiempo y verá más claramente cuánto ama el Señor Sus iglesias. El vindicará Su iglesia ante todas las denominaciones. Nuestra obra no es la obra común que hacen en la cristiandad, ni tampoco una actividad bajo el control humano. No, ésta es la obra del recobro del Señor. Este es el deseo que Dios tiene en Su corazón, y El se complace en él. Cuando la gente toca este asunto, toca la niña de Sus ojos. El Señor ama a Filadelfia, y los opositores judíos de la sinagoga de Satanás fueron sometidos delante de la iglesia debido a que el amor del Señor por Su iglesia fue dado a conocer a las sinagogas.

IV. EL MANDATO DEL SEÑOR

  En el versículo 11 vemos el mandato de Dios: “Yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”. La iglesia recobrada ya ha ganado una corona. Sin embargo, si no guarda lo que tiene en el recobro del Señor hasta que El venga, alguien le podría quitar su corona.

V. EL SEÑOR PROMETE GUARDAR AL QUE VENZA

  Consideremos la promesa hecha a los que venzan en Filadelfia (vs. 10-12). En esta epístola vencer significa retener lo que poseemos en la iglesia recobrada.

A. Lo guardará de la hora de prueba

  El versículo 10 dice: “Por cuanto has guardado la palabra de Mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre toda la tierra habitada, para probar a los que moran sobre la tierra”. “La palabra de Mi perseverancia” es la palabra de los padecimientos del Señor. El Señor hoy continúa sufriendo rechazo y persecución con paciencia. Nosotros somos copartícipes no sólo de Su reino sino también de Su perseverancia (1:9). Por consiguiente, la palabra que nos da hoy es la palabra de perseverancia. Para guardar la palabra de Su perseverancia, debemos experimentar el rechazo y la persecución que El sufrió.

  “La prueba” en este versículo denota indudablemente la gran tribulación (Mt. 24:21) “que ha de venir sobre toda la tierra habitada”, como lo indican la quinta, la sexta y la séptima trompetas con las siete copas (8:13—9:21; 11:14-15; 15:1; 16:1-21). El Señor promete a la iglesia recobrada que El la guardará “de la hora de la prueba” (no solamente de la prueba, sino de la hora de la prueba) porque ella ha guardado la palabra de Su perseverancia. Esta promesa del Señor, igual que la que hace en Lucas 21:36, indica que los santos que hayan guardado la palabra de la perseverancia del Señor serán arrebatados antes de la gran tribulación, lo cual implica que los que no guarden la palabra de Su paciencia serán dejados en la gran tribulación.

B. El Señor viene pronto

  En el versículo 11 el Señor le dice a la iglesia recobrada que El viene pronto. En esta epístola el Señor comunica a la iglesia el sentir de que viene porque ella lo ama. Todas las iglesias del recobro del Señor deben amarle inspiradas por Su regreso. Debemos tener en alta estima el pronto regreso del Señor mientras damos testimonio de El en Su recobro.

C. La corona

  El Señor dio una corona a la iglesia recobrada. Y ésta la debe guardar hasta que El venga, puesto que es una recompensa.

D. Lo hará columna en el templo de Dios

  En el versículo 12 el Señor dice: “Al que venza, Yo lo haré columna en el templo de Mi Dios, y nunca más saldrá de allí”. En 2:17 el que venza será una piedra transformada para el edificio de Dios. Aquí será hecho una columna edificada en el templo de Dios. El que haya vencido “nunca más saldrá de allí”, pues es parte del edificio de Dios. Esta promesa, como premio para el vencedor, se cumplirá en el reino milenario. Vencer dentro de la iglesia en Filadelfia no consiste en obtener algo ni en vencer cierto asunto, sino en guardar lo que recibimos en el recobro del Señor hasta el fin. Si usted hace esto, el Señor lo hará columna en el templo de Dios. Esto nos recuerda el sueño que tuvo Jacob en Génesis 28. Después de que tuvo el sueño, erigió una columna con la piedra que había usado de almohada. Esa columna estaba relacionada con el edificio de Dios. Los vencedores que había en Filadelfia serán columnas en el templo de Dios. El principio que se aplica hoy es el mismo. El Señor ha determinado un buen número de piedras para hacerlas columnas en Su recobro. Alabado sea el Señor que hay muchas columnas entre nosotros. Una vez que una piedra forma parte de una columna del edificio, nunca más puede ser quitada, puesto que es parte del edificio. Algunos están en la iglesia por un corto tiempo o por varios meses y luego se retiran. Pero si usted ha sido hecho parte del templo como una columna, ya no se puede retirar ni aunque quisiera. Si uno puede retirarse de la iglesia, ello significa que nunca ha sido parte de ella.

