Mensaje 20
En este mensaje consideraremos el quinto y el sexto sellos. De acuerdo con el relato de Apocalipsis, los primeros cuatro sellos no son consecutivos, sino simultáneos. Empiezan a suceder casi al mismo tiempo y concluirán también al mismo tiempo. Es muy similar a una carrera de cuatro caballos, donde éstos comienzan y terminan casi al mismo tiempo. Los siete sellos pueden dividirse en dos grupos, uno de cuatro y otro de tres. Los primeros cuatro sellos no son consecutivos, mientras que los últimos tres sí lo son.
Como vimos, los primeros cuatro sellos presentan la era del Nuevo Testamento, en la cual se predica el evangelio. La predicación del evangelio, que se inició cuando Cristo ascendió, continuará hasta Su regreso. Las demás cosas principales, o sea, la guerra, el hambre y la muerte, en conjunto, fomentan la predicación del evangelio. Dios tiene un propósito único en esta era: la predicación del evangelio y la producción y edificación de la iglesia, que es el resultado de dicha predicación, lo cual cumple Su plan eterno. Todos necesitamos tener esta vista general. Los grandes hombres de la tierra carecen de esta vista panorámica. Ni los reyes ni los presidentes de las naciones saben lo que están haciendo, pero nosotros sí lo sabemos. Todo lo que estos gobernantes hacen promueve la predicación del evangelio. Esto muestra la soberanía de Dios.
El libro de Apocalipsis comienza con las iglesias locales, cuyo centro es Cristo, y termina en la Nueva Jerusalén, donde Cristo es la centralidad y la universalidad. Entre estos dos extremos del Apocalipsis, tenemos la era de la iglesia y el reino. En la era de la iglesia, la era del Nuevo Testamento, Dios lleva a cabo una sola cosa: El produce las iglesias mediante la predicación del evangelio completo. Los veintisiete libros del Nuevo Testamento constituyen el evangelio completo. El propósito de Dios no consiste simplemente en salvar un grupo de pecadores desventurados. Este concepto es demasiado pobre, y muchas personas filosóficas se rehusan a aceptarlo. Ellos necesitan saber que la predicación del evangelio tiene un propósito más elevado y que está en el plano más alto: producir las iglesias para conformar la Nueva Jerusalén. Después de la era de la iglesia, vendrá la era del reino. En la era del reino Dios cumplirá lo que no haya sido completado y perfeccionado en la era de la iglesia. El propósito de Dios se completará después de la era del reino. Entonces entraremos en la eternidad, en el cielo nuevo y la tierra nueva, con la Nueva Jerusalén, compuesta de todos los redimidos. Esta es un vista panorámica del universo.
Como ya dijimos, en los cuatro sellos tenemos un panorama de lo que sucede entre la ascensión de Cristo y Su regreso. Cuatro cosas ocurren simultáneamente: la predicación del evangelio, la guerra, el hambre y muerte. El segundo caballo, el tercero y el cuarto apresuran la predicación del evangelio. Si no hubiera habido guerra, yo no estaría en este país. Anteriormente, ninguno de quienes estábamos en el recobro del Señor en China intentó venir al hemisferio occidental. Pensábamos que era probable que después que hubiéramos laborado hasta cierta medida en el recobro, el Señor usaría otras personas o medios, probablemente misioneros, o la traducción de libros, para llevar el recobro al mundo occidental. Pero repentinamente, en 1949, la China continental fue invadida. Como resultado, el recobro del Señor fue traído a este país. Habiendo sido enviado a Taiwán por la obra, estuve profundamente atribulado por la gran pérdida que sufrió el recobro del Señor en la China continental. Día y noche preguntaba al Señor: “¿Qué significa esto? ¿Por qué se ha perdido el trabajo?” Finalmente el soberano Señor trajo Su recobro a este país. Esto revela que en la mano soberana del Señor, hay una sola cosa en esta era: la predicación del evangelio completo, lo cual produce las iglesias locales a fin de edificar la morada eterna de Dios, la Nueva Jerusalén. Cuando tenemos la vista panorámica, podemos ir al libro de Apocalipsis y entenderlo adecuadamente y con exactitud.
Los siete sellos están divididos, primero, en grupos de cuatro y tres, y, segundo, en grupos de seis y uno. El número cuatro representa a las criaturas, simbolizadas por los cuatro seres vivientes, y el número seis representa la creación, pues ésta fue terminada en seis días. El número tres representa al Dios Triuno, y el número uno representa al único Dios. Por consiguiente, tanto cuatro más tres como seis más uno indican que los siete sellos llevan a Dios, por medio de Su juicio, todo lo que El creó.
El quinto sello revela el martirio por el cual pasan muchos cristianos desde el primer siglo hasta finales de esta era. (Esto quizá incluya el martirio de los santos del Antiguo Testamento, Mt. 23:34-36.) Mientras la predicación del evangelio progresa, como lo indica el primer sello, los santos fieles siguen muriendo como mártires.
Durante la era de la predicación del evangelio, muchos santos han sido martirizados debido a la palabra de Dios y el testimonio de Jesús. Esteban, Pedro, y casi todos los demás apóstoles murieron como mártires. El apóstol Juan fue exiliado, y Pablo fue encarcelado y más tarde sentenciado a muerte. A través de los siglos, adondequiera que la predicación del evangelio se ha extendido, ha habido martirio. Millares de los que han sido fieles al testimonio del Señor han muerto como mártires. En cierto sentido, aun el hermano Nee murió así. Casi todos los colaboradores que eran mis contemporáneos durante los últimos veintiséis años fueron martirizados, pues fueron encarcelados y estuvieron en prisión hasta su muerte.
El martirio de los santos no se debe a que se hayan opuesto a algún precepto humano; se debe a la palabra del Señor y al testimonio de Jesús. La palabra de Dios es las buenas nuevas, el evangelio que ellos proclaman. El testimonio de Jesús es la vida que ellos expresan. La sociedad humana con su cultura está bajo la influencia de Satanás, como dice en 1 Juan 5:19: “El mundo entero yace en poder del maligno”. La predicación de la palabra del Señor y el testimonio de Jesús son contrarios al rumbo satánico del mundo. Ciertamente Satanás aborrece esto. Por lo tanto, cuando los santos predican la palabra en cualquier lugar y expresan en sus vidas el testimonio de Jesús, Satanás instiga a la gente a que los persiga, hasta darles muerte si es posible. Esta no es una guerra entre los hombres comunes y los santos, sino entre Satanás y Dios. Vendrá el tiempo cuando Dios vengará a Sus santos trayendo Su justo juicio sobre la tierra, la cual está bajo la maligna influencia de Satanás.
En Apocalipsis 6:10, hablando de “las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían”, dice que “clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” En 6:9 vemos que las almas están debajo del altar. Esto denota los sacrificios inmolados en el altar. Cuando un sacrificio era ofrecido en el altar, su sangre corría hasta caer debajo del altar. El alma de la carne está en la sangre (Lv. 17:11). Queda implícito en el hecho de que las almas de los mártires estén bajo el altar, que a los ojos de Dios todos ellos fueron ofrecidos a El como sacrificios hechos en el altar y que la sangre, la vida, de ellos fue derramada allí. Ahora están debajo del altar. En tipo y figura el altar estaba en el atrio del tabernáculo y del templo, y este atrio representa la tierra. Por lo tanto, “bajo el altar” significa debajo de la tierra, donde están las almas de los santos martirizados. Este es el paraíso adonde el Señor Jesucristo fue después de Su muerte (Lc. 23:43). Está en el corazón de la tierra (Mt. 12:40), y debe de ser la sección agradable del Hades, donde está Abraham (Hch. 2:27; Lc. 16:22-26).
Hoy, los santos martirizados están en el paraíso debajo del altar, o sea, debajo de la tierra. Es un error decir que estos santos están en el cielo. En la Biblia anotada de Scofield, hay una nota en Lucas 16:23 que indica que el paraíso estaba debajo de la tierra antes de la resurrección de Cristo, pero cuando Cristo resucitó, fue trasladado de allí al tercer cielo. No obstante, en el día de Pentecostés, cincuenta días después de la resurrección del Señor, Pedro dijo: “David no subió a los cielos” (Hch. 2:34). Hasta el día de Pentecostés, David no estaba en los cielos. En el libro Las primicias y la cosecha, página 54, G. H. Lang, uno de los últimos maestros entre los Hermanos, dice que “la Escritura jamás afirma” que después de la ascensión de Cristo, el paraíso haya sido trasladado de debajo de la tierra al tercer cielo, “sino que está totalmente en contra de ese concepto”. El también hace alusión al versículo de Hechos 2 donde Pedro dice que David no estaba en el cielo. Menciono esto con el fin de que nos demos cuenta de que todos los santos que murieron como mártires todavía están en el paraíso debajo del altar.