E. Escribirá sobre él

1. El nombre de Dios

  En el versículo 12 el Señor también promete al vencedor: “Escribiré sobre él el nombre de Mi Dios, y el nombre de la ciudad de Mi Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de Mi Dios, y Mi nombre nuevo”. Primeramente, el Señor dice que escribirá sobre el vencedor el nombre de Dios. Un nombre es una designación. Su nombre designa quién es usted. Si el vencedor lleva el nombre de Dios, entonces Dios se ha forjado en él. Solamente cuando Dios se ha forjado en nosotros, somos dignos de llevar Su nombre. Esto no quiere decir que nosotros nos volvemos Dios; significa que Dios se forja en nosotros y que nosotros llegamos a ser uno con El. Por consiguiente, el Señor nos da una designación: Dios. “Dios” está sobre el vencedor, lo cual indica que ha sido saturado de Dios. Cuando uno ve al vencedor, ve a Dios.

2. El nombre de la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén

  En segundo lugar, el Señor promete escribir sobre los vencedores el nombre de la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén. Llevar el nombre de la Nueva Jerusalén significa ser parte de la Nueva Jerusalén. Esto indica que la Nueva Jerusalén ha sido forjada en los vencedores. Así que, el que venza también llevará la designación de la Nueva Jerusalén. Lo que el Señor escribe siempre concuerda con los hechos. Sería absurdo escribir la palabra “león” sobre un mono, o la palabra “cordero” sobre un gato. Cuando el Señor escriba los nombres de Dios y de la Nueva Jerusalén sobre nosotros, esto revela que somos uno con Dios y parte de la Nueva Jerusalén.

3. El nuevo nombre del Señor

  Finalmente, el Señor promete escribir Su nombre nuevo sobre el que venza. Ese nuevo nombre corresponderá a nuestras experiencias. No puedo decirles cuál será el nuevo nombre, porque éste concordará con las experiencias personales que hayamos tenido con El. En otras palabras, lo que experimentemos del Señor se hará parte de nosotros. Experimentamos a Dios, y Dios viene a ser parte de nosotros. Experimentamos la Nueva Jerusalén, y eso también se convierte en parte nuestra. Por consiguiente, el Señor nos designará escribiendo sobre nosotros el nombre de Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén y Su nombre nuevo. Esto indica que seremos uno con Dios, parte de la Nueva Jerusalén, y habremos experimentado al Señor como parte de nosotros.

  El nombre de Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén, y el nuevo nombre del Señor escritos sobre el vencedor, indican que éste es posesión de Dios, de la Nueva Jerusalén y del Señor; también indican que Dios mismo, Su ciudad (la Nueva Jerusalén), y el Señor mismo le pertenecen; y que él es uno con Dios, con la Nueva Jerusalén y con el Señor. El nombre de Dios designa a Dios mismo; el nombre de la Nueva Jerusalén denota la ciudad misma, y el nombre del Señor designa al Señor mismo. El nombre de Dios, el nombre de la Nueva Jerusalén y el nombre del Señor están escritos sobre el vencedor, lo cual indica que lo que Dios es, la naturaleza de la Nueva Jerusalén, y la persona del Señor han sido forjados en él. La mención de la Nueva Jerusalén como premio para el vencedor indica que esta promesa se cumplirá en el reino milenario. La Nueva Jerusalén en el reino milenario será un premio sólo para los santos vencedores, mientras que la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva será la porción común de todos los redimidos por la eternidad.

VI. LO QUE EL ESPIRITU DICE

  La iglesia recobrada debe prestar atención a lo que dice el Espíritu. Cuanto más amemos al Señor y más estemos en Su recobro, más necesitamos las ricas palabras del Espíritu intensificado.

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