Muchos cristianos no saben que el paraíso está en el Hades. La prueba más evidente de esto se halla en lo que el Señor dice en Lucas 23:43 al ladrón que fue salvo: “De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso”. En Hechos 2:27, 31 se revela que después de que el Señor murió fue al Hades. Mateo 12:40 indica que el Hades está en “el corazón de la tierra” donde el Señor Jesús estuvo por tres días y tres noches después de Su muerte. En el Hades hay una sección confortable, que se compara con el seno de Abraham, donde estaba Lázaro (Lc. 16:23). Este no es el Paraíso celestial, sino el que está en el Hades. Basándose en 2 Corintios 12:2-4 algunos han aseverado que cuando Pablo fue “arrebatado al paraíso” fue “arrebatado al tercer cielo”. Pero dicho pasaje no prueba que el paraíso esté en el tercer cielo; por el contrario, demuestra lo opuesto. La letra “y” al comienzo del versículo 3 comprueba que el arrebatamiento de Pablo “al tercer cielo” y el arrebatamiento “al paraíso”, mencionado en los versículos 3 y 4 son dos cosas diferentes. Por un lado Pablo estaba en la tierra, pero por otro, fue “arrebatado” a los cielos y también “al paraíso”. De esta manera, Pablo recibió una visión completa del universo. Desde el punto de vista humano, el universo consta de tres secciones: los cielos, la tierra y la parte que está debajo de la tierra (cfr. Fil. 2:10). Pablo conoció las cosas de la tierra, las cosas de los cielos y las cosas del paraíso. El tuvo la más notable revelación del universo y de la relación de éste con el hombre.
Cuando los salvos mueren, se hallan desnudos, es decir, sin cuerpo. Si un ser humano no tiene cuerpo, está desnudo, o sea, en una condición anormal. Nadie puede estar en la presencia de Dios, en el tercer cielo, en una condición anormal de desnudez. Por consiguiente, los santos que mueren son guardados en un lugar placentero hasta el día de su resurrección, cuando Dios les pondrá un cuerpo resucitado y serán personas completas y normales.
Tal vez algunos se pregunten cuál es el significado de Filipenses 1:23 donde Pablo dice que tiene el deseo de “partir y estar con Cristo”. Parece que Pablo dijera: “Si muero, estaré con Cristo”. Estar con Cristo no es un asunto absoluto sino relativo. En la actualidad estamos con Cristo. Dondequiera que estemos, estamos con El. Mientras estamos en este cuerpo físico, no estamos tan cerca de Cristo como cuando morimos, pues entonces salimos de este mundo y entramos en otra esfera. Esto no significa que cuando los creyentes mueren son llevados a los cielos. Esto sólo ocurrirá el día de la resurrección y el arrebatamiento.
Algunos pueden alegar, basándose en 1 Tesalonicenses 4, que los santos están con Cristo en el cielo. Afirman que cuando Cristo regrese, traerá consigo a los creyentes que hayan muerto, lo cual demuestra que ellos están con El ahora en el cielo. Si usted lee este capítulo detenidamente, verá que “los muertos en Cristo resucitarán primero” y “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes” (1 Ts. 4:16-17). Según 1 Tesalonicenses 4 los santos que murieron serán resucitados y, junto con los que vivan, serán arrebatados a los aires al encuentro de Cristo. Debemos leer la Biblia cuidadosamente, sin apegarnos a las enseñanzas tradicionales y superficiales de hoy. Tenemos que ver claramente que los santos salvos no están en el cielo, sino en un lugar placentero que la Biblia llama el Paraíso, el lugar adonde fue el Señor Jesús después de Su muerte.
Después de esperar un largo tiempo, cerca del final de esta era, los santos que fueron mártires claman pidiendo venganza, instando al Señor a que juzgue y vengue la sangre de ellos “en los que moran en la tierra”.
El versículo 11 dice: “Y a cada uno se le dio vestiduras blancas; y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que habían de ser muertos como ellos”. Las vestiduras blancas indican que su martirio había sido aprobado por Dios. Los que “habían de ser muertos” se refiere a aquellos que perderán la vida durante la gran tribulación (20:4).
De acuerdo con la expresión “todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número”, el clamor de los santos martirizados debe de producirse casi al final de esta era. Todavía estamos en los primeros cuatro sellos. El quinto sello aún no ha venido. Sin embargo, creo que estamos cerca del tiempo en que se abrirá el quinto sello.
El sexto sello (6:12-17), el cual marca el principio de las calamidades sobrenaturales, constituye la respuesta de Dios al clamor de los santos martirizados que se mencionan en el quinto sello. Después de la apertura del sexto sello, el Señor vendrá a sacudir la tierra y la multitud de los cielos. La tierra se sacudirá con violencia; el sol se pondrá negro como saco hecho de crin; la luna se volverá como sangre; las estrellas del cielo caerán a la tierra como la higuera arroja sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento; el cielo desaparecerá como un pergamino que se enrolla, y todo monte y toda isla serán removidos de su lugar (6:12-14). Este gran sacudimiento será una advertencia para los moradores de la tierra. Esto les advertirá que se arrepientan y se vuelvan a Dios. Parece que Dios les estuviera diciendo: “Moradores de la tierra, ustedes se ocupan de sí mismos. No se interesan por Mí. Ahora es tiempo de sacudir la tierra como una advertencia para ustedes”. Algunos blasfemarán diciendo ser Dios, pero el Señor sacudirá la tierra y el cielo para recordarles que El es Dios. ¡Que violento sacudimiento será ése! Afectará la tierra, el sol, la luna y las estrellas.
En los versículos del 15 al 17 vemos la reacción de los moradores de la tierra. Se esconden en cuevas y entre las peñas de los montes y dirán a los montes y las peñas: “Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero”. El versículo 15 revela lo que sienten sus conciencias, pues ellos temen el juicio de Dios y consideran que el gran día de la ira de Dios y del Cordero habrá llegado. Sin embargo, el sexto sello no es la proclamación de Dios en cuanto a la venida de Su juicio, sino una advertencia para los moradores de la tierra. Los reyes y todos los hombres grandes, ricos y nobles de la tierra se aterrarán por este sacudimiento y pensarán que el día de la ira de Dios y del Cordero ha llegado. En realidad, ése no será el día; solamente será un anticipo y una advertencia para que se arrepientan. En esta advertencia Dios parece estar diciendo: “Volveos a Mí. No digáis que sois Dios. Vosotros sois los pobres moradores de la tierra que Yo creé. Yo hice el sol, la luna y las estrellas para vuestra subsistencia. Pero os habéis olvidado de Mí, os oponéis a Mí y blasfemáis de Mí. Este es el momento para que seáis advertidos y os arrepintáis”.
Esta calamidad es una advertencia para los moradores de la tierra. No es la verdadera ira del Señor. Es la respuesta de Dios al clamor de los santos martirizados que se mencionan en el quinto sello, y revela que Dios viene pronto para vengarlos y vindicarse. Dios viene a vengar la sangre de Sus santos amados.
El sexto sello, la introducción a la gran tribulación, es una advertencia que se da antes de la venida del día del Señor. Según Joel 2:30-31, no pasará mucho tiempo entre el sexto sello y las primeras cinco trompetas (8:6-11). Joel 2:30-31 menciona primero la sangre de la primera y la segunda trompetas, el fuego de la primera, la segunda y la tercera trompetas (8:7-10), y el humo de la quinta trompeta (9:1-3), y luego menciona el sol y la luna del sexto sello. Una comparación entre 9:4 y 7:3 indica que la quinta trompeta sonará muy cerca del tiempo del sexto sello.
Habrá dos calamidades constituidas por la conmoción y la alteración de la tierra y de los ejércitos celestiales. La primera ocurrirá antes del día del Señor, antes de la gran tribulación (Jl. 3:11-16; 2:30-31; Lc. 21:11). Y la segunda, sucederá después del día del Señor, después de la gran tribulación (Mt. 24:29-30; Lc. 21:25-26). Lo abarcado en el sexto sello constituye la primera calamidad. Esto puede ser considerado no sólo como una advertencia, sino también como el inicio de la gran tribulación que ha de venir. Después del sexto sello, al abrirse el séptimo sello, aparecen las cuatro primeras trompetas que indican que viene la gran tribulación (8:1-2, 6-13). Entonces se producirá la gran tribulación al sonar las últimas tres trompetas (9:1-21; 11:14-19